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«Esmeraldas: Cuentos mundanos» es una recopilación de relatos de Fray Mocho. Son los siguientes: «Los azahares de Juanita», «El ramito de nardos», «Las flores de sauco», «Acúsome padre», «Bajo el alerce», «El higo pintón», «Fruta prohibida», «Dramas del tercer patio», «La lección de lectura», «Los lunares de mi prima» y «Entre mi tía y yo».
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Seitenzahl: 51
Veröffentlichungsjahr: 2021
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Fray Mocho
Saga
Esmeraldas
Copyright © 1885, 2021 SAGA Egmont
All rights reserved
ISBN: 9788726641066
1st ebook edition
Format: EPUB 3.0
No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.
This work is republished as a historical document. It contains contemporary use of language.
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Mirar los blancos azahares con que se coronan las nóvias en tren de matrimonio, y sentir una carcajada cosquillearme en la garganta, es todo uno.
Y esto me sucede, no porque sea un cotorrón canalla y descreido, sino porque me acuerdo de Juanita la hija de nuestra vecina doña Antonia, que se casó con mi tio Juan Alberto.
¡Qué impresion sentí cuando la ví coronada de blancas flcres de naranjo, emblema de la pureza, á aquella pícara, y graciosa muchacha con quien habia trincado tanto en el jardin de mi casa!
Vino á mi mente con toda claridad, la tarde aquella en que por vez primera nos dimos un beso, que fué el incubador de los millones en gérmen que Juanita escondía en las extremidades de su boquita rosada.
***
Segun costumbre, Juanita y yo— dos muchachos de 13 años—habiamos ido al jardin en busca de violetas, durante una templada tarde de Agosto.
Allí, sentados á la sombra de los grandes árboles, escudriñábamos entre las hojas verdes, buscando las pequeñas flores fragantes.
Examinábamos la misma mata y derepente nuestras manos se encontraron sobre el tallo de una gran violeta nacida al reparo de una piedra, que yo me apresuré á cortar.
— Qué linda ... dijo ella, dámela!
— No ... es para mi ramo!
— Dámela, me repitió, pero esta vez con un tono tal, que me obligó á mirarla á la cara ... no seas malo!
Ysus ojos negros fijándose en los mios me hicieron esperimentar algo de que aun no me doy cuenta.
— ¿No me la dás? ... volvió á preguntarme.
Ycomo yo al mirarla me sonriera, se rió ella mostrándome sus pequeños dientes blancos miéntras exclamaba con un tono de reproche ... Malo!
— Y si te la doy ¿qué me das á mí? le pregunté mirándola fijamente.
— Dámela! volvió á decirme, queriendo arrebatarme la codiciada flor y sin responder á mi pregunta.
— Bueno ... ¿qué me dás?
— Si no tengo nada que darte!
Y se puso encendida.
— Dáme un beso! ... Quiéres?
— Gran cosa! ... ¿Y me dás la violeta esa?
— Sí! ... no! ... Dáme dos besos y te la doy!
— No ... no quiero ... [nos van á ver! ... Dámela! ... ¿Quieres?
— No nos vén ... nos vamos allá ... á la glorieta! Y me acuerdo que sin saber cómo, me encontré teniendo una de sus manecitas lindas, entre las mias.
— No ... no ...
— Vamos ... te la doy!
Y al decirle esto la tomé de la cintura para hacerla levantarse.
Se puso de pié y como yo le hubiera hecho cosquillas, se reía.
Riéndose me siguió.
***
Nos sentamos en un banco perdido entre el follage, uno al lado del otro.
— Bueno ... dáme la violeta primero, me dijo.
— Qué esperanzas! ... Primero los besos ...
— No, no, ... me vas á hacer trampa.
— Bueno ... los dos á un tiempo entónces!
— Oh! ¿Y cómo?
— Vos tomas la violeta del tronquito y cuando me dés los besos, la largo.
Asi lo hicimos, pero yo recibí los besos y no largué el tronquito.
— Tramposo!
Y se dejó caer á mi lado haciéndose la que lloraba.
— Si no me los has dado! Yo fuí el que te los di ...!
— Pues no! ... Es lo mismo despues de todo ...!
Y yo pasé mi brazo al rededor de su talle aun no bien formado, yendo á poner mi mano sobre su corazoncito que sentí latía tan ligero como el mío, sintiendo á la vez otra cosa que me deleitó tocar.
— Bah! ... mano larga! ... me dijo y riéndose porque le hacia cosquillas ... déjame!
Como yo continuara se echó para atrás descubriendo su cuello terso y se rió con toda franqueza, entrecerrando sus ojos negros.
Yo me levanté sin retirar mi mano de sobre su corazoncito que seguía latiendo apresurado y estirándome hasta alcanzar su boca entreabierta traté de juntar con los mios sus lábios rojos y húmedos.
Sentí que me pasaba la mano por el cuello y reteniendo su cabeza junto á la mía, me besaba sin contar cuantas veces lo hacía.
No sé lo que pasó por nosotros, sólo recuerdo que cuando adquirimos conciencia de nuestra situacion, nos hallábamos fuera del banco, envueltos entre las madreselvas de la glorieta, que nos embriagaban con la fragancia de las flores.
***
Y olvidamos la gran violeta crecida al reparo de la piedra, pero no la escena de la glorieta.
Todas las tardes íbamos á ella con pretesto de hacer nuestros ramos y la abandonábamos trás largo rato, llevando las flores tal como las habíamos traido.
Despues, hombre yo y mujer ella, muchas veces nos hallamos en la glorieta querida con el mismo pretesto que cuando niños!
***
El destino nos separó y volví á verla recien la noche de su casamiento con mi tio Juan Alberto, coronada de blancos azahares.
Al verlos, recordé la glorieta verde del jardin de mi casa y por eso me impresioné tanto; por eso exclamé lo que siempre repito cuando veo una nóvia con su corona blanca.
— Ah! ... los azahares! ... representan la pureza!
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Tres meses hacía que Rosita, una íntima de mi mujer, y yo, sosteníamos unas relaciones algo más que amistosas, á encondidas ella de su consorte y yo de la mía.