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En esta publicación el autor aborda el análisis los valores que circulan dentro del "planeta de los argentinos". Para lograr ese objetivo realiza una selección y descripción de hechos cotidianos, reales y significativos, relacionados con el comportamiento de distintos protagonistas (dirigentes, deportistas, maestros, alumnos, religiosos, políticos, gremialistas, y otros.). Hay finalmente un mensaje destinado a los ciudadanos comunes, estudiantes, educadores, intérpretes, comunicadores, dirigentes, autorida-des de gobierno y todo aquel que se interese por saber qué está pasando en los valores de la cultura ciudadana y de la educación en el planeta de los argentinos.
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Seitenzahl: 347
Veröffentlichungsjahr: 2016
JUAN C MOSCHEN
EN EL PLANETA
DE LOS
ARGENTINOS
CULTURA Y EDUCACIÓN
EDITORIAL AUTORES DE ARGENTINA
Moschen, Juan Carlos
El planeta de los argentinos. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2015.
264 p. ; 20x14 cm.
ISBN 978-987-711-349-5
1. Historia Argentina.
CDD 982
EDITORIAL AUTORES DE ARGENTINA
www.autoresdeargentina.com
Mail:info@autoresdeargentina.com
Diseño de portada: Justo Echeverría
Diseño de maquetado: Maximiliano Nuttini
Tengo la suerte de estar acompañado por Leda,primeralectora de mis borradores. Gracias a su lectura paciente e inteligente he podido perseverar y avanzar en la redacción de estas páginas. Gracias también a mi sobrina Verónica Fabbro por su crítica literaria, a Carlos Ardissone y a mis hijos Cecilia, Guillermo y Germán que, desde distintos puntos de vista, han analizado mi trabajo e hicieron llegar observaciones y sugerencias que he tenido en cuenta.
SOBRE EL AUTOR
JUAN C. MOSCHEN es un educador y escritor que ha publicado diversos trabajos en editoriales de Buenos Aires1. En esta ocasión su intención es abordar una temática más amplia, incluyendo cuestiones histórico-sociales, políticas, culturales y también educativas. Para lograr ese objetivo realiza una amplia selección de hechos que le permiten observar conductas y valores subyacentes y su significado e impacto en el desarrollo social argentino.
Tal vez, al comienzo, el lector tenga la sensación de que los hechos son casos dispersos pero inmediatamente descubrirá que se constituyen como mosaicos dentro de un gran mural. Es precisamente ese entramado o denominador común, lo que ha llevado a sostener una vez más que la problemática que atraviesa a los argentinos no es la falta de recursos naturales sino cuestiones relacionadas con su cultura: valores, actitudes y conductas, especialmente en su clase dirigente.
El autor utiliza un lenguaje llano, con descripciones breves y precisas, evitando señalar con nombres propios y aprovechando el valor genérico de los hechos seleccionados. Es un trabajo de búsqueda y observación y reflexión sobre algunos rasgos de la sociedad argentina, su historia, sus hombres, su educación, sus gobernantes (el planeta de los argentinos) y está dirigida a los ciudadanos en general, y particularmente a estudiantes, educadores, intérpretes, comunicadores, dirigentes y autoridades de gobierno. Tal vez para algunos pueda ser un pequeño manual sobre criterios valorativos.
1-“La escuela organizada como laboratorio social”.Editorial Paidós. 1975;-“Aprendizaje y desarrollo intelectual, en la enseñanza de las ciencia sociales”.Editorial Stella, 1985.-“La escuela con proyecto propio”.Editorial Ateneo 1995 -2 ediciones. -“José Hernández, otra clave para interpretar la cultura nacional”.Cuadernos de Cultura y comunicación social. Subsecretaría de cultura de la Provincia de Buenos Aires. 1996. -“Innovación educativa, decisión y búsqueda permanente”.Editorial Bonum 2005 -2 ediciones. –
ÍNDICE
SOBRE EL AUTOR
PRÓLOGO
LOS MOSAICOS DE UN MURAL
EL TERRITORIO DE LOS GOBERNANTES
APROXIMACIONES
El planeta de los argentinos.;La buena gente.;El alimento fácil.;El ataque de las hormigas.;Las cosas sagradas.;El ataque de la jauría.;La lista de los malos.;Motochorro globalizado.;El héroe impresentable;Los pibes de la banda
SEUDO-DEMOCRACIA
El pueblo quiere saber.;El voto de los que piensan.;Reciclados y sin vergüenza.;Los intérpretes.;Los armadores de listas;El efecto zanahoria.;El compañero de fórmula.;Leyes sin debate, por obediencia debida.
OBLIGACIONES Y CONVENIENCIAS
Descubrimiento del sentido común.;El lado sacrificado.;De la gauchada al saqueo.;Cumplimiento optativo de la Ley.;Piquete con rehenes.;Corte de calles, con entretenimientos.;Derechos de los delincuentes.;Dañar señales es divertido.;Ideas erróneas que resisten el paso del tiempo
PASIÓN DE MULTITUDES
Los límites de la cancha.;La hinchada visitante;El aliento y la gastada.;Algo más que fútbol.
CULTURA DEL DESACUERDO
El desarmadero.;La mitad del bicentenario.;La Provincia 25;El argentino expulsado.;El cuero de yacaré;Con la tribu basta y sobra.;El hermano oriental
HISTORIA Y RELATO
Colores de la historia;La frágil historia contada por los vencedores;La explicación para la gilada y el cuento del tío.;Ficciones, novelas y panfletos.;Tras un manto de neblina.
LOS DUEÑOS DE LAS ANTENAS
La cadena nacional.;Venganza de la T.V;Las redes virtuales con gente en las calles.;Opinión de los pecadores.;Reducidores de cerebros
DEFRAUDADORES
La truchada.;Espejitos de colores.;Robo de banderas.;De estatua a espantapájaros;Teoría de la pobreza.;La desmesura del argentino famoso.;Las denuncias no aportan votos.;Culto a la ambigüedad.;El camino al pantano.;La fábrica de papel y el día de los inocentes.;Aerolínea sin aviones;La repatriación de la ovejita perdida.;Confiando en los amigos de la justicia.;Nadie había visto un dólar.;Creaciones inútiles y sospechosas.;Fotografías para la historia.
INMUNODEFICIENCIA
En la categoría de “villano”;Con el síndrome de Estocolmo.;Un niño con el alma herida;La mirada torpe.;Falta de respeto a la inteligencia.
REPARTIDORES Y CLIENTES
Los que trabajan de Robin Hood;El repartidor;El desprestigio de los buitres y caranchos.
MEDIOAMBIENTE Y SOLIDARIDAD
Desniveles de la llanura pampeana.;La basura en el paisaje.
El territorio de los Educadores
UN LUGAR DE RESISTENCIA
La escuela del aguante;La escuela, un tren de carga.;El veterano maestro había llegando a la conclusión de que su escuela se ha convertido en un largo y pesado tren de carga al cual, de tanto en tanto, le agregan otro vagón.;La calidad, fruto de una cultura.
SORPRESAS E INTERROGANTES
El día que le pegaron a la maestra.;La gratuidad no alcanza.;A la escuela por plata.;Moratoria educativa;Los que estudian en la cárcel.;El orden y la disciplina.;Guardería para hijos de alumnos.;Pedagogía del Ratón Pérez;Lo de adentro y lo de afuera.;Abandono del pacto.
REIVINDICACIONES
El derecho a “180 días efectivos de clase”;El lugar donde nadie tuvo que dar limosna.;Construyendo un escalón.;La autorización oficial para estudiar los “escraches”;Mejor es aprender cosas buenas;El gato caza ratones.;La herramienta del idioma.;La palabra ambigua.;Es lo mejor pero no conviene;Defensa de la escuela estatal;El legendario maestro;Dos próceres y un fantasma.;José Hernández y la otra llave;Tecnología para algo;La innovación, una herramienta disponible
PROFESIONALIDAD
Cuatro horas diarias y tres meses de vacaciones;Un premio al presentismo;Pagar los días de huelga;Reformadores impunes.;El “clan pedagógico de socorros mutuos”;La cocina rápida;Las buenas intenciones y el viento
ENSAYOS Y ERRORES
Falsas epopeyas.;Soñando por algo más.;Iniciación al piquete.;Vandalismo y adrenalina.;Cambios en la sensación térmica.
EL MAPA DE RUTAS
El estado general del camino.;La ejemplaridad.
En la misma sintonía
I -Ernesto Sábato. “Pacto entre Derrotados”(“Antes del fin”)
- II –Dr. RENE FAVALORO.Su última carta- 29 de Julio de 2000 - 14,30 horas.
- III –JORGE LUIS BORGESAPRENDIENDO
- IV -ENRIQUE SANTOS DISCEPOLO.Dos Tangos de la década del 30;CAMBALACHE.;YIRA-YIRA.
-V-Alfredo Leuco. 2011.“Un siglo de mujer”
- VI –CARDENAL MARCO AURELIO POLI.Carta al Juez de la Corte Suprema, Dr. Carlos Fayt (10-6-2015)
- VII -STEVE JOBS -Tres historias de mi vida – 2005-;“TIENEN QUE ENCONTRAR ESO QUE AMAN”
PRÓLOGO
Los mosaicos de un mural
La finalidad de este trabajo es explorar describir y analizar algunos aspectos del misterioso planeta de los argentinos. Allí aparecen los rasgos de la cultura, la idiosincrasia y los valores subyacentes de la conducta de los ciudadanos y sobre todo de los dirigentes, gobernantes y educadores. Para lograr ese objetivo, en primer lugar, hubo que observar, identificar y seleccionar hechos de valor significativo, hechos concretos que no son productos de la imaginación y que en general están presentes en la memoria de los ciudadanos.
Hubo que recorrer muchos caminos y buscar acontecimientos que guarden afinidad y así poder demostrar que cada hecho es como un mosaico, y ese mosaico, sumado a otros, contribuye a formar la imagen completa de un amplio mural: un mural que habla de la relación entre cultura y educación. Por eso, una de las primeras cosas que el lector descubrirá es que el problema de la formación ciudadana se presenta como algo que va mucho más allá del ámbito escolar. La escuela como institución tiene una responsabilidad muy importante en la formación del ciudadano pero no es la única que está involucrada en la construcción de un modelo de sociedad. Junto a ella, la organización jurídica, las fuerzas del orden, la conducta o el buen ejemplo de la clase dirigente, especialmente de los gobernantes, son factores determinantes a la hora de educar al soberano.
Se podrá observar también que casi todas las historias seleccionadas han ocurrido a lo largo de las últimas décadas y es muy probable que, valiéndose de la memoria y de la información cotidiana, el lector logre identificar otras situaciones o hechos análogos.
En cuanto a la mirada crítica en el análisis de los hechos, cabe agregar que la intención no fue hacer un libro de quejas, mostrar sólo lo negativo o hacer literatura opositora contra determinados gobernantes. El análisis crítico ha sido una forma de mirar, objetiva y comprometidamente, más allá y a pesar de la filiación política personal. No obstante, sin abandonar ese punto de vista, se ha considerado que no es necesario hostigar con nombres propios; es más útil prestar atención al carácter genérico de algunas conductas y tratar de aprender con la historia. Por lo tanto, la posibilidad de identificar y reconocer el nombre de algunos protagonistas dependerá, en gran parte, de la buena memoria del lector que también es testigo y habita el planeta de los argentinos.
EL TERRITORIO DE LOS GOBERNANTES
APROXIMACIONES
El planeta de los argentinos.
Cuando los alumnos manipulan por primera vez un globo terráqueo, aprenden que el polo norte está arriba y el polo sur está abajo pero es sabido que esa norma cartográfica dificulta, en cierto modo, la buena visión del extremo sur del continente americano.
A raíz de esa dificultad, los niños tienen que aprender a hurgar para encontrar el lugar exacto de la Argentina. La ven allá abajo, casi en el fin del mundo, como un largo territorio adherido a la cordillera y a los hielos de la Antártida. Otro tanto sucede cuando llega el momento de calcular las distancias. En esta ocasión descubren que los grandes bloques y países del mundo desarrollado, como la Unión Europea, Estados Unidos, Canadá, Japón, China, Rusia, Australia, etc. están realmente muy lejos de la Argentina, a un promedio de 10.000 km.
No se trata de cuestiones menores. Aparentemente, tal ubicación y situación geográfica ha perturbado seriamente y desde el principio el ego de los argentinos. Dicen que en el momento de la creación y organización de este planeta, ellos hubieran preferido estar mucho más cerca del ombligo del mundo y que quedaron decepcionados cuando vieron que eso no era posible. Por eso, con el correr de la historia, no tuvieron mejor idea que construir una dimensión paralela, algo a su propia medida, un planeta propio.
Ese planeta existe de verdad, es el planeta de los argentinos, digno de ser mencionado como “octavo planeta” en el libro de Antoine de Saint Exupery. Es un lugar abstracto pero real, tan real que es reconocido por millones de extranjeros. Si bien estos también tienen dificultades para ubicar geográficamente a la Argentina, no tienen las mismas dificultades para conocer esa extraña dimensión. Cuando escuchan algunos nombres (Juan D. Perón, Eva Perón, Che Guevara, Jorge Luis Borges, Diego Maradona, Leo Messi, Papa Francisco, René Favaloro, Quino, Julio Strassera) o cuando evocan ciertas imágenes (teatro colón, tango, dictadura, malvinas, madres de plaza de mayo, soja, carne) sus mentes y corazones de extranjeros se conectan inmediatamente con la realidad del planeta de los argentinos.
Queda claro que ese planeta es una construcción mediante la cual sus habitantes finalmente han logrado trascender y superar las injustas limitaciones impuestas por el confinamiento geográfico. Laargentinidad es, de esta manera, una realidad que tiene una dimensión sutil y globalizada. Allí están el aura, las virtudes, los defectos, las epopeyas, las frustraciones, los fantasmas, los santos y los demonios. Por supuesto, dicha dimensión es compleja y no es fácil establecer contornos y delimitaciones. Hasta Jorge Luis Borges, que era un especialista en laberintos, decía muy convencido, que “la argentina es eso que nadie puede definir”.
No es fácil saber lo que le pasa a los argentinos. Estos, aparentemente, viven de crisis en crisis, cíclicamente, con grandes euforias y grandes depresiones. Saben que pertenecen a un lugar misterioso que imprime carácter y tanto lo aman que no lo quieren abandonar. Tal vez sea por eso que muchos exploradores han manifestado interés en navegar en el extraño planeta. Dicen que están dispuestos a recorrerlo de punta a punta, juntar muestras, unir fragmentos y ensamblar distintas piezas. A toda costa, quien saber si es posible arma el gran rompecabezas.
La buena gente.
A partir comienzos de 2010 la frase estuvo presente en infinidades de spots publicitarios, seduciendo los oídos de los ciudadanos. De tanto insistir, esa frase logro el objetivo de convertirse en una marca registrada: “Argentina, un país con buena gente”.
Al margen del tufillo populista y algo desconsiderado hacia la buena gente que también existe en países vecinos, hay que reconocer que los habitantes de esta tierra se merecen, sin dudas, este calificativo.
Nadie puede negar que, a lo largo de la historia, esta buena gente ha sido protagonista de hechos valiosos y memorables. Entre todos han logrado construir una sociedad pluralista, un crisol de razas, han sido solidarios frente a desgracias y cataclismos, han creído en la educación pública como instrumento de ascenso social, han expresado nobles sentimientos de religiosidad y devoción frente a santos oficiales y no oficiales, han demostrado gran talento y creatividad en la ciencia, el arte y el deporte, han mostrado amor por su territorio y sus paisajes y, como si esto fuera poco, han demostrado capacidad para resistir diversas invasiones y dictaduras a lo largo de su historia.
Es así que, sabiendo que en este país hay buena gente, muchos no llegan a entender por qué, entre tanta buena gente, existe tan mala imagen de sus gobernantes, generalmente tildados de defraudadores, ineptos y corruptos.
No es fácil explicar este problema.
Están las explicaciones culpógenas que dicen que cada pueblo tiene el gobierno que se merece y que los malos gobernantes sólo son el reflejo de los habitantes que integran esa sociedad, pero si es así, dónde estaría la buena gente?
Están también las explicaciones de los indignados, quienes rechazan todo razonamiento que promueva la resignación. Para ellos este noble pueblo no merece tener semejantes representantes y lamentan que, una vez llegados a las estructuras del poder, sus hombres se transforman, abusan de la buena fe y rompen sus compromisos. Augusto Conte, un luchador democristiano de los años 80, solía decir que los hombres del gobierno muchas veces caen en la tentación y se envilecen porque ingresan a estructuras que son corruptas, corruptibles y corruptoras. Tal vez por esto muchos ciudadanos todavía recuerdan con indignación, la confesión de un gran defraudador que, en pleno ejercicio de la Presidencia, decía con notable desvergüenza: “si les hubiera dicho la verdad nadie me hubiera votado”.
En medio de las polémicas y tratando de no caer en simplificaciones, habría que decir con mayor precisión que, en realidad, el problema no es sólo la mala calidad de los gobernantes sino de todos los dirigentes en general, políticos, empresarios, gremialistas, profesionales, educadores, religiosos, etc. El problema está en la clase dirigente.
Que la gente es buena no caben dudas. Todos ellos esperan que los hombres del poder asuman la responsabilidad de gobernar con el ejemplo. La gente buena es simplemente buena, tal vez porque vive de acuerdo con el viejo refrán del Martín Fierro que dice: “el amigo más fiel es una conducta honrada”.
Un reconocido analista y escritor, Jorge Asis, daba una singular explicación acerca de la bondad de la gente y su relación con el vandalismo y saqueo, llevados a cabo en la “capital mediterránea” durante la primera semana de diciembre de 2013. Decía en esa ocasión, con ironía, y a modo de reproche que si desde el poder se muestra la carga y descarga de valijas llenas de dinero mal habido, por qué el excluido no puede cargarse un plasma o una botella?
El alimento fácil.
El cuento circulaba en un mensaje de correo electrónico y hacía referencia a un criador de cerdos que trataba de explicar a su vecino cómo se hace para cazar chanchos salvajes.
El relato era muy simple y se puede resumir de la siguiente manera.
Primero, hay que buscar un descampado, echar abundante comida y retirarse; durante los primeros días, los chanchos tendrán desconfianza promovida por su instinto y sentido de supervivencia pero, de a poco, perderán el miedo, se arrimarán y terminarán comiendo el cebo puesto a modo de alimento fácil.
Cuando se les acabe la primera ración de comida será necesario agregar otra y así, día tras día, hasta lograr que todo les parezca rutinario y normal. Una vez que todos los chanchos se habitúan a la rutina y ninguno escucha la alarma de su instinto de chancho salvaje, en ese momento, el cazador debe avanzar sobre la presa iniciando un lento proceso de acorralamiento. Un día coloca una parte del cerco, luego agrega otra, después otra y así lenta pero progresivamente, las diferentes partes quedarán transformadas en un cerco perimetral, al que sólo le faltará el portón de cierre. Los chanchos terminarán por acostumbrarse a la comida fácil y no se preocuparán por los pequeños cambios que ocurrirán a su alrededor. Por eso, muy pronto el perímetro del corral estará completo y los chanchos pasarán por su única entrada, en la cual se colocó sorpresivamente el portón para evitar la salida.
Cuando esto ocurra y se cierre el portón sonarán las alarmas de su instinto y comenzará la tragedia. Al principio los cerdos enloquecerán, correrán y se desesperarán durante horas y horas. Finalmente, cansados, y con el antecedente de no preocuparse demasiado por el entorno, se relajarán y volverán a las bondades de la comida fácil. Así olvidarán definitivamente su condición de chanchos salvajes.
El relato es muy simple y permite elaborar mil derivaciones y utilidades didácticas.
Algunos hablarán de la importancia del nivel educacional en la formación de la conciencia de la población, sus necesidades de acceder a la información, al conocimiento, a la reflexión. Se preguntarán qué ha pasado en una sociedad en la cual el pueblo elige a un dictador o por qué motivos alguien puede votar a favor de su propio verdugo.
Otros explicarán hechos más coyunturales como lo sucedido en una localidad minera en 2012. En esa oportunidad, ante la necesidad de frenar el avance de un megaproyecto minero, la gente de la pequeña localidad salía tímidamente a la calle para defender su medio ambiente, oponiéndose al poderoso lobby de la multinacional para la extracción del oro. Frente a esas actitudes, algunos hombres del poder, cómplices del megaproyecto y tradicionalmente acostumbrados a las prácticas clientelistas, reprocharon amargamente la “actitud desagradecida de los pobladores”, ahora convertidos en súbditos rebeldes. Para los amigos del megaproyecto, los pobladores movilizados se habían convertido en gente desagradecida y ahora eran “hijos vagos de la nación”. Sin embargo la gente había roto el cerco y estaban dispuestos a perder los planes de asistencialismo o “ayuda social”.
Están también los que tratan de entender el misterio de la condición humana y la complejidad de la organización social. Estos reflexionarán acerca de lo que sucede dentro del “templo sagrado de la consciencia”, lugar donde es posible escuchar el sonido de unaalarma vital, que se activa siempre y cuando lo que está en peligro es la libertad y la dignidad. Incluso algunos, tal vez, recordarán a Jorge Luis Borges quien, al respecto, dijo con mucha claridad: “después de un tiempo, uno aprende la sutil diferencia entre sostener una mano y encadenar un alma”.
El ataque de las hormigas.
La solidaridad suele producir buenas noticias, por ejemplo, cuando pone de relieve la actitud del taxista que devuelve la bolsa con 30.000 dólares olvidada por el pasajero; o la otra, bastante parecida, que destaca la actitud del recolector de basura que devuelve la caja llena de dinero, de un vecino distraído, que la había sacado a la vereda junto con la basura.
La imagen del hombre trabajador, pobre y honesto, devolviendo lo que no es suyo, sin dudas, llama la atención y es conmovedora. En el fondo, todos coinciden en que ser pobre pero honrado es una virtud heroica, sanadora y digna de imitar. Dicen que esos ciudadanos honestos han tomado conciencia de su valor como personas y pueden colocarse por encima de las posesiones y del éxito; dicen con toda razón que representan lo mejor de la raza humana.
Pero, lamentablemente, también hay noticias que muestran la otra cara de la naturaleza humana y hablan de cosas que están muy lejos de la solidaridad. Sobre esta clase de hechos todos recuerdan lo que sucedió en diciembre de 2013 cuando la irracionalidad salió a las calles en una gran ciudad mediterránea o del interior. Ese día los medios de comunicación mostraban miles de ciudadanos, movidos por un extraño impulso y despojados de todo escrúpulo. Pobres y no tan pobres, súbitamente masificados, aprovechaban las “zonas liberadas” por policías en huelga, asaltando y saqueando toda clase de negocios y casas particulares.
La televisión registraba y transmitía el gran espectáculo del saqueo y el ciudadano veían algo que les recordaba el movimiento de las hormigas y observaban que cada himenóptero es capaz de llevar una carga más pesada que su propio cuerpo. En una de las imágenes televisivas, alguien aparecía tiernamente, como el buen ladrón, robando incluso un cochecito para bebé. Se supo además que algunas maestras no salían del asombro al ver entre los saqueadores a varios de sus alumnos.
No era fácil interpretar el escenario de los hechos. Muchos se preguntaban qué había pasado con la gente del barrio, hombres mansos, pobres pero honrados, que de pronto se transformaban en hormigas saquedoras.
Por supuesto, aparecieron los analistas y comentaristas que, desde los medios, intentaron describir lo que identificaban como cultura del vandalismo, cultura del saqueo, cultura de la impunidad, etc. Algunos no titubearon en apuntar directamente a ciertos gobernantes, con nombres y apellidos, señalando que las actitudes populistas y demagógicas de los últimos tiempos habían llevado a tolerar desmanes, bajo el eufemismo de “no criminalizar las protestas”. Decían que esa actitud habría inducido a muchos a realizar protestas en forma delictiva, como si fuera algo normal. Cabe recordar que al finalizar el año 2013 se habían registrado 945 piquetes en la Ciudad Capital, un 11% más que el año anterior, un promedio de 3 piquetes diarios.
Estaban también quienes señalaban con preocupación diciendo que muchos saqueadores eran los denominados jóvenes ni-ni, que no estudian ni trabajan, que aparentemente desconocen los valores de la cultura del trabajo y las esperanzas de progresar con el esfuerzo.
Evidentemente el enriquecimiento ilícito por actos de corrupción, sumado a los largos años de decadencia del sistema educativo, sumado a la exclusión laboral, sumado al deterioro de la moneda, etc. habían hecho estragos en la cultura solidaria. Había terminado por quebrar la resistencia moral del hombre pobre y ahora tenían sentido las palabras expresadas espontáneamente por un joven saqueador frente a la cámara de televisión, cuando decía: “si todos roban por qué no voy a robar yo”? . . . y no se refería sólo a sus compañeros de saqueo.
Un respetado dirigente, ya retirado, acosado por el periodismo se animaba, al fin, a hacer una autocrítica muy reveladora: “los saqueos de arriba generan saqueos abajo”.Por su parte, un Obispo, encargado de la Pastoral Social, ratificaba esa misma idea en términos equivalentes: “el peor de los saqueos es la corrupción política”.
La noticia del hombre que devuelve lo que no es suyo siempre seguirá reconfortando el alma pero el ciudadano seguirá reclamando, simplemente porque sabe que muchos de sus gobernantes no han hecho su fortuna trabajando.
Las cosas sagradas.
Cuentan que Jesús estaba visitando el templo de Jerusalén y quedó sorprendido al ver que el lugar había sido invadido por numerosos comerciantes, cada uno con su puesto de mercadería y sus coloridos anuncios. El bullicio era insoportable. Algunos vendían palomas y otros se dedicaban al cambio, sacando ventajas del cambio demonedas griegas y romanas pormonedas judíasque se usaban en las ceremonias.
Viendo eso el Profeta enfureció, tomó un látigo y comenzó a recorrer el santuario. Empujó mesas de cambio, desparramó centenares de monedas, echó a los vendedores de palomas y proclamó en vos alta: “mi casa es casa de oración pero ustedes la han convertido en una cueva de ladrones”.
El Profeta se había indignado porque los mercaderes habían profanado el lugar sagrado y habían hecho creer que esa situación era algo normal. La avaricia les había impedido ver el límite que separa lo profano de lo sagrado, aún cuando todos sabían que ambos universos debían estar separados.
La historia de la humanidad muestra que el carácter sagrado no sólo corresponde a los templos. La niñez, la ancianidad, la inocencia, la mujer embarazada, el hombre moribundo, los derechos humanos, la verdad, la lealtad, la libertad, el buen nombre y honor personal, los símbolos patrios, el heroísmo, la democracia, y otros. Todo eso y mucho más, forma parte de las cosas sagradas.
Frente a las cosas sagradas hay un concepto inequívoco sobre lo que es laprofanación. Esta palabra hace referencias a la acción de deshonrar, prostituir, desmerecer y es sabido que cualquier tipo de profanación siempre termina generando indignación y furia.
En el momento de establecer los límites de lo sagrado, cada pueblo tiene su propia sensibilidad y lo sagrado para una sociedad puede ser diferente a lo establecido por otra. Por eso, la furia de aquel profeta, dispersando con un látigo a los vendedores del Templo de Jerusalén, era una reacción previsible dentro del marco de los valores de la tradición judía.
Llevando esto al ámbito estrictamente civil, se puede decir que la furia de aquel profeta se parece mucho al enojo del ciudadano común, el ciudadano indignado, cuando ve que ha sido profanado el templo de la democracia. Esto sucede cuando se rompen las reglas de la convivencia solidaria, cuando se tergiversa el valor de las palabras y las intenciones, cuando se inventan falsas epopeyas y falsas revoluciones, cuando se instala la corrupción y la impunidad en las estructuras del poder, cuando se organiza el fraude, cuando el enriquecimiento ilícito convierte a los funcionarios en una banda de ladrones, cuando se desconoce a las minorías y se piensa que la mayoría da derecho a atropellar e ir por todo, cuando el gobierno de origen democrático se transforma y adopta métodos y procedimientos dictatoriales.
La profanación de la democracia es el triunfo de la deshonestidad moral e intelectual. Muchos ciudadanos todavía recuerdan que una conocida pareja de gobernantes había ideado un mecanismo para perpetuarse en el poder mediante un plan que burlaba la Constitución y sus límites claros y precisos. Pretendían hacer creer que ellos eran hombres extraordinarios y providenciales y que la norma constitucional los proscribía no permitiendo la reelección indefinida. Habían pensado ocupar al menos cuatro períodos consecutivos en el gobierno, con la perspectiva de que se prolongara aún más con su propio hijo, sin pensar que esa profanación, a su debido tiempo, desencadenaría la violencia y la legítima furia por corrupción y abuso de poder.
El ataque de la jauría.
El ciudadano argentino todavía tenía el mal recuerdo de los hechos ocurridos a fines de 2013. En esa oportunidad había visto imágenes de hombres transformados en hormigas saqueadoras. Eran miles de personas que entraban y salían, robando supermercados, comercios y casas particulares. Supo que entre ellos estaban los más pobres, los que iban solamente por comida pero también supo que estaban los que, sin necesidad, aprovechaban la oportunidad sólo para apoderarse de mercaderías con valor de reventa.
Sin embargo, no había pasado más de un año y el ciudadano comenzaba a ver otro fenómeno de contagio grupal, mucho más violento que el de los saqueos y parecido al ataque de una jauría.
Esta vez, había muchos vecinos indignados por la delincuencia y la inseguridad y querían hacer justicia por mano propia. Algunos justificaban esa idea diciendo que, frente a la delincuencia, ya no había nada que esperar de los gobernantes. Llevados por la ira, pensaban ingenuamente que los actos de linchamiento serán capaces de producir el escarmiento; más aún, si fuera necesario, había que ejecutar a los arrebatadores, ladrones, violadores, o autores de cualquier delito. Movidos por la ignorancia algunos pensaban que, después de esas acciones, los delincuentes iban a tener más miedo a los vecinos que a la policía y que eso era muy bueno.
La situación era complicada y, a fines de marzo de 2014, los medios informaban que en una semana se habían registrado al menos once linchamientos. Una patética fotografía publicada en los diarios, mostraba un cartel que advertía: “ratero, si te agarramos no vas a ir a la comisaría, te vamos a linchar”.
El espectáculo era conmovedor y llenaba todos los espacios en diarios, radios, redes sociales y televisión. Al principio algunos creyeron que era necesario aplacar los ánimos y en sus reflexiones hacían referencias a la etimología de la palabra, vinculada a los excesos del célebre Charles Lynch, Juez del Estado de Virginia (en 1780 había ordenado la persecución y ejecución sin juicio previo de grupos, solo por el hecho de ser opositores).
Pero en las casas de los ciudadanos, la atención de los vecinos no estaba puesta en cuestiones semánticas o en historias pasadas. La gente tenía experiencias directas y creía que los “ajusticiamientos” en el barrio eran acciones espontáneas y “legítimas”, en repudio a la desprotección, frente a delitos que estaban provocando una gran conmoción en el barrio.
Muy apesadumbrados, los más pacíficos no podían comprender que sus vecinos, hombres mansos pero cansados por la falta de justicia y ausencia de la ley, repentinamente estuvieran envueltos en un fenómeno parecido a la jauría, confundidos y dispuestos a perseguir y matar. Ya no era un mano a mano, para afrontar una pelea en defensa propia, sino el accionar de una patota dentro de la cual el ciudadano se transformaba en asesino.
Después de tanto escándalo, los dirigentes no tuvieron más remedio que dar la cara y hablar de las cosas que estaban sucediendo. Al principio algunos pretendieron hablar desde la cátedra, recordando las lecciones básicas de un manual: condenaban el método de la justicia por mano propia y enseñaban que los linchamientos aparecen cuando se actúa al margen de la ley. Decían, sin inmutarse, que a lo largo de la historia, los linchamientos siempre habían sido consecuencia de situaciones de impunidad, xenofobia, fundamentalismos religiosos y políticos, etc.
Otros dirigentes, más comprometidos con los ciudadanos, se animaron a decir con mayor precisión que, hasta ahora, la Justicia había sido para los ricos y para los hombres del poder y, por eso, la gente se sentía desamparada y terminaba haciendo justicia por mano propia. Ahora todos se daban cuenta que la idea de la inclusión social, tan proclamada por algunos demagogos, sólo habían sido bellas palabras profanadas por el clientelismo: los pobres estaban allí, como siempre, sin dignidad y sometidos a la limosna.
En definitiva, la causa de los actos de violencia no era la maldad de los ciudadanos transformados en linchadores. Las verdaderas causas eran los actos de gobiernos corruptos, que habían llevado a la anomia, la marginación y a la exclusión social.
La lista de los malos.
El 14 de marzo de 2013, haciendo uso del vocabulario de los argentinos, el diario online más leído de EE.UU, El Huffington Post, edición española - titulaba así la gran noticia mundial: “Che, tenemos Papa”.
El título era muy acertado porque, utilizando la interjección che reflejaba, en parte, cierta identidad argentina.
Semejante noticia corría como reguero de pólvora desde La Quiaca hasta Ushuaia y, ese mismo día, el ego nacional supo que había que ampliar la lista de argentinos famosos, reconocidos en el mundo entero.
Muchos argentinos están seriamente convencidos que esa lista de oro es la prueba de que somos los mejores del mundo: Juan M. Fangio, Diego Maradona, El Che Guevara, René Favaloro, Mercedes Sosa, Carlos Gardel, Federico Leloir, Cesar Milstein, Adolfo Perez Esquivel, Carlos Saavedra Lamas, Bernardo Houssay, Juan D. Perón, Eva Duarte, Guillermo Vilas, Julio Boca, Jorge Luis Borges, Quino, Ernesto Sábato, Manuel Ginobile, Charly García, Lionel Messi, entre otros.
Ahora la lista iba a ser más larga y había que agregar nada menos que un Papa. Los Cardenales, conocedores las virtudes de los hombres de todo el orbe, fueron a buscar hasta el fin del mundo, al planeta de los argentinos, y lo encontraron.
La gente sabía que el nuevo referente de la Iglesia Católica era un auténtico argentino. Un porteño nacido en el barrio de Flores, amante del tango, hincha de San Lorenzo, adicto al mate, usuario de colectivos y subtes y conocedor de la problemática de la calle y los marginados. Un Hombre humilde que no entendía por qué los Cardenales lo fueron a buscar a un lugar tan lejano. Pero ese hombre también es un intelectual, poseedor de una vasta cultura, que había hablado y escrito con precisión sobre la sociedad argentina, su historia, sus hombres, su educación, sus gobernantes. Cosas muy simples generaban la admiración hacia el nuevo referente: su austeridad, humildad, cercanía con el pobre y los que sufren, y mucha valentía para sostener una lucha contra la corrupción.
Sin embargo, lejos de esas alegrías, estaban algunos hombres del poder que, por momentos, se sentían bastante aturdidos y dispuestos a quebrar lanzas. Efectivamente, ciertos funcionarios habían manejado elrelato y habían determinado quienes eran los buenos y los malos en el planeta de los argentinos, y el Cardenal de Buenos Aires, desde hacía mucho tiempo estaba en la lista de los malos y por eso le habían negado catorce pedidos de audiencia.
Al principio, amagaron con agitar y reiterar viejas y calumniosas acusaciones pero, luego, al ver que el ciudadano no compartía ese discurso, se doblegaron y fingieron la enorme alegría de tener un Papa Argentino.
Aunque disimulaban bastante bien, ciertos indicios siguieron mostrando que sus actitudes obedecían a meros cálculos de conveniencia política. Movidos por esa conveniencia, un día decidieron ir en caravana a Brasil durante las jornadas mundiales de la juventud y aprovecharon para capturar algunas fotos-trofeo que luego pusieron en las calles con una frase robada y para provecho propio: “nunca se desanimen, no dejen que la esperanza se acabe”.
El espectáculo era divertido porque el ciudadano podía ver como los jacobinos, llegado el caso, pueden convertirse en monaguillos.
Sin dudas, con el nuevo Papa estaban soplando nuevos aires. La densa campaña publicitaria, que seguía halagando con el eslogan “un país con buena gente”, ahora estaba necesitando agregar una frase complementaria: “un país con buena gente, a la espera de conducta ejemplar por parte de sus gobernantes y dirigentes”.
Motochorro globalizado.
A fines de agosto de 2014 un joven de 33 años cruzaba agresivamente su moto obstruyendo el paso a un turista extranjero. Inmediatamente extrajo una pistola y pidió la mochila a su presa. El turista, no tuvo más remedio que detenerse y afrontar a los gritos la situación de pánico: “amigo”, “amigo”, decía mientras forcejeaba y lograba escapar milagrosamente. Afortunadamente su cámara había registrado todas las escenas y días más tarde decidió subirlas a la red con resultados inesperados. Las escenas dieron la vuelta al mundo y captaron el interés de varios millones de personas.
Sin quererlo, en pocas horas, el “motociclista” se había convertido en “motochorro” (el neologismo viene de las palabras moto y chorro, esto es,ladrón en motocicleta). En instantes su imagen se “viralizó” y el joven entró en la fama. Todos conocieron su vestimenta, su cara, su arma y sus gestos.
Los medios televisivos rápidamente localizaron al motochorro y comenzaron las “entrevistas exclusivas”, las discusiones, las interpretaciones, las expresiones de repudio, etc. Siguiendo la lógica del rating todos pudieron ver al ladrón, convertido en estrella mediática, dando explicaciones, haciendo preguntas a la sociedad, demostrando que sólo había sido un error, cobrando dinero por el reportaje exclusivo, etc.
Todos estaban informados y tenían algo para decir y, una vez más, estaba a prueba la capacidad de razonamiento y el sentido común.
Al principio hubo asombro e indignación, sobre todo cuando se supo que el asaltante había sido apresado y en pocas horas dejado en libertad. La justicia garantista había interpretado que el procedimiento de detención había sido irregular y, además, que no se había podido comprobar el funcionamiento del arma. Para colmo la policía, como auxiliar de la justicia, tenía que cuidar al mediático ladrón para preservarlo.
Aprovechando su espacio mediático, el delincuente se mostraba desinhibido, hablaba con soltura y reflejaba, crudamente, el modo de pensar que había adquirido junto a la banda siendo adolescente y, también, junto a los compañeros de prisión durante cinco años. No hizo ningún pedido de disculpas a la sociedad y hasta trató de insinuar que tenía cierto derecho a robar. Dijo, con toda frescura, que no había salido a robar por hambre sino para poder comprar un regalo a su hijo de catorce años.
A esta altura, la polémica habían abierto varios caminos de razonamiento: el discurso del experimentado motochorro, basado en los códigos de la delincuencia callejera; la extraña actitud de la justicia en el momento de interpretar la ley y, por último, la actitud banal de cierto periodismo y medios de comunicación, movidos exclusivamente por conveniencias de rating.
Por supuesto, ningún hombre del gobierno apareció en escena. Era lógico. Cuando no tuvieron más remedio que hablar, algunos aprovecharon para llevar agua a su molino, diciendo que el gobierno ya se había ocupado de la seguridad elevado el proyecto de un nuevo código civil que, en el futuro, garantizará un paraíso terrenal. Otros siguieron culpando a los gobiernos de décadas pasadas y dijeron que las noticias sobre inseguridad responden a maniobras desestabilizadoras. No faltaron, finalmente, los que pretendieron hacer creer que, frente a la inseguridad todos somos responsables y que las cosas se solucionarían en un tiempo futuro absolutamente indefinido.
Cansado de esperar cientos de veces, el ciudadano se ha vuelto pesimista y piensa que el razonamiento se enreda en la charlatanería. Sabe que muchos funcionarios hablan para distraer la atención y deliberadamente confunden las causas con las consecuencias.
El héroe impresentable
La noticia, fechada en junio de 2015 vino de la Ciudad de Trelew, Chubut, si bien era escandalosa no por eso dejaba de ser desconocida en el planeta de los argentinos.
La información decía que el hombre actualmente es abogado y que, según sus propias declaraciones, tiempo atrás se había dedicado al robo integrando una banda organizada. Efectivamente, durante esa etapa y a lo largo de la década de los 90, se había dedicado a robar bancos y financieras. Había actuado en tres provincias del noroeste argentino e incluso en el vecino país, Paraguay. Pero un día tuvo mala suerte, cayó preso y la Justicia Formoseña le impuso una condena de seis años de cárcel, por robo agravado por uso de arma de fuego.
Al año y medio logró fugarse y estuvo de incógnito en la inmensidad de la Patagonia esperando que prescribiera la condena. Astutamente en ese tiempo se las arregló para estudiar y completar su carrera de abogado y hoy, muy suelto de cuerpo, se defiende y cuenta su hazaña a la humanidad: “tengo el orgullo de que nunca le robé a un trabajador. Mis objetivos eran los banco, financistas y usureros”.
Aprovechando el escondite natural o ventajas que suele ofrecer la inmensidad geográfica de la patagonia (recuérdese el ocultamiento de algunos jerarcas nazis y otros prófugos) el hombre se refugió allí y ahora hace declaraciones públicas decretando su propia amnistía. Más aún, abusando de la buena fe, ha llegado a ser nada menos que el Presidente del Colegio de Abogados de la Ciudad y Profesor de Derecho en la Universidad de la Patagonia.
Dicha historia, narrada por el propio protagonista, es muy pintoresca pero sólo cuenta una sola campana, la del buen ladrón queriendo parecerse a Robin Hood. En realidad, era un delincuente pesado, de mano armada, y nada se dice del estado en que quedaron las víctimas y si estas lo perdonarían tan fácilmente. Se trata simplemente un caso de alarde de impunidad y como suele suceder, ha conmovido a ciertos sectores ingenuos y a otros de la cultura garantista. Dicen que al enterarse de la noticia hasta sus propios alumnos lo ovacionaron y, además, es abogado defensor de un funcionario de la Universidad involucrado en un escándalo por adulteración de exámenes.
En un contexto de decadencia se podría pensar que aquel gran indignado llamado Enrique Santos Discépolo, no sólo tuvo motivos para escribir sus tangos “Cambalache” y “Yira Yira” en la década del 30 del siglo pasado sino que, en 2015, tal vez hubiera tenido motivos para escribir las mismas letras.
Los pibes de la banda
La pequeña plaza era un sector tranquilo para los vecinos del barrio hasta que aparecieron los pibes de la banda. Así los nombraba la gente cada vez que tenían que referirse a los le habían robado el celular u otra pertenencia. Para los vecinos son los pibes de la banda o los “pibes chorros”.
Se muestran fuertes e impunes, en patota, no van a la escuela y no trabajan. Ocupan un lugar en la plaza, en alguna esquina, en las escalinatas de algún edificio y en por esos territorios nadie quiere pasar.
En sus largas conversaciones intercambian experiencias y aprenden las técnicas del robo. La mayoría roba para revender sus trofeos y obtener el dinero que los mantendrá cerca del alcohol y la droga.
A pesar de su juventud, algunos ya conocen la violencia extrema del enfrentamiento armado y hasta el asesinato. Algunos conocen la cárcel y los modales de ese ambiente. Algunos han descubierto que es posible conseguir protección policial y abogados defensores para hacer “trabajos” en zonas liberadas.
La mayoría nacieron marginados, sin hogar, sin vivienda, sin una estructura familiar que los contenga. Otros nacieron en mejores condiciones pero fueron abandonados a su suerte y terminaron en la tribu de jóvenes marginales.
A medida que pasan los años y mientras crece la desocupación y la miseria crece también el número de los pibes de la banda. Sin saberlo, son el reflejo de los males producidos por la pobreza y la exclusión.
En su territorio no existe ningún límite reglamentario. No cuidan el ambiente, desparraman basura y destrozan el espacio público. Ven que la gente les tiene miedo, que no se atreven a hablar con ellos y que quieren expulsarlos del barrio.
En la banda se sienten fuertes, hablan con vocabulario propio, pasan interminables horas escuchando música de “cumbia villera”, u otra equivalente, con letras que hablan desexo, drogas,alcohol ydelincuencia. No les interesa jugar al futbol u otros deportes.
Por ahora son jóvenes adolescentes, en situación de riesgo, y a su modo están escalando la colina de sus vidas sin poder ver el horizonte.
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