Guía actual para entender las profecías del Apocalipsis - Mark Finley - E-Book

Guía actual para entender las profecías del Apocalipsis E-Book

Mark Finley

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El mundo está enfrentando algunos problemas extremadamente serios. Millones de personas se preguntan: "¿Qué nos depara el futuro?" Las profecías de Daniel y del Apocalipsis contienen respuestas para las personas de corazón sincero que buscan comprender las incertidumbres de nuestro tiempo. Aunque el mundo parezca fuera de control, la profecía revela a un Dios que todavía gobierna en la historia. Y este libro de Mark Finley contiene los secretos para desbloquear estas antiguas predicciones.

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Guía actual para entender las profecías de Apocalipsis

Mark Finley

Gral. José de San Martín 4555, B1604CDG Florida Oeste, Buenos Aires, Rep. Argentina.

Tabla de contenidos
Tapa
1. ¡Nada puede separarnos!
2. El primer amor se convierte en oscuridad espiritual
3. Muertos, fieles y tibios
4. La sala del Trono del Cielo
5. El rollo y el Cordero
6. El Cordero abre los primeros seis sellos
7. El sello de Dios y los 144.000
8. Las trompetas del Juicio
9. Las trompetas siguen sonando
10. El librito agridulce
11. Los dos Testigos
12. La mujer, el dragón y el Hijo varón
13. La bestia y su marca
14. El mensaje final de Dios y la cosecha final de la Tierra
15. La Redención y las siete últimas plagas: Primera parte
16. La Redención y las siete últimas plagas: Segunda parte
17. Una mujer escarlata se sienta sobre una bestia escarlata
18. “¡Ha caído, ha caído la gran Babilonia!”
19. Cristo vencedor
20. El Milenio: La verdad real sobre los mil años del Apocalipsis
21. La Nueva Jerusalén
22. “¡Amén! ¡Ven, Señor Jesús!”

Guía actual para entender las profecías de Apocalipsis

Mark Finley

Título del original: Understanding Daniel and Revelation.

Dirección: Walter Steger

Traducción: Claudia Blath

Diseño: Giannina Osorio

IMPRESO EN LA ARGENTINA

Printed in Argentina

Primera edición, e - Book

MMXXIII

Es propiedad. © Pacific Press Publishing Association, 2020. © Asociación Casa Editora Sudamericana, 2023.

Queda hecho el depósito que marca la ley 11.723.

ISBN 978-987-798-781-2

Finley, Mark

Guía actual para entender las profecías de Apocalipsis / Mark Finley / Dirigido por Walter Steger. - 1ª ed. - Florida: Asociación Casa Editora Sudamericana, 2023.

Libro digital, EPUB

Archivo Digital: online

Traducción de: Claudia Blath.

ISBN 978-987-798-781-2

1. Profecías Bíblicas. I. Steger, Walter, dir. II. Blath, Claudia, trad. III. Título.

CDD 220.046

Publicado el 23 de febrero de 2023 por la Asociación Casa Editora Sudamericana (Gral. José de San Martín 4555, B1604CDG Florida Oeste, Buenos Aires).

Tel. (54-11) 5544-4848 (opción 1) / Fax (54) 0800-122-ACES (2237)

E-mail: [email protected]

Website: editorialaces.com

Prohibida la reproducción total o parcial de esta publicación (texto, imágenes y diseño), su manipulación informática y transmisión ya sea electrónica, mecánica, por fotocopia u otros medios, sin permiso previo del editor.

Capítulo 1

¡Nada puede separarnos!

Apocalipsis 1

En todo el mundo hoy, hombres y mujeres están interesados en el libro de Apocalipsis. Existe la sensación de que nuestro mundo se está dirigiendo hacia una crisis inminente, y que el último libro de la Biblia aborda eventos que están a punto de desarrollarse en la Tierra. Se han escrito multitud de libros, algunos de ellos best sellers, que intentan explicar las profecías del Apocalipsis. A menudo, desarrollan ideas muy diferentes sobre lo que significan estas profecías. Esa es una de las razones por las que muchas personas sienten que el Apocalipsis es confuso y está demasiado lleno de símbolos extraños para que alguien realmente lo entienda. Hay muchas interpretaciones, muchos puntos de vista e ideas diferentes.

Apocalipsis significa “revelado”

Algunos sugieren que deberíamos centrarnos solo en los evangelios (Mateo, Marcos, Lucas y Juan) y leer acerca de Jesús. Que tal vez el libro de Apocalipsis sea tan confuso que ni siquiera deberíamos tratar de entenderlo. Esa es una perspectiva interesante, especialmente si consideramos el mismo nombre de este último libro de la Biblia. Se titula “Apocalipsis”. ¿Qué significa la palabra apocalipsis? Significa algo que es revelado. Significa todo lo contrario a “oculto” o “secreto”. El libro de Apocalipsis se escribió originalmente en griego, y la palabra griega es apokalupsis, que literalmente significa “quitar el velo”. Cuando leemos este libro, el velo se quita de nuestros ojos para que podamos ver claramente lo que Dios nos está revelando.

Dios nos dio este libro para revelar algo. Y las primeras palabras nos dicen lo que él está revelando en este libro. “La revelación de Jesucristo, que Dios le dio para manifestar a sus siervos lo que debe suceder pronto” (Apoc. 1:1).

El libro de Apocalipsis nos fue dado específicamente para revelar a Jesucristo y las cosas que sucederán en esta Tierra. Si Dios quiere revelarnos a Jesucristo y las cosas que sucederán sobre la Tierra, ¿crees que lo presentaría tan complicado que no podríamos entenderlo? No lo creo. Creo que él nos daría su revelación de la forma más clara posible.

“Pero –podría decir alguien–, si Dios quería que su revelación fuera tan clara, ¿por qué no expresó simplemente las cosas como son? ¿Por qué usar todos esos símbolos: bestias, dragones, sellos y trompetas, y mujeres que sostienen copas de vino? Si se supone que estos símbolos representan algo, ¿por qué no usó palabras claras y sencillas?” Es una buena pregunta.

¿Podríamos pensar que una de las razones es que haya una guerra, una guerra entre el bien y el mal, entre Dios y Satanás? Cuando las naciones están en guerra, ¿comparten sus planes abiertamente con el enemigo? Durante la Segunda Guerra Mundial, Alemania ¿le contó a Gran Bretaña sus planes de guerra? Estados Unidos ¿compartiría sus secretos militares con las fuerzas enemigas?

El libro de Apocalipsis identifica a los actores religiosos y políticos clave del Gran Conflicto a lo largo de las edades y en el tiempo del fin. Si hubiera expuesto claramente esos poderes, podrían haber destruido aquellas porciones de la Biblia que los dejaba al descubierto. Durante siglos, antes de que se inventara la imprenta, las Escrituras existían solo en documentos escritos a mano. Las copias de la Biblia no estaban fácilmente disponibles y, de todos modos, muchas personas no sabían leer. Los poderes que expone Apocalipsis podrían haber intentado cambiar o eliminar partes del libro que los identificaban tan claramente. Un Dios omnisapiente protegió su Palabra al escribir en un lenguaje simbólico.

Otra razón para los símbolos y las imágenes vívidas es que se fijan en nuestra memoria. Probablemente hayas escuchado el dicho: “Una imagen vale más que mil palabras”. Dios usó símbolos como descripciones gráficas para relatar el auge y la caída de las naciones y los poderes religiosos, como una forma poderosa de transmitir su mensaje de manera sucinta. Y él nos ha dado explicaciones para permitirnos entender estos símbolos y saber lo que representan. Algunos de ellos se explican en el mismo libro de Apocalipsis. Otros se explican en otros libros de la Biblia. Recuerda también que Jesús usó una estrategia similar en el siglo I. Usaba parábolas que los líderes religiosos que buscaban destruirlo no entendían, y luego explicaba su significado a sus discípulos.

También es importante recordar, mientras estudiamos este libro, que es una revelación de Jesucristo. Debemos buscar lo que nos dice acerca de Jesús. Es vital entender que Jesús se revela en cada capítulo y cada profecía de Apocalipsis. Las profecías sobre bestias y dragones, y un tiempo de angustia futuro, revelan algo sobre el plan eterno de Jesús para la humanidad y su triunfo final sobre las fuerzas del mal. El libro de Apocalipsis revela el conflicto tras bambalinas y el significado de estos símbolos a la luz de los eventos finales que pronto se desatarán sobre nuestro mundo. El primer versículo del primer capítulo del libro nos dice que es una revelación de Jesucristo. Y, en el último capítulo, casi el último versículo, Jesús nos dice: “Yo, Jesús, les envié mi ángel con este testimonio para las iglesias” (Apoc. 22:16). Él dice: “Estoy enviando a mi ángel para aclararles los eventos de los últimos días. Estoy enviando a mi ángel para aclarar la confusión sobre lo que acontecerá en el futuro”. El libro de Apocalipsis revela a Jesús, y es enviado a hombres y mujeres que viven en los últimos días de la historia de la Tierra.

El tema de Apocalipsis

Dado que Apocalipsis es el último libro de la Biblia y una revelación de Jesús, ¿cuál crees que podría ser su tema principal? El regreso de Cristo a esta Tierra es el evento final de Jesús en lo que respecta a este mundo de pecado. Así que, es plausible que el tema del libro se centre en los últimos días y el regreso de Jesús. Veamos si eso es cierto.

Apocalipsis 1:7 declara: “[Jesucristo] viene con las nubes; y todo ojo lo verá”. Además, tres veces en Apocalipsis 22, Jesús mismo repite que viene “pronto”. Él dice en el versículo 7: “Vengo pronto”. En el versículo 12, declara: “Yo vengo pronto”. Finalmente, en el versículo 20, dice: “El que testifica de estas cosas dice: ‘Ciertamente, vengo en breve’ ”. Jesús quiere que sepamos con certeza que él viene pronto. El libro de Apocalipsis es un libro acerca de la venida de Jesús y los últimos días de la historia de la Tierra. Ese es su tema central.

Desde el cielo hasta Juan: los pasos en el Apocalipsis

El apóstol Juan es el autor humano, divinamente inspirado, del libro de Apocalipsis. Él es quien recibió visiones y escribió lo que vio, y lo que Dios lo inspiró a escribir. Desde el principio, Apocalipsis nos da una progresión detallada de dónde proviene su contenido y cómo Dios nos lo transmitió.

“La revelación de Jesucristo, que Dios le dio para manifestar a sus siervos lo que debe suceder pronto; y la declaró mediante su ángel a su siervo Juan. Y Juan testifica de todo lo que vio, de la palabra de Dios y del testimonio de Jesucristo” (Apoc. 1:1, 2).

Estos versículos nos dicen que el contenido de Apocalipsis provino de Dios Padre. Se lo dio a Jesucristo. Jesús lo envió por medio de “su ángel” al apóstol Juan, y Juan lo escribió para nosotros. Juan, recordarás, fue el discípulo que estuvo especialmente cerca de Jesús (Juan 13:23; 19:26; 20:2; 21:7, 20). Jesús amaba a todos sus discípulos, pero había un vínculo especial entre él y Juan. El corazón de Juan era más receptivo a su amor. El amor de Jesús es infinito, y cuanto mayor sea nuestra capacidad de recibir, más nos impartirá. Juan dice que estaba en la isla de Patmos cuando recibió las visiones que componen el libro de Apocalipsis. Patmos es una pequeña isla en el Mar Egeo, entre las costas de Turquía y Grecia. Tiene casi quince kilómetros de largo. En la época de Juan, era una colonia penal romana, rocosa y estéril, donde se exiliaba a los prisioneros. Allí también había una pequeña comunidad minera; y casi nada más.

Hoy tiene un magnífico puerto y un hermoso, acogedor e idílico pueblecito llamado Skala. Diminutas capillas salpican la isla. Estas capillas están adosadas a muchas de las casas como lugares privados de adoración.

Juan era anciano, de noventa años, cuando recibió las visiones del Apocalipsis. Había vivido una larga vida al servicio de su amado Maestro. Probablemente había estado viviendo en Éfeso antes de que lo enviaran al exilio en Patmos. Ahora, estaba separado de amigos y familiares. En la fragilidad de sus años, era dudoso que alguna vez pudiera salir de esa pequeña y remota isla en medio del mar. Pero luego, en un resplandor de gloria, Jesús reveló a Juan la verdad divina que iluminaría y animaría al pueblo de Dios durante siglos. Nuestro Señor le mostró los eventos que pronto sucederían en este mundo y las verdades de los últimos días a fin de preparar al pueblo de Dios para lo que vendrá. A veces, es en medio de las mayores pruebas de nuestra vida cuando Dios nos habla con mayor claridad. Cuando nos sentimos solos y desanimados, Jesús nos visita como lo hizo con Juan y nos llena del calor de su presencia.

Verás, el libro del Apocalipsis es un libro sobre el Jesús que interviene. No se limita a sentarse en su Trono en el Cielo; interviene en los asuntos de la vida aquí en la Tierra. Él nos ministra en medio del trauma, la angustia y las desilusiones que enfrentamos. Cuando Jesús descendió para hablar con su amado discípulo, iluminó con su gloria la rocosa y árida Patmos. No hay lugar en el que podamos encontrarnos que esté más allá del alcance de Dios. Él te encontrará dondequiera que estés.

Una bendición especial

Las profecías del libro de Apocalipsis describen eventos que pronto sobrevendrán sobre nuestro mundo. Apocalipsis dice que Dios nos dio las profecías de este libro “para manifestar a sus siervos lo que debe suceder pronto” (Apoc. 1:1). Continúa diciendo: “¡Bienaventurado el que lee las palabras de esta profecía, y dichosos los que la oyen y guardan lo que está escrito en ella, porque el tiempo está cerca!” (vers. 3).

El libro de Apocalipsis proviene de la mente del Dios omnisciente. El origen de su mensaje no es terrenal: Dios mismo y Jesucristo nos lo han enviado con amor y compasión con el objeto de prepararnos para la venida de Jesús. Él pronuncia una bendición especial sobre nosotros, si hacemos tres cosas: (1) leer las profecías de este libro; (2) escucharlas; es decir, prestarles atención; y (3) guardar las cosas que están escritas en el libro. Leer, escuchar y guardar. Como ves, el propósito de estas profecías no es solo satisfacer nuestra curiosidad o llenar nuestra mente con información especulativa. Apocalipsis es un libro que busca impactar toda nuestra vida. Su propósito es revelar a Jesucristo. Nos acercará más a él. Exige de nosotros que guardemos —sigamos y obedezcamos— las cosas que encontramos en este libro.

El Jesús de Apocalipsis

Cuando Juan comienza a escribir la revelación que Jesús le está dando, la dirige “a las siete iglesias que están en Asia” (vers. 4). En los capítulos 2 y 3, descubriremos mensajes específicos de Jesús a cada una de estas iglesias. Pero, por ahora, Juan quiere pintar un cuadro de Jesús, aquel que está dando esta revelación a su pueblo. Juan hace varias declaraciones descriptivas acerca de Jesús en estos versículos:

Es un mensaje del “que es, del que era y del que ha de venir” (vers. 4). Jesús nunca tuvo un principio; él nunca tendrá un final. Es eterno.“Yo soy el Alfa y la Omega, el primero y el último” (vers. 11, RVR 60). Alfa y omega son la primera y la última letra del alfabeto griego, respectivamente. Diríamos: “Él lo es todo, de la A a la Z”. Él es “todo en todos” (Col. 3:11).“El Testigo Fiel” (vers. 5). ¿Qué significa esto? Jesús es el Testigo Fiel del amor del Padre. Cuando estudiamos la vida de Jesús, descubrimos cómo es el Padre. Jesús también sabe todo acerca de nosotros. Él conoce nuestras alegrías y nuestras tristezas. Entiende por lo que estamos pasando.“El primogénito de los muertos” (vers. 5, RVR 60). Jesús murió, pero la tumba no pudo retenerlo. Él es el Redentor resucitado. Debido a que es el Primogénito de entre los muertos, no debemos temer a la muerte.“Soberano de los reyes de la tierra” (vers. 5). Como señalamos en el libro de Daniel, los reyes ascienden y caen, pero el Rey Jesús reina sobre todos ellos, y él reina para siempre. Puede haber caos en el mundo y en nuestra vida, pero Jesús todavía está en el Trono. Él hará que las cosas salgan bien al final.Aquel “que nos ama y que con su sangre nos libró de nuestros pecados” (vers. 5). Jesús es aquel que puede quitar todo tu pecado y culpa. “La sangre de [...] Jesús nos limpia de todo pecado” (1 Juan 1:7).

Este es, pues, el Jesucristo que se nos revela en el libro del Apocalipsis. Hay una cosa más que Juan quiere señalar acerca de Jesús. Él es el Jesús que regresará a la Tierra como lo prometió. “Miren que viene con las nubes; y todo ojo lo verá” (Apoc. 1:7). A lo largo del libro de Apocalipsis, volveremos a este tema. Una y otra vez, las profecías del Apocalipsis nos alientan con la esperanza del regreso de Jesús. Nuestro mundo no se reducirá a un globo giratorio de cenizas en una guerra termonuclear. No será destruido en algún desastre natural catastrófico. El calentamiento global no acabará finalmente con la vida en el planeta Tierra. La escasez de alimentos no matará de hambre a la población del planeta Tierra, haciendo que la vida se extinga. Jesús viene. Hay esperanza. Las profecías del Apocalipsis retumban con el mensaje del regreso de Cristo, trayendo alegría a nuestro corazón.

En el Espíritu en el día del señor

Juan dice que él “estaba en el Espíritu, en el día del Señor” (vers. 10). Con frecuencia, las personas entienden que la frase “el día del Señor” significa “domingo”. Algunos cristianos señalan este versículo como evidencia de que el día bíblico para la adoración, el sábado del séptimo día, ha sido cambiado al domingo en los tiempos del Nuevo Testamento. Pero el texto no identifica el “día del Señor” con el domingo o con el sábado del séptimo día. Solo nos dice que el Señor tiene un día que es “su día”. No nos dice qué día es ese. Los únicos textos de la Biblia que nos dicen de qué día Jesús es Señor son los tres textos relacionados con la historia en que los discípulos de Jesús arrancan espigas mientras caminaban por un campo en sábado. Cuando los líderes religiosos los reprendieron por quebrantar el sábado, Jesús respondió: “El Hijo del hombre es Señor del sábado” (Luc. 6:5; ver también Mat. 12:8; Mar. 2:28). Según estos textos, el sábado del séptimo día es el día del Señor. Esto es lógico. El sábado es un memorial de la Creación y nos señala a Jesús como el Creador de los cielos y de la Tierra (ver Efe. 3:8, 9; Col. 1:13–16). Como nuestro Creador y Redentor, él es Señor sobre todo.

El Jesús glorificado

En tranquila meditación, evidentemente Juan estaba contemplando las cosas de la Eternidad. Sus pensamientos se centraron en las realidades celestiales. Se abrieron las compuertas del Cielo y recibió una visión del Cristo glorificado. Existen sorprendentes similitudes entre la descripción que hace Daniel de Jesucristo en Daniel 10:5 al 9 y esta visión de Jesús que contempló Juan:

Me volví para ver quién hablaba conmigo. Y una vez vuelto vi siete candelabros de oro, y entre los siete candelabros vi a uno semejante al Hijo del hombre, vestido de una ropa que llegaba hasta los pies; tenía el pecho ceñido con una cinta de oro. El cabello de su cabeza era blanco como blanca lana, como nieve; sus ojos eran como llama de fuego. Sus pies, semejantes al bronce bruñido, acrisolado en un horno; y su voz, como estruendo de muchas aguas. Tenía en su mano derecha siete estrellas, y de su boca salía una espada aguda de dos filos; su rostro era como el sol cuando resplandece en toda su fuerza (Apoc. 1:12–16).

Este pasaje describe al Jesús glorificado. Juan conoció a Jesús cuando estuvo en la Tierra predicando, enseñando, sanando y obrando milagros. Recordó cómo los niños se habían subido al regazo de Jesús mientras contaba historias. Recordó que Jesús se acercaba a los leprosos y los curaba de su enfermedad. Recordó al Cristo que tocaba los ojos de los ciegos, y se abrían; y los oídos de los sordos, y se desobstruían. Él se acordó del Cristo que partió el pan y alimentó a cinco mil, y que se inclinó para escribir los pecados de los fariseos en la arena mientras perdonaba a una mujer inmoral y temblorosa que había sido atrapada en el mismo acto de adulterio. Recordó al todopoderoso y enérgico Jesús que expulsó a los cambistas del Templo. Recordó las terribles escenas de cuando Jesús murió clavado en una cruz. Podía recordar a Jesús resucitado, quien se apareció a los discípulos en varias ocasiones antes de ascender al Cielo. Pero Juan nunca había visto a Jesús así: en todo su esplendor majestuoso y celestial, pero aún vestido de humanidad. Él es el glorioso Rey del Cielo y, sin embargo, sigue siendo nuestro Compañero, nuestro Hermano y nuestro Amigo.

“Cuando lo vi, caí como muerto a sus pies. Pero él puso su diestra sobre mí y me dijo: ‘¡No temas! Yo soy el primero y el último. Soy el que vivo. Estuve muerto, pero ahora vivo por los siglos de siglos; y tengo las llaves de la muerte y del sepulcro. Escribe lo que has visto, lo que ahora es, y lo que ha de suceder después’ ” (vers. 17–19).

La llave maestra para interpretar las profecías

El versículo 19 nos da una clave maestra para interpretar todo el libro de Apocalipsis. Jesús le dice a Juan que escriba (1) “lo que has visto”, (2) “lo que ahora es”, (3) “y lo que ha de suceder después”. Así, las profecías de la Biblia siempre comienzan en los tiempos del profeta, y nos llevan desde ese punto hasta el final de los tiempos. Vimos esa progresión en el libro de Daniel. En Apocalipsis, Jesús dice que algunas profecías se cumplieron en los días de Juan. Algunas se están cumpliendo a medida que avanza el tiempo. Y algunas todavía están por cumplirse. Ese es un principio clave para tener en cuenta al examinar las profecías del Apocalipsis. Hay una secuencia, una progresión. No podemos agrupar todas las profecías del libro en una bolsa y colocarlas al final de los tiempos.

Por ejemplo, en Apocalipsis, veremos varias series proféticas, como siete iglesias, siete sellos, siete trompetas. Algunas de las verdades relacionadas con las siete iglesias se aplican a los días de Juan. Algunas se aplican a las generaciones venideras. Y algunas son para el tiempo del fin. Ten en cuenta también que, si bien hay un continuo histórico en estas profecías y solo tienen un cumplimiento específico, hay principios eternos de la fidelidad de Dios y una aplicación práctica de verdades universales para cada generación. La Biblia es un libro vivo y relevante para cada época.

¡Nada puede separarnos!

Jesús continúa diciéndole a Juan: “El misterio de las siete estrellas que viste en mi mano derecha, y de los siete candelabros de oro es este: las siete estrellas son los ángeles de las siete iglesias, y los siete candelabros son las siete iglesias” (vers. 20). El capítulo 1 prepara el camino para los capítulos 2 y 3: los mensajes de Jesús a las siete iglesias. Juan vio a Jesús caminando entre siete candelabros de oro. Estos candelabros, se nos dice, representan las siete iglesias. Y, como veremos, estas siete iglesias representan la iglesia cristiana en su totalidad, desde el comienzo del cristianismo hasta que Jesús regrese.

La imagen es de Jesús caminando entre su pueblo. Jesús está íntimamente familiarizado con cada persona de la Tierra. Está cerca de su iglesia, de su pueblo fiel. Cada iglesia tiene un “ángel” que está en la mano de Jesús. Esta es otra representación de la estrecha unión entre Jesús y cada uno de nosotros. Él nos sostiene firmemente en sus manos, y nada ni nadie puede arrebatarnos de su mano protectora (Juan 10:27–29). El apóstol Pablo pregunta: “¿Quién nos separará del amor de Cristo?” (Rom. 8:35). Y responde su propia pregunta, declarando: “Estoy seguro de que ni la muerte ni la vida, ni ángeles ni demonios, ni potestades, ni lo presente ni lo por venir, ni lo alto ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que se halla en Cristo Jesús Señor nuestro.” (vers. 38, 39).

¡Nada puede separarnos! Ese es el mensaje que Jesús le estaba dando a Juan mientras caminaba entre los siete candelabros de oro, sosteniendo siete estrellas en su mano derecha. A medida que profundicemos en el estudio del libro de Apocalipsis, veremos que Satanás hace todo lo posible para separarnos de Jesús, y utiliza varios poderes y fuerzas que surgirán en los últimos días para cumplir sus órdenes. Sin embargo, Jesús camina entre su pueblo, y nada, “ni lo presente ni lo por venir”, puede separarnos de su cuidado y su amor.

En los próximos dos capítulos, Jesús da mensajes a cada una de las siete iglesias. Él está caminando entre ellas, observando, animando, advirtiendo y reprendiendo. Él presenta justo el mensaje que cada iglesia necesita, porque él es el “Testigo Fiel”, que conoce íntimamente a cada iglesia.

Capítulo 2

El primer amor se convierte en oscuridad espiritual

Apocalipsis 2

El propósito del libro de Apocalipsis es revelar los planes de Dios y desenmascarar los planes de Satanás. Es demostrar la fidelidad de Dios en cada época para animar, fortalecer, redimir y finalmente liberar a su pueblo. Todo el libro se enfoca en el Cristo viviente que venció las tentaciones del diablo y la manera en que nosotros también, por medio de su gracia y su poder, podemos vencer. En los mensajes a las siete iglesias, nuestro Señor revela los engaños astutos de Satanás y la manera en que podemos ser vencedores hasta el día en que él regrese.

El capítulo 2 comienza la serie de mensajes a las siete iglesias. En el capítulo 1, a Juan se le dio una visión en que Jesús camina entre siete candelabros, que representan las siete iglesias. Efesios 5:25 nos dice que Jesús “amó a la iglesia y se entregó a sí mismo por ella”. En el momento en que Juan lo ve en visión, Jesús ya no está en la Tierra; él está en el Cielo. El Jesús que Juan ve es el Jesús glorificado, cuya apariencia hace que Juan caiga a sus pies como muerto. Pero Jesús sigue siendo el mismo Pastor amoroso que fue cuando estuvo en la Tierra. Todavía ama a su iglesia y se preocupa por ella. Todavía está vitalmente preocupado por su bienestar.

El capítulo 2 contiene los mensajes de Jesús a las primeras cuatro de las siete iglesias. Encontraremos los mensajes a las últimas tres iglesias en el capítulo 3. Hoy, cuando escuchamos el término iglesia, tendemos a pensar en un edificio, tal vez el edificio de la iglesia donde adoramos cada semana, así como en las personas que adoran en ese edificio. Nuestra imagen mental suele ser una combinación del edificio físico y los fieles que se reúnen allí. Ese no era el caso en los días de Juan. La iglesia cristiana primitiva en los tiempos del Nuevo Testamento no tenía edificios localizados. Los creyentes cristianos se reunían donde podían, generalmente en la casa de alguien o en algún otro lugar temporal (ver Rom. 16:5; 1 Cor. 16:19; Col. 4:15). Cuando Pablo escribió sus cartas a las diversas iglesias en Corinto, Filipos o Tesalónica, estaba pensando en asambleas de personas, no en edificios de iglesias. Y eso es cierto de las siete “iglesias” a las que Jesús envía mensajes aquí en el Apocalipsis. Eran pequeños grupos de cristianos que se reunían donde podían.

Las siete iglesias eran grupos reales de creyentes cristianos ubicados en estas siete ciudades de Asia Menor en los días de Juan. Geográficamente, las siete estaban ubicadas en un patrón más o menos circular, siguiendo una ruta comercial establecida que conectaba las ciudades y las áreas más pobladas e influyentes de la provincia.

También encontraremos que cada una de las “cartas” o mensajes que Jesús da a estas siete iglesias sigue un patrón similar:

Un saludo: “Escribe el ángel de la iglesia de...”Una descripción de Jesús que se relaciona con esa iglesia en particular.Una declaración: “conozco”, en la que Jesús señala algo acerca de esa iglesia que él quiere enfatizar.Una reprobación o reprimenda con respecto a alguna deficiencia en esa iglesia; en todas las iglesias, menos en dos.La advertencia de prestar atención al mensaje.La promesa de una bendición o recompensa si la iglesia continúa siendo fiel y se convierte en vencedora.

Hay otro aspecto de los mensajes a las siete iglesias que debemos tener en cuenta antes de examinar cada uno de los mensajes de manera individual. Cada mensaje estaba destinado al grupo específico de creyentes cristianos que componían la iglesia en esa ciudad. Su contenido se relacionaba con su situación y su experiencia tales como existían en los días de Juan. Cuando los creyentes de Éfeso, por ejemplo, leyeron el mensaje de Jesús, pudieron ver que él les estaba hablando directamente a ellos y a su experiencia. Sin embargo, estos mensajes también tienen un significado más amplio.

Muchos estudiantes de la Biblia han reconocido en las siete iglesias una representación de la historia de la iglesia cristiana a lo largo de las edades, desde los días de Juan hasta el fin de los tiempos. Las características de cada una de las siete iglesias corresponden a un período particular en el curso de la iglesia, desde el primer siglo hasta el final de la historia de la Tierra.

Así que, echemos un vistazo más de cerca a los mensajes que Jesús dio a estas siete iglesias. Y, mientras lo hacemos, debemos pensar en la manera en que se aplican a nuestra propia vida. El consejo de Jesús a estas iglesias se aplicó a los creyentes cristianos de Asia Menor hace muchos siglos, pero también se aplica a nosotros hoy. Enfrentamos muchas de las mismas tentaciones y ataques de Satanás que ellos enfrentaron, incluso si vivimos en un mundo muy diferente.

Éfeso: la iglesia sin amor (31-100 d.C.)

Escribe al ángel de la iglesia de Éfeso:

El que tiene las siete estrellas en su diestra, y anda entre los siete candelabros de oro, dice: “Conozco tus obras, tu trabajo, tu paciencia, y que no puedes tolerar a los malos. Probaste a los que dicen ser apóstoles y no lo son, y los hallaste mentirosos. Has perseverado y soportado pruebas por mi nombre, y no has desfallecido. Pero tengo contra ti que has dejado tu primer amor. Por tanto, recuerda de dónde has caído. ¡Arrepiéntete!, y haz las primeras obras. Si no te arrepientes, vendré a ti y quitaré tu candelabro de su lugar. Pero tienes en tu favor que aborreces las prácticas de los nicolaítas, que yo también aborrezco.

El que tiene oído oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. Al que venza le daré a comer del árbol de la vida, el cual está en el paraíso de Dios” (Apoc. 2:1–7).

En el siglo I, después de que Jesús ascendió al cielo, la iglesia cristiana primitiva fue fiel a Jesucristo. Su doctrina era pura, y la gente puso a prueba a los que decían hablar por Jesús, rechazando las falsas enseñanzas. La iglesia primitiva era una iglesia trabajadora. Jesús los elogia por su labor. Los primeros cristianos eran activos en compartir a Jesús con la gente de los pueblos y las ciudades a su alrededor. El registro bíblico en el libro de los Hechos afirma que los miembros de la iglesia primitiva fueron por todo el mundo entonces conocido para predicar el evangelio, y la iglesia creció. La iglesia primitiva resistió el mal y la apostasía. Eran incondicionales de las verdades de la Palabra. Eran fieles a las enseñanzas de Cristo.

“Pero tengo contra ti –dice Jesús– que has dejado tu primer amor”. Poco a poco, incluso en esos primeros años, el deber empezó a ocupar el lugar de la devoción. Los cristianos de Éfeso estaban trabajando duro para Jesús, pero, al mismo tiempo, estaban perdiendo de vista al Jesús por quien estaban trabajando. Estaban perdiendo su relación de primer amor con él. Empezaron a pensar que ser cristiano se trata de estar ocupado y activo. Estaban viviendo su vida cristiana como una lista de “cosas por hacer”. En su mensaje a la iglesia de Éfeso, Jesús los estaba llamando a amarlo de nuevo como lo habían hecho al principio.

¿Estamos en peligro hoy de perder nuestro primer amor por Jesús y su verdad? ¿Se ha convertido la oración en algo monótono y aburrido? Estudiar la Biblia ¿no es tan interesante y emocionante como lo era antes? Si has perdido tu primer amor, ¿cómo lo recuperas? Recientemente, un joven escribió en nuestro período de preguntas y respuestas en vivo en Internet e hizo una pregunta muy similar: “¿Qué haces cuando sientes que tu experiencia espiritual se está muriendo?” En otras palabras, ¿cómo se sale de la apatía y la complacencia espiritual? ¿Qué pasa si todavía crees, pero tu alma es estéril?

Jesús dice que, para recuperar tu primer amor por él, necesitas recordar “de dónde has caído. ¡Arrepiéntete!, y haz las primeras obras” (vers. 5). Piensa en la ocasión en que te convertiste en cristiano por primera vez: cuán emocionado estabas cuando Cristo transformó tu vida, el gozo que una vez experimentaste en tu vida espiritual. Recuerda la paz que experimentaste al conocer a Jesús y su plan para tu vida. Piensa en un momento en el que te sentiste más cerca de Cristo. ¿Cómo era tu vida de oración entonces? ¿Cómo era tu estudio de la Biblia y tu vida devocional? ¿Qué tan activamente participabas en las actividades de la iglesia de Dios? La Biblia dice que, al contemplar, somos transformados (2 Cor. 3:18). Si quieres una vida espiritual vibrante, apaga el televisor; reduce tu tiempo en Internet y en todas las redes sociales; y pasa tiempo con Jesús en oración, meditación y estudio de su Palabra. El consejo para recuperar su primer amor a la iglesia de Éfeso es: recordar, arrepentirse y volver. Al recordar nuestra primera experiencia, nos daremos cuenta de lo mucho que nos hemos alejado de ese primer encuentro amoroso con Jesús, y eso nos llevará a arrepentirnos y a volver a nuestro primer amor.

Los nicolaítas, mencionados en estos versículos, decían ser cristianos, pero creían que no era necesario obedecer la Ley de Dios. Ireneo, un ministro del siglo II, dijo que los nicolaítas se llamaban a sí mismos cristianos, pero consideraban que era indiferente practicar el adulterio y comer cosas sacrificadas a los ídolos.1 Evidentemente, este grupo creía que el llamado amor, o el sentimentalismo llamado amor, triunfaban sobre la obediencia a Dios. Jesús dice que aborrece “las prácticas de los nicolaítas”. Ese es un lenguaje fuerte. Pero la Biblia es clara en su posición contra aquellos que sienten que no necesitan obedecer los mandamientos de Dios. Su Palabra dice: “El que dice: ‘Yo lo conozco’, y no guarda sus mandamientos, es mentiroso, y la verdad no está en él” (1 Juan 2:4). Jesús dijo: “No todo el que me dice: ‘Señor, Señor’, entrará en el reino de los cielos; sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos” (Mat. 7:21). Como seguidores de Cristo que lo aman apasionadamente, creemos que su Palabra es importante. Lo amamos y elegimos tener una relación con él. Y esa relación incluye la obediencia a sus mandamientos. Cuando amamos a alguien, queremos hacer las cosas que le agradan.

Jesús cierra su mensaje a la iglesia de Éfeso con esta promesa: “Al que venza le daré a comer del árbol de la vida, el cual está en el paraíso de Dios” (Apoc. 2:7). ¿Vencer qué? La apatía, la complacencia espiritual, la apariencia de religión, la falta de verdadera espiritualidad. El llamado ferviente de Cristo a la iglesia de los efesios es un llamado a conocer a Cristo íntimamente, a amar a Cristo profundamente y a servirlo fielmente. Nuestro texto dice que, si Cristo es nuestro primer amor, un día comeremos del árbol de la vida en el paraíso de Dios.

Génesis 2:9 nos dice que Dios plantó el árbol de la vida en el centro del Jardín del Edén. Apocalipsis 22:1 y 2 nos dice que dará fruto junto al río de la vida cerca del Trono de Dios en la Nueva Jerusalén. ¡Imagínate lo que será comer el fruto de ese árbol! Nosotros, como los cristianos de Éfeso, comeremos de ese árbol y viviremos para siempre si vencemos las tentaciones de Satanás por medio de la gracia de nuestro Salvador, confiando en su gran poder.

La descripción de la iglesia de Éfeso presenta acertadamente la condición espiritual de la iglesia primitiva a fines del siglo I. Aunque sus principios se aplican a cada generación, el cumplimiento histórico de esta profecía se produjo en el siglo I.

Esmirna: la iglesia perseguida (100-313 d.C.)

Escribe al ángel de la iglesia de Esmirna:

El primero y el último, el que estuvo muerto y revivió, dice: “Conozco tu tribulación y tu pobreza. ¡Sin embargo, eres rico!

“No tengas ningún temor de lo que vas a padecer. El diablo ha de enviar a algunos de ustedes a la cárcel, para que sean probados, y tendrán tribulación de diez días. Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida.

“El que tiene oído oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. El que venza no recibirá daño de la segunda muerte” (Apoc. 2:8–11).

Llenos del Espíritu Santo y con un corazón rebosante de amor por su Salvador, los creyentes del Nuevo Testamento salieron a transformar el mundo. Compartieron a Cristo en pueblos y ciudades, a la orilla del mar y en el mercado, en sinagogas y tiendas, y en prisiones y palacios. Miles se convirtieron y la iglesia del Nuevo Testamento creció rápidamente. Los conversos acudían a la iglesia desde todas las direcciones. Las huestes del infierno temblaron. El reino del mal estaba siendo derrotado por la poderosa proclamación del evangelio.

El diablo decidió que necesitaba hacer algo para detener el progreso de la iglesia primitiva. Desató la tormenta de la persecución. Durante la época de la iglesia de Esmirna, el Gobierno romano comenzó a perseguir activamente a los cristianos. Esmirna significa “incienso de olor dulce”. El testimonio de los mártires fue como un incienso perfumado que se elevó hacia el Cielo. Jesús aseguró a la iglesia perseguida de Esmirna: “Conozco tu tribulación”. En otras palabras, sé el problema por el que estás pasando. Sé lo pobre que eres, pero eres rica en fe. El diablo los perseguirá y sufrirán una gran tribulación durante diez días. Tu fe será probada, pero no tengas miedo. Estaré contigo.

Hemos visto en el libro de Daniel que un “día” profético equivale a un año literal de tiempo real en la profecía bíblica. Diez días proféticos de severa persecución significarían diez años. Satanás inspiró a algunos emperadores romanos a perseguir a la iglesia y asesinar a los cristianos porque no adoraban al emperador como a un dios. Un emperador especialmente cruel fue Diocleciano, que gobernó Roma del año 303 al 313 d.C., un período de diez años. Diocleciano instituyó un tiempo terrible de persecución contra los cristianos. Los seguidores de Jesús fueron quemados vivos, se los arrojó como alimento para los animales salvajes en el Coliseo y algunos fueron decapitados. La iglesia de Esmirna fue verdaderamente la iglesia perseguida.

Durante este tiempo, uno de los últimos mártires en morir heroicamente fue Policarpo, el líder de la iglesia de Esmirna. Mientras se enfrentaba a una multitud sedienta de sangre en el estadio de la ciudad, el gobernador romano exigió que ofreciera incienso a los dioses de Roma y reconociera a César. Policarpo respondió con calma: “Ochenta y seis años lo he servido (a Jesús), y no me ha hecho ningún mal. ¿Cómo puedo blasfemar a mi Rey, quien me salvó?” Policarpo fue quemado en la hoguera en el mercado de Esmirna por negarse a quemar incienso a los dioses de Roma y negar a Cristo. Su fidelidad le costó la vida. En cada generación, Dios invita a su pueblo a serle fiel. Las circunstancias pueden ser diferentes, pero el desafío es el mismo: compromiso con Cristo y fidelidad a su Palabra.2

Jesús se presentó en términos únicos que eran especialmente aplicables a esa iglesia, antes de entregarle su mensaje. Fíjate la manera en que se describe a sí mismo a la sufrida y perseguida iglesia de Esmirna. Dice: “El primero y el último, el que estuvo muerto y revivió” (vers. 8). Los miembros de la iglesia de Esmirna enfrentaron tortura, encarcelamiento y muerte por su fe. Esmirna fue la iglesia donde los cristianos se convirtieron en mártires. A ellos, Jesús señala su propia muerte y resurrección. Murió en la Cruz, pero ahora vive. Y es capaz de dar vida eterna a los mártires que renunciaron a su vida por permanecer fieles a él.

¿Qué nos dice esto a ti y a mí hoy? Cuando llegue la tribulación del tiempo del fin y el poder de la bestia emita un decreto de muerte contra todos los que se nieguen a abandonar a Dios y adorar la imagen de la bestia, Jesús es quien se presenta como el Autor de la vida. El mensaje de Esmirna es que podemos anclar nuestra fe en aquel que descendió a la tumba y salió victorioso sobre la muerte.

Son notables, también, las promesas que Jesús hace a la sufriente iglesia de Esmirna, la iglesia en la que tantos dieron su vida por él. Declara: “Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida” (vers. 10; énfasis añadido). Esa es la elección: la muerte temporal por permanecer fiel a Jesús pero la corona de la vida eterna. Jesús termina su mensaje a Esmirna prometiendo: “El que venza no recibirá daño de la segunda muerte” (vers. 11). La segunda muerte es la muerte eterna. La persecución romana implicó la muerte para muchos de los cristianos de la iglesia de Esmirna, pero esta fue la muerte que nos llega a todos en algún momento: la primera muerte. Estos fieles, y los fieles de todas las épocas, no pueden ser dañados por la muerte segunda. ¡Qué promesa! Jesús, el Dador de la Vida, venció la tumba. Descendió a la tumba y salió vivo. Él es la Resurrección y la Vida, y nos asegura que en él también nosotros tenemos vida eterna y un día viviremos para siempre, por la Eternidad.

Pérgamo: la iglesia que comprometió sus principios (313–538 d.C.)

Pérgamo estaba ubicada en la cresta de una montaña y era conocida por sus numerosos templos paganos y su gran biblioteca de doscientos mil rollos. Pérgamo creó el primer culto de adoración a un emperador vivo. Por eso se le llama el lugar “donde mora Satanás”.

Éfeso, la primera de las siete iglesias, es la iglesia doctrinalmente pura pero que ha dejado su primer amor. La segunda iglesia, Esmirna, es la iglesia perseguida, pero también es aquella a la que Jesús promete la vida eterna sin importar lo que enfrente. Pérgamo, la tercera iglesia, es la iglesia que compromete sus principios. En el período de Éfeso (31-100 d.C.), la iglesia creció rápidamente. Satanás desató una feroz persecución durante el período de Esmirna (100–313 d.C.), tratando de sofocar el crecimiento del cristianismo. Sin embargo, la persecución hizo que la iglesia creciera aún más rápidamente. Como escribió Tertuliano, un líder de la iglesia primitiva: “La sangre de los cristianos es semilla”.3 Por lo tanto, Satanás probó con una táctica diferente. Siguió una nueva estrategia. En lugar de tratar de destruir a la iglesia por medio de la persecución, la llevó a comprometer sus principios bíblicos al unirse con los poderes del Estado. La iglesia ya no fue perseguida. Se hizo popular. Mediante esta unión entre Iglesia y Estado, fue exaltada. En el período de Pérgamo (313–538 d.C.), el cristianismo se convirtió en la religión oficial del Estado. Para lograr esto, la iglesia hizo concesiones. Mezcló enseñanzas paganas con principios bíblicos. Relajó sus estándares para atraer a los no cristianos. Pérgamo es la iglesia que terminó comprometiendo sus principios.

Durante este periodo, la iglesia adoptó deidades paganas y las rebautizó con nombres de santos cristianos. Los paganos estaban acostumbrados a adorar ídolos, por lo que se introdujeron en la iglesia imágenes de los santos para su adoración. Se adoptaron doctrinas falsas, incluidas las influencias de la adoración al Sol que llevaron a la observancia del domingo, el día del Sol, en lugar del sábado del séptimo día de Dios. La iglesia romana estaba siendo exaltada al unirse con el Gobierno romano durante este tiempo.

Por eso Jesús se dirigió a Pérgamo con estas palabras: “El que tiene la espada aguda de dos filos dice” (vers. 12). ¿Qué representa la espada de dos filos? Hebreos 4:12 compara la Palabra de Dios con una espada aguda de dos filos. La iglesia de Pérgamo estaba haciendo concesiones y perdiendo de vista la verdad bíblica de Dios. Estaba permitiendo que la Palabra de Dios se diluyera con doctrinas y prácticas paganas. De esta manera, Jesús les recuerda que él es quien empuña la espada de dos filos de la Palabra, la fuente de las verdaderas doctrinas.

El mensaje a la iglesia de Pérgamo continúa diciendo: “Conozco que habitas donde está la silla de Satanás. Con todo, permaneces fiel a mi nombre. No has negado mi fe [...]. Pero tengo unas pocas cosas contra ti: que tienes a algunos que sostienen la doctrina de Balaam, que enseñó a Balac a incitar a los israelitas a comer cosas sacrificadas a los ídolos y a cometer fornicación” (Apoc. 2:13, 14).

Todavía había cristianos en Pérgamo que no habían negado su fe, incluso en este período de concesiones y acomodación al paganismo. Pero Jesús dice que algunos en la iglesia de Pérgamo estaban siguiendo el ejemplo de Balaam. La historia de Balaam se encuentra en Números 22. Balaam fue un falso profeta que se unió a un rey pagano, Balac, para conducir a los hijos de Israel a la apostasía contra Dios por medio de banquetes e inmoralidad. El poder religioso y el poder secular se unieron en las personas de Balaam y Balac para hacer que Israel comprometiera su fe en Dios.

El mensaje aquí es que, en el período de Pérgamo (313–538 d.C.), la Iglesia y el Estado se unirían para comprometer la fe genuina y bíblica. En este período, el mundo entraría en la iglesia, y la iglesia sería exaltada. El poder religioso y el poder político se unirían para apoyarse mutuamente y hacer cumplir las políticas y las doctrinas de cada uno. La tradición y las doctrinas humanas serían aceptadas en la iglesia, en lugar de la verdad bíblica. Por eso dice Jesús:

Por tanto, ¡arrepiéntete! Si no, vendré pronto a ti y pelearé contra ellos con la espada de mi boca. El que tiene oído oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. Al que venza le daré del maná escondido” (vers. 16, 17).

Jesús dice: “Quiero darles el maná oculto de mi Palabra. Quiero que se deleiten en mi Palabra”. Jeremías escribió: “Cuando se hallaron tus palabras, yo las devoré, y tu palabra fue el gozo y la alegría de mi corazón” (Jer. 15:16). “Apártense de todas las falsas doctrinas”, Jesús insta a la iglesia de Pérgamo, “y deléitense en mi Palabra”.

Este sigue siendo un buen consejo para nosotros hoy. Satanás está ansioso por comprometer nuestra fe e inducir falsas enseñanzas en la iglesia de hoy. La iglesia comprometió su fe durante el período de Pérgamo. Sucedió entonces, y Apocalipsis nos dice que volverá a suceder en los últimos días.

También puede suceder en nuestra experiencia espiritual personal. Nuestra única seguridad es pasar tiempo con la Palabra de Dios, alimentándonos de ella y permitiéndole que nos nutra espiritualmente y nos “vacune” contra los engaños de Satanás.

Jesús termina su mensaje a Pérgamo con esta promesa: “Al que venza le daré del maná escondido y una piedrecita blanca, y en ella escrito un nombre nuevo, que conocerá solo el que lo reciba” (Apoc. 2:17).

En la época de los romanos, si comparecías en juicio ante la Corte, cuando el jurado regresaba, arrojaba una piedra blanca en un recipiente si eras absuelto o una piedra negra si eras declarado culpable. La piedra blanca representa la libertad de la culpa.4 Los que vencen y se niegan a involucrarse en las concesiones de esta unión Iglesia-Estado están libres de culpa. Jesús los limpia de sus pecados y los absuelve por medio de una piedra blanca. Todo esto es un estímulo para que nunca comprometamos nuestra fe, sino que siempre seamos fieles a Cristo.

Tiatira: la iglesia corrupta (538-1500 d.C.)

La ciudad de Tiatira se encontraba entre dos valles en la principal ruta comercial. Era un floreciente centro artesanal, famoso por sus tejedores y artesanos, y por su hermosa tintura púrpura que se usaba para teñir las telas. Tiatira era la ciudad natal de Lidia, una de las primeras conversas de Pablo (Hech. 16:14).

Tiatira representa a la iglesia en el período de la Edad Media (538-1500 d.C.). Jesús le dice a esta iglesia: “Conozco tus obras: tu amor, tu fidelidad, tu servicio y tu paciencia; y tus obras últimas, mayores que las primeras. Pero tengo contra ti que toleras a esa mujer Jezabel, que dice ser profetisa y seduce a mis siervos, y les enseña a fornicar y a comer cosas ofrecidas a los ídolos. Le di tiempo para que se arrepienta de la fornicación, y no quiere arrepentirse. Así, la arrojaré en un lecho de sufrimiento; y a los que adulteran con ella los arrojaré en gran tribulación, si no se arrepienten” (Apoc. 2:19–22).

La iglesia de Tiatira fue culpable de adulterio espiritual. A lo largo de las Escrituras, encontramos la relación entre Dios y su pueblo ilustrada por la relación matrimonial (Isa. 54:5; Jer. 31:32; Efe. 5:23; etc.). A menudo, se representa a Cristo como el esposo; y a la iglesia, como su novia. Así como el esposo y la esposa deben ser fieles el uno al otro hasta la muerte, Dios y su pueblo deben ser fieles el uno al otro. Dios siempre es fiel con nosotros, pero cuando le somos infieles es adulterio espiritual.

Jezabel fue una reina malvada de Israel, esposa del rey Acab (1 Rey. 21). Ella resistió al profeta Elías y luchó contra sus esfuerzos por llevar a Israel de regreso a Dios. Ella aparece aquí en Apocalipsis como un símbolo de adulterio espiritual: apostasía e infidelidad. Ella es la encarnación de la iglesia falsa. Durante este período, la Edad Media, todo tipo de mitos y falsedades inundaron la iglesia. La iglesia combinó su autoridad con la del poder político para obligar a hombres y a mujeres a creer y seguir las tradiciones humanas en lugar de las puras enseñanzas de la Biblia. Jesús afirma, en Apocalipsis 2:22, que la iglesia de Tiatira está enferma, y le pide que se deshaga de sus pecados.

Durante la Edad Media, la luz de la verdad de Dios titiló. Casi se apagó. Pero incluso en estos siglos de apostasía, Jesús contempló a la iglesia y vio a algunos que habían permanecido fieles a él. Se enfrentaron a todas las tentaciones y los embates de Satanás, y a una iglesia apóstata. Jesús dirige estas palabras de consuelo a los que permanecieron fieles en Tiatira. “Pero a los demás que están en Tiatira, a todo el que no tiene esa doctrina y no ha conocido lo que ellos llaman los profundos secretos de Satanás, les digo: ‘No les impondré otra carga. Pero la que tienen, reténganla hasta que yo venga’ ” (vers. 24, 25).

Jesús vio a algunos incluso en Tiatira que no habían comprometido la verdad. Dios siempre ha tenido su pueblo fiel. En los últimos días, cuando parece que todo el mundo sigue al poder de la bestia que se opone a Dios, todavía habrá quienes “guarden los mandamientos de Dios y la fe de Jesús” (Apoc. 14:12). Necesitamos tomar las decisiones hoy que nos permitirán, por la gracia de Dios, estar entre ese grupo fiel.

Las primeras cuatro iglesias resumidas

Las primeras cuatro de las siete iglesias representan cuatro períodos de la historia de la iglesia, desde los comienzos de la iglesia cristiana, en el año 31 d.C., hasta el apogeo de la iglesia medieval, en el siglo XVI. Los podemos esquematizar de la siguiente manera:

Éfeso: la iglesia sin amor (31-100 d.C.). La iglesia de Éfeso sustituyó la devoción por el deber. Sustituyó una relación viva con Cristo por las obras. Perdió de vista su primer amor. Dios los exhortó a volver a su primer amor, y si nosotros también lo hemos perdido, nos llama de nuevo a una relación de amor con él.Esmirna: la iglesia perseguida (100–313 d.C.). Dios animó a la iglesia de Esmirna a ser fiel en medio de la persecución. Apocalipsis predice un tiempo de angustia y persecución en los últimos días, durante el cual necesitaremos la fortaleza de Cristo para ser fieles a Dios.Pérgamo: la iglesia que comprometió sus principios (313–538 d.C.). La iglesia se hizo popular y fue exaltada, y el resultado fue que cedió ante el mundo. Para el año 538, la iglesia cristiana se había fusionado tanto con el Gobierno romano que asumió tanto la autoridad religiosa como la política. Hay algo en la naturaleza humana que hace que nos alejemos de Dios cuando las cosas van demasiado bien. Debemos resistir la tendencia a ceder ante el mundo.Tiatira: la iglesia corrupta (538-1500 d.C.). La iglesia, durante este período, estaba en tinieblas espirituales. Pero incluso en medio de la oscuridad espiritual, Dios busca a los que permanecen fieles. Cuanto más se aleja la iglesia de Dios, más crucial se vuelve que permanezcamos cerca de él.

Los mensajes de Cristo a las siete iglesias en Asia Menor se dirigieron a las iglesias locales del siglo I, pero se relacionan especialmente con la iglesia en distintas épocas de la historia de la iglesia. Todavía hoy, las lecciones relevantes y poderosas de cada uno de estos períodos hablan con un significado profundo a nuestra vida cristiana.

Los mensajes de Jesús a las últimas tres de las siete iglesias aparecen en el siguiente capítulo: Apocalipsis 3.

1 Irenaeus, Against Heresies, 1.6.3, http://www.newadvent.org/fathers/0103126.htm

2 Ver Henry Wace, “Dictionary of Christian Biography and Literature to the End of the Sixth Century AD, With an Account of the Principal Sects and Heresies”, Christian Classics Ethereal Library, ccel.org, consultado el 2 de abril de 2020, https: //www.ccel.org/ccel/wace/biodict.html?term=Polycarpus,%20bishop%20of%20Smyrna.

3 Tertullian, Apologeticus, 50, http://www.newadvent.org/fathers/0301.htm

4 Thomas Goodwin, Moses and Aaron: Civil and Ecclesiastical Rites, Used by the Ancient Hebrews (R. Scot, T. Basset, J. Wright, R. Chiswel, B. Griffin, G. Connyers y M. Wotton, 1685), p. 188.

Capítulo 3

Muertos, fieles y tibios

Apocalipsis 3

Mientras avanzaba lentamente por el sendero alpino estrecho y sinuoso en el norte de Italia, la majestuosidad de las montañas, el aire montañoso fresco y puro, los campos llenos de flores y los arroyos cristalinos y caudalosos vigorizaron mi espíritu. Hice una pausa para contemplar las impresionantes vistas, y mi mente retrocedió a lo largo de los siglos. Casi seiscientos años antes, un grupo de peregrinos compuesto por hombres, mujeres y niños cansados, helados hasta los huesos y hambrientos, huía apresuradamente de sus opresores medievales por este mismo camino.

La historia llama Edad Oscura a este período. El siglo XIII no fue amigable con quienes se oponían conscientemente a los puntos de vista de la iglesia popular. Fueron oprimidos, perseguidos y masacrados en nombre de la religión. Encontraron refugio en estos prados de montaña, grietas rocosas y cuevas oscuras. Me sentí atraído por la experiencia de personas piadosas de tan firme convicción. Frente a obstáculos insuperables, tenían una fe que desafiaba la muerte. Se mantuvieron firmes en lo que creían y estuvieron dispuestos a sacrificar su propia vida por ello.

Estas personas tenían algo que el siglo XXI necesita con desesperación: un propósito por el cual vivir. El renombrado psicólogo estadounidense Philip Cushman, en su artículo “Why the Self Is Empty” [Por qué el yo está vacío], analiza a la gente que lleva una vida sin propósito en una sociedad individualista, occidental, próspera y egocéntrica. Escribe acerca de aquellos que han “construido un yo que es, fundamentalmente, una frustración para ellos mismos”.5 Sus creencias son superficiales. Es poco lo que realmente les importa. No tienen nada por lo que valga la pena morir y, por esta razón, tampoco tienen algo por lo que valga la pena vivir. La fuerza que los impulsa es una necesidad inmediata de gratificación propia, que finalmente los deja vacíos e insatisfechos.6

Pero los hombres, las mujeres y los niños en cuyas huellas estaba caminando por este sendero empinado y rocoso eran dramáticamente diferentes. Tenían un propósito permanente por el que valía la pena vivir. Sus creencias tenían importancia para ellos, y no estaban dispuestos a comprometer su integridad. Sus creencias centrales eran parte de su ADN espiritual. Negar estas creencias era negar su identidad. Frente a la muerte misma, tenían paz interior. La suya era una profunda serenidad de alma que es inexistente en nuestro mundo de ostentación, glamour y autogratificación inmediata del siglo XXI. Vivían con la certeza de que su vida estaba en las manos de Dios y de que él es lo suficientemente grande como para encargarse de cualquier problema que pudieran enfrentar. En nuestro último capítulo, descubrimos que había un “remanente” fiel incluso en Tiatira, la iglesia de la Edad Media, o Edad Oscura. En cada generación, Dios ha tenido un remanente fiel de verdaderos creyentes que han estado comprometidos con su voluntad y fueron obedientes a su Palabra.