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Buenos amigos entre sí, los autores del presente volumen decidieron este encuentro cordial y afectuoso en un diálogo escrito que también es confrontación de ideas, acuerdos y desacuerdos sobre el hombre y la mujer, sus diferencias y semejanzas, el sexo, los roles, los cambios de los últimos tiempos, la pareja y su futuro. Un libro para leer y reflexionar en pareja, discutir en rueda de amigos o meditar en soledad.
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Seitenzahl: 275
Veröffentlichungsjahr: 2021
Alfredo torres · Silvia fittipaldi
Ella y élen el siglo XXI
Un diálogo renovado sobre sexo,género, roles, pareja y futuro
Fittipaldi, Silvia
Ella y él en el siglo XXI : un diálogo renovado sobre sexo, género, roles, pareja y futuro / Silvia Fittipaldi y Alfredo Torres. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Libros del Zorzal, 2014.
E-Book. - (Ensayo)
ISBN 978-987-599-385-3
1. Relaciones Interpersonales. 2. Ensayo. I. Torres, Alfredo. I. Título.
CDD 158.2
Revisión: Lucas Bidon-Chanal
Diseño: Verónica Feinman
© Libros del Zorzal, 2004
Buenos Aires, Argentina
Libros del Zorzal
Printed in Argentina
Hecho el depósito que previene la ley 11.723
Para sugerencias o comentarios acerca del contenido de Ella y él en el siglo xxi, escríbanos a:
www.delzorzal.com.arm>.
A Sylvia Quincoces
Alfredo Torres
Al Dr. Guillermo Vitali,a mis padres, a mis amigos
Silvia Fittipaldi
Índice
Prólogo
Capítulo 1
El sexo, la diferencia más evidente
Una propuesta coloquial Confrontación y diálogo | 8
Capítulo 2
Cuerpo a cuerpo. El encuentro sexual, una experiencia personal compartida | 34
Capítulo 3
Ella, género femenino. Él, género masculino.
La gramática de los sexos | 48
Capítulo 4
Mujeres... ¿Eran las de antes?
El gran cambio | 75
Capítulo 5
Machos y hombres.
La virtud de tenerlas bien puestas | 101
Capítulo 6
La pareja: Lo difícil de andar parejos | 128
Capítulo 7
Siglo xxi. El futuro a corto plazo.
Variables y constantes | 153
Prólogo
He aquí un “encuentro frontal” entre dos distinguidos profesionales de la inteligencia: Silvia Fittipaldi, profesora de Letras
(UBA, 1985), periodista especializada en lo que denominamos “temas de la mujer”, coordinadora de talleres literarios, y Alfredo Torres, médico (UBA, 1963), psicoanalista eminente, profesor titular de la Asociación Psicoanalítica de Buenos Aires; ambos, expertos en el tema que van a confrontar, con largo tiempo de bucear en el alma humana. Buenos amigos entre sí, en cuanto tales es fácil imaginar su encuentro cordial y afectuoso. Pero la palabra encuentro, que han escogido para titular sus diálogos, ofrece sutilmente otra acepción, otro costado, el del choque, de la batalla, de la disidencia. Ambas cosas están explícitas en este libro, la convergencia y la divergencia, el acuerdo y el desacuerdo, el “encuentro –nuevamente– del hombre y la mujer” que, decía Miguel Hernández, hace marchar al mundo.
Los temas aquí desflorados son prácticamente todos: hay una referencia constante al pasado, a cómo se han desarrollado, a través de los siglos, la guerra y la paz, el ejercicio del poder social y familiar entre los sexos, cómo se ejecuta actualmente, luego del arrasador cambio en aquellas relaciones que ha traído el mundo contemporáneo, y una perspectiva de futuro, al menos de futuro inmediato. Pero, además, como no podría ser de otro modo, se abordan las grandes cuestiones y perplejidades, los valores, su crisis, sus reemplazos, nuestros miedos y tabúes, Eros y Tánatos. Por todo ello, y por su tratamiento inteligente –diríamos, lujosamente inteligente–, éste es un libro que atrae y fascina, inquieta, aclara pero “deja pensando”, es decir, insta al poco ejercitado trabajo de pensar, tan escaso en nuestro mundo de relumbrón, facilismo y frivolidad. En tal sentido, diremos que es un libro fuera de época; pero, quizá por ello mismo, no dudamos de las buenas consecuencias que puede y merece tener.
Un libro que haga meditar, que pueda debatirse en familia o en rueda de amigos, un libro que no sea un mero pasatiempo de playa o de peluquería o de antesala del “doctor”, constituye hoy un mérito notable. Su lectura nos enriquece; a leerlo pues. Desentrañará uno de los infinitos laberintos que tornan tan apasionante la terrible aventura de reflexionar sobre la condición humana.
Horacio Sanguinetti Unquillo, 2004.
Capítulo 1
El sexo, la diferencia más evidente
Una propuesta coloquial Confrontación y diálogo
Ella. – Comienzo haciendo una aseveración interrogativa, si cabe el invento. Después de todo, en general, somos las mujeres las que inauguramos los comienzos. No obstante, te dejo la oportunidad de la primera respuesta, también como siempre. Las mujeres solicitan; los hombres responden, si pueden.
Él. – Me estás desafiando. Quizás sea el condimento excitante para todo comienzo.
Puedo admitir lo acertado de tu afirmación. Aunque muchas veces imperceptible, en casi todo el reino animal, la señal de inicio la da la hembra. No te sientas tan original. A tu prima la mona le pasa lo mismo. Recuerdo el decir de un profesor de pintura, en mi adolescencia, que, lleno de experiencia en lides galantes, afirmaba que el saludo y el acercamiento del varón los motiva la mujer, de otro modo, éste corre el riesgo de hacer el papel de estúpido.
Ella. – Un homenaje a ese profesor polifacético, que ha dejado en vos una enseñanza fundadora. Pensaba en nuestro diálogo. No como una lucha de habilidades intelectuales. Se me ocurrió aprovechar la ubicación espacial que tenemos, frente a frente, para considerar que estamos en una confrontación de buena voluntad, con posibilidades de síntesis.
Él. – ¿Me permite que la acompañe, señora? En el libro Manwatching de Desmond Morris, una especie de guía visual sobre la conducta humana, hay una fotografía de una mujer y un hombre desnudos, de pie, enfrentados, separados por la unión de las carillas. Sus miradas son de interrogación, acerca del misterio de las diferencias, también de la distancia que los separa, aquella que podrían salvar momentáneamente para que se instale nuevamente cada uno en su página. He visto algo similar en algunos pintores del Renacimiento, que plasman ese momento peculiar en Eva y Adán, separados por un árbol o por el marco de los cuadros de cada uno.
Ella. – He notado tu galantería al mencionar primero a Eva. No es lo acostumbrado. Ni siquiera en el Génesis. Me parece que esa secuencia marca una historia en las relaciones entre los sexos. También sería posible que tu galantería escondiera una actitud machista, la del que concede porque tiene mayor fuerza muscular.
Él. – No estés tan segura de que los hombres somos más fuertes. En una primera apreciación, así parece. Pero en la calidad de la fuerza y en el objetivo de su uso está la clave.
Primero, la biología
Ella. – Esto que decís implica marcar una diferencia. Pero comencemos por el principio: la diferencia básica entre los sexos es de carácter biológico.
Él. – Sin duda, eso se aprende en la primera infancia: vos sos niña porque tenés escarpines rosas.
Ella. – Si le pongo escarpines rosas a un niño, también tiene escarpines rosas y sigue siendo un varón... Yo diría que soy nena por cosas mucho más obvias. Cuando nací, el doctor le avisó a mi papá que yo era niña. Me había visto cuando salí de la panza de mi madre...
Él. – La cuestión es si había visto o no. Si tenías o no.
Ella. – ¿Si tenía o no tenía qué cosa?
Él. – Me refiero al pene.
Ella. – No, yo era nena porque tenía vagina.
Él. – Te digo que estoy de acuerdo, en buena medida. Todavía hoy, la mujer es determinada por privación de pene. Lo cual es muy distinto de ser determinada por presencia de vagina. Mutatis mutandis, el varón podría ser definido como una persona que no tiene vagina. En resumen, la concepción anterior proviene de una cultura esencialmente falocéntrica o machista.
Ella. – Claro, que la cultura es machista ya lo sabemos y vamos a discutirlo más adelante. Pero las diferencias biológicas marcan otras distinciones.
Él. – Sí, pero la primera diferencia es biológica. Después consideraremos otros factores que son igualmente importantes para determinar y definir “lo femenino” y “lo masculino”.
Para la Biología, la vulva y la vagina, igual que el pene, tienen el rango de “caracteres sexuales secundarios”, como pueden serlo la barba o la forma de distribución del vello pubiano (de forma triangular en la mujer y romboide en el varón). Pero hay otros aspectos más importantes, que marcan con más claridad las diferencias.
Ella. – ¿Por ejemplo?
Él. – Lo determinante en cuestión de diferencias son las gónadas, los ovarios y los testículos, considerados “caracteres sexuales primarios”, productores de las “gametas” o células germinales, potencialmente fecundantes, los óvulos y los espermatozoides respectivamente. Esto determina la verdadera diferencia, aun para la cuestión legal del reconocimiento de la identidad sexual.
La auténtica verdad sobre el cuerpo femenino
The real truth about the female body es el título del extenso artículo en el que Barbara Ehrenreich combina tres niveles de información: a) datos extraídos de ciencias básicas –Psicología, Sociología, Antropología, Fisiología–; b) especulaciones a probar; c) retórica feminista.
Muchos de los contenidos del ensayo están basados en tres libros de aparición relativamente reciente : Woman: an intimate geography (“La mujer: una geografía intima”) de Natalie Angier; Just like a woman (“Precisamente como una mujer”) de Dianne Hales y The first sex (“El primer sexo”) de Helen Fisher.
Las actitudes de enfoque y estudio sobre el cuerpo femenino están cambiando. De tal manera que, si cuestiones como “menstruación” y “menopausia” eran consideradas negativamente, hoy día las nuevas generaciones de mujeres consideran el período menstrual como un primordial signo de poderío femenino. A partir de este cambio de posición, se comienza a usar el término “femaleist” (algo así como “hembrista”) en lugar del clásico “feminismo” y en oposición al machismo.
El trabajo cuestiona ideas generalmente admitidas sobre los orígenes y desempeños sociológicos de los sexos, del hombre como cazador y de la mujer como cuidadora de la cría y el fuego, que espera el retorno del varón. Parece ser, según sus investigaciones, que esto ha dependido del lugar de asentamiento de los grupos primitivos: bosques, llanuras, costas, clima, etc. Cada asentamiento ha requerido distintas respuestas de cada sexo para asegurar la supervivencia.
Se extiende, por lo tanto, a discutir y rebatir las concepciones clásicas de Freud (cabe suponer que respecto de la teoría de la llamada “envidia del pene”) y de Darwin (en cuanto a la evolución de los sexos).
Por lo tanto, este ensayo admite una notable diferencia en las funciones vitales del cuerpo femenino y del masculino, esencialmente desde el punto de vista bioquímico, condicionante de la conducta. Por supuesto que no subestima, sino por el contrario, lo mucho que la cultura y la historia han influido en las conductas sexuales. Diferencia de los cuerpos que le dan a cada sexo una fortaleza específica, en distintas situaciones vitales.
Time Magazine, 8 de marzo de 1999.
Ella. – ¿Por qué?
Él. – Porque un recién nacido puede tener caracteres sexuales secundarios dudosos. Por ejemplo, un clítoris que parezca un pene y grandes labios que parezcan el escroto. Ante la duda de la identidad sexual, se deberá estudiar la identidad de las gónadas. Si tiene ovarios, es mujer; si tiene testículos, es varón.
Ella. – ¿Y los hermafroditas?
Él. – Son muy raros los casos, más aun para la Biología humana, en que conviven en la misma persona testículos y ovarios. Con todo, he de decirte que la denominación de hermafroditas les queda inadecuada, porque en Biología los organismos de ese nombre conllevan la capacidad de autofecundación, que no tienen caso en los seres humanos, al menos hasta donde yo estoy informado.
Ella. – Algo más sobre los “caracteres sexuales primarios”.
Él. – Sí, por otro lado, las gónadas son las productoras de las hormonas sexuales, agentes bioquímicos que determinan el funcionamiento específico de la conducta sexual y los “caracteres sexuales secundarios”. Fijate que, como consecuencia del accionar de las hormonas, éstos son transformables
(pueden cambiar de forma), por mal funcionamiento gonadal, en más o en menos, así como por el agregado externo de hormonas, que pueden desarrollar mamas en una persona biológicamente masculina, o barba y otros rasgos en una femenina. De hecho, se sabe que la mayoría de los transvestidos son sexualmente transformados, al menos de manera parcial, por obra y gracia de las hormonas y complementariamente por cirugía.
Ella. – Para continuar con lo que te decía anteriormente, yo imagino que el hecho de que uno nazca con vagina o con pene determina conductas, sensaciones, formas de actuar distintas.
Él. – Sin duda, a la larga es así, el registro de esas sensaciones diferentes, en relación con otros registros de sensaciones correspondientes a tener cavidades o salientes en la topografía corporal, marcarán durante el desarrollo formas de actuar distintas.
En algún lugar de su obra, Freud dijo: “el yo es esencialmente corporal”. Para mí, ésa es una frase muy significativa. Particularmente, la interpreto como que el solo hecho de tener un cuerpo masculino o femenino, interno y externo, hace que la persona organice en consonancia con el propio cuerpo una mente masculina o femenina, debo agregar, si las múltiples variables que intervienen se dan adecuadamente. Pero no debemos olvidar que, en buena medida, lo que marca la diferencia en la conducta, desde la perspectiva biológica, es la función hormonal. Desde este punto de vista, será lo mismo un varón o una mujer de la Polinesia que un par de africanos o germanos.
Ella. – ¿Y en qué pueden ser diferentes?
Él. – Si te parece bien, este tema, que incluye la cultura, lo dejamos para discutirlo un poco más adelante. Continuamos con las diferencias entre mujer y hombre, o hembra y macho, desde el punto de vista corporal.
Ella. – Está bien, pero comencemos por el principio. ¿Cómo y cuándo un bebé que está dentro de la panza de su mamá comienza a tener determinado sexo?
El principio de los principios
Él. – Debemos hacer alusión a conceptos elementales de Genética Humana. Todas las células de nuestro cuerpo, en su núcleo, contienen, entre otros elementos, unas estructuras llamadas cromosomas, que son los portadores de los genes, que a su vez contienen todo el material informativo referido a nuestra particularidad corporal.
Ella. – ¿Qué son los genes entonces?
Él. – Son entidades específicas, responsables de los caracteres hereditarios. Cada persona tiene en sus cromosomas una distribución especial y particular de estos genes. Le fueron otorgadas por el contenido en genes del óvulo y del espermatozoide al unirse en la fecundación. La forma en que se distribuyen parece pertenecer al azar.
Ella. – Parece algo difícil de explicar... complejo, digamos.
Él. – Algo que requiere un especial estudio, siempre en descubrimiento. De hecho, se descubre que las unidades de genes están compuestas a su vez por partículas más pequeñas y se siguen individualizando genes responsables de la transmisión hereditaria de tal o cual rasgo, normal o patológico. Son hechos científicos que tienen difusión periodística de manera bastante continua. Pero nos referimos a una explicación elemental. Si te parece sigo.
Ella. – Sí, pero no te vayas por las ramas.
Él. – Bueno, vuelvo a los cromosomas entonces. Puede decirse de manera elemental que están compuestos por cadenas de estructuras químicas complejas, llamadas ácidos nucleicos. En genética humana, se trata de cadenas de ácido desoxirribonucleico, el consabido ADN.
Ella. – Es lo que se estudia para reconocer la filiación o pertenencia familiar de algún individuo.
Él. – Así es, se reconoce la particular forma y distribución de estas cadenas.
Ella. – ¿Y la determinación del sexo en el bebé?
Él. – Sigo. En cada una de casi todas las células de su organismo, el ser humano tiene sus 46 cromosomas agrupados de a pares de unidades homólogas. Los humanos tenemos entonces 23 pares de cromosomas, de los cuales un par es denominado “par sexual”, porque designa el “sexo genético” del individuo.
Ella. – ¿Porqué el sexo se llama “genético”?
Él. – Porque el sexo definitivo implica un camino de desarrollo durante la gestación en el útero materno. Hay casos en que puede no coincidir con el determinado genéticamente. Son casos que causan asombro, pero tienen explicación científica. En la mujer, el par de cromosomas sexuales es denominado XX; en el varón, el par se denomina XY.
¿Mujer o varón?
Ella. – La mujer siempre es XX y el varón siempre XY.
Él. – Normalmente sí, genéticamente hablando el macho se diferencia de la hembra por un cromosoma, el Y.
Ella. – ¿Cómo se da esta situación de la determinación? ¿En todo caso, es cierto que el sexo del embrión lo determina el padre?
Él. – Hay una consecuencia casi lógica que lleva a pensar la cosa así. En la medida en que los ovarios producen siempre óvulos X y los testículos producen espermatozoides X o Y. La constancia del óvulo y la variación del espermatozoide parecerían darle la responsabilidad a éste.
Ella. – Qué interesante eso de la constancia femenina y la variación masculina.
Él. – No te abuses prematuramente. Las cosas pueden ser más complejas. Quería recuperar algo. Cuando dije que casi todas las células del organismo tienen 23 pares de cromosomas, me refería a que las gametas tienen la mitad, o sea 23 cromosomas sin su par correspondiente, de tal manera que, al juntarse en la fecundación, constituyen un huevo o cigota de 23 pares de cromosomas.
Ella. – ¿Qué sucede con los cromosomas que no integran el material de los espermatozoides y óvulos al formarse?
Él. – Interesante lo que preguntas, porque se supone que algo del material hereditario se ha perdido, ha quedado en los genes del par no elegido durante la formación de la gameta. Quiere decir, por lo tanto, que cada persona recibe la mitad de la totalidad del material hereditario de cada progenitor.
Ella. – ¿Por qué razón son elegidos unos y no los otros?
Él. – Por lo que yo sé, en realidad, por lo que afirma Penrose en su libro Introducción a la Genética Humana, la elección parece deberse al azar. Dice precisamente: “el simple azar determina cuál de los dos elementos es elegido y cuál rechazado”. Te lo digo así, porque me impactan las palabras “elegido” y “rechazado”. En todo caso, señalarían un fino mecanismo subyacente y determinante.
Ella. – Al respecto, me viene a la cabeza esto de la elección o el rechazo con respecto a los espermatozoides. Por lo que yo sabía hasta ahora, el espermatozoide elegido o el que podía fecundar era el más fuerte. ¿Es así o acá también hay algo de elección y de rechazo? Se me ocurre que quizás el óvulo elija un espermatozoide.
Él. – Es muy posible que algo de eso ocurra, también puede pensarse como un fenómeno de encuentro, un hecho de vinculación mutua. Con todo, lo de la fuerza de los espermatozoides en la carrera de encuentro con el óvulo es un hecho comprobado. Fijate que en los estudios de capacidad fecundante en un varón, se determina la fuerza vital de los espermatozoides, entre otras características. Se podría suponer, por lo tanto, que en el momento en que un óvulo se encuentra rodeado de espermatozoides, lo suficientemente fuertes para haberlo alcanzado, se produciría un fenómeno de selección del óvulo y del espermatozoide, que incluiría su característica X o Y.
Ella. – ¿Por qué hay cromosomas que se llaman X y otros Y?
Él. – Porque las formas de estos cromosomas se parece a las letras mayúsculas X e Y.
Ella. – Pero ¿por qué tanto hombres como mujeres tienen un cromosoma X?
Él. – No podría contestarte con precisión. Puedo conjeturar que las características aportadas por X tanto en espermatozoides como en óvulos son más básicas que Y. Es como si X fuera una especie de matriz básica, sobre la que actúa Y como desencadenante de un proceso de diferenciación. Los embriones durante su evolución desarrollan gónadas, que son los testículos y los ovarios. Si un cromosoma Y está presente, las gónadas evolucionan a testículos. Si el cromosoma Y no está presente, las gónadas evolucionan a ovarios.
Se trata en realidad de un mecanismo más fino que incluye la presencia o ausencia de un gen específico del cromosoma
Y. Este gen es denominado SRY (Sex Region Y).
Por lo tanto, se puede especular que, en una manipulación genética, un método que elimine el accionar de este gen en Y determinaría ausencia de masculinidad y un desarrollo básicamente femenino aunque el individuo fuera XY. Del mismo modo, se supone que un individuo XX podría desarrollarse como varón, si uno de los cromosomas X contuviera este gen SRY. Fijate que se ha logrado en los pollos una manipulación genética parecida, para que todos los ejemplares que se desarrollen sean hembras, ya que su crecimiento es más rápido y, comercialmente, más conveniente.
Ella. – ¿La masculinidad se da “por defecto”?
Él. – La feminidad se daría “por defecto”. Diría que la masculinidad se da “por efecto” de Y. Diría que la base puede considerarse femenina. Sería algo así como la tierra básica que se transforma por el accionar de un río.
Ella. – ¿Al desarrollarse un embrión, sea XX o XY, muestra diferencias desde el comienzo?
Él. – Desde el comienzo es básicamente indiferenciado en la forma, de acuerdo con lo anterior se podría decir “básicamente femenino”. Digo “en la forma” porque la diferencia es genética, debida a los genes, según la presencia o ausencia de Y, como dijimos antes.
Ella. – ¿Cómo son esas diferencias en los embriones? ¿Cómo y por qué están dadas?
Él. – El cromosoma Y (específicamente el gen SRY) desencadena el desarrollo de los testículos a partir de la séptima semana de gestación. Desde ese momento, comienzan a instalarse y desarrollarse las diferencias corporales y demás.
Ocurre algo especial: en el futuro varón, primero se desarrolla el testículo y luego el aparato genital; mientras que en la mujer, el aparato genital se desarrolla en la novena semana y el ovario después, en la duodécima semana.
Ella. – ¿Y a nivel psíquico, también se dan diferencias, aunque estemos hablando de un embrión?
La psiquis de los sexos
Él. – Acá tenemos que hablar de “programación cerebral”. Se sabe hoy día, a través de múltiples investigaciones específicas, que el cerebro humano sufre una especie de “programación hormonal”, a partir del accionar de las hormonas sobre el cerebro embrionario en desarrollo. Si la señal genética ha sido Y, se desarrollan los testículos, cuyos productos hormonales, principalmente la testosterona, determinan una “programación cerebral masculina”, que a su vez determinará conductas y características correspondientes a este género. Por otro lado, si no hay testículos, la programación cerebral será femenina a partir del desarrollo de ovarios en el embrión y de su influencia hormonal aunque sea más tardía.
Algunas diferencias de capacidades entre mujeres y hombres
Los hombres son diferentes de las mujeres. Son iguales únicamente en que son todos de la misma especie, la especie humana.
Sostener que son iguales en cuanto a aptitudes, habilidades o comportamiento significa crear una sociedad fundamentada en una mentira biológica y científica.
Los sexos son distintos porque su cerebro es distinto. El cerebro, el principal órgano administrativo y emocional de la vida, está organizado de modo diferente en el hombre y en la mujer; procesa información de manera disímil, teniendo como consecuencia percepciones, prioridades y comportamientos distintos.
Hasta hace poco, la explicación de las diferencias de comportamiento entre los sexos ha sido el condicionamiento social, o sea, las expectativas de los padres, cuyas actitudes, a su vez, reflejan las expectativas de la sociedad.
La explicación social es inadecuada y el razonamiento bioquímico parece más plausible, es decir, son nuestras hormonas las que hacen que nos comportemos de modo concreto, estereotipado. Pero, como descubriremos, las hormonas por sí solas no nos proporcionan toda la respuesta; la diferencia se halla en la interacción entre las hormonas y el cerebro masculino o femenino, que cuenta con instrucciones previas que lo hacen reaccionar de manera concreta frente a éstas.
1- El hombre presenta mayor “capacidad espacial”, es decir, una mayor posibilidad de imaginar la forma, la ubicación y la geografía de objetos y lugares, así como la relación entre diferentes proporciones. Se trata de una capacidad para trabajar con objetos tridimensionales, lectura de planos y mapas, etc.
2- La habilidad mecánica, o sea, la posibilidad de armar o desarmar estructuras tridimensionales, es del doble en los hombres.
3- En el aprendizaje teórico de la matemática y sus relaciones y en la adquisición de conceptos espaciales abstractos, los niños superan en principio a las niñas.
4- Los niños tienen mayor coordinación entre los ojos y las manos, de manera que su habilidad es mayor para los juegos de pelota. Del mismo modo, les resulta más fácil construir estructuras con cubos a partir de dibujos bidimensionales.
5- Los hombres tienen mejor capacidad para el desarrollo de un pensamiento estratégico general que para uno táctico detallado, que es mejor en las mujeres.
6- El cerebro femenino está mejor capacitado para la recepción de estímulos sensoriales, mejor olfato, oído, visión, gusto y tacto. Por otra parte, las mujeres realizan mejores asociaciones de la información sensorial y emocional. El interés por las personas es mayor y están mejor provistas para comunicarse con sus semejantes. En la observación de bebés se confirma el interés temprano de las niñas por caras y personas, mientras que los varones pueden entretenerse más con los movimientos de estructuras inanimadas.
7- Las mujeres superan a los hombres en “capacidad verbal”, observación resultante de tests específicos. Es propio del conocimiento popular sostener que las bebas hablan en general antes que los varones. Durante la escolaridad, leen antes y mejor y demuestran hallarse más capacitadas para la gramática y la ortografía. Presentan mejor capacidad para el aprendizaje de idiomas extranjeros. Hablan con más soltura y raramente hay niñas tartamudas.
8- Las mujeres ven mejor en la oscuridad mientras que los hombres lo hacen mejor en la luz brillante. En éstos, el sentido de la perspectiva es mayor y la visión es más focal, mientras que en las mujeres es mejor la apreciación global.
9- Las mujeres reaccionan al dolor de forma más aguda y rápida que los hombres, pero globalmente su resistencia al mismo es mayor.
10- Está experimentalmente probado que, en cuestiones de tacto, la mujer menos sensible lo es más que el hombre más sensible.
11- Los hombres y las mujeres tienen diferente sensibilidad gustativa. En las mujeres es mayor y más delicada en general y, en particular, para los gustos amargos y prefieren más los gustos dulces. Los hombres son más sensibles para la variación en los gustos salados.
12- Antes y próximamente a la ovulación, el olfato femenino se hace más sensible, sobre todo al “exaltoide”, un olor sintético semejante al almizcle relacionado con los hombres, pero que éstos casi no perciben.
13- Es posible que la llamada “intuición femenina” esté basada en la mayor capacidad perceptiva y asociativa del cerebro, unida a una mayor capacidad de la memoria para guardar información detallada y a un mayor interés por las cosas humanas. Por lo tanto, en un momento dado, pueden percibir situaciones de semejanza con experiencias anteriores almacenadas y prever un pronóstico.
Anne Moir y David Jessel, El sexo en el cerebro
(Madrid, Planeta, 1991, pág. 9 y 10).
Ella. – ¿Que el testículo se desarrolle antes y el ovario después tiene alguna significación en la programación cerebral? El.– Se supone que sí, pero se desconoce. Si experimentalmente, en las ratas, se eliminan los testículos del feto, se desarrolla un individuo femenino, con típicas conductas femeninas en estos animales, como falta de lucha frente a otros machos y sometimiento a los mismos. Equiparables resultados se obtienen si se le administra a la madre dosis significativas de hormonas femeninas que neutralicen y anulen el accionar de las masculinas sobre la programación cerebral. Si este tipo de acciones se administran en estados avanzados del desarrollo del feto, cuando las hormonas masculinas ya han programado el cerebro, el accionar de las hormonas femeninas es prácticamente nulo.
Ella. – ¿Se da algo similar en los seres humanos? ¿Alguna situación que verifique estas afirmaciones?
Él. – Sí, si bien se trataría de una experiencia indirecta, es decir, a partir del estudio de casos de anormalidad, se arribó a la conclusión de que la influencia de las hormonas en el desarrollo del cerebro embrionario humano produce efectos equivalentes.
Por ejemplo, hay casos documentados de niñas genéticamente hembras que en el nacimiento presentaban en sus órganos sexuales externos dudas en cuanto a su determinación sexual. Tratándose de forma solamente, fueron corregidas por cirugía. Pero desde pequeñas manifestaban conductas características de los varones. Se ha descubierto que padecieron, durante el desarrollo fetal, el accionar de hormonas masculinas segregadas por un tumor de las glándulas suprarrenales, que produce un síndrome llamado “adrenogenital”. Las hormonas segregadas habían determinado una programación masculina de su cerebro embrionario y fetal. Hay múltiples registros de casos de varones con programación cerebral femenina, casos en los que sus madres durante la gestación, recibieron importantes dosis de hormonas femeninas adicionales, en la prevención de amenazas repetidas de abortos espontáneos. Estos niños sufrieron una neutralización de las secreciones de sus testículos embrionarios, por causa del aditamento de grandes dosis de hormonas femeninas, administradas a sus madres.
Ella. – ¿Estos varones tenían conductas femeninas? ¿Cómo se diferenciaban de otros varones? ¿ Cómo se estipula una conducta como propia de un varón? ¿Con la simple definición de un varón desde el punto de vista biológico es suficiente? Yo creo que no, que hay otras variables a tener en cuenta.
Él. – Estoy de acuerdo. Existen múltiples variables para considerar. Hay que tener en cuenta que muchas veces el entusiasmo de los investigadores en un tema dado se acrecienta en la oposición a otros. Por ejemplo, en este asunto de la determinación de los sexos, es evidente la radicalización de la posición de los biologistas frente a los sociólogos que se embanderan con las teorías de la determinación cultural. Fijate que ambas posiciones tienden a no considerar las teorías psicológicas de la identificación inconsciente con los modelos masculinos y femeninos provenientes del medio. Pienso que unos y otros son atendibles y para nada contradictorios, sino más bien complementarios.
Ella. – ¿Cómo sería esa particularidad del varón y cómo, la propia de las niñas?
Él. – Los varones necesitan ejercitar la agresión y la violencia, tanto en los juegos como en las fantasías. Otras particularidades son el sentido de la orientación y los desempeños estandarizados en la matemática. El juego con muñecas en las niñas, el cuidado de las relaciones con los otros, la agresión comparativamente baja y los desempeños estandarizados en el lenguaje hablado y escrito, más precoces y amplios que en los varones.
Cuerpo, sensaciones y conductas
Ella. – Cuando nace una niña y cuando nace un niño, además de tener características físicas que los diferencian, ¿tienen ya conductas distintas, desde el primer día de vida, lo que determinaría diferencias sexuales mentales?
Él. – La observación de bebés –y no me refiero aquí a la observación desde el punto de mira psicoanalítico solamente– determina la posibilidad de estandarización de conductas diferentes en desarrollo. Por ejemplo, los sistemas perceptuales, como la audición, la visión, se desarrollan más rápido en las mujeres, así como la capacidad de comunicación con el entorno humano. Tienen respuestas más precoces a los intentos de comunicación de los adultos que asisten a los bebés.
Ella. – Además, el tener genitales masculinos o femeninos debe implicar una conducta distinta no sólo por la programación cerebral o la constitución hormonal. Por ejemplo, está el cuerpo en sí mismo y las sensaciones que éste produce...
Él. – Existen una masculinidad y una feminidad que parten de diferencias anatómicas, sensaciones y funciones diferentes. Yo supongo que las niñas al mover el vientre tienen una sensación diferente que los varones, porque ellas tienen la vagina muy vecina al recto.
Ella. – Como sólo he sido mujer en mi vida, no puedo hacer comparaciones. Pero sí puedo decirte que una sabe que hay un hueco interno, un lugar donde se puede llevar un hijo, un lugar que tiene conexión con el exterior, además del aparato intestinal. Hay un lugar por donde algo entra y sale de una.
Él. – Puedo decirte desde enfrente que esas sensaciones y sus expresiones mentales, que llamamos fantasías, están ausentes normalmente en el varón, aunque en alguna perturbación mental seria un varón podría sostener que la ha sentido.
Ella. – Entonces, un varón, dentro de las pautas de normalidad, no siente ese hueco. ¿Qué siente entonces?
Él. – La ausencia de esas sensaciones ya son una notable diferencia; por ejemplo, las sensaciones y los registros mentales de oquedad y lleno en el vientre dependerían esencialmente del aparato digestivo; carecería, por tanto, del doble registro corporal, que no le permitiría una representación mental doble, como en la mujer. De la misma forma, la mujer carecería de las sensaciones de exteriorización del aparato sexual masculino, que propone una primitiva sensación de penetración, es decir que está hecho para penetrar en algún agujero.
Ella. – Todo indica, entonces, que estas diferencias estarían presentes desde un primer momento.
Él. – No existe motivo para no suponer eso. La cuestión es pensar en cómo se registran mentalmente esas diferencias perceptivas.
No puedo decirte quién lo pudo haber escrito, pero en el modelo que voy a proponerte, seguramente me he inspirado en Freud, en un trabajo primigenio de 1895, Proyecto de una Psicología para Neurólogos, aunque es justo reconocer que quien antes habló y escribió sobre sensaciones, clasificaciones y mentalización de las mismas fue David Hume en el siglo XVIII.
Si el asunto es suponer cómo se organizan y ordenan las sensaciones en grupos correspondientes y determinantes de masculino o femenino, que es nuestro caso, me parece que el modelo de un ordenador –como llaman los españoles a la computadora– es apropiado.
Ella. – Esto quiere decir que hombres y mujeres desde la primera infancia ya clasificamos en nuestro cerebro las sensaciones que percibimos, y eso va a ir armando el rompecabezas de lo que somos. Entre otras cosas, también se va armando un esquema de identidad sexual.
Él. – Algo así. Por ejemplo, tomemos la sensación de hueco y agreguémosle una variable: lleno o vacío; luego, otra variable: dolor o placer; alguna otra: frío o calor; otra: silencio o ruido, o música; otra, presencia de la madre o del padre; y así, a medida que transcurre el desarrollo, van complicándose las variables reunidas en grupos de registro sucesivo a partir de relaciones de similitud. Por supuesto que es de suma importancia el registro visual de presencia, ausencia y disparidad o semejanza, sin dejar de lado los registros olfativos, tan importantes entre los mamíferos, así como los auditivos y la exploración táctil de superficies y agujeros.
Ella