Guerrilla - Antonio J. Carrasco Álvarez - E-Book

Guerrilla E-Book

Antonio J. Carrasco Álvarez

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Beschreibung

En enero de 1809, cuando abandonó España, Napoleón estaba convencido de que la pacificación del país era cuestión de tiempo. Se había visto obligado a acudir a la Península en persona y su intervención había sido, de nuevo, decisiva. O eso parecía. El emperador todavía no lo sabía, pero había metido la mano en un avispero… y las avispas zumbaban enfurecidas. Con los ejércitos regulares vencidos y arrinconados, muchos hombres –y también mujeres– decidieron seguir plantando cara a un invasor que amenazaba su modo de vida, su cultura, su visión del mundo o su religión, esto es, todos aquellos elementos particulares que caracterizaban a España como nación. Estos guerrilleros fueron los que mantuvieron la guerra viva: sus triunfos, tanto los reales como los imaginarios, recuperaban la esperanza en la victoria, a pesar de que para los ejércitos de Napoleón eran picaduras de tábano. Una «úlcera española» que consumió recursos, hombres y reputaciones, en especial la del propio Napoleón, cuyo mito de infalibilidad empezó a morir en España. El precio fue alto, un país devastado, con una economía arruinada y unos pueblos aniquilados, y se sembraron unas semillas de violencia que germinarían frutos de sangre en las contiendas civiles de los siglos XIX y XX. Guerrilla, una historia nueva de la Guerra de la Independencia narra el conflicto peninsular desde el prisma de esos individuos –héroes para algunos, bandoleros para otros– que, por patriotismo, interés, convicción, ambición o aventura se jugaron la vida contra el Ejército más poderoso de su tiempo. No es una historia de héroes, aunque algunos lo fueron, ni repite los lugares comunes sobre las partidas –el pueblo en armas–, pero tampoco insiste en la visión pesimista o romántica sobre los guerrilleros. El libro de Antonio J. Carrasco Álvarez analiza la guerrilla como un sujeto histórico con una identidad propia, y responde a la pregunta de qué habría ocurrido si las partidas no hubieran existido, si los hombres y mujeres que las formaron no hubieran tomado la decisión de combatir. La guerrilla no ganó la Guerra de la Independencia por sí sola, pero sin ella la victoria sobre el invasor habría sido mucho más difícil; tal vez, imposible.

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Seitenzahl: 1028

Veröffentlichungsjahr: 2025

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GUERRILLA

Antonio J. Carrasco Álvarez

GUERRILLA

UNA HISTORIA NUEVADE LA GUERRA DE LAINDEPENDENCIA

Guerrilla. Una historia nueva de la Guerra de la Independencia

Carrasco Álvarez, Antonio J.

Guerrilla / Carrasco Álvarez, Antonio J.

Madrid: Desperta Ferro Ediciones, 2025. – 536 p., 8 de lám.: il. ; 23,5 cm – (Guerras Napoleónicas) – 1.ª ed.

D.L.: M-5285-2025

ISBN: 978-84-129810-1-8

94(460)   “1808/1814”   355.425.4

94(460).061    325.83    356.15

GUERRILLA

Una historia nueva de la Guerra de la Independencia

Antonio J. Carrasco Álvarez

© de esta edición:

Guerrilla. Una historia nueva de la Guerra de la Independencia

Desperta Ferro Ediciones SLNE

Paseo del Prado, 12 - 1.º derecha

28014 Madrid

www.despertaferro-ediciones.com

ISBN: 978-84-129846-0-6

Diseño y maquetación: Raúl Clavijo Hernández

Cartografía: Desperta Ferro Ediciones

Coordinación editorial: Isabel López-Ayllón Martínez

Primera edición: abril 2025

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita reproducir algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47).

Todos los derechos reservados © 2025 Desperta Ferro Ediciones. Queda expresamente prohibida la reproducción, adaptación o modificación total y/o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento ya sea físico o digital, sin autorización escrita de los titulares del Copyright, bajo sanciones establecidas en las leyes.

Producción del ePub: booqlab

A mis hijos, Miguel, Guiomar y Diego.

ÍNDICE

Título

Créditos

Índice

Prólogo

Cronología

Introducción

Parte I. La guerra partisana, 1808-1814

Capítulo 1.

La traición de una alianza

Capítulo 2.

Del furor de dar batallas a la guerra de los paisanos, 1809

Capítulo 3.

El avispero español, 1810-1811

Capítulo 4.

La última emboscada

Parte II. Los partisanos

Capítulo 5.

Un guerrillero más y algunos desertores menos

Capítulo 6.

Más triste es robar

Capítulo 7.

El mal menor

Parte III. Los adversarios

Capítulo 8.

La tierra que pisamos

Capítulo 9.

Un país mil veces maldito

Epílogo

Anexos

Bibliografía

Imágenes

Guide

Cover

Índice

Start

PRÓLOGO

Una de mis películas favoritas de John Ford es El hombre que mató a Liberty Valance (1962). La estructura de la historia, el guion, la fotografía, la composición de los planos y las interpretaciones de todo el elenco, pero sobre todo las del trío protagonista: John Wayne, James Stewart y Lee Marvin, que bordan sus papeles, hacen de ella una de las grandes películas de uno de los mejores directores del Hollywood dorado. En la última escena, cuando el senador Ransom Stoddart (James Stewart) termina de contar la historia real de cómo «mató» a Liberty Valance (Lee Marvin), quien en realidad cayó bajo las balas de Tom Doniphon (John Wayne), convirtiéndose en el héroe local y dando así el primer paso en su carrera política, le pregunta al periodista que le está entrevistando:

Ramson Stoddart: ¿Va a usar la historia, míster Scott?

Maxwell Scott: No, señor. Esto es el Oeste, senador. Cuando la leyenda se convierte en hechos ¡Imprime la leyenda!

Si la historia no coincide con el mito, deja que sea el mito el que cuente la historia. Es una frase brillante, que refleja de forma perfecta la sumisión del periodismo de la época –y no me refiero solo al del tiempo que representa la película, sino al de la década de 1960, cuando se estrenó– a la necesidad de vender periódicos a cualquier precio, en un contexto histórico en el que la competencia por atraer la atención del público era despiadada ¡Había muchos millones de dólares en publicidad en juego! Algo tan banal como la verdad no puede interferir con una buena historia, que dispare la tirada.

Los historiadores no somos inocentes a la hora de difundir leyendas. No es tanto que, como en la película, ocultemos los hechos, sino que la forma de contarlos –a veces de forma inconsciente– conduce a distorsiones del pasado. Todas las disciplinas históricas pecan de ello en mayor o menor medida, pero es bastante común en la historia militar, sobre todo las historias narrativas de guerras y batallas. Basta con que expliquemos los acontecimientos de forma ordenada, para que estemos distorsionando el pasado. Una de las anécdotas sobre Wellington es que en una ocasión afirmó que la historia de una batalla era como la historia de un baile: no hay dos versiones que se pongan de acuerdo. El duque, que de batallas sabía un rato, era consciente de que la naturaleza caótica de un sistema complejo, con miles de partes móviles y sujeto a las leyes del azar, como era una acción campal hacía absurdo pretender contar la historia definitiva ¡Tal vez por eso hay tantos libros dedicados a Waterloo! La guerrilla española de 1808-1814 es un caso típico. En las historias clásicas los guerrilleros eran o bien héroes sin tacha; patriotas dispuestos a sacrificarlo todo por el bien de la nación; revolucionarios que querían cambiar la sociedad y el rumbo de la historia, anticipando los movimientos democráticos y obreros de finales del siglo XIX y principios del XX; o bien, entre los revisionistas, bandas de malhechores, bandoleros, ladrones, asesinos o individuos pagados de sí mismos, con más ambición que talento.

En el año 1994, cuando empecé el proyecto de investigar la guerra de guerrillas a instancias de don José Cepeda Gómez, profesor del departamento de Moderna en la Complutense de Madrid, que amablemente dirigió mi tesina, no esperaba dedicar los siguientes treinta años de mi vida como historiador a las guerrillas. De hecho, no tenía nada claro que existiera documentación suficiente como para justificar una tesina, no digamos una tesis doctoral. Pronto me di cuenta de que no podría haber estado más equivocado; cuando en 2004 retomé el proyecto bajo la dirección del doctor Emilio de Diego, del departamento de Historia Contemporánea de la UCM, contaba ya con una sólida base sobre la que empezar a trabajar. Solo en el Archivo Histórico Nacional, en el fondo de Diversos, y en el Archivo General Militar de Madrid era posible encontrar miles de documentos relacionados con la guerra de guerrillas. No digamos nada en otros archivos como el Foral de Navarra; el de la Corona de Aragón; Simancas; o los centenares de archivos municipales que han sido catalogados y reorganizados en las últimas dos décadas ¡Y eso en los archivos españoles! Si incluyo los franceses, sobre todo la sección C8 del Servicio Histórico de la Defensa en Vincennes, podría pasarme una década investigando y no habría ni empezado a desbrozar la ingente cantidad de material documental disponible sobre la guerra partisana en España.

Este libro es y no es, por tanto, la tesis doctoral que defendí un ya lejano verano de 2009; aunque el núcleo sigue siendo la tesis, he incorporado muchos cambios; en parte, porque en los quince años transcurridos desde entonces he podido analizar ideas que en aquellos momentos me parecían correctas, pero que hoy, con más experiencia y tras haber podido acceder a documentación que entonces no tuve la oportunidad de consultar, me he visto obligado a matizar, o incluso a refutar por entero. Por ejemplo, en 2009 estaba convencido de que Napoleón, una vez abandonó España en 1809, pasó a verla como un teatro secundario y que la guerra partisana la había entendido como una molestia, pero no como una amenaza grave. No podría haber estado más equivocado. El análisis de su correspondencia con Berthier demuestra de forma fehaciente que hasta el momento en que entró en Rusia, Napoleón dirigió –o intentó dirigir– en persona las operaciones de sus ejércitos en España. En lo que respecta a la contraguerrilla, sus instrucciones fueron decisivas en la planificación, tanto doctrinal como operativa, de las operaciones antipartisanas emprendidas por sus generales en la península. También he tenido que revisar las ideas que tenía acerca del rol de las mujeres; el peso específico de los paisanos y soldados; y el papel de las autoridades patriotas en la organización de la resistencia. Dicho con más claridad: este libro es mi tesis doctoral después de haberla sometido a una cirugía radical para quitarle lo que sobraba, mantener lo que valía, e incorporar al análisis la evidencia que he ido recopilando en esos quince años.

Una de las partes más agradables de escribir para un autor es esta: los agradecimientos. Yo he tenido la suerte de contar con el apoyo de grandes especialistas, cuya ayuda, consejos y críticas me han servido para llevar este proyecto a buen puerto. Como es natural, don Emilio de Diego y don José Cepeda Gómez deben ser los primeros, ya que fueron los que me guiaron en los pasos iniciales, que como todo investigador sabe son los más difíciles. El recientemente fallecido teniente general don Andrés Cassinello me dirigió a los Fondos Blake y Duque de Bailén en el Archivo General Militar de Madrid; ambas colecciones documentales son fundamentales en cualquier investigación sobre la guerra de guerrillas en la Guerra de Independencia; solo por ello tengo una impagable deuda de gratitud con el general. No puedo olvidarme de los profesores don Antonio Moliner, Francisco Miranda, Enrique Martínez Ruiz y Charles Esdaile; todos ellos, en un momento u otro, se prestaron a discutir conmigo distintos aspectos de la guerra partisana que, incluso cuando no coincidíamos en la interpretación de las fuentes, han sido vitales a la hora de ayudarme a comprender mejor el problema.

Fuera del ámbito estrictamente universitario debo reconocer la colaboración que me ha prestado Francisco Luis Díaz Torrejón, que no dudó en enviarme de su colección personal su excelente estudio de la guerrilla en Andalucía, haciendo gala de una extraordinaria generosidad. También Antonio Grajal, autor junto con Jorge Planas de una excelente reedición revisada de las tablas de bajas que elaboró el erudito Aristide Martinien a finales del siglo XIX; sus investigaciones –que espero ver publicadas en breve– de los libros de matrícula de los regimientos franceses que combatieron en España, así como el trabajo de digitalización de los estados de situación de los ejércitos imperiales son, hoy por hoy, uno de los recursos más útiles para cualquier investigador de la Guerra de la Independencia. Los que estén interesados en profundizar en el estudio del periodo –no solo sobre la guerrilla– les recomiendo que sigan a Antonio en sus redes sociales y, en especial, en la web tablasmartinien.es. No me puedo olvidar de Miguel Ángel García García, excelente erudito que ha publicado una reciente biografía sobre el Empecinado. También quiero dar las gracias a Daniel Aquillué, Guillermo Nicieza y Darina Martykánová, que han compartido generosamente conmigo sus conocimientos e ideas acerca de la Guerra de la Independencia, la Real Armada y la cultura masculina en el siglo XIX. Y no puedo olvidarme de mi buen amigo Asier Rojo, cuyo conocimiento de la geografía del País Vasco y Navarra –fruto de la experiencia de haberla pateado innumerables veces desde su más tierna juventud– me ha sido de gran ayuda para comprender mejor los paisajes en los que se movieron los partisanos vasco-navarros.

Por lo general, suelo ser muy crítico con el Estado, pero cuando hacen bien las cosas es justo reconocerlo y en ese sentido hay que confesar que el proyecto PARES de digitalización de los archivos españoles, del Ministerio de Cultura –todavía en proceso– es uno de los trabajos documentales más importantes y exhaustivos de Europa. Aún queda mucho por hacer, pero cuando lo comparo con los de otros países de nuestro entorno no puedo por menos que sentir orgullo y satisfacción por contar con un recurso tan importante, que encima es de uso gratuito ¡Si los archivos militares siguieran la misma ruta! Pero ese es un pantanal en el que prefiero no entrar.

El equipo de Desperta Ferro creo que no necesita presentación. Todos los autores que hemos publicado con ellos sabemos lo increíblemente profesionales que son. Alberto Pérez Rubio e Isabel López-Ayllón, mis editores. Alberto es una de esas personas que no solo es un excelente historiador por derecho propio, sino que además tiene una infinita paciencia con sus autores. En cuanto a Isabel, ha tenido que hacer gala de una paciencia a prueba de balas conmigo. Mi buen amigo Javier Gómez Valero, así como Carlos de la Rocha, Cristina y todos los demás miembros del equipo están consiguiendo que Desperta Ferro se haya convertido algo más de una década en una de las editoriales de referencia en las publicaciones de historia en español. Publicar con ellos es al mismo tiempo un placer y un privilegio ¡Gracias!

Y, por supuesto, mis amigos y compañeros de fatigas: Luis Ángel, Toni, Carlos, Miguel Ángel, Santi y Fernando, cuyo constante apoyo e interés me ha servido para que en los momentos en los que me preguntaba si merecía la pena continuar, la respuesta fuera un rotundo sí.

Por último, –aunque en realidad son los primeros–, mi familia; en especial mi esposa, María (1969-2008), que fue quien me dio el empujón que me hacía falta para dedicarme a escribir. Y mis hijos: Miguel, Guiomar y Diego; no puedo expresar con palabras lo importante, lo vital que ha sido su fe inquebrantable en mí a la hora de acabar este libro. Gracias, chicos –sobre todo a ti, Guío, por tu españolísima tozudez–, de todo corazón.

Madrid, 31 de diciembre de 2024

CRONOLOGÍA

(E): Victoria española; (F): Victoria francesa; (A): Victoria angloportuguesa; (AE): Victoria coaligados (España / Gran Bretaña / Portugal); (B): Victoria británica; (I): Batalla indecisa / Victoria pírrica

1807

 

16 de octubre

El cuerpo de Observación de la Gironda, comandado por Junot (aprox. 26 000 hombres y 40 cañones) cruza el Bidasoa

27 de octubre

Tratado de Fontainebleau

22 de noviembre

1.ª División del 2.º Cuerpo de Observación de la Gironda comandado por Dupont entra en España

30 de noviembre

Junot entra en Lisboa

Diciembre

Entra el resto del cuerpo de Dupont (unos 20 000 efectivos)

1808

 

28 de enero

Una división bajo el mando del general Duhesme entra en España y se dirige a Barcelona

15 de febrero

El cuerpo del mariscal Moncey, en Burgos-Aranda de Duero

16 de febrero

Ocupación de la fortaleza de Pamplona

29 de febrero

Ocupación de Montjuic y la Ciudadela, en Barcelona

5 de marzo

Ocupación de San Sebastián

7-12 de marzo

Disturbios en Valladolid

17-19 de marzo

Motín de Aranjuez. Abdica Carlos IV

18 de marzo

Ocupación de la fortaleza de San Fernando de Figueras

23 de marzo

Las tropas bajo Murat llegan a Madrid

23-26 de marzo

Disturbios en Madrid

2 de abril

Disturbios en Lerma

6 de abril

Disturbios en Pamplona

18 de abril

Disturbios en Burgos

21-22 de abril

Disturbios en Toledo

2 de mayo

Motín en Madrid

5 de mayo

Disturbios en Pamplona

6 de mayo

El conde de Torre del Fresno, gobernador de Badajoz, ordena escoltar a los correos que viajarán al cuartel general de Kellermann, en Elvas

9 de mayo

Disturbios en Oviedo

15 de mayo

La partida de guerrilla, formada por soldados de la guarnición de Madrid, bajo el mando de Francisco María Pablo Chaperón, empieza a hostigar a los franceses en las inmediaciones de la capital

22-30 de mayo

Sublevaciones generalizadas en toda España

5-de junio

Comienzan las matanzas de franceses en Valencia

6 de junio

Continúan las matanzas y tiene lugar la declaración de guerra de la Junta de Sevilla. Llamamiento a la movilización general. Acciones del Bruch (E)

8 de junio

Ochocientos somatenes ocupan Villafranca, asesinando a varios individuos pudientes a los que acusaban de afrancesamiento. En Cataluña, la rebelión antifrancesa tuvo elementos de revuelta social.

12 de junio

Batalla de Cabezón (F)

15 de junio

Comienzo del primer sitio de Zaragoza

20 de junio

Primera defensa de Gerona (E)

12 de julio

Ataques de guerrillas oportunistas en las afueras de Madrid, en los Carabancheles

14 de julio

Batalla de Medina de Rioseco (F)

19 de julio

Batalla de Bailén (E)

20 de julio

Comienzo del segundo sitio de Gerona

3 de agosto

El Empecinado captura un pequeño convoy a la altura de Fresnillo de las Dueñas

13 de agosto

Acaba el primer sitio de Zaragoza (F)

17 de agosto

Batalla de Roliça (B)

20 de agosto

Acaba el segundo sitio de Gerona (E)

21 de agosto

Batalla de Vimeiro (B)

28 de agosto

Aparición de guerrillas en el País Vasco. Compañía de Maleteros

7 de noviembre

Inicio del asedio de Rosas

10 de noviembre

Batalla de Gamonal o de Burgos (F)

10-11 de noviembre

Batalla de Espinosa de los Monteros (F)

23 de noviembre

Batalla de Tudela (F)

30 de noviembre

Batalla de Somosierra (F)

2 de diciembre

Napoleón llega a las afueras de Madrid y se instala en Chamartín.

5 de diciembre

Rendición de Madrid. Rendición de Rosas (F)

16 de diciembre

La Junta Central Suprema se instala en Sevilla

20 de diciembre

Inicio del segundo sitio de Zaragoza

21 de diciembre

Batalla de Molins de Rey (F)

28 de diciembre

Publicación del Reglamento de Partidas y Cuadrillas

1809

 

Enero

Ataques del Empecinado contra correos y pequeños convoyes franceses, entre Somosierra y Aranda de Duero

6 de enero

Formación de la partida de Jerónimo Merino

Mediados de enero

Díaz Porlier organiza una partida con soldados y paisanos en la comarca de San Cebrián de Campos y Carrión de los Condes

13 de enero

Batalla de Uclés (F)

16 de enero

Batalla de Elviña / La Coruña (B)

Febrero

Ataques partisanos en Toledo y Ávila

12 de febrero

Publicación del Reglamento para la Defensa de Pueblos y Ciudades

20 de febrero

Plan para la nueva organización y manutención de los somatenes y compañías honradas de Cataluña. Rendición de Zaragoza (F)

25 de febrero

Saqueo e incendio de Arenas de San Pedro. Batalla de Valls (F)

Principios de marzo

Francisco Fernández, Francisquete, organiza una partida de guerrilla en Camuñas, junto con su hermano Pedro

2 de marzo

Instrucción de partidas honradas del reino de Valencia

10 de marzo

Acción de Aguilar de Campoo, partida de Díaz Porlier (E)

21 de marzo

Rendición de Jaca (F)

27 de marzo

Rendición de Vigo (E)

28 de marzo

Batalla de Medellín (F)

Finales de marzo

Acción de Puerto Lápice, partida de Francisquete (E)

Principios de abril

La Junta Provincial de Badajoz autoriza a Toribio Bustamante, Caracol, para formar una partida de guerrilla

2 de abril

Proclama a los gallegos para el régimen de las alarmas

6 de abril

Acción de Castil de Peones (Burgos), partida de Merino (E)

17 de abril

Instrucción del Corso Terrestre

24 de abril

Arresto y ejecución de Juan Pedro Fernández, hermano de Francisquete

6 de mayo

Empieza el tercer asedio de Gerona

22 de mayo

Acción de Isaba. Renovales, Cruchaga y Sarasa derrotan a la columna de guardias nacionales del teniente coronel Puisalis (valle del Roncal) (E)

23 de mayo

Batalla de Alcañiz (E)

7-9 de junio

Batalla del Puente Sampayo (E)

15 y 18 de junio

Batallas de María y Belchite (F)

Principios de julio

Juan Palarea, el Médico, constituye una partida de guerrilla en Villaluenga de la Sagra

20 de julio

Real Decreto de formación de milicias urbanas. Rey José I

27-28 de julio

Batalla de Talavera (AE). El día 28, la partida de Merino captura un importante convoy de pólvora en Quintana del Puente (Palencia)

Finales de julio

Javier Mina recibe autorización para formar una partida, denominada Corso Terrestre de Navarra

Agosto

valle del Roncal. Destrucción de la resistencia roncalesa (F)

7 de agosto

Ataques de Javier Mina en el camino de Tafalla a Pamplona. (E)

11 de agosto

Batalla de Almonacid (F)

13 de agosto

Acción de Navas del Marqués, partida de Palarea (E)

18 de agosto

Acción de San Martín de Valdeiglesias, partida de Palarea (E)

Octubre

Ventura Jiménez forma la partida de guerrilla llamada de Observación de la Izquierda del Tajo en Mora (Toledo). Juan Antonio López de Fraga es nombrado subinspector y comandante de las partidas de Castilla la Vieja, por el duque del Parque

18 de octubre

Batalla de Tamames (E)

25 de octubre

Acción del santuario de la Virgen del Tremedal, división de don Pedro Villacampa (E)

Noviembre

Francisco Longa es autorizado para constituir el Corso Terrestre de Castilla. El presbítero Francisco Salazar es autorizado para formar una partida de cruzada. Gregorio Cruchaga y un puñado de roncaleses se unen al Corso Terrestre de Navarra. Francisco Abad, Chaleco, organiza una partida de guerrilla en Valdepeñas. Alejandro Fernández, cabo del Resguardo de Ciudad Real, organiza en Agudo una partida con empleados del Resguardo

19 de noviembre

Batalla de Ocaña (F)

23 de noviembre

Batalla de El Carpio (E)

28 de noviembre

Ocupación de Tudela, por el Corso Terrestre de Navarra de Javier Mina, la partida de Ignacio Cuevillas, y los húsares de Cantabria (E). Batalla de Alba de Tormes (F)

Finales de noviembre

La Junta de Guadalajara organiza el núcleo de la División de Guadalajara, con 300 jinetes en cuatro compañías, y 200 soldados de infantería, todos bajo el mando del Empecinado

25 de diciembre

Acción de Puerto Lápice, partida de Claudio Escalera (E)

30 de diciembre

Reglamento de Partidas de Cruzada

1810

 

Enero/febrero

Juan Antonio Orobio organiza la partida de húsares francos de Torralba. Isidoro Mir recibe autorización para formar una partida, con 300 hombres de infantería y 150 de caballería

19 de enero

Acción de San Pedro de Latarce. La partida de fray Julián Delica, el Capuchino, es destruida y su comandante hecho prisionero (F)

20 de enero

Invasión de Andalucía. El Ejército de Soult y el rey José I desbordan las defensas españolas en toda la línea

23 de enero

El 1.er Cuerpo de Victor captura Córdoba

4-5 de febrero

El ejército del duque de Alburquerque refuerza la guarnición de Cádiz. Se inicia el sitio de la ciudad

6 de febrero

El rey José decreta la formación de guardias cívicas en Córdoba, Jaén, Granada y Sevilla

8 de febrero

Creación de los gobiernos militares en Cataluña (1.º), Aragón (2.º), Navarra (3.º) y Vizcaya (4.º), por decreto imperial

9 de febrero

El brigadier Francisco González Peinado recibe el mando de la Sierra de Ronda

13 de febrero

Acción de Torralba del Burgo, partida de Merino (E)

17 de febrero

Acción de Villaciervos, partida de Merino (E)

18 de febrero

Acción de Nanclares, partida de Longa. (E) Acción de Valverde de Leganés, en la que se destaca Catalina Martín, de la partida de Toribio Bustamante (E)

22 de febrero

Miguel Díaz organiza una partida de guerrilla, el Escuadrón de Fernando VII, con soldados dispersos

Marzo

Serrano Valdenebro es nombrado comandante de la Serranía de Ronda para organizar la resistencia

12 de marzo

Tropas regulares y paisanos de la Sierra capturan Ronda (E)

28 de marzo

Captura de Javier Mina

29 de marzo

Acción de Hontoria del Pinar, partida de Merino (E)

6 de abril

Acción de Frías, partida de Longa (E/I)

19 de abril

El rey José decreta la formación de guardias cívicas en todas las ciudades principales del reino

26 de abril

Inicio del sitio de Ciudad Rodrigo

28 de abril

Acción de Lesaca, partida de Francisco Salazar (F)

29 de abril

Inicio del sitio de Lérida

1 de mayo

Se constituye en Almodóvar del Campo el cuerpo de húsares francos de Consuegra, cuyo comandante es Francisco María Laso de la Vega

12 de mayo

Instrucción de Partidas de Castilla la Vieja

13 de mayo

Rendición de Lérida (F)

15 de mayo

Inicio del sitio de Mequinenza

28 de mayo

Acción de Brea, partida del Empecinado (E)

25-29 de mayo

Incursiones francesas en la Sierra de Ronda. La columna del general Rey es emboscada en el camino de Gaucín, sufriendo un severo correctivo a manos de guerrillas serranas y tropas regulares (E). Además, el 29 Napoleón decreta la constitución de los gobiernos militares de Burgos (5.º) y Valladolid (6.º)

7 de junio

Ordenanza de Partidas Sueltas del Principado de Asturias. Rendición de Mequinenza (F)

17 de junio

Acción de los cigarrales del Arzobispo, Toledo. Ventura Jiménez es herido de muerte (F)

18 de junio

Expedición del general Luis Lacy a la Sierra de Ronda

Julio de 1810

Se constituye el escuadrón de leones manchegos, bajo el mando del presbítero León Llacer

9 de julio

Rendición de Ciudad Rodrigo (F)

10 de julio

Acción de Almazán, partida de Merino. (F)

22 de julio

La expedición del general Lacy evacúa la Sierra de Ronda

25 de julio

Inicio del sitio de Almeida

1 de agosto

Acción de Miravete. Toribio Bustamante muere en el combate (I)

11 de agosto

Acción de Abenójar, partida de Francisco Velasco (F)

26 de agosto

Acción de Agudo, varias partidas bajo el mando del teniente coronel don Antonio Claraco y Sanz son dispersadas por medio escuadrón de cazadores de Nassau (F)

27 de agosto

Rendición de Almeida tras estallar el polvorín (F)

14 de septiembre

Batalla de La Bisbal (E)

16-20 de septiembre

Persecución de la División de Navarra por las tropas de Reille

22 de septiembre

Acción de Belmonte, partidas bajo el mando de Antonio Claraco y Sanz (E)

25 de septiembre

Acción de Ciudad Real. Muerte de León Llacer en combate (E)

27 de septiembre

Batalla de Busaco (A)

11 de octubre

Acción de Tarazona, de la División de Navarra, al mando de Espoz y Mina (F)

15 de octubre

Acción de Fuengirola (F)

26 de octubre

Acción de Venta del Hambre, por el Corso Terrestre de Castilla, bajo el mando de Longa (E)

Noviembre

El coronel don Ramón Acedo Rico reemplaza a López de Fraga como subinspector de guerrillas de Castilla La Vieja

11 de noviembre

Combate de Belorado. La infantería de la División de Navarra, al mando de Lucas Gorriz, es destrozada por los franceses (F)

13 de noviembre

Acción de Alhaurín. Soldados y paisanos, bajo el mando del brigadier Pedro Cortés, fracasan en su intento de capturar la artillería de asedio que se dirigía a Marbella para atacar el castillo de San Luis. Cortés es hecho prisionero (F)

26 de noviembre

Motín en la División de Guadalajara, del Empecinado

9 de diciembre

Captura del castillo de San Luis de Marbella (F)

16 diciembre

Inicio del sitio de Tortosa

1811

 

2 de enero

Rendición de Tortosa

23 de enero

Muerte del marqués de la Romana

26 de enero

Acción de Cabezón de la Sal, del Corso Terrestre de Castilla mandado por Longa (E). Inicio del sitio de Badajoz

12 de febrero

Decreto de Napoleón constituyendo el Gobierno Militar de Salamanca (7.º)

19 de febrero

Batalla del Gévora (F)

26 de febrero

Acción de Sacedón, por la División de Guadalajara (E)

7 de marzo

Acción de Medellín, por partidas manchegas al mando de Claraco (E)

11 de marzo

Rendición de Badajoz (F)

8 de abril

Acción de Sádaba, por la División de Navarra, bajo el mando de Espoz y Mina (E)

9 de abril

Acción de la Puebla de Montalbán, partidas manchegas bajo el mando de Antonio Claraco (I)

10 de abril

Françesc Rovira al frente de 700 migueletes captura el castillo de Figueras

15 de abril

Acción de Castiliscar, por la División de Navarra, bajo el mando de Gregorio Cruchaga (E)

17 de abril

Inicio del sitio de Figueras

28 de abril

La partida de Palarea se reorganiza como cuerpo de húsares francos

Mayo

Sierra de Ronda. El general Ballesteros reorganiza la resistencia, que queda sujeta orgánicamente al 4.º Ejército

3-6 de mayo

Batalla de Fuentes de Oñoro (A). El 5 de mayo, Suchet pone Tarragona bajo asedio.

16 de mayo

Batalla de La Albuera (AE/I)

25 de mayo

Primera sorpresa de Arlabán, por la División de Navarra bajo el mando de Espoz y Mina y partidas vascongadas bajo el mando de Dos Pelos (E)

11 de junio

Motín de la División de Guadalajara

29 de junio

Tarragona capturada por asalto. Saqueo de la ciudad (F)

28 de julio

Combate de Lerín, por la División de Navarra bajo el mando de Espoz y Mina (F)

19 de agosto

Rendición de Figueras (F)

20 de agosto

Captura y ejecución de Mariano Larrodé, Pesoduro, en Ejea de los Caballeros

7 de septiembre

Saqueo de Alcolea por los cazadores de montaña josefinos mandados por Martín de los Llanos (F)

15 de septiembre

El Empecinado, Durán y Espoz y Mina reciben órdenes de hostigar las líneas de comunicación de Suchet en Aragón

26 de sep.-4 de oct.

Sitio de Calatayud, por las divisiones de Guadalajara y Soria, al mando del Empecinado y Durán (E)

7 de octubre

Ejecución de los jurados y colaboracionistas capturados en Calatayud, por órdenes del Empecinado y Durán

25 de octubre

Batalla de Sagunto (F) 1er combate en Cubillejo de la Sierra, de la División de Guadalajara al mando del Empecinado, contra la brigada del general Mazzuchelli.

28 de octubre

2.º combate de Cubillejo de la Sierra, de la División de Guadalajara al mando del Empecinado, contra la brigada italiana del general Mazzuchelli (E/I). Batalla de Arroyomolinos (A)

3 de noviembre

Inicio del sitio de Valencia

5 de noviembre

Acción de Bornos (E)

7 de noviembre

Acción de la Almunia. Tropas bajo el mando de Bartolomé Amor y el Empecinado, contra la brigada italiana del general Mazzuchelli (I)

13 de noviembre

Acción de Belmonte. Francisquete es capturado y asesinado por los franceses de un pistoletazo en el pecho, después de ser hecho prisionero (F)

19 de diciembre

Inicio del sitio de Tarifa

1812

 

5 de enero

Los franceses levantan el asedio de Tarifa y se retiran (AE)

8 de enero

Inicio del sitio de Ciudad Rodrigo

9 de enero

Rendición de Valencia (F)

11 de enero

Combate de Rocaforte. La División de Navarra al mando de Espoz y Mina, y parte de la División de Iberia, de Francisco Longa derrotan a una fuerza francesa en batalla campal (E)

18 de enero

Combate de Vilaseca, por somatenes y soldados regulares bajo el mando del barón de Eroles (E)

20 de enero

Ciudad Rodrigo es capturada al asalto (A)

22 de enero

Acción de Tamajón. Saturnino Abuín es capturado (F)

24 de enero

Napoleón consuma la anexión de Cataluña a Francia, dividiéndola en cuatro departamentos: Ter, Monserrat, Bocas del Ebro y Segre

1 de febrero

Combate entre las partidas del Rojo de Valderas y Benito Marquínez.

5 de febrero

Acción de Campo Real, de la División de Navarra, bajo el mando de Cruchaga (E)

7 de febrero

Acción de El Rebollar, Sigüenza, en la que la División de Guadalajara, al mando del Empecinado, sufre una grave derrota (F)

16 de marzo

Inicio del sitio (británico) de Badajoz

18 de marzo

Ataque de Durán contra la guarnición de Soria (E)

2 de abril

Ejecución de los vocales de la Junta Provincial de Burgos y de sus escoltas, por orden del general Caffarelli

6 de abril

Badajoz es capturada al asalto. La ciudad es saqueada por los británicos (B)

9 de abril

Segunda sorpresa de Arlabán, de la División deNavarra, bajo el mando de Espoz y Mina (E)

12 de abril

Saqueo de Sasamón por los cuerpos francos de Jerónimo Salazar y Santos Padilla

16 de abril

Combate de Hontoria de Valdearados, por la brigada partisana del Cura Merino (E)

29 de abril

Captura de Calatayud, por tropas del regimiento de tiradores de Cariñena, bajo el mando del coronel Ramón Gayán, de la división de Pedro Villacampa (E)

Finales de abril

Merino ejecuta a 110 polacos prisioneros de la acción de Hontoria de Valdearados, como represalia por la ejecución de los vocales de la Junta de Burgos y sus escoltas ordenada por el general Caffarelli el 2 de abril

9-10 de mayo

Incursión en Cuenca, por la División de Guadalajara, bajo el mando del Empecinado (E/I)

16 de mayo

Acción de Ormáiztegui, por la División de Navarra, bajo el mando de Gregorio Cruchaga, que resulta herido de muerte en el combate (E)

22 de mayo

Acción de la vega de Masegosa, a la altura de Cifuentes, por la División de Guadalajara, bajo el mando del. Empecinado (E)

28 de mayo

Batalla de Almaraz. (A) Acción de Tudela, de la División de Soria, bajo el mando de Durán (E)

30 de mayo

Muere Gregorio Cruchaga en Echarri-Aranaz

31 de mayo

Batalla de Bornos (F)

17 de junio

Inicio del sitio a los conventos fortificados de Salamanca

21-22 de junio

Acción de Lequeitio, por los batallones guipuzcoanos de Gaspar Jáuregui y con tropas inglesas del comodoro Popham (AE). Se rinden los conventos de Salamanca (A)

2 de julio

Acción de Villarreal de Urrechu, por los guipuzcoanos de Gaspar Jáuregui (E)

6-8 de julio

Acción de Castro Urdiales, por la División de Iberia bajo el mando de Francisco Longa, en colaboración con las fuerzas británicas bajo el mando del comodoro Popham (AE)

11 de julio

Reglamento de Partidas de Guerrillas

18 de julio

Combate de Alaejos (I)

21 de julio

1.ª batalla de Castalla (F)

22 de julio

Batalla de los Arapiles (AE) Incursión de las fuerzas combinadas del 7.º Ejército de Mendizábal, la partida de Campillo, y tropas británicas bajo el mando del comodoro Popham

23 de julio

Batalla de García Hernández (A)

2 de agosto

La guarnición francesa bajo el mando del general Jean-Louis Dubreton evacúa Santander, que cae en manos aliadas (AE)

10 de agosto

El rey José I evacúa Madrid

12 de agosto

Wellington entra en Madrid

25 de agosto

Los franceses levantan el sitio de Cádiz (E)

26 de agosto

Acción de Minaya, por los húsares francos de Valdepeñas, bajo el mando de Francisco Abad (E)

27 de agosto

Soult ordena evacuar Sevilla

3 de septiembre

Motín de los gendarmes españoles en Jaca

16 de septiembre

Soult ordena evacuar Granada

19 de septiembre

Inicio del sitio del castillo de Burgos

22 de septiembre

Wellington es nombrado generalísimo de los ejércitos españoles, por las Cortes

21 de octubre

Los aliados levantan el sitio del castillo de Burgos y emprenden la retirada (F)

23 de octubre

Combate de Venta del Pozo (F)

25-29 de octubre

Acciones de Villamuriel. Wellington vs Soult (F)

27 de noviembre

Acción de Saldaña, por los cuerpos francos de Santos Padilla, Cayetano Puente y Francisco Salazar (F)

1813

 

3 de febrero

Acción de Sigüenza, por la División de Guadalajara, bajo el mando del Empecinado (E)

7 de febrero

Combates de Tiebas y El Carrascal, por la División de Navarra bajo el mando de Espoz y Mina (E)

11 de febrero

La guarnición de Tafalla se rinde a la División de Navarra, bajo el mando de Espoz y Mina (E)

27 de febrero

Acción de Navalcán, por la partida de Feliciano Cuesta (E)

15 de marzo

Ejecución en Badajoz de Tomás Villarreal, jefe de la compañía de guías de Málaga, capturado en Navalcán

21 de marzo

Combate de Lerín, por la División de Navarra bajo el mando de Espoz y Mina (E)

13 de abril

2.ª batalla de Castalla (AE)

22 de abril

El cuerpo de húsares francos numantinos, de Palarea, se reorganiza como regimiento de cazadores numantinos

21 de junio

Batalla de Vitoria (AE)

26 de junio

Combate de Tolosa, en el que intervienen las tropas angloportuguesas de Thomas Graham, y las españolas de Mendizábal y Longa (AE)

26 de junio

Inicio del bloqueo/sitio de Pamplona

7 de julio

Inicio del primer sitio de San Sebastián

25 de julio

Los aliados levantan el sitio de San Sebastián (F)

25 de jul.-1 de ago.

Batallas de los Pirineos (AE)

8 de agosto

Inicio del segundo sitio de San Sebastián

31 de agosto

Batalla de San Marcial. (E) Tropas angloportuguesas capturan San Sebastián al asalto, saqueando e incendiando la ciudad, mientras los franceses se retiran a la fortaleza

8 de septiembre

Rendición de la guarnición francesa de la fortaleza de San Sebastián (A)

7 de octubre

Cruce del Bidasoa (AE)

31 de octubre

Rendición de Pamplona (E)

9 de noviembre

Batalla de Nivelle (AE)

8 de diciembre

Tratado de Valençay

9-10 de diciembre

Cruce del Nive por los aliados el día 9, siendo contraatacados al día siguiente por el Ejército de Soult (AE)

11 de diciembre

Abdica José Bonaparte

12-13 de diciembre

Contraataque de Soult en el Nive, a la altura de Saint- Pierre-d’Irube, contra el cuerpo del general Rowland Hill (AE)

1814

 

27 de febrero

Batalla de Orthez (A)

24 de marzo

Fernando VII

6 de abril

Abdicación de Napoleón Bonaparte

10 de abril

Batalla de Toulouse (AE)

4-11 de mayo

Golpe de estado de Eguía. Restauración del absolutismo en España

28 de mayo

Rendición de la guarnición de Barcelona

4 de junio

Rendición de la guarnición de la fortaleza de San Fernando de Figueras

28 de julio

Reglamento de Cuerpos Francos o Partidas de Guerrilla

INTRODUCCIÓN

EL CONVOY (PUERTO DE ARLABÁN, 25 DE MAYO DE 1811)

En 1811, el puerto de Arlabán, en el camino de Salinas, justo en la raya entre Álava y Guipúzcoa, se encontraba a una hora y media de camino de Vitoria. Una vez negociado el puerto, la ruta seguía por Mondragón, a unos diecisiete kilómetros, Villarreal, Beasáin y Tolosa hasta Hendaya. En la actualidad, en coche y sin darse prisa, los ciento veinticinco kilómetros que separan la frontera francesa de la capital alavesa se recorren en apenas hora y media; pero en 1811 estaba más lejos, no en distancia física medida en kilómetros –o mejor, en leguas–, pero sí en tiempo. Un jinete con un buen caballo podía hacer el camino en tres días a un paso tranquilo; tal vez dos días si era un correo militar y conseguía remontas en alguna de las guarniciones francesas establecidas en las principales poblaciones que jalonaban la ruta.1 O esa era la teoría, porque la realidad es que, en 1811, un correo imperial que viajara sin escolta tenía pocas probabilidades de llegar vivo no ya a Hendaya, sino siquiera a Mondragón.

El convoy que salió de Vitoria el 25 de mayo de 1811 era más lento que un solitario jinete, pero estaba mucho mejor protegido. Lo componían alrededor de ciento cincuenta vehículos, entre militares y civiles, cargados de botín y pertrechos –incluyendo los efectos personales del mariscal Masséna, que regresaba a Francia–, más de mil prisioneros españoles y británicos y una escolta de mil seiscientos cincuenta hombres. Si todo se daba bien y calculando una jornada de marcha de doce horas, tardarían entre cuatro y cinco días en cruzar la frontera francesa, tal vez algo más si el jefe del convoy, el capitán Jean Chrétien Louis Dentzel, daba algún día de descanso. El problema eran las posibles «distracciones». En el País Vasco y Navarra pululaban docenas de partidas de guerrilla y cuerpos francos, algunos de ellos muy bien organizados. La escolta era numerosa, pero necesaria; después de todo, en el camino entre Francia y Vitoria abundaban los lugares propicios para las emboscadas. El puerto de Arlabán era una posición ideal para organizar una sorpresa; encajonado entre suaves colinas, el bosque se aproximaba a poco más de medio tiro de fusil del camino. Las pequeñas partidas que solían operar en la zona no eran una amenaza para el convoy gracias a la fuerte escolta; podían asesinar a soldados aislados, pero para el convoy mismo no eran peligrosas.2

Lo que los franceses ignoraban era que Francisco Espoz y Mina, el jefe de la División de Navarra, había sido informado por Sebastián Fernández, Dos Pelos, guerrillero alavés que operaba en la zona, de que estaba previsto que el mariscal André Masséna viajara en el convoy: la tentación era irresistible; además, conocía bien las posibilidades de Arlabán como lugar para una emboscada. Reunió a sus cuatro batallones de infantería y a un escuadrón de caballería y se encaminó a Salinas a marchas forzadas. Tardaron dos días y medio en alcanzar el paso, en una dura marcha desde sus santuarios en las Amézcoas, al norte de Estella, siguiendo probablemente por las campas de Urbía y tal vez deteniéndose en el monasterio de Aránzazu, donde habrían podido encontrar refugio y comida.3 Era una ruta de montaña, pero para los hombres de Espoz, acostumbrados a marchas mucho más duras, era la más segura, ya que evitaba por un amplio margen a las guarniciones francesas de la comarca y reducía las posibilidades de que paisanos tentados por las recompensas, desertores o rezagados capturados por los franceses hicieran saltar la liebre. Aunque estaban exhaustos, la moral era alta. Por si acaso, Espoz confirmó con Dos Pelos que las guarniciones en Villarreal y Mondragón no mostraban señales de alarma y que no hubiera ninguna columna volante que pudiera estropear la «fiesta sorpresa» que quería darle a Masséna.

El plan, como todos los buenos planes, era simple: las tropas se pondrían a cubierto en el bosque hasta que Espoz diera la señal de ataque –un pistoletazo–; en ese momento se pondrían en pie, harían una descarga cerrada y se lanzarían al asalto inmediatamente, sin dar tiempo a reaccionar a los franceses. Los partisanos andaban escasos de municiones –como de costumbre– así que no podían enzarzarse en tiroteos prolongados. Si la mayoría de la escolta lograba sostener el primer envite de los partisanos, la misión fracasaría; si alguno de los partisanos perdía los nervios y disparaba antes de tiempo, la misión fracasaría; si los franceses desplegaban hostigadores en los flancos como medida extraordinaria de seguridad, la misión fracasaría. El navarro contaba con la suficiente experiencia bélica como para saber que en la guerra hay docenas de imponderables que pueden dar al traste con el plan mejor diseñado, pero el tiempo de preocuparse ya había pasado. Era el momento de la acción.

El convoy empezó a salir de Vitoria a las cuatro de la madrugada. El mariscal Masséna no le acompañaba, ya que había decidido posponer su salida para después de desayunar. Aunque no lo sabía, a Espoz se le había escapado la presa más apetitosa. Cada carro y su tiro de cuatro a seis caballos ocupaba entre ocho y seis metros de camino más unos dos a tres metros de separación entre vehículos; junto con la escolta y los prisioneros, la distancia entre la cabecera y la cola del convoy debía rondar poco más de tres cuartos de legua [alrededor de 4 km], tal vez más. La cabecera del convoy debió empezar a negociar el puerto entre las ocho y media y las nueve de la mañana.

A esa hora, la niebla matutina ya se habría disipado y el día estaría soleado. Es probable que los oficiales de los navarros se hubieran asegurado de que las armas de sus hombres estuvieran tapadas, para que los reflejos del sol no levantaran la alarma entre los imperiales. Si algún soldado francés vio un destello, no le dio importancia, porque el convoy continuó su camino sin alterarse. Podemos imaginarnos la tensión entre los partisanos: las manos y frentes sudorosas, el corazón palpitando de excitación, los insectos volando entre las silenciosas filas de los guerrilleros. Los minutos debieron parecer horas, y las horas días. Aún peor debió de ser para su jefe ¿Cuántos carros tenía que dejar pasar antes de lanzar el ataque? ¿Cuánto tiempo transcurriría antes de que los franceses se dieran cuenta de la emboscada? ¿Y si a alguien se le escapaba un tiro? Sus oficiales eran hombres bragados, serenos, gente fogueada en combate que había experimentado el éxtasis de la victoria y la amargura de la derrota; entre sus filas no había novatos; debía confiar en que sabrían mantener la cabeza fría.

La escolta del convoy estaba formada por soldados veteranos: destacamentos del 28.º y 75.º de línea, cuatro compañías del regimiento de fusiliers-chasseurs de la Joven Guardia,4 un centenar de gendarmes y tropas montadas de un regimiento de marcha de dragones, más unos cuatrocientos hombres de los cuadros de varios regimientos, que regresaban a Francia.5 Tampoco era el primer baile del capitán Dentzel, que ya había estado al mando de varios convoyes en la ruta de Burgos-Vitoria-Hendaya.6

Espoz dejó pasar a la vanguardia, tal vez unos veinte carros más su escolta –en este caso, de la gendarmería–, que ocuparon alrededor de unos quinientos o seiscientos metros de camino, según la organización habitual de los convoyes franceses. La ruta de Salinas no había registrado incidentes de importancia hasta la fecha, ni hay evidencias de que Dentzel, el general Marie-François Auguste de Caffarelli –gobernador del 4.º Gobierno Militar, que incluía las tres provincias vascas–, o Masséna imaginaran la emboscada que les había preparado Espoz. El mariscal Étienne-Jacques-Joseph-Alexandre Macdonald, que mandaba el ejército francés en Cataluña, podría haberles explicado lo esencial que era mantener una estricta seguridad operativa cuando se maniobraba en territorio partisano; había aprendido por experiencia lo peligrosos que podían llegar a ser los irregulares españoles.7 En su defensa, las últimas noticias situaban a los navarros en las inmediaciones de Estella; si hubieran maniobrado desde allí hasta Salinas en número suficiente para atacar un convoy tan grande y bien protegido, no debería haber sido posible mantener en secreto el movimiento de los partisanos.

La sorpresa fue absoluta; la mayoría de la escolta se puso en fuga casi de inmediato; solo un puñado de hombres bajo el mando del coronel Justin Lafitte, del 18.º de dragones, consiguió resistir durante algún tiempo el ataque de los partisanos. Lafitte, antes de caer herido, ordenó a uno de los gendarmes que formaban parte de la escolta que volviese a Vitoria y alertase a la guarnición; pero para cuando aquel alcanzó la ciudad a las diez y media de la mañana, el destino del convoy ya estaba sellado. Caffarelli organizó a toda prisa una columna de relevo con las tropas que tenía disponibles, pero cuando llegó al paso de Arlabán –sobre las dos de la tarde– los navarros hacía rato que habían abandonado la escena. En el campo de batalla solo quedaban los restos de la acción, mudos testigos de la brutal eficacia de los partisanos de Espoz. Las pérdidas eran cuantiosas: más de cien muertos y ciento sesenta prisioneros, mientras que de los poco más de mil soldados aliados prisioneros, novecientos se habían fugado con los navarros. El emperador, furioso por el desastre, ordenó que Dentzel, que había continuado camino hacia Mondragón con la vanguardia sin enterarse de lo que había sucedido al resto del convoy, fuera juzgado en consejo de guerra por negligencia en el cumplimiento del deber.8 El triunfo de Espoz y Mina en Arlabán fue uno de los más espectaculares logrados por las partidas de insurgentes en toda la guerra. Aunque parezca increíble, el caudillo navarro repetiría la hazaña en el mismo sitio menos de un año más tarde, el 9 de abril de 1812.9

UN ESTADO DE LA CUESTIÓN

La primera sorpresa de Arlabán fue uno de los triunfos más famosos de la División de Navarra, que consolidó el control de Espoz y Mina sobre la insurgencia navarra y sirvió para popularizar su nombre entre la prensa patriota. Además, significó que Napoleón fuera consciente del peligro real de los irregulares españoles; no eran simples bandas que podían controlarse con acciones policiales, sino que constituían fuerzas bien organizadas capaces de infligir humillantes derrotas a contingentes importantes de tropas regulares. Si eso no fuera suficiente, toda la operación de los navarros demostraba la fragilidad del control francés sobre el país; la hostilidad de la población española no se había agotado con las derrotas de los ejércitos patriotas, sino que seguía muy viva. Los soldados imperiales eran conscientes de que la campaña de España no se parecía a sus experiencias previas; un paseo solitario por las calles de una población española suponía, de forma literal, jugarse la vida,10 algo impensable en Alemania.

En 1808, el Ejército francés era el ejército europeo con más experiencia histórica a la hora de combatir insurgencias, hasta el punto de que podríamos decir sin demasiada exageración que era el único que contaba con una cierta «doctrina» de contrainsurgencia.11 Los tratados de teóricos franceses del arte de la petite guerre como Feuquieres, Le Cointe o De Jeney eran nombres familiares entre los militares profesionales europeos.12 El problema es que la insurgencia española fue de una magnitud incomparable a cualquiera de las experiencias anteriores, lo que hacía muy difícil traducir la teoría en una estrategia que fuera operativa en la península ibérica.13

No deja de ser chocante, dada su relevancia, que la figura del guerrillero haya sido desde el punto de vista historiográfico tratada, bien como un actor secundario, bien como un tropo literario, es decir, un bandolero, un patriota, un héroe, un rebelde, un oportunista o un revolucionario. En las memorias y diarios de los veteranos franceses y británicos de la Guerra de la Independencia, condicionados por prejuicios que precedían a su servicio en España,14 eran la excusa perfecta para justificar la violencia contra la población española, a la que veían como colaboradora necesaria de la insurgencia.15 Después de todo, ¿Acaso se podía tratar de forma civilizada a los fanáticos religiosos que, movilizados por el clero, se negaban a reconocer los beneficios de la Ilustración que traían los soldados franceses en las puntas de sus bayonetas? La advertencia de Maximilien Robespierre acerca de que a nadie le gustaban los «misioneros armados» había caído en saco roto.16

Portada de la obra Mémoires sur la Guerre des Français en Espagne, de Albert-Jean-Michel de Rocca. Los diarios, memorias y colecciones epistolares de los veteranos de la Guerra de la Independencia son una fuente de gran interés para reconstruir la historia del conflicto. Sin embargo, es necesario no olvidar las trampas de la memoria, ni tampoco que los intereses, expectativas y deseos de los autores distorsionaban cómo recordaban el pasado.

Aunque la guerrilla aparece en todas las historias de la Guerra de la Independencia, lo cierto es que hasta finales de los ochenta del siglo XX no empezó a ser estudiada por los historiadores como un sujeto histórico con personalidad propia. Por ejemplo, José María Queipo de Llano, conde de Toreno, en su Historia del levantamiento, guerra y revolución de España, una de las historias más importantes de la guerra escrita por alguien que tuvo un papel protagonista en el conflicto, no se olvidó de las partidas de guerrilla, a las que concedía una gran relevancia a la hora de mantener a la población española movilizada contra el invasor.17 Sin embargo, Toreno no se detuvo a analizar la guerra de guerrillas, ni intentó comprenderla más allá de los estereotipos que necesitaba para consolidar la idea que quería transmitir, esto es, que la Guerra de la Independencia había sido una revolución popular que había devuelto al pueblo el ejercicio de la soberanía.18

La única obra sistemática sobre la guerrilla publicada antes del estudio del historiador estadounidense John Lawrence Tone sobre la insurgencia en Navarra, y la monografía de Charles J. Esdaile publicada en 2004, es una colección de historias propagandísticas serializadas por el periodista Enrique Rodríguez Solís entre 1884 y 1885, cuyo valor histórico, más allá de la anécdota, es muy limitado.19 La monotonía de este desierto historiográfico solo quedaría rota por los artículos de Miguel Artola, para la Revista de Occidente, y Jean-René Aymes en Bulletin Historique, en 1964 y 1976 respectivamente;20 pero, aunque sus postulados eran interesantes, ninguno de ellos profundizaría más adelante en las ideas propuestas.

Artola interpretaba la guerra partisana en España desde una perspectiva que combinaba la tradición liberal de un Toreno, con las teorías de la guerra revolucionaria dominantes en la década de 1960, muy influidas por las insurgencias anticoloniales y las tesis maoístas sobre la guerra de guerrillas.21 Ahora bien, divergía de estas en un aspecto fundamental, y es que para él la guerrilla había sido una consecuencia directa de la movilización continua de los ejércitos españoles; mejor dicho, fueron los voluntarios que se habían unido a las banderas patriotas en 1808,22 y que habían sido derrotados por los franceses en 1808 y 1809, los que constituyeron el núcleo de las partidas de guerrilla. Apoyándose en las redes de parentesco y solidaridad de los pueblos españoles, de donde ellos mismos procedían y tenían amigos y familia, mantuvieron viva la llama del patriotismo en la zona ocupada; la guerrilla presupuso «el carácter nacional de la guerra, manifiesto en la colaboración plena del pueblo, que adopta una posición beligerante sin la cual los guerrilleros estarían condenados a un inmediato exterminio».23 Los desertores, motivados por el patriotismo, continuaron resistiendo a los invasores organizándose en partidas de guerrilla, de forma autónoma y sin una dirección central.24

El innegable potencial revolucionario de este tipo de guerra fue lo que llamó la atención del historiador francés Jean-René Aymes. Las élites patriotas, argumentaba, habían sido hostiles a un tipo de guerra que les aterrorizaba; los partisanos, en su mayoría campesinos, estaban aprendiendo a organizarse militarmente, a armarse, a utilizar la violencia para desafiar al Estado y a reivindicar el acceso a privilegios que hasta entonces les habían estado vedados. La Constitución de 1812 habría sido un intento desesperado por encauzar la presión revolucionaria a través de instituciones políticas representativas. Sin embargo, la ceguera de los grupos reaccionarios bloqueó esta posibilidad en 1814. La tensión entre la necesidad de movilizar al pueblo en la resistencia, combinado con el rechazo a su participación política directa, acabaron por quebrar el frágil equilibrio social del Antiguo Régimen.25 Las sublevaciones, golpes, pronunciamientos, asonadas y guerras civiles que azotaron España hasta la última guerra civil habrían sido una consecuencia directa de la incapacidad de encontrar una solución política a ese problema.

Desertores, patriotas, salvajes fanatizados o paisanos hartos de que unos «misioneros armados» les humillaran o insultaran su identidad cultural;26 así fue como diaristas e historiadores describieron a los guerrilleros españoles pero, a pesar de estas diferencias a la hora de caracterizar a los partisanos, la mayoría27 coincidían en considerar la guerra de guerrillas como decisiva para el triunfo aliado en la Guerra de la Independencia.

Charles Esdaile, en una de las pocas monografías académicas dedicadas específicamente al estudio de los irregulares españoles, ha desafiado esta interpretación bastante optimista de la guerrilla. Para él, los guerrilleros no fueron los héroes populares de la propaganda patriota, sino individuos movidos por la codicia; eran bandoleros, contrabandistas o desertores que querían escapar a la disciplina militar. No combatieron por ideas abstractas como libertad o patria, sino por sus propios intereses egoístas. Esdaile argumenta que más que vivir entre el pueblo, las partidas vivían a costa del pueblo, como sanguijuelas que le chupaban la sangre, hasta el punto de que los paisanos llegaron a ver a los franceses como un mal menor, comparados con las guerrillas. Lejos de sostener la movilización de la sociedad española contra los invasores, fueron elementos perturbadores cuya existencia perjudicó el esfuerzo de guerra.28

Las hipótesis avanzadas por Esdaile han tenido un importante impacto historiográfico29 en la percepción de la guerrilla española, al menos fuera de nuestro país; y, sin duda, obligan a replantearse cuál fue el papel real de las partidas de guerrilla en la Guerra de la Independencia y su influencia en el conflicto, y a preguntar si el peso histórico de la guerra partisana no estará distorsionado por un análisis presentista de las insurgencias. Al contrario que las guerrillas modernas, los partisanos españoles operaron en un espacio geoestratégico en el que el impacto mediático de sus actividades estaba restringido por la difusión de los medios de comunicación de la época y el público al que iban dirigidos. El valor propagandístico de las partidas es innegable pero limitado, mientras que, según Esdaile, el impacto estratégico en las operaciones francesas fue marginal. El potencial militar de los partisanos habría estado mejor aprovechado si hubieran estado alistados en los regimientos regulares.

UNA NUEVA HISTORIA

A pesar de lo mucho que se ha publicado desde que empecé a estudiar la guerra de guerrillas a finales de los noventa –sobre todo, historia local y biografías de guerrilleros–, siguen existiendo muchas preguntas por responder. Esta monografía tiene como base la tesis doctoral que defendí en la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad Complutense de Madrid en junio de 2009, pero más que una actualización de aquella es una revisión en profundidad, tanto de algunas de las ideas –todavía inmaduras– que tenía entonces como del contenido, sobre todo corrigiendo algunos errores de interpretación de los que solo he sido consciente al analizar documentación que entonces no conocía y las aportaciones historiográficas que han ido apareciendo en los pasados quince años.

Para ello he estructurado el libro en tres partes. La primera –capítulos 1 a 4– es una exposición diacrónica de la guerra partisana. En estos capítulos, las grandes operaciones militares y los acontecimientos políticos son la línea directriz, pero la protagonista es la guerrilla. El primer capítulo describe el periodo comprendido entre la entrada de las tropas francesas en España y la campaña relámpago de Napoleón en noviembre-diciembre de 1808, cuando la insurgencia empezó a tomar forma, pero todavía carecía de sistema o propósito. La prepotencia de las tropas francesas y la cada vez más obvia intención de ocupar el país –la captura de las fortalezas de Pamplona y Montjuic en febrero– fueron los desencadenantes que llevaron a que la población española se involucrara en la resistencia más allá de los medios convencionales típicos de la guerra entre estados soberanos. Las primeras evidencias documentales firmes de acciones guerrilleras datan de esta época, entre mediados de junio y la victoria de Bailén y la posterior retirada francesa al norte del Ebro. Es también entonces cuando las autoridades patriotas recién constituidas hacen los primeros llamamientos a una resistencia general contra el invasor. En estos llamamientos, que se consolidaron en el reglamento de guerrillas publicado de 28 de diciembre de 1808, está implícita la idea de la guerra partisana.

El segundo y tercer capítulos abarcan una etapa más larga, entre principios de 1809 y finales de 1811, esto es, desde que la actividad de las partidas de guerrilla empieza a ser relevante, hasta que se consolida e integra como parte fundamental de la estrategia patriota. Estos años fueron claves tanto para los insurgentes como para los invasores. La guerrilla apareció en diferentes formas en toda la España bajo dominación francesa. Los franceses y sus aliados josefinos se vieron obligados a buscar estrategias que contrarrestaran la influencia de las partidas sobre los pueblos españoles. En este periodo, las partidas de guerrilla pasaron de ser un problema de orden público a ser una amenaza operacional y estratégica.

El cuarto capítulo está enfocado en los últimos años de la guerra. Algunas partidas llegaron a convertirse en fuerzas capaces de medirse en campo abierto con las tropas francesas y consiguieron algunos éxitos espectaculares. A pesar de esos triunfos, los partisanos, tanto los mejor organizados como los que apenas se diferenciaban de bandas armadas, despertaban cada vez más suspicacias entre liderazgo político patriota y eran menospreciados por los soldados profesionales, que intentaron, con más o menos éxito, sujetarlos a un control político-militar que los irregulares españoles no siempre aceptaron de buen grado. La retirada francesa de la mayor parte del territorio español tras la batalla de Vitoria en junio de 1813 evidenciaría esas tensiones y los desafíos a los que se tendría que enfrentar la España de la posguerra.