Pasiones mediterráneas - Kathryn Ross - E-Book

Pasiones mediterráneas E-Book

Kathryn Ross

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Beschreibung

Bianca 2023 Dos años atrás, Andreas Stillanos tuvo una aventura con la inocente Carrie Stevenson. A pesar de que jamás consumaron esa relación, él no consiguió olvidarla jamás... Inesperadamente, Carrie se volvió a encontrar con Andreas, dado que era la madrina de la  sobrina huérfana de él. La química entre ambos seguía siendo tan fuerte como cuando se conocieron, pero, en esa ocasión, Andreas estaba decidido a no consentir que Carrie regresara a Gran Bretaña. Estaba a punto de ofrecerle un puesto que ella no podría rechazar: el de esposa suya.

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Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley.

Diríjase a CEDRO si necesita reproducir algún fragmento de esta obra.

www.conlicencia.com - Tels.: 91 702 19 70 / 93 272 04 47

 

 

Editado por Harlequin Ibérica.

Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Núñez de Balboa, 56

28001 Madrid

 

© 2009 Kathryn Ross

© 2021 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Pasiones mediterráneas, n.º 2023 - diciembre 2022

Título original: The Mediterranean’s Wife by Contract

Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.

 

Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial.

Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.

Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.

® Harlequin, Bianca y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited.

® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia.

Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited.

Todos los derechos están reservados.

 

I.S.B.N.: 978-84-1141-312-1

 

Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.

Índice

 

Créditos

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Capítulo 9

Capítulo 10

Capítulo 11

Capítulo 12

Capítulo 13

Capítulo 14

Capítulo 15

Epílogo

Si te ha gustado este libro…

Capítulo 1

 

 

 

 

 

UNA CITA a ciegas no tenía nada de divertido para Carrie. Sin embargo, desde el segundo día de sus vacaciones, después de que Jo conociera a Theo, su amiga no había dejado de insistir: Carrie debía conocer al guapo hermano mayor del hombre que era su pareja.

–Te aseguro que en el momento en el que lo veas, comprenderás a qué me refiero –le había dicho Jo con gesto muy serio–. Si yo no estuviera locamente enamorada de Theo, te aseguro que iría a por él. Andreas es guapísimo y, además, un hombre muy agradable.

–Jo, si estás haciendo esto porque no quieres que me quede sola, no tienes de qué preocuparte. Como llevo los últimos meses estudiando para terminar mi licenciatura, no me viene nada mal relajarme un poco, tomar el sol y…

–Sí, ya lo sé. Todo eso ya me lo has dicho. Sin embargo, lo que tienes que hacer es conocer a ese hombre, Carrie. Es un adonis griego de verdad. Te lo juro. Hazlo aunque sólo sea por mí. Queda con Andreas una sola tarde, durante unas pocas horas. Saldremos las dos parejas juntas. ¿Qué te parece eso? Tomaremos algo antes de cenar en esa encantadora taberna que hay al lado de la playa. Si te gusta, te podrás quedar para que cenemos juntos y, si no te gusta, puedes decirle que ya has cenado y te marchas. Sin embargo, te aseguro que te gustará.

Al cuarto día de las vacaciones, en un momento de debilidad, Carrie había terminado accediendo. Por lo tanto, allí estaba, sentada sola a una mesa y sintiendo una fuerte aprensión. Jo y su novio llegaban tarde. Y Dios sabía dónde estaba Andreas. Posiblemente tratando de resistírsele a Theo si su hermano había tenido que esforzarse tanto para convencerlo como le había ocurrido a Jo con ella.

«Jamás debería haber accedido a esto», pensaba Carrie muy avergonzada.

Al menos, aquella taberna resultaba un lugar idílico en el que esperar. Además, el sol se estaba poniendo envuelto en una maravillosa bruma rojiza y parecía teñir al mismo tiempo el mar de anaranjadas llamas. Era un final espectacular para otro largo y caluroso día en la isla de Pyrena.

Carrie aspiró el fragante aire de la noche, perfumado con el aroma del jazmín y del salitre del mar, y se relajó. Con un poco de suerte, el hermano de Theo no se presentaría y Carrie podría marcharse para que Jo y Theo disfrutaran de una romántica velada en solitario. Los dos necesitaban aprovechar su tiempo porque las vacaciones se terminarían dentro de diez días y Jo y ella tendrían que regresar a Londres, algo que Jo lamentaría mucho. Carrie jamás la había visto tan cautivada por un hombre. Era como si llevaran juntos toda la vida.

La noche iba ganando poco a poco terreno, por lo que un camarero comenzó a encender las velas que había sobre las mesas. Carrie miró el reloj. Jo llegaba ya diez minutos tarde. Tal vez si tardaba otros diez, Carrie podría marcharse. ¿Por qué no podía comprender su amiga que prefería estar sola?

–¿Está esperando a alguien?

Al escuchar la pregunta, Carrie levantó la cabeza y sintió que un fuego abrasador le recorría todo el cuerpo. Si aquel hombre era Andreas, Jo no había exagerado en lo más mínimo. Era guapísimo… De hecho, probablemente era el hombre más guapo que Carrie había visto en toda su vida.

Era alto, de complexión fuerte. Llevaba puesto un traje oscuro de aspecto caro con un aire casual, algo que sólo algunos hombres parecían conseguir sin esfuerzo alguno. Llevaba la camisa blanca con el botón del cuello desabrochado y el cabello oscuro muy corto, lo que acentuaba unos rasgos acerados y una fuerte mandíbula. Sin embargo, eran los ojos lo que más le había impactado del físico de aquel hombre. Negros como el carbón, de mirada intensa, un punto arrogante…

–Sí… –dijo ella a duras penas, al recordar que él estaba esperando que respondiera–. A unos amigos.

–Usted debe de ser Carrie.

Ella asintió. Se preguntó si sería su imaginación, pero, de repente, le pareció que el aire quedaba completamente cargado entre ellos. Él pareció mirarla a los ojos un segundo más de lo necesario antes de examinar cuidadosamente su aspecto sin rubor alguno, desde el largo y rubio cabello hasta las curvas de su cuerpo que quedaban ocultas bajo un vestido azul.

La reacción de Carrie fue inesperada. Una oleada de cálida sensualidad se despertó en ella al saberse el objeto de tan cuidadoso y sexual examen.

–Andreas Stillanos –dijo extendiendo la mano.

Carrie se la estrechó e inmediatamente sintió un hormigueo que indicó que la simple atracción había ido un paso más allá. De repente, sintió que el pánico se apoderaba de ella. Nunca antes se había sentido así con un hombre. Efectivamente, él era muy guapo, pero ¿cómo se podía sentir tan… excitada sólo por el modo en el que la estaba mirando?

Sin embargo, así era. Era un sentimiento casi primitivo. Carrie no sabía explicarlo. Lo que sí sabía era que la asustaba profundamente. Ella era una persona realista, sensata… Lo que sentía en aquellos instantes era una clase de locura que no quería en su vida.

Observó cómo Andreas apartaba la silla de la mesa para sentarse. Durante un momento, ambos guardaron silencio. Tan sólo se podía escuchar el murmullo del mar contra la playa.

–Parece que Jo y Theo se retrasan –dijo ella tratando de recuperar la compostura.

–Sí, eso parece.

En ese momento, un camarero se acercó a su mesa y Andreas se dirigió a él en griego. El idioma tenía un sonido profundo, sensual, que intrigó aún más a Carrie.

–¿Te apetece algo más de beber, Carrie? –le preguntó él en un inglés perfecto.

–No, estoy bien. Gracias –respondió ella, señalando su copa de vino.

Volvieron a quedarse solos.

–Creo que el retraso tiene algo que ver con la tienda de submarinismo de Theo –añadió Carrie–. Aparentemente, hoy iba a cerrar más tarde de lo habitual para poder atender a unos clientes que se marchan mañana a Inglaterra.

Andreas la miró con una irónica sonrisa en los labios.

–Personalmente, creo que el retraso tiene mucho más que ver con el hecho de que nosotros podamos estar solos un rato.

Al escuchar estas palabras, Carrie se sonrojó. No se le había pasado esa posibilidad por la cabeza.

–¡No lo creo! –protestó a pesar de que ella misma lo sospechaba.

–¿No? –preguntó él. Parecía observarla con mucha atención, lo que provocó que Carrie se sonrojara aún más.

–Bueno, Jo me llamó para disculparse por el retraso y parecía verdaderamente disgustada. No le gusta llegar tarde.

–¿Significa eso que no te has sentido obligada a conocerme? Porque, para ser sincero, tengo que decir que Theo no ha parado de hablar de ti en estos últimos días.

–Y has accedido a lo de esta noche sólo para que te deje en paz –dijo–. No importa. Yo misma he sufrido una situación similar. Jo me ha estado hablando mucho de ti. Creo que se siente culpable por el hecho de dejarme sola a pesar de que yo no hago más que responderle que estoy bien.

–Se han enamorado y ahora creen que todo el mundo tiene que seguir su ejemplo –comentó Andreas, secamente.

El camarero regresó con el café que Andreas había pedido. Carrie agradeció la interrupción. Por el modo en el que él había hablado resultaba evidente que tampoco quería tener una cita a ciegas con ella. Además, el hecho de que hubiera pedido un café parecía sugerir que ni siquiera pensaba quedarse.

–Desgraciadamente –dijo él–, tengo una reunión de negocios en Atenas mañana por la mañana temprano. Por lo tanto, no me puedo quedar mucho tiempo.

–Yo tampoco –replicó ella sin poder evitar ponerse a la defensiva–. Antes de que llegaras, estaba pensando que deberíamos terminar con esto tan poco como fuera posible. Joe y Theo deberían aprovechar cada instante y disfrutar de una romántica velada en solitario.

–Sí, supongo que sí, pero yo no me preocuparía demasiado. Estoy seguro de que lo harán. Bueno, ¿estás disfrutando de tus vacaciones en Pyrena?

–Sí, mucho. Gracias –respondió ella cortésmente–. Es una isla muy bonita.

–¿Has ido ya al arrecife de coral?

–No. Theo y Jo me invitaron a ir con ellos ayer, pero no sé bucear.

–Podrías ir simplemente con unas gafas y un tubo para respirar.

–No se me da muy bien nadar y no me gusta estar en un ambiente que no controlo.

–Sólo necesitas a alguien con experiencia que te acompañe. Deberías ir. Es un lugar muy hermoso –comentó él. En aquel momento, su teléfono móvil comenzó a sonar–. Perdóname, Carrie –añadió, antes de contestar.

Ella escuchó mientras él hablaba en griego. Tenía una voz profunda, profesional, y una expresión seria en el rostro. Era demasiado atractivo. Peligrosamente atractivo. Sin poder evitarlo, se preguntó qué se sentiría al notar aquellos labios tan sensuales explorando los suyos, aquellas manos tocándole la piel…

Andreas terminó la llamada y la miró.

–Lo siento mucho. Trabajo.

–No importa…

Enojada consigo misma por lo que estaba pensando, apartó la mirada y la centró en la copa de vino. ¿Qué diablos le ocurría? Andreas le había dejado bien claro lo incómoda que le resultaba aquella situación y allí estaba ella, dejándose llevar por ensoñaciones con él.

–Si tienes que marcharse, no permitas que yo te lo impida. Me disculparé con Jo y Theo en tu nombre.

–No creo que es sea necesario. Acaban de llegar.

Carrie miró hacia la carretera y vio a Theo bajándose de su deportivo negro. Jo lo hizo casi al mismo tiempo. Theo la esperó y le agarró la mano. El momento resultó muy tierno.

–De algún modo, parecen estar hechos el uno para el otro, ¿no te parece?

–Sí. Creo que van en serio.

Mientras la pareja se acercaba a la mesa, Carrie pensó que su amiga jamás le había parecido más feliz. Sabía lo dura que había sido la vida de su amiga, dado que las dos se habían criado en el mismo hogar de acogida. Se preguntó qué ocurriría cuando llegara el momento de volver a casa.

–Sentimos llegar tarde –murmuró ella mirando a Carrie y Andreas con curiosidad.

–Ha sido culpa mía –dijo Theo mientras besaba a Carrie en ambas mejillas–. Me alegra volver a verte, Carrie. Se nos ha hecho muy tarde, pero sabíamos que vosotros dos encajaríais a la perfección.

Carrie miró a Andreas en ese momento y deseó no haberlo hecho. Parecía divertido por la situación, algo que la irritó profundamente.

–No te preocupes –dijo Andreas mientras se levantaba para saludar a los recién llegados–. A Carrie y a mí nos ha gustado conocernos.

–¡Bien! –exclamó Jo mirando con alegría a su amiga. ¿De verdad estaba Jo tan cegada por el amor que no se daba cuenta de que Andreas no tenía ningún deseo de estar allí?–. Bueno, ¿va todo bien? –le preguntó a Carrie mientras se sentaba a su lado.

–Por supuesto –dijo ella con aire distraído. Estaba observando lo mucho que se parecían los dos hermanos, aunque los rasgos de Theo resultaban más suaves y menos desafiantes que los de Andreas. Por el modo en el que los dos hombres hablaban parecía que, además de ser hermanos, eran buenos amigos.

–Ahora van a estar horas hablando de negocios –dijo Jo con una sonrisa.

–Eh, necesito todos los consejos que se me puedan dar –replicó él–, en especial de un hermano que es una mente privilegiada para los negocios. No sé qué haría sin él.

–Te aseguro que lo harías muy bien, Theo. Tu negocio va viento en poca –comentó Andreas.

–Sin tu ayuda no lo habría conseguido. Bueno, ¿echamos un vistazo a los menús? No sé vosotros, pero yo me muero de hambre.

–Desgraciadamente yo no puedo quedarse –dijo Andreas mirando el reloj–. Tengo que marcharme a Atenas. Tengo una reunión mañana por la mañana temprano.

–¡Oh, no! –exclamó Jo sin poder ocultar su desilusión–. ¿No te podrías quedar un poco más?

–Me temo que no –respondió él. Entonces, miró a Carrie–. Ha sido un placer conocerte, Carrie.

–Lo mismo digo –replicó ella con una cortés sonrisa en los labios.

Las miradas de ambos se cruzaron un instante.

Andreas se fijó en la fiera mirada que Carrie tenía en los ojos. Evidentemente, se sentía tan incómoda con esa situación como él. Era muy hermosa… Theo no le había mentido. Además, tenía una fragilidad y una reserva que lo fascinaban. La mayoría de las mujeres flirteaban abiertamente con él, pero ella ni siquiera había tratado de captar su interés. Tan sólo una orgullosa inclinación de la cabeza y una sonrisa.

Se recordó que él no tenía tiempo para aquellas cosas. Estaba sumido en una difícil negociación y no era el momento para dejarse llevar por el romance. Además, la situación podía ser muy delicada. Theo estaba muy enamorado de la mejor amiga de Carrie y, por el contrario, él no buscaba nada serio en una relación ni lo buscaría jamás. Por lo tanto, seguramente lo mejor sería mantenerse alejado de aguas turbulentas.

–Os dejo para que podáis seguir disfrutando de la velada –dijo poniéndose de pie.

–¡Maldita sea! –musitó Jo mientras observaba cómo Andreas se marchaba–. Lo siento mucho, Carrie… De verdad pensé que los dos conectaríais.

–Y así fue. Disfrutamos de una copa juntos –le dijo Carrie a su amiga–. ¡No pierdas el tiempo preocupándote por ello!

–Andreas está sumido en una absorción empresarial muy complicada. Acaba de vender su editorial y ahora está comprando acciones en un periódico. Si su reunión es por la mañana temprano, tendrá que tomar el ferry a Atenas esta noche y alojarse en el apartamento que tiene allí –dijo Theo.

–No tienes que excusarle. Andreas y yo lo hemos pasado muy bien charlando mientras os esperábamos. Yo he disfrutado mucho con su compañía, pero los dos acordamos que vosotros debéis estar solos y, para seros sincera, agradezco la oportunidad de regresar al apartamento para meterme pronto en la cama.

–¡No te vas a ir a ninguna parte! –exclamó Jo–. Vas a cenar con nosotros. ¡Insistimos!

–Sinceramente, Jo…

–Si fuera tú, yo no me esforzaría en discutir con ella –le dijo Theo con una sonrisa–. Llevas todas las de perder.

Capítulo 2

 

 

 

 

 

CARRIE estaba tomando agua fresca tumbada en una hamaca mientras leía un libro. Aquello le parecía el paraíso. Londres parecía estar en un mundo completamente diferente. Había muy pocas personas junto a la piscina del complejo de apartamentos y la tranquilidad reinante le resultaba muy relajante.

Jo acababa de marcharse para tomar café con Theo en la tienda de éste. Ella le había dicho a Carrie que la acompañara, pero después de lo ocurrido con Andreas la noche anterior, ésta había preferido quedarse sola. La media hora que estuvo con Andreas había sido seguramente la más incómoda de su vida.

Sin embargo, era tan guapo… Recordó los ojos oscuros, intensos, y los pensamientos alocados que éstos habían provocado en ella. Carrie tenía veintidós años y ningún hombre había despertado en ella esa clase de sentimientos ni siquiera cuando la habían besado. Había empezado a pensar que tal vez nunca llegaría a experimentar la pasión porque pensaba las cosas demasiado. Analizaba las relaciones al máximo.

Jo le había dicho que tenía un problema de confianza en lo que se refería a los hombres y estaba segura de que su amiga tenía razón. Su padre la había abandonado cuando sólo era una niña. Había empezado a aceptar que, efectivamente, jamás dejaría que un hombre le robara el corazón. Sin embargo, la noche anterior había bastado con que Andreas la mirara para que se sintiera más viva y más excitada de lo que se había sentido nunca.

Decidió que aquellos pensamientos tan sólo eran una locura temporal causada por las vacaciones y un exceso de sol. Andreas ni siquiera estaba interesado en ella… ¡ni ella en él!

Su teléfono empezó a sonar. Lo contestó rápidamente, antes de que el estridente sonido pudiera perturbar la paz y la tranquilidad de la tarde. Se imaginó que sería Jo para preguntarle si había cambiado de opinión y quería unirse a ellos.

–Hola, Jo… ¿me vas a dejar en paz? Estoy al lado de la piscina sin hacer nada y estoy disfrutando de cada instante.

–Bueno, me alegra oírlo –respondió la voz de un hombre.

Carrie estuvo a punto de dejar caer el teléfono. Supo inmediatamente de quién se trataba. Se incorporó en la hamaca y dejó que el libro se le cayera al suelo.

–Andreas, ¿de dónde has sacado mi número de teléfono?

–Bueno, tienes dos opciones –bromeó él–, pero si quieres que te dé una pista, acabo de visitar a Theo en la tienda. Quería que le aconsejara sobre una equipo que va a comprar…

–¡Y has dejado que te convenza para que me llames! Andreas, sé que estimas mucho a tu hermano, pero esto va mucho más allá de la línea del deber…

–Déjame decirte que te equivocas. Por una vez, Theo ni siquiera te mencionó. Fui yo quien le pidió tu número.

Carrie se quedó asombrada. Se preguntó si lo habría entendido mal.

–¿Y por qué ibas a hacer algo así?

–Porque esta tarde tengo un poco de tiempo libre y me preguntaba si te gustaría venir conmigo al arrecife de coral.

–Te agradezco mucho el ofrecimiento, pero estoy ocupada…

–Creía que acababas de decir que no estabas haciendo nada –comentó él con tono jocoso.

–Así es. Estoy disfrutando del hecho de no hacer nada.

–En ese caso, saca un poco de energía, vente conmigo y disfrutarás aún más. Te recogeré dentro de diez minutos.

–¡Diez minutos! Yo creía que esta mañana estabas en Atenas.

–Lo estaba. Mi reunión fue a primera hora de la mañana. Terminó temprano y pude tomar el ferry de vuelta a la isla. En estos momentos estoy a poca distancia de tu hotel. Ya te he dicho que he ido a ver a Theo.

–Andreas, no voy a estar lista…

–En ese caso esperaré… pero no mucho tiempo, así que date prisa.

Andreas colgó el teléfono. Carrie se lo apartó de la oreja y lo observó como si fuera un ser vivo. ¿Cómo se atrevía a dar por sentado que ella iba a aceptar su invitación? ¿Acaso se había hecho una idea equivocada sobre ella por la insistencia de Jo en que salieran juntos? Si creía que era una mujer desesperada, muy pronto le haría ver lo equivocado que estaba. No pensaba salir con él. Cuando Andreas llegara para recogerla, ella seguiría allí sentada leyendo su libro.

Lo recogió y se ajustó el sombrero sobre los ojos. Entonces, trató de concentrarse en la página que estaba leyendo. Sin embargo, sólo podía pensar en Andreas. ¿Por qué había decidido llamarla de repente?

A lo mejor debía tragarse su orgullo y salir con él. Sentía una cierta curiosidad…

Se odió por su debilidad. La noche anterior, Andreas le había dejado muy claro que no estaba interesado en ella. Seguramente había accedido a salir con ella para contentar a su hermano.

Miró por encima de las páginas del libro cuando oyó que un vehículo se detenía en el exterior. Unos instantes después, vio a Andreas entrando por la puerta principal de la finca. Tenía un aspecto magnífico. No había otro modo de describirlo. Iba vestido con una camisa de lino y unos pantalones de color tostado. A pesar de tratarse de ropa informal, su apariencia era elegante y sofisticada.

Inmediatamente, Carrie deseó haber entrado en su apartamento para cambiarse.

–Ah, ahí estás –dijo él, al verla. Abandonó el sendero y cruzó la hierba para dirigirse hacia el lugar en el que ella estaba.

Carrie trató de fingir que no lo había visto hasta que él se detuvo a su lado. Andreas era muy algo y esto, combinado con el hecho de que ella sólo llevara biquini le hizo sentirse de repente muy pequeña a su lado. Dobló las rodillas hacia el pecho todo lo que pudo en un intento de ocultarse a él. Se dio cuenta de que no le servía de nada cuando comprobó que él le contemplaba las largas piernas con una mirada de admiración masculina.

–No sé qué estás haciendo aquí, Andreas –murmuró ella.

–¿No? Pensé que te lo había explicado cuando hablamos por teléfono –replicó él.

–Y yo pensé que habíamos solucionado esta situación anoche –repuso ella con rapidez–. Theo y Jo tenían buenas intenciones, pero no creo que nos debiéramos sentir obligados a pasar tiempo juntos sólo para agradarlos.

–¿Es eso lo que crees? Te aseguro que jamás hago nada que no quiera hacer –afirmó Andreas levantando una ceja.

–Bueno, pues anoche te presentaste aunque no querías hacerlo.

–Sí, por curiosidad. Tienes razón al pensar que tengo muy buena opinión de mi hermano, pero eso de salir con él sólo para agradarlo… Te aseguro que jamás haría algo así.

–Sí, bueno, yo siento exactamente lo mismo en lo que se refiere a Jo. Así que dejémoslo así.

–Bien. Me alegro de que pienses como yo porque eso significa que podemos ser sólo amigos, ¿verdad? De todos modos, yo no quiero relaciones serias. No quiero complicaciones ni tengo tiempo para ellas, en especial en estos momentos.