Embarazada del magnate griego - Kathryn Ross - E-Book

Embarazada del magnate griego E-Book

Kathryn Ross

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Beschreibung

Él no se sentirá satisfecho hasta que la haya poseído en cuerpo... y alma. La economista Katie Connor se cree inmune al famoso seductor Alexi Demetri... Por eso, cuando descubre que está empezando a sentir algo más por él, decide huir. Sin embargo, lo que no sabe es que está esperando un bebé que la unirá al cruel griego para siempre... Aunque Alexi ha jurado que jamás se volverá a casar, debe hacerlo para atrapar para siempre a la madre de su hijo. Con la amenaza de una batalla legal por la custodia del bebé, a Katie no le queda más remedio que convertirse en la esposa de conveniencia de Alexi.

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Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley.

Diríjase a CEDRO si necesita reproducir algún fragmento de esta obra.

www.conlicencia.com - Tels.: 91 702 19 70 / 93 272 04 47

 

 

Editado por Harlequin Ibérica.

Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Núñez de Balboa, 56

28001 Madrid

 

© 2009 Kathryn Ross

© 2021 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Embarazada del magnate griego, n.º 1957 - diciembre 2021

Título original: Kept by Her Greek Boss

Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.

 

Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial.

Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.

Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.

® Harlequin, Bianca y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited.

® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia.

Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited.

Todos los derechos están reservados.

 

I.S.B.N.: 978-84-1105-123-1

 

Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.

Índice

 

Créditos

Prólogo

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Capítulo 9

Capítulo 10

Capítulo 11

Capítulo 12

Capítulo 13

Epílogo

Prólogo

 

 

 

 

 

KATIE miró por la ventana y observó cómo el sol se ponía, envuelto en bruma rosada, sobre los tejados de Londres. Se dijo que tal vez no estaba embarazada. Sólo tenía una semana de retraso y, de todos modos, nunca había sido muy regular.

Debería hacerse la prueba inmediatamente. No hacía más que mirar el bolso y, cada vez que lo hacía, el corazón se le aceleraba por la aprensión. En aquel momento, cuando los teléfonos habían dejado de sonar y los despachos estaban vacíos, era el momento perfecto.

Cuanto antes lo supiera, antes podría tomar una decisión sobre lo que debía hacer.

¿Y qué haría si los resultados de la prueba eran positivos?

Apoyó la frente contra el frío cristal. No había duda de que su jefe era el hombre más guapo y fascinante que había conocido nunca, ni tampoco de que había estado disfrutando de aquella aventura. Sin embargo, sólo se trataba de eso. De una aventura.

Alexi no era de la clase de hombres que sentaban la cabeza. Se lo había dejado muy claro desde el principio y a ella le había parecido bien. De hecho, mucho más que bien. Había estado completamente de acuerdo con él.

Había pensado que lo tenía todo controlado. Nada más lejos de la verdad. Se dio la vuelta para no seguir mirando por la ventana. Acababa de comprender que, en aquellos momentos, estaba considerando su aventura con Alexi de un modo muy diferente y que, lo que veía, lo que sentía, la estaba asustando. Resultaba muy extraño cómo la vida podía cambiar en un instante.

Estaba a punto de tomar su bolso cuando un ruido le indicó que ya no estaba sola. Al levantar la mirada vio a Alexi de pie en el umbral de la puerta. Como siempre que cruzaba la mirada con la de él, sus sentimientos se vieron envueltos en un torbellino de sensaciones. «Guapo a rabiar». Así era como había descrito en una ocasión al magnate griego y esa descripción era extremadamente exacta.

–Sabes que ya ha terminado por hoy todo el mundo, ¿verdad? –le preguntó él.

–Tenía que comprobar algunas cifras –replicó ella tratando de centrarse en los negocios. Se sentó de nuevo frente a su escritorio.

–Bueno, ¿cómo va?

–Ya casi he terminado –dijo ella. Sólo faltaban unos días para que su contrato allí concluyera.

Lo miró mientras él se acercaba un poco más. Le gustaba el modo en el que Alexi vestía. Tenía la elegancia innata que los hombres de la Europa continental parecían alcanzar tan fácilmente. Sin embargo, no era eso lo que la atraía, como tampoco lo era el físico perfecto que se ocultaba bajo aquella ropa. Era otra cosa. Era el aura de poder que él portaba tan bien, el modo distante, seguro y casi cruel con el que era capaz de mantener la atención de Katie. Ella hubiera querido que él no tuviera un efecto tan devastador sobre ella ni que le hiciera perder el control de sus sentimientos, pero así era.

Cuando Alexi se detuvo justamente frente a su escritorio, trató precipitadamente de apartar estos sentimientos.

–Lo has hecho muy bien. Por supuesto, eso significa que tendremos que hacer tiempo para hablar de cómo van a ser las cosas a partir de ahora.

¿Emocionalmente, quería decir? Katie tragó saliva. No pudo responder.

–Me gustaría que te quedaras…

Estas palabras, pronunciadas suavemente, desataron en ella sentimientos que no se atrevía a analizar. Lo miró con cautela mientras el cuerpo se le tensaba, esperando.

–¿En qué puesto?

–El mismo que ahora. Voy a comprar una nueva empresa y me gustaría que te ocuparas de un proyecto similar en mi nombre.

Katie trató de controlar la desilusión. Por supuesto que Alexi no había estado hablando de sentimientos. Él jamás hablaba de ellos. Eran tabú. Única y exclusivamente, Alexi Demetri era un hombre de negocios.

–¿Y… nosotros? –preguntó ella, a duras penas.

–Bueno, podemos seguir como hasta ahora, ¿verdad? –respondió mirándola fijamente. Entonces, sonrió–. Divirtiéndonos.

Katie asintió y trató de parecer indiferente a aquel comentario.

–Bueno, ya podremos hablar de eso más tarde.

Alexi frunció el ceño durante un instante, como si lo hubieran sorprendido aquellas palabras.

–Entonces, supongo que la siguiente pregunta es… –dijo, inclinándose sobre la mesa y apoyando las manos sobre el escritorio– ¿en tu casa o en la mía?

Al escuchar aquella pregunta, Katie sintió que se le tensaban los músculos del vientre. Lo deseaba tanto… ansiaba apartarlo todo a un lado y dejar simplemente que él la abrazara. Sin embargo, esto no era justamente lo que Alexi estaba pensando. Tenía la intención de hacerle el amor hasta que ella se quedara sin sentido y estuviera completamente saciada. Entonces, sonreiría lleno de satisfacción y le diría que era estupenda antes de apartarse de ella y dirigir la conversación y el estado de ánimo hacia los negocios.

Por primera vez en su relación, Katie se sintió como si ya no pudiera soportar esta situación. La sensación fue creciendo dentro de ella con inquietante intensidad.

–Pensaba que esta noche tenías una reunión con el director de Transworth –replicó.

–Sí, pero no debería durar demasiado. Habré terminado sobre las diez –dijo él. Rodeó el escritorio hasta llegar al lado en el que ella estaba y se sentó sobre la mesa. Aquella cercanía la turbó aún más.

–Alexi, hoy ha sido un día de locura. No he parado y…

–¿Me estás dando plantón? –preguntó él. No parecía enojado, sino divertido.

–Me temo que sí. Una mujer tiene que ponerse al día con las horas de sueño que necesita para estar bella.

Alexi extendió una mano y le levantó el rostro por la barbilla para que ella se viera obligada a mirarlo.

–A mí me parece que estás estupenda y no creo que necesites dormir para recuperar tu belleza –murmuró. El roce de los dedos contra la piel hizo que Katie se sintiera llena de deseo–. Pero te dejaré esta noche siempre que pienses en mi propuesta de negocios.

No la soltó inmediatamente. Los dedos le acariciaron suavemente el rostro antes de hundirse en la larga y oscura melena. Antes de que él pudiera besarla, Katie respiró profundamente.

Vaya si sabía besar… Sólo Alexi podía encenderla por dentro, conseguir que ella lo deseara con una urgencia que jamás había experimentado tanto. A lo largo de los últimos dos meses, se había rendido a él por completo, había gozado con los salvajes y excitantes sentimientos que él creaba dentro de ella, pero aquel día la maestría con la que Alexi dominaba sus sentimientos la asustaba.

No quería seguir sintiéndose así, pero no podía evitar dejarse llevar por el placer del momento.

El teléfono móvil de Alexi comenzó a sonar. Durante un instante, él no le prestó atención. Entonces, se apartó de ella secamente.

–Lo siento, Katie. Es mejor que conteste esta llamada.

Ella se encogió de hombros y trató de que no le importara.

–Hola, Mark, ¿cómo está la situación en la oficina de Nueva York?

¿Cómo era posible que él fuera capaz de besar con tanta pasión y, tan sólo un momento después, sonar plenamente bajo control?

La propia Katie se respondió a su pregunta: porque no conectaba con ella a nivel emocional. Trató de recuperar el control de sí misma. Se apartó el cabello del rostro y extendió la mano para tomar su bolso.

–Tardaré un momento –murmuró ella al notar que Alexi la miraba.

Él asintió.

–Limítate a ocuparte de ello, Mark –le espetó–. Yo no doy segundas oportunidades. Ese tipo lo ha fastidiado todo.

Katie se dirigió al pasillo. Alexi era un hombre de negocios completamente cruel. Ya lo sabía. Sin embargo, también había leído muchas cosas sobre él en las revistas del corazón y sabía que lo podía ser también en su vida privada.

Había estado casado en una ocasión y, desde su divorcio, había cambiado de compañía femenina como el tiempo.

Si aquella prueba de embarazo resultaba positiva, iba a estar completamente sola. Había oído el rumor de que su matrimonio había terminado porque él no había deseado tener hijos y su ex esposa sí.

Desgraciadamente para Katie, la aventura que ellos dos tenían no significaba nada para él. ¿Cómo podía haber sido tan estúpida? Había crecido en una familia monoparental y había sido muy duro. Los recuerdos aún la perseguían.

Si la prueba era negativa, se prometió que aprendería la lección. Y terminaría con Alexi de una vez por todas.

Capítulo 1

 

 

 

 

 

KATIE entró en el impresionante vestíbulo del edificio Madison Brown muy emocionada. Era el primer día de su nuevo trabajo y se moría de ganas por empezar.

Había tardado un mes en encontrar aquel puesto. Un mes en el que había examinado las diferentes ofertas de trabajo y había estado conteniéndose hasta que encontró el puesto perfecto. Justo a tiempo porque estar entre las cuatro paredes de su apartamento había empezado a parecerle una especie de tortura. Estar sola todos los días le había dado demasiado tiempo para pensar en Alexi, para echarlo de menos, algo que se negaba a hacer.

Sólo pensar en su nombre le provocaba un fuerte dolor en su interior. Enojadamente trató de ahogarlo. Era ridículo. Sabía perfectamente lo que él podía ofrecerle y había hecho lo que debía marchándose de Naviera Demetri y terminando así con Alexi.

–Hola –le dijo a la recepcionista–. Me llamo Katie Connor y soy la nueva directora de proyecto.

–Ah, sí, señorita Connor. Suba a la última planta. El nuevo director gerente quiere hablar con usted antes de que empiece.

Katie se dirigió a los ascensores y trató de controlar los nervios del primer día. Todo saldría bien. Prácticamente habían diseñado aquel puesto para ella. La agencia de empleo le había dicho que era la única persona a la que le habían dado una entrevista. El hombre que había llamado para ofrecerle el trabajo le había dicho que los entrevistadores se habían quedado muy impresionados con su experiencia. Evidentemente, el hecho de que hubiera llevado a cabo con éxito un proyecto tan importante en Naviera Demetri estaba dando sus frutos. Además, le había informado de que, para cuando ella se incorporara a su puesto de trabajo, Madison Brown sería una empresa asociada a un enorme conglomerado denominado Tellesta.

Por supuesto, Katie había hecho sus deberes. Sabía que Tellesta era una empresa muy grande, casi tanto como Naviera Demetri. Allí podría tener mucho margen para poder desarrollar sus capacidades de organización. Además, tendría la oportunidad de viajar a las oficinas que la empresa tenía en París y Nueva York. Aguardaba con impaciencia los desafíos que la esperaban en el futuro.

Las puertas del ascensor se abrieron en la última planta. Se dirigió al mostrador de recepción, donde una joven estaba encendiendo el ordenador y clasificando el correo.

–Hola, me llamo Katie Connor. Soy…

–La nueva directora de proyecto –replicó la recepcionista terminado la frase por ella–. Yo me llamo Claire –añadió con una sonrisa–. Me han indicado que le muestre su despacho.

Mientras seguía a Claire, Katie miró con interés a su alrededor. Los modernos despachos tenían unas vistas espectaculares de Londres. La sala de juntas era muy grande, con el más moderno equipamiento.

–Este lugar es fantástico –murmuró deteniéndose brevemente en la puerta.

–Lo acaban de instalar todo –le informó Claire con orgullo–. La empresa que ha absorbido a Madison Brown no tiene ningún reparo a la hora de gastar dinero. Incluso hay un helipuerto arriba, para que los peces gordos puedan ir y venir al aeropuerto sin perder tiempo.

–Impresionante.

–Lo es, ¿verdad? –afirmó Claire mientras abría la puerta que había al final del pasillo–. Éste es su despacho.

Katie no se podía creer su suerte. Se trataba de un enorme despacho, situado en una esquina del edificio, con maravillosas vistas sobre Canary Wharf. Le costó apartar la vista del amplio ventanal y concentrarse en el escritorio y en el enorme montón de archivos que se apilaban encima.

–Se me ordenó que le recopilara material de investigación y de que le informara que tiene usted una reunión en la sala de juntas a las diez.

–Muy bien –dijo Katie–. Creía que el director gerente quería hablar conmigo en primer lugar.

–Así era, pero ha tenido que marcharse a otra de sus empresas. Dijo que se reuniría con usted en la sala de juntas. Oh, y ha dicho que se mire usted las cifras del presupuesto de antes de Navidad y que prepare un informe preliminar sobre cómo cree usted que se pueden mejorar.

–¿Y quiere que prepare ese informe antes de las diez? –preguntó Katie. Los nervios se apoderaron de ella.

–Me temo que sí. Es un hombre con mucha prisa.

–¡Ni que lo digas!

Cuando Claire se marchó, Katie se quitó la chaqueta del traje y la colgó del perchero. Aquello era precisamente lo que había querido. Un trabajo que le supusiera desafíos constantes y que le impidiera pensar en el pasado. Su último trabajo había sido muy emocionante y le había resultado prácticamente adictivo… ¿o acaso había sido la excitación de estar con Alexi?

Decidió rápidamente no seguir pensando por aquel camino. Alexi había sido un error en su vida. Hojeó los papeles con un gesto de ira y trató de concentrase. Sin embargo, durante unos pocos segundos, sólo pudo pensar en Alexi. En cómo la besaba, en cómo la acariciaba, en cómo la poseía…

Cerró los ojos y respiró profundamente. Entonces, se recordó lo asustada que se había sentido cuando pensó que estaba embarazada. Afortunadamente, la prueba de embarazo había sido negativa porque Alexi no quería compromisos. Sus negocios eran su principal y única prioridad.

La había mirado casi fríamente cuando ella le dijo que no iba a seguir en su empresa.

–¿Se trata de una decisión que se basa en los sentimientos o en el trabajo? –le había preguntado.

–¿Acaso importa?

–Sí, porque si tus razones son sentimentales significa que no estás pensando como debes.

Aquel razonamiento había sido tan propio de él que ella se había echado a reír.

–Entonces, eso significa que la única razón de peso es la laboral.

–Básicamente, sí. Teníamos un acuerdo, ¿no? Nos habíamos estado divirtiendo un poco juntos, pero los dos acordamos que no tendría repercusión alguna en el terreno laboral.

–Y no la ha tenido –había replicado ella levantando la barbilla en gesto desafiante–. No quiero el trabajo que tú me ofreces porque ha llegado la hora de progresar en mi trayectoria profesional. Nuestro acuerdo ha llegado al final. Yo quiero un desafío nuevo –había añadido, con tanta tranquilidad como él, aunque en realidad estaba sufriendo por dentro.

Y así seguía siendo. En los más profundo de su ser, una parte de ella había estado esperando que él le mostrara una pizca de sentimientos, una chispa de ternura. No había sido así. Simplemente le había dicho que dejaría abierta la oferta de trabajo durante algún tiempo por si ella cambiaba de opinión. Entonces, le había deseado lo mejor para el futuro y había dado la conversación por terminada.

No había estado presente el día en el que ella se marchó de la empresa. Estaba de viaje de negocios en los Estados Unidos. Si le hubiera importado, no se habría marchado justo en aquel momento. No había puesto, como siempre, los negocios en primer lugar.

Observó los papeles que tenía sobre su escritorio. ¿Por qué estaba perdiendo el tiempo pensando en Alexi cuando tenía que realizar un informe muy importante para su nuevo jefe? Su relación con Alexi había terminado y tenía que ser realista al respecto. Por supuesto que él no había albergado sentimiento alguno hacia ella. Eso siempre lo había sabido. Se habían divertido un poco, tal y como él lo había denominado tan fríamente. No había habido amor, sólo sexo.

Katie trató de centrarse en los papeles. Era una mujer de veinticuatro años, con una licenciatura en económicas, no una adolescente enamorada. Había cometido un error. Había pensado que podía tener una relación sexual evitando que intervinieran sus sentimientos. No le había salido bien. Necesitaba superarlo. El pasado había quedado atrás.

Rodeó con un círculo algunas cifras que le resultaron poco usuales y comenzó a tomar notas. A las nueve cuarenta y cinco había redactado un informe preliminar. No era perfecto, pero era lo mejor que podía hacer dadas las restricciones de tiempo. Además, tenía unos cuantos puntos de interés de los que podría hablar durante la reunión.

Unos minutos antes de las diez, se levantó de su escritorio y se dirigió a la máquina de agua. Allí, comprobó su aspecto en un espejo que había junto a la misma. Se había maquillado más que de costumbre para ocultar el hecho de que no había estado durmiendo bien. Sus ojos azules resultaban muy atractivos con el exceso de maquillaje y el lápiz de labios, más brillante que de costumbre, contrastaba bien con su oscuro cabello. Sin embargo, no era verdaderamente ella. Solía inclinarse más por un aspecto natural.

«No te han contrastado por tu estilo. Sólo les interesa tu cerebro», se recordó.

Regresó rápidamente a su despacho y se detuvo en seco. Durante un instante, pensó que se había equivocado porque había alguien sentado a su escritorio. No podía ver de quién se trataba porque él estaba mirando por la ventana. Lo único que era capaz de vislumbrar eran las largas piernas que se extendían hacia un lado y la mano que sostenía un teléfono. Le pareció que aquel desconocido era un poco descarado al acomodarse así en su despacho. Además, se dio cuenta de que el hombre estaba leyendo sus notas. Tenía sus papeles en la otra mano.

–Perdone –dijo–, ¿puedo ayudarle en algo?

–Te voy a tener que dejar, Ryan. Tengo que atender a mi nueva empleada –dijo una voz cálida y con un suave acento mediterráneo que Katie reconoció enseguida.

Justo en aquel instante, la silla se giró y ella se encontró cara a cara con el hombre que había puesto su mundo patas arriba: Alexander Demetri. Se le hizo un nudo en el estómago.

Durante un momento, se preguntó si se lo estaría imaginando. Contuvo el aliento y se pensó que, tal vez, como había pensado tanto sobre él a lo largo de las últimas semanas había terminado conjurándolo en una salvaje ilusión. Entonces, él colgó el teléfono, se reclinó hacia delante y la miró.

–Hola, Katie.

Resultaba imposible confundir aquel tono de voz duro, irónico, ni el brillo de sus ojos oscuros. No se trataba de un sueño… sino más bien de una pesadilla.

Capítulo 2

 

 

 

 

 

QUÉ DIABLOS estás haciendo aquí? –preguntó ella con incredulidad.

–Bueno, en este momento parece que te he contratado para que hagas un trabajo que, originalmente, me dijiste que no querías. Qué extraño es el mundo, ¿verdad?

Su voz sonaba tan tranquila… Por el contrario, Katie distaba mucho de estarlo. Una miríada de sentimientos se agolpaba dentro de ella sin que pudiera centrarse en ninguno de ellos.

–No lo comprendo –murmuró–. El trabajo que me ofreciste era con Naviera Demetri, ¿no?

–Naviera Demetri ahora es dueña de Tellesta y de Madison Brown –le informó él–. Las adquirí hace unas seis semanas.

Mientras hablaba, Alexi la examinó de la cabeza a los pies. Tenía buen aspecto. Todo los detalles de su aspecto eran muy profesionales, desde la camisa blanca hasta la falda negra que llevaba puesta. Sin embargo, su sensualidad era evidente. El ancho cinturón le enfatizaba la estrecha cintura, el brillo de labios de color rojo… Katie siempre le había resultado demasiado sensual.

Consciente del escrutinio al que él la estaba sometiendo, Katie se tensó un poco más. Se preguntó qué estaría él pensando. ¿Se alegraba de verla? Inmediatamente, se recriminó por pensar así. Ella sólo era una más de su largo listado de conquistas.

–Entonces, ¿significa esto que ya habías comprado esta empresa cuando…? ¿Cuando trabajaba para ti? –preguntó corrigiendo su intención original. Los dos jamás habían sido pareja en el verdadero sentido de la palabra.

–Sí.

–No sabía… Es decir, cuando solicité este trabajo, no sabía que sería para ti.

–Ya me he dado cuenta.

Katie se sintió muy irritada por el tono arrogante de su voz, pero más aún por el hecho de que hubiera una parte de ella que se alegrara de verlo. Era el lado débil de su naturaleza porque había terminado con Alexander Demetri hacía algunas semanas. Terminado con él de una vez por todas.

Tenía que admitir que aún lo encontraba atractivo, pero tendría que estar muerta para que no fuera así. Toda mujer se sentía atraída por él. Trató de no mirarlo detalladamente, de no fijarse en él. Si lo hacía, recordaría los momentos de pasión que habían compartido y ello sería su perdición.

–¿Sabías tú que iba a ser yo? –le preguntó–. ¿Sabías que había sido yo la que había conseguido este trabajo?

–¡Por supuesto! –exclamó él. Parecía divertido por la pregunta–. Me pusieron tu nombre sobre mi escritorio hace casi una semana.

–En ese caso, ¿qué vamos a hacer sobre esto, Alexi? Yo no puedo volver a trabajar para ti.

Alexi entornó la mirada. Experimentó un sentimiento que no pudo comprender del todo. Suponía que era ira. Se había sentido furioso cuando ella rechazó su oferta para seguir en la empresa. Esa furia no había disminuido en las últimas semanas. De hecho, más bien se había incrementado. Él estaba acostumbrado a conseguir lo que quería, a que las personas bailaran al ritmo que él tocaba, y Katie se había marchado antes de que él estuviera listo para dejarla escapar.

–Me sorprende que te sientas así. Esperaba que te mostraras… más profesional. Acabas de firmar un contrato de cuatro meses para trabajar para Madison Brown. Eso significa que debes de querer el trabajo.

–¡Sí, claro que quería el trabajo! –exclamó ella–. Pero eso era antes de que supiera que tú eras el dueño de esta empresa.

–¿Y qué importancia puede tener eso? A mí no me supone ningún problema que vuelvas a trabajar para mí. ¿Dónde está la dificultad?