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Eva Faga

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Beschreibung

En "Eva. Relato colectivo de una transición" la autora se construye, en una identidad Travesti Trans, dentro de un escenario real y en constante cambio, como lo es Argentina. Con ella, transiciona el mundo que nos rodea, porque nos obliga a repensarnos y asumir la responsabilidad que tenemos en la construcción de les otres. Eva no busca conmover ni emocionar, no esperen un relato emotivo que apele a la poética de las palabras, más bien uno que deja de relieve la importancia de las luchas colectivas en la obtención de derechos. Un ejemplo de ello, es la Ley de Identidad de Género. La autora pone énfasis en la importancia del lenguaje como una forma esencial en la construcción, no solo de la cultura sino también de la identidad. Es posible conocer, a través de su testimonio, los diferentes ámbitos que Eva transita, desde lo cotidiano y familiar, hasta el activismo y la constante lucha por la defensa de los Derechos Humanos.

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Seitenzahl: 157

Veröffentlichungsjahr: 2024

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EVA FAGA

Eva

Retrato colectivo de una transición

Faga, Eva Eva : retrato colectivo de una transición / Eva Faga. - 1a ed - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2024.

Libro digital, EPUB

Archivo Digital: descarga y online

ISBN 978-987-87-5286-0

1. Narrativa. I. Título. CDD A863

EDITORIAL AUTORES DE [email protected]

Tabla de contenido

Prólogo

Infancia

Adolescencia

¿Vida Adulta?

Eva florece

Hormonas

Eva

Cirugías

Tetas

Vulvoplastía

La identidad:de lo Individuala lo colectivo

Orgullo Chasco

Encuentro Plurinacional de Mujeres, Lesbianas, Travestis, Trans, Intersexuales y No Binaries

Militancia

Hija, tía, hermana, amiga y amante

A modo de Cierre

Eva en los de ....

Eva en los ojos de la Tana

En los ojos de Mili y Marti. La voz de mis sobrinxs

En los ojos de Florcita

Eva en los ojos de Kike

Eva en los ojos de Clau (Tita)

En los ojos de la Gorda (hermanxs)

Prólogo

Antes de empezar a leer este libro, es necesario que sepas con qué te vas a encontrar para no crear falsas expectativas, suficientes ya tenemos a diario en nuestros recorridos.

Esto no es ninguna teoría totalizadora que hable sobre la transiciones en términos médicos, teóricos, ni mucho menos explicativo sobre el proceso; es la escritura, en primera persona, de una piba trava (porque así me gusta llamarme) sobre un recorrido que dista mucho de ser lineal y no pretende ser molde para nadie, aunque cada vez que me junto con alguna compañera hay mucho de nuestro recorrido que se asemeja.

Si bien, muchos momentos de mi vida, no fueron del todo agradables, debo reconocer que gocé de varios de los privilegios, como por ejemplo el de escribir este texto siendo una trava que llegó a los 40 años, de profesión docente, con los beneficios de haber entrado al sistema laboral a los 21 años.

Voy a hacer referencia a activistas con todas las letras: travas y trans; obviamente no espero estar a la altura de ellas. Ellas, porque en su mayoría, me relacioné con pibas, pero alguna conversación interesante tuve con pibes y pibxs.

Alguna vez voy a usar la x como forma de nombrar, pero como digo cada vez que empiezo una charla, aún no me acostumbro a usarla, aunque reconozco que, frente a mí, pueden haber identidades no binarias y es necesario nombrarlas como son. La deconstrucción del lenguaje me cuesta mucho.

Esto no es un diccionario o una enciclopedia, si bien voy a intentar ampliar algunos conceptos, entiendo que no todxs venimos con las mismas palabras para describir lo que nos rodea.

Y por último, el texto es una mezcla de charlas y vivencias unidas al relato de mi transición, de lo que me pasó en la construcción de una identidad autopercibida, en un pueblo, con un pensamiento del campo nacional y popular y que, seguramente, me hubiera gustado escuchar cuando empecé a entenderme. Si aún te quedaste, arranquemos a charlar.

Infancia

Con nombre de varón

Nací en Chascomús, provincia de Buenos Aires, seguramente buscarás dónde queda; mi mejor explicación es camino a Mar del Plata desde CABA, hay un parador de medialunas a una hora y media.

Es conocida por la laguna, la que actualmente está un tanto seca, por así decirlo, debido al cambio climático. Además de eso, conserva lindos parques y un casco histórico de la época colonial. Tenemos el primer Presidente Constitucional, Don Raúl Ricardo Alfonsín después de la peor dictadura cívico militar que vivió la Argentina y digo esto por lxs 30.400 compañerxs desaparecidxs, por los crímenes de lesa humanidad que llevaron a cabo un grupo de traidores a la patria tanto Militares como civiles, se llevaron hijxs nacidos en campos de exterminio, impusieron el terror como forma de gobierno, apagaron las canciones, las ideas y a la gente. Después de eso se juró un Nunca Más (en este momento donde escribo, después de 40 años de democracia ininterrumpida, en un proceso electoral, ganó un ser que no reconoce la dictadura como tal, sino que la denomina como una guerra. La memoria de la Argentina es a corto plazo).

En ese mismo lugar, el 30 de noviembre de 1983, hijo de doña Norma y don Ricardo, nace quien aquí les escribe. A muchxs compañerxs, el uso del deadname o, en español, nombre muerto, o sea, el nombre que te pone tu familia, pero no condice con la construcción de la identidad autopercibida; les insulta, en mi caso le guardo un gran cariño, aunque claramente, si lo usa otra persona es una falta de respeto. En ese momento, Ricardo Daniel, nombre que me acompañó por 35 años.

Latina desde que nací, segundo hijo de mis papás de cuatro que somos; mi hermana, durante muchos años, creía ser la única mujer de la familia, pobre ilusa. Pelo por todos lados, melena oscura, ojos marrones y bastante blanca de tez, hasta volverme marrona.

No tengo muchos recuerdos de mi infancia sino hasta que fui al jardín de infantes, cosa que resistí con uñas y dientes literal. Parece ser que mi mamá, no tuvo mejor idea que engendrar una nueva vida y yo no quería, bajo ningún punto de vista, perder el estrellato.

Hay recuerdos que quedan para siempre; uno es el primer día de la salita de cinco (la cual fue la única que hice). No sé si catalogarla como una de las experiencias más amorosas pero, luego de una larga charla, Norma me convenció de que, si no lloraba y revoleaba, patadas y mordidas a las señoritas, me iban a dar unos regalos en la vuelta a casa. El trato parecía justo. Caminamos sobre la esquina de Lastra y Varela, tan solo treinta metros separaban la puerta del jardín de la entrada a la escuela, allí quedó mi hermano mayor. Fue ahí cuando mi cuerpo empezó a mostrar señales de que, con seguridad el contrato celebrado no entraría en vigencia; la marcha empezaba a ser más lenta, aparecía una fuerza en el brazo de mamá que se incrementaba y no le permitía seguir llevándome cordialmente al jardín (sí, es sarcasmo).

Lentamente aparecía la imagen del delantal de la señorita ese era el preciso momento para montar la escena, ahí empezaba el gran teatro dramático, incluía llanto, el sujetarme de Norma y cuando me lograban despegar revolear alguna que otra patada al aire. Ese lugar estaba lleno de reglas que no me gustaban nada, desde los juegos, el delantal y la forma que me trataban.

Más de una vez escuché comentarios de las seños que decían cosas como si yo no las escuchara (esto no es algo que inventé para escribir, más de una vez podemos recordar esas escenas con lujo de detalles). Una recurrente, era que hablaban de cómo hacía pis, nunca me acostumbré a hacer paradx y era algo que se habían puesto como objetivo; había que borrar cualquier indicio de algo raro. Ya habían cosas que se notaban que les hacía ruido. Una vez pregunté cuándo me iba poder cambiar el delantal al rosa, a lo cual la señorita, no recuerdo quién, me dijo “¡nunca! Los niños siempre son nenes y las niñas siempre son nenas y esas preguntas no hay que hacerla ¿o querés que se burlen de vos?”. En ese lugar apareció la división sexo–genérico. En casa no lo veía pero, ahí me lo empezaron a enseñar. Nunca supe si hablar con mis viejos, ellos tampoco me contaron nada pero algo me dice que había un par de señales que nadie quería decodificar. Siempre hubo lugares prohibidos, baños a los que no podía ingresar, juegos y jueguetes que no eran para mí, hasta podría jurar que los colores estaban un poco asignados.

Cuando salía de ese lugar volvía a ser libre, en realidad volvía a ser yo, no me ponía a pensar ¿qué era? sino que podía jugar con todxs. Que en las escondidas, los juegos, los experimentos (muchos que casi nos mandan con san pedro) no había géneros, había niñxs que jugaban. Cabe destacar que estoy hablando de finales de la década del 80; en el contexto de un pueblo en el que salíamos a jugar a la calle hasta cualquier hora en verano, no así en época de clase que, a las diez de la noche, ya estabas cenada, bañada y acostada con la luz apagada.

En ese tiempo, vivíamos con una tía de mi papá que se llamaba María que, de adulta, me enteré de su historia que podría haber sido una novela, pero eso lo dejaré dentro de la órbita familiar. Era medio renegada y fumaba unos cigarrillos que olían muy feo, los particular (si alguien lo sintió alguna vez me entenderá). Una vez tuve la genial idea y le di una pitada, creo que aun me silban los pulmones, por eso y, porque me descubrieron, hubo algún que otro chirlo.

Yo no me daba cuenta, pero en casa las cosas no andaban del todo bien, algo que se llamaba crisis económica, estaba sucediendo, pero la verdad que a mi no me importaba, sino que pensaba qué nuevo plan podía hacer para mandarme alguna cagada. Este periodo hasta llegar a la adolescencia fue muy tranquilo, había entendido que no se podía preguntar cosas tal como ¿cuándo voy a volverme nena? pero mucha bola no le daba.

La primaria fue ese lugar donde todxs estábamos de blanco, cambiaba un poco la forma, pero eran iguales. Al principio eran todos letras y números. Que la M con la A suenan MA y si lo escribo dos veces dice MAMÁ. A sumar y restar y, cuando en la semana nos quedaba tiempo, pintábamos o veíamos algo de ciencias naturales que siempre era sobre el entorno que nos rodeaba.

Mi infancia se caracterizó por eso, por juegos, por la familia, sin idealizar; una familia empobrecida pero feliz y muchas preguntas que me hacía a mi misma pero sin querer buscar ninguna respuesta.

Ahora te preguntarás ¿por qué me cuenta la vida de un niño más o menos igual a la de cualquiera en la década de los 80 y mediados de los 90 en Argentina? Será porque, a mi entender, cuando cuentan nuestras historias o desaparece nuestra identidad anterior (a la cual le guardo un profundo cariño) o acentúan la parte triste y desoladora, para que luego cobre sentido la historia y por fin llegue la redención, como una forma que justifique y habilite la transición. Pues no mi cielx, tenemos una historicidad la cual está signada por la economía, la política, la cultura, la religión. En fin, la realidad que se nos construye a diario y digo se nos construye porque en la infancia, poco la modificamos, más bien ella nos da forma.

Ahora si debo destacar que acá se diferencia de mis compañerxs que construyeron su identidad autopercibida (la autopercepción que se expresa muy bien en el artículo 1 de la ley de identidad de Género, en mis palabras son aquellas expresiones y vivencias que como resultados nos permiten expresarnos por fuera del sexo asignado al nacer) eran excluidos de sus hogares enfrentados a vivir de las migajas que el mundo les ofrecia y aun les ofrece porque si bien hay un enorme avance en el reconocimiento de las identidades autopercibidas, en muchos pueblos, sigue siendo la sentencia para terminar en la calle.

Les dejo unas fotos para que imaginen

Nacido el 30 de Noviembre de 1983

Hijo de Norma E. Valdes y Ricardo M. Faga (no sé si soy yo pero lo supongo)

Norma no escatimaba en trajecitos

Mis hermanitxs (ya son grandes pero yo los veo así) Dolores y Mauricio Faga

Con Lola mi perra favorita (me mato 3 gatos, pero bue)

Siempre la preferidx de papá.

Adolescencia

Clandestinidad

Bueno qué decir de esta época, como siempre es necesario contextualizar, si tenés menos de treinta, necesitás imaginar este momento; corrían casi fines de los noventa, a un brillante ser se le ocurrió que sería mejor tener dos años más de Educación Primaria, por lo cual se crearon el octavo y noveno año. Así que, felizmente, tenías nueve y no siete años, como antes.

Aquí la cosa empieza a cambiar, como yo ya tenía a mi mejor amigo a los doce años, nos cambiamos al turno tarde para poder mandarnos más cagadas de las que habitualmente hacíamos.

Desde que nos conocimos nos dimos cuenta que éramos dos Señores PUTOS (aclaración: sé que no dice así, se dice gay u homesexual. Pero mis queridxs lectorxs, nos identificábamos con esa palabra que nos gritaban en cada esquina. Al insulto, lo utilizamos para burlarnos del mundo). En un pueblo chico, la noticia se reparte a la velocidad de la luz, más, si es un chisme.

Si bien no podíamos decirlo a viva voz, tampoco disimulábamos lo que nos pasaba. De manera inconsciente o tal vez no, empezamos a usar cosas para desaparecer más nuestra masculinidad o, mejor dicho, los rasgos que nos identificaban como varones; era nuestro secreto gritado a viva voz.

Recuerdo esa etapa con mucho anhelo, dicen que la adolescencia es una época de sufrimiento, pero la verdad la mia fue diferente: amores todo el tiempo, música a todo volumen (yo era más rockerita pero, para ser puto, tenía que ser popera y, en un tiempo peor, cumbiera). La ropa no era algo de fácil acceso así que veíamos qué teníamos y qué nos podíamos robar de amigas. Había ropa prohibida como las polleras y los vestidos; más de una vez, nos clavamos un jeans que nos hacía una cola perfecta, con eso tan pequeño éramos felices.

Siempre lo miré con algo de envidia, era super flaco, con el pelo rizado, la piel oscura, alto y cuando se montaba, es decir, cuando se maquillaba; su masculinidad desaparecía, contrario a mí. Era super contestataria, si alguien nos decía algo siempre saltaba a los gritos, les sacaba las ganas de boludearnos o, si se ponía peor, la ligábamos. A mi nunca me pegaron, pero a él un par de veces sí y mucho. Esa violencia luego de algunos años tomó diferentes nombres, pero en el fondo siempre fue lo mismo; el odio a nuestras expresiones de género y a lo prohibido de nuestra orientación sexual (orientación e identidad se toman muchas veces como sinónimos, aunque son dos cosas totalmente diferentes. La orientación sexual, puesto en mis palabras, es con quién queremos tener una relacion sexo–afectiva, en cambio, la identidad es la expresión, las vivencias y cómo construimos el género a lo largo de nuestra historia).

En la adolescencia, aprendí que esa forma de querer estaba mal, que ser homosexual, me iba a enfermar o nunca iba a ser feliz. Estábamos en pleno apogeo del HIV donde se le atribuía su aparición al colectivo LGBTIQ+. Porque en mi adolescencia, no conocia ni la responsabilidad sexo–afectiva ni, mucho menos, la amorocidad. Tiempo en que no existían las redes sociales, los boliches gays (por lo menos, no en los pueblos), celulares y demás, por lo que cada unx se las arreglaba a ingenio. Mi amigo levantaba más que yo, primero, porque era mucho más lindo y segundo, porque yo era tan tímido que ni siquiera era capaz de mirar a alguien.

En el boliche, llamado lado B, los chabones pasaban por atrás sin que nadie los viera, al oído, de forma disimulada, te decían hora y lugar de encuentro; para lxs entendidxs: montaña de Piedras de la vieja estación, vías del tren entre julián quintana y casalins, atrás de la usina vieja, parque libres del sur, la palmera curva o descampados que había varios, eran algunas de las referencias. No miren con cara de horror, no los conocí todos, me contaron (pues claro que no mi cielx, los recorrí todos y más).

En esa época aprendí lo que era la clandestinidad, algo que hoy en día me cuesta arrancar de mi vida, no porque me ponga en un papel de juzgadora moral, porque yo no elegí conocer gente en esas condiciones, sino que el contexto no me daba otra forma de relacionarme. Las edades no interesan demasiado, todxs éramos menores. Lo que sí interesa, es que la única forma de expresar afectividad, en ese momento, era en la oscuridad de la noche.

Hasta que llegabas al lugar te invadía el pánico, el deseo de ir, de concretar el encuentro y el miedo, la frustración, el saberse vulnerable, se debatían a lo largo de esas muchas o pocas cuadras que separaban el boliche del lugar acordado. Podía tratarse de una patota de amigos con la intención de pegar o violarte en grupo.

Cuando por fin aparecía el pibe, se juntaban un montón de sentires. La adrenalina aceleraba el cuerpo con ese primer beso, sentías tu corazón y el de la otra persona como si fueran a explotar, no mediaban palabras. A veces se escapaban gestos de amorocidad caricias y miradas. Luego del orgasmo del otro, porque casi siempre era así, se vestía, se acomodaba y salía de la escena, como si no hubiera existido ese momento. Más de una vez su mirada solo mostraba desprecio, pero después de mucho tiempo, me di cuenta que no era hacia mí, sino hacia él mismo, con lo que mi ser le generaba, con el deseo, la atracción, la culpa y el miedo.

Luego de esos encuentros podías jugar a tener una novela donde esto terminaba bien o podrías caer en esa realidad que solo te dejaba un sabor amargo sumado a un gusto de soledad. Acá reconozco que, más de una vez, decidí tomar el camino de la fantasía, afuera todo era el caos y ese rato me alimentaba de otra cosa.

Cuando aprendés a vivir en esa clandestinidad, lo demás te parece raro. Hoy en día se discute sobre cómo construir una pareja o por lo menos juegan a decir eso. En ese momento no existía, en los pueblos, otra forma de definir los vínculos o relaciones monogámicas, siempre se limitaban a un noviazgo, es decir, las relaciones casuales eran impensadas o bien, permanecían en la clandestinidad de aquello de lo que no se habla, en la oscuridad de las palabras y del silencio.