Estereotipos hispano-alemanes en la literatura de viajes del siglo XIX - María José Gómez Perales - E-Book

Estereotipos hispano-alemanes en la literatura de viajes del siglo XIX E-Book

María José Gómez Perales

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Beschreibung

'Estereotipos hispano-alemanes en la literatura de viajes del siglo XIX', de María José Gómez Perales, examina cómo los relatos de viaje de autores españoles y alemanes de esa época reflejan y configuran las imágenes mutuas entre ambas culturas. Esta obra traza un panorama histórico que explica la formación del estereotipo del "español" en el imaginario alemán y, a su vez, la percepción de Alemania en la España decimonónica. Su contribución más destacada radica en este análisis histórico, complementado por un enfoque comparativo que enriquece la comprensión de las relaciones interculturales entre ambos países.

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Seitenzahl: 588

Veröffentlichungsjahr: 2025

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Encuentros: Culturas y Literatura

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DIRECCIÓN:

Laura Monrós-Gaspar (Universitat de València)

Rosario Arias Doblas (Universidad de Málaga)

CONSEJO EDITORIAL:

Yolanda Arencibia Santana (Universidad de las Palmas de Gran Canaria)

Antonio Ballesteros González (UNED)

José Ramón Bertomeu Sánchez (Universitat de València)

M.ª Pilar Blanco (University of Oxford)

Miriam Borham Puyal (Universidad de Salamanca)

Pura Fernández Rodríguez (CSIC)

Rafael Gil Salinas (Universitat de València)

Jo Labanyi (New York University)

M.ª Jesús Lorenzo Modia (Universidade da Coruña)

Kate Mitchell (The Australian National University, Canberra)

Eugenia Perojo Arronte (Universidad de Valladolid)

Ermitas Penas Varela (Universidad de Santiago de Compostela)

Patricia Pulham (University of Surrey)

Pedro Ruiz Castell (Universitat de València)

Miguel Teruel Pozas (Universitat de València)

Esta monografía se enmarca en el proyecto de investigación «Construcción imagológica de España en la odepórica femenina de lengua alemana: sistematización desde una perspectiva de género» (CIAICO2022/105), financiado por la Conselleria de Educación, Universidades y Empleo de la Generalitat Valenciana (2023-2025).

 

 

Esta publicación no puede ser reproducida, ni total ni parcialmente, ni registrada en, o transmitida por, un sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni por ningún medio, ya sea fotomecánico, fotoquímico, electrónico, por fotocopia o por cualquier otro, sin el permiso previo de la editorial. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

© María José Gómez Perales, 2025

© De esta edición: Universitat de València, 2025

Publicacions de la Universitat de València

Arts Gràfiques, 13 • 46010 València

http://puv.uv.es

[email protected]

Coordinación editorial: Juan Pérez Moreno

Corrección y maquetación: Letras y Píxeles, S. L.

Diseño de la cubierta: Quinto A. Estudio Gráfico

ISBN: 978-84-1118-578-3 (papel)

ISBN: 978-84-1118-579-0 (ePub)

ISBN: 978-84-1118-580-6 (PDF)

Edición digital

Toda nación es antes que nada una ficción.

DEBORA GERSTENBERGER (2007)

El viaje tiene las mismas raíces y efectos que el estudio: en ninguna otra situación surge el saber más espontáneamente que en el viaje, que, a impulsos de la admiración, provoca esa reflexión indagadora.

MIGUEL ÁNGEL VEGA CERNUDA (2009)

Índice

Introducción

1. «El español» y «el alemán» en las tablas etnográficas del siglo XVIII

2. Estereotipos mutuos hispano-alemanes

3. Viajeros alemanes en España en la primera mitad del siglo XIX

4. Emil Adolf Rossmässler y su relato de viaje Reise-Erinnerungen aus Spanien

4.1. La descripción del paisaje

4.2. El clima español

4.3. Ciudades españolas: el encuentro con la otredad

4.4. Fisonomía y carácter españoles

5. Viajeros españoles en Alemania en la primera mitad del siglo XIX

6. El Viage científico y pintoresco por Alemania de Joaquín Ezquerra del Bayo

6.1. El clima y el paisaje alemanes

6.2. Ciudades alemanas: el encuentro con la otredad

6.3. Visitas mineras y procesos técnicos

6.4. Fisonomía y carácter alemanes

A modo de resumen

Bibliografía

Fuentes

Otras fuentes consultadas

Estudios

Introducción

Poder referirnos al hecho de ser «español» o «alemán» forma parte de una tradición escrita secular de hondas raíces en el ámbito europeo, en la que encontramos una serie de estereotipos que caracterizan o definen a los diferentes pueblos de Europa. Al mismo tiempo y desde una dimensión, ya no nacional, sino estrictamente humana, el hombre se define siempre con relación a otro. La alteridad, entendida como la percepción de lo ajeno, está en la base de la interculturalidad. Mirar, sentir y experimentar suceden en el lugar de la individualidad, no obstante, el individuo está inextricablemente unido a su origen espaciotemporal, a su país y a su época, a los que lleva consigo allá adonde va. El viaje, como desplazamiento físico, es una experiencia muy propicia para analizar qué nos distingue, nos sorprende, nos admira o nos emociona de aquello que se despliega ante nosotros y que pretendemos asimilar en un proceso de reflexión en el que quedan al descubierto los condicionantes históricos y políticos, las influencias de las corrientes sociales del momento y el bagaje cultural que poseemos. El relato de viaje, por su parte, es proceso más que resultado, ya que atestigua la vivencia y da cuenta de la experiencia de la percepción de lo ajeno, en tanto que esta se produce. La cultura de partida que uno posee es una premisa que condiciona la experiencia de la alteridad, de aquello que no nos es familiar, y que asimilamos desde un modelo de percepción y de juicio determinados (Brenner, 1990). Esta premisa no había sido tenida en cuenta hasta los años ochenta, en los que gracias a trabajos como los de A. Wierlacher (1983) se empieza a hablar del aspecto intercultural en el análisis literario y de una hermenéutica de lo ajeno, que es entendida como una experiencia estética de lo que nos es, desde el punto de vista cultural, extraño. Hans-Jürgen Lüsebrink (2005), en su ensayo Comunicación intercultural (Interkulturelle Kommunikation), dedica un capítulo a la percepción de lo ajeno (Fremdwahrnehmung) en el que teoriza y sistematiza este tema. El punto de partida es la idea de que lo que nos es ajeno está irremisiblemente enlazado con lo que nos es propio. Ya sea de forma personal o colectiva, la imagen de identidad que tenemos de nosotros mismos, tanto como individuos como de comunidad, está inevitablemente unida a la imagen de lo que nos es extraño, a la imagen del otro, a la del extranjero. Las imágenes de lo ajeno son para el autor construcciones sociales que están conectadas con la representación de nosotros mismos y con su problemática. En este sentido, la fascinación o el rechazo1 que estas imágenes ajenas nos suscitan son dos polos que revelan la propia constitución de lo que nos es propio. El autor señala cómo esta relación aparece de manera explícita y especialmente virulenta en el contexto del discurso nacionalista del siglo XIX y de la primera mitad del siglo XX, épocas en las que la identidad nacional y la construcción de enemigos nacionales son temas de primer orden. Lüsebrink cita un texto de 1813 del ideólogo y propagandista del nacionalismo alemán Ernst Moritz Arndt, que de manera elocuente ilustra esta primaria oposición entre lo propio y lo ajeno para fundamentar el nacionalismo:

Aquel que se entrega y practica lo foráneo no aprende lo suyo propio o lo olvida. Su mente se confunde y oscurece demasiado pronto por lo distinto y diferente y es atraído a costumbres extranjeras; adopta una forma de vida ajena, un amor ajeno y un odio ajeno, y en el futuro ya no puede captar con toda su alma la naturaleza y el amor de los suyos y de su tradición. Su vida interior ha adquirido, desgraciadamente, una forma extraña, y ha perdido el vigor y la gloria de la vida con los que podría haber permanecido y trabajado enérgicamente entre su pueblo.2

A pesar de que el texto de Arndt, titulado Sobre el odio nacional y el uso de una lengua extranjera (Über Volkshass und den Gebrauch einer fremden Sprache), aparece en el contexto de las guerras napoleónicas y por tanto son los franceses los que representan esa otredad a la que se ha de infravalorar, en tanto que es percibida como una amenaza, en realidad la idea se le puede aplicar a cualquier Otro que difiera de la idea de lo propio, de la propia nación y mentalidad, que consecuentemente se ven revalorizadas en esta comparación. También Francia y los franceses durante la contienda que tuvo lugar en los primeros años del siglo XIX representan esa otredad frente a la que supuestamente se construye el «yo español», como bien destaca Álvarez Junco (2025: 32):

El conflicto bélico que se desarrolló en la Península Ibérica entre 1808 y 1814 fue de gran complejidad. Pero no hay duda de que, no sólo al ser mitificado como gran gesta nacional, sino incluso durante el desarrollo de los acontecimientos, quienes dirigieron la lucha contra José Bonaparte se embarcaron en una retórica que lindó enseguida con lo nacional. Desde el primer momento se dijo que la rebelión se hacía en defensa de «lo nuestro», «lo español», la dignidad o libertad de «la patria», y quienes se oponían a Napoleón fueron llamados «patriotas».

En el polo opuesto estaría, como hemos dicho anteriormente, la fascinación por la otra cultura, que revelaría las deficiencias de la propia. Resulta chocante que sea precisamente la imagen de Francia la que unos años antes había representado para muchos intelectuales alemanes ese lugar: una fascinación tanto por el estilo de vida francés –savoir-vivre– como por todo lo relacionado con el orden político de ese país, considerado más democrático y más libre. De nuevo, Lüsebrink (2005: 83) ilustra con una cita paradigmática esta idea. Se trata de un texto del escritor y científico Georg Forster del año 1793: «Para nosotros, París es la única norma de perfección, el orgullo de la nación, la estrella polar de la República. Sólo ahí hay movimiento y vida, ahí hay novedad, invención, luz y conocimiento. [...] Las leyes del gusto y de la moda se dan y promulgan en París desde hace un siglo...». Por parte española y en ese mismo momento histórico, no podemos dejar de nombrar, en este sentido, a los afrancesados, que representaron de manera paradigmática la identificación no solo con los valores de la Ilustración francesa frente a la cerrazón española, sino también unos ideales políticos que estaban en las antípodas del absolutismo español. En palabras de Álvarez Junco (2015: 123):

Los reformistas ilustrados podían muy bien ser descritos como patrióticos, no sólo por los esfuerzos que estaban haciendo por potenciar una cultura oficial que muy bien puede describirse como prenacional, sino porque, al seguir el modelo administrativo y cultural francés, lo que pretendían era fortalecer la organización política de la monarquía hispánica y levantar el decaído prestigio del país. Pero su programa político, además de atacar muchas instituciones tradicionales, […] requería el desarraigo de muchos valores y rasgos culturales heredados, tales como la influencia del clero o el deshonor asociado a los trabajos manuales; y la reacción de los medios conservadores atribuyó las reformas al «afrancesamiento» de la corte y los gobernantes, frente a lo cual opuso la defensa de lo que consideraron tradiciones «propias».

En otro orden de cosas, tenemos que señalar que el interés por la literatura de viajes se ha visto incrementado en los últimos tiempos3 en el marco de los estudios sobre xenología, es decir, en aquellos que tratan la percepción de lo ajeno, y dentro de este campo en el ámbito de la interculturalidad. Numerosos trabajos tienen su foco de investigación en el contraste con esa otredad que representa la alteridad cultural, principalmente de otra nación, como hemos visto anteriormente. Peñate Rivero (2004: 27), estudioso de la literatura de viajes, sintetiza de forma precisa la relación del relato de viaje con la interculturalidad:

El relato viajero pone en contacto, casi por definición, al menos dos ámbitos humanos y socioculturales además de geográficos, históricos, arquitectónicos, etc. Ello implica en cada caso una reflexión sobre la confrontación de dos alteridades, el estudio del intercambio lingüístico y semiótico en general, así como el modo de elaboración de los textos (gestación, composición, edición) y de su difusión y recepción tanto en el momento de su aparición como posteriormente.

Por otra parte, en el proceso de asimilación de las imágenes de lo ajeno intervienen numerosos factores que tienen que ver con las experiencias socioculturales propias, así como con los conocimientos geográficos e históricos, pero también con los sentimientos, las expectativas sobre las que hemos formado esa imagen y con el contacto directo o indirecto con ese otro país. Obras de carácter etnográfico, geográfico-histórico o sociológico, así como los relatos de viaje, los ensayos, etc. que hayamos leído. Todo ello interviene en el proceso de asimilación de la nueva realidad que observamos. En este sentido, Stanzel (1998: 93-94) se pregunta: «¿Qué relación guarda con la realidad la imagen que los viajeros nos transmiten de los países extranjeros y sus habitantes?», para recurrir en su respuesta al crítico de arte y teórico de la percepción Ernst Gombrich,4 que en su obra Arte e ilusión (Art and Illusion) escribe: «Vemos lo que sabemos». No obstante, Stanzel hace la matización de que el bagaje de lo que conocemos sobre el país o la zona a la que viajamos no siempre amplía el horizonte de expectativas, a veces las limita, porque nos condiciona: «Desde un punto de vista imagológico, la información previa que un viajero lleva consigo a un país extranjero no amplía necesariamente su horizonte de percepción; en determinadas circunstancias puede incluso estrecharlo».5 Según Lüsebrink (2005: 88), hay una serie de conceptos, como el tipo social, la tipificación cultural, el estereotipo o cliché, los lugares comunes, los mitos o los prejuicios, que representan todos ellos un reduccionismo en la forma de asimilar lo que nos es extraño y se ponen de manifiesto y se expresan, entre otras maneras, como anécdotas, refranes, frases hechas, chistes y caricaturas. Nos interesa especialmente referir el origen de la palabra estereotipo y su significado:

El periodista estadounidense Lippmann, creador del término estereotipo (adoptado de la imprenta) en 1922, los denominó «imágenes en nuestra cabeza» del mundo exterior [...] Estas imágenes se expresan con características muy simplificadas (o clichés), que pueden implementarse textual y/o visualmente, así como en tipos sociales o tipificaciones. Se distingue entre autoestereotipos (imágenes estereotipadas de uno mismo, por ejemplo, de un grupo) y heteroestereotipos (imágenes de los demás).

No obstante, y a pesar de este reduccionismo, el autor reconoce que los estereotipos son necesarios cognitivamente y sirven para orientarse, de forma tanto individual como social. D. Gerstenberger (2007: 28) es de la misma opinión cuando escribe: «Los estereotipos son constitutivos de la identidad de todo grupo social, ya sea un pueblo, una región o una nación, y cumplen funciones sociopsicológicas vitales». En este mismo sentido se expresa también M. A. Vega (2008: 15-16): «Hay que reconocer en el estereotipo una base de sana racionalidad: la de pretender ser una explicación con fines utilitarios de las realidades humanas».

Si nos preguntamos por lo específico de las experiencias hechas por viajeros de habla alemana en España, y en menor medida de habla española en Alemania, nos encontramos con un proceso paulatino de conocimiento y de acercamiento de dos culturas. En los siglos XVI y XVII, la mayoría de los viajeros lo hacen por motivos políticos, militares o diplomáticos, debido a las estrechas relaciones familiares entre la rama española y alemana de los Habsburgo. Los relatos de esta época temprana (hasta aproximadamente mediados del siglo XVIII) pueden considerarse como antecedentes de un fenómeno que irrumpe con la Ilustración, se extiende en el siglo XIX y se masifica en el siglo XX: la cultura del viaje como medio de formación, de introspección personal, de evasión o de entretenimiento. Para nuestro estudio es relevante centrar la atención en el descubrimiento y la revalorización de la cultura española a partir de Herder en el siglo XVIII y del clásicismo-Romanticismo de Weimar/Jena a principios del siglo XIX. Alrededor de 1800, el modelo clasicista de la Ilustración francesa se ve sustituido por una verdadera moda de lo español, que condiciona la mirada del viajero alemán.

Los relatos de viaje del alemán Emil Adolf Rossmässler y del español Joaquín Ezquerra del Bayo, Recuerdos de un viajero por España (Reise-Erinnerungen aus Spanien) de 1854 y Viage científico y pintoresco por Alemania de 1847, respectivamente, son las aportaciones de dos científicos del siglo XIX a la literatura odepórica, que en este siglo experimenta un auge que se ve reflejado en numerosas publicaciones. Estas dos obras tienen en común el hecho de que sus autores son científicos, no obstante, son conscientes de la importancia del contraste cultural que su experiencia de viaje comporta. Por esta razón, se ven impelidos a comunicar estas vivencias y las dan a conocer paralelamente a sus publicaciones especializadas sobre el objeto de estudio que los había llevado a España o Alemania, respectivamente –la malacología en el caso de Rossmässler y la minería por parte del español–. Veremos en qué medida estas obras dan cuenta de la preexistencia de los estereotipos sobre españoles y alemanes vigentes en la época. No obstante, es necesario, por una parte, realizar previamente un recorrido histórico para comprender la formación de estos dos estereotipos, y, por otra, seguir también el origen de los respectivos heteroestereotipos, lo que hemos llamado «estereotipos mutuos hispano-alemanes». Asimismo, es importante considerar los relatos de viaje de alemanes en España y de españoles en la Confederación Germánica, contemporáneos de los dos autores que nos ocupan, para rastrear la existencia y el tratamiento dado a los respectivos heteroestereotipos. Por lo tanto, este trabajo presenta una estructura paralela. Por una parte, estudiamos los relatos de viaje de los contemporáneos de E. A. Rossmässler, para pasar después a analizar las memorias sobre su viaje a España. Por otra parte, estudiamos los relatos de viaje de los contemporáneos de J. Ezquerra del Bayo, que viajaron también a algún lugar de la Confederación Germánica, para analizar después el diario de viaje del ingeniero español.

1 Brenner señala en este sentido: «Incluso la confrontación con lo “desconocido” no tiene por qué conducir necesariamente a resultados agradables. Los largos siglos de expansión europea y las migraciones modernas nos han enseñado que existen diversas formas de contacto cultural, y parece razonable suponer que el conflicto violento es mucho más frecuente que el acercamiento amistoso» (2011: 19).

2 Lüsebrink (2005: 84). La traducción de esta cita, así como la de todas las citas presentes en esta obra, son traducción de la autora.

3 Dos instituciones tan importantes como son la Biblioteca Nacional de España y el Instituto Cervantes disponen en sus páginas web de sendos portales virtuales reservados para la literatura de viajes, lo que es un indicio de la relevancia de este tipo de textos en la actualidad. Véanse: <https://www.bne.es/es/Micrositios/Guias/Viajes/LibrosenBNE/> y <https://cvc.cervantes.es/literatura/viajeros/default.htm>.

4 E. Gombrich: Art and Illusion. A study in the psychology of pictorial presentation (Arte e ilusión. Estudio sobre la psicología de la representación pictórica). Londres, 1968, p. 251.

5 F. Stanzel: Europäer. Ein imagologischer Essay (Europeos. Un ensayo imagológico), 1998, p. 94. El español Julio Peñate Rivero expresa la misma idea con relación a cómo nos puede condicionar el bagaje de lecturas o prejuicios respecto al lugar que vamos a visitar: «El viaje actúa, así como un formidable reactivador de la propia biblioteca, pero también puede suceder que las lecturas previas, las malas lecturas, los prejuicios, lleguen a oscurecer e incluso a impedir una apreciación adecuada, una lectura “correcta” del lugar». Peñate Rivero: «La biblioteca de viaje por Europa en dos autores españoles del siglo XX: Ramón de Mesonero Romanos y Enrique Gil y Carrasco» (2009: 1).

1. «El español» y «el alemán» en las tablas etnográficas del siglo XVIII

El trabajo de Franz K. Stanzel Europeos. Un ensayo imagológico (Europäer, ein imagologischer Essay), al que ya nos hemos referido en la introducción, estudia el aspecto social de los estereotipos de las naciones europeas que aparecen en dos tablas etnográficas del siglo XVIII, las conocidas como Litografía de Leopold (Leopold Stich) y la Tabla etnográfica de Estiria (Völkertafel), cuyo origen investiga B. Raposo en su artículo «Las tablas etnográficas del siglo XVIII y su génesis» (2011). En esta última investigación se hace un recorrido exhaustivo desde los autores de la antigüedad grecorromana, pasando por la Edad Media, hasta llegar al siglo XVIII, para rastrear el origen de los estereotipos que aparecen fijados en esas tablas etnográficas. Se trata de una litografía realizada por Friedrich Leopold en Augsburg, que data aproximadamente de 1725, y de un cuadro al óleo, anónimo en este caso, que se conoce como Tabla etnográfica de Estiria o Völkertafel (figura 1.1). En ambas tablas aparecen diez imágenes masculinas, hombres ataviados de forma característica que representan de manera prototípica a diez naciones europeas. Debajo de estas imágenes aparecen sus correspondientes gentilicios ordenados aproximadamente de oeste a este y de sur a norte, así se despliega la coordenada horizontal que comienza con España y acaba con Turquía y Grecia, que aparecen juntas. La relación es como sigue: español, francés, italiano, alemán, inglés, sueco, polaco, húngaro, ruso y turco o griego. A la coordenada horizontal se le añade la coordenada vertical en la que aparece una lista de diecisiete características. Raposo (2011: 29) nos guía para mirar estas tablas sin perder ninguna interpretación posible:

Leídas de manera horizontal ofrecen la perspectiva comparatística típica de la literatura etnográfica, lo cual se refleja a veces en la gramática, con formas comparativas o superlativas. Por ejemplo: la naturaleza del sueco es calificada de «cruel»; la del polaco, de «aún más salvaje»; y la del ruso, «la más cruel». El culto divino del español es «el mejor»; el del francés, «bueno»; el del italiano, «algo mejor»; y el del alemán, «el más devoto». En cambio, la lectura vertical ofrece el retrato completo de una nación y exige un mayor esfuerzo de combinación de conceptos, que a veces pueden resultar contradictorios, o simplemente inconexos; sobre todo cuando aparece una forma comparativa o superlativa cuyo término de comparación no se conoce si no se consulta la casilla anterior en sentido horizontal.

Posteriormente, destacaremos las dos columnas que nos interesan en nuestro estudio, que atañe al español y al alemán. Sin embargo, no podemos dejar de referir el erudito recorrido que de manera retrospectiva realiza Raposo sobre la génesis de estas tablas, ya que en él reconoceremos aspectos esenciales sobre cómo se lleva a cabo el proceso de formación de estereotipos. Esta investigadora explica e ilustra con ejemplos cómo para Heródoto, en el contexto de la expansión griega y en el contacto con otras culturas de Asia, los egipcios, escitas o indios representan esos otros diferentes, que hablan otras lenguas desconocidas, esos que no son como «nosotros» y pasan por ello a ser «bárbaros».1 Para los romanos, sin embargo, esos bárbaros son los pueblos germánicos:

En época romana nos encontramos con el primer tratado puramente etnográfico en la Germania de Tácito (98 d. C.), que es una colección de lugares comunes que se habían ido acumulando desde hacía tiempo sobre los bárbaros del norte. […] Lo que le interesa (a Tácito) es establecer un contraste, una oposición con el mundo romano, variando a su conveniencia la valoración de los germanos en sentido negativo o positivo:2 o como un pueblo retrasado y primitivo o como amante de la libertad, sencillo y puro. Los germanos se convierten en sucesores de los escitas, de los galos y de los celtas, para lo bueno y para lo malo, ya que las cualidades que se les atribuyen son ambivalentes. (Raposo, 2011: 26).

FIGURA 1.1

La denominada Tabla etnográfica (Völkertafel), también conocida con el nombre Breve descripción de los pueblos situados en Europa y sus características (Kurze Beschreibung der in Europa befintlichen Völckern und Ihren Aigenschaften). El cuadro data de alrededor de 1725 en la región de Steiermark (Austria).3

Es importante para nuestra investigación destacar aquí la cita que Raposo (2011: 26) ofrece en su trabajo sobre las palabras que Tácito dedica a los germanos: «Si cedieras a su embriaguez, dándoles cuanto desean, podrías vencerlos más fácilmente por sus vicios que por las armas». Y en la obra Germania de Tácito (1975: 2) podemos leer:

Pasarse todo el día y toda la noche bebiendo no es una desgracia para nadie. Las numerosas rencillas –como ocurre entre los borrachos– rara vez se resuelven sólo con palabrotas, sino más a menudo con asesinatos y heridas. Pero también se discute sobre la reconciliación mutua de los enemigos, el establecimiento de hermandades y el reconocimiento de los jefes y, en definitiva, sobre la paz y la guerra, sobre todo en los banquetes, porque la mente no es en ningún momento más accesible a los pensamientos simples ni más iluminada para los complejos.

Es relevante referir aquí las matizaciones que Stanzel (1999) ofrece sobre el estereotipo de la adicción a la bebida atribuida a los germanos en la Germania de Tácito, ya que según el estudio de Norden La prehistoria germánica en la Germania de Tácito, que Stanzel cita, este estereotipo puede ser considerado un «motivo itinerante» (Wandertopos),4 esto es, como un lugar común que se va trasmitiendo a lo largo de la historia. En este caso concreto, el gusto por la embriaguez les es atribuida a los pueblos bárbaros por parte de un pueblo que se considera civilizadamente superior. De esta forma Norden demuestra cómo las palabras que Heródoto, un griego, atribuye a los persas en este sentido, son casi las mismas que Tácito, un romano, utiliza para describir esta supuesta costumbre de los germanos.5 A pesar de esta objeción y de la importancia que el concepto de «motivo itinerante» (lugar común que se va transmitiendo a lo largo de la historia) tiene a la hora de relativizar o cuestionar hasta qué punto las características descritas sobre un pueblo en una fuente escrita están basadas solo en otra fuente o en la experiencia autóptica, la obra de Tácito Germania tiene una importancia capital, si se pretende entender la imagen que de los alemanes se ha ido forjando a lo largo de los siglos a través de los textos y cómo se ha recurrido a ellos para reivindicar aspectos nacionalistas, ya tuvieran estos un afán emancipador, como en el siglo XIX, ya imperialista, como sucedió en el XX.6

Ya en la Edad Media, y siguiendo el hilo conductor del trabajo de Raposo (2011), nos encontramos con una organización de los pueblos que tiene que ver con la religión y que deriva en el concepto de «pueblos elegidos», excelencia que se transmite en la literatura7 a través de la figura retórica del autoelogio, y de cuyos ejemplos se vale la autora para referir diferentes «autoalabanzas estereotipadas», asociadas generalmente al propio pueblo cuando es positiva y de forma negativa cuando se trata de «otro pueblo», del extranjero. De esta manera, los francos son definidos como «un famoso pueblo, consagrado por Dios, fuerte en las armas, valeroso, rápido y austero»; los italianos, sin embargo, como estúpidos en comparación con los bávaros, que son calificados de «listos». Un buen ejemplo del autoelogio lo encontramos en el «Laus Hispaniae» de San Isidoro de Sevilla:

Tú eres, oh, España, sagrada y madre siempre feliz de príncipes y de pueblos, la más hermosa de todas las tierras que se extienden desde el Occidente hasta la India. Tú, por derecho, eres ahora la reina de todas las provincias, de quien reciben prestadas sus luces no sólo el ocaso, sino también el Oriente.8

Hemos dado un salto, pasando de la perspectiva romana, que necesitaba diferenciarse de sus vecinos del norte, los bárbaros, a la autoalabanza de algunos de esos pueblos, que a su vez utilizan algunos de los epítetos que los romanos tenían para sí mismos, ejemplos que dan cuenta del carácter binario y antagónico que es intrínseco al autoestereotipo y al heteroestereotipo. En este sentido, D. Gerstenberger (2007: 27-28) resume en dos reglas sociológicas la esencia de los estereotipos: la primera nos enseña que lo propio solo se perfila con lo ajeno; la segunda, que las características que son elegidas por un pueblo para autodefinirse son aquellas, según las cuales, el otro sale peor parado y sin embargo él es especialmente destacado. De esta forma podemos resumir que la estructura básica que subyace tras el estereotipo es dual y se ejemplifica en la frase: «Nosotros somos mejores que los otros».9 Si calificamos al otro como «holgazán», por ejemplo, es porque nos vemos de forma implícita como «trabajadores aplicados».

Raposo refiere cómo la literatura10 sigue siendo, en los inicios de la Edad Moderna, el medio en el que los estereotipos de los pueblos aparecen y se consolidan, como podemos comprobar en la obra de Ioannes Boemus,11 de 1520, Las costumbres, leyes y ritos de todos los pueblos (Omnium Gentium Mores, Leges et Ritus), que ofrece información sobre distintos pueblos, desde Etiopía o Egipto en África hasta la India o Persia en Asia, pasando por España o Alemania12 en Europa –América, sin embargo, no está contemplada en la obra–. Esta información ha sido en gran parte extraída únicamente de lecturas, no de viajes o de datos empíricos, y hay una tendencia a clasificar, comparar y elaborar listados, como sucederá más tarde en las tablas etnográficas. Stanzel destaca, no obstante, el hecho de que en la obra de Hans Böhm se combinen las fuentes literarias, la Germania de Tácito, por ejemplo, al que nombra en numerosas ocasiones en el tercer apartado de la obra,13 con las fuentes empíricas (Stanzel, 1998: 56), sobre todo cuando el autor habla de su Franconia natal.14 A pesar de que la obra de Ioannes Boemus fue traducida del latín a otras lenguas y de que se publicaron numerosas ediciones en todas ellas, no se encuentra sorprendentemente una versión en alemán en los años posteriores a su primera publicación, lo que sí sucede por ejemplo en inglés, cuya edición de 1611 tomamos como referencia para las siguientes citas que nos parecen relevantes. La primera está relacionada con el aspecto físico de los alemanes, que de una manera estereotipada ha permanecido hasta nuestros días: «Los Germanos [...] Sus ojos son (en su mayor parte) azules, parecen estrellas, y su pelo es rojo o amarillo, son altos de estatura, y naturalmente muy corpulentos y con gran razonamiento en todas sus empresas [...]».15 Como indica Stanzel (1998: 38), la comparación entre los distintos pueblos o nacionalidades a la hora de describirlos es un recurso muy utilizado en los textos medievales y de la época moderna, ya se trate de enciclopedias, diccionarios históricos, tesauros o ensayos. En la obra de Boemus encontramos este recurso de forma repetida, al decir que «Alemania es hoy tan agradable y tan rica de todas las cosas, tan embellecida, fortalecida y adornada, con ciudades famosas, castillos fuertes y edificios majestuosos, que no es inferior ni a Francia, ni a España, ni a Italia. […] y es igual a cualquier otro país en lo que respecta a toda clase de metales, sí, igual a toda Italia, Francia y España».16 Como ya hemos señalado anteriormente y como podemos comprobar en la reproducción de la tabla etnográfica que hemos ofrecido más arriba, las características de los diferentes pueblos aparecen en muchos casos en términos comparativos, continuando de esta forma con ese esquema que proviene, como vemos, de una larga tradición escrita.

La habitual embriaguez de los germanos, a la que ya hemos visto que hacía referencia Tácito, aparece también en la obra de Boemus (1611: 252) expresada de una forma similar:

Pasaban noches y días enteros bebiendo y bromeando, estimando y considerando un mérito estar borrachos; y a menudo, después de su glotonería y gula, se peleaban y discutían unos con otros, intercambiando malas palabras y a veces golpes, de lo cual muchas veces resultaron asesinatos. Deliberaban sobre todos los asuntos serios, tanto de guerra como de paz, en medio de sus banquetes, considerando que sus juicios eran más agudos y ellos mismos más cuidadosos en ese momento que en cualquier otro, y más aptos para emprender cualquier empresa notable.

Boemus vuelve a mencionar esta característica al describir a los sajones, de los que dice que es imposible explicar la cantidad de cerveza que son capaces de beber, hasta llegar a un estado de ebriedad tal que yacen sobre su propio vómito, circunstancia que tampoco los disuade de seguir bebiendo y que trae consigo en muchas ocasiones disturbios que pueden acabar en asesinatos por no haber aceptado la invitación de continuar bebiendo (Boemus, 1611: 268-269). Con relación a los españoles, citando fuentes como el historiador romano de origen griego Apiano (95-165), escribe Boemus (1611: 377-378): «Sus cuerpos son muy aptos para soportar tanto el hambre como el trabajo, y sus mentes siempre están preparadas para la muerte: son muy parcos y estrictos tanto en su dieta como en todo lo demás, y están mucho más deseosos de la guerra que de la paz». Sin embargo, añade: «En tiempos de paz practican el canto y el baile; para cuyo ejercicio son muy ligeros y activos: hacia sus enemigos y personas malvadas practican una gran crueldad, pero hacia los extraños mucha generosidad y humanidad». Boemus describe también la forma de vestir y de maquillarse de las mujeres españolas, así como hace referencia, extrañado, a la costumbre de lavarse todo el cuerpo.

En la obra de un contemporáneo de Boemus, el escritor, filósofo, historiador, alquimista y médico alemán Heinrich Cornelius Agrippa, Incertidumbre y vanidad de todas las artes y ciencias (Ungewissheit und Eitelkeit aller Künste und Wissenschaften), publicada por primera vez en latín en 1527, y traducida poco después tanto al inglés como al francés y al alemán, encontramos también una serie de atributos para las distintas nacionalidades europeas en el capítulo cincuenta y cuatro, titulado «De morali philosophia» o «Sobre la doctrina de la moral y la virtud», de las que extraemos las características atribuidas a los alemanes y a los españoles (Agrippa, 1913 [1527], LIV: 203-204):

Cada nación tiene ciertos usos y costumbres, por los cuales se distinguen unas de otras en el habla, en la voz, en la conversación, en la comida y en la bebida, en las acciones, en el amor y el odio, en la ira y la malicia, y en otras cosas. Entonces, si veis venir a una persona con pasos orgullosos y altos, con expresión fiera, con cara rebelde, con voz de buey, con palabras duras, gestos salvajes y con ropas rasgadas, inmediatamente podréis juzgar que es un alemán. [...] Al español [lo reconoceremos] por su andar y sus gestos pomposos, por su cabeza erguida, su voz lastimera, su hermosa palabra y su espléndida vestimenta.

Coincidimos con Stanzel (1998: 27) en la importancia de señalar la coincidencia de muchas de las categorías que nombra Agrippa con las que aparecerán más tarde en las tablas etnográficas, como, por ejemplo, «Naturaleza y Características», «Indumentaria», «Fisonomía» o «Gestos», deduciendo así que es muy probable que quien las elaborara lo hubiera leído, y también en destacar que los atributos concedidos a los pueblos románicos17 por parte de Agrippa denotan una simpatía por estos, mientras que sus compatriotas salen, como hemos visto, peor parados. Este juicio parece contradecir las ideas expuestas anteriormente sobre el hecho de que en los estereotipos nacionales el propio siempre es mejor que el otro. Sin embargo, esta máxima se puede mantener cuando ese otro es un desconocido, pero no cuando tenemos una experiencia propia sobre él. Este es el caso de Agrippa, quien, a pesar de haber nacido en Colonia, pasó la mayor parte de su vida en Francia, Italia y Suiza. Podríamos hablar en este caso de un estereotipo nacional adoptado, desde el que se volverían a cumplir las máximas sociológicas de las que hablaba Gerstenberger; con relación a la primera, es decir, que lo propio se perfila con lo ajeno, habría que decir que, en este caso, lo supuestamente propio ha devenido lo ajeno y viceversa; con relación a la segunda regla de Gerstenberger para los estereotipos nacionales, que las características que son elegidas por un pueblo para autodefinirse son aquellas según las cuales el otro sale peor parado y sin embargo él es especialmente destacado, hay que tener en cuenta que en las caracterizaciones de Agrippa el que sale peor parado es el estereotipo propio (el alemán, que en aquel momento incluía también a los holandeses), que había devenido ajeno en la apropiación del que hemos denominado adoptado (el francés, sobre todo, en este caso). De manera más amplia, no solo en el caso de Agrippa, Stanzel (1998: 33) clarifica este punto al determinar cuáles son las diferencias que existen entre el autoestereotipo y el heteroestereotipo, estableciendo la distancia espacial y el grado de extrañeza como coordenadas que pueden modificarlos:

Las imágenes de los demás, de los extraños, son siempre necesariamente más estereotipadas, es decir, el alcance de las generalizaciones subyacentes es mayor que en la autoimagen, en la que la experiencia autoptica del espectador de su entorno familiar inmediato actúa siempre, al menos parcial y localmente, como correctivo contra la generalización. Por lo tanto, la distancia espacial y el grado de extrañeza deben tenerse en cuenta como parámetros de los estereotipos.

Según Stanzel (1999: 10-11), las tentativas de aproximación a la explicación del fenómeno de los caracteres nacionales han sido llevadas a cabo desde los ámbitos de la historia y de la sociopsicología, sin embargo, la dimensión literaria de la etnografía ha gozado hasta ahora de poca atención, entendiendo esta «dimensión literaria» no solo con obras de ficción, sino en un sentido mucho más amplio que incluye, por ejemplo, los relatos de viaje, así como las descripciones de países y pueblos que aparecen en las enciclopedias y diccionarios históricos.18 Imágenes, juicios de valor, opiniones, valoraciones, estimaciones y apreciaciones, todas ellas existen según su carácter de representación y por lo tanto han de ser tratadas como ficción; estas son las fuentes y el objeto de estudio de la imagología literaria, que contrasta con los elementos de estudio de la sociología o la psicología, que trabajan sobre la base de estadísticas de los supuestos hechos que diferencian a los diferentes grupos nacionales.19A este respecto, también Gerstenberger (2007: 34-37) destaca la importancia de señalar que la teoría del discurso parte de la premisa de que la representación de la realidad y el discurso sobre ella nunca son idénticos a la propia realidad. Es decir, la lengua no refleja la realidad, sino que la construye. De esta forma se entiende que en el proceso de construcción de un Estado o nación los estereotipos y la mitificación nacional tengan un papel muy relevante. Es también desde esta perspectiva de la representación de la realidad y el discurso sobre ella desde la que hemos de abordar las influencias intertextuales que encontramos en las diferentes obras que a lo largo de los siglos han tratado el tema de las caracterizaciones nacionales, ya que podemos rastrear unos u otros antecedentes, dependiendo de las preferencias del momento histórico. Por ejemplo, en las obras medievales Speculum Maius, de Vincent de Beauvais, y De rerum Propietatibus, de Bartholomäus Anglicus, se encuentran grandes similitudes con las Etimologías de Isidoro de Sevilla (556-636). Nos parece relevante citar aquí cuáles son las descripciones que el erudito arzobispo da de los pueblos que nos ocupan en el libro IX de su conocida obra:

Los pueblos germánicos recibían este nombre, por ser enormes de cuerpo, tribus gigantescas, endurecidos por los fríos más rigurosos; adoptaron su costumbre a la dureza del clima; de espíritu feroz, e indómitos siempre, viven del robo y de la caza. Entre éstos hay numerosas tribus, distintas por sus armas, diferentes por su manera de vestir, diversas por su lengua y dispares por el origen de sus nombres. Así: tolosates, amsivaros, cuados, tuungrios, marcomanos, bruterios, chamavos, blagianos, tubantes. La ferocidad de su salvajismo pone de manifiesto incluso un cierto horror en sus mismos nombres.20

Sin embargo, la imagen que de los germanos se tiene en la Edad Media y a principios de la Edad Moderna por parte de los ingleses no procede de Isidoro de Sevilla, donde hemos visto que no aparece el estereotipo de la afición a la bebida, sino que tiene que ver con el redescubrimiento por parte de los humanistas del siglo XV y XVI de la Germania de Tácito. En El mercader de Venecia de W. Shakespeare, en la segunda escena del primer acto, tenemos un buen ejemplo de que no solo es en obras de no ficción donde podemos encontrar estos estereotipos, sino también en el género dramático, donde aparecen personajes-tipo a los que les son atribuidos diferentes epítetos que provienen de diccionarios en los que encontramos listas de nacionalidades asociadas a un estereotipo determinado. De esta manera, Portia y su doncella Nerissa mantienen un diálogo en el que esta última le va preguntando a su señora la opinión que le merecen los distintos pretendientes llegados de diferentes países europeos, y aquella los va calificando con rasgos que reconocemos también en las tablas etnográficas. Así, por ejemplo, del francés dice Portia, entre otras cosas, que «él acorralaría a su propia sombra». Recordemos que en las tablas se dice del francés que es amante de la guerra; del inglés, que su indumentaria es «a la francesa». Portia nos dice: «Creo que compró su jubón en Italia, sus medias en Francia, su gorro en Alemania y su comportamiento en cualquier parte». Y cuando Nerissa le pregunta qué opinión le merece el joven alemán, Portia contesta: «Muy vil por la mañana, cuando está sobrio, y más vil por la tarde, cuando está borracho: cuando está mejor, es un poco peor que un hombre, y cuando está peor, es un poco mejor que una bestia».21 Para que aparezca el príncipe de Aragón hay que esperar, sin embargo, a la escena novena del segundo acto, y después de una larga intervención del español, en la que delibera de manera extensa, arrogante y algo engolada antes de abrir cada uno de los conocidos cofrecitos, Portia sentencia: «¡Oh, estos tontos deliberados! cuando eligen, tienen la sabiduría, gracias a su ingenio, de perder».22 Álvarez Junco (2015: 107) nos recuerda que también en la comedia de Shakespeare Trabajos de amor perdidos se nos presenta un personaje español, Don Adriano de Armado, con trazos ridículos: «Éste iba a ser el prototipo que haría furor en la Europa del siglo XVIII: los españoles, autores de su propia desgracia y a la vez engolados y obsesionados por su prosapia nobiliaria, eran por definición absurdos y risibles».

Stanzel (1998: 28) hace referencia a la teoría del clima, que trataremos más adelante, como uno de los antecedentes que subyacen en las tablas etnográficas, así como a las clasificaciones medievales de las naciones según sus vicios (Stanzel, 1998: 21). Centrándonos en las dos nacionalidades que nos interesan, podemos resumir las acepciones que se atribuyen a España y a Alemania desde cada una de las teorías vigentes desde la Edad Media y hasta el siglo XVII. Según la teoría de los humores, los españoles son melancólicos y los alemanes flemáticos; con relación a la de los pecados capitales, los primeros pecarían de lujuria y los segundos de gula; en lo que respecta al modelo de la edad, los pueblos germánicos, pertenecientes a los pueblos del norte, representarían la juventud, la frescura y la fuerza de lo nuevo, mientras que los pueblos del sur, entre los que se halla el español, encarnarían lo ya viejo y gastado, como descendientes que son de los romanos. También la diferencia de género, masculino o femenino, es utilizada como estándar para atribuirles características propias de cada uno de ellos a los pueblos; en este caso, los del norte serían masculinos y los del sur femeninos (Stanzel, 1998: 21-28).

En 1709 se publica en Hamburgo la obra de P. L. Berckenmeyer Anticuario curioso ampliado: que es una colección de diversas peculiaridades geográficas e históricas escogidas que se encuentran en los países europeos (Vermehrter curieuser Antiquarius, das ist allerhand auserlesene geographische und historische Merckwürdigkeiten so in denen europaeischen Ländern zu finden), que tiene para el autor intención de ser guía23 y compañero de viaje para aquellos que vayan a emprender un periplo a lo largo de Europa, ya sea este desplazamiento físico o solo a través de las páginas del libro. A lo largo de las más de seiscientas páginas de las que consta el libro encontramos capítulos dedicados a Portugal, España, Francia, Inglaterra, Escocia, Irlanda, Países Bajos, Suiza, Italia, Alemania, Dinamarca, Noruega, Suecia, Polonia, Hungría y Grecia. Los capítulos dedicados a cada uno de los países contienen un recorrido por las zonas, ciudades, condados, ducados, reinos, etc., donde se nombran y describen las ciudades más importantes, con sus monumentos, iglesias, murallas, etc.; así como también se describen sus ríos, cordilleras y demás accidentes geográficos. Al final de cada capítulo el autor dedica unas páginas a la descripción de algunas características típicas del pueblo que habita estos países. Como se puede apreciar, todos los países, excepto Turquía, que aparecerán en las tablas etnográficas están tratados también aquí, y según I. Weiler (1999: 103) esta obra sería, junto a las numerosas referencias que hemos rastreado en este capítulo, una de las fuentes en las que los autores de las tablas etnográficas se habrían documentado. En lo que respecta a los españoles, encontramos en el Anticuario (Berckenmeyern, 1709: 57) una descripción de sus capacidades –lo que en la tabla etnográfica se llama «Naturaleza y jucio»– que coincide con la calificación de inteligente y sabio: «Los españoles son generalmente considerados profundos e inteligentes». También es verdad que a continuación se produce una de las típicas comparaciones entre naciones cuando de estereotipos se trata, en este caso con los franceses, que matiza la primera afirmación y no nos deja muy bien parados: «pero Carlos V los juzgó y dijo [de los españoles]: Los españoles parecen inteligentes y no lo eran, los franceses son inteligentes y no lo parecen». Asimismo, la costumbre o el defecto de la arrogancia u orgullo, que aparece en ambos ítems de las tablas, se nombra en el Antiquarius (Berckenmeyern, 1709: 59): «Su arrogancia es inmensa. Desprecian a todas las naciones vecinas. Porque cada español imagina que ha surgido de sangre antigua y real». Además son calificados como vagos, supersticiosos y vengativos.

En lo que a los alemanes respecta, Berckenmeyer (1709: 497) destaca su valentía: «Los alemanes siempre han sido famosos por su valentía», y su sinceridad: «No hay nación que ame más la verdad y la diga con más rotundidad que los alemanes». De nuevo podemos comprobar cómo las características atribuidas en este caso a los alemanes en las tablas etnográficas también tienen aquí su origen. Nos referimos al adjetivo «sincero», en lo que a las costumbres se refiere y a su imbatibilidad, ya que así es como se les califica en el epígrafe que atañe a las virtudes bélicas.

TABLA 1.1Características del «español» y «el alemán»

 

Español

Alemán

Costumbres

arrogante

sincero

Naturaleza

extraño

bastante bueno

Juicio

listo y sabio

ingenioso

Modo de ser

adulto

cooperativo

Ciencia

erudito en letras

en derecho civil

Indumentaria

decorosa

de imitación

Defecto

soberbio

derrochador

Amante de

la honra y la fama

la bebida

Enfermedad

estreñimiento

gota

Su país

es fértil

bueno

Virtudes bélicas

magnánimo

invencible

Culto divino

el mejor

aún más devoto

Tienen por señor

a un monarca

a un emperador

Abundancia

en frutos

en cereales

Pasan el tiempo

jugando

bebiendo

Animal

elefante

león

Vida y muerte

en la cama

en el vino

Fuente: Tabla etnográfica (Völkertafel, 1720-1730).

Resumamos, pues, según la tabla (tabla 1.1), cómo son el español y el alemán. El español es arrogante en sus costumbres, extraño en su naturaleza, listo y sabio en su juicio; adulto en su modo de ser; erudito en letras, en lo que a las diferentes ciencias atañe; decoroso en su indumentaria; soberbio en lo que a los vicios respecta, amante de la honra y la fama; su enfermedad característica es el estreñimiento. Su país es un país fértil y en sus virtudes bélicas es magnánimo, mientras que su culto divino es el mejor y por señor tienen a un monarca. Tienen los españoles abundancia en frutos, pasan el tiempo jugando y el animal con el que se les asocia o representa es el elefante. Tanto la vida como la muerte la pasan en la cama. El alemán, por su parte, es sincero en sus costumbres, bastante bueno de naturaleza, ingenioso en su juicio y cooperativo en su modo de ser. La ciencia en que destaca es el derecho civil, su indumentaria es de imitación y su defecto es ser derrochador. Es amante de la bebida y su enfermedad típica es la gota. Su país es bueno y su virtud bélica el ser invencible. Su culto divino es ser aún más devoto y tienen por señor a un emperador. Poseen cereales en abundancia y pasan el tiempo bebiendo. El animal con el que se les representa es el león y pasan la vida y la muerte en el vino.

Parece relevante que, a pesar de que centremos nuestra atención en las dos columnas significativas para nuestro estudio, refiramos aquí también la columna del francés, ya que, como hemos visto más arriba, es este el que representa, al menos en los primeros quince años del siglo XIX, esa otredad frente a la que tanto el alemán como el español quieren perfilar su supuesto yo nacional. El francés está presente en las tablas etnográficas con estas características: frívolo en sus costumbres y agradable y locuaz en su naturaleza; prudente en su juicio e infantil en su modo de ser. Destaca en las cosas de guerra en lo que a las ciencias se refiere y con relación a la indumentaria es inconstante. Su defecto es ser estafador y es amante de la guerra, siendo su enfermedad más típica «la suya propia». Su país está bien cultivado y en lo que respecta a las virtudes bélicas es pérfido. Su culto divino es bueno y tienen por señor a un rey. Tienen abundancia en mercancías y pasan el tiempo estafando. El animal con el que se les representa es el zorro y pasan la vida y la muerte en la guerra.24 Además, Francia no está solo geográficamente entre los dos países que nos interesan, Alemania y España, sino que estamos de acuerdo con Vega Cernuda (2008: 23-24) cuando afirma que «la dependencia de las respectivas imágenes de la mediación francesa es incontestable. […], lo alemán entrará en España en la medida en que en Francia se iba constituyendo un germanismo de entidad».

Por otra parte, la serie de grabados Espejo lacónico de Europa (Laconicum Europae Speculum), con la representación alegórica de nueve naciones europeas, publicada en Augsburg en la editorial de Martin Engelbrecht en 1736,25 tiene como protagonistas –en su versión original en latín–a las siguientes nacionalidades: Hispanus (Español), Gallus (Francés), Italus (Italiano), Germanus (Alemán), Anglus (Inglés), Suecus (Sueco), Polonus (Polaco), Hungarus (Húngaro) y Moscowita (Ruso). Como podemos comprobar, hay una gran coincidencia con las nacionalidades que aparecen en la Litografía de Leopoldo y en la Tabla etnográfica, ya que, exceptuando al griego y al turco,26 que aparecían juntos en ambas tablas, todas las demás nacionalidades coinciden. Excepción hecha también de Países Bajos (Batavus), que aparece solo en algunos de los ejemplares hallados del Espejo lacónico de Europa y no en las tablas etnográficas. No obstante, hemos de considerar de manera especial esta última nacionalidad, ya que, como podremos leer más abajo, el título de la serie especifica que se trata de «nueve de las más distinguidas naciones y pueblos» de Europa. Este hecho hace pensar que, a pesar de que el grabado representativo de los Países Bajos tiene muchos aspectos en común con el resto, debió de añadirse después, ya que también contiene diferencias con relación a los demás.27

En comparación con la Litografía de Leopoldo y con la Tabla etnográfica, la serie del Espejo lacónico de Europa ofrece de manera principal imágenes en los grabados.28 Podemos decir que si en aquellas las imágenes masculinas adornan la tabla de características, en este caso es el texto –en latín– el que aparece enmarcando la imagen, que tiene aquí un papel destacado. En este sentido, Rupnow (1999: 80) señala que el observador contemporáneo de estos grabados estaba familiarizado y poseía un buen conocimiento de todos los emblemas que aparecen en ellos:

Realidad, fantasía e imágenes barrocas se combinan en las representaciones de las naciones para crear una escena cortesana, un homenaje a la figura del gobernante en el centro. […] La preocupación fundamental por representar lo regio vuelve a evidenciarse en el dibujo de escudos, coronas y medallas, que se representan casi continuamente, y en la arquitectura, que en ocasiones aparece al fondo. En la hoja «Hispanus» (Español) aparece una parte del Escorial y en la escena «Italus» (Italiano) se revela una vista de la Basílica de San Pedro. La escena misma está integrada en una arquitectura de fantasía. El gobernante está rodeado de personificaciones y personajes históricos: Atenea, Hércules y Marte aparecen en varias hojas como símbolos de sabiduría, valentía y virtud marcial; «Fides Cristiana» (Fe cristiana), «Devotio» (Devoción) y otras características se mantienen presentes mediante figuras femeninas emblemáticas, los siete electores del Sacro Imperio Romano aparecen en la hoja «Germanus» (Alemán), los indios aparecen como referencia en la representación de «Hispanus» (Español) y en «Anglus» (Inglés) «Posesiones de ultramar».29

En cualquier caso, la publicación apareció acompañada de una versión alemana, tanto de los textos –que constan en una tabla organizada verticalmente con las características y horizontalmente con las nacionalidades, al igual que en las tablas etnográficas– como del título, que merece la pena que reproduzcamos aquí en el original en latín y en su traducción al español: Laconicum Europae Speculum: Quo IX. Illius Praecipuae Nationes Et Populi, Absque Omni Praeiudicio, Ludibrio Et Opprobrio, Saltem Curiositatis Et Oblectationis Gratia, Certis Characteribus Et Symbolis Discernuntur, Ob Oculos Positum (Espejo lacónico de Europa, en el que se presentan 9 de las más distinguidas naciones y pueblos, divididos según diferentes características, sin prejuicios, insultos ni menosprecios, sino sólo por curiosidad y diversión).

Tras la reproducción de los dos grabados Hispanus (Español) (figura 1.3) y Germanus (Alemán) (figura 1.2), relevantes para nuestra investigación, ofrecemos un listado de las veinticinco características que aparecen enmarcando ambas imágenes, y que hemos extraído de la tabla que reproduce Rupnow (1999: 90-94) en su estudio Espejo lacónico de Europa. Como ya hiciéramos con las características de la Tabla etnográfica correspondientes al español y al alemán en la tabla 1.1, esta presentación permite no solo leer de manera vertical los atributos de cada una de las dos nacionalidades, sino también compararlas con facilidad.

FIGURA 1.2

Representación del «Alemán» (Germanus) en el Espejo lacónico de Europa. Johann Georg Pintz, 173630

FIGURA 1.3

Representación del «Español» (Hispanus) en el Espejo lacónico de Europa. Philipp Andreas Kilian, 173631

TABLA 1.2Características del «Español» y el «Alemán» extraídas de las imágenes del Espejo lacónico de Europa

 

Hispanus Español

Germanus Alemán

Costumbres

serio

sincero

Naturaleza

extraño

buena persona

Juicio

sabio

comprensivo

Fisonomía

masculino

de toda índole

Ciencia

un teólogo

un jurista

Indumentaria

modesta

de imitación

Defecto

soberbio

derrochador

Amante de

la fama

la bebida

Enfermedad

del bazo

podagra

El país que habitan

es fértil

bueno

Virtudes bélicas

magnánimo

invencible

Culto divino

el mejor

devoto

Tienen por señor

a un monarca

a un emperador

Abundancia

en frutos

en cereales

Pasan el tiempo

jugando

bebiendo

Animal

elefante

león

Bajo qué signo astrológico

cáncer

virgo

Vida y muerte

en la cama

en el vino

Clima

Seco, pero muy bueno

Variable, pero a pesar de eso muy bueno

Temperamento

melancólico

flemático o de tipo húmedo

Respecto de la comida y la bebida

moderado y sobrio

mucho y bueno

Comportamiento con sus esposas

Si es una buena esposa la ama y la respeta, pero si no es así la desprecia y se busca otra

Ellas tienen todo en común con sus maridos, son buenas amas de casa, tanto las mozas como las mujeres

Habilidad para desempeñar actividades, artes y oficios

Para las reflexiones profundas, siguen sus caprichos metafísicos hasta convertirse en objeto de burla

En tiempos pasados, en épocas de guerra y paz, eran bárbaros; pero ahora, valientes soldados, grandes artistas y maestros en todas las cosas

Transformación y cambio de estado

En tiempos pasados, muy ricos, famosos en todas partes, excelentes soldados; pero ahora, vacas flacas de Faraón en una tierra fértil.

En tiempos pasados, sinceros, castos y sencillos; pero ahora, imprudentes y crédulos

Lo que se les exige para el bien común

Mayor diligencia, comercio propio; no menospreciar lo extranjero; abandonar la arrogancia; no perder lo adquirido

La concordia entre los poderosos, una religión unificada, integridad de antaño; moderación en la vida

Es importante destacar que tanto las características que aparecen en la Litografía de Leopoldo como en la Tabla etnográfica y en el Espejo lacónico de Europa son la cristalización de una serie de ideas o imágenes que se habían ido transmitiendo a lo largo de los siglos, ya fuera por medio de documentos escritos o por otras vías. De esta manera se puede rastrear, por ejemplo, la idea de la abundancia del campo español a través de los diferentes diccionarios históricos o enciclopedias aparecidos principalmente durante el siglo XVIII en lengua francesa, inglesa o alemana, como hace Gerstenberger (2007: 74-82), para concluir que es muy probable que esta idea proviniera del geógrafo y etnógrafo de la Antigüedad Estrabón,32 que le dedicó el tercer volumen de su Geografía a Iberia.

Las caracterizaciones de las tablas etnográficas parecen responder a un estado inmutable de los hechos típico de la Ilustración. Stanzel (1998: 42) destaca en este sentido el hecho de que estas características aparezcan sin ningún tipo de matización, como sí había sucedido en otros textos en los que las descripciones o juicios de valor sobre los pueblos venían antecedidos de frases del tipo: «se dice …». Sin embargo, en el Espejo lacónico de Europa parece haberse incorporado la idea del proceso, de algo que puede modificarse y cambiar, como atestiguan las dos últimas categorías: «Transformación y cambio de estado» y «Todo lo que todavía se les exige para el bien común». Estas últimas características parecen querer evitar el rasgo de «inconsistencia o caducidad» que según Vega Cernuda es inherente al estereotipo:

Siendo el objeto de los estereotipos nacionales, a saber, las naciones, un colectivo no fijo, sino en desarrollo móvil, versátil y transmigrador […] Es difícil que las generalizaciones acerca de los comportamientos tengan una validez cronológica muy amplia. La diacronía del pueblo estereotipado tiene un tempo de desarrollo más rápido que el estereotipo mismo. Las naciones y los nacionales se transforman con el transcurso del tiempo, con lo que tanto el auto-estereotipo como el hetero-estereotipo se desfasan y quedan fuera de juego […].33

Otra característica que no aparece de manera explícita en las tablas etnográficas, pero sí en el Espejo lacónico de Europa, es la relacionada con el clima,34 un aspecto que desde muchos siglos atrás había sido tratado en numerosos textos, que dividían el mundo en zonas dependiendo de su sequedad, humedad, calor o frío y se les atribuía a los habitantes de estos países unas características determinadas que estaban condicionadas por estos aspectos climatológicos. Sumillera (2014) investiga los fundamentos de la obra del español Juan Huarte de San Juan Examen de ingenios para las ciencias, que fue publicada por primera vez en 1575, pero reeditada en numerosas ocasiones a lo largo de los siglos posteriores y traducida a varias lenguas europeas con gran éxito. Afirma Huarte:

Las costumbres del ánima siguen el temperamento del cuerpo donde está; y que, por razón del calor, frialdad, humidad y sequedad de la región que habitan los hombres, y de los manjares que comen, y de las aguas que beben y del aire que respiran, unos son nescios y otros sabios, unos valientes y otros cobardes, unos valientes y otros misericordiosos.35

Asimismo, opina el autor que la sequedad está relacionada con la facultad mental del entendimiento; la humedad con la memoria y el calor con la imaginación. De esta manera a los españoles Huarte les atribuye el entendimiento, mientras que a los pueblos del norte les asocia la capacidad de la memoria. Según estas capacidades, el autor enumera una serie de artes o disciplinas para las que los diferentes pueblos estarían mejor predispuestos. Las artes y ciencias propias de la memoria serían el aprendizaje de lenguas, la gramática, la cosmografía y la teoría de la jurisprudencia, entre otras. Mientras que las materias cuyo estudio favorecería el entendimiento serían, la teoría de la medicina, la lógica, la práctica de la jurisprudencia y la teología escolástica, entre otras. Podemos observar en este punto la coincidencia de estas disciplinas con las que aparecen en el Espejo lacónico de Europa bajo el epígrafe «Ciencias», ya que al español se le define como «teólogo» y al alemán como «jurista».36 También encontramos coincidencias en las capacidades definidas bajo el epígrafe «Habilidad para desempeñar actividades, artes y oficios» en el Espejo lacónico de Europa, donde al español se le atribuye la capacidad de la contemplación y la metafísica –si bien es verdad que también incluyen la crítica de que estas pueden llegar a resultar ridículas–, y a los alemanes se les describe como «bárbaros», tanto en tiempos de guerra como de paz, además de como soldados valientes, grandes artistas y maestros en todas las cosas. En este último aspecto Huarte pensaba también que la gente del norte era poco dada a la contemplación y que estaba más interesada en lo mecánico.

El alcance de la teoría del clima va más allá, ya que otros rasgos atribuidos a los pueblos estarían también relacionados con estos condicionantes climáticos. Así, por ejemplo, opina Huarte que los hombres de gran imaginación tienen propensión a los vicios, como la glotonería o la lujuria, mientras que los de gran entendimiento tienden a la virtud, la humildad y la templanza. Vemos de nuevo que en el Espejo lacónico de Europa se refleja esta distribución de rasgos, ya que bajo el epígrafe «Respecto de la comida y la bebida» el español es calificado como «comedido» y «sobrio», mientras que del alemán se dice que come y bebe «mucho y bueno». También Berckenmeyer había calificado a los españoles en su Anticuario (Berckenmeyer, 1709: 58) de comedidos en este aspecto: «Son sumamente moderados en el comer y en el beber y dicen que comen sólo para vivir, ya que hay otros pueblos que viven sólo para comer».

No parece casual que la característica que hace referencia al carácter en el Espejo lacónico de Europa, «Temperamento», aparezca inmediatamente después de la que se refería al clima, ya que esta última puede ser considerada la causa de aquella, es decir, que los españoles sean «melancólicos» está relacionado con la sequedad de su clima; por su parte, la «flema» de los alemanes estaría directamente relacionada con lo cambiante y húmedo de su meteorología. Podemos observar de nuevo cómo la teoría del clima se halla presente en el Espejo lacónico de Europa y también en las tablas etnográficas, ya que no solo Huarte y su exitosa obra habían difundido estas correspondencias entre los elementos meteorológicos, las capacidades mentales y los caracteres de los pueblos, sino que otros muchos autores franceses, ingleses o alemanes37