Fabio. El muchacho del Copacabana - Acela Caner Román - E-Book

Fabio. El muchacho del Copacabana E-Book

Acela Caner Román

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Fabio: el muchacho del Copacabana es un testimonio inconcluso sobre la muerte del joven italiano Fabio Di Celmo. El nombre del hijo más pequeño de Giustino y de Ora, se escribió en las páginas de todos los periódicos y se pronunció, una y otra vez, en los eventos y foros internacionales. Pero, ¿qué sabemos en realidad sobre Fabio Di Celmo? ¿Cómo era este hombre que perdió la vida con solo 32 años? ¿Qué recuerdos impulsan el homenaje de sus amigos y compañeros de equipo? ¿Qué significa Cuba en la vida del prometedor empresario nacido en tierra genovesa? ¿Cómo explicar el calor humano y la solidaridad constante que recibe la familia Di Celmo por la pérdida de su caro bambino? ¿Por qué es una realidad palpable la afirmación hecha por su padre de que "el terrorismo no obtiene lo que desea y su acción es un boomerang en su contra"?

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Seitenzahl: 185

Veröffentlichungsjahr: 2021

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Página legal

Edición: María Eugenia de la Vega García

Diseño: Eugenio Sagués Díaz

Diseño de cubierta y pliego fotográfico: María E. Gil Mc Beath

Maquetación digital: JCV

® Acela A. Caner Román, 2020

Sobre la presente edición: Editorial Capitán San Luis, 2020

ISBN: 9789592115705

Editorial Capitán San Luis.

Calle 38 No. 4717 entre 40 y 47, Reparto Kholy, Playa.

La Habana, Cuba.

[email protected]

www.capitansanluis.cu

https://www.facebook.com/editorialcapitansanluis Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del Copyright, bajo la sanción establecida en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo público. Si precisa obtener licencia de reproducción para algún fragmento en formato digital diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) o entre la web www.conlicencia.com EDHASA C/ Diputació, 262, 2º 1ª, 08007 Barcelona. Tel. 93 494 97 20 España.

Dedicatoria

A la memoria de Fabio Di Celmo,

joven italiano víctima inocente

del terrorismo contra Cuba.

A Gerardo Fernández, Ramón Labañino,

Fernando González, René González

y Antonio Guerrero prisioneros políticos

del Imperio por enfrentarse al terrorismo engendrado por la ultraderecha miamense.

La Habana, 24 de julio de 1999

A los lectores

A los lectores:

Los hechos descritos en este libro por Acela Caner son todos auténticos y verdaderos.

Me sorprende y me asombra cómo pudo esta autora penetrar y describir los sentimientos más profundos de la vida de Fabio, algunos de los cuales eran para mí desconocidos.

Fabio vino a esta maravillosa tierra solo para ayudar y ofrecer su solidaridad.

            Giustino Di Celmo

Prólogo

Prólogo

Para un lector que viva en la pequeña Isla, hastiado desde su niñez de conocer de tantas muertes por el terrorismo dirigido desde los Estados Unidos contra Cuba, y siendo una víctima potencial de estos crímenes, leer este libro causa una mezcla de sensaciones que van desde el dolor a la esperanza y reitera una serie de interrogantes: ¿Hasta cuándo? ¿Por qué?

Fabio: el muchacho del Copacabana, es un libro que no debió escribirse pues está inspirado en la muerte criminal y prematura de un hombre de apenas 32 años de edad. Sin embargo, es un libro necesario, escrito en un lenguaje sencillo como la vida del joven Fabio Di Celmo, italiano de nacimiento e hijo adoptivo del pueblo de Cuba, víctima inocente de la acción terrorista ocurrida el día 4 de septiembre de 1997 en el hotel Copacabana, del capitalino barrio de Miramar en La Habana.

Duele que el criminal, bajo la sombra oscura de sucesivos gobiernos de los Estados Unidos y protegido por sus agencias, esté en estos momentos, una vez más, fuera del alcance de cualquiera de los sistemas judiciales que lo reclaman por acciones terroristas cometidas en varios países. Indigna leer sus propias declaraciones al The New York Times cuando, al reconocer su autoría, alega que su víctima “estaba en el lugar equivocado en el momento equivocado”, expresión muy estadounidense cuando de justificar crímenes se trata. Ofende solamente imaginarse que el lobby de un hotel, donde despide a dos amigos, pueda ser catalogado de esta manera. Pero se entiende, la clave está en los sentimientos de humanismo y solidaridad que llevan a este joven italiano a compartir, de igual a igual, con los empleados del hotel Copacabana, no son compatibles por la filosofía del despojo y la violencia que rige la política de los Estados Unidos. Esta filosofía no puede conciliarse con un comerciante que motive a los trabajadores del hotel donde se hospeda para que le celebren su cumpleaños en la casa de uno de ellos, o que participe en un partido de fútbol en una barriada humilde de las afueras de la ciudad; que sea amigo, casi hermano, de un salvavidas y mucho menos que su rincón preferido en el mundo sea la iluminada sombra de una pequeña sombrilla de playa en la costa norte de esta pequeña, rebelde y codiciada Isla. Es que Fabio, de Génova, cual moderno conquistador, descubrió Cuba y se llevó como tesoro el corazón de su gente.

Emociona la entereza y la fuerza de la familia del joven. Los recuerdos desgarradores y alegres de una madre eternamente lastimada, el vigor del octogenario padre que no descansa mientras reparte amor, denuncia y clama justicia ya sin lágrimas: Ora y Giustino.

Y de nuevo la lectura nos lleva a la justicia, a la llamada justicia del imperio. Cinco jóvenes cubanos cumplen condenas que van desde quince años hasta dos cadenas perpetuas en cárceles de los Estados Unidos. Sus crímenes: tratar de descubrir e informar sobre las actividades de las organizaciones de la extrema derecha de origen cubano que radicadas en Miami planifican, financian y ejecutan las acciones terroristas contra Cuba, como esa que le costara la vida al joven italiano.

El arresto, encauzamiento y sentencia de Antonio Guerrero, Fernando González, Gerardo Hernández, Ramón Labañino y René González muestran la hipocresía del gobierno norteamericano cuando habla de lucha contra el terrorismo y lleva la guerra a varios lugares del mundo en nombre de ella.

René González, uno de los cinco héroes cubanos, en carta fechada el 10 de junio de 2004, escribía a Hugo, un joven estudiante de Secundaria Básica compañero de aula del mayor de mis hijos:

...Si supongo bien, en el año 1997, tú andarías por los siete u ocho años. Si ya compartías la escuela con Robertico puedo asumir que vivirías en la misma zona y estarías en segundo o tercer grado, en alguna escuela no muy lejos de donde vive mi sobrino.

Cerca de allí están el Hotel Capri y el Hotel Nacional. ¿Recuerdas las bombas que explotaron allí, causando destrozos materiales y heridas a personas inocentes? Otras estallaron en lugares más distantes de la capital, provocando una de ellas la muerte del joven italiano Fabio Di Celmo, evento del que seguramente conoces. Todo esto se planificó desde Miami, donde yo me encontraba junto a mis cuatro compañeros cumpliendo la misión de evitar cosas como esas. Pero esas explosiones son solo uno de los últimos capítulos que comenzó tan pronto el pueblo cubano hizo la Revolución.

No sé dónde tú estabas cuando estallaron aquellas bombas en tu vecindario. Quisiera pensar que estabas en alguna otra parte, quizá de paseo o algo así, y que no pasaste por el sobresalto de las explosiones, la conmoción de las personas, la alarma, el susto y que no tuviste que escuchar luego las sirenas de los camiones de bomberos y las ambulancias. Cuando vi las imágenes de los cristales rotos en el Capri pensé inmediatamente en mis sobrinos, en los niños del barrio, en los cubanos todos y me invadió la rabia de no haber podido evitarlo y la rabia también de ver el júbilo insano que aquellos crímenes despertaron en algunas almas perdidas al norte del estrecho de la Florida.

Sé que no podemos abarcarlo todo, que esto es una batalla colectiva en la que cada uno hace su parte. A pesar de no haber podido evitar aquello estoy satisfecho con la parte mía y, si al menos pude evitar a un cubano un sobresalto, una lágrima a una madre, la viudez de una esposa o la orfandad de un solo niño; tal vez con decirte esto último en un solo párrafo hubiera sido, después de todo, suficiente. Razón de sobra para este modesto sacrificio.

¡Qué ironía! Mientras los terroristas caminan libremente por las calles de los Estados Unidos o evaden la justicia protegidos por el gobierno, quienes tratan de neutralizar sus acciones sin utilizar la violencia contra ellos, son encarcelados en ese propio país. ¿Hasta cuándo?

Y al fin la esperanza, los trabajadores del hotel Copacabana, el pueblo de Cuba y su gobierno se solidarizan con la familia Di Celmo. Se denuncia en cuanto foro internacional sea posible a los verdaderos gestores del crimen. Se captura y juzga al autor directo. Un mercenario, no podía ser otro tipo de persona. Se devela una tarja en memoria de Fabio. Tampoco en Génova están solo los Di Celmo. Tampoco en Italia, ni en el mundo.

De la mano de los testimonios reconforta saber que la muerte física de Fabio no lo distancia de nosotros, que su nombre es alentado por el Sciarborasca, su escuadra de fútbol, que gana el campeonato de Génova, su ciudad natal. Sus amigos dedican el triunfo a su jugador número 10. La escuadra viaja para jugar en Cuba. Sueño de Fabio que su padre hace realidad. El cariño de muchos alivia el dolor incurable de la familia. Se sobreponen, reciben y dan. Giustino el padre y el hermano Livio son activos en la solidaridad con los cinco cubanos presos en los Estados Unidos. Exigen su liberación.

La vida del joven italiano se hace poesía popular, se canta y se danza en su homenaje y madres y padres del pueblo cubano perpetúan su presencia dándoles a sus hijos el nombre de Fabio.

La autora, profesora Acela Caner, no pretende hacernos la historia del sufrimiento que ha provocado el terrorismo de los Estados Unidos contra Cuba en los últimos 45 años. No puede. La urgencia de la denuncia no lo permite. No obstante, nos asoma a ella, y un lector interesado pudiera encontrar en Fabio: el muchacho del Copacabana las puntas de los hilos que lo llevan a conocer de una guerra silenciosa y silenciada por los grandes medios de comunicación, que ya perdió irremediablemente contra la pequeña isla de Cuba, el país más poderoso de la Tierra.

Y si de aspiraciones se trata. El día que todas las vidas sean como la de Fabio y ninguna muerte como la suya, la humanidad habrá hecho realidad el sueño de todos los hombres de buena voluntad del mundo. Somos mayoría. El día llegará.

Lic. Roberto González Sehwerert

A modo de introducción

A modo de introducción

El asesinato de Fabio Di Celmo en el capitalino hotel Copacabana conmovió al pueblo cubano y a la opinión pública internacional. La noticia del crimen se expandió por todo el mundo en cuestión de minutos. Lo ocurrido en La Habana aquel septiembre negro, no pasó inadvertido para la humanidad.

El nombre del joven italiano se recogió en las páginas de todos los periódicos y se pronunció, una y otra vez, en eventos y foros internacionales. Era una víctima evidente de las acciones terroristas contra la soberanía y la tranquilidad de un país que construye una sociedad de justicia y que nunca ha agredido a otros. El gobierno norteamericano, con sus poderosos medios de prensa, no podía ocultar la realidad por mucho que tratara de manipular y tergiversar las informaciones.

La muerte de Fabio demostró, fehacientemente, cómo Estados Unidos y la mafia en Miami no dudan en realizar las acciones más sucias e inhumanas para alcanzar sus viles propósitos. Cualquier persona honesta y honrada al analizar la historia de las relaciones entre la mayor potencia imperialista del mundo y la pequeña nación caribeña, no puede dejar de admitir que las causas de este conflicto están en el empecinamiento norteamericano de castigar a Cuba por defender su independencia y escoger su propio destino.

Pero, ¿qué sabemos en realidad sobre Fabio Di Celmo? ¿Cómo era este hombre que perdió la vida con solo treinta y dos años? ¿Qué recuerdos impulsan el homenaje de sus amigos y compañeros de equipo? ¿Qué significaba Cuba en la vida del prometedor empresario nacido en tierra genovesa? ¿Cómo explicar ese calor humano y esa solidaridad constante que recibe la familia Di Celmo por la pérdida de su caro bambino? ¿ Por qué es una realidad palpable la afirmación hecha por su padre de que “el terrorismo no obtiene lo que desea y su acción es un boomerang en su contra”?

Las modestas páginas de este testimonio inconcluso sobre Fabio Di Celmo pretenden auxiliar en la búsqueda de estas respuestas y poner al descubierto los grandes valores humanos y la sensibilidad de este joven italiano.

Entrego a los lectores esta obra como muestra de mis sentimientos contra el terrorismo y como un intento de contribuir a preservar el recuerdo de este muchacho, coetáneo con mis hijos, que tanto amor sintió por mi Revolución y mi patria.

El crimen

El crimen

Nada auguraba la tragedia

La Habana, una de las más bellas y apacibles capitales del planeta, amaneció resplandeciente aquel 4 de septiembre de 1997. Era jueves. Desde muy temprano, las calles se llenaron de niños y jóvenes que iban para sus escuelas. Hombres y mujeres marchaban para sus centros de trabajo o emprendían otros quehaceres cotidianos. Mientras, millares de vacacionistas procedentes de todas partes del mundo disfrutaban del sol, de las transparentes aguas marinas y del trato afable de los cubanos. Nada parecía augurar la tragedia que avanzaba guardada en la mochila de un mercenario con disfraz de turista.

En el Hotel Copacabana, tres amigos de la infancia se decían hasta pronto. Enrico y Francesca, enamorados y felices, se despedían de Fabio. Italia sería el lugar de su próximo encuentro. Poco después del mediodía, en un segundo, se rompieron los planes. Sucedió la explosión y la muerte.

Las ruidosas sirenas de los autos policiales interrumpieron la placidez y el silencio de las calles del barrio de Miramar. Aullantes ambulancias corrían raudas por la Quinta Avenida hacia la Clínica Central Cira García en busca de auxilio para los lesionados.

Al llegar a la clínica, Fabio había dejado de existir. Giustino Di Celmo no podía creerlo. Fabio, el más pequeño de sus hijos, estaba muerto.

En la tarde, una nota del Ministerio del Interior de la República de Cuba, redactada con sobriedad y mesura, daba a conocer la información preliminar sobre el bárbaro atentado terrorista y la muerte del joven italiano:

Nota del Ministerio del Interior

Los hoteles capitalinos Copacabana, Chateau y Tritón fueron víctimas este jueves en horas del mediodía de nuevos actos de terrorismo, similares a los denunciados por el Gobierno cubano recientemente, los cuales esta vez provocaron la muerte del ciudadano italiano Fabio Di Celmo, comerciante de 32 años de edad, quien se encontraba en la primera de estas instalaciones, además se registraron daños en ventanales e interiores.

Estos hechos se insertan en las actividades terroristas organizadas, suministradas y desarrolladas desde Estados Unidos contra las instalaciones turísticas cubanas con el propósito de dañar el turismo internacional y afectar uno de los principales renglones económicos del país, lo que se corresponde con los intereses enemigos de estrangular la economía por cualquier medio, como vía para destruir la Revolución.

El pueblo y su Gobierno, defensores legítimos de la seguridad y la tranquilidad de nuestro país, condenan con energía crímenes como este; lamentan profundamente la muerte de un pacífico joven italiano, víctima de asesinos profesionales sin escrúpulos, y toman las medidas necesarias contra estos cobardes y repugnantes hechos.

4 de septiembre de 1997

Detrás del hecho brutal que cercenó la vida de Fabio Di Celmo, se hallaba una larga y casi increíble historia de agresiones dirigidas a subvertir el orden político, económico y social de Cuba, la pequeña y noble nación caribeña que nunca ha agredido a nadie y cuyo pueblo, honrado y trabajador, mantiene una heroica lucha para defender su libertad e independencia, y por conservar su dignidad y su Revolución.

Para el expediente de instrucción

En una oficina de la Clínica Central Cira García, muy cercana al sitio donde yacía el cuerpo sin vida de su hijo, Giustino Di Celmo, aún sin reponerse, en calidad de testigo, brindaba un testimonio de gran valor humano para el expediente de instrucción que se iniciaba.

Sus declaraciones fueron recogidas sin necesidad de intérprete por el oficial instructor. El importante testimonio, obra a foja número 294 del expediente de instrucción de la causa que se sigue contra quienes provocaron el criminal acto de terrorismo.

La formalidad en la redacción de este tipo de documento no resta, en modo alguno, emoción a las declaraciones del padre de Fabio escritas en esa prueba testifical que transcribimos a continuación:

En el local que ocupa la oficina de Clínica Central Cira García, sita en la Calle 20 número 4101, esquina Avenida 41. Municipio Playa. Ciudad de La Habana. Siendo las 20:00 horas del día 5 de septiembre de 1997. “Año del 30 aniversario de la caída en combate del Guerrillero Heroico y sus compañeros”. Ante el instructor actuante, comparece en calidad de testigo Giustino Di Celmo, natural de Salerno, Italia. De la tez blanca, con 76 años de edad. Nacido el 23 de diciembre de 1920. De profesión comerciante. Cuyo pasaporte es el 71212205A. El cual se encuentra hospedado en el Hotel Copacabana, sito en calle Primera, Miramar. La Habana. A quien se le hace saber de la obligación que tiene ante la ley de decir la verdad sobre lo que se investiga. El que por estar totalmente de acuerdo manifiesta lo siguiente:

Que con independencia de ser ciudadano italiano por nacimiento y ser el mismo su idioma oficial, domina perfectamente el español sin necesidad de intérprete o traductor.

Refiere, además, que desde hace cinco años visita cada dos meses (más o menos) a Cuba, ya que él y su recién fallecido hijo, Fabio Di Celmo, tienen negocios comerciales con el Ministerio de Comercio Interior de nuestro país y por eso ha llegado a proveer maderas, cubiertos vajillas, textiles, etcétera, para hoteles y otras entidades.

Que además, su hijo y él, sin ningún ánimo de lucro, hacen campañas en Italia para que viajen personas como turistas a la Cuba.

Que en el caso de ellos dos, tienen visa como comerciantes, siendo estas las razones por las que el 18 de agosto último, su hijo Fabio viajó a Cuba, y él lo materializó el día 3 de septiembre del presente año.

Que siempre él se ha hospedado en el Hotel Copacabana y su hijo, al principio, también lo hacía de esta manera. Pero, de un tiempo a esta parte, se queda en la vivienda sita en 46 A número 303, altos. Entre Tercera y Tercera A. Municipio Playa. Ciudad de La Habana. Que esto era así para tratar de ahorrar dinero por concepto de hospedaje.

Señala que, a las nueve horas del día 4 de los corrientes, su hijo y él tenían una reunión de negocios en VICONSA, en la Habana Vieja, pero se demoraron en el tránsito al lugar de la cita y aceptaron no acudir para no llegar tarde y es por eso que retornan al Hotel Copacabana y desde allí su hijo se comunica con un recién matrimonio de jóvenes italianos, amigos suyos desde la infancia, que estaban en Cuba de luna de miel. Nombrados Enrico Gallo y Francesca Argeli, a los cuales fue mi hijo quien les dijo que Cuba era un buen lugar para pasar y festejar este acontecimiento.

Que los tres jóvenes se ponen de acuerdo para verse en el lobby bar del hotel antes mencionado para decidir el lugar donde almorzarían juntos, a manera de despedida, ya que estos jóvenes tenían pasajes de regreso para las tres de la tarde de este día con destino a Italia.

Manifiesta que al mediodía su hijo estaba con él en la habitación alquilada por el declarante y salió al encuentro de los otros dos jóvenes que lo aguardaban en el lobby bar.

Que escucha una explosión y a los pocos minutos recibe una llamada desde la carpeta del hotel y le comunican que producto de esta, su hijo fue gravemente herido en el cuello y lo trasladaron a la Clínica Central Cira García y que el matrimonio que lo acompañaba, aunque aparentemente no tenían nada, fueron llevados seguidamente al mismo centro médico para ser reconocidos.

Que ante todo esto se dirigió inmediatamente al Cira García y al llegar se entera que su hijo había fallecido sufriendo una gran pena y dolor.

Declara además, que ha sido muy bien atendido por los cubanos. Tanto médicos y trabajadores del hotel, como personas con las que hace negocios. Que fue visitado por el señor Conrado Bray agregado consular de Italia en Cuba y que varias personas de su país lo han telefoneado a la clínica donde se atendió, incluyendo el embajador de Cuba en Italia.

Refiere que en horas de la noche del día de la fecha debe llegar a Cuba, procedente de Canadá, su otro hijo, nombrado Livio Di Celmo, para que se encargue de los trámites del cuerpo de Fabio debido a que él está afectado emocionalmente.

Señala que hace responsable de estos hechos a los Estados Unidos de América, a la mafia de Miami, y a todos sus secuaces que quieren destruir la Revolución cubana, por cualquier precio y a costa de otros actos terroristas criminales como el que le causó la muerte a su hijo.

Que él como veterano de la Segunda Guerra Mundial y luchador contra el fascismo, es un hombre progresista y quiere la paz para Cuba por lo que ha ayudado modestamente a nuestro país y seguirá haciéndolo.

Por último, manifiesta que está claro que con estas acciones y la divulgación que se le da a este suceso es con el propósito de destruir los potenciales turísticos cubanos, cada vez más crecientes, para que no viajen a Cuba turistas, entre ellos los italianos.

Pero que a pesar de todo, él seguirá abogando en su país y en cualquier lugar del mundo donde se encuentre, porque las personas viajen con un destino preferencial a Cuba.

Y no teniendo más nada que hacer constar, por el momento, se da por terminada la presente diligencia. La cual, una vez leída y encontrada conforme con el declarante, la firma junto con el instructor actuante, para su debida constancia y efectos legales.

No tengo más lágrimas

Desde ese aciago día en que estalló la bomba en el Copacabana, Giustino Di Celmo no ha tenido un momento de consuelo. El dolor se agiganta por minutos en el pecho del hombre trabajador y honrado a quien la ambición y el odio de unos criminales, le arrebataron la fiel compañía de su hijo amado.

Una de esas tantas noches sin sueño, en la solitaria habitación del hotel, el padre de Fabio Di Celmo tomó lápiz y papel y escribió sentimientos que se hicieron poesía:

A Fabio: mi hijo

Estabas aún en el

vientre de tu madre

y de alegría

lloré.

Eras un niño y

por tus fiebres y

tus caídas

lloré.

Eras un joven y

por el temor y la angustia

a la decisión de tu vida

lloré.

Cuando la bomba asesina

apagó tu joven vida

no tengo más lágrimas

para llorar.

Información manipulada

Desde el primer momento, la opinión pública internacional condenó los criminales atentados terroristas realizados en varias instalaciones turísticas de la capital cubana y la trágica muerte de Fabio Di Celmo. En los principales órganos de prensa del mundo, las noticias sobre estos hechos vandálicos y la muerte del joven italiano ocuparon importantes espacios.