Fuera De Control - Sawyer Bennett - E-Book

Fuera De Control E-Book

Sawyer Bennett

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  • Herausgeber: Tektime
  • Sprache: Spanisch
  • Veröffentlichungsjahr: 2023
Beschreibung

Renner Caldwell está a punto de encontrarse cara a cara con el hombre que conoció hace años pero que no ha vuelto a ver. Para lo que no está preparada es el hecho de que él ha estado suspirando por ella tanto como ella por él. Este es el cuarto libro de esta serie romántica contemporánea. Queremos que un solo traductor se encargue de los cinco libros de la serie.
Cillian O'Braidagh es el sexy líder de la banda de rock irlandesa Al Borde del Abismo. Su creciente fama y su sensual voz lo convierten en la fantasía de cualquier mujer. Por no hablar de su firme determinación. En pocas palabras: lo que Cillian quiere, Cillian siempre lo consigue. Y quiere a Renner, porque hay algo en la belleza de su cabello de fuego que tiene que poseer.

Renner Caldwell tiene su vida perfectamente planeada. Tiene la relación ideal, el trabajo perfecto y todo está bien en su mundo. Cuando se produce un vergonzoso giro en los acontecimientos, se sube al primer avión con destino a Irlanda para lamerse las heridas y recuperar su cordura.
Cillian O'Braidagh es el sexy líder de la banda de rock irlandesa Al Borde del Abismo. Su creciente fama y su sensual voz lo convierten en la fantasía de cualquier mujer. Por no hablar de su firme determinación. En pocas palabras: lo que Cillian quiere, Cillian siempre lo consigue. Y quiere a Renner, porque hay algo en la belleza de su cabello de fuego que tiene que poseer.
Si su relación fuera solo sexo y rock n´ roll sería fácil que se perdieran en sus deseos. Solo que su relación es cualquier cosa menos sexo casual. ¿Se interpondrán las mentiras, los engaños y las tragedias ocultas, haciendo que el camino hacia el verdadero amor sea incierto? ¿O la chica que ha perdido el rumbo encontrará su equilibrio con el hombre que le está enseñando que está bien perder el control?

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Sawyer Bennett

FUERA DE CONTROL

Traducido por Alicia Tiburcio

© 2023 - Sawyer Bennett

Todos los derechos reservados.

Derechos de autor © 2013 de Sawyer Bennett

Publicado por Big Dog Books

Este libro es una obra de ficción. Los nombres, personajes, lugares y acontecimientos son producto de la imaginación de la autora o son usados en forma ficticia. Cualquier semejanza con eventos actuales, lugares o personas, vivas o muertas, son una mera coincidencia.

Ninguna parte de este libro puede ser reproducido de ninguna forma o a través de medios mecánicos o electrónicos incluyendo almacenamiento de información y sistemas de recuperación, sin el expreso consentimiento de la autora. La única excepción es por un reseñador que puede citar fragmentos en una crítica.

AGRADECIMIENTOS

Me gustaría dar las gracias en primer lugar a mi amiga dublinesa, Lindsey Melia. Ella leyó beta Fuera de Control después del primer borrador para asegurarse de que yo era auténtica con el hermoso país de Irlanda y la vibrante ciudad de Dublín. Gracias por ayudarme con el argot, la voz y por hacer que me enamore de Dublín sin haber ido nunca a esa ciudad. ¡Espero verte allí algún día!

Abrazos a Brenda Gayle Massey por idear el nombre de la banda de Cillian. Dar mi más cálido amor a todos mis increíbles seguidores en Facebook y Twitter y a todos los Bloggers que trabajan incansablemente para ayudar a promover a los Autores Indie. ¿Es malo que la mayoría de las veces prefiera estar hablando con ustedes que escribiendo? Eso es lo que hace que este trabajo implique algo más que disfrutar.

Un agradecimiento especial a Meagan Chieppor y Alex Johnson, mis dos modelos de portada. Han sido increíblemente profesionales y han hecho absoluta justicia a mis personajes. Un gran reconocimiento a Keith Papke de Original Mind Productions, nuestro increíble fotógrafo. Ojalá pudieran ver todas las fabulosas fotos que hizo de esta pareja. También quiero agradecer a Jeanne Frazier, de Vitalink, por su increíble apoyo y entusiasmo, y por ayudar a que la sesión de fotos de la portada fuera espectacular. A Mike Steele, también de Vitalink, por hacer una portada de libro increíble y por diseñar el logo de la banda de Al Borde del Abismo. ¡Eres un talento increíble! Y a Mary-Ann Grooms, de Vitalink, por ayudar a poner todo en marcha.

Muchas gracias a la gente de El Irlandés en North Raleigh, en particular al propietario, Niall Hanley, y al director general, Gerry McDermott, por permitirnos utilizar su magnífico restaurante y pub para nuestra sesión de fotos. Ah, y también por tener el mejor pescado y papas fritas de este lado del charco.

Este fue un grupo increíble de personas que ayudaron a hacer este libro, pero no podría haberlo hecho sin el amor y el apoyo de mi marido, Shawn. ¡Te quiero, cariño!

PRÓLOGO

Renner

Hace cinco años

Esta es mi última noche en Dublín y, aunque lo he pasado muy bien saliendo con mi prima Cady y su mejor amiga Teagan, estoy lista para volver a casa. Echo de menos a mi madre y a mi padre. Diablos, incluso echo de menos a mi insoportable hermano, Flynn, y a mis primos, Nix y Linc, pero nunca se lo admitiría ni en cien años. He vivido toda mi vida a la sombra de los chicos Caldwell y ha sido agradable salir con chicas para variar.

He estado aquí todo el verano, visitando a la familia de mi madre. Ella nació y se crio en Dublín, pero ha estado viviendo en los Estados Unidos desde su época universitaria. Este viaje es el regalo de graduación de mis padres, y me he divertido más de lo que debería hacerlo una joven de dieciocho años. Cady y Teagan se han excedido haciéndome pasar un buen rato irlandés, y yo me estoy preparando para salir otra noche a coquetear y mirar embobada a los guapos irlandeses.

Desgraciadamente, Teagan se ha ido de vacaciones a Londres con sus padres, así que me toca a mí controlar a Cady esta noche. Las dos son más salvajes que yo, pero como solo tengo que vigilar a Cady, no debería ser demasiado difícil esta noche.

Mientras me maquillo, la puerta de mi habitación se abre de golpe y Cady entra, dejándose caer en mi cama. Está muy linda con unos jeans ajustados y una camiseta sin hombros que se anuda en el estómago, dejando al descubierto varios centímetros de piel. Miro mi ropa y, en comparación, me siento casi como una colegiala. Llevo un pantalón caqui, una blusa de seda blanca y un cárdigan verde pálido con botones de nácar. Al menos el cardigan hace que mis ojos verdes se aclaren un poco, y eso ya es algo, ¿no?

Volviéndome hacia Cady, me pongo el reloj y lo cierro. —Entonces, ¿qué vamos a hacer esta noche?

Cady se pone de espaldas y sopla una gran burbuja del chicle que tiene en la boca. Cuando estalla, la vuelve a meter en la boca y dice: —La pregunta es, querida Renner, ¿qué no vamos a hacer esta noche? Siento la necesidad de meterme en algún lío.

Pongo los ojos en blanco ante Cady, pero sonrío al escuchar su ritmo musical. Es una diablilla traviesa. Lleva el cabello oscuro -casi negro- hasta los hombros, pero los últimos cinco centímetros son rubio aclarado. El tío Keefe siempre se queja de que una noche se colará en su habitación y le cortará las puntas para que todo vuelva a ser del mismo color. Sin embargo, sólo está bromeando. Deja que Cady haga lo que quiera, y a ella le gusta recordarle que saca buenas notas en la escuela y que no ha sido arrestada ni una sola vez en su joven vida. Además, la idea de Cady de meterse en problemas es tomar cervezas a escondidas en el club nocturno al que probablemente iremos esta noche y coquetear escandalosamente con cualquier chico que acepte tal atención.

Me levanto de la silla que está frente a mi tocador y me acerco al espejo antiguo de la esquina. Doy una vuelta y no puedo evitar suspirar. Parece que tengo quince años con mi vestimenta. Si nuestro objetivo esta noche es coquetear descaradamente, ningún chico me va a mirar dos veces vestida así.

— ¿Quieres que te preste algo de ropa? —dice Cady desde detrás de mí, leyendo mi mente. Miro por encima de mi hombro y me observa ávidamente en el espejo de cuerpo entero.

Por una fracción de segundo, pienso en aceptar su oferta. Por una noche, me vuelvo un poco loca. Tal vez mostrar un poco de escote o algo de pierna. Pero el momento es fugaz y me limito a negar con la cabeza. A la hora de la verdad, no tengo el mismo valor que Cady. No me siento cómoda con mi cuerpo ni con mi aspecto. Espero que algún día pueda adquirir algo de confianza, pero por ahora, me conformaré con permanecer a su sombra esta noche.

Cady se levanta de la cama y me agarra la mano. —Bueno… vamos entonces. Nos despediremos de mamá y papá y nos pondremos en camino.

***

— ¿Estás segura de que este es el lugar correcto? —Pregunto cuando entramos en el sucio pub. Hago una mueca cuando mis zapatos se pegan al suelo a cada paso que doy. Espero que sólo sea cerveza derramada y no algún tipo de fluido corporal.

—Sí, —asiente Cady con una sonrisa—. Este es el lugar.

Normalmente, no es el tipo de pub al que Cady me traería, pero me ha dicho que la banda de un amigo toca aquí esta noche y quiere verlo. Nos abrimos paso a codazos hasta la barra y Cady pide dos cervezas negras para nosotras. El camarero no me mira dos veces, pero le da a Cady una mirada apreciativa.

—Aquí tienes, querida, —dice mientras entrega los vasos de cerveza. Cady le guiña un ojo al camarero y me lleva a una mesa cerca del escenario. En un papel que hay encima dice «Reservado-Cady».

— ¿Cómo se llama la banda? —le pregunto.

—Al Borde del Abismo, —responde mientras mira a su alrededor, observando el ambiente.

—Tienes una mesa reservada. ¿Eres una fan o algo así?

Cady se ríe y luego toma un sorbo de su cerveza. —No. Pero mis padres recibieron a Cillian durante unos años cuando sus padres tenían algunos problemas y yo soy como una hermana pequeña para él. Me dijo que tendría una mesa reservada para nosotras.

— ¡Oye! ¿No es Killian el nombre de una cerveza?

Cady me mira como si fuera una idiota. —Tonta, yanqui. Es Cillian con ‘C’. Killian con ‘K’ es la versión anglicista del nombre irlandés y creo que tienes razón… ustedes los yanquis tienen una cerveza con ese nombre.

Le lanzo una sonrisa pícara y tomo asiento en la mesa junto a ella. Al mirar a mi alrededor, veo que el pub está lleno de una mezcla ecléctica de gente. No tengo ni idea de qué tipo de música toca Cillian, pero si tuviera que adivinar, el gran número de irlandeses tatuados y con piercings que hay en el bar me hace pensar que es rock o punk.

Hablamos un rato, pero antes de que pase mucho tiempo, todas las luces del pub se apagan, dejando el escenario frente al que estamos sentadas en total oscuridad. Un silencio se apodera de la multitud, y luego el silencio se rompe por un silbido estridente de alguien en el fondo. Oigo el clack, clack, clack del baterista invisible que golpea sus baquetas. Luego, el escenario estalla de ruido cuando la banda empieza a tocar su primer tema.

Como ya sospechaba, los primeros riffs de guitarra son duros, salvajes y nerviosos, y me recuerdan al rock metálico que Flynn insistía en poner a todo volumen en su habitación.

Varias luces del suelo del escenario brillan, iluminando a los miembros de la banda con una especie de vaguedad nebulosa. No puedo ver ninguno de sus rasgos, sólo los contornos de sus cuerpos ensombrecidos por la suave luz. No tengo ni idea de cuál es el amigo de Cady, Cillian, pero estoy segura de que no es el bajista. Está claro que es una mujer, porque puedo ver un cuerpo con curvas femeninas y el cabello hasta la cadera balanceándose de un lado a otro en la penumbra.

Entonces, un foco solitario se posa sobre el guitarrista principal justo cuando empieza la letra. Deja de tocar la guitarra, balanceándola hacia su cadera, y agarra el micrófono que tiene delante. La música se ralentiza y se suaviza, y me quedo embelesada cuando empieza a cantar.

Es alto y delgado, casi desgarbado. Y es joven… quizá unos pocos años mayor que yo. Es un irlandés negro… lo que los americanos llaman irlandeses de cabello oscuro, piel aceitunada y ojos oscuros. Tiene el cabello largo y desgreñado, que le cae hacia delante sobre los ojos mientras canta y que apenas roza las puntas de los hombros. Me doy cuenta de que va vestido con unos jeans negros desteñidos que se meten dentro de unas botas de combate negras, una camiseta blanca y una camisa desteñida de color rojo. Mientras sujeta el micrófono con las dos manos, me doy cuenta de que lleva varias pulseras de cuero en cada muñeca y de que apenas se ven algunos tatuajes.

Es, sencillamente, el tipo más sexy que he visto en toda mi vida, y estoy segura de que tiene todo que ver con el hecho de que esté en un escenario cantando con la voz más sexy y acaramelada que he escuchado en mi vida.

Ella baja, baja, baja…

La empujo hacia abajo, hacia abajo, hacia abajo…

Aliento caliente, labios húmedos…

Ella baja, baja, baja…

Me ruborizo mientras escucho la letra.

Cady se inclina hacia mí, pero prácticamente tiene que gritar para que pueda oírla. —Cillian es bueno, ¿verdad?

Me limito a asentir con la cabeza. Eso también responde a mi pregunta… Cillian es el cantante de la banda.

Dando otro sorbo a mi cerveza, me pierdo en su música, en el ambiente y en el carácter salvaje de Cillian.

Sus labios rozan el micrófono mientras canta y no puedo evitar preguntarme cómo se sentirían al deslizarse sobre mis labios de la misma manera. En un momento dado, mira hacia nuestra mesa y una rápida sonrisa aparece en su rostro al ver a Cady. Ella lo saluda con la mano y su sonrisa se hace más grande. Su mirada se aparta de Cady de forma casual, observando a la gente de alrededor. Sus ojos pasan por encima de mí y siento decepción. Pero justo cuando esa breve mirada se desplaza sobre mí, sus ojos vuelven a clavarse en los míos. Veo que sus cejas se levantan bajo su flequillo desgreñado y entonces se le dibuja una sonrisa casi sensual en el rostro. Siento que el enrojecimiento en mi cara se acentúa y empieza a bajar por mi cuello bajo su atrevida mirada.

Pero aguanto su mirada.

Me obligo a no dejar que mi timidez se imponga. Finjo que está cantando sólo para mí.

Y no aparta sus ojos de mí durante el resto de la canción.

***

Al Borde del Abismo ha terminado su última actuación y la gente sale a raudales del bar. Me siento como si me hubiera bebido unos cinco Mochachinos Starbuck, ya que estoy vibrando por un coqueteo intenso. Durante toda la noche, Cillian me ha mirado fijamente mientras cantaba. No de una manera espeluznante. Miraba a su alrededor, observando a todos los clientes del pub que se mecían a su ritmo. Pero sus ojos a menudo volvían a posarse en mí durante largos momentos. Por lo general, era cuando cantaba sobre algo súper sexy, y no voy a mentir: la sensación de que alguien te cante es emocionante.

La música de Cillian era cruda, con la mayoría de las canciones tocadas en un frenesí casi salvaje. Su voz es profunda y ligeramente rasposa, lo que le permite gritar roncamente muchas de las letras, pero aun así hacerlas sonar como si quisieras morir apedreada por ellas. Algunas de sus canciones eran más lentas, casi baladas, y me di cuenta de que su voz perdía algo de su calidad de grave, sonando más rica… más suave. Independientemente de lo que cantara, su voz me resultaba fascinante.

Estamos esperando fuera del bar donde tocó ABDA, que ahora me doy cuenta de que se llama simplemente Mac’s Place. Cady quiere ver a Cillian y, francamente, yo también quiero verlo de cerca. Mis nervios aumentan sólo con la idea de conocerlo. Estoy nerviosa, aterrorizada y excitada en partes iguales, sentimientos que casi me dan ganas de vomitar.

Dichos nervios se disparan cuando Cady esboza una enorme sonrisa al ver a alguien detrás de mí. Con un chillido, corre alrededor de mí. Giro para verla lanzarse a los brazos del hombre que me ha estado mirando toda la noche. La toma en un gran abrazo de oso, levantando su pequeño cuerpo del suelo. Ella lo rodea con sus brazos y le entierra la nariz en el cuello. Él le devuelve el abrazo, pero levanta los ojos para captar los míos y una pequeña sonrisa se dibuja en sus labios.

Después de que Cillian vuelva a poner a Cady en tierra firme, ella lo toma de la mano y lo arrastra hacia mí. De nuevo, sus ojos oscuros atraen los míos como un imán y mi cuerpo levanta su temperatura y luego se estremece de expectación.

—Cillian… ella es mi prima, Renner Caldwell. Renner… él es mi amigo, y por supuesto ya has visto el músico más increíble, Cillian O’Bradaigh.

—Hola, —digo—. Estuviste genial esta noche. He disfrutado mucho viéndote.

—Lo mismo digo, —responde con una sonrisa depredadora, obviamente refiriéndose al hecho de que me miró fijamente desde el escenario la mayor parte de la noche. Miro a Cady y ella pone los ojos en blanco ante su evidente coqueteo.

—Cady, ¿por qué no me dijiste que tu prima yanqui era tan linda?

Cillian le hace esta pregunta a Cady pero me mira fijamente todo el tiempo. Mi pulso empieza a galopar.

Cady suspira con fuerza. —Deja de ser tan imbécil, Cillian. Todo el mundo en Mac’s podría decir que estás interesado en ella por la forma en que la miraste toda la noche.

Me siento muy avergonzada porque Cady le llama la atención de esa manera, pero no parece molestar a Cillian en lo más mínimo porque dice con una sonrisa diabólica: —Sólo estoy reclamando mi derecho, eso es todo.

—Maldito tonto, —refunfuña Cady, pero Cillian y yo compartimos una mirada, y él sabe que yo también estoy interesada en él.

—Así que…señoritas ¿les gustaría ir a una fiesta conmigo esta noche?

***

La he pasado muy bien en mi estadía en Irlanda durante todo el verano. Cillian nos ha llevado a una fiesta en casa de uno de sus compañeros de banda, al que aún no he tenido la oportunidad de conocer. Durante toda la noche, Cillian ha estado a mi lado. Me presenta a algunos de sus amigos y, finalmente, su brazo me rodea por la cintura para acercarme a él. Me deleito con la sensación, sobre todo porque hace tiempo que no tengo novio. Es muy agradable, porque está claro que Cillian es un chico que interesa a las mujeres. Otras chicas se le insinúan descaradamente, pero él sólo parece fijarse en mí.

Termino mi cerveza y Cillian se va por otra. Aprovecho la oportunidad para echar un vistazo rápido en busca de Cady y la veo jugando al ping pong de cerveza en la cocina. No parece demasiado borracha, lo cual agradezco. No tengo ganas de ayudarla a volver a casa a tropezones.

Cuando Cillian vuelve, tiene las manos vacías. Antes de que pueda decir nada, me agarra de la muñeca y me lleva por un pasillo hasta un dormitorio. Tras cerrar la puerta, se vuelve hacia mí y me toma la cara entre las manos. Sé que debería estar preocupada por lo que esto significa, pero estoy embriagada no sólo por la cerveza, sino también por la excitación de estar a solas con él. Me hace sentir atrevida y temeraria, dos cosas que me son ajenas.

Se acerca, se inclina y me susurra en los labios: —Llevo toda la noche queriendo besarte y me he cansado de esperar.

No espera a que responda. No le importa que yo quiera lo mismo. Se limita a posar sus labios sobre los míos y, como de hecho quiero lo mismo, mi boca se abre de buena gana.

Cillian me besa lenta y profundamente y yo me pierdo. Mis manos suben a su pecho y mis dedos se enrollan en su camiseta. Apartándose ligeramente, murmura contra mi boca: «Cailín álainn»(niña hermosa).

No sé lo que ha dicho, pero reconozco que es gaélico. Ha sonado como «coll-een aw-leen» y, con su ritmo irlandés, creo que son las palabras más bonitas que he oído nunca. Antes de que pueda preguntar la traducción, me besa de nuevo y, de repente, me importa un bledo lo que significa.

Sus labios son suaves pero controladores. Su lengua no es tímida y reclama mi boca como si le perteneciera de toda la vida. Sentimientos que nunca he experimentado recorren mi cuerpo. El corazón me late con locura en el pecho y toda mi existencia parece reducirse al hecho de estar en los brazos de Cillian.

Mi cuerpo joven exige saber lo que viene a continuación, pero mi condición de virgen me hace dudar de hacia dónde se dirige esto. Me he liado muchas veces con mi ex novio en la escuela, pero él sabía que nunca tuve intención de llegar hasta el final con él. Por lo tanto, nunca trató de empujarme más allá de algunos besos calientes y torpes manoseos. Probablemente por eso rompió conmigo, justo antes de la graduación… porque no quería tener sexo con él.

Oh, bueno.

Pero la boca de Cillian en la mía no se parece a nada que haya experimentado y por primera vez… sin duda… me pregunto de verdad cómo es el sexo. Sus besos son embriagadores y me llenan de un anhelo que no sabía que poseía dentro de mí. Cuando una de sus manos se desliza ligeramente por mi pecho, no puedo evitar el suave gemido que sale de mi boca. Mi gemido parece provocar un gruñido en respuesta por parte de Cillian y nuestro beso se vuelve más profundo.

Sintiéndome envalentonada, las manos de Cillian empiezan a vagar un poco más, y me doy cuenta de que quiero que se apodere de cada parte de mi cuerpo.

Al menos, eso quiero al principio. Mis inhibiciones han disminuido por el alcohol y mi sentido común está borrado por la excitación de besarme con un músico ardiente. Cuando una de sus manos empieza a desabrocharme el botón del pantalón, empiezo a salir de la neblina inducida por la lujuria en la que me encuentro.

Mi mano cubre la suya y digo: —Espera.

Cillian retira lentamente su mano y da un pequeño paso atrás. Sus ojos se posan en mi cara. — ¿Demasiado rápido para ti?

Asiento tímidamente, mirando al suelo. —Lo siento. No puedo.

—No lo sientas, Cailín álainn. Sólo sé tú. —Me sonríe cálidamente y no parece enfadado en absoluto—. No hay problema.

Dándome un beso en la frente, Cillian me toma de la mano y regresamos a la fiesta. La cabeza me da vueltas, porque, Dios me ayude, quería que fuera más allá. Me muerdo el labio, preguntándome si he cometido un error… preguntándome si he perdido una oportunidad única en la vida de convertirme en una mujer de la forma más pecaminosamente traviesa. De entregarme a un magnífico músico irlandés al que probablemente no volvería a ver.

Pero no… Recuerdo las últimas palabras de Cillian. Sólo sé tú.

Y sé que hice lo correcto, y claramente, él lo respetó.

Dejándome de nuevo al cuidado de Cady, Cillian me dice que volverá y se funde con la multitud.

— ¿Dónde estaban ustedes dos? —Cady pregunta mientras me agarra del brazo.

—Um…

— ¿Tú no?… ¿Tú y él no…?

—Dios no, Cady. Sólo… nos besamos.

— ¿Él te besó? Voy a matarlo.

—No, no lo harás, —la reprendo—. Además… fue bonito y fue un caballero.

Cady suelta un enorme bufido. —¿Cillian? ¿Un caballero? Ese pendejo no quiere otra cosa que meterse en los pantalones de una chica, Ren. Lo quiero mucho, pero no es para ti.

— ¿Cómo sabes que no es para mí?

—Bueno… para empezar… tú vives en Estados Unidos. Él vive aquí. Pero sobre todo, porque no se toma a las chicas en serio. Sólo está con ellas por… ya sabes… el sexo.

Cillian no parecía ser así conmigo. No se me insinuó de manera abiertamente sexual, y sus besos, aunque ardientes, fueron normales. Se detuvo cuando le pedí que se detuviera, y no me hizo sentir culpable ni me llamó provocadora.

Cady mira su reloj. —Maldición… tenemos que irnos. Papá nos va a matar por haber salido hasta tan tarde.

—El tío Keefe nos va a matar porque hemos estado bebiendo.

—No. Las dos cumplimos dieciocho años en pocos meses. Además, mientras lleguemos a casa sanas y salvas, es fácil calmar los ánimos.

Me toma de la mano y empieza a guiarme hacia la puerta. Empiezo a apartarme de ella porque quiero despedirme de Cillian. Quiero darle mi dirección de correo electrónico y pedirle que sigamos en contacto. Mientras pienso esto, mis ojos escudriñan la fiesta, buscando desesperadamente esa cabeza oscura y desgreñada.

Entonces lo veo… en la esquina… con sus brazos alrededor de otra chica, besándola profundamente. Sus manos están en la cintura de ella, acercando sus caderas a las de él.

Mi corazón realmente toca fondo con el engaño. Estoy decepcionada con Cillian, por haber podido olvidar tan fácilmente que sólo nos estábamos besando, y estoy decepcionada conmigo misma por haberlo detenido. Sobre todo, me decepciona que todo esto me moleste en primer lugar, porque mañana estaré en un avión de vuelta a Estados Unidos y no volveré a verlo.

Cady me da otro tirón de la mano y me saca por la puerta; me quedo todo el tiempo mirando a Cillian besar a esa chica.

Cady tenía razón. Yo no era nada para él. Cuando dije que no, no me presionó ni me molestó para que lo dejara seguir. ¿Y por qué lo haría? Podía chasquear los dedos y tener a cualquier otra chica de esa fiesta en sus brazos en cuestión de segundos.

Y eso es exactamente lo que hizo.

De repente, mi añoranza por el hogar se multiplica por diez. Hace unos minutos, anhelaba sentir el cuerpo de Cillian contra el mío, ahora sólo anhelo volver a Nueva Jersey y que mi madre me abrace.

Índice

CAPÍTULO 1

CAPÍTULO 2

CAPÍTULO 3

CAPÍTULO 4

CAPÍTULO 5

CAPÍTULO 6

CAPÍTULO 7

CAPÍTULO 8

CAPÍTULO 9

CAPÍTULO 10

CAPÍTULO 11

CAPÍTULO 12

CAPÍTULO 13

CAPÍTULO 14

CAPÍTULO 15

CAPÍTULO 16

CAPÍTULO 17

CAPÍTULO 18

CAPÍTULO 19

CAPÍTULO 20

CAPÍTULO 21

CAPÍTULO 22

CAPÍTULO 23

CAPÍTULO 24

CAPÍTULO 25

CAPÍTULO 26

CAPÍTULO 27

EPÍLOGO

CAPÍTULO 1

Renner

El día de hoy

—Siento llegar tarde, tío Keefe, —le digo al hombre corpulento que está detrás de la barra, justo cuando me meto debajo del panel de revisión. Buscando debajo, saco un delantal negro y lo anudo alrededor de mi cintura.

—No llegas tarde, Renner, —me contesta con su fuerte lengua irlandesa—. Llegas cinco minutos antes.

Le enseño una sonrisa descarada. —Sí, pero normalmente llego quince minutos antes, así que técnicamente estoy llegando diez minutos tarde.

El tío Keefe me pellizca bajo la barbilla y se ríe. —Eres una buena chica, Renner. Siempre tan responsable.

Sí. Esa soy yo… una chica responsable. Suelo llegar temprano a todos los lugares a los que voy, pago todas mis facturas cinco días antes de la fecha de vencimiento, lo planifico todo porque odio las sorpresas, y a veces soy tan aburrida como una ostra. Esperaba que mi decisión de vivir en Irlanda hasta que pudiera averiguar qué hacer con mi futuro me hiciera vivir una forma de vida un poco más salvaje. Al fin y al cabo, fue una gran cosa mudarme aquí lejos de la seguridad de mi familia.

Al menos mi decisión de mudarme a Irlanda fue tomada espontáneamente, así que esto debería significar algo. Probablemente fue la única cosa espontánea que he hecho en mi vida.

Y una nueva vida es exactamente lo que necesito.

Llevo tres semanas viviendo en Dublín y, de momento, soy camarera en el restaurante y pub de mi tío Keefe, El Irlandés. Es un lugar maravilloso con más de quince mil metros cuadrados de suelos de caoba oscura que cuenta con cuatro zonas de bar separadas, rincones tranquilos en los que se puede tomar una pinta para relajarse, e incluso hay un gran escenario en la parte trasera donde tocan algunas de las mejores bandas de Europa. El Irlandés es prácticamente un lugar emblemático que se encuentra en el centro de Temple Bar, justo al lado del río Liffey, y es un lugar popular entre los locales y los turistas. El tío Keefe es el dueño desde hace casi veinte años y se gana la vida muy bien con él. Ni siquiera dudó cuando le pregunté si podía trabajar aquí. Sólo me dijo: «Por supuesto que puedes, muchacha», y antes de que me diera cuenta, tenía un nuevo trabajo.

Asegurándome de que mi delantal está provisto de unos cuantos bolígrafos y un bloc de notas, paso por debajo del panel de revisión.

— ¿Quieres que vuelva a trabajar en la Sección Uno esta noche, tío Keefe?

—Claro que sí, eres una buena chica. Hay una fiesta privada en la parte de atrás y puede que te necesite para ayudar allí más tarde.

—Entendido.

No tenía ganas de ayudar en la fiesta privada. Las pocas en las que había trabajado hasta el momento no eran más que un montón de borrachos que intentaban tocarme cuando pasaba por allí, lo cual es extremadamente molesto mientras se intenta equilibrar varias pintas en una bandeja.

Aun así, en general me gustaba mi trabajo aquí. La gente solía ser muy amable y el tío Keefe dirigía su negocio como una máquina bien aceitada. Lo que significaba que nunca tenía ningún problema para llevar las bebidas o los pedidos de comida a las mesas correspondientes a tiempo, lo que hacía que los clientes estuvieran contentos. Cuando trabajé como auxiliar de vuelo en Delta, parecía que nunca había un vuelo en el que al menos un pasajero no se enfadara mucho por algo.

Por supuesto, sólo pensar en mi trabajo en Delta hace que mi buen humor caiga en picada. Todavía me arde la cara de vergüenza y rabia cuando pienso en las circunstancias de mi despido. Fue una situación totalmente injusta para mí, no fue mi culpa, y, sin embargo, aquí estoy… sin mi trabajo como azafata y escondiéndome en Irlanda por mi mortificación.

Sacudiendo mentalmente la cabeza para poder volver al juego, intento pensar en todas las cosas buenas de mi vida. Actualmente vivo en un país precioso, trabajo en un empleo que me gusta mucho, por el momento, y estoy rodeada de familiares cariñosos. Realmente no sé qué habría hecho si el tío Keefe no me hubiera dado este trabajo y me hubiera recibido aquí con los brazos abiertos.

Al acercarme a una de mis mesas, sonrío a la familia que está sentada allí. Un marido, una mujer y dos niños pequeños examinan un menú, pero levantan la vista cuando me acerco.

—Hola. Bienvenidos al Irlandés. Soy Renner y les serviré esta noche. ¿Puedo ofrecerles unas bebidas para empezar?

El marido me mira con ligero asombro. — ¿Eres americana?

Mi sonrisa se torna más brillante, siempre feliz de encontrarme con un compañero yanqui. —Así es. De Nueva Jersey. ¿Y tú?

Gira para sonreír a su mujer y le toma la mano. —Somos de California. En realidad, esta es nuestra luna de miel retrasada, por así decirlo. No podíamos permitirnos una cuando nos casamos, así que cinco años y dos hijos después, por fin llegamos a poder concretarla.

—Genial. Más vale tarde que nunca, ¿verdad?

La mujer se ríe. —Así es. Kevin me prometió Irlanda hace años y aquí estamos. ¿Cómo has llegado hasta aquí?

De ninguna manera voy a contarle a esta encantadora familia toda la historia de desgracias que me ocurrieron, así que explico simplemente. —Me estoy tomando un tiempo para encontrarme a mí misma y decidí que Dublín era el lugar para hacerlo. Por suerte, mi madre es originaria de aquí y mi tío Keefe es el dueño de este pub, así que me dio trabajo.

—Dublín es una gran ciudad. Hemos disfrutado mucho de nuestro tiempo aquí.

Charlamos unos minutos más y luego tomo sus pedidos de bebidas. Reprimo la risa que intenta salir de mi boca cuando el marido pide un Smithwick’s y lo pronuncia incorrectamente.

—Ah… eres un verdadero yanqui, —le digo, intentando imitar mi mejor acento irlandés—. Estuve tres días trabajando aquí llamándolo Smith-wick’s antes de que alguien me dijera amablemente que se pronuncia «Smitt-icks». Mi tío Keefe todavía se burla de mí hasta el día de hoy.

El marido se ríe de buena gana. —Agradezco el aviso. ¡Entonces Smitt-icks!

Le hago un guiño a la familia y me dirijo a buscar su pedido de bebidas. Si el resto de la noche se desarrolla como esta primera mesa, va a ser una noche muy agradable.

***

Llevo el cambio a una mesa de estudiantes universitarios y los saludo con la mano mientras se van. Mi sección está casi muerta, ya que la Sección Uno está en la parte delantera del pub y es donde suelen estar los clientes menos revoltosos.

Me dirijo a la parte de atrás y localizo a Maureen para ver si necesita ayuda.

—Claro que sí, —suspira—. La fiesta en la parte trasera no muestra signos de desaceleración y me vendría bien un par de manos extra.

Ayudándola a cargar su bandeja y la mía con bebidas, nos dirigimos a la fiesta. Cuando entramos, la fiesta está llena de gente y tengo que hacer mis mejores y más elegantes maniobras entre la multitud para seguir a Maureen. Hay mucho ruido entre la rocola de la esquina y el estruendo de más de cincuenta irlandeses borrachos que ríen y cuentan historias.

Nos dirigimos a una mesa del fondo, donde parece congregarse la mayor cantidad de gente. Sonrío cuando Maureen les grita: —Muevan el trasero o no tendrán su cerveza esta noche.

Los cuerpos se apartan del camino y uno de los borrachos cae sobre su trasero. Le dedico una sonrisa comprensiva y alguien lo ayuda a ponerse de pie.

Ahora que el camino hacia la mesa está despejado, bajo mi bandeja y la dejo en el borde, usando mi mano libre para sacar las pintas de ella y dejarlas sobre la mesa. No me molesto en mirar a los asistentes a la fiesta y asumo que tomarán la cerveza que les corresponda.

Justo cuando saco el último vaso, oigo: —Gracias por la cerveza, preciosa.

Esa voz.

No puede ser… no después de todos estos años. Suave acento irlandés, palabras recubiertas de sedosa mantequilla.

¿Podría ser?

Lentamente, levanto los ojos hacia el hombre que acaba de hablar y me encuentro con un par de iris de color chocolate que me miran fijamente. Tiene el cabello más corto, recortado a los lados, pero más largo en la parte superior y elegantemente erizado en una docena de direcciones diferentes. Dos piercings en forma de aro adornan el lado izquierdo de su labio inferior, uno al lado del otro. Parece diferente, pero igual. Ligeramente mayor, definitivamente más corpulento, y sigue teniendo unos ojos que brillan de sensualidad.

Cillian O’Bradaigh.

—De nada, —logro decir en voz baja y me acerco a él para recoger mi bandeja.

Su mano serpentea y me rodea la muñeca. —No te vayas todavía, cariño. Quédate y tómate algo con nosotros.

Mi corazón se calma un poco cuando me doy cuenta de que no parece reconocerme. Mis ojos se dirigen a la mujer sentada a su lado. Tiene el cabello largo y oscuro que le cae por la espalda y los brazos cubiertos de tatuajes. Tiene su cuerpo acurrucado contra él, con un brazo apoyado posesivamente en su pecho. Me mira fijamente, y su mirada se dirige lentamente hacia donde su mano me sujeta.

—Um… no puedo. Estoy trabajando, pero disfruta de tu cerveza.

Trato de quitarme la muñeca de su agarre, pero no me suelta. Se inclina hacia delante en su asiento, retirando a la chica que cuelga de él. Su mirada es positivamente lívida y cruza los brazos contra el pecho con un resoplido.

Volviendo a observar a Cillian, éste sigue mirándome con intensidad. —Sólo una cerveza… seguro que te sobra algo de tiempo.

Acercando mi otra mano, despego sus dedos de mí. —No puedo, pero gracias por la invitación.

Algo brilla en sus ojos y puedo decir que no está acostumbrado a que le digan que no. — ¿En otro momento entonces?

No respondo, pero tomo mi bandeja y salgo de allí, con el corazón latiendo como un loco otra vez. Me alegro de que no me haya reconocido, porque habría sido aún más incómodo.

Una vez que llego a la seguridad del bar de enfrente, me ocupo de ayudar a limpiar. No quiero que Maureen me pida que la ayude otra vez, así que saco una escoba y empiezo la tediosa tarea de barrer el suelo para que el conserje nocturno pueda fregar.

No puedo creer que me haya encontrado con Cillian O’Bradaigh. Había pensado mucho en él durante los últimos cinco años, y normalmente en los momentos más inoportunos. Como, por ejemplo, cuando perdí la virginidad con mi novio de la universidad, me preguntaba mientras me hacía el amor si Cillian lo haría igual, o si sería mejor. Tuve que desterrar culpablemente esos pensamientos de mi cabeza, y me preocupé como una boba durante semanas de que le estaba siendo «infiel» a mi novio porque pensaba en otro hombre mientras intimábamos.

Cady me había mantenido al tanto de Cillian. No porque pensara que yo albergaba sentimientos por él, sino porque me lo había presentado aquella noche, hace mucho tiempo, y pensó que me interesaría como seguía su vida.

Bueno, el progreso de su vida es una especie de eufemismo.

Al parecer, no mucho después de que me fuera, el tío Keefe empezó a dejar que su banda tocara en el Irlandés una noche a la semana. Habiendo escuchado la música de Cillian, no me sorprendió que se volvieran muy populares. Según Cady, no pasó mucho tiempo hasta que un productor musical le entregó su tarjeta a Cillian y le pidió un demo.

Odio admitirlo, pero aparte de las actualizaciones poco frecuentes de Cady sobre el éxito de Cillian, lo había buscado en Google más de una vez. Al año siguiente de conocerlo, ABDA sacó un single que llegó a lo más alto de las carteleras irlandesas y eso los llevó a tocar en locales más grandes. Pronto se convirtieron en teloneros de grandes bandas e incluso vi que el año pasado habían hecho una gira por la costa oeste de Estados Unidos. Todavía no habían entrado en las listas de éxitos americanas, pero por lo que había leído, eran enormemente famosos en toda la Unión Europea.

No me sorprendió que no me reconociera. Aceptémoslo… Yo era un punto en el radar para él, una chica joven, que aún no había cumplido los dieciocho años, con la que había pasado unas horas una noche hacía cinco años. No hay ninguna razón por la que yo hubiera destacado entre todas sus mujeres, y francamente, prefiero olvidar esa época. He crecido y he seguido adelante.

No… nada de Cillian O’Bradaigh me interesa en lo más mínimo porque no es mi tipo. Todo el mundo sabe que Renner Caldwell es responsable. Llega al trabajo temprano, paga sus facturas cinco días antes de su vencimiento y nunca, jamás, se involucraría con un músico. Eso es demasiado arriesgado, demasiado salvaje, y no encaja con sus ideas sobre lo que constituye la relación perfecta.

Me acerco a la barra, saco las propinas de mi delantal y empiezo a contarlas. Las propinas aquí son decentes, aunque en Europa es habitual no dar más del diez por ciento. Esto se debe a que nuestro salario base es mucho mejor que el que se paga en Estados Unidos. Pero aquí hay muchos turistas estadounidenses y tienden a dar un poco más de propina, así que gano bastante dinero. Al menos es suficiente para alquilar un pequeño apartamento y pagar mis facturas sin tener que echar mano de mis ahorros.

Justo cuando cuento el último euro, una voz me dice por detrás: — ¿Y qué hace una americana guapa trabajando en el Irlandés?

Me doy vuelta y veo a Cillian de pie justo detrás de mí. Lleva las manos metidas en los bolsillos traseros y está de pie de manera informal, como si no tuviera ninguna preocupación en el mundo. Pero a pesar de su despreocupación, sus ojos están llenos de fuerza. Me inquieta.

—Oh, sólo estoy probando algo nuevo. —Intento sonar despreocupada y completamente indiferente a su presencia, pero estoy segura de que puede oír el temblor en mi voz.

Se acerca y no tengo dónde moverme, ya que mi espalda está apoyada en la barra. Alzando su mano, arrastra sus nudillos por el costado de mi brazo desnudo, un movimiento que me hace estallar en escalofríos casi catastróficos. Su mirada se centra en su propia mano mientras recorre mi brazo y tiene una mirada casi soñadora. Cuando sus nudillos llegan a la punta de mis dedos, su mano se retira y vuelve a mirarme. — ¿Te gustaría tomar una copa conmigo esta noche? Supongo que ya no estás de servicio.

Mi corazón late con fuerza dentro de mi pecho y aún puedo sentir su toque en mi brazo. —Um… no, gracias. Estoy cansada y necesito ir a casa.

Da otro paso hacia mí y ahora sólo hay unos centímetros que separan nuestros cuerpos. — ¿Qué tal si te acompaño a casa, entonces?

Su voz me envuelve como el chocolate caliente y tengo que contener mi cuerpo para no inclinarme hacia él. Es irritantemente magnético y no ayuda que conozca la magia de lo que sus labios pueden hacer a una mujer.

—No, gracias. —Deslizando mi cuerpo dos pasos hacia la izquierda, me alejo de su abrumadora cercanía y vuelvo a caminar detrás de la barra. Me quito el delantal, lo tiro por debajo y lo miro. Me observa con picardía mientras se inclina y coloca los antebrazos sobre la barra.

— ¿No sabes quién soy, cariño? No ofrezco un paseo a casa a muchas damas. —La expresión de su cara me dice que probablemente nunca lo han rechazado antes, y también puedo decir que no espera que lo rechace ahora. Lleva la confianza escrita en la cara.

Hay algo en su actitud engreída que me desagrada, y me viene a la mente el recuerdo de su beso con aquella otra chica hace cinco años. Me hace recordar que Cillian no es el tipo de hombre que se debe tomar en serio. Sólo busca una cosa, y si cree que su condición de estrella del rock me impresiona, está equivocado.

No puedo contenerme cuando suelto: —Por supuesto que sé quién eres, Cillian O’Bradaigh, pero tu nombre no me impresiona mucho. Ahora, si me disculpas, me voy a casa… sola. —Esto último era por si no tenía claro mi desagrado hacia él.

Salgo de detrás de la barra, me pongo el bolso al hombro y paso junto a él. Su mano se extiende y vuelve a agarrar mi muñeca. Está caliente y siento que mi pulso se acelera. Estoy segura de que él puede sentirlo golpeando contra su palma y me abofeteo mentalmente para controlarlo.

Su pulgar frota un círculo contra mi muñeca. —Vamos… no seas así, cailín álainn.

Empiezo a zafarme de su agarre, pero esas palabras me detienen, y el recuerdo de aquella noche me invade. — ¿Cómo me has llamado?