Fantasmas del ayer - Stella Bagwell - E-Book

Fantasmas del ayer E-Book

Stella Bagwell

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Beschreibung

La única manera que Logan tenía de conservar su casa era un frío matrimonio de conveniencia. Y lo peor era que la novia tenía que ser Nicole Carrington, la hija de la mujer que había destrozado a su familia seduciendo a su padre. Aquella adolescente se había convertido en una hermosa mujer capaz de volver loco a un hombre. Nicole estaba dispuesta a casarse si el matrimonio era solo de palabra, pero la poderosa pasión que sintió Logan la primera vez que probó sus labios, le advirtió que acababa de encender un fuego que ni siquiera un matrimonio de verdad podría sofocar.

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Seitenzahl: 199

Veröffentlichungsjahr: 2020

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Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley.

Diríjase a CEDRO si necesita reproducir algún fragmento de esta obra.

www.conlicencia.com - Tels.: 91 702 19 70 / 93 272 04 47

 

Editado por Harlequin Ibérica.

Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Núñez de Balboa, 56

28001 Madrid

 

© 2000 Stella Bagwell

© 2021 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Fantasmas del ayer, n.º 1130- diciembre 2020

Título original: The Bridal Bargain

Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.

 

Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial. Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.

Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.

® Harlequin, Julia y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited.

® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia. Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited. Todos los derechos están reservados.

 

I.S.B.N.: 978-84-1375-096-5

 

Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.

Índice

 

Créditos

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Capítulo 9

Capítulo 10

Si te ha gustado este libro…

Capítulo 1

 

 

 

 

 

NICOLE Carrington se asomó a la ventana y fijó la mirada en el final del camino bordeado de robles. El último coche del cortejo fúnebre por fin había desaparecido, pero no iba a ser tan fácil despedir el dolor de haber perdido a su madre.

Y la presencia del hombre que estaba sentado tras ella se lo recordaba constantemente. Habían pasado cuatro largos años desde la última vez que Logan McNally había puesto un pie en Belle Rouge. En aquella ocasión, a Nicole le había irritado terriblemente su presencia, y no lo estaba haciendo menos en ese momento.

Logan, por su parte, observaba atentamente a su hermanastra. Esta había cambiado drásticamente desde la última vez que la había visto y aquella transformación lo había sacudido de una forma que jamás habría imaginado.

Nicole no era ya la adolescente larguirucha y torpe que cuatro años atrás lo seguía con una mirada furibunda desde el porche. Su cuerpo delgado se había transformado en el cuerpo voluptuoso y sensual de una mujer que se movía con una gracia y una confianza casi excesivas para una joven de veintidós años.

Bajo el encaje negro que ocultaba su frente, se adivinaban unas facciones delicadas como la porcelana y las manos con las que se aferraba a la magnolia blanca estaban perfectamente cuidadas.

Si no hubiera sabido que era una Carrington, Logan habría dicho que era el vivo retrato de una auténtica dama sureña. Pero de tal madre, tal hija, pensó con acritud. Seguramente, conseguiría engañar a algún estúpido con su belleza. Pero no a él. Él sabía exactamente quién y qué era aquella mujer.

Al cabo de un rato, Nicole se obligó a apartarse de la ventana. Al hacerlo, descubrió que le temblaban las piernas. Hasta entonces, había conseguido mantenerse fuerte, no perder ni durante un solo segundo la compostura. Y no podía echarse a llorar en ese momento, sabiendo que Logan estaba acechándola.

Miró disimuladamente hacia una silla que la permitiría descansar y a la vez ponerse a una prudente distancia de él. Se dirigía hacia ella cuando Logan le rodeó la cintura con los brazos.

—¿Estás bien?

La mirada de Nicole voló al instante hacia su masculino perfil. Logan llevaba ya dos días en Belle Rouge. Y durante todo ese tiempo no se había tomado la molestia de brindarle una sola palabra de compasión o consuelo. Así que le parecía de una hipocresía repugnante que se pusiera a representar de pronto el papel de pariente preocupado.

—Lo estaré en cuanto me siente. Por favor, no te preocupes por mí —añadió cortante.

Logan escrutó el pálido rostro de la joven y musitó un juramento.

—Es posible que todavía se acerque alguien a ofrecerte sus condolencias. Sería ridículo que te encontraran desmayada en el suelo.

Nicole esbozó una mueca de desprecio. Logan McNally era un hombre salvajemente atractivo, de pelo castaño y piel cobriza. Tenía unos ojos grises, enmarcados por oscuras y espesas pestañas, que podían adquirir el brillo y la dureza del acero. Sobre su fuerte barbilla, se dibujaban unos labios perfectos. Y si aquellas facciones no fueran suficientes para hacer revolotear el corazón de una mujer, había sido bendecido con un cuerpo alto y fuerte como el de un atleta. Pero Nicole era del todo inmune a sus encantos. Porque había aprendido que bajo aquel despliegue de masculinidad, se escondía un arrogante solitario al que no le importaba nada ni nadie.

—Veo que continúa preocupándote mucho tu imagen. Pero puedo asegurarte que podrás terminar el día sin que hayas tenido que avergonzarte de mí.

—No era eso lo que me preocupaba.

—Desde luego —replicó Nicole en tono burlón—. Mi madre y yo ya tuvimos que avergonzarnos en una ocasión por culpa tuya. Así que supongo que este debe de ser para ti un momento de celebración. Ya has conseguido llevarte por delante a una de nosotras. Y, quién sabe, quizá hasta tengas suerte y un día de estos termine yo bajo las ruedas de un coche.

Logan endureció su expresión.

—Estás hablando como una histérica.

—Sí, estoy segura de que esto también te encantaría —respondió Nicole fríamente—. Te encantaría que me encerraran en un manicomio. Así ya nadie podría impedir que te quedaras con Belle Rouge.

Se quitó el sombrero negro que se había puesto para el funeral y Logan contempló la elegante imagen que ofrecía sentada en el salón con el traje negro y los zapatos de tacón. La última vez que la había visto, todavía conservaba la ingenuidad de los dieciocho años. A los veintidós, parecía el cinismo personificado. Logan no podía evitar preguntarse qué le habría hecho cambiar de ese modo. Pero desde que su padre había muerto cuatro años atrás, no había mantenido ningún tipo de contacto ni con Nicole ni con su madre, a pesar de que ambas habían continuado viviendo en la casa de su familia.

Suspirando, se dirigió hacia la mesa sobre la que habían dispuesto las bebidas y se sirvió un bourbon. Bebió un par de tragos y se volvió nuevamente hacia ella.

—Es evidente que has crecido, Nicole. Pero también que no has madurado a la vez que tu cuerpo.

Nicole se puso furiosa, pero consiguió disimularlo. No quería que Logan pensara que continuaba sacándola de sus casillas a su antojo. No, Nicole ya era una mujer adulta y no una adolescente a la que pudiera encantar o insultar cuando le apeteciera.

—Supongo que ahora vas a decirme que no tienes ningún interés en Belle Rouge —se burló Nicole.

Logan se llevó el vaso a los labios y se bebió el resto del bourbon. El fuego que se extendió por su estómago no sirvió para aplacar los extraños sentimientos que lo asaltaban. No quería compadecerse de aquella mujer. De alguna manera, había sido ella la que lo había separado de su padre y de su casa. No quería pensar en su tristeza. Y, además, no le gustaba en absoluto la faceta de mujer amargada que le estaba mostrando en ese momento.

—Te mentiría si te dijera que no he tenido ningún interés en Belle Rouge. Esta plantación ha pertenecido a la familia McNally desde mil setecientos. Y no quiero que termine de hacerlo conmigo.

Nicole se levantó de la silla con gesto de cansancio y salió de la habitación.

—¿A dónde vas? —quiso saber Logan.

—A tumbarme. Encárgate tú de hacer el papel de dueño y señor de la propiedad durante unas horas. Al fin y al cabo, es eso lo que estás deseando ser.

Antes de que Logan pudiera replicar, escapó rápidamente a su dormitorio, situado en el piso de arriba. Una vez allí, se quitó la ropa, se puso una bata y se tumbó en la cama, de cara a la ventana.

Era el primer día de abril y la primavera ya había llegado a Cane River. Las flores del jardín estallaban en un arcoiris de colores y la mayor parte de los campos de caña estaban ya sembrados.

Normalmente, Nicole adoraba aquella época del año, pero en ese momento estaba física y mentalmente agotada. Desde que su madre había sufrido un derrame cerebral dos años atrás, había tenido que hacer malabarismos para poder terminar los estudios y cuidar al mismo tiempo a la única persona que tenía en el mundo. Perder a Simone por culpa de un segundo ataque cerebral había sido una pesadilla. Y lo más terrible era que la pesadilla no terminaría hasta que Logan regresara a Shreveport o Nicole se marchara.

Debió quedarse dormida pensando en ello, porque cuando volvió a abrir los ojos, había oscurecido. Se levantó lentamente y se acercó al tocador; vio su pelo, convertido en una desordenada melena de rizos rojizos, lo apartó de su rostro y se inclinó hacia el espejo. Gimió disgustada.

Estaba pálida y ojerosa. Nicole sabía que si su madre estuviera viva y pudiera verla, se llevaría un disgusto. Simone había sido una hermosa mujer y había enseñado a su hija a preocuparse por su aspecto. Se sentó en el taburete del tocador y se cubrió el rostro con las manos, intentando contener las lágrimas. Tenía que enfrentarse al hecho de que Simone se había marchado para siempre, de que se había quedado completamente sola.

No fue consciente de que alguien se acercaba a ella hasta que sintió dos fuertes manos cubriendo sus hombros.

—¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó furiosa, mientras se secaba desesperadamente las lágrimas.

—He llamado a la puerta, pero parece que no me has oído —contestó Logan y añadió—: He preparado unos sándwiches y he pensado que quizá te apeteciera comer.

Nicole pensó inmediatamente en decirle que era incapaz de probar bocado, sobre todo a su lado. Pero no quería sucumbir a la debilidad. Y, además, tenía que reconocer que Logan no había tenido un gesto tan amable como aquel desde hacía mucho, mucho tiempo.

—Me vestiré y bajaré dentro de un par de minutos —le dijo.

Una vez de vuelta en la cocina, Logan puso la mesa y llenó dos vasos de té frío.

Habían pasado años desde la última vez que había podido sentirse en Belle Rouge como si estuviera en su casa. Y le pesaba profundamente que hubiera sido la muerte de la madre de Nicole la que le permitiera hacerlo. Pensara Nicole lo que pensara, él no quería que Simone muriera. Durante años, había deseado que desapareciera de la vida de su padre y de su casa, pero jamás había deseado que sufriera. Aun así, dudaba de que pudiera convencer de ello a Nicole. Ella pensaba que la odiaba. Y quizá en otra época la hubiera odiado un poco, cuando era muy joven y necesitaba todavía a un padre del que Nicole le robaba la atención. Pero aquellos sentimientos habían desaparecido mucho tiempo atrás. En ese momento, simplemente no sabía lo que sentía por Nicole ni lo que iba a hacer con ella.

Oyó sus pasos ligeros por el pasillo y se volvió. La vio entrando en la enorme habitación. Se había puesto unos vaqueros y una camiseta con botones en el cuello. Logan deslizó su mirada brevemente por sus henchidos senos y la alzó a continuación hacia su rostro. Estaba pálida y tenía los ojos irritados por las lágrimas. Pero ni siquiera las huellas de la tristeza conseguían atenuar su belleza.

—Te he puesto un té frío —comentó Logan, tras aclararse la garganta—, pero a lo mejor prefieres café o un refresco.

—El té está bien —contestó ella mientras se sentaba.

Logan llevó la bandeja de sándwiches a la mesa y se sentó.

—Hay de salchichas o de jamón.

Nicole tomó uno de salchichas y comentó:

—El frigorífico está lleno de guisos y postres que han estado trayéndome durante todos estos días.

—Lo sé. Pero ya me he hartado de todo eso.

Y también Nicole. La joven estaba deseando volver a la comida sencilla. Más aún, quería volver de una vez por todas a la sencillez de su rutina. Pero desde que había desaparecido la razón que la retenía en aquella casa, no estaba siquiera segura de cuál era su hogar.

Durante algunos minutos, comieron los dos en silencio. Nicole mantenía la mirada fija en la ventana que daba al jardín, recordando las muchas horas que en él había pasado con su madre.

—¿Y qué planes tienes ahora?

La pregunta de Logan la sacó bruscamente de sus agridulces recuerdos. Clavó en él la mirada, resentida por aquella intromisión.

—¿Qué planes? ¿Acaban de enterrar a mi madre y ya quieres saber qué planes tengo?

—Comprendo que no quieras pensar ahora en ello, Nicole, pero tienes que hacerlo. Por tu bien.

—Querrás decir que por el tuyo. Conmigo no tienes que fingir, Logan. Sé lo mucho que te preocupa pensar que tendrás que responsabilizarte de mí. Pero puedes estar tranquilo. Sé cuidar perfectamente de mí misma.

—¿Y qué es lo que pretendes hacer? ¿Piensas casarte?

—¿Casarme? ¡Claro que no! Ya sé que nos hemos criado en el Sur, pero estoy segura de que ni siquiera tú eres capaz de pensar que una mujer necesita casarse para sobrevivir.

—No —replicó Logan lentamente—, pero podría haber algún hombre en tu vida…

—Lo siento. He estado demasiado ocupada estudiando y cuidando a mi madre como para poder salir con nadie —al menos desde que había dejado de hacerlo con Bryce, pensó con amargura.

Habían pasado ya dos años desde entonces, pero todavía le dolía la humillación que había sufrido. Había sucumbido por completo a las palabras de amor de Bryce. Creía que realmente quería casarse con ella. Pero al final había descubierto que Bryce no tenía ningún interés en pasar a su lado el resto de su vida. Lo único que quería era acostarse con ella y como Nicole se había negado, había dejado de salir con ella.

—Además, creo que jamás me casaré.

Logan arqueó las cejas con expresión escéptica, pero no dijo nada. Nicole, tragó el último bocado de su sándwich y lo miró.

—Supongo que querrás que me vaya pronto.

—¿Quién ha dicho que tengas que irte?

—Nadie, pero es evidente que Belle Rouge está ahora en tus manos —replicó ella.

Se levantó bruscamente y se dirigió hacia la puerta que daba al porche. Estaba abierta y desde ella se oían los sonidos de la noche, los cantos de las ranas y los grillos que vivían en el jardín.

—Tengo entendido que has estado ocupándote de la contabilidad de la plantación desde que te graduaste como contable.

Nicole miró por encima del hombro y vio que Logan continuaba sentado a la mesa. Esperaba que se quedara allí. Se ponía nerviosa cuando se acercaba a ella. Y lo último que Nicole quería era que supiera lo mucho que la afectaba.

—Sí, es verdad. ¿Por qué lo dices? ¿Estás pensando en llamar a un auditor para asegurarte de que no me he quedado con parte de tus beneficios?

—No. Lo digo porque me gustaría que continuaras ocupándote de ese trabajo. A menos que no quieras hacerlo.

Nicole se volvió y se quedó mirándolo fijamente.

—¿Qué pretendes decir? Esta plantación es tuya, no tienes…

—Ahora también es tuya. ¿O es que no lo sabes?

Nicole se quedó estupefacta ante aquella revelación.

—No… No tenía ni idea. ¿Estás…? —caminó hasta él—. ¿Lo dices en serio o esto es una especie de broma?

Entonces fue Logan el que se sorprendió. Por la expresión de Nicole, estaba claro que no sabía absolutamente nada de su herencia.

—Nicole, ¿me estás diciendo que no sabes que mi padre te dejó en herencia parte de la plantación?

Nicole sacudió la cabeza.

—No, no lo sabía. Sabía que, mientras mi madre viviera, ambas teníamos derecho a vivir aquí. Pero siempre he pensado que este lugar era… completamente tuyo. Tú eres el único hijo de Lyle McNally.

—Olvidas que tú eres su hija adoptiva.

Nicole se apoyó pesadamente contra el mostrador.

—Los hijos adoptivos rara vez consiguen ser mencionados en un testamento. Además, no esperaba nada de Lyle. Ya hizo suficiente dándome una casa y una educación. Es mucho más de lo que habría tenido si mi madre y yo hubiéramos continuado viviendo solas. Lo sabes tan bien como yo.

Oh, sí. Logan sabía que Simone Carrington procedía de una familia sin recursos. Su padre la había conocido en Natchitoches, donde ella estaba trabajando de camarera.

—Al parecer, mi padre quería que tuvieras algo más. O que yo tuviera algo menos. Considéralo como prefieras. En cualquier caso, una cuarta parte de Belle Rouge es tuya.

Nicole no podía creer lo que estaba oyendo. Y tampoco estaba muy segura de querer oírlo. Ella adoraba Belle Rouge. La plantación había sido su hogar desde que tenía doce años. Pero al haber muerto su madre y su padre adoptivo, se sentía en ella como una intrusa. Y estaba segura de que también Logan lo veía de ese modo.

Gimió suavemente, se volvió y salió de la casa para correr hasta un banco de hierro situado bajo uno de los viejos robles del jardín.

¡Belle Rouge era también suyo! ¿Qué se suponía que tenía que hacer entonces? Estaba tan absorta en sus pensamientos que no se dio cuenta de que Logan la había seguido hasta que lo vio sentarse frente a ella. Inmediatamente, se enderezó y giró la cabeza, para que no pudiera verle los ojos.

—¿Estás llorando? —preguntó Logan con dureza.

—No —giraban demasiadas preguntas en su mente para pensar en llorar.

Aliviado por su corta respuesta, Logan continuó preguntando:

—¿Entonces qué te pasa? ¿Quieres irte de Belle Rouge? ¿Era eso lo que habías planeado?

—No —respondió, pero inmediatamente se mordió el labio. No debería ser tan sincera con él—. Bueno… la verdad es que en lo único que he podido pensar durante todo este tiempo ha sido en mi madre.

Logan suspiró y por enésima vez, maldijo a su padre por haberle puesto en aquella situación. Él no quería tener nada que ver con Nicole Carrington. Ni económica ni emocionalmente. Pero si no acataba el testamento de su padre, podía perder toda la propiedad.

—Pero estoy segura de que tú quieres que me vaya. Y no tendrás que preocuparte. Haré las maletas esta misma noche y me marcharé mañana a primera ahora.

El cansancio que reflejaba su voz lo conmovió, aunque no sabía por qué. A Logan nunca le habían gustado ni ella ni su madre. Cuando se había enterado de que Lyle pensaba casarse con Simone, había dado por sentado que aquella mujer iba tras el dinero de su padre o, incluso peor, que pretendía quedarse con parte de la plantación. Desesperado por impedir que su padre cometiera aquel estúpido error, había ido a ver a Simone y le había ofrecido una generosa cantidad de dinero a cambio de que se marchara y no regresara nunca más.

Simone lo había rechazado, por supuesto. Logan todavía la recordaba tirándole el cheque a la cara. Y lo que se había grabado para siempre en su memoria había sido la imagen de Nicole, que había entrado sigilosamente en la habitación sin que la vieran los adultos. Desde entonces, nadie había vuelto a mirarlo con tanto odio.

En aquella época, Logan se había convencido a sí mismo de que realmente no le importaba lo que las Carrington pensaran de él. Inmediatamente después de que Lyle se casara con Simone, había abandonado su casa. Volvía muy de vez en cuando para ver a su padre y las visitas siempre eran tensas. Durante la mayor parte del tiempo, había intentado cortar las amarras que lo unían a Belle Rouge. Pero no era capaz de olvidar la plantación y tampoco a la gente que en ella vivía. Incluyendo, por supuesto a Nicole.

—No, no quiero que hagas las maletas. Tú vas a vivir aquí. Y yo también.

—Tienes que estar bromeando.

—No soy un hombre muy dado a las bromas.

—No, supongo que no —contestó Nicole con expresión burlona.

—Mira Nicole, sé que piensas que te odio. Pero no es cierto. No puedo odiarte, entre otras cosas, porque ni siquiera te conozco.

—No intentes restarle importancia al pasado, Logan. Todavía era una niña cuando viniste a nuestra casa e intentaste comprar a mi madre, pero lo recuerdo perfectamente. La heriste deliberadamente, la insultaste ofreciéndole dinero para que abandonara la ciudad y olvidara a tu padre. Y yo jamás lo olvidaré.

—Lo único que pretendía era proteger a mi padre y nuestra casa.

—¿Intentando hacer desaparecer a la mujer que amaba? —replicó Nicole burlona.

Las duras facciones de Logan adquirieron una intensa rigidez.

—¿Te has parado alguna vez a considerar lo que sentí al saber que mi padre se iba a casar con su amante, una mujer que además tenía…?

—¡Venga, dilo! —lo retó. Se levantó del banco y se colocó frente a él con los brazos en jarras—. Llámame hija ilegítima. Pero si piensas que de esa forma vas a hacerme algún daño, estás completamente equivocado. Mi madre no tuvo la culpa de que mi padre prometiera casarse con ella y luego la abandonara.

—Probablemente tengas razón. Pero podía haberse mantenido alejada de mi padre. Él era un hombre casado, pero al parecer a Simone no le importó. Rompió el matrimonio de mis padres y condujo a mi madre al alcoholismo.

—Tu madre bebía mucho antes de que nosotras entráramos en escena. Y tu padre ya estaba harto. Fue esa la razón por la que se fijó en mi madre.

—¡Tú no puedes saber eso! En aquella época eras solo una niña.

—Prácticamente una adolescente —lo corrigió Nicole—. Y después crecí y oí a Lyle hablar sobre ello en muchas ocasiones. Clara era de Chicago. La vida del Sur era demasiado tranquila para ella. Odiaba este lugar y quería marcharse. Y como Logan se negaba a hacerlo, comenzó a odiarlo también a él.

—Eso era lo que él quería que creyeras.

El sarcasmo de su voz desató la cólera de Nicole.

—Tú no eres humano. Y no pienso vivir un solo día en esta plantación contigo.

Giró sobre sus talones y comenzó a caminar hacia la casa. Pero no había dado dos pasos cuando Logan la agarró del brazo y la obligó a volverse hacia él.

—Durante estos dos días pasados, comenzaba a tener la impresión de que habías madurado —musitó entre dientes—. Pero ya veo que me he equivocado. Continúas siendo una jovencita estúpida y virginal que…

Nicole consiguió liberarse de su mano.

—¡No hay nada estúpido en ser virgen! De hecho, cuanto más te veo, más convencida estoy de que no quiero hacer el amor con ningún hombre.

Logan la miró sorprendido. En realidad, había utilizado la palabra «virginal» sin pretender darle ningún tipo de connotación sexual. Se estaba refiriendo a su madurez mental. Y en cuanto a la cuestión sexual…

—Nicole, tienes veintidós años. No esperarás que crea… —sacudió la cabeza con incredulidad—. Seguramente habrás tenido algún amante en la universidad.

—¿Crees que quiero tener un amante, sabiendo el dolor y las humillaciones que tuvo que soportar mi madre de joven? No, gracias. Pero en cuanto el resto de la opinión que tienes sobre mí, tengo que darte la razón. Y soy una estúpida por estar perdiendo el tiempo discutiendo con un tipo terco y arrogante que…

—¿Pero es que no has oído lo que te estoy diciendo? —la interrumpió Logan—. Tienes que quedarte en Belle Rouge. Porque si no…

—¿Perderé mi parte? Pues bien mi querido hermanastro, tengo que darte otra nueva noticia. Por mucho que ame Belle Rouge, voy a renunciar a mi herencia. Lo prefiero a tener que vivir contigo.

Y, sin más, se volvió con intención de regresar al interior de la casa. Pero Logan volvió a agarrarla del brazo antes de que hubiera podido dar un solo paso.

—¡No me toques! ¡Suéltame inmediatamente! —gritó Nicole.

—¿Por qué? ¿No soportas que un hombre te toque? —preguntó Logan burlón.

—No, y mucho menos tú.

De pronto, Logan se olvidó de Belle Rouge y de todas las razones por las que estaban discutiendo. La visión de los ojos castaños de Nicole llameando de furia y sus labios entreabiertos lo inundó todo e, incapaz de detenerse, posó la mano libre en su hombro y la estrechó contra él.

Inmediatamente, Nicole apoyó las manos en su pecho e intentó empujarlo, pero era como intentar mover un muro.

—¡Déjame marcharme, Logan!

—¿Por qué? ¿Porque me odias?

—¡Sí!

La respuesta de Logan fue una carcajada que dejó a Nicole completamente helada.

—¿Te parece divertido? ¿Piensas que estoy bromeando o…?