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La división estructural en libros base y monografías referidas a hechos cruciales para la interpretación de la historia de los pueblos ( conflictos, desarrollo social, cultural y tecnológico, vida cotidiana, pensamiento ) permite tanto la comprensión global de la historia de la humanidad, como la profundización sobre determinados acontecimientos o aspectos generalmente ignorados en los manuales al uso. Los estudiantes encuentran así una forma atractiva y unas amplias posibilidades de su aplicación al estudio de las múltiples facetas del devenir histórico y de las diferencias culturales y sociales. Se combinan así los grandes acontecimientos históricos con aspectos referidos a la vida cotidiana, al pensamiento o a los avances tecnológicos. Se ofrece de este modo una pluralidad de recursos para la investigación individual o colectiva, y para el desarrollo de actividades sobre temas que, a su vez, relacionan la historia del pasado para la comprensión del mundo actual. Todos los libros de esta colección contienen abundantes ilustraciones, esquemas, mapas y gráficos aclaratorios de los textos, y han sido diseñados en un formato especialmente adecuado para la consulta y el trabajo de los alumnos y alumnas
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Seitenzahl: 90
Veröffentlichungsjahr: 2017
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Akal / Historia del mundo / 69
Alfredo Alvar Ezquerra
La leyenda negra
Historia del mundo
Serie Historia de España
Director: Miguel Morán Turina
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© Ediciones Akal, S. A., 1997
Sector Foresta, 1
28760 Tres Cantos
Madrid - España
Tel.: 918 061 996
Fax: 918 044 028
www.akal.com
ISBN: 978-84-460-4144-3
A ti, joven lector, te dedico este libro para que si alguna vez sintieras que puedes perseguir o menospreciar a otro por su raza, su religión o su sexo, antepongas la razón al corazón.
1. La Leyenda Negra
«¿Por qué esta maldita raza de españoles
va de país en país atormentando
a todo el mundo?»
Guillermo de Orange, Apología, 1581.
«Si en particular hubiera de tratar
las cosas de España, hiciera
un volumen entero»
Sebastián de Cobarrubias,
Tesoro de la Lengua Castellana o Española, 1611.
Los españoles hemos tenido desde hace varios siglos la idea de que cuanto se escribía en Europa (y, por tanto, también en el mundo anglosajón en general y en los Estados Unidos de América en particular) sobre nuestro país tenía unas connotaciones peyorativas. Pensamos también que lo que se imaginaban los habitantes del norte de los Pirineos de nuestro país era normalmente, minusvalorador de nuestra cultura y de nuestra Historia.
En otras palabras, creíamos que nos veían como cobardes, lujuriosos, holgazanes, torpes, incultos, beaturrones y lo que se te pueda ocurrir. Incluso si quieres, que todos tocábamos la guitarra, que las mujeres iban por la calle con trajes de flamenca, y los hombres, si no vestidos de toreros, sí al menos, con sombreros cordobeses.
Es verdad que cualquier cultura, o cualquier país, ha sentido cierto interés por conocer cómo se pensaba que era según los extranjeros. No es una originalidad hispana, sino que la comparte con todo el mundo. Lo peculiarmente hispano ha sido, primero, la obsesión por averiguarlo, y en segundo lugar, el llegar a la convicción de que esa idea de los otros con respecto a nosotros era, fundamentalmente, negativa. En fin, que nos hemos ido forjando en medio de una cierta paranoia, en la convicción de que por Europa se nos menospreciaba. Pensar así tiene un cierto sabor agridulce: masoquista, en cuanto nos podemos lamentar de lo mal que nos han tratado; autocomplaciente porque podremos decir, «si las cosas nos van mal, es porque no nos dejan que vayan bien».
¿Es esto así? ¿No somos nosotros mismos los responsables de nuestra Historia? Si España ahora es como es, o hace un siglo era como era, ¿no era sólo y exclusivamente por culpa de, o gracias a, sus habitantes? Evidentemente, sí. Porque cada nación —se dice— ha tenido y tiene la Historia que se merece o la que ha conseguido darse a sí misma. Lamentarse de cómo van o iban las cosas, echando las culpas a otro u otros, en vez de intentar mejorarse a sí mismos es un acto excesivamente cómodo para poder justificarse.
Como ves, lo mismo que a ti te ha ocurrido o te ocurre en el forjar tu personalidad, le ha pasado a los países en los lentos procesos de adquisición de la idea de nacionalidad. Se han creado ideas de sí mismos, por un lado, según ellos mismos se creen que son; pero también se han moldeado ellos a sí mismos según creen que les ven como ellos son, y no sigo por no hacer más complicada la madeja. En cierto modo, podría ser como un juego (aunque el hacerse ideológicamente una nación, o madurar la personalidad, es algo más que un juego) en el que el protagonista, mirándose en un espejo, hubiera de ponerse la máscara y la cara de otros que hay alrededor y que se miran directamente en ese espejo, o indirectamente porque tiene también espejos en las manos que se reflejan en el primero y más grande, y todos van asumiendo, a fin de cuentas, la personalidad que sale de los otros, para que al final de una larga partida (de un largo proceso), nuestro protagonista acabe con una cara determinada. Pero resulta que, a lo largo de nuestra Historia, en el espejo más grande, llamado alteridad (o sea, la idea de o por causa del otro), lo que nuestro protagonista, nos-otros, ha visto mejor, ha sido las caras de burla y menosprecio que le ponían algunos de los-otros que le rodeaban, y eso le ha creado una angustia tal que le ha marcado a lo largo de su vida, haciéndole al mismo tiempo introvertido al mirar a los demás, y también altanero en extremo. Pero no se daba cuenta que en la habitación en la que jugaba había otros que no le ponían muecas tan ásperas. Al final, para su alivio, se ha dado cuenta de que todo no era tan negro, se ha dado cuenta de que algunos no sólo no le hacían burla, sino que le apreciaban. Algo así ha ocurrido con nosotros.
¿Qué es la Leyenda Negra?
Por Leyenda Negra se entiende, desde principios de este siglo, «el ambiente creado por los relatos fantásticos que acerca de nuestra patria han visto la luz pública en todos los países, las descripciones grotescas que se han hecho siempre del carácter de los españoles como individuos y colectividad, la negación o por lo menos la ignorancia sistemática de cuanto es favorable y hermoso en las diversas manifestaciones de la cultura y del arte, las acusaciones que en todo tiempo se han lanzado contra España...»
Quien así escribía era un historiador llamado Julián Juderías, que en 1914 publicó un libro que lo tituló, precisamente, La Leyenda Negra. Era la primera vez que se bautizaba así a «eso» que la gente sabía que existía, pero que no lo había llamado de ninguna manera.
Más recientemente, Fernández Alvarez la ha definido así:
«Cuidadosa distorsión de la historia de un pueblo, realizada por sus enemigos, para mejor combatirle. Y una distorsión lo más monstruosa posible, a fin de lograr el objetivo marcado: la descalificación moral de ese pueblo, cuya supremacía hay que combatir por todos los medios».
Hay tres cosas que son innegables: por un lado, que por la ignorancia, y en ocasiones el desprecio producido por la mala fe, se han hecho afirmaciones grotescas, descabelladas o humillantes hacia nuestro país. En segundo lugar: que entre el pueblo, habitualmente nada informado porque se cree a pies juntillas lo que le cuentan y más aún si está impreso en un libro, han prevalecido las ideas más absurdas de lo que es España, ese país tan variado. En tercer lugar, que entre los españoles, por esos sentimientos paranoicos, pesimistas, masoquistas de los que hablaba antes, ha prevalecido la idea de que siempre los europeos nos han vilipendiado, y nada hay más alejado de la realidad.
Conviene, pues, tener clara una idea: somos un país normal, con enormes defectos y maravillosas virtudes; con una cultura (Historia, Literatura, Arte, Técnica, etc.) a nuestras espaldas que no deberíamos olvidar nunca; ni somos superiores ni inferiores a los demás europeos, como tampoco lo son ellos con respecto a nosotros.
Me gustaría, además, llamarte la atención sobre otra cosa: hay unas maneras de aprender más para entenderse mejor a uno mismo y a aquellos con los que tienes que convivir, y ésas son leer y viajar. Pero nada de eso te lo da la caja tonta. Si de la lectura de este librito obtuvieras entretenimiento y te sintieras satisfecho por haberlo leído, piensa que hay otros escritos que te pueden valer igual para llenar tu imaginación siendo tú quien la dirige.
2. I Parte: De la Italia del Renacimiento, a la Francia de la Ilustración: Los orígenes de una sensación
¿Cuándo nace la «Leyenda Negra»?
Como acabo de decirte, el término, como tal, en 1914. La idea, la sensación, sin embargo, es muy anterior. Podríamos decir que arranca de los años iniciales del siglo xvii: en 1604 nuestro gran literato Quevedo, escribió una agria —como muchos de sus escritos— España defendida (se me ocurre recomendarte que intentes que los profesores de Literatura e Historia te indiquen qué cosas puedes leer sobre, por ejemplo, la «Imagen de España en el siglo xvii» en nuestro país, partiendo sólo de Quevedo, Saavedra Fajardo o Calderón). En el siglo xviii, y a raíz de un artículo en la Encyclopedie Methodique francesa en el que se negaba que España hubiera dado algo a la cultura europea, la polémica se reavivó, pero esta vez con tintes distintos: si antes miraba a los demás, en cierto sentido, por encima del hombro, ahora lo que aparecía era un profundo complejo de inferioridad, camuflado con grandes palabras. De estos años finales del siglo xviii son los escritos de Cavanilles, Forner, Masdeu y también la acuñación de términos como el de «Siglo de Oro» (Luis José Velázquez en 1754) y la publicación de nuevo de gran cantidad de piezas literarias de nuestros clásicos, la «rehabilitación» del pensador valenciano Juan Luis Vives, etc., etc.
Vamos a trasladarnos, pues, con la imaginación a los primeros años del siglo xvii.
Los padres, los abuelos e incluso algunos de los mismos individuos que vivían entonces habían conocido la época más brillante y al mismo tiempo más dramática de nuestra Historia. Corregiré un poco y diré una de las épocas, y así no discuto con otros colegas historiadores. Cien años antes del momento en el que nos hemos situado, se había reconquistado Granada, descubierto América, se estaba consolidando la presencia de la Corona de Aragón en Italia, el rey de España era al mismo tiempo Emperador del Sacro Imperio (no quiere eso decir, ni mucho menos, que en todas partes se hablara español, ni que todos esos territorios —que has de ver en un Atlas histórico— fueran gobernados desde España ni «a la española». Incluso España