Entre micrófonos - Mayra de la Caridad Cue Sierra - E-Book

Entre micrófonos E-Book

Mayra de la Caridad Cue Sierra

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Esta obra presenta estudios histórico-teóricos sobre la radio y la televisión cubanas y analiza las singularidades de la relación entre la forma y el contenido de las producciones mediáticas nacionales que permitieron frenar la hegemonía simbólica, espiritual e ideológica impuesta por la industria cultural norteamericana. Además, ofrece un recorrido por la vida y el quehacer artístico de personalidades de la cultura cubana, que aportaron su talento y enriquecieron las propuestas de nuestros medios de comunicación.

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Seitenzahl: 220

Veröffentlichungsjahr: 2024

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Título: Entre micrófonos

Mayra de la Caridad Cue Sierra

Todos los derechos reservados:

© Mayra de la Caridad Cue Sierra

© Sobre la presente edición:Ediciones ENVIVO, 2023

ISBN: 9789597268925

Edición, corrección, maquetación y realización del epub: Danayris Caballero García

Diseño de cubierta y contracubierta: Ariel Prieto-Solís Cubas

EDICIONES ENVIVO

Edificio N, Calle N, entre 23 y 21, Vedado

Plaza de la Revolución

La Habana, Cuba, CP 10400

[email protected]

www.envivo.icrt.cu

Índice
Dedicatoria
A los lectores
Estudios histórico-teóricos
1922-1959: retrospectiva de la radio cubana
Vientos del Norte en el éter
¡Llegaron las aventuras!
Radiofonía y hotelería
La corte suprema del arte: un paradigma perpetuo
Radiocentro… mucho más que un edificio
HISTORIAS DE VIDA
Entre Luis Casas Romero y Amadeo Roldán: un universo musical de hitos radiales
Mario Barral: pilar creativo de nuestra cultura
Xiomara Fernández: un sueño hecho realidad
Eduardo Casado: apasionado de la escena
Maritza Rosales: “La actuación es mi vida”
José Ángel Buesa: entre la poesía romántica y la ficción mediática
Dora Alonso: historias plenas de cubanía
Antonio Palacios Espejo: embajador del lírico español
Epílogo
Notas biográficas
Bibliografía

Mayra de la Caridad Cue Sierra (Guantánamo, 14 de enero de 1949). Licenciada en Lengua y Literatura Hispánicas por la Universidad de La Habana. Diplomada en Marketing y en Investigación Social. Máster en Ciencias de la Comunicación. Realizó la predefensa del doctorado en Ciencias de la Comunicación.

Desde 1980, ha laborado como analista de opinión pública, asesora de programas, guionista, coordinadora de proyectos patrimoniales e integrante del Consejo Asesor de la TV.

Ha sido profesora universitaria, conferencista y, por más de 20 años, investigadora de la historia de nuestra radiodifusión. Algunos de sus artículos forman parte de enciclopedias académicas estadounidenses y están publicados en diversos sitios digitales cubanos.

Es la autora de varios libros que llevan el sello Ediciones En Vivo, tales como Hitos fundacionales televisivos. Aproximación histórica en Cuba (2011), Orfebres de un sueño (2018) y Relatos del éter (2019).

Dedicatoria

A mis viejos, por siempre en la memoria.

A Víctor, mi inspiración.

A mis hermanos, sostén amoroso e incondicional.

A Adolfo, mi padre adoptivo.

A quienes consagraron sus vidas a la radio y a la televisión.

A los lectores

Cuando el 22 de agosto de 1922, la emisora 2LC, de Luis Casas Romero, inaugura la emisión habitual de contenidos radiales abre las puertas a una plataforma sonora múltiple que propulsa hacia toda la nación disímiles modalidades de la comunicación, la información noticiosa, el deporte, el arte, la cultura, la política y la ideología.

Aceleradamente, en su vasta red de emisoras, que alternan frecuencias y crean cadenas nacionales, configuran los hábitos de consumo por parte de sus audiencias y protagonizan un monumental proceso de transculturación donde los modelos foráneos se funden a las esencias de nuestra idiosincrasia y de las más importantes raíces históricas-culturales de nuestra identidad y nacionalidad que, a través de su cobertura nacional e internacional, llegan a públicos de la más variada condición socioeconómica y cultural.

Ni la influencia directa de Norteamérica, ni el predominio de su modelo de radiodifusión con fines mercantiles y del sistema de estrellas o la oleada de estrategias y acciones comerciales-comunicativas pudo impedir que nuestra programación privilegiara nuestras esencias en las artes escénicas, la información, el deporte, la comunicación y el arte que desde entonces se volcaron a los más variados géneros y formatos radiales en toda Cuba y fuera de fronteras.

En la primera mitad del siglo xx, carente de las industrias nacionales del cine y del libro, la radio y la televisión sustentadas en la publicidad y el patrocinio de los productores de bienes de consumo y anunciantes nuclearon nuestra Industria Cultural y suplieron, a su modo y estilo, las carencias formativas de un Estado que delegaba en las asociaciones y fundaciones privadas la formación en educación, cultura, deporte e información.

El sistema de medios de comunicación –impresos y electrónicos–sustentado en herramientas comunicativas como el patrocinio, las relaciones públicas, la publicidad y la investigación de la comunicación mediática aplicada al estudio de sus audiencias devino el centro de la Industria Cultural nacional.

La pujanza de nuestros proyectos informativos, dramatúrgicos, formativos y musicales se articuló con el sistema de publicaciones impresas en el empeño de ejecutivos, creadores, artistas e intelectuales de insertarse en el imaginario de los públicos.

Pese al auge de las herramientas comunicativas-mercantiles aplicadas en nuestras radio y televisión, sus contenidos devinieron plataformas de acceso masivo abierto que propagaron la información, la comunicación, la educación, el arte, la cultura y la ideología.

Aunque, en términos teóricos, a la producción mediática se le denomina cultura popular, en Cuba, el arte propulsado por los medios de comunicación hacia los grandes públicos abarcaba las dimensiones más elitistas y complejas y las más populares y empíricas.

Desde el origen de nuestra radio, al ingenio de artistas como Luis Casas Romero se sumaron las inteligencias y talentos creativos de publicistas como Luis Aragón Dulzaides, Félix O’Shea y Mario Barral, quienes se aliaron a artistas geniales como Enriqueta Sierra, Marcelo Agudo, Guillermo de Mancha y tantos más para gestar los formatos y fórmulas autóctonas de una programación habitual variada.

En esa coyuntura fundacional coexistieron con ejecutivos empíricos ineludibles como Francisco Lavín, Domingo Fernández, Miguel Gabriel, Ángel Cambó, Amado Trinidad y Gaspar Pumarejo, quienes retarían a los Mestre Espinosa y hasta un italiano de triste recordación nombrado Amadeo Barletta.

En el largo sendero recorrido hasta 1959, se reiteran una y otra vez los hombres de la radio que intentaron captar los anunciantes y las audiencias.

Su rostro visible eran los artistas, comunicadores, periodistas, técnicos y creadores-realizadores que, en la cotidianidad mediática, perfeccionaron las prácticas, los géneros y los formatos artísticos-comunicativos que dieron a Cuba el liderazgo radial-televisivo en el universo latino de la primera mitad del siglo xx.

Como medios electrónicos, la radio y la televisión compartieron sus gestores y protagonistas, sus saberes y rutinas productivas.

Desde 1950, las primeras televisoras Unión Radio TV (Canal 4), CMQ TV (Canal 6) y CMBF TV (Canal 7) fueron creadas por empresas que operaban importantes radioemisoras. Durante su etapa de introducción, posicionamiento y consolidación, la radio sustentó a la televisión.

La gestión paralela del soporte radiofónico y audiovisual generaría una sinergia descomunal hacia el video que se nutrió de sus ejecutivos, publicistas, artistas, técnicos, especialistas y creadores con vasta y probada experiencia en el teatro, el espectáculo nocturno, la publicidad, el cine, el diseño y la creatividad más diversa.

Desde entonces, hombres y mujeres con una capacidad de trabajo, disciplina y consagración asombrosos simultanearon, día y noche, variados roles, disciplinas artísticas y funciones en diversos escenarios artísticos-comunicativos varias veces por semana asumían el monumental reto que significaba, en aquel momento tecnológico, la difusión directa al aire.

Aunque el modelo de radiodifusión imperante usaba la competencia empresarial para obtener ganancias financieras, el sistema de estrellas y la exclusividad, en el ejercicio cotidiano redimensionaron los saberes y experiencia de nuestros especialistas, creadores, intérpretes y ejecutivos, quienes en un haz protagonizaron las emisiones en tiempo real y los controles remotos de larga data. Así, la cultura radial devino esencia indisoluble de la televisiva.

Hoy, cuando nuestra radio y televisión de servicio público avanzan aceleradamente la digitalización y las nuevas tecnologías de la información y la comunicación nos lanzan hacia el ciberespacio, las redes sociales y los infinitos artilugios y posibilidades técnicas, informativas, comunicativas y culturales se impone recordar de dónde venimos.

Dejar a las nuevas generaciones el registro de algunos momentos de esta monumental memoria histórica devenida patrimonio histórico-cultural no solo es un deber que contribuye a evitar el vacío histórico, sino un compromiso de continuidad cultural.

Dada su naturaleza, las producciones de la radio y la televisión se inscriben por generaciones en el imaginario popular, forjando una zona vital del patrimonio colectivo de la nación y la Región.

Los hombres y mujeres que les dieron vida a ambos soportes mediáticos hasta 1959 gestaron la radiodifusión de servicio público que tanto nos enorgullece y formaron a las nuevas generaciones.

A un siglo de nuestra radio y más de setenta de la televisión, aún falta mucho por investigar y socializar sobre los aportes teóricos e históricos de ambos medios al patrimonio cultural, comunicativo, simbólico e ideológico de nuestra nación.

La autora

Estudios histórico-teóricos

1922-1959: retrospectiva de la radio cubana

La historia de la industria electrónica y de los medios de comunicación cubanos constituye un reservorio histórico, cultural y patrimonial descomunal, donde se funden la tecnología, los géneros y formatos mediáticos, los contenidos más diversos, las estrategias comunicativas, mercantiles, artísticas y simbólicas; la política, la cultura y la ideología.

El caudal de información identificado sobre esta etapa resulta solo la muestra de un universo vasto, desconocido u olvidado.

El panorama sociopolítico cubano de la primera mitad del siglo XXrevela una población mayoritariamente iletrada, analfabeta funcional o de escaso nivel educacional, con limitado acceso a los sistemas de enseñanza existentes: el público y gratuito –cuya penuria material solo compensaban la dignidad y el patriotismo de sus escasos maestros– y el privado con fines comerciales, orientado a los niveles económicos con mayor poder adquisitivo de la población, en manos de ciudadanos cubanos y estadounidenses.

La carencia de empleos generalizada impide a muchos pagar las taquillas o adquirir el vestuario adecuado para asistir a los escenarios teatrales.

La radio y la televisión devienen plataformas informativas, comunicativas, mercantiles, artísticas-culturales y simbólicas que proveen una compensación social masiva pues su consumo –fundamentalmente hogareño– no precisaba, por ejemplo, el dominio de la lectura o las erogaciones financieras relacionadas con el acceso a su disfrute.

Al socializar el conocimiento, la información, la cultura y la comunicación en los públicos más diversos, la radio y la televisión –aliadas a la publicidad– devinieron ejes básicos de la naciente Industria Cultural.

Propulsión de la radiofonía

En la década de 1930, nuestras radioemisoras más pobres quiebran y las más poderosas se afilian a la NBC y la CBS norteñas, conglomerados radiales que finalmente alternan la radio y la televisión, cuyos accionistas principales eran las electrónicas General Electric, RCA Víctor y Dumont.

El efecto de la crisis y la irrupción de la Industria Cultural anglosajona en nuestra sociedad devastan el sistema teatral y potencian a la radio nacional y al cine foráneo.

Entre sus prácticas culturales novedosas destaca la siguiente: los espectadores de teatros y escenarios públicos abiertos emigran a los foros mediáticos donde presencian, en tiempo real, la realización, difusión y grabación de programas habituales.

En este proceso, se aprenden rutinas productivas e inauguran una modalidad de relación directa con los artistas-comunicadores, que convierte a los otrora oyentes pasivos en espectadores activos.

Las primeras cadenas nacionales de radio expanden las señales capitalinas al resto del país y hacia otros continentes, potencian así un boom radial de grandes dimensiones sustentado en:

• El incremento de la potencia de los transmisores.

• La simultaneidad de las ondas corta y media.

• La transmisión de las señales a través de las líneas telefónicas.

• La orientación de los contenidos a públicos de variados segmentos poblacionales, que gesta la diversificación y la especialización de géneros y formatos radiales.

• El sistema de estrellas.

• La aplicación de modernas técnicas de persuasión y de investigación de comunicación aplicadas al sector mediático.

Tal mixtura de soportes, escenarios, herramientas, visiones y métodos potencia las producciones, los servicios y las ganancias de las radioemisoras y su relación con la población.

Durante esa década, La Habana –con una treintena de radioemisoras en operación– poseía más plantas por habitantes que la populosa New York, donde ocho millones de habitantes solo contaban con catorce de ellas.

La fusión de la Industria Cultural con la gestión radial propulsó la rentabilidad financiera del sistema y la sinergia funcional, económica, comunicativa y simbólica entre los involucrados.

La efectividad, el dinamismo y el flujo integral de su gestión catapulta su imagen pública y hegemonía simbólica-ideológica y permite forjar un amplio imaginario colectivo en nuestra sociedad.

Para la radiodifusión cubana fundacional –cuya propiedad se concentraba fundamentalmente en grupos familiares– la gestión comunicativa era en esencia un negocio lucrativo, impulsado por fabricantes de bienes de consumo, empresas de servicios, importadores, anunciantes y agencias de comunicación o mercadeo.

Principales patrocinadores

Entre las estrategias mercantiles-comunicativas más generalizadas en la radiofonía comercial cubana destaca la identificación de los espacios de difusión con los nombres de figuras, empresas, comercios, agencias publicitarias y marcas.

Para emitir sus proyectos, los anunciantes-patrocinadores o importantes productores de bienes de consumo rentaban los estudios o foros radiales que habían sido habilitados con tecnología y personal especializado de las empresas radiofónicas.

Las marcas más reconocidas de nuestra radiodifusión fueron:

• Jaboneras: Gravi, Crusellas1 y Sabatés.2

1 Desde 1863, los hermanos catalanes Juan y José Crusellas Vidal se radicaron en La Habana y fabricaron jabón, perfume, velas de sebo, agua de tocador, gaseosas, minerales, bebidas alcohólicas, zumos y panaderías. Sucesivas asociaciones los vincularon a la cervecera La Imperial y La Nueva Fábrica de Hielo S. A., gestora de la cervecera La Tropical, con gran participación en los ámbitos mediáticos. Desde la década de 1930, fue subsidiaria de la transnacional Colgate-Palmolive Peet. En los años cuarenta, gestionaba el 70 % de la emisión total de la radio cubana.

2 En 1860, los hermanos catalanes Juan y José Sabatés Costa, establecidos en La Habana, fabricaron jabón y velas en sucesivas sociedades anónimas. En la década de 1930, devino subsidiaria de la Procter And Gamble estadounidense, aunque como en Crusellas, daba la ilusoria imagen pública de ser una empresa nacional. Crusellas y Sabatés, inauguraron en Cuba, antes de 1958, las dos primeras fábricas de detergentes sintéticos de América Latina.

• Cigarreras: H. Upmann y Regalías El Cuño.

• Cerveceras: Hatuey, Polar y Cristal.

Anuncio de patrocinadores radiales y de TV (años cincuenta). Foto: Archivo de la autora.

Anuncio de patrocinadores radiales y de TV (años cincuenta). Foto: Archivo de la autora.

En el mercado interno cubano, la electrónica más importante fue la RCA Víctor. Representada en Cuba por la importadora local Humara y Lastra, propiedad de Miguel Humara y Julián, la preponderancia de RCA Víctor se extendería al audiovisual y a la discografía.

Las transnacionales electrónicas estadounidenses tendrían un amplio espectro de influencias en nuestro país. Patrocinaban, anunciaban, distribuían y comercializaban productos exclusivos en los mercados y proveían la tecnología básica de telecomunicaciones, discografía y video médico.

Por añadidura, en su carácter de accionistas de los consorcios de radiodifusión estadounidenses, legaron sus prácticas mediáticas y su modelo de organización industrial.

Tal fue la importancia de la RCA en la CMQ Radio antes de marzo de 1948 –fecha de inauguración de Radiocentro– que la fachada de su edificio en Monte y Prado poseía en letras de mampostería a relieve las siglas de CMQ y de RCA. Por si fuera poco, sus anuncios lumínicos rutilaban en los principales foros de grabación, junto a los de General Electric, Dumont y Philco.

El resto de los productores norteños representados por importadores cubanos compartían el patrocinio radial con nuestras pujantes firmas de licores o bebidas, las cigarreras e importantes entidades comunicativas que simultaneaban la investigación, el diseño, la realización y la producción de campañas, mensajes con fines mercantiles, planes de medios y proyectos mediáticos de variados géneros.

Las agencias publicitarias más poderosas sumaban a sus tareas esenciales la realización íntegra de los proyectos patrocinados por ellas, la contratación exclusiva de sus creadores e intérpretes (escritores, directores, músicos e intérpretes) y la producción de programas de disímiles formatos informativos, artísticos y promocionales insertados en la programación regular de radio y televisión.

Algunas productoras de programas no mediáticas, como Crusellas y Sabatés, superarían de tal forma el volumen productivo de las propietarias de radioemisoras que marcaron por largo tiempo la tendencia en los contenidos, en los estilos artísticos de géneros y formatos y hasta en los códigos simbólicos, culturales e ideológicos de nuestra programación habitual nacional.

Pese al impacto logrado por estas jaboneras en el imaginario social cubano, muchos ignoran que su afiliación a transnacionales foráneas encubría una modalidad hegemónica que garantizaba su impacto en los públicos locales.

Tras la fusión, las empresas cubanas conservaban su denominación original y convertían a su antiguo propietario en presidente nominal. Dejaban las decisiones mercantiles estratégicas a los ejecutivos estadounidenses.

Anuncio de patrocinadores radiales y de TV (años cincuenta). Foto: Archivo de la autora.

Crusellas, importante productora de jabonería y perfumería local, al replicar el modelo norteño, forja en su Departamentos de Radio y Televisión una importante productora de productos comunicativos, informativos y comunicativos radiales-televisivos cuyo poderío supera a las empresas mediáticas cubanas:

• Como agencia de comunicación integral, diseñaba productos comunicativos, estrategias y campañas, investigaba las audiencias y el mercado y patrocinaba al catálogo de sus productos en espacios y proyectos suyos o de terceros.

• Como productora radiofónica-audiovisual, concebía, realizaba y producía mensajes comerciales y proyectos artísticos realizados por su talento exclusivo: escritores, guionistas, directores, actores, actrices y músicos que alternaban roles en múltiples géneros, formatos y productos comunicativos.

Su pujanza se reveló en La cadena Crusellas, red radial virtual que emitía sus más importantes proyectos en tiempo real y, de manera simultánea, por las más influyentes cadenas capitalinas.

En el trasfondo de tal desarrollo, estaba la creciente importancia de la comunicación comercial aplicada a la radio cubana, donde se potenciaban numerosos ámbitos y gestores sociales afines. Ejemplos:

• Las primeras asociaciones gremiales nacionales fomentaron espacios docentes comunes al sector: Ejemplo: Escuela profesional de publicidad.

• La reglamentación y regulación de la cifra de anuncios máxima a incluir en cada proyecto radial.3

3La práctica establecía 15 minutos de anuncios en cada hora. Las estaciones principales empleaban 39 minutos, de ellos, 21 en música.

• El Código de ética radial elaborado en Cuba y que se aplica al año siguiente de implementarse el estadounidense, impacta en toda Iberoamérica.

• Nuestros propietarios, ejecutivos y especialistas radiales y publicistas fueron electos como funcionarios de organizaciones gremiales continentales.

En la radio fundacional de América Latina predominó la tendencia de concentrar la propiedad radial en la Iglesia y el Estado.

En Cuba –casi de manera absoluta– la propiedad electrónica se concentra en individuos y familias que alternan los roles de propietarios, ejecutivos, técnicos, comunicadores y artistas. La mayoría concebía la gestión mediática como un simple gestor de ganancias financieras.

Hasta 1959, las únicas radioemisoras cubanas que no pertenecieron al capital privado fueron las habaneras CMZ (propiedad del Estado y subordinada progresivamente al Ejército y al Ministerio de Educación) y la emisora Mil Diez, la única de su época que perteneció a un partido político de izquierda.

Nuestras iniciativas en la gestión radial fundacional generaron hitos mercantiles y tecnológicos tan importantes que, desde los propios años treinta obtuvimos el liderazgo en el universo latino. Esta jerarquía se sustentó en nuestros significativos aportes tecnológicos, comunicativos, simbólicos, artísticos y culturales.

En Cuba fue notorio el auge de las prácticas mercantiles-comunicativas del modelo de radiodifusión con fines comerciales. No obstante, rebasamos al propio patrón modelo del sector y nuestros medios electrónicos devinieron plataformas que expandieron el arte, la educación, la comunicación, la información y la ideología hacia los públicos de las zonas más recónditas del país y fuera de nuestras fronteras.

Esos contenidos y disciplinas nutrirían el universo cognoscitivo, cultural, simbólico y espiritual de gran parte de los cubanos, incluso de quienes tenían limitaciones para acceder a la educación y a la cultura.

Los cubanos generamos una inmensa transculturación mediática al utilizar los códigos y los formatos de la programación estadounidense como moldes donde volcamos las singularidades de nuestras esencias históricas-culturales afines a nuestra idiosincrasia.

Esta singularidad radiofónica dio lugar al modelo latino de producciones mediáticas que, al circular por América Latina, se arraigó en los países con raíces culturales comunes provocando un impacto mediático-cultural de grandes proporciones y dimensiones, que aún pervive en el imaginario colectivo del continente.

La vasta y polisémica adecuación cultural lograda en la relación forma-contenido de los principales géneros y formatos mediáticos se transformó en herramienta vital en nuestra resistencia cultural nacional a la Industria Cultural anglosajona, que amenazaba con suplantar, con sus símbolos, espiritualidad e ideología, las esencias de nuestra identidad histórica.

Vientos del Norte en el éter

Por su naturaleza y volumen, el estudio de la incidencia norteña en los contenidos mediáticos, espirituales, simbólicos e ideológicos cubanos merece una investigación independiente.

En este texto, solo abordamos algunas de las estrategias mercantiles, comunicativas y artísticas aplicadas por sus transnacionales en nuestro mercado electrónico fundacional. Ellas son la inversión directa de capital financiero, la participación de sus ciudadanos en la gestión mediática, la recepción de sus señales radioeléctricas y la promoción de sus producciones simbólicas.

Inversión de capital financiero y participación de ciudadanos estadounidenses

Hasta 1958, la mayoría de las alianzas y filiaciones detectadas entre nuestras entidades locales y foráneas consistieron en la colaboración tecnológica, la réplica del modelo de gestión industrial anglosajón y de sus prácticas mediáticas esenciales. Llama la atención que, pese a la estrecha relación entre ambos países, en nuestra radiodifusión se destacaran tan pocos ejemplos de esta categoría.4

4 Entre las radioemisoras cubanas de menor categoría que pertenecieron a ciudadanos estadounidenses, estuvo la CMBG Radio Atwater Kent, de John L. Stevens.

El 22 de agosto de 1922, Luis Casas Romero –capitán mambí, compositor, director de orquesta y radioaficionado– funda la 2LC, planta familiar que inaugura la difusión regular de nuestros contenidos radiales.

Las más importante de las primeras plantas fue la PWX –luego CMC– propiedad de la transnacional Western Electric, filial de la International Telephone and Telegraph Corp. (ITTC), que comenzó sus operaciones5el propio día de su inauguración oficial: 10 de octubre de 1922.

5 El director era el Ingeniero Jefe F. T. Caldwell, auxiliado por J. L. Taylor y H. Steward, de la sede neoyorquina. En la frecuencia 400 emitía su transmisor de 500 W, el más potente del país. En 1932, poseía los principales anunciantes y la mayor audiencia dentro y fuera de fronteras.

Compañía Cubana de Teléfonos, en águila y Dragones, La Habana.Foto: Internet.

Al declarar inaugurado a este medio de comunicación durante la ceremonia de apertura, el Estado le arrebató la primicia radial a la pionera de las plantas cubanas: la 2LC, .

Desde el Palacio Presidencial, el Presidente de la República leyó su discurso en idioma inglés, dirigido al pueblo norteamericano, durante una alocución que fue anunciada en la prensa escrita estadounidense y retransmitida por una emisora neoyorquina.6

6Sito en el edificio Walker-Lispenard, sede de la American Telephone and Telegraph Co.

La segunda emisión de la PWX ocurrió cuatro días después, cuando Robert E. Hollingsworth, Presidente del American Club de La Habana, leyó un discurso en inglés invitando a los estadounidenses a visitar Cuba.

La indignación nacional ante tal servilismo al imperio pervive hasta nuestros días. En 1934, durante el Gobierno de los Cien Días, el Secretario de Estado cubano, Antonio Guiteras Holmes, decreta la nacionalización de la mal llamada Compañía Cubana de Teléfonos y cancela la licencia de operación de su radioemisora, como justa y excepcional compensación histórica.

El 13 de marzo de 1952 se anuncia que un grupo norteño liderado por Elliot Roosevelt compraría RHC, Cadena Azul con capital cubano.7El 2 de abril siguiente, ante el Dr. José A. Mestre y el notario Manuel de Jesús Rodríguez, el norteamericano Edmund Chester firmó como principal adquiriente del holding de inversionistas vinculado a la NBC y a otras entidades de la Industria Cultural norteña.

7 Evaluada en 1,8 millones de dólares –más de la tercera parte del costo invertido en 1941– empleó 400 mil pesos cubanos para deudas y 600 mil en plazos. El 14 de febrero de 1954, Trinidad declaró a Bohemia: “La RHC comenzó a decaer cuando vino la TV. Este es un negocio peligroso. (…) Vendí RHC y no me han pagado todavía. Todo el pasivo que dejé ha sido ignorado (…)”.

La nueva cadena radial conserva parte de su denominación original al inscribirse como Radio Habana Cuba (RHC), siglas que también servirían de indicativo en lo adelante.

De comprobarse el rol de prestanombres del dictador, por parte de algunos de sus accionistas, esta sería la mayor apropiación mediática de Fulgencio Batista entre abril de 1952 y mayo de 1953 –un mes después del golpe de Estado militar liderado por él en marzo de 1952–.

En la RHC laboraron numerosos artistas, comunicadores y directivos. La trayectoria previa de algunos de sus principales ejecutivos revela la convivencia de estos con la dictadura, con el sector mediático-cultural norteño y con cubanos y estadounidenses experimentados en la televisión.

¿Cuáles habían sido las actividades realizadas antes por los ejecutivos de la empresa Radio Habana Cuba?

EE. UU.

Edmund Chester (Administrador general, consejero y coordinador de Relaciones Públicas). Entre 1933 y 1936, dirigió la agencia de noticias The Associated Press (AP) en La Habana. Entre 1936 y 1940, fue su Vicepresidente en América Latina. Durante la II Guerra Mundial, dirigió la División Internacional (Europa, Asia, África y América Latina) de la cadena radial-televisiva CBS. En 1948, dirigió el Noticiero y los Departamentos de Onda Corta y de Relaciones Latinoamericanas de la CBS (en New York), donde también era Vicepresidente. En el periodo 1950-1952, fue Director General de Noticias y de Relaciones Públicas de dicha cadena.8

8 En enero de 1954, publicó en EE. UU. el libro Un sargento llamado Batista, cuya versión radial se emitió desde el 18 de octubre de 1954, en Radio Siboney, La voz del indio (590 kc), propiedad de Fulgencio Batista, donde Chester fue Jefe de Propaganda.

Ben Marden (Director Ejecutivo). Tuvo como secretaria a Isabel Mc. Arthur. Propietario del teatro Playhouse (New York, EE. UU.), salió de RHC con un embargo judicial y deudas superiores a los 200 mil pesos cubanos.

Hugo Seiler (Coordinador General y Jefe de Operaciones por cuatro meses).

Clarence Alexander. Por doce años, había sido Jefe de Operaciones en la norteña NBC y Jefe de Televisión en la cadena Dumont.

Cuba

Roberto Smith Valdepares (Presidente y Director del Noticiero RHC).

René Navarro (Asesor de la presidencia). Representó a RHC en la Comisión de Ética Radial. Fue segundo Jefe de Publicidad en CMQ. En diciembre de 1952, renunció a la empresa y, junto a Francisco Gutiérrez, creó la publicitaria Navarro y Gutiérrez.