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Una biografía no tiene por qué referirse a una persona importante y puede, en cambio, presentar un rastro vital del que ni tan siquiera se conserva el recuerdo. Éste es uno de estos casos. Francisco Antonio Cebrián y Valda, de familia noble asentada en Xàtiva, disfrutó de los honores de su tiempo: fue catedrático de instituto, rector de la Universitat de València, obispo de Orihuela, patriarca de la Indias y cardenal. Tras su muerte, su memoria quedó en gran medida cancelada; seguramente porque sostuvo un orden político impugnado, o porque, cuando era universitario, dejó una corta producción escrita; también debido al auge de deteminadas maneras de hacer historia. La quiebra de esta memoria sólo se entiende desde la perspectiva de los cambios de enorme calado acontecidos en los años que vivió: o sea, lo que se ha denminado crisis del Antiguo Régimen.
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Seitenzahl: 346
Veröffentlichungsjahr: 2011
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FAMILIA, DERECHO Y RELIGIÓN
FRANCISCO ANTONIO CEBRIÁN Y VALDA (1734-1820)
Ramon Aznar i Garcia
UNIVERSITAT DE VALÈNCIA
Esta publicación no puede ser reproducida, ni total ni parcialmente, ni registrada en, o transmitida por, un sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni por ningún medio, ya sea fotomecánico, foto químico, electrónico, por fotocopia o por cualquier otro, sin el per miso previo de la editorial.
© Del texto: Ramon Aznar i Garcia, 2008
© De esta edición: Universitat de València, 2008
Coordinación editorial: Maite Simón
Fotocomposición y maquetación: Inmaculada Mesa
Cubierta:
Imagen: Posesión del Convto de S. Miguel de S. Felipe (1814), de Vicente López
Reial Monestir de Santa Maria del Puig. Colección del Museo San Pío V de Valencia
Fotografía: Juan Hernando Serra
Diseño: Celso Hernández de la Figuera
Corrección: Communico, C.B.
ISBN: 978-84-370-6979-1
Depósito legal: V-2158-2008
Diseño y maquetación de ePub: produccioneditorial.com
A Pilar
El historiador tiene siempre ante sí individuos insertos en grupos, grupos en los que se produce la acción de los individuos. Sin darse cuenta de cómo esa interacción se constituye, sin desentrañar la relación dialéctica entre individuo y comunidad, el historiador no puede comprender nada de lo que contempla.
J. A. MARAVALL
Índice
PORTADA
Portada interior
Créditos
Dedicatoria
Índice
INTRODUCCIÓN
FONDOS CONSULTADOS
I. LA FAMILIA CEBRIÁN
AL SERVICIO DE LOS AUSTRIAS
EN LAS FILAS BORBÓNICAS
II. EN LA UNIVERSIDAD DE VALENCIA
ESTUDIANTE Y CATEDRÁTICO DE INSTITUTA
RECTOR DE LA UNIVERSIDAD
III. CANÓNIGO DE LA CATEDRAL DE VALENCIA
IV. OBISPO DE ORIHUELA
LA GUERRA DEL FRANCÉS
EL DICTAMEN A LAS CORTES
LOS AÑOS DE CÁDIZ
V. PATRIARCA DE INDIAS Y CARDENAL
APÉNDICES
INTRODUCCIÓN
Una biografía no tiene por qué referirse a una persona importante1 y puede, en cambio, presentarnos un rastro vital del que apenas se conserva el recuerdo. Éste es uno de esos casos. Tras su muerte, la memoria de Francisco Antonio Cebrián y Valda quedó en buena medida cancelada; seguramente, porque sostuvo un orden político impugnado, o porque, siendo universitario, dejó una corta producción escrita; también, debido al auge de ciertos modos de hacer historia.2 Pero el historiador trabaja donde habita el olvido y, por razón de oficio, sabe que la palabra puede reunir lo disperso, aclarar lo confuso y devolver el sentido. Poco importa el aura de éxito –o la sombra de mediocridad– que envuelva al personaje estudiado. De lo que se trata es de atinar en el afán de comprensión, de hacer inteligible aquello que antes no lo era.
El presente estudio se enmarca en lo que se ha dado en llamar crisis del Antiguo Régimen. En los dominios del rey católico, la contemporaneidad iba a estrenarse trabajosamente en abierto conflicto con la noción de persona vigente durante siglos; nuevos valores, nuevas ideas fueron transformando lentamente la relación del hombre con su medio. Una antropología extraña –por individualista y utilitaria– se hacía presente en Europa e iba a plantear una redefinición de todas las esferas de la vida en común: la religión, la familia, la política, el derecho... En este punto de confluencia entre dos océanos culturales hubieron de navegar quienes vivieron en el tránsito del siglo XVIII al XIX. De aquí nace la dificultad de pensar adecuadamente sus conductas y sus contextos.3Y es que, como se sabe, la correcta interpretación de las palabras y los actos del pasado constituye el núcleo del quehacer del historiador, quien no debe olvidar que sus categorías hermenéuticas no son universales, ni permanentes, sino relativas y transitorias.
Durante el Medievo y la Modernidad, los derechos de la persona no eran de carácter autorreferencial; para gozar de ellos, en modo alguno bastaba con ser, había que pertenecer; hallaban su fundamento no en el individuo, sino en las comunidades en las que éste se insertaba. La religión, la familia, el sexo, el estamento, el gremio o la tierra definían la identidad de los sujetos, quienes por naturaleza –y no en virtud de pacto alguno– vivían en común.4 Ya Aristóteles se había referido a ello y, en parte, su antropología fue acogida por la civilización cristiana. Por otro lado, el buen orden político, a la manera de un cuerpo, se cifraba en la armónica interacción entre sus distintos miembros. La interdependencia y la discriminación sostenían un edificio social que no se cimentaba en nuestros conceptos de libertad e igualdad.5 Desde esta perspectiva, resulta fácil comprender hasta qué punto ha sido necesaria la remisión a los orígenes familiares de Francisco Antonio Cebrián; sólo ubicándolo entre los suyos ha sido posible aproximarse a sus pautas de conducta.6 A lo dicho hay que añadir la dificultad que entraña valorar ponderadamente la vida de un eclesiástico en los años de la Modernidad. Y no sólo por razones de carácter cultural –que son muchas y de enorme calado–, sino también porque no puede obviarse hasta qué punto religión y política se mantenían unidas.7
Por otro lado, la significación historiográfica de un sujeto difícilmente puede trazarse sin una adecuada contextualización. En el caso que nos ocupa, diversas han sido las épocas a las que me he debido referir: la madurez del régimen municipal foral valenciano, la Guerra de Sucesión, la nueva planta borbónica, las consecuencias de la política regalista en los ámbitos eclesiástico y universitario, las guerras napoleónicas, el proceso constituyente de Cádiz y, en fin, la restauración fernandina. La documentación de archivo ha constituido un elemento básico en la factura de estas páginas. Los registros sacramentales o Quinque libri han permitido seguir algunos rastros vitales. Los memoriales genealógicos suscitan desconfianza; no siempre fidedignos, sí corren interesados tras la consecución de gracias y mercedes. Los protocolos notariales han suministrado información de carácter íntimo, privado; de entre todas, ésta ha sido la fuente documental más cercana al umbral de lo cotidiano. Por su parte, las actas de las instituciones (ayuntamiento, universidad o cabildo eclesiástico) muestran cómo acogen dinámicas e intereses no siempre corporativos, sino también familiares. En fin, la documentación burocrática –regia y vaticana– ha resultado indispensable para conocer la carrera de cargos y honores.
La escasez y dispersión de los fondos documentales ha sido el otro gran obstáculo que he debido sortear. Los archivos municipal de Xàtiva y diocesanos de Valencia y Orihuela fueron gravemente dañados en 1707 y 1936. También los procesos de desamortización eclesiástica, impulsados por las autoridades francesas, primero, y liberales, después, afectaron negativamente al patrimonio documental de muchas instituciones religiosas. Por su parte, Cebrián nunca destacó por su afición a la escritura. Además, su pertenencia a diversas corporaciones quedó reflejada en un tipo de documentación árida, al menos, por lo que se refiere a la vida de sus miembros. En auxilio de estos vacíos y a falta de mayores certezas, se presentan las hipótesis, las sugerencias, el afán por envolver los datos de sentido.
* * *
La elección del lienzo que aparece en la portada merece una explicación. En principio, pudiera parecer extraño que, tratándose de una biografía, no se opte por alguno de los retratos que se conservan de Francisco Antonio Cebrián; desde luego, no estamos ante un caso de falta de calidad pictórica: el afamado Vicente López le dedicó cuatro.8 Las razones, pues, son otras y tienen que ver con la opción metodológica adoptada, y la inclusión de la persona en su medio. El título Familia, derecho y religión quiere subrayar, por un lado, la preeminencia de unos órdenes, de unos mecanismos de disciplina social, y, por otro, la secuencia de una vida: desde los orígenes a la profesión religiosa, pasando por la universidad. Sólo después aparece el nombre de la persona y sus años de vida, el subtítulo: Francisco Antonio Cebrián y Valda (1734-1820). Pues bien, lo dicho guarda relación con el lienzo reproducido. El pintor lo rotuló: Posesión del Convto de S. Miguel de S. Felipe. Año 1814. A la izquierda, vemos a dos regidores, vestidos con uniforme de gala; uno de ellos, el que habla –Por Fernando VII– es Pedro de Alcántara Cebrián y Soto, sobrino de nuestro biografiado; la Familia.9 En el centro, tiene lugar una entrega de llaves –traditio–, uno de los modos de adquirir la posesión; el Derecho. A continuación, tres frailes mercedarios y otros dos clérigos; la Religión. Los tres elementos clave de aquella sociedad, de aquella cultura, se manifiestan a las claras en esta lastimada y discreta obra de arte.10 Ellos condicionaron completamente la existencia de nuestro personaje.
* * *
El presente estudio no se hubiese concluido sin el apoyo del departamento universitario y del proyecto de investigación de los que formo parte.11 Tampoco, sin las facilidades procuradas por mis compañeros de área de conocimiento. En Valencia, pude trabajar cómodamente gracias a la gentileza del director del Departamento de Derecho Financiero e Historia del Derecho. Los responsables de los diversos archivos y centros de estudio frecuentados siempre se han mostrado diligentes. En fin, la edición de estas páginas ha de agradecerse al Servei de Publicacions de la Universitat de València y al Centro de Estudios Borgianos de Xàtiva.
FONDOS CONSULTADOS
ACD
Archivo del Congreso de los Diputados
ACO
Archivo de la Catedral de Orihuela
ACV
Archivo de la Catedral de Valencia
ADV
Archivo Diocesano de Valencia
AGP
Archivo General del Palacio Real
AHCX
Archivo Histórico de la Colegiata de Xàtiva
AHPM
Archivo Histórico de Protocolos de Madrid
AHN
Archivo Histórico Nacional
AHO
Archivo Histórico de Orihuela
AMV
Archivo Municipal de Valencia
AMX
Archivo Municipal de Xàtiva
ARV
Archivo del Reino de Valencia
ASV
Archivo Secreto Vaticano
AUV
Archivo de la Universidad de Valencia
BCV
Biblioteca de la Catedral de Valencia
BHUV
Biblioteca Histórica de la Universidad de Valencia
BV
Biblioteca Valenciana
RABASC
Real Academia de Bellas Artes de San Carlos
1E. La Parra López: «La biografía de una persona importante», Estudis. Revista de Historia Moderna 30 (2004), pp. 57-72.
2F. Dosse: La apuesta biográfica: escribir una vida, Valencia, 2007.
3P. Grossi: El orden jurídico medieval, Madrid, 1996 y M. Fioravanti (ed.): El Estado moderno en Europa. Instituciones y derecho, Madrid, 2004.
4B. Clavero: «Hispanus Fiscus, Persona Ficta. Concepción del sujeto político en el Ius Commune moderno», Quaderni Fiorentini per la Storia del Pensiero Giuridico Moderno 11/12-I (1982), pp. 95-167; del mismo autor: «Historia y antropología. Por una epistemología del derecho moderno», en J. Cerdá y P. Salvador (eds.): I seminario de historia del derecho y derecho privado. Nuevas técnicas de investigación, Barcelona, 1985, pp. 9-35. También, A. M. Hespanha: Cultura jurídica europea. Síntesis de un milenio; edición a cargo de A. Serrano González, Madrid, 2002, pp. 59 y ss.
5B. Clavero: Antidora. Antropología católica de la economía moderna [=Quaderni Fiorentini per la Storia del Pensiero Giuridico Moderno 39 (1991)], en especial, pp. 199 y ss.
6J. A. Maravall: Menéndez Pidal y la historia del pensamiento, Madrid, 1960, p. 112.
7B. Clavero: «Del pensamiento jurídico en el estudio de la historia (A propósito de Antonio Manuel Hespanha, História das Instituçôes. Epoca medieval e moderna, Coimbra, Livraria Almedina, 1982, 569 pp.)», Quaderni Fiorentini per la Storia del Pensiero Giuridico Moderno 13 (1984), pp. 561-577; del mismo autor: «De la religión en el derecho historia mediante», Quaderni Fiorentini per la Storia del Pensiero Giuridico Moderno 15 (1986), pp. 531-549.
8J. L. Díez: Vicente López (1772-1850), 2 vols., Madrid, 1999, II, pp. 132-133.
9Pese a que la documentación municipal no lo dice expresamente, así cabe pensarlo. Pedro de Alcántara Cebrián era regidor de la clase de nobles; pertenecía al cabildo con anterioridad al otro comisionado –Enrique Ribera–; además, la influencia política adquirida por su tío hacía de él el hombre idóneo para encargos de este tipo. Véase M.ª P. Hernando Serra y R. Aznar i Garcia: Xàtiva durant la Guerra del Francés, 1808-1814, Xàtiva, 2002, p. 88.
10El lienzo pertenece al Museo San Pío V de Valencia y se encuentra depositado en el Monasterio de Santa María del Puig. Ha sido analizado por M. González Baldoví: «La devolució del Convent de Sant Miquel als mercedaris després de la Guerra de la Independència», en Ecce-Homo, Xàtiva, 1998, pp. 97-99.
11La consulta de los fondos del Archivio Segreto Vaticano fue posible gracias a dos es tancias de investigación –en julio de 2006 y septiembre de 2007– financiadas por el Departamento de Derecho Penal, Procesal e Historia del Derecho de la Universidad Carlos III de Madrid. Así mismo, la consulta de los fondos del Archivo de la Catedral de Orihuela contó con una ayuda del proyecto de investigación «Doctrinas y ciencia en las universidades españolas en relación con América y Europa (siglos XVI a XX)», SEJ 2005-07366.
I. LA FAMILIA CEBRIÁN
AL SERVICIO DE LOS AUSTRIAS
Ya a comienzos del siglo XVII, los miembros de este linaje pertenecían al restringido círculo de gobernantes de Xàtiva. En 1602, Gaspar Cebriá tenía la consideración de ciudadano, estatus al que sólo podían acceder los cabeza de casa con una posición económica desahogada.1 Pocos años después, en 1607, logró ser designado jurado, y se incorporó al consell secret, órgano de gobierno de la ciudad.2En los principales municipios de la Corona de Aragón, a estos oficios se accedía a través de la insaculación.3
La riqueza y el poder político tenían su soporte en la tierra. Gaspar Cebriá debió de poseer propiedades en las inmediaciones de la ermita del Puig de Xàtiva. Aquel año fue clavario de la romería que afluía hasta la capilla.4 También sus hijos Gaspar y Miquel se contaron entre los jurados de la ciudad.
Miquel Cebriá se unió en matrimonio a Maria Malferit (†1658),5 doncella perteneciente a una de las principales familias de Xàtiva.6 Del matrimonio nacieron Joan Baptista, Magdalena y Jeroni.7 Miquel falleció en 1626 e instituyó a su hijo Jeroni como heredero –probablemente, debido a la muerte del primogénito.8
Jeroni Cebriá Malferit (1616-1675) fue jurado al igual que su padre. Con-trajo matrimonio en 1638 con Àngela Aparici Martí (1614-1639)9 y en 1640 con Clara Belloch Borja (1621-1704).10 Ambas eran hijas de caballeros asentados en Xàtiva. Jeroni Cebriá y Clara Belloch tuvieron varios hijos: Gaspar, Gaudencio, Jeroni, Miquel Jeroni y Silveria.11 Todos ellos formaron parte de la elite local.12
La percepción de pensiones censales constituyó una de sus fuentes de ingresos.13 La tierra y las instituciones generaban riqueza. La ciudad lo incluyó en 1657 en la terna que trienalmente enviaba a la corte para cubrir el oficio de racional.14 El monarca debía designar al nuevo responsable de la supervisión de las cuentas municipales y, en esta ocasión, optó por él.15 Tras permanecer durante dos trienios estrechamente vinculado a las finanzas municipales, en 1667, adquirió 28 hanegadas de huerta en la vega de Xàtiva.16 La Corona le había confiado el oficio que más interesaba. Ya no sólo la ciudad le atribuía responsabilidades. Poco antes de fallecer, Jeroni otorgó testamento ante Joan Vega.17
En la persona de Gaspar Cebriá Belloch (1647-1707) el patrimonio político y económico del linaje gozaba ya de notable solidez.18 Todavía joven participó en un certamen literario organizado por un hijo del marqués de Montortal.19 En 1672 se desposó con Restituta Roca Ferriol20 y, tras enviudar, contrajo segundas nupcias con Elena Cebriá Berenguer. De sus dos matrimonios nacieron varios hijos: Francisco José, Pedro, Félix, Gaspar, Isabel, Clara y Ángela.21
En 1678, Gaspar Cebriá fue nombrado sustituto y, dos años después, racional.22 También desempeñó los oficios de jurado y justicia. Esta tradición de gobierno tuvo su cenit en 1687, cuando el Consejo de Aragón acordó armarle caballero, concederle el título de noble y el privilegio militar de voto en cortes.23 Tenía cuarenta años. En un contexto político de guerras contra Francia, Cebriá, estando al cargo de las rentas municipales, había servido diligentemente a la Corona. La ciudad había sufragado cuarenta hombres que sirvieron en el ejército de Carlos II.24 En 1689 Xàtiva obtuvo el uso del dosel y el tratamiento de señoría.
Además, el rey concedió el privilegio militar a los ciudadanos de mano mayor insaculados.25 La ciudad se veía agraciada «en atención a su antigüedad, nobleza y servicios, en especial al que acababa de hacer de veinte mil pesos duros».26 De este modo, buena parte de la corporación municipal accedió a la nobleza. Al igual que sucedió en Valencia y Alicante, el monarca otorgaba honores en detrimento de libertades.27 Por entonces, Gaspar Cebriá era el racional, oficio que al año siguiente cubrió su hermano Gaudencio.28 En cuestiones económicas, continuó dedicándose al préstamo y a la compraventa.29 Falleció en marzo de 1707 y fue sepultado en la iglesia colegial, privilegio tan sólo al alcance de los principales linajes.30 Ese mismo mes, el archiduque Carlos de Habsburgo abandonaba Valencia.
EN LAS FILAS BORBÓNICAS
La vida de Francisco José Cebriá Roca (1674-1735) estuvo marcada por el ocaso del régimen foral. Se casó en 1691 con Rosa Antonia Salvador Sanz de Vallés, hija de Antoni Salvador (†1680), quien había desempeñado el oficio de lugarteniente del baile de Xàtiva.31 Ambas familias compartían, pues, una tradición de manejo de las rentas municipales y regias. Además, los Cebriá proseguían con su entronque con la nobleza local. Como era de esperar, los esponsales tuvieron claras resonancias patrimoniales.32 En los años previos a la Guerra de Sucesión, Francisco administró el hospital mayor de Xàtiva.33 Por entonces, parte de sus ingresos procedía del cobro de pensiones censales.34 Los esposos tuvieron cuatro hijos: Antonio, Inés, Bernarda y Restituta.
La contienda dinástica puso al círculo familiar del lado de la causa borbónica, partido que siguió la mayor parte de la nobleza valenciana.35 Con la entrada de las tropas austracistas en Xàtiva, a finales de 1705, comenzó una etapa de represalias.336Don Gaspar Cebriá fue confinado en el castillo; antes había presenciado el saqueo de su casa; a punto estuvo de ser ajusticiado. Al parecer, «era voz pública que Basset quería mandar dar garrote por afecto a S. M. (...) diciendo que había de acabar la familia de los Cebrianes de Játiva».37 También fueron encarcelados Pere Belloch,38 Pascual Fenollet39 y José y Félix Cebriá;40 Josep Pelegero, jurado en cap, fue conducido preso a Valencia, mientras que Francisco José Cebriá y Juan Ortiz lograron huir y acompañaron a las tropas borbónicas.41 Por su parte, Rosa Antonia Salvador Sanz de Vallés era pariente de Bruno Salcedo, caballero de Montesa y destacado felipista; pero también de un eminente austracista como Joan Jacint Tárrega, quien tal vez los protegió.42 Sea como fuere, lo cierto es que ningún miembro del clan padeció la pena capital.
Tras un cruento asedio borbónico, Xàtiva capituló el 6 de junio de 1707. Días después, el monarca decretó su incendio. A consecuencia del desastre, la ciudad fue momentáneamente abandonada.43 Antes de partir, los frailes del Convento de San Julián –demolido en la primavera de 1706– entregaron a Francisco José la imagen del Cristo del Carmen.44 Su padre había fallecido, él era el primogénito y había acompañado a las tropas vencedoras. Pocos días después, también abandonó la ciudad.
Cristo del Carmen. Ayuntamiento de Xàtiva.
La real orden de reconstrucción se expidió en octubre de ese mismo año. Fue entonces cuando la Corona premió a sus fieles con cargos y honores. La corporación municipal quedó en manos de un reducido grupo familiar. En estos momentos de reconstrucción, primó la fidelidad a Felipe V y el buen conocimiento de los entresijos de la antigua Xàtiva. Francisco José Cebriá, Pedro Belloch, Juan Ortiz y José Cebriá Berenguer obtuvieron, en octubre de 1709, plazas de regidor en el primer ayuntamiento borbónico de San Felipe. Los cuatro se mantendrían en sus cargos más allá del trienio prescrito.445Tras la caída del régimen foral, la preeminencia de estos hombres permanecía intacta. Primero con los Austrias, después con los Borbones, una exigua y compacta nómina de linajes continuó empuñando las riendas de la ciudad.46 Acabada la guerra, Cebriá reanudó sus actividades crediticias.47 Las controversias procesales testimoniaban su condición de censualista.48 Representaba además los intereses económicos de terceros.49 En general, la reconstrucción de la Nueva Colonia de San Felipe debió de resultar propicia para los negocios; más aún en el caso de un regidor.50 También el derecho sucesorio contribuyó a ensanchar el prestigio y los ingresos de la familia. En 1710, tras la muerte de Jacinto Roca Ferrer, marqués de Malferit, devino en poseedor, junto con Gaspar Teixidor (†1726), del vínculo llamado de Sorió.51
Tras dos años de enfermedad, su esposa murió en 1714, pocos meses antes que su hija Inés.52 Al parecer, estas tragedias familiares se vieron agravadas por las desavenencias de los regidores con las autoridades regias, quienes denunciaron la existencia de irregularidades económicas e inmobiliarias.53 Fue entonces cuando colgó la vara de regidor y adquirió la condición de clérigo.54 Probablemente, este cambio de estado se realizó a través de la tercera orden franciscana. Existen varias razones que permiten pensarlo: dicha asociación piadosa tenía por patrono a san Luis rey de Francia, lo que resultaba acorde con su trayectoria política; el fuero eclesiástico podía resultarle útil en caso de litigio con la justicia regia; al no tener que vivir en comunidad, pudo proseguir con sus habituales actividades económicas; en fin, la capilla de los terciarios se alzaba anexa al convento de franciscanos descalzos de la ciudad, con cuyo hábito fue amortajado el cadáver de Cebriá.55
También otros familiares optaron por la vida religiosa: su hermano Félix vistió el hábito de Santo Domingo; años después, su hija Bernarda ingresó en el convento de monjas clarisas de la ciudad, comunidad de la que llegó a empuñar el báculo abacial.56 Y es que matrimonio y celibato representaban el haz y el envés de una misma estrategia; la herencia y el prestigio de la familia debían permanecer a salvo.57 Pese a su cambio de estado, Cebriá nunca desatendió las tareas patrimoniales. Fue prestamista y representó los intereses de su cuñado, el hombre más acaudalado de la ciudad.58 Estos negocios le hicieron comparecer en diversas ocasiones ante los tribunales de Valencia.59 Testó en 1730 y dos años después obtuvo la licencia para fundar un mayorazgo.60 La cohesión y transmisión de sus bienes quedaba así ajustada a las leyes de Castilla. Falleció en mayo de 1735 en su propia casa; sus restos fueron trasladados hasta la sepultura familiar, ante el altar de la Purísima Concepción de la iglesia colegial.
Capilla de la Venerable Orden Tercera. Convento de San Onofre (Xàtiva).
La vida de Antonio Cebrián Salvador (1697-1759) discurrió en el umbral que separaba lo antiguo y lo naciente.61 A los hombres de su generación les correspondió alzar el entramado de la nueva ciudad borbónica. Obtuvo en 1724 el título de regidor del Ayuntamiento de San Felipe.62 Se trataba de un oficio de los llamados «de gracia», otorgados por el rey con carácter vitalicio. Un año después, en la Parroquia de San Martín de Valencia, contrajo matrimonio con Ignacia de Valda Andía (1697-). Emparentaba así con los marqueses de Valparaíso, Villahermosa y Busianos.63 A lo largo de los años, en su actividad como regidor, asumió diversas responsabilidades y formó parte de las comisiones de fiestas, abasto de carnes, acequias...64 San Felipe tenía una afanosa voluntad de enlace con la tradición foral. Éste debió de ser un sentimiento presente en el imaginario colectivo de la época. Antonio Cebrián, por ejemplo, perteneció a la Congregación de nobles, títulos y caballeros de sangre y solar conocido de la ciudad y reino de Valencia. A ella accedían «los cavalleros cuyas familias fueron de los reales estamentos militares en los tiempos de los abolidos fueros y sus descendientes, y los que plenamente an [he]cho constar de su hidalguía».65 De modo análogo, el Ayuntamiento de San Felipe pugnó por mantener los privilegios logrados antaño, entre los que destacaban los derechos señoriales sobre la baronía de Canals. Hasta allí se desplazaba anualmente un regidor, quien recibía, en el presbiterio de la iglesia parroquial, el juramento de los electos. Antonio Cebrián, al menos en dos ocasiones, fue diputado por la corporación municipal para presidir este homenaje.66 Sin duda, el ayuntamiento proyectaba sobre sus componentes la dignidad institucional. A los ojos de la población, no debió de resultar sencilla la distinción entre la persona y el oficio.67 Como todos sus antepasados, miró por el patrimonio familiar. En 1728 arrendaba los derechos dominicales del lugar de Sorió.68 Ese mismo año, el Ayuntamiento de San Felipe estipuló una concordia con sus acreedores. Como ocurría en la mayoría de los consistorios, las deudas censales ahogaban las haciendas. Éstas sólo se podían ir liquidando por medio de acuerdos, rebajas y condonaciones.69 También la ciudad, dedicada a los esfuerzos de reconstrucción, necesitaba concertar el pago de sus débitos; y entre los acreedores se hallaba el vínculo de Sorió, cuyos titulares sellaron en 1742 un acuerdo.70 En su virtud, Cebrián entregó al apoderado de los frailes carmelitas el importe de la pensión censal, que anualmente recibía su convento a cargo del expresado vínculo.71 Él había heredado de su padre otras obligaciones y créditos.72 Además, adquirió el dominio directo de algún predio.73 De su matrimonio nacieron cinco hermanos: José María (1727-1799), Ignacio (1728-1808), Bernardo (1731-),74 Francisco Antonio (1734-1820) y María de las
Nieves (†1795).75 Y llegamos así a la generación de la que formó parte nuestro biografiado. A las alturas de la segunda mitad del siglo XVIII, los Cebrián estaban ya emparentados con los principales linajes asentados en San Felipe: los Fenollet –marqueses de Llanera–, los Roca –marqueses de Malferit–, los Sanguino –barones de Almedíjar– y los Sanz –marqueses de Mascarell–. Además, Ignacia de Valda y Andía era hermana del marqués de Valparaíso, Grande de España.76 Sin duda gracias a esta red de influencias políticas, José María e Ignacio Cebrián lograron en 1757 el hábito de caballeros de Montesa.77
El mayor de los hermanos contrajo matrimonio, en 1754, con Josefa Manuela Soto Marín, natural de Orihuela.78 La pareja tuvo cuatro hijos: Josefa Antonia, Francisca, María Pascuala y Pedro de Alcántara.79 José María dedicó parte de sus tierras al cultivo del arroz.80 A diferencia de sus antepasados, no ocupó plaza alguna en el ayuntamiento de la ciudad. Él formaba parte de la antigua aristocracia local y una plaza de regidor no debía de resultarle demasiado atractiva. Y es que, durante la segunda mitad del siglo XVIII, los ayuntamientos fueron objeto de una serie de reformas impulsadas por la Corona; el intervencionismo regio atemperó el margen de maniobra de los munícipes; en San Felipe, se promulgaron unas ordenanzas.81 El acceso de hombres nuevos al gobierno del municipio, antes en manos de caballeros, ha de insertarse en esta secuencia innovadora. Las plazas de regidor, en el reino de Valencia, comenzaron a ser venales. Seguramente, esta minoración de la autonomía y de la distinción indujo a las antiguas elites a buscar otras vías de expresión política;82 el ingreso en la orden de Montesa –por el que se debía abonar una respetable suma– se ha de situar en estas coordenadas. En 1778, José María casó a su hija mayor con un caballero maestrante de Valencia.83 Al final de sus días, concertaba algunas operaciones inmobiliarias con el cabildo de San Felipe.84 Falleció el 10 de octubre de 1799 y fue inhumado en la sepultura de sus antepasados.85
Por su parte, Ignacio Cebrián se unió en matrimonio en 1766 con Josefa Tárrega Cariñani (1747-). En cierto modo, este enlace sellaba las heridas abiertas sesenta años antes entre dos familias que habían liderado a borbónicos y austracistas.86 La pareja residió, primero, en San Felipe y, luego, en Valencia.87 Ignacio se dedicó a la milicia, cuyo fuero proporcionaba privilegios y honores.88 Tuvo tres hijos: Joaquín Ignacio, María de las Nieves y Antonio José.89 Murió en Valencia el 20 de mayo de 1808 y fue el primer caballero de Montesa inhumado en el cementerio general.90 Ya por entonces los camposantos igualaban póstumamente a quienes en vida habían gozado de privilegios estamentales. Europa se hallaba inmersa en unas transformaciones culturales de enorme entidad.
Pedro de Alcántara Cebrián y Soto sucedió a su padre, José María Cebrián, como cabeza de familia.91 Él formó parte del Ayuntamiento de San Felipe, primero, en la etapa constitucional y, después, con la restauración fernandina.92 Además, durante un tiempo, administró los bienes del real patrimonio en la ciudad.93 Como sus antepasados, estuvo estrechamente vinculado a las comunidades locales de franciscanos.94 En la plenitud de su vida, asistió al hundimiento del Antiguo Régimen: la pérdida de la condición de regidor, el cierre de los conventos y la supresión del cabildo colegial simbolizaron la desaparición de un modo de vida. Permaneció soltero y falleció en 1855. De este modo, concluían más de dos siglos de dominio familiar.95
* * *
En este primer capítulo, se ha podido apreciar el ascenso social y político de los Cebrián –antes Cebriá– de Xàtiva. De orígenes ciudadanos, fueron enlazando con linajes de caballeros. Sin duda, esta proximidad a miembros del estamento militar o noble les permitió acceder a cargos de designación regia. La Corona les confió la administración de las rentas de la ciudad y, desde entonces, se habituaron a las dinámicas institucionales. Así aprendieron qué era el poder. Así prepararon su ennoblecimiento. En adelante, los sucesivos memoriales genealógicos siempre harán referencia a esta merced. Dos décadas después, el reino de Valencia vio abolida su antigua ordenación de los poderes. Cierta nobleza valenciana supo sortear los estragos de la guerra y sus derechos permanecieron intactos. Bien pocas fueron las excepciones. En San Felipe –antes Xàtiva– los gobernantes continuaron siéndolo. Quienes habían custodiado el viejo derecho fueron llamados a aplicar uno nuevo. En este punto, las tensiones fueron inevitables. La cultura jurídico-política vigente a lo largo de siglos hubo de adaptarse a los nuevos principios. Durante dos generaciones, la familia Cebrián estuvo presente en el ayuntamiento borbónico. Emparentó, además, con la nobleza titulada. Después, 150 años de gobierno municipal quedaron temporalmente interrumpidos. La Corona hacía notar su afán de control sobre los ayuntamientos. El ingreso en la orden de Montesa constituyó una alternativa política más provechosa. De cinco hermanos, sólo Francisco Antonio conoció la entrada de las tropas napoleónicas en Valencia. Los demás no padecieron los efectos de las nuevas ideas. Habían nacido y muerto como nobles, en una sociedad basada en el privilegio. Pedro de Alcántara Cebrián, el último representante de la saga familiar, vivirá en primera persona los efectos de la demorada Revolución Liberal. La muerte de Fernando VII canceló el viejo orden político.
Tras exponer sus raíces familiares, entramos ya de lleno en la vida de la persona estudiada. Ésta debe concebirse como la rama de un árbol. Sin la firmeza de un tronco añoso, no hubiera sido posible su carrera de honores. Sin el auxilio de sus protectores, difícilmente hubiera logrado encaramarse hasta lo más alto. No lo olvidemos: el periodo histórico considerado enmarca una cultura ajena al individualismo contemporáneo. La libertad lo era para cumplir con unos deberes; en primer lugar, religiosos y familiares.
1AHCX, libro 16, [8-VIII-1602]. Véase M. de Madramany Calatayud: Tratado de la nobleza de Aragón y Valencia, Valencia, 1788, pp. 237 y ss.; P. Pérez García: «Los ciudadanos de Valencia. Estatuto jurídico y jerarquía social de un grupo privilegiado: memoriales y tratados de los siglos XVI, XVII y XVIII», Estudis. Revista de Historia Moderna 15 (1989), pp. 145-188; asimismo, P. Costa: Cittadinanza, Roma-Bari, 2005, pp. 7-20.
2I. Blesa i Duet: «L’índex general per ABCD de consells y actes, contant desde lo any 1500 fins 1549, de l’Arxiu Municipal de Xàtiva», en Fira d’agost, Xàtiva, 2005, 143-165, p. 163.
3Xàtiva fue la primera ciudad valenciana que obtuvo, en 1427, el privilegio de la insaculación. Sustituía a la llamada ceda –lista de sujetos afines confeccionada por el propio rey–, impuesta por Fernando el Católico, e implicó una mayor autonomía de los jurados frente al poder real. Véase A. Felipo Orts: Autoritarismo monárquico y reacción municipal: la oligarquía urbana de Valencia desde Fernando el Católico a las Germanías, Valencia, 2004; asimismo, Insaculación y élites de poder en la ciudad de Valencia, Valencia, 1996. A. Alberola Romá: «Els municipis reialencs valencians durant l’època foral moderna. Estructura política i funcionament», Dels Furs a l’Estatut. I Congrés d’administració valenciana. De la història a la modernitat, Valencia, 1991, pp. 445-455. J. A. Barrio Barrio: «La introducción de la insaculación en el antiguo Reino de Valencia. Xàtiva, 1427», en Dels Furs a l’Estatut..., pp. 499-503; D. Bernabé Gil: «El control de la insaculación en los municipios realengos», en Dels Furs a l’Estatut..., pp. 505-510.
4J. Ll. Cebrián i Molina: L’ermita del Puig de Xàtiva, Xàtiva, 1998, p. 67. La residencia de Gaspar se alzaba en 1620 en la calle de Perpinyà y pasó a manos de su primogénito. En la década de los setenta del siglo XVIII, la calle pasó a denominarse «del canónigo Cebrián», tal vez en referencia a Félix Cebrián Berenguer de Morales, descendiente de Gaspar Cebriá. Véase M. González Baldoví: «Xàtiva en 1620. Veïns, topònim i aspectes urbans», Papers de La Costera 5 (1987), pp. 153-180, p. 164; asimismo, I. Blesa Duet: Un nuevo municipio para una nueva monarquía. Oligarquías y poder local. Xàtiva, 1707-1808, Valencia, 2005, p. 306.
5AHN, Inquisición, legajo 637, expediente 2; AHCX, libro 4 [17-VIII-1658].
6Sobre los Malferit, véase V. Pons Alós: «La societat de Xàtiva en l’època dels Borja», en Xàtiva. Els Borja. Una projecció europea, 2 vols., Xàtiva, 1995, I, p. 172.
7Joan Baptista Bonaventura fue bautizado el 23 de junio de 1611; su padre ya era considerado ciudadano. Maria Magdalena, el 18 de julio de 1613. Y Miquel Jeroni, el 10 de enero de 1616. AHCX, libros 16 y 17
8Miquel Cebriá testó el 29 de septiembre de 1626 ante Josep Menor. Legó trescientas libras para su alma y designó como albaceas a su padre y a su sobrino Francesc Cebriá. ARV, Pro tocolos, libro 10.380 [28-XI-1646]; AHCX, libro 1 [4-X-1626].
9Àngela Margarida Josepa Simona Aparici fue bautizada el 28 de octubre de 1614. AHCX, libro 17. Era hija del caballero Joan Baptista Aparici y de Josepa Mariana Martí. Don Jeroni Sanz, don Luis Soler y el caballero Baptista Aparici actuaron como testigos de su enlace matrimonial. AHCX, libro 2 [10-II-1638]. Falleció el 10 de febrero de 1639.
10Clara Esperança Joana, hija de Pere Belloch y de Paula Borja. AHCX, libro 17 [26-XII-1621] y AHCX, libro 3 [6-VIII-1640]. Legó 200 libras para su alma, mediante testamento otorgado en 1680 ante Bertomeu Pont. Actuaron como albaceas sus hijos: el canónigo Miquel Jeroni y don Gaspar. AHCX, libro 6 [24-IX-1704].
11ARV, Protocolos, libro 10.373, ff. 741r-746v.
12Gaudencio se doctoró en ambos derechos y, al igual que su progenitor, desempeñó el oficio de racional en dos ocasiones (1688 y 1696). AHN, Consejos, libro 2.041, ff. 68v y 141r. Se casó en 1670 con Gertrudis Casanova, hija de Josep Casanova y de Joana Margalit, naturales de Agullent y vecinos de Xàtiva. AHCX, libro 4 [15-I-1670]. Se doctoró en ambos derechos. Contrajo segundas nupcias con Hermeregilda Tolosa. AHCX, libro 6 [14-IX-1698].
Jeroni se casó en 1671 con Catalina Agulló, hija de Gaspar Agulló y de Margarida Anna Martí, naturales y vecinos de Xàtiva. AHCX, libro 4 [1-I-1671]. Fue jurado de Xàtiva y familiar del Santo Oficio. Al enviudar, contrajo matrimonio en 1687 con doña Raimunda Anguerot, residente en el Convento de la Consolación de Xàtiva tras la muerte de su marido, don Melchor Figuerola y Gamir, caballero de Montesa. AHCX, libro 5 [2-III-1687]; AMX, Protocolos, libro 1.449, f. 37r.
Miquel Jeroni fue canónigo de la Iglesia Colegial de Xàtiva. AHN, Órdenes Militares. Montesa. Caballeros, expediente 116.
Silveria contrajo matrimonio, el 24 de noviembre de 1670, con el ciudadano Josep Pelegero Gisbert, quien fue justícia civil y criminal (1690), racional (1699) y jurado en cap de Xàtiva (1705). Pelegero perteneció al partido borbónico y estuvo preso en Valencia. Acabada la Guerra de Sucesión, el barón Claude François Bidal d’Asfeld le nombró fiel almotacén de la ciudad. Posteriormente obtuvo el título de regidor. AHN, Consejos, legajo 18.367, expediente 5.
13ARV, Protocolos, libro 10.379 [30-VII-1644]. Sobre el significado de los censos, véanse, M. Peset: Dos ensayos sobre la historia de la propiedad de la tierra, Valencia, 1994 y M. V. Febrer Romaguera: Dominio y explotación territorial en la Valencia foral, Valencia, 2000.
14El cargo de racional –o tesorero de las finanzas municipales– era el que más interesaba a la Corona y quedaba bajo su control. En Xàtiva, al igual que en otras grandes ciudades del reino, era nombrado por el rey a partir de una terna que elaboraban los jurados de la ciudad. Véase J. Casey: El regne de València al segle XVII, Barcelona, 1981, pp. 193-194; así como E. Mollá Ribes: «Apunts sobre l’Edat Mitjana: oficials i càrrecs municipals a Xàtiva», Papers de La Costera 5 (1987), pp. 61-71. Sobre la hacienda municipal en el siglo XVII, aunque centrada sobre todo en la ciudad de Valencia, puede verse el estudio de A. Felipo Orts: El centralismo de nuevo cuño y la política de Olivares en el País Valenciano. Fiscalidad, control político y hacienda municipal (1621-1634), Valencia, 1989.
15Jeroni Cebriá fue nombrado racional en 1657 y 1664. AHN, Consejos, libro 2.040, ff. 57r y 99v.
16ARV, Protocolos, libro 10.373, ff. 602v-603r.
17AHCX, libro 5, [17-VII-1675].
18AHCX, libro 3, [13-II-1647] y libro 7, [3-III-1707].
19Vicente Teixidor Bellvís (1635-): Académico pensil de las musas, Valencia, 1669. El autor, caballero de Montesa, era hijo del marqués de Montortal, Gaspar Teixidor, y de Inés Bellvís de Montcada. Su hermano, Onofre Teixidor Bellvís (1634-1689) era canónigo sacrista de la Iglesia Colegial de Xàtiva. AHN, Consejos, legajo 21.822, expediente 1.
20Hija de Francisco Roca, caballero de Montesa, y de María Ferriol, naturales y vecinos de Xàtiva. AHCX, libro 5, [19-V-1672].
21Francisco José, el primogénito, nació en 1674. AHCX, libro 5, [19-II-1674]. Pedro murió en 1723. AHCX, libro 7, [28-IV-1723]. Félix fue sacerdote y religioso dominico. Residía, en 1743, en el Convento de la Consolación de la ciudad de San Felipe y era apoderado del convento de predicadores de Valencia. ARV, Protocolos, libro 8.074, f. 90r y AMX, Protocolos, libro 1.461, ff. 52v-53v. Gaspar (†1765) se doctoró en ambos derechos. En 1718, efectuó el juramento de abogado y tuvo despacho abierto en San Felipe y en Valencia. Fue asesor de la Orden de Montesa y del Protomedicato. En 1726 inició una dilatada carrera en la Real Audiencia de Valencia: teniente de chanciller (1726-1742), alcalde del crimen (1742-1751) y oidor (1751-1765). Además, formó parte del consistorio valenciano en calidad de alcalde mayor (1735-1741). AHN, Órdenes Militares. Montesa. Caballeros, expediente 116; P. Molas Ribalta: «Las audiencias borbónicas en la Corona de Aragón», en Historia social de la administración española. Estudios sobre los siglos XVII y XVIII, Barcelona, 1980, pp. 159 y 160; y del mismo autor, La audiencia borbónica del Reino de Valencia (1707-1834), Alicante, 1999. Isabel se desposó en 1689 con Juan Ortiz Malferit, viudo de Patricia Teixidor Sanz. Ortiz obtuvo el título de noble el 29 de enero de 1697. AHCX, libro 5, [8-II-1682] y [16-VIII-1689]; AHN, Consejos, libro 2.041, f. 151r. Clara enlazó con Juan Albornoz, y Ángela con Jacinto José Agulló Guitart. AHCX, libro 85, f. 140.
22AHN, Consejos, libro 2.040. f. 196v y libro 2.041, f. 14v.
23AHN, Consejos, libro 2.041, ff. 62r-v.
24V. Boix: Xátiva. Memorias, recuerdos y tradiciones de esta antigua ciudad, Xàtiva, 1858, p. 206. Véase A. Espino López: «La formación de milicias generales en los reinos de la Corona de Aragón durante el reinado de Carlos II, 1665-1700», Estudios Humanísticos. Historia 2 (2003), pp. 111-140, pp. 118-121; «El esfuerzo de guerra de la Corona de Aragón durante el reinado de Carlos II, 1665-1700. Los servicios de tropas», Revista de Historia Moderna. Anales de la Universidad de Alicante 22 (2004), pp. 209-250.
25Durante la vigencia del ordenamiento foral, en algunas ciudades valencianas, como Alicante, Orihuela y Xàtiva, se consideraba ciudadanos de mano mayor a los insaculados descendientes de ciudadanos honrados, médicos, abogados y graduados en algunas universidades. Véase P. Pérez García: «Los ciudadanos de Valencia...», p. 161, nota 56.
26M. Madramany Calatayud: Tratado de la nobleza..., p. 285.
27Este privilegio supuso un mayor control regio de los futuros insaculados. Véase D. Bernabé: «El control de la insaculación...», p. 508. El privilegio está recogido en M. Madramany Calatayud: Tratado de la nobleza..., apéndice, p. XXIX.
28Gaudencio Cebriá volvió a ser nombrado racional en 1696. AHN, Consejos, libro 2.041, ff. 68v y 141r.
29Estacio Fuentes y Pere Blasco, labradores del lugar de Torrella, reconocieron en 1690 deberle cincuenta libras valencianas. AMX, Protocolos, libro 1.472, ff. 104r-105r. El 8 de junio de 1697, recibió del justicia, jurados y síndico de la villa de Vallada 85 libras y 15 sueldos, en concepto de dos pensiones censales. ARV, Protocolos, libro 1.767, ff. 238r-v. El 22 de agosto de 1697, Pedro Rugat, vecino de La Pobla Llarga, le debía 26 libras por la compra de un caballo. ARV, Protocolos, libro 1.767, ff. 388v-389v.
30Su testamento ológrafo fue entregado al notario Josep Pastor. AHCX, libro 7 [3-III-1707]. Véase P. Marzal Rodríguez: «Algunas costumbres testamentarias de la nobleza valenciana hacia finales del siglo XVII», en E. Juan y M. Febrer (eds.): Vida, instituciones y universidad en la historia de Valencia, Valencia, 1996, pp. 87-109.
31AHCX, libro 6 [1-X-1691]. Rosa Antonia nació en Xàtiva el 12 de junio de 1677. Antoni Salvador había estado casado con Margarita Tárrega. AHCX, libro 4 [31-VII-1663]. También su madre, Inés Sanz de Vallés, contrajo segundas nupcias con Luis Salcedo Vives, señor del lugar de Pamis. ADV, signatura 7/8; AHN, Órdenes Militares. Montesa. Caballeros, expediente 116; AHCX, libro 7 [23-VI-1714]; AHCX, libro 4, f. 20v; AHCX, libro 5 [9-III-1680]; AHN, Consejos, libro 2.041, f. 8v.
32AMX, Protocolos, libro 1.472, ff. 55r-57v y 109r-118r; ARV, Protocolos, libro 1.767, ff. 618v-620v y 641r-645v; AHN, Órdenes Militares. Montesa. Caballeros, expediente 445; La dote de la novia ascendió a 13.500 libras valencianas. AHN, Órdenes Militares. Montesa. Caballeros, expediente 116.
33AMX, 37-1782. Sobre el cargo de administrador, véase V. Pons Alós: Archivo del hospital «major de pobres» de Xàtiva: catálogo y estudio, Valencia, 1987, p. 20
34AMX, Protocolos, libro 1.473, ff. 395r-v; ARV, Protocolos, libro 1.767, ff. 244r-v y 618v-620v.
35V. Boix: Xátiva. Memorias..., pp. 231 y 234. La mayor parte de la nobleza terrateniente se puso de parte de Felipe V, en contraposición al marcado carácter de revuelta social y antiseñorial que adoptaron los partidarios del Archiduque –campesinos, comerciantes, artesanos y clases medias urbanas. Véase C. Pérez Aparicio: De l’alçament maulet al triomf botifler, Valencia, 1981; V. León Sanz: