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El libro a la disposición de los lectores es una continuidad de investigaciones iniciadas por el autor y otros investigadores en el desaparecido Centro de Estudios de Información de la Defensa (CEID) y continuadas, de manera más general, en el primer proyecto afín a este tema, desarrollado en el Centro de Investigaciones de Política Internacional (CIPI), denominado "Concepciones estratégicas, mecanismos y modalidades de la seguridad nacional de los Estados Unidos y sus probables impactos en la seguridad internacional hasta el 2020". La introducción del referido proyecto señalaba: Resulta de gran importancia estudiar profundamente la "Estrategia de Seguridad Nacional" de los Estados Unidos y otros documentos rectores, derivados de ella como la "Revisión Cuatrienal de la Diplomacia" estadounidense, que se publica por primera vez en la historia, la "Estrategia Militar Nacional", la Estrategia Internacional para el ciberespacio y otros no menos importantes como la "Estrategia de Seguridad de la Unión Europea" o el nuevo "Concepto Estratégico de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN)", que permite desentrañar las diferentes vertientes extremadamente coincidentes que Estados Unidos y sus aliados emplearán para tratar de alcanzar sus objetivos en todo el mundo. El autor destaca los antecedentes que caracterizan a los Estados Unidos desde su fundación, como fue el avance desde la costa Este del continente, arrasando a su paso asentamientos de diferentes pueblos originarios, –flora y fauna incluidas– y arrebatando una gran parte del territorio de México, con diversos pretextos. Toda esa etapa estuvo caracterizada por el uso indiscriminado de la fuerza militar. Una vez logrado el objetivo geopolítico de ampliar el país entre las costas Atlántica y del Pacifico, el naciente imperio comenzó a esbozar públicamente sus futuras tendencias hacia el apoderamiento del resto del mundo. Así surgen las diferentes doctrinas presidenciales que guiaron la actuación estadounidense y concepciones acerca de la importancia del poder como la de Theodore Roosevelt, quien tratando de definir la paz expresaba que esta no tiene ninguna victoria tan grande como los supremos triunfos de la guerra, y que una nación que no sabe defender sus derechos con las armas, no puede mantener su categoría ni desempeñar en el mundo una misión útil.
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Veröffentlichungsjahr: 2023
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Edición, corrección y conversión a epub: Luis Amaury Rodríguez Ramírez
Diseño de cubierta: Jadier Iván Martínez Rodríguez
Todos los derechos reservados
© Enrique R. Martínez Díaz, 2023
© Sobre la presente edición:
Ruth Casa Editorial, 2023
Prohibida la reproducción total o parcial, por cualquier medio, sin la autorización de Ruth Casa Editorial. Todos los derechos de autor reservados en todos los idiomas. Derechos reservados conforme a la ley.
ISBN: 9789962740230
Obra editada por:
Ruth Casa Editorial
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El libro a la disposición de los lectores es una continuidad de investigaciones iniciadas por el autor y otros investigadores en el desaparecido Centro de Estudios de Información de la Defensa (CEID) y continuadas, de manera más general, en el primer proyecto afín a este tema, desarrollado en el Centro de Investigaciones de Política Internacional (CIPI), denominado “Concepciones estratégicas, mecanismos y modalidades de la seguridad nacional de los Estados Unidos y sus probables impactos en la seguridad internacional hasta el 2020”.
La introducción del referido proyecto señalaba: Resulta de gran importancia estudiar profundamente la “Estrategia de Seguridad Nacional” de los Estados Unidos y otros documentos rectores, derivados de ella como la “Revisión Cuatrienal de la Diplomacia” estadounidense, que se publica por primera vez en la historia, la “Estrategia Militar Nacional”, la Estrategia Internacional para el ciberespacio y otros no menos importantes como la “Estrategia de Seguridad de la Unión Europea” o el nuevo “Concepto Estratégico de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN)”, que permite desentrañar las diferentes vertientes extremadamente coincidentes que Estados Unidos y sus aliados emplearán para tratar de alcanzar sus objetivos en todo el mundo.
El autor destaca los antecedentes que caracterizan a los Estados Unidos desde su fundación, como fue el avance desde la costa Este del continente, arrasando a su paso asentamientos de diferentes pueblos originarios, –flora y fauna incluidas– y arrebatando una gran parte del territorio de México, con diversos pretextos. Toda esa etapa estuvo caracterizada por el uso indiscriminado de la fuerza militar.
Una vez logrado el objetivo geopolítico de ampliar el país entre las costas Atlántica y del Pacifico, el naciente imperio comenzó a esbozar públicamente sus futuras tendencias hacia el apoderamiento del resto del mundo. Así surgen las diferentes doctrinas presidenciales que guiaron la actuación estadounidense y concepciones acerca de la importancia del poder como la de Theodore Roosevelt, quien tratando de definir la paz expresaba que esta no tiene ninguna victoria tan grande como los supremos triunfos de la guerra, y que una nación que no sabe defender sus derechos con las armas, no puede mantener su categoría ni desempeñar en el mundo una misión útil.
Enrique Reynaldo Martínez Díaz (9 de febrero de 1950 -17 de enero de 2022)
Se graduó como Oficial de la Marina de Guerra Revolucionaria en la Academia Naval Granma y se desempeñó durante varios años en el Distrito Naval Occidental donde fue ascendiendo en cargo y grado por los buenos resultados obtenidos en el cumplimiento de sus funciones.
Alcanzó el Grado Militar de Capitán de Fragata (de la reserva)
Obtuvo diversas Condecoraciones en su desempeño en las FAR:
Medalla Servicio Ejemplar en las FAR
Medalla Ignacio Agramonte III Clase
Medalla Conmemorativa 30, 40, 50 Y 60 Aniversario de las FAR
Distinción Servicio Distinguido en las FAR (dos ocasiones)
Distinción por X, XV y XX Años Servicio FAR
Hizo sus estudios de posgrado en la Academia de las FAR, General Máximo Gómez Báez con excelentes resultados, por lo cual fue designado para ejercer en esta Academia como profesor, cargo en el que permaneció durante 18 años.
Defendió con excelentes resultados la Maestría en Historia Contemporánea Especialización Estudios Afroasiáticos en la Universidad de La Habana.
Al terminar su servicio en las FAR se incorporó al Centro de Estudios de Información de la Defensa (Centro de Investigaciones en Seguridad y Defensa de las FAR) donde trabajo como analista e investigador en temas relacionados con la actuación internacional en materia de seguridad de los Estados Unidos de América.
Fue investigador del Centro de Estudios de Asia y Oceanía.
Al fundarse el Centro de Investigaciones de Política Internacional, como investigador y Profesor Auxiliar realizo numerosos aportes en los diversos proyectos en los que participó.
Acucioso investigador y prolifero en la escritura nos dejó numerosos resultados de su quehacer, en diferentes Revistas Nacionales y Extranjeras, entre las que se destacan Revista Seguridad y Defensa, Revista Tricontinental, Revista Cuadernos de Nuestra América, Revista Estudios Estratégicos, Revista ACNU, Revista Relaciones Internacionales de la UNAM, Anuario 2020 del Centro de Estudios Internacionales para el Desarrollo de Buenos Aires, Argentina y en AVECH, Venezuela, 2021
Participó como ponente en numerosos Eventos Científicos nacionales e Internacionales.
Página legal.
Sinopsis
Datos del autor
Las Estrategias de Seguridad Nacional de los Estados Unidos de América entre 1987 y 2017
Introducción
Antecedentes de las Estrategias de Seguridad Nacional
La estructura de las Estrategias de Seguridad Nacional
Las Estrategias de Seguridad Nacional del Gobierno de Ronald Reagan
II. A. La Estrategia de Seguridad Nacional De 1987
II. B. Estrategia de Seguridad Nacional de 1988
Las Estrategias de Seguridad Nacional de George W.H. Bush
III. A. Estrategia de Seguridad Nacional de 1990
III. B. Estrategia de Seguridad Nacional de 1991
III. C. Estrategia de Seguridad Nacional de 1993
Las Estrategias de Seguridad Nacional de William Clinton
IV. A. Estrategia de Seguridad Nacional de 1994
IV. B. Estrategia de Seguridad Nacional de 1995
IV. C. Estrategia de Seguridad Nacional de 1996
IV. D. Estrategia de Seguridad Nacional de 1997
IV. E. Estrategia de Seguridad Nacional de 1998
IV. F. Estrategia de Seguridad Nacional de 1999
IV.G. Estrategia de Seguridad Nacional de 2000
La guerra contra el terrorismo, las Estrategias de Seguridad Nacional de George W. Bush
V. A. Estrategia de Seguridad Nacional de 2002
V. B. Estrategia de Seguridad Nacional de 2006
V. C. Algunas consideraciones sobre las concepciones militares durante la administración de George W. Bush
El “poder inteligente”, las estrategias de seguridad nacional de Barack Obama
VI. A. Estrategia de Seguridad Nacional de 2010
VI. B. La Estrategia de Seguridad Nacional de Febrero de 2015
VI. C. Revisión cuadrienal de diplomacia y desarrollo
VI. D. Orientación estratégica de defensa (lineamientos estratégicos de defensa) 2012.
VI. E. Revisión cuadrienal de defensa (RCD)
La Estrategia de Seguridad Nacional de Donald J. Trump “Estados Unidos primero” (América First)
VII. A. La Estrategia de Seguridad Nacional de 2017
VII. C. Reporte de la estrategia Indo-Pacífico del Departamento de Defensa de los EE. UU. del 1 de junio de 2019
Las Estrategias de Seguridad Nacional de EE. UU., y su orientación regional entre 1987 y 2017. Cuba en las ESN.
VIII. A. Cuba en las ESN
EPÍLOGO
BIBLIOGRAFIA
Anexo 1. Algunos conceptos y definiciones importantes
Anexo 2. Orientación estratégica de seguridad nacional provisional marzo 2021
Anexo 3. Mapas relacionados con las Estrategias de Seguridad Nacional de los EE. UU.
Anexo 4. Estrategia de Seguridad Nacional de la Administración de Joseph Biden 2022
En un ensayo publicado en 1901, denominadoA la persona sentada en la oscuridad (To the Person Sitting in Darkness), refiriéndose a los resultados de la guerra colonial en Filipinas, el escritor MARK TWAIN, recomendó cambiar la bandera norteamericana:
Y en cuanto a una bandera para la Provincia de Filipinas, se maneja fácilmente. Podemos tener una especial, nuestros Estados lo hacen: podemos tener nuestra bandera habitual, con las rayas blancas pintadas de negro y las estrellas reemplazadas por el cráneo y los huesos cruzados.
(And as for a flag for the Philippine Province, it is easily managed. We can have a special one -- our States do it: we can have just our usual flag, with the white stripes painted black and the stars replaced by the skull and cross-bones).
El libro a la disposición de los lectores es una continuidad de investigaciones iniciadas por el autor y otros investigadores en el desaparecido Centro de Estudios de Información de la Defensa (CEID) y continuadas, de manera más general, en el primer proyecto afín a este tema, desarrollado en el Centro de Investigaciones de Política Internacional (CIPI), denominado “Concepciones estratégicas, mecanismos y modalidades de la seguridad nacional de los Estados Unidos y sus probables impactos en la seguridad internacional hasta el 2020”.
La introducción del referido proyecto señalaba: Resulta de gran importancia estudiar profundamente la “Estrategia de Seguridad Nacional” de los Estados Unidos y otros documentos rectores, derivados de ella como la “Revisión Cuatrienal de la Diplomacia” estadounidense, que se publica por primera vez en la historia, la “Estrategia Militar Nacional”, la Estrategia Internacional para el ciberespacio y otros no menos importantes como la “Estrategia de Seguridad de la Unión Europea” o el nuevo “Concepto Estratégico de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN)”, que permite desentrañar las diferentes vertientes extremadamente coincidentes que Estados Unidos y sus aliados emplearán para tratar de alcanzar sus objetivos en todo el mundo.
El autor destaca los antecedentes que caracterizan a los Estados Unidos desde su fundación, como fue el avance desde la costa Este del continente, arrasando a su paso asentamientos de diferentes pueblos originarios, –flora y fauna incluidas– y arrebatando una gran parte del territorio de México, con diversos pretextos. Toda esa etapa estuvo caracterizada por el uso indiscriminado de la fuerza militar.
Una vez logrado el objetivo geopolítico de ampliar el país entre las costas Atlántica y del Pacifico, el naciente imperio comenzó a esbozar públicamente sus futuras tendencias hacia el apoderamiento del resto del mundo. Así surgen las diferentes doctrinas presidenciales que guiaron la actuación estadounidense y concepciones acerca de la importancia del poder como la de Theodore Roosevelt, quien tratando de definir la paz expresaba que esta no tiene ninguna victoria tan grande como los supremos triunfos de la guerra, y que una nación que no sabe defender sus derechos con las armas, no puede mantener su categoría ni desempeñar en el mundo una misión útil.
Los diferentes gobiernos estadounidenses han utilizado a lo largo de su historia de invasiones y guerras de diferentes tipos el invento –que han llegado a creerse– del “Destino Manifiesto” y otras doctrinas, locales o generales, según el caso, como la Doctrina Monroe que al paso del tiempo se ha transformado del enunciado “América para los americanos” a la real aspiración de “El mundo para los americanos”.
De una manera concisa, el autor, citando a Lenin, describe la transición del imperialismo al fascismo y la militarización de la sociedad, proceso en el que está inmerso Estados Unidos en estos momentos, con un incremento de los gastos militares a niveles nunca vistos y la aplicación de la fuerza e intimidación para lograr sus objetivos de apoderarse de los principales recursos mundiales, el posicionamiento geoestratégico más favorable y el aniquilamiento de quienes se opongan, de una u otra manera, a su dominio.
El texto que presentamos aborda brevemente diferentes aspectos teóricos y el análisis acerca de dónde radica el verdadero poder imperial, que es evidentemente transnacionalizado. Cabe citar aquí a un profundo estudioso de estos temas, el doctor Luis Suarez Salazar, quien plantea que el gobierno de turno estadounidense no es más que un ejecutor de la política del gobierno real, que nunca va a elecciones.
También se describen en el libro las valoraciones del congreso estadounidense con el objetivo de reorganizar el sistema defensivo del país, después de la derrota en Vietnam, que dieron lugar a la aprobación de la “Ley de Reorganización del Departamento de Defensa”, conocida como “Ley Goldwater-Nichols”, para establecer la obligación del gobierno de emitir un documento ante el Congreso con el contenido de las actuales Estrategias de Seguridad Nacional, en vigor desde 1986. Es a partir de esta ley que comienzan las publicaciones de las mencionadas estrategias. A lo largo del texto se valoran los aspectos principales de todas las estrategias de seguridad nacional, emitidas por los diferentes presidentes estadounidenses. Cada una de ellas caracterizada por la coyuntura del periodo, como fueron las de Ronald Reagan, aún en “Guerra Fría”, matizado por la provocación de situaciones tensas en el mundo como, la invasión a la isla de Granada, el bombardeo a Libia con el pretexto de su apoyo al terrorismo, el apoyo a los movimientos afganos que combatían a las tropas soviéticas, el apoyo al apartheid, la prolongada amenaza de invasión a Cuba, entre otros y la “Iniciativa de Defensa Estratégica” o “Guerra de las Galaxias”, en el marco de un gran rearme de sus fuerzas armadas.
Las estrategias de George H. W. Bush, durante las cuales ocurrieron hechos trascendentales, favorables a Estados Unidos como fueron: el derrumbe del campo socialista del Este de Europa, la desaparición de la Unión Soviética y la Guerra de Irak de 1991, entre otros; y las de William J. Clinton que mantuvo importantes fuerzas militares desplegadas en el Medio Oriente, se produjo la fragmentación genocida de Yugoslavia y se aprobó la Ley Helms-Burton contra Cuba.
Durante el gobierno de Clinton, entraron en vigor dos importantes tratados de limitación de armas estratégicas con la Federación de Rusia: en diciembre de 1994, el START I de limitación de Armas Estratégicas y a continuación el START II, para reducir la cantidad de ojivas nucleares de cada parte. También hubo una disminución de la carrera armamentista, debido a la reducción de los presupuestos militares, que coadyuvó entre otras medidas a disminuir el déficit presupuestario de la nación.
Durante la presidencia de George. W. Bush, ocurrió el atentado contra las torres gemelas de New York y a continuación la invasión de Afganistán, con el pretexto de que desde allí se apoyaba a los terroristas y comenzó la gran campaña contra el terrorismo extendida hasta hoy; se invadió a Irak con los falsos pretextos conocidos y fueron saboteadas las negociaciones entre las dos Coreas, promovidas por China. Se produjo también la primera prueba nuclear de la República Popular Democrática de Corea, que contribuyo a tensar más la situación e incrementar el peligro de la guerra.
Los resultados obtenidos en el orden económico durante la presidencia de W. Clinton se revirtieron y aumentaron nuevamente, de manera considerable, los gastos militares estadounidenses y explotó la mayor crisis económica mundial de todos los tiempos de la cual el mundo no ha salido todavía.
Barack H. Obama sucedió a G. W. Bush con la consigna del cambio, del “reset” y su doctrina del poder inteligente. Sin embargo, aumentó la cantidad de tropas en Afganistán, hasta que en el marco de un rejuego político sacó la mayor parte de sus efectivos de este país y gestionó una nueva misión de la OTAN, en este caso, de entrenamiento a las tropas afganas para, sin aumentar los gastos militares, incrementar la presencia estadounidense en Asia. Antes, se había retirado de Iraq.
Independientemente del discurso, durante el mandato de Obama se inició la llamada “Primavera Árabe” en el Medio Oriente con el cambio de régimen en Egipto y Túnez, la agresión a Siria, el genocida bombardeo contra Libia y el asesinato de su líder, el Gadafi; también el asesinato televisado de –supuestamente– Osama Bin Laden.
Se produjeron los golpes blandos en varios países latinoamericanos y la desestabilización de otros. La OTAN comenzó un acelerado proceso de fortalecimiento y de completamiento del cerco a las fronteras rusas, incluyendo la instalación del escudo antimisil contra esa potencia euroasiática.
A finales del segundo mandato ejecutó un acercamiento y cierta apertura hacia Cuba, con el objetivo de lograr el cambio de régimen en nuestro país, utilizando el soft power, pensando en la continuidad del gobierno sucesor, que no fructificó. El gasto militar creció en los primeros años del primer mandato y aunque decreció durante el segundo, fue elevado también.
El gobierno de Donald Trump llegó la Casa Blanca con la consigna de América First y el plan de establecer las relaciones con el mundo sobre esa base. Cuando hizo referencia a la paz, especificó que se preservaría mediante la fuerza, lo cual no es una concepción nueva, tal como se expresó que fue admitida por Theodore Roosevelt.
La región más importante para esta administración está constituida por el llamado Indo Pacifico, para la cual se elaboró una estrategia particular y se establecieron diversas alianzas y asociaciones, que el sucesor ha continuado. Las demás regiones del mundo siguen siendo del interés estadounidense, solo que, en la primera, es donde están los retos principales. Durante su mandato, el millonario neoyorquino trató a sus aliados como lo que realmente son, subordinados y estableció sus relaciones sobre la base de extorsiones para con, por ejemplo, la OTAN, amenazando con salirse de ella si sus miembros no contribuían adecuadamente con los gastos y si no aumentaban su gasto militar anual, aunque el objetivo final era fortalecerla
Estableció la guerra económica contra China sobre la base de sanciones, que perduran hasta hoy y aunque no declaran al gigante asiático como enemigo, en realidad implícitamente, así es y se mantiene con la actual presidencia demócrata, caracterizada por seguir la línea de Trump, aunque usando otro lenguaje.
La presidencia de Trump, echó abajo las decisiones de cierta apertura tomadas por el gobierno de Obama respecto a Cuba, incrementando las medidas del bloqueo económico financiero y comercial.
El libro elaborado por el máster Martínez, incluye un conjunto de otros documentos afines a las estrategias de seguridad, que amplían muchos aspectos tratados en ellas como son las estrategias de defensa, la revisión cuatrienal, entre otros.
Del estudio de las estrategias de seguridad nacional de los Estados Unidos podemos generalizar algunos aspectos tratados en todas, de manera directa o implícita:
Siempre se declara el papel que Estados Unidos se ha atribuido como garante de la seguridad en el mundo y como ejemplo democrático a seguir por los demás. Nunca falta la alusión al liderazgo estadounidense que se propone garantizar cada estrategia de seguridad. Esa autoridad de la que tanto se habla, ha de traducirse con otra palabra: dominación. Todas las estrategias tratan con mayor o menor amplitud, las diferentes regiones del mundo, pero se hace hincapié en aquellas que tienen problemas y puedan representar amenazas a la seguridad estadounidense. Se menciona el papel de los aliados y nunca falta la OTAN, cuando se habla de Europa. Casi siempre hay una mención al Reino Unido como subordinado principal. Israel no falta y se deja claro que Estados Unidos vela por su seguridad. No siempre se ha tratado a fondo América Latina por considerarla su patio trasero, pero hasta el momento, no se deja de mencionar a Colombia como ejemplo de seguridad en el área. Por regla general, se alude a las “ovejas negras” del mundo como Irán, Venezuela, Nicaragua y Cuba. Nuestro país se menciona en 16 de las 17 estrategias valoradas en este documento, siempre acusada de ser un factor desestabilizador en América Latina y el Caribe y se califica de tiránico al gobierno cubano para justificar agresiones y sanciones.A modo de conclusión, el libro elaborado por el máster Enrique Martínez Díaz es un valioso documento de consulta, que permite a los lectores adentrarse en las concepciones que esgrime Estados Unidos para garantizar su dominación en el resto del mundo, siempre utilizando la fuerza, independientemente del lenguaje de los presidentes de turno y los documentos refrendados por ellos.
Sirva también este libro para rendir homenaje al querido compañero Martínez, que la muerte nos arrebató inesperadamente y junto al cual trabajé durante unos 40 años desde la Academia de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, como profesores ambos y después como investigadores del CEID y del CIPI. Recomiendo la lectura, será útil a todos.
¡Gracias!
Nelson Roque Suástegui
En este libro se presentan nuestros criterios sobre la importancia de las diferentes Estrategias de Seguridad Nacional de los Estados Unidos de Norteamérica (EE. UU.) presentadas por las administraciones estadounidenses entre los años 1987 y 2017, y sus principales características, fundamentalmente aquellas relacionadas con la política exterior y los aspectos del poder militar, que consideramos esenciales dentro del actual esquema de dominación imperialista global.
El objetivo es que el presente texto sea útil como documento de consulta para interesados en el tema, especialmente estudiantes de pre y postgrado en carreras universitarias relacionadas con la política, relaciones internacionales, historia u otras carreras afines, así como incentivar el estudio de los documentos doctrinales de la superpotencia hegemónica, para lograr una real comprensión de sus acciones a nivel internacional; no es decir que el imperialismo es malo, es demostrarlo, y principalmente, lograr que mediante el conocimiento real de sus ideas y conductas, se consolide el pensamiento antimperialista dentro de los estudiantes.
De igual modo, se pretende de forma modesta, que este sea continuidad de otros libros que han tratado temas similares, como Estados Unidos: doctrinas de la Guerra Fría 1947-1991,libro del finado doctor en ciencias Roberto González Gómez,
El presente trabajo se estructura de la forma siguiente: ocho capítulos y 4 anexos; el Capítulo I, dedicado a los antecedentes de las Estrategias de Seguridad Nacional, especialmente la Ley Golwater Nichols (Department of Defense Reorganization Act of 1986 -Goldwater-Nichols Act-, P.L. 99-433, §603, codified in Title 50, U.S. Code, §3043), que estableció la Estrategia de Seguridad Nacional (ESN) como documento oficial del gobierno de EE. UU.; los capítulos del II al VII valoran las ESN de los sucesivos gobiernos estadounidenses, empezando por Ronald Reagan hasta la ESN de 2017 emitida por el actual presidente de EE. UU., Donald Trump; el capítulo VIII lo dedicamos a hacer una valoración de los enfoques regionales de las diferentes ESN, y principalmente a como ha sido tratado el tema Cuba, como parte de la política de los sucesivos gobiernos de esa nación intentado destruir a la Revolución cubana.
Es necesario esclarecer que la ideología política a la cual nos suscribimos, parte de nuestra adhesión a los principios de la Revolución cubana y a las enseñanzas que recibimos de las ideas expresadas por nuestro eterno Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, uno de los líderes políticos fundamentales a nivel mundial; a los conceptos principales del marxismo-leninismo; y a las experiencias de aquellos que han enfrentado al imperialismo norteamericano en esta etapa histórica, y que hemos intentado interpretar. No suscribimos la concepción del apoliticismo en el estudio de la realidad, y mucho menos en el ámbito de los estudios sobre problemas de las relaciones internacionales.
Asimismo, consideramos necesario aludir a nuestra condición de miembro de las Fuerzas Armadas Revolucionarias durante 35 años (1967-2002), de ellos 15 años como profesor en la Academia de las FAR Máximo Gómez, durante los cuales pude estudiar importantes documentos relacionados con el Arte Militar, su relación con la política y la historia, y aprender de las experiencias de muchos compañeros de armas; mi posterior trabajo en diferentes centros de estudios, el Centro de Estudios de Información de la Defensa y el Centro de Estudios sobre Asia y Oceanía (que ya no existen), y los últimos 11 años como investigador y profesor en el Centro de Investigaciones de Política Internacional (CIPI), en los cuales he tenido la oportunidad de trabajar e intercambiar con muchos académicos cubanos y extranjeros, tanto de nuestro CIPI como de otras instituciones, lo que ha enriquecido mis modestos conocimientos, y de muchos de los cuales podrán ver sus nombres en la bibliografía de este trabajo, relacionados con libros y otros documentos por ellos elaborados, y de cuyos profundos estudios me he servido para enriquecer el contenido del mismo. Es mi esperanza que este libro también sirva un poco para homenajearlos, y además para despertar el interés de otros muchos compañeros por estudiar el tema, que está muy lejos de ser agotado con el presente texto.
La política internacional de los gobiernos de EE. UU., ha tenido históricamente una tendencia a la amenaza o el uso de la fuerza como instrumento principal para alcanzar los objetivos de la clase dominante estadounidense, en especial después de la II Guerra Mundial. Tras la caída del campo socialista en 1989 y la desaparición de la URSS, su condición de única superpotencia le permitió actuar con mayor impunidad, invadiendo o atacando aquellos países que consideraba eran obstáculos directos a su plan hegemónico.
Entre los antecedentes históricos del empleo de la fuerza como parte de la política de EE. UU. existen múltiples ejemplos; baste recordar como arrebataron a México más de la mitad de su territorio en el siglo XIX; la cruenta conquista del oeste a costa de las tribus indias originarias que poblaban esos inmensos territorios; la ocupación y anexión de Hawái; la guerra Hispano Americana y posterior ocupación de Cuba y Puerto Rico (esta última aún bajo su dominio); la feroz ocupación de Filipinas; la política de las cañoneras y las múltiples intervenciones en países de América Latina y el Caribe. Respecto a esto un importante personaje de esa época, Theodore Roosevelt, escribió en 1897 lo siguiente:
(…) La paz solo es una diosa cuando aparece con la espada al cinto. La nave del estado únicamente puede ser dirigida, cuando es posible en cualquier momento apuntar los cañones al enemigo. (…) La paz no tiene ninguna victoria tan grande como los supremos triunfos de la guerra (...) En la actualidad, una nación que no sabe defender sus derechos con las armas, no puede mantener su categoría ni desempeñar en el mundo una misión útil.1
Es necesario significar que consideramos que la figura de Theodore Roosevelt, tanto por sus ideas como por su ejecutoria política, va a ser fundamental dentro del accionar imperialista norteamericano. Los lectores coincidirán en que las posteriores hazañas imperialistas de los Taft, Wodrow Wilson, Harding, Coolidge, Franklin D. Roosevelt, Truman, Eisenhower, Kennedy, Johnson, Nixon, Reagan, Bush (padre e hijo), Clinton, Obama, Trump, etcétera, tuvieron un antecedente esencial en ese claro y confeso imperialista que fue Theodore Roosevelt.
El imperialismo, fase superior del capitalismo, tal como describiera Lenin, en la medida que va avanzando en su elevada especialización explotadora, deriva hacia el fascismo como manifestación del incremento de la represión y la enajenación del hombre. El principio del fascismo es la militarización de la sociedad.
El incremento desmedido de las Fuerzas Armadas; el aumento de los gastos militares a niveles nunca alcanzados; el cada vez mayor papel del Complejo Militar Industrial en la política interna y externa; el intento de eliminar, incluso por la fuerza, todo aquello que pueda dificultar la libre explotación del mundo por las megaempresas transnacionales, aun a costa de arrasar el planeta; el control de la sociedad mediante el miedo y la represión; la manipulación de las opiniones en el plano nacional e internacional mediante la mentira y el chantaje; la argumentación de una doctrina hiperbelicista, con un lenguaje tremendista y soberbio; la clasificación maniquea y voluntarista de todos los estados del planeta y otras instituciones (incluso internacionales) en buenos o malos, según el patrón exclusivista e inconsulto de los supuestos amos del mundo. Todo esto caracteriza el accionar de la actual política norteamericana: Estados Unidos, bajo el dominio de los neoconservadores, marcha hacia la militarización, el fascismo y la guerra.
Entre finales de 2017 y principios de 2018, se presentaron varios documentos de carácter estratégico por parte del gobierno de los EE. UU., de acuerdo a normativas establecidas hace años por el Congreso de esa nación. Tales documentos fueron la Estrategia de Seguridad Nacional “Estados Unidos Primero”, el resumen de la Estrategia de Defensa Nacional y la Postura Nuclear de EE. UU. para el año 2018.
Del estudio de estos documentos y de diferentes declaraciones de altos personeros norteamericanos, amén de artículos de representantes de los llamados “think tanks” norteamericanos, muy vinculados al gobierno y a importantes sectores del Complejo Militar Industrial, consideramos que es fácilmente identificable que esta administración tenía una postura mucho más orientada a la aplicación de los elementos del llamado “Hard Power” o “Poder Duro” (en esencia y sobre todo el poder militar), incluyendo el regreso a concepciones como el llamado Realismo Político (Realpolitik) y la Geopolítica; entre estas (Realismo Político y Geopolítica) hay un vínculo esencial: ambas consideran fundamental el papel del Estado, al que anteponen a los restantes elementos de la sociedad.
La aplicación de las concepciones sobre el llamado Realismo Político o Realpolitik en el actuar de los EE. UU. no es algo nuevo. Para los que defienden esta escuela, lo primordial resultan los Estados y los intereses que de ellos dimanan, incluyendo obviamente quienes ejercen el poder dentro de los mismos.
Uno de los teóricos principales de esta corriente de pensamiento en los EE. UU., el emigrado alemán Hans Morgenthau (curiosamente, también Henry Kissinger es de origen alemán) planteó: “La política internacional, como toda política, es una lucha por el poder. Cualesquiera sean los objetivos últimos de las políticas internacionales, el poder es siempre el objetivo inmediato”.2
Las concepciones principales del “realismo político”, se apoyan en la tesis de que un Estado debe poner al máximo las tensiones de sus potenciales, para mantener una seguridad absoluta que sea una plataforma confiable para conservar la soberanía e integridad territorial. Los realistas marginan la confianza en otros Estados lo cual se argumenta en función del estado anárquico del sistema de relaciones internacionales.
Planteó el doctor Roberto González en su libro Estados Unidos: doctrinas de la Guerra Fría 1947-1991:
El paradigma realista, impulsado y desarrollado por académicos europeas inmigrantes, entre los que se destaca el profesor alemán Hans Morgenthau (….) invitaba a EE. UU. a asumir sus nuevas responsabilidades como potencia mundial, abandonando toda proclividad aislacionista (…) y a enfrentar el mundo de la política internacional como una lucha por el poder entre las potencias principales.3
En la introducción de la ESN 2017 se expresa claramente que: “Es una estrategia de realismo basado en principios que está guiada por los resultados, no por la ideología”.4De su contenido es fácil determinar que se expresa la intención de utilizar la fuerza o la amenaza de su empleo, como base fundamental para la consecución de los objetivos de dominación imperial. Finalmente, esto es recalcado en las conclusiones:
Esta estrategia está guiada por el realismo basado en principios. Es realista porque reconoce el papel central del poder en la política internacional, afirma que los estados soberanos son la mejor esperanza para un mundo pacífico y define claramente nuestros intereses nacionales.5
Las concepciones imperialistas que han signado la política de EE. UU. durante los últimos 150 años, han tenido siempre una clara vinculación con las fundamentos de la geopolítica, incluyendo las formulaciones del contralmirante Mahan sobre el poder naval, la política de Theodore Roosevelt, y de otros gobernantes de esa nación, y en años más recientes documentos de importantes personajes dentro de la política norteamericana, como el ya mencionado Kissinger y el no menos célebre Zbigniew Brzezinski.
De este último, más allá de su papel como consejero político de diferentes gobiernos norteamericanos, es muy importante el libro El gran tablero de ajedrez mundial, la supremacía estadounidense y sus imperativos geoestratégicos; planteaba el mismo:6
La hegemonía es algo tan viejo como la humanidad. Pero la actual supremacía global estadounidense se destaca por la rapidez con que ha surgido, por su alcance global y por la manera en que ejerce. En el transcurso de un solo siglo, los Estados Unidos se han transformado a sí mismos –y han sido también transformados por las dinámicas internacionales– de tal manera que un país que estaba relativamente aislado en el continente americano se ha convertido en una potencia con unas capacidades de acceso y control mundiales sin precedentes.
El término geopolítica, asociado a una corriente de pensamiento, disciplina científica o ciencia, se ha hecho muy popular, tanto en los medios de difusión, debido a su empleo por políticos de diferente signo ideológico, en medios académicos y periodistas de diferentes medios de difusión masiva.
La geopolítica es calificada por diferentes investigadores y escritores como una ciencia o rama científica, cuyo carácter es interdisciplinario, o sea, que su campo de estudios abarca elementos de varias ciencias, como la Geografía (fundamentalmente la Geografía Política); las Ciencias Políticas (dentro de esta, la Teoría del Estado y el Derecho, la Teoría de las Relaciones Internacionales, etc.); la Historia y las Ciencias Militares.
Consideremos pues, en esencia, que las cuestiones que la misma estudia (o más bien las que esgrimen aquellos que la utilizan como instrumento de análisis), pueden valorarse sobre la base de elementos constitutivos de ciencias ya existentes. Uno de los aspectos más significativos a nuestro juicio dentro de la Geopolítica es su vinculación con la Ciencia Militar, y muy especialmente con la Estrategia. Es por ello que algunos grandes jefes militares y pensadores de esta rama son considerados como parte de los antecedentes o fundadores de la Geopolítica; entre estos ocupa un lugar importante el ya mencionado contralmirante Alfred T. Mahan, cuyos trabajos sobre la importancia del poder naval fueron muy reconocidos a principios del siglo XX, y tuvieron indudable influencia en el pensamiento de los principales gobernantes del naciente imperialismo norteamericano, en particular del presidente Theodore Roosevelt (que además, y probablemente no por casualidad, fue secretario de marina de los EE. UU. entre 1894 y 1898), célebre por su llamada “doctrina del big stick” o gran garrote, y, uno de los políticos norteamericanos que con mayor justicia pudiera ser calificado como “padre del imperialismo yanqui”.
Al establecer que lo fundamental para la supervivencia de los estados es la perenne lucha por apoderarse y mantener territorios, fuentes de materias primas, el control de las vías por donde se mueve el comercio mundial y otros elementos similares, las concepciones de la Geopolítica (al menos su interpretación por los principales ideólogos y políticos imperialistas, que es la que prevalece en los EE. UU.), descartan la posibilidad de que los estados o naciones puedan tener otro tipo de relaciones que no sean aquellas determinadas fundamentalmente por el grado de poder político, económico y militar que tengan.
La guerra es un fenómeno que acompaña a la humanidad casi desde su surgimiento; como se recordará, el gran filósofo Karl Marx gustaba mucho del concepto expresado por Karl von Clausewitz:
24. La guerra es una mera continuación de la política por otros medios. Vemos, pues, que la guerra no constituye simplemente un acto político, sino un verdadero instrumento político, una continuación de la actividad política, una realización de ésta por otros medios.7
Según las concepciones marxistas, la política es la expresión concentrada de la economía, afirmación hecha por Lenin en 1920;8 por tanto, no es posible separar al fenómeno de la guerra, de la política ni de la economía, cuando llegue la hora de analizar sus particularidades, concepciones y sus diferentes manifestaciones; obviamente, para un estudio determinado, el todo puede ser analizado por partes, pero el investigador debe estar claro de que todo está interrelacionado; para ello sirve con tremenda eficiencia la dialéctica.
Los sistemas sociales que han imperado en la humanidad durante su corta historia se han caracterizados, entre otros elementos, por la existencia de clases, determinadas por su posición respecto a la posesión de los medios de producción y los bienes materiales, dentro del modo de producción fundamental que impera en cada etapa histórica.
Con base a esta relación se han establecido históricamente las relaciones de poder entre las clases y grupos humanos. Para ello nos auxiliamos nuevamente de Marx:
En la producción social de su vida, los hombres entran en relaciones definidas que son indispensables e independientes de su voluntad, relaciones de producción que corresponden a una etapa definida del desarrollo de sus fuerzas productivas materiales. La suma total de estas relaciones de producción constituye la estructura económica de la sociedad, el verdadero fundamento del que surge una superestructura legal y política, y al que corresponden formas definidas de conciencia social. El modo de producción de la vida material condiciona el proceso vital social, político e intelectual en general. No es la conciencia de los hombres lo que determina su ser, sino al contrario, es su ser social lo que determina su conciencia (...).9
¿Qué implicaciones tiene este análisis de la sociedad para el estudio de la política? En primer lugar, solo puede entenderse la política en el contexto de un proceso de cambio histórico. La explicación de Marx de las fuerzas productivas y las relaciones de la producción es dinámica. Estas dos entran en conflicto y al hacerlo, las formaciones sociales se ven obligadas a pasar por un cambio: “Las relaciones sociales en las que producen los individuos, las relaciones sociales de producción y cambio, se transforman, con el cambio y desarrollo de los medios materiales de producción, las fuerzas productivas”.10
Este conflicto entre fuerzas productivas y relaciones de producción encuentra su expresión en la lucha de clases. Las relaciones de explotación de la producción que forman la base de cada sociedad de clase obligan a la clase explotada a resistirse. De este modo, la explotación da lugar a la lucha de clases, la lucha constante entre el explotador y el explotado. La oración inicial del Manifiesto Comunista declara: “La historia de todas las sociedades que hasta ahora han existido, es la historia de la lucha de clases”. Esta lucha de clases es “la fuerza motriz inmediata de la historia”.
La explotación y la lucha de clases son las que proporcionan la clave para cualquier comprensión auténtica de la política. Aceptando esto, es necesario decir que también dentro de los grupos o sectores dentro de una misma clase social, pueden existir contradicciones que conlleven a enfrentamientos e incluso a guerras, por apoderarse de determinadas posiciones dentro de la estructura política de la sociedad; ello explica el carácter imperialista de diferentes guerras, como la Primera y Segunda Guerras Mundiales.
Lenin lo explica con gran precisión en su “esbozo” o “folleto popular”: “El Imperialismo, Fase Superior del Capitalismo”,11 al analizar las causas de las guerras imperialistas a principios del siglo XX, y en particular, la I Guerra Mundial, que se desarrollaba por los años en que Lenin escribió el libro (1916), y en la que se manifestaban las contradicciones entre los bloques imperialistas de la época; y, al valorar esto, se preguntaba Lenin:12
(...) ¿qué otro medio podría haber que no fuera la guerra, para eliminar la desproporción existente entre el desarrollo de las fuerzas productivas y la acumulación de capital, por una parte, y el reparto de las colonias y de las “esferas de influencia” del capital financiero, por otra?
Por lo que no puede valorarse ninguna concepción o forma de manifestación de enfrentamiento entre estados o grupos humanos, sin tener en cuenta los intereses políticos (y finalmente económicos) que los provocan. Y la guerra, en cualquiera de sus manifestaciones, finalmente no será más que expresión del enfrentamiento entre los hombres por diferentes razones, organizados bajo diferentes estructuras, pero que finalmente, sus causas principales serán políticas y económicas, lo que sigue es tan válido en la actualidad como lo era cuando Lenin escribió su libro.
En las ideas o concepciones imperialistas sobre la Geopolítica, es significativo el papel que se le da al Estado (lo que la enlaza con el Realismo Político). Es este uno de los aspectos que queremos destacar: en tales valoraciones sobre la Geopolítica se absolutiza el papel del Estado y no se habla ni una palabra de las clases sociales que integran la base de la formación económico social de la cual dicho Estado es meramente parte de la superestructura, y del papel que juegan las relaciones clasistas que se establecen en el mismo; es una visión que excluye al proletariado, y la posibilidad de establecer relaciones de hermandad y cooperación entre las clases explotadas a nivel mundial; sus conceptos son irreconciliables con el internacionalismo proletario. De forma general, confunden (o intentan que sean identificados como tales por las clases oprimidas de la sociedad), los intereses de la clase burguesa en el poder, con los intereses de toda la sociedad en una nación o grupo de naciones.
En las sociedades modernas, es el Estado la institución mediante la cual las clases dominantes ejercen el poder respecto a las demás clases y grupos sociales; en el imperialismo, los estados hegemónicos o dominantes (como EE. UU.), son fundamentalmente representantes del gran capital transnacional, cuyo dominio e intereses rebasan ampliamente el marco de un país o región; además, debe recordarse que el estado no se circunscribe al gobierno político, pues determinadas instituciones dentro del mismo tienen funciones, los llamados poderes. También empresas o elementos como la prensa o las redes sociales en Internet, pueden llegar a jugar un papel importante dentro de este conjunto de relaciones que se establecen en las sociedades humanas actuales.
Para comprender mejor los objetivos de la clase dominante en el imperio norteamericano, es importante estudiar aquellos documentos en los que sus representantes nominales expresan, al menos públicamente, cómo pretenden alcanzar tales metas. A partir de 1987, el documento principal del gobierno norteamericano para tales fines (establecido por la llamada Ley Goldwater-Nichols de 1986 que reformaba el Departamento de Defensa de EE. UU. y normaba muchos elementos sobre la seguridad nacional en ese país, y que describiremos con más detalle en el Capítulo I de este libro) es la Estrategia de Seguridad Nacional, ESN (National Security Strategy, NSS), de los cuales se han hecho públicas 17 hasta el año 2017:
ESN enero 1987ESN enero 1988ESN marzo 1990ESN agosto 1991ESN enero 1993ESN julio 1994ESN febrero 1995ESN febrero 1996ESN mayo 1997ESN octubre 1998ESN diciembre 1999ESN diciembre 2000ESN septiembre 2002ESN marzo 2006ESN mayo 2010ESN Febrero 2015ESN Diciembre 2017Correspondieron al período de gobierno de cada presidente las ESN que en cada caso se señalan:
Ronald Reagan (1987,1988);George H.W. Bush (1990, 1991 y 1993);William J. Clinton (1994, 1995,1996, 1997, 1998, 1999 y 2000);George W. Bush (2002, 2006);Barack H. Obama (2010, 2015); yDonald J. Trump (2017).Como puede verse, únicamente los presidentes Ronald Reagan y William Clinton cumplieron aproximadamente lo establecido en la Ley Goldwater-Nichols del año 1986, en la cual se promulgaba la obligatoriedad para las administraciones norteamericanas de que se emitiera tal documento, con carácter de informe, en cada año de mandato.
Algunas de estas ESN, son notablemente extensas, como la del año 2000, que cuenta con 84 páginas; otras, como la del año 2002, tiene solamente 35 páginas, o sea, una tercera parte de la anterior. En total, sumadas las páginas de texto de las 17 ESN que han sido hechas públicas (que son a las que hemos tenido acceso)13 en formato pdf, son unas 750 páginas las que constituyen el contenido de las 17 ESN.
En ese marco, EE. UU., como principal potencia imperialista a nivel planetario, aun cuando ha visto reducida su preponderancia económica a nivel mundial, mantiene y refuerza su papel como gendarme internacional, garante de que la globalización continúe siendo el escenario en el cual las grandes transnacionales, mayoritariamente norteamericanas, disfruten de todas las facilidades para obtener cada vez mayores beneficios de la explotación irracional de los recursos del planeta.
Para ello, las élites gobernantes de EE. UU., aliadas con el Complejo Militar Industrial norteamericano (el mayor del mundo), mantienen su estímulo a una carrera armamentista a nivel planetario, que tiene como objetivo fundamental no permitir que ninguna otra nación o grupo de naciones alcance la paridad estratégica con EE. UU., fundamentalmente en el plano técnico-militar —ya se conoce que en todo enfrentamiento bélico no solamente tienen peso los factores tecnológicos; otros, como la aplicación de métodos de lucha más eficaces, y la decisión de lucha de los pueblos, muchas veces son decisivos; ello explica las derrotas que ha sufrido los imperialistas en diferentes conflictos; Playa Girón y Vietnam son ejemplos muy claros.
Esto sirve para justificar los colosales gastos militares de EE. UU.; los personeros del Pentágono y la Casa Blanca esgrimen como justificación la existencia de infinidad de supuestas amenazas a la seguridad de EE. UU. y de sus aliados; no es ocioso recordar que, insistentemente, tales personajes hacen referencia al papel del “liderazgo norteamericano” en la seguridad mundial, el que plantean es beneficioso para la paz y la estabilidad global (lo cierto es que es muy lucrativo para las grandes transnacionales de capital mayoritariamente estadounidense que extienden sus tentáculos por la mayor parte del planeta).
Solamente la Federación de Rusia (heredera de la extinta URSS en ese aspecto) posee, en armas nucleares, un nivel equivalente al poderío norteamericano; en los restantes renglones estratégicos, la supremacía norteamericana a nivel global es importante, incluso comparada con todos los demás países del planeta sumados (por ejemplo, en la cantidad de portaaviones y capacidades de los mismos; el resto de los países que poseen estos medios de guerra tienen, sumados, aproximadamente la misma cantidad de esos navíos que los EE. UU., o sea, que los norteamericanos tienen la mitad de todos los portaaviones existentes, pero, si vemos su tamaño, número de ellos con propulsión nuclear, y cantidad de aviones de combate que pueden operar, la ventaja estadounidense es evidente. En esto juega también un papel muy importante el elevado número de bases militares que posee EE. UU. en casi todo el planeta (sin contar las llamadas “facilidades”, secretas en su mayoría, en muchos países) así como el permanente despliegue de agrupaciones aeronavales en los océanos mundiales. Y no olvidar sus capacidades para el espionaje y la vigilancia, tanto aérea, naval, espacial, comunicacional, cibernética, etc., a las cuales no escapan ni sus aliados, como se reveló hace poco respecto a la canciller alemana Ángela Merkel.
A esto se suma el carácter subordinado conferido a las naciones, mayormente europeas, integrantes de la OTAN y a otros aliados en diferentes regiones del mundo, como Japón, Corea del Sur, Australia, Israel, Arabia Saudita, entre otras, las que, aunque puedan tener diferencias de carácter puntual en algunos asuntos de carácter estratégico con los norteamericanos, están forzados, de grado o no, a acatar las directrices que emanan desde Washington.
Esto claramente no quiere decir que el imperialismo es invencible, pero que en el plano de un enfrentamiento de carácter simétrico o “regular”, los norteamericanos y sus aliados de la OTAN tienen grandes ventajas respecto a las demás naciones, al menos en el plano técnico-militar; esto se manifestará aún más en el control de las grandes vías de comunicación aéreas y marítimas, y de las regiones donde se concentran los principales recursos naturales de carácter estratégico, como puede ser, por ejemplo, el petróleo, o, en un futuro al parecer no tan lejano, las fuentes hídricas, indispensables para la supervivencia de la humanidad.
Por lo que, aun cuando es cierto que el imperio norteamericano ha cedido terreno en el plano económico a nivel global, y que su poderío militar no siempre le ha asegurado alcanzar la victoria total en enfrentamiento contra pueblos decididos a defender su libertad (como reluce en el caso de Vietnam), este aún es lo suficientemente poderoso como para agredir a cualquier país que considere, afecte sus llamados “intereses nacionales”, y que aprecien sus dirigentes que es lo suficientemente débil para garantizar una victoria, o que tenga recursos naturales de valor estratégico; incluso su poder militar puede llevar a la humanidad a una catástrofe nuclear, que solo se podrá evitar con políticas sabias y firmes. Debido a ello, es importante evitar crear mitos de su debilitamiento que conduzcan a políticos o movimientos revolucionarios, a un falso triunfalismo que no comprenda que la lucha contra el imperialismo deberá ser larga, tenaz, inteligente, prudente y persistente.
Es indudable que, en la actualidad, los representantes de la hasta hace poco “única superpotencia”, ven comprometido su dominio a nivel planetario, y tratan de afianzar o retener el control sobre importantes fuentes de recursos mundiales, e incluso pretender expandir ese dominio al espacio exterior.
Para que toda la humanidad, y no un grupo de privilegiados, se beneficie del empleo racional de los recursos del planeta que habitamos, y se eliminen todas las amenazas a sus habitantes, especialmente las guerras, en un mundo cada vez más interconectado, y aquejado de diferentes calamidades, incluyendo el cambio climático y las pandemias, sería bueno se cumplieran estas palabras del Comandante en Jefe Fidel Castro:
Para que la globalización haga realidad su enorme potencial de beneficio para la humanidad, necesita ser acompañada por un nuevo orden mundial, justo y sostenible, que incluya la participación de los países del Tercer Mundo en la toma de decisiones globales.
Las informaciones sobre la actual situación en EE. UU., la lucha de poder dentro de ese país, demostrada por las dificultades del gobierno norteamericano para cumplir promesas pre-electorales debido a la existencia de divisiones en el congreso, los resultados nada favorables de la guerra en Afganistán, el avance a nivel global en los planos económicos y políticos de otras naciones, muy especialmente la República Popular China, etcétera, son elementos que demuestran que el aparentemente inigualable poder de EE. UU. como superpotencia global hegemónica está en crisis. Esta realidad, no obstante, no debe llevarnos a conclusiones irreales o aventuradas: aún es muy grande el poderío del imperialismo, y este, incluso en su agonía, puede ser muy peligroso.
El imperialismo actual, aun cuando mantiene las principales características que enunció Lenin en su ensayo, tiene como cualidad fundamental el carácter transnacionalizado que ha alcanzado; el marco del estado nacional (donde la burguesía, aprovechando la obtención del poder, estableció las leyes y normas que permitieron su dominio sobre la sociedad, incluyendo el desarrollo de los monopolios), ha sido rebasado, ya que las grandes empresas, mediante la exportación de capitales y otros recursos, son cada vez más multinacionales o transnacionales; solo acuden a los gobiernos estatales para que las defiendan en aquellos aspectos que consideren sean necesarios, pero los soslayan cuando pueden ser un obstáculo para sus ganancias. En ello se basa el discurso de la desregulación económica, la libre circulación de capitales y la exención de impuestos a las corporaciones (sobre todo para que puedan ingresar las ganancias que obtienen en el extranjero, fundamentalmente en los “inestables y fracasados” países subdesarrollados).