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La división estructural en libros base y monografías referidas a hechos cruciales para la interpretación de la historia de los pueblos ( conflictos, desarrollo social, cultural y tecnológico, vida cotidiana, pensamiento ) permite tanto la comprensión global de la historia de la humanidad, como la profundización sobre determinados acontecimientos o aspectos generalmente ignorados en los manuales al uso. Los estudiantes encuentran así una forma atractiva y unas amplias posibilidades de su aplicación al estudio de las múltiples facetas del devenir histórico y de las diferencias culturales y sociales. Se combinan así los grandes acontecimientos históricos con aspectos referidos a la vida cotidiana, al pensamiento o a los avances tecnológicos. Se ofrece de este modo una pluralidad de recursos para la investigación individual o colectiva, y para el desarrollo de actividades sobre temas que, a su vez, relacionan la historia del pasado para la comprensión del mundo actual. Todos los libros de esta colección contienen abundantes ilustraciones, esquemas, mapas y gráficos aclaratorios de los textos, y han sido diseñados en un formato especialmente adecuado para la consulta y el trabajo de los alumnos y alumnas
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Seitenzahl: 102
Veröffentlichungsjahr: 1997
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Akal / Historia del mundo / 76
Alfredo Alvar Ezquerra
La Inquisición española
1478-1834
Serie Historia de España
Diseño de portada
RAG
Director
Miguel Morán Turina
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© Ediciones Akal, S. A., 1999, 2006
Sector Foresta, 1
28760 Tres Cantos
Madrid - España
Tel.: 918 061 996
Fax: 918 044 028
www.akal.com
ISBN: 978-84-460-4143-6
A ti joven lector, te dedico este libro para que si alguna vez sintieras que puedes perseguir o menospreciar a otro por su raza, su religión o su sexo, antepongas la razón al corazón.
Introducción
Uno de los vocablos de nuestro idioma cuyo uso más repugna es el de Inquisición, y cuantos derivados de él provengan. Me gustaría empezar estas páginas con cuatro reflexiones, ágiles y sencillas:
Primero: Inquirir es sólo «indagar, averiguar o examinar cuidadosamente una cosa». Mas frente a esta voz madre, sus derivados, tales como «inquisitorial», «inquisidor», por supuesto «Inquisición», y tantos más, se usan para insultar, o cuando menos denostar algo o a alguien. Cuando se está dispuesto a mostrarse muy «avanzado», para menospreciar un uso o valor tradicional, no tenemos empacho en afirmar que lo opuesto a lo que sentimos o pensamos es propio de, por ejemplo «un inquisidor medieval». Usamos así nuestros «conocimientos» históricos para rebatir argumentos respecto a los que estamos en contra...
Segundo: El hombre de la calle suele identificar Inquisición con Edad Media, mientras que la Inquisición española es una institución que nace a finales del siglo xv (1478), y queda abolida a principios del xix (en las Cortes de Cádiz; luego es reinstaurada, y fallece definitivamente en 1834). La Edad Media «termina» por decirlo de algún modo, a finales del xv, y el período histórico que va desde esas fechas hasta 1789 (Revolución Francesa) o 1808-1814 (Guerra de la Independencia), lo conocemos como «Edad Moderna». La Inquisición española más que ser medieval es, por lo tanto, moderna.
Tercero: El hombre de la calle también suele identificar Inquisición con morbosa crueldad, persecución, oscurantismo.
Esto implica la inexistencia de unas normas jurídicas y de unos códigos a los que atenerse o respetar.
Cuarto: La Inquisición suele ser tenida como instrumento impuesto por no se sabe bien quién contra el «pueblo», un ente angelical que es siempre el buen salvaje. Si, como acabamos de ver, perdura a lo largo de tres siglos, con más dureza y rigor en unos momentos que en otros, pero en cierto sentido señoreando permanentemente la vida social de nuestro país, es lógico pensar que haya impregnado las formas de nuestra convivencia. Y si dura tanto tiempo, ¿es porque se impone al pueblo, o porque el pueblo encuentra alguna satisfacción en su existencia?
De todo esto me propongo hablar a partir de ahora.
1. Las claves de la actuación de la Inquisición
Para entender bien la actuación de la Inquisición, es preciso tener claros algunos aspectos. A lo largo de los años, se ha fantaseado mucho sobre lo que fue la Inquisición, a quiénes perseguía y cómo actuaba.
Conviene ser claros, y dejar las fábulas al margen . En su esencia, la Inquisición nació para perseguir a los convertidos falsamente al cristianismo de modo que su actuación debería haber sido sóla y exclusivamente teológica.
Las pesquisas contra esos falsos conversos se harían sobre todo contra individuos de origen judío, practicantes a escondidas de la religión de Moisés, que se bautizaban para poder gozar de los beneficios del cristiano. Pero no hay que creer que esos judíos convertidos actuaban de forma pícara: al contrario, si así obraban, era porque la sociedad cristiana se lo imponía. Aunque pudieras obtener algún beneficio social, ¿entenderías que tus padres te ocultaran sus orígenes, y que tú se los tuvieras que ocultar a tus hijos, viviendo siempre en un ambiente de miedo porque fueras a ser descubierto? Verdaderamente no merece la pena, salvo que tengas que sobrevivir a lo que te rodea, y que hostilmente, te exige hacerlo así. Muchos han sido los que a lo largo de la Historia, y en distintos países han tenido que disimular y mentir, entonces por motivos religiosos, hoy por motivos políticos. No olvides a San Pedro, amedrentado, negando hasta tres veces pertenecer al grupo de los de Jesús el Nazareno. Las casas de los conversos en Extremadura en el xvii han sido descritas así: «Nada de lo que allí había podía hacer sospechar que no se trataba de una casa de cristianos viejos. Como en ésas, colgaban los perniles y tocinos en la cocina y adornaban la sala las imágenes de los santos».
De otras religiones y razas, también podía haber convertidos al cristianismo: los musulmanes, o los extranjeros de aquellos países que con posterioridad a la década de 1520, en que empieza la Reforma protestante, se hubieran afincado en España. Pero los musulmanes conversos no tenían el poder económico y social de los judíos: por eso (y no porque los judíos hubieran crucificado a Cristo) no se les tenía permanentemente bajo sospecha. A los extranjeros de los que se descubriera su falsa conversión, se los tenía por espías, y entonces pasaban a manos de la justicia civil.
Queda claro por lo tanto que:
1. La Inquisición nace para perseguir a los falsos conversos.
2. La mayor parte de esos conversos perseguidos son de origen judío.
3. Los conversos al cristianismo pueden serlo con sinceridad (son los conversos, cristianos nuevos y, para inducir a la confusión, los marranos), o por necesidad (los verdaderamente marranos o los criptojudíos) El cristiano viejo siempre desconfiará del cristiano nuevo, interesándole tener a todos los conversos o a sus descendientes por falsos conversos o marranos. Etimológicamente, marrano puede ser tanto puerco, como más bien el errado: «Sam marranos os que marram/ nossa fé, mui inféis/ bautizados...», dice un soneto portugués de la Baja Edad Media. En el Tesoro de la Lengua castellana o española de 1601 dice Sebastián de Cobarrubias: «Marrano es el recién convertido al cristianismo, y tenemos ruin concepto de él por haberse convertido fingidamente». Al hablar de marrar, «Es faltar; vocablo antiguo castellano, del qual por ventura (sin embargo de lo dicho) vino el nombre de marrano del judío que no se convirtió llana y simplemente», sino por interés. Sea cual fuera la etimología, el término es bastante despectivo.
A partir de 1492, la sospecha recaerá en los descendientes a lo largo de varias generaciones: imagínate que porque tu bisabuelo fuera judío tu padre perdiera su trabajo. En ese ambiente de intransigencia, ¿puede funcionar alguna sociedad?
Venera de la Inquisición.
Como bien sabes, los judíos han sido perseguidos desde la más remota Antigüedad hasta nuestros días.
Pero para lo que nos interesa en este librito, basta con iniciar el viaje en el siglo xiv. En las Cortes de Castilla celebradas en Toro en 1371, y en las de Madrid de 1405, se ordenó que los judíos llevasen en sus vestidos en el pecho una señal, cuatro dedos en forma de circunferencia sobre fondo amarillo. En 1412 tanto en los territorios de la Corona de Aragón como en los de Castilla se reforzó la legislación de los distintivos y se les prohibió ocupar ciertos cargos públicos o profesiones. Igualmente se les prohibió que cristianos trabajaran para ellos, y se les prohibió relacionarse con los cristianos. Tampoco podían llevar ropajes muy lujosos, ni cortarse el pelo ni afeitarse... y también en Al-Andalus ocurría lo mismo. Todo esto se irá complicando con mucha más sutileza contra los descendientes de conversos a lo largo de los siglos xvi y xvii sobre todo.
Serie de grabados del francés Callot (1592-1635). Los métodos represivos de la Inquisición no eran extraños a los europeos, acostumbrados al terror por las distintas guerras o por la justicia civil.
Por sus actividades financieras, esencialmente, se les tenía gran inquina. El populacho los odiaba porque veía en ellos gentes que, en la medida de lo posible, no conseguían su riqueza con el sudor de su frente, sino por su inteligencia. Vivían en las ciudades y constituían lo que hoy llamaríamos la clase media: eran abogados o médicos, y también sastres o zapateros de lujo, plateros, comerciantes... y ante todo, hombres de negocios. En donde había una comunidad judía fuerte, había movimiento de dinero. Y en aquella ciudad en la que hubiera una aljama, o una judería importante, era punto de encuentro de los habitantes de los alrededores en busca de préstamos, cambios y empeños.
Un cronista de los Reyes Católicos los definía así:
«Nunca quisieron tomar oficios de arar ni cavar, ni andar por los campos criando ganados, ni lo enseñaban a sus hijos; salvo oficios de poblado [es decir, de ciudad], e de estar asentados ganando de comer con poco trabajo».
Está claro el por qué de la inquina del populacho. En nuestro refranero tienen también su espacio: la avaricia queda plasmada grotescamente en el refran que dice «Echaba el judío pan al pato y tentábale el culo de rato en rato», para ver si había engordado, se supone. Otros dichos nos hablan que el judío es un usurero, «Duerme don Sem Tob, pero su dinero no»; desconfiado y frío, «En judío no hay amigo», etc. Reconocidos quedan como grandes comerciantes, «Judío para la mercadería y fraile para la hipocresía» y estimuladores de la vida urbana, aunque a ser posible, cuantos menos haya mejor: «En la heredad un guindo, y en la villa un judío». Finalmente, otro refrán plasma la tragedia en la España Moderna:
«No fíes del judío converso,
ni de su hijo, ni de su nieto»
En aquella sociedad, lo que todos ansiaban, lo que era el motor de la vida social, era la nobleza. Si a los nobles no les hubiera causado molestia la convivencia con los judíos, acaso la Inquisición nunca hubiera existido con tanta fuerza. Pero para algunos nobles de rancio abolengo, era insultante que los valores del dinero, los propios de la burguesía (que entonces empezaba a funcionar), les pudieran hacer sombra. Nada mejor que acabar de raíz con los que les prestaban dinero, y les apretaban las tuercas cuando no podían devolverlo; los que se habían hecho con parte del poder en las ciudades y orientaban la economía hacia otros derroteros que no eran sólo la guerra y la agricultura; nada mejor que acabar con los judíos. Lo malo fue que cuando se «puso de moda» rastrear los orígenes de todo bicho viviente, resultaba que en tal linaje nobiliario había un antepasado converso, y, por antonomasia, judío. Fue entonces cuando esta institución, probablemente creada para salvaguardar a la nobleza y a su cúspide —la aristocracia— se volvió contra ese estamento.
Imagínate: en un primer momento la nobleza ve con satisfacción la persecución contra la clase media urbana; y el populacho también. Andando el tiempo, se encuentran máculas de sangre judía en buena parte de la nobleza.Y no ha transcurrido más que un siglo desde la implantación de la Inquisición, cuando el genial Cervantes pone en boca de Sancho Panza (¡de Sancho Panza!) aquella famosa sentencia:
«Yo cristiano viejo soy, y para ser Conde, esto me basta».
Dejar al reo colgando en el vacío, hasta la muerte, o hasta que el señor decidiera, era un método empleado en Europa.
En la foto, celda del castillo de Warwick (Inglaterra), que aún se usaba a mediados del siglo xvii.
El campesino, inculto, se pavonea, y en sus entrañas se siente tan importante, o más, que la aristocracia, por el mero hecho de que todos sus antepasados fueran cristianos. ¿Crees que una sociedad puede avanzar basándose sólo en la suerte de la cuna, y no en el esfuerzo personal?.
Así que, a lo largo del siglo xv, las conversiones —aunque fueran falsas— se multiplicaron por doquier. Efectivamente, muchos de los que se habían bautizado después de 1391, tuvieron el «atrevimiento» de volver al hebraísmo, pero nuevas legislaciones en su contra, así como señalamientos y esporádicos progroms, invitaban a un ir y venir de una religión a la otra, generación tras generación. La cuestión judía iba así convirtiéndose en el problema converso