Guía para cambiar de vida - María del Mar Jiménez - E-Book

Guía para cambiar de vida E-Book

María del Mar Jiménez

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Beschreibung

Tu buena vida te está esperando ¿Quieres emprender un cambio de vida, pero no tienes claro si tu sueño es viable, te paralizan los miedos y no sabes por dónde empezar? Tanto si quieres dejar la oficina e irte a vivir al campo, como si deseas dar la vuelta al mundo en un velero o, simplemente, hacer ajustes en tu estilo de vida, ¡no necesitas ganar la lotería para ponerte a ello! Este libro te acompaña en el proceso de tomar decisiones. A partir de una auditoría de tu vida y de tus deseos, te ayuda a contemplar los escenarios posibles, fijar prioridades, trazar metas realistas y diseñar un plan de acción. Y con los ejercicios del Cuaderno de ruta, descubrirás, paso a paso, el mejor modo de cambiar de vida, el camino hacia tu Buena Vida.

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© del texto: María del Mar Jiménez, 2022.

© de esta edición: RBA Libros y Publicaciones, S. L. U., 2023.

Avda. Diagonal, 189 - 08018 Barcelona.

rbalibros.com

Primera edición: marzo de 2023.

REF.: OBDO171

ISBN:978-84-113-2353-6

ELTALLERDELLLIBRE•REALIZACIÓNDELAVERSIÓNDIGITAL

Queda rigurosamente prohibida sin autorización por escrito

del editor cualquier forma de reproducción, distribución,

comunicación pública o transformación de esta obra, que será sometida

a las sanciones establecidas por la ley. Pueden dirigirse a Cedro

(Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org)

si necesitan fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra

(www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47).

Todos los derechos reservados.

DEDICO ESTE LIBRO A MI MARIDO ÁNGEL Y A MI HIJO SAMAEL. NO EXISTIRÍA MI BUENA VIDA SIN ELLOS.

AL PRIMERO LE AGRADEZCO SER EL MEJOR COMPAÑERO DE CAMINO PARA MÍ.

Y AL SEGUNDO QUE, GRACIAS A SU NACIMIENTO, MI VIDA SUFRIÓ UNA METAMORFOSIS DE TAL ENVERGADURA QUE HA DADO A LUZ ESTE LIBRO.

La fe mueve montañas.

MATEO 11.20

Tu conexión interior, una auditoría de tu vida,

las buenas decisiones, una estrategia detallada

y el cuaderno de ruta te permitirán disfrutar de tu buena vida todos los días de tu vida.

La autora de este libro

CÓMO LEER Y APLICAR ESTE LIBRO

Querido lector:

Este libro que tienes entre tus manos es muy valioso.

Y no, no es una exageración o derrape de la autora, sino que es un aviso de que la lectura de este documento puede afectarte a un nivel más profundo de lo que crees.

Y más intenso será si tú pones también de tu parte y sigues los consejos que te propongo con ejercicios, reflexiones y, especialmente, decisiones.

En realidad, más que un libro, Guía para cambiar de vida es un manual de instrucciones que te ayudará a percatarte de dónde estás ubicado en las diferentes áreas de tu vida y a dónde quieres dirigirte. Es decir, es como una brújula para establecer tus propias coordenadas, porque tu buena vida —como tu huella dactilar— es única e intransferible.

También te informo de que los resultados finales serán más sinceros y viables si te atreves a caminar este recorrido con honestidad total por tu parte y a bucear sin miedo en tu interior.

Este libro no es una visita a Lourdes, ni te promete milagros ni unicornios. De hecho, uno de sus mensajes principales es que no necesitas en absoluto que te toque la lotería para conseguir tus sueños. Lo que necesitas es definirlos, tomar las decisiones correctas y ponerlas en marcha.

Puedes hacer una primera lectura «de puntillas» y después un segundo repaso con un boli y un cuaderno para cumplimentar las hojas de trabajo. O puedes enfrentarte a todo el proceso desde el principio, y a tu ritmo, saboreando cada capítulo.

Lo que tú prefieras, pero comprométete contigo mismo.

Por mi parte, te aseguro que te aportaré claridad y un plan de acción detallado para que puedas empezar a transitar tu propia buena vida desde la última página de este libro.

Átate los cordones porque comenzamos...

PREFACIO

Si haces lo que siempre has hecho,

llegarás donde siempre has llegado.

TONYROBBINS

¡Qué suerte tienes!

¡Qué envidia me das!

Si me tocase la lotería haría como tú, pero yo me iría a la playa.

Estos son algunos de los cientos de comentarios que he recibido en los últimos años de mi vida y puede que sean el detonante para materializar este libro.

Llegó un momento en que me harté de que personas cercanas, e incluso desconocidos, adjudicasen a factores externos, como el destino o los juegos de azar, los resultados de mi vida.

Parece que curiosamente eso de la «ley causa-efecto» funciona en la huerta, donde recoges lo que siembras (con bastantes matices), pero no en tu día a día. Si disfrutas o tienes algo que, aparentemente, no tiene la mayoría, debe de haber «gato encerrado».

Y, por supuesto, esta filosofía de quitar al otro todo tipo de mérito y esfuerzo y victimizarte por tu situación personal implica comodidad e irresponsabilidad, dos ingredientes básicos para una vida sin pena ni gloria. Creo que más bien hablaríamos de «sobrevivir» en vez de vivir con mayúsculas.

Este libro nace, por un lado, del hartazgo de escuchar a algunas personas creer que mi vida ha caído del cielo y, por otro, de un deseo y cruzada personal para mostrar al mundo que puedes conseguir una vida mejor a tu medida. Sin loterías ni pajaritos.

Hay un meme muy sabio que dice: «¿Qué pastillas tomas para ser feliz? Tomo decisiones», y yo lo suscribo totalmente.

De hecho, esa es la moraleja final de este libro: tomar las mejores decisiones en cada momento según tu brújula interna —y no lo que indique la sociedad de turno— y accionarlas. Y eso depende de ti y puede escocer o, como mínimo, implica movimiento y algo de sudor.

«Con los pies en la tierra y la cabeza en el cielo» es uno de mis lemas. Sueños y metas sí, pero ropa de faena también. Lo uno sin lo otro no funciona. Hay demasiadas personas con grandes ideas que no las materializan y eso no sirve de nada —además de ser frustrante— ni compensa personalmente. A lo largo del libro te enseñaré la técnica del embudo para que puedas «bajar a tierra» los objetivos prioritarios para ti, paso a paso.

Y después de este desahogo, te diré que me llamo María del Mar Jiménez Redal, vivo voluntariamente, con mi marido y mi hijo adolescente, en un pueblito en las montañas en el norte de España con menos de cien vecinos en invierno. Y me siento como Heidi en versión madurita del siglo XXI.

No siempre fue así.

Hace más de una década decidimos dar un golpe de timón en nuestra vida y hacer varios cambios drásticos. Dejamos la ciudad por el campo, dimitimos de dos empleos supuestamente seguros y bien remunerados e iniciamos proyectos más acordes con nuestros ideales. Unos fracasaron y otros arraigaron, pero aquí seguimos.

No ha sido un camino de rosas y también hemos tenido que lamernos las heridas, pero no nos hemos arrepentido ni un solo segundo.

Sin lotería, sin subvenciones, sin irnos al Himalaya para iluminarnos, sin tomar cosas raras y sin adorar al gurú de turno.

A nuestro ritmo, adaptándonos a la edad de nuestro hijo y a los vaivenes de la vida y las situaciones externas, pero con un mapa y objetivos claros: nuestro propio concepto de buena vida.

Esa es la «piedra filosofal»: conocerte y dejar espacio para que aflore todo lo que tienes que ofrecer al mundo. Y me temo que esto trata más de decisiones que de pastillas y soluciones simplistas.

Qué bien suena sobre el papel, pero yo no puedo.

Paso de irme al campo lleno de moscas y burros.

A las puertas de la jubilación ya no me compensa eso de tomar decisiones.

Con hijos no se puede.

Con mi sueldo no se puede.

Con deudas no se puede.

Con mi marido no se puede.

Y más excusas, miedos y frenos hasta el infinito.

La realidad es que sobrevaloramos lo que podemos hacer en el corto plazo, pero infravaloramos completamente todo lo que podemos conseguir en el medio y largo plazo si estamos bien enfocados y trabajando nuestra buena vida.

Hay quien puede disfrutar de resultados inmediatos solo planteándose en profundidad su situación personal, pero otros necesitan un trecho porque la distancia entre el punto actual y el deseado es amplia y porque tienen que sanar o cerrar asuntos por medio.

En cualquier caso, y como explicaremos más adelante, la buena vida no es una meta, sino todo el camino en sí mismo. Cada día es una vida en miniatura y debemos honrarla como tal.

Y más allá del tiempo, tampoco hay distinciones en los modelos de vida que cada uno elija.

Unos anhelan un cochazo, otros suspiran por descansar bajo una palmera bebiendo mojitos; algunos quieren tener más tiempo para criar a sus hijos; hay quien busca una vida lenta y minimalista, otros viajar por el mundo sin billete de vuelta; unos quieren vivir en un rascacielos y otros tener huerto y gallinas. La mayoría aspira a hacer algo más que llegar a fin de mes y quiere vivir una vida con propósito.

Da igual tu edad, tus ahorros, tu situación familiar o laboral. Hay una buena vida a medida de cada persona y la hoja de ruta es la misma para todos y en todas las circunstancias. Cambiará la velocidad y el tiempo de llegada según el compromiso de cada persona. Y el destino final es diferente, pero los pasos son los mismos.

Y, por último, en esta introducción quiero aclararte que, hasta cierto punto, el detonante de este libro ha sido el enfado porque algunos supusieran que mi vida actual es más fruto de la suerte que de decisiones incómodas, trabajo personal y renuncias. Pero te aseguro que la amabilidad, la dulzura y el goce van a estar presentes en todo el libro.

No concibo una buena vida futura cultivando mala vida en el presente.

No existe calma, abundancia y dicha mañana si nos enfangamos ahora en la queja, la miseria y la rabia.

Te invito a embarcarte en esta travesía de tu buena vida desde la responsabilidad personal, la alegría, la esperanza realista y el bienestar. En el grado en que cada uno pueda, pero que sea una alta vibración, la conciencia y la luz quienes guíen nuestros pasos.

1

QUÉ ES EXACTAMENTE ESO DE «LA BUENA VIDA»

Pocos consiguen sus sueños y

la razón es que viven los sueños de otros.

CIPRIANOTOLEDO

Realmente no existe un único significado de eso llamado «buena vida».

Te confieso cómo llegué a ese concepto. La precuela de este libro es una formación online llamada Destino: la buena vida. Yo tenía claro que lo que quería transmitir eran las fases para cambiar de vida y pasar del hastío a la realización personal, pero no encontraba ningún título que encajase y que me gustase.

Un día, en uno de los mails que recibo, aparecieron unas webs anglosajonas que trataban sobre el concepto de «buena vida» enfocado en el campo, la agricultura natural, la vida lenta, sentir el presente y todo ese mundo slow. Me encantó el concepto.

Mi primer miedo era que «buena vida» también se asocia a dolce vita y a un ambiente de fiesta, informal, con muchas risas, pero también con inconsciencia. Yo no iba por ahí.

Quería transmitir una buena vida de bienestar, de sentirse en el lugar correcto, de aprovechar tu tiempo y no percibir que los días se escurren entre los dedos, de vivir al máximo y no meramente arrastrarse, llegar a ancianos sin —grandes— arrepentimientos por todo aquello que no comenzamos o no nos atrevimos y, sobre todo, disfrutar y estar orgulloso de tu vida y cotidianeidad y no querer cambiarla por otra.

La buena vida que te ofrece este libro es como un traje a medida, la más bella creación del mejor de los sastres y, como tal, debes aceptar lo siguiente:

La buena vida está completamente viva y es cambiante. Tú no anhelas ahora lo mismo que hace años y seguramente, cuando acabes el libro y tu análisis, tu idea de buena vida variará de la inicial.

No existe una buena vida mejor que otra. Hay tantas como personas en este mundo y pueden ser muy dispares. Mar o montaña, en pareja o en solitario, con hijos o sin ellos, con la economía muy saneada o viviendo al día, en coche ostentoso o en bicicleta, anónima o pública, sedentaria o nómada, rutinaria o aventurera, moderna o victoriana...

Aquí nadie juzga las metas de otros, sino que te ofrezco las herramientas para definirlas y el mapa para alcanzarlas, sean como sean.

¿Hay atajos?

Claro que sí, pero no te los recomiendo en un primer momento.

Existen muchas disciplinas y recursos, tanto de la psicología convencional como de la transpersonal, que nos ayudan a conocer nuestros talentos, nuestros puntos fuertes y nuestra «misión». Hay test de inteligencia clásica, cartas astrales, eneagramas, registros akáshicos y también técnicas cuánticas de nombres llamativos.

Considero que es preferible que primero hagas tú el trabajo personal de conocerte, analizarte y tomar decisiones, porque para eso tenemos un gran cerebro y un gran corazón a nuestro favor. Y después, si quieres y conectas con alguna de esas u otras prácticas, puedes confirmar o matizar tus reflexiones.

Aquí no queremos vivir la vida de otros ni lo que indique un superestudio, por muy trascendental que parezca.

Sé que es muy tentador que otros hagan la búsqueda de las coordenadas en el mapa por nosotros mismos, pero, si estas no se alinean con nuestro interior, no servirán de mucho.

La definición de tu buena vida es tuya, no la delegues. Tú, tus entrañas, tu intuición y tu alma, sois el oráculo. Y, cuando la encuentres tras tu propio trabajo de indagación personal, ya la pulirás como quieras.

Siguientes pasos

Te preguntarás cómo vas a conseguir de verdad esa quimera de descubrir tu buena vida.

Estos son los objetivos de este libro:

Analizar por qué no estás viviendo ya tu buena vida y eliminar todos los frenos y obstáculos posibles.Ofrecerte las pautas para que, mediante un potente trabajo de reflexión —que nunca hacemos nosotros mismos en la vorágine del día a día—, te acerques a tu definición de buena vida.Guiarte para que ajustes tu brújula y definas un mapa.Darte las claves para que tomes buenas decisiones porque, probablemente, tengas demasiados objetivos y deberás priorizar.Mostrarte cómo planificar tu plan de acción.Motivarte para que te pongas en marcha y «bajes a tierra» tus descubrimientos y decisiones.

¿Y cuál es tu trabajo?

Leerlo todo con mente abierta y tomártelo en serio. Aprovechar al máximo este libro y mi experiencia de casi dos décadas en cartografiar cambios de vida y acompañar a los alumnos en sus caminos.Respetar tus reflexiones y anotaciones en las hojas de trabajo, aunque te sorprendan o te parezcan imposibles. Ya te demostraré cómo pasar del «no puedo» al «aún no sé cómo conseguirlo» o «tengo varios escenarios posibles y priorizo X en este momento».Bloquear tu agenda para estos deberes personales. No hay nada más importante que las citas con tu propia buena vida.No engañarte. Regálate una sinceridad total en tus respuestas, aunque no encajen con tu entorno, con los deseos de tus padres o con lo que los demás esperan de ti. Mírate en el espejo sin miedo y sin juicios.Darte permiso para vivir este proceso, elijas lo que elijas finalmente.Disfrutar del proceso y tomártelo como un juego o un reto. La meta es tu plenitud, mucho más que la efímera felicidad.

Vamos allá...

2

50 RAZONES QUE TE ALEJAN DE TU BUENA VIDA

Antes de iniciar la aventura de «en busca de nuestra buena vida perdida» cual arqueólogos metódicos (eso será en el capítulo 3, «Auditoría de tu vida»), vamos a centrarnos en una fase previa.

Se trata de conocer las razones por las que aún no estamos inmersos en ella.

Vamos a enumerar los distintos obstáculos, miedos, falsas creencias, autoengaños y zancadillas sociales que nos impiden brillar y acercarnos a una vida mejor. Analizaremos cuáles de estos cincuenta elementos nos frenan más a cada uno de nosotros en estos momentos y, por supuesto, buscaremos antídotos y soluciones.

De nada servirá definir un proyecto perfecto en el siguiente capítulo si tenemos palos en las ruedas que no eliminamos.

Este análisis también nos servirá para diagnosticar si estamos en una fase pre-buena vida y cómo podemos abordarlo y superarlo.

Dividimos este conjunto de cincuenta criterios en tres grandes grupos:

El viaje del héroe —o de la heroína—, que se centra en factores que atañen a nuestra responsabilidad personal.

Fiesta de miedos, que recoge muchos de los temores a los que nos solemos enfrentar.

Cultivar la metamorfosis sobre el tránsito de la fase actual a la potencial mariposa de tu buena vida.

El viaje del héroe: mapa y responsabilidad personal

Nunca hay viento favorable

para quien no sabe a dónde va.

SÉNECA

1.A la deriva

La imagen de un barquito de papel surcando el agua sin rumbo fijo define muy bien este punto.

Sencillamente, la mayoría de las personas no están viviendo su propia buena vida porque ni siquiera saben que existe y no es un destino en su radar. No porque no les interese tener mayor bienestar y conexión personal, sino porque ni siquiera se lo han planteado.

Hablamos de vidas marcadas por la inercia, sumidas en dificultades cotidianas que nos obligan a vivir apagando fuegos, uno tras otro, y que, si no tomamos la decisión de parar, revisar y ajustar el rumbo, no nos llevan a ningún lugar consciente y voluntario.

Es como vivir en una neblina, en la indefinición, en piloto automático o dando palos de ciego. No controlamos el timón y tampoco tenemos ni mapa ni plan. ¿Cómo vamos a llegar a buen puerto con este tipo de navegación?

En muchos casos se vive la vida de otras personas, la que tus padres proyectaron para ti y seguiste el camino sin desviarte ni protestar, lo que se esperaba de ti socialmente según el entorno en el que te criaste (normalmente estudiar, ser empleado de otros, hipotecarte, pagar impuestos, medicarte y morir), o puedes ser el resultado de tu yo pasado.

Estamos donde estamos por las decisiones que tomamos de adolescentes con la elección del tipo de estudios y carrera universitaria y después la vida se encargó de arrastrarnos en una sucesión de acontecimientos hasta que nos damos cuenta y frenamos.

La necesidad de parar es una de las mejores medicinas que conozco y la leerás con frecuencia en este libro. En el punto 4 la explicaremos en profundidad.

El antídoto para dejar de ir a la deriva es tomar el control. Darnos cuenta de que así no queremos ni podemos seguir y dar un paso al frente pasando de espectadores de nuestra vida a actores principales.

Lo primero es coger el timón de nuestra vida y luego ya veremos a dónde navegamos. La lectura de este libro ya implica este paso al frente. Felicidades.

2.No pensar en lo importante en la vida

Hace tiempo, mientras leía un libro de desarrollo personal, me impactó profundamente una observación de un autor sobre el poder de reflexionar; que, simplemente pensando, podríamos mejorar nuestra vida a todos los niveles.

Nada más y nada menos.

Pensar. Algo gratuito y anatómico porque todos nacemos equipados con un cerebro último modelo que nos confiere esa capacidad.

Y aunque pueda parecer algo intrascendente, recordemos el mensaje del oráculo de Delfos: «Hombre, conócete a ti mismo y conocerás al Universo y a los Dioses».

He ahí nuestro poder y potencial: conocernos.

El antídoto a este bloqueo es, sencillamente, pensar; y, como no siempre nos han enseñado a hacerlo, en la «Auditoría de tu vida» seguiremos una secuencia de preguntas reveladoras.

3.Conformarse con sucedáneos

Respecto al punto anterior, no me sirve la excusa de que «no sé pensar» porque constato continuamente lo eficaz y brillantemente que pensamos cuando el tema nos interesa.

¿Has estado en alguna boda o evento últimamente? ¿Te has percatado de cómo estaba todo organizado y sincronizado hasta el más mínimo detalle?

Sea una despedida de soltera, un viaje al extranjero para la final de tu equipo de fútbol, un tatuaje, una operación de estética, un vestido y complementos para una superfiesta, una baby shower para el nacimiento de un bebé, la comunión de tu sobrino o las vacaciones del año por las que estás 345 días suspirando. Da igual la celebración, pero todas coinciden en que están milimétricamente planificadas: desplazamiento, entradas, restaurantes, plan A, plan B, comparación de presupuestos, etc.

Todos esos ejemplos tienen en común varios elementos: son divertidos, nos salen de dentro y nos ayudan a evadirnos. No son temas vitales en nuestra vida, son sucedáneos y efímeros, pero demuestran que tenemos capacidad de sobra para planificar y ejecutar.

Si podemos hacer un business plan de esos saraos, también podemos pensar un life plan de nuestra vida. Los materiales son los mismos: calculadora, neuronas y dedicarle tiempo, pero los resultados y consecuencias son mucho más trascendentales.

¡No vivamos vidas-bonsái! ¡No puede ser que gastemos más cerebro en jolgorios puntuales que en nuestra vida diaria!

El antídoto es darnos cuenta de las veces que hemos triunfado en las celebraciones que hemos organizado, aplaudirnos por esos éxitos, analizar qué pasos dimos y aplicarlos en temas más importantes.

La auditoría de la buena vida también nos ayudará.

4.La rueda del hámster. La sociedad del cansancio y del ruido

Solo en la historia reciente trabajar mucho

se ha considerado un orgullo más que una vergüenza.

NASSIMNICHOLASTALEB

Una cosa es ir a la deriva (punto 1), algo que podríamos hacer cómodamente, y otra distinta, aunque complementaria, es vivir en la rueda del hámster.

Todos nos sentimos así en algún momento en la vida, siempre apresurados, siempre ocupados, siempre con ojeras, siempre suspirando por esos quince días en agosto, siempre posponiendo y desplazando sueños, siempre apagando fuegos y uniendo trabajos y ocupaciones varias sin que parezca que haya fin.

Y realmente no lo hay porque, además, el paradigma actual (tanto la sociedad como su sistema sanitario hipermedicalizado) te ofrecen pastillas para que no bajes el ritmo y sigas en la rueda. Tristemente, los ansiolíticos, somníferos y tranquilizantes son el desayuno en muchos hogares.

¡Eso no es vida!

Eso es sobrevivir.

En los últimos años se han publicado dos libros muy interesantes al respecto: Descansa: produce más trabajando menos, de Alex Soojung-Kim Pang, y La sociedad del cansancio, de Byung-Chul Han.

Ambos autores analizan el ritmo de la sociedad actual para concluir que «no tener tiempo para descansar nos convierte en esclavos».

Y me temo que la buena vida implica libertad y no esclavitud.

Afirmo con rotundidad que no podemos acercarnos a nuestra buena vida si no bajamos de esa rueda del hámster y no aminoramos la marcha.

Necesitamos más calma y silencio en nuestra vida.

Me encanta la comparación de nuestra mente con un lago agitado y turbio. Si dejamos de remover las aguas, las impurezas bajan hasta el fondo y las aguas se vuelven transparentes.

Solo cuando la mente se acalla lograremos oír quiénes somos

y cuál es nuestro propósito en la vida, las dos claves

de la armonía y la felicidad.

THICHNHATHANH

En 2006, cuando decidí dar un golpe en la mesa y finiquitar nuestro estilo de vida de aquel entonces, no tenía ni idea de mis metas futuras, tan solo de lo urgente, que en ese momento era criar a nuestro bebé con tiempo y presencia y sobrevivir en el intento (lo de estar tres años sin dormir te lo cuento en otro momento). Pero sabía a ciencia cierta que parar y girar el timón era imprescindible en mi vida.

No todo el mundo necesita frenar en seco ni cambios drásticos, por supuesto, pero todos necesitamos serenidad y silencio para esa escucha interna. Y la vorágine del día a día no suele permitirlo.

Te invito a que reflexiones sobre si tu caso necesita solo un fin de semana para ti y para pensar o una excedencia de tu trabajo/ocupaciones diarias.

Hay alumnos que se han planteado el mapa de su buena vida por fases: la primera es parar o reducir la velocidad para dejar espacio y analizar mejor los escenarios que se les presentan.

El antídoto en este punto es que nos familiaricemos con las palabras «frenar», «desacelerar», «desertar», «autodespido» o «excedencia».

El silencio, la meditación, el mindfulness o, simplemente, pasear por la naturaleza cobran aquí una gran relevancia.

5.Huir no es la solución

Señor, concédeme serenidad para aceptar todo

aquello que no puedo cambiar, valor para cambiar

lo que soy capaz de cambiar y

sabiduría para entender la diferencia.

REINHOLDNIEBUHR

Este es otro de los problemas habituales. Muchas personas no saben realmente lo que quieren, pero necesitan escapar de una situación opresora, infeliz e indeseada en sus vidas, ya sea laboral, de pareja, económica o de cualquier otro tipo.

Es muy comprensible, claro, pero eso no implica caminar hacia tu buena vida. Eso es llanamente huir.

Escaparse sin tener un mapa o metas concretas ni un plan puede ser un primer paso para evitar ese dolor, pero, si no lo enfrentamos, solucionamos, perdonamos o aceptamos, es posible que nos persiga allá donde vayamos, una y otra vez.

A veces la solución no es irse, sino cambiar la forma de quedarse.

O tal vez estemos en un pozo, una fase pre-buena vida que analizamos en el punto 36 y que necesita su propia estrategia.

También hay que recordar la importancia de la paciencia, de darnos tiempo, porque la vida se va abriendo camino poco a poco...

El antídoto de este principio es que analicemos bien lo que nos quita el sueño y busquemos solución y ayuda profesional si es necesario, porque evadirse de los problemas sin resolverlos es un pésimo comienzo para nuestra buena vida y nos acorralará como un fantasma.

Y, cuando algo o alguien no tienen mejora posible, la rendición, el dejar ir y seguir nuestra propia vida sin ellos, también es una opción.

6.¿Reformas o cambios radicales? ¿Evolución o revolución?

Me encantan los programas de decoración y reformas de casas y ver cómo los espacios pasan de destartalados y feos a lugares bellos y armoniosos. Uno de mis preferidos es Love it or lost it, en el que un dúo formado por una decoradora y un experto inmobiliario ofrecen a la familia protagonista dos opciones: reformar su casa actual o buscarles otra según sus preferencias.

Es muy curioso comprobar el poder de una buena obra y decoración y cómo muchos participantes del programa prefieren quedarse con su casa renovada —aunque le falten metros o elementos que valoran— a irse a otra mayor y con más ventajas.

En la vida pasa lo mismo. No es todo o nada.

Algunas personas solo necesitan chapa y pintura y es muy fácil hacerlo tras un proceso de reflexión y auditoría. Otras se embarcan en grandes cambios, como nosotros.

Hace tiempo, dejé ciudad, trabajo y casa porque era lo que necesitaba mi buena vida de aquel entonces; a fecha de hoy, cuando estoy transitando la segunda temporada de mi buena vida, solo necesito ajustes en mi agenda y ponerme las pilas.

Cuando lanzamos el programa online, precuela de este libro, me escribieron muchas personas que asociaban buena vida a «revolución» y me contaban que estaban cerca de la edad de jubilación y no querían cambiar ni dejar el trabajo, o que les encantaba su casa, o que no necesitaban divorciarse. Su inquietud era saber si se puede conseguir una buena vida sin cambios externos visibles.

Y la respuesta es claramente sí.

Como he indicado, y repetiré a lo largo de estas páginas, la buena vida es a medida de cada persona y cambia a lo largo del tiempo.

Algunos están satisfechos con muchos aspectos de su vida y solo necesitan pequeños retoques. Lo llamamos la fase «pulir el diamante».

En cambio, otras personas están más lejos de sus ideales y necesitan transformación. Lo llamamos «opción vikinga».

Y, para que no haya dudas, lo repito: puedes conseguir tu buena vida sin cambiar de casa ni de trabajo ni de pareja.

El antídoto de este punto es hacer una buena auditoría de tu vida. Y si solo necesitas 10º de viraje y no 180°, felicidades por haber llegado hasta aquí tan conectado contigo mismo. Ya has hecho el trabajo previo.

7.  Falta de realismo y/o concreción

Es lo que se ha llamado siempre «estar más perdido que un pulpo en un garaje».

Cuando sabemos más o menos el destino, pero no tenemos un mapa ni un plan. O cuando no hacemos nada para acercarnos a ese destino; o lo hacemos mal, al tuntún, sin una estrategia y pasos claros.

Que conste que esta situación puede ser más frustrante incluso que el punto 1, el de ir a la deriva sin horizonte definido.

El antídoto es analizar esa hoja de ruta, que probablemente sea abrumadora, y desglosarla en etapas realistas y alcanzables. En el capítulo 8 aprenderás a diseñar tu plan de acción y cumplirlo.

8.Malabarismo: falta de prioridad y foco

Si no eres un malabarista profesional y lanzas al aire varias pelotas, seguramente se te caerán todas.

Lo mismo sucede cuando tenemos sobredosis de metas y proyectos o varios frentes abiertos importantes.

Si hay un problema en nuestra vida que necesita curarse o superarse, estaríamos hablando de la fase pre-buena vida, el punto 36. A eso hay que dedicar toda tu atención porque la situación lo exige y no puedes avanzar sin solucionarlo o trascenderlo.

Otro tema es nuestro insaciable apetito de objetivos. Somos personas multitalentosas, multiapasionadas, polifacéticas y queremos abarcar más de lo que realmente podemos. Porque olvidamos que no tenemos tiempo ni recursos infinitos.

Se necesita un potente ejercicio de priorización y postergación, incluso de renuncia de algunas de esas metas. Si pones foco en lo importante, puedes conseguirlo. Si te dispersas demasiado, puedes perderte y no alcanzar ninguna.

Eso también sucede por los análisis superficiales que solo ven los árboles y no el bosque completo. Aquí buscamos profundidad y llegar a la esencia, no nos conformamos con menos.

También podemos advertir sobre el «síndrome del objeto brillante». Empezamos con un objetivo y surge otra idea en el camino que nos llama más la atención (sobre todo si lo comunica algún influencer de turno) y abandonamos o aflojamos la primera persiguiendo la nueva mariposa. Mal.

Si de verdad nos damos cuenta de que el objetivo 1 no es lo más adecuado, podemos cerrar el plan y comenzar uno nuevo, pero no nos permitamos tanta distracción y revoloteo de un lado a otro sin llegar a ninguna parte.

El antídoto a este punto circense es una buena auditoría de nuestra vida y tomar las mejores decisiones, como explicaremos en los capítulos 3 y 4.

La técnica del embudo nos permitirá priorizar y planificar, posponer y eliminar. Eso lo aprenderemos en el capítulo 8.

A veces, nuestras metas son tan lejanas y ambiciosas que tiramos la toalla, pero en este caso la solución es establecer etapas realistas y premiarnos y disfrutar de cada una de ellas.

Y no olvidemos estar abiertos a los cambios y sorpresas de la vida...

9.Síndrome del unicornio o de Lourdes

La inspiración existe,

pero te tiene que pillar trabajando.

PABLOPICASSO

En la búsqueda de la buena vida hay dos errores básicos:

Mitificar tus sueños, lo que yo denomino el «síndrome del unicornio o de la Virgen de Lourdes». Se trata sencillamente de tener fantasías y no metas realistas. Sucede con frecuencia con gente que quiere vivir en el campo y escuchar pajaritos cada mañana. Eso está muy bien, pero no se come ni se pagan impuestos con la mera contemplación del paisaje. Hay que tener un buen plan y no divagar con postales de revista. ¡Por no hablaros de cómo manchan los excrementos de golondrinas, vencejos y palomas! Eso también es parte de la buena vida, la cara B.Creer que las musas o la suerte te harán el trabajo sucio. Y siento ser yo quien te explique que las leyes de la naturaleza no funcionan así y que no hay cosecha sin siembra. En este sentido podríamos hablar de miedo al sudor —o bien ser un caradura— que analizamos en el punto 26.

En cualquier caso, puntualicemos aquí que la buena vida trata más sobre hábitos saludables y pasos estratégicos que de milagros que no dependen de nosotros. La secuencia de tiempo es tomar decisiones acertadas, implementarlas y confiar en la vida. No al revés.

También quiero matizar la diferencia entre dolor y sudor. Es más que comprensible y humano que queramos alejar cualquier sufrimiento de nuestra travesía hacia la buena vida. Lo comparto totalmente y me lo aplico, pero «sudar», en el sentido de caminar, materializar los proyectos, bajar a tierra las ideas y tomar la iniciativa, es algo que hay que hacer. La buena vida es fruto de la acción correcta mantenida en el tiempo y eso no tiene por qué doler.

El antídoto de este punto es huir de la fantasía y aterrizar nuestros sueños, definir de forma realista nuestras metas y arremangarse para seguir una planificación sensata, amable y gozosa.

Y no olvidemos alejarnos del concepto de supermerecimiento. ¡Cuánto daño han hecho algunos manuales o malas interpretaciones de libros espirituales! Merecerse todo no significa quedarse en el sofá esperando...

10.Negligencia y trampas

Si un hombre es llamado a ser barrendero,

debería barrer las calles incluso como Miguel Ángel pintaba

o como Beethoven componía música

o como Shakespeare escribía poesía.

Debería barrer las calles tan bien que todos los ejércitos

del cielo y la tierra puedan detenerse y decir:

aquí vivió un gran barrendero que hizo bien su trabajo.

MARTINLUTHERKING

Es fácil detectar obstáculos externos y ajenos a nosotros mismos al estilo de «qué injusta es esta sociedad y qué mal lo ha hecho el sistema educativo», pero es difícil reconocer que nuestro trabajo tampoco es impecable.

Muchas personas no consiguen su buena vida, aunque la tengan bien definida, porque sencilla y llanamente no lo hacen bien. Y esta negligencia es muy variada:

Infantilismo: creer que se va a abrir un portal dimensional que te trasladará a tu buena vida sin más. Y encima te enfadas con Dios porque no sucede así. Lo analizamos en el punto siguiente.Formularse malas preguntas.Esperar respuestas simplonas y rápidas sobre temas complejos y profundos.Seguir mapas equivocados e incoherentes con tu interior.Errores de diagnóstico.Ineptitud: desempeñar mal los pasos de tu plan, desinterés, desgana, no tomártelo en serio. ¿De verdad? Si no nos comprometemos con nuestra propia vida, ¿con qué lo hacemos?Dispersión vs. centrarse. Mezclas o confusión de metas. Lo analizamos en el punto 8.Hacer poco y exigir-esperar mucho. Enfocarnos más en la queja que en trabajar las soluciones.Falta de responsabilidad personal y delegar los resultados de tu vida en otros. Lo explicamos en el punto 12.Tomar atajos o directamente hacer trampas. Y esto sí que es grave. Engañarnos a nosotros mismos es de lo peorcito que podemos hacer. No existe una «buena vida sumergida» como existe una economía sumergida. No podemos llegar a ninguna meta si no andamos el camino.

El antídoto a este punto es cultivar las virtudes.

Nuestra buena vida nos exige seriedad, porque vivir bien lo merece. Y también exige calidad, porque no hay nada más importante que estar orgullosos al final de nuestra vida de nuestros actos.

La honestidad es otro ingrediente de la receta mágica, porque no se consigue un buen cultivo con una mala semilla y no nos podemos robar ni regatear a nosotros mismos.

En la auditoría de la vida hay que analizar mejor las metas y definirlas de forma detallada. Y, cuando caigamos o fracase alguna etapa, nos levantamos (lloramos y nos lamentamos también), revisamos la brújula y seguimos.

La excelencia es un músculo que se entrena cada día y nuestra buena vida merece nuestra excelencia.

11.Efervescencia

Las manzanas no maduran a golpes.

La naturaleza y los procesos humanos necesitan su tiempo de maduración. Te guste o no.

El error capital en el camino de la buena vida es la impaciencia, y, si la unimos a cierta inmadurez personal y falta de realismo queriendo recoger frutos antes siquiera de sembrarlos, el cóctel de decepción y rabia es mayúsculo.

En los temas realmente importantes, la vida no es como una aspirina efervescente y de efecto inmediato.

Eso no quiere decir que, en algunos casos, no podamos cambiar inmediatamente nuestra realidad tomando ciertas decisiones y girando el timón. Mañana mismo puedes dimitir de tu trabajo, si ese es tu deseo, y ya te colocas en otro punto del tablero de juego.

Pero las verdaderas transformaciones llevan su tiempo. La dimisión es instantánea, pero conseguir esos mismos ingresos o más con un nuevo trabajo no es algo que pueda hacerse de un día para otro. Y si, además, queremos cambiar de sector o reinventarnos profesionalmente, los plazos se alargan.

De la misma manera que si nos sobran 20 kilos no podemos perderlos en una semana, ni siquiera ayunando, tampoco podemos pretender que lo que hemos torcido en años —o décadas— en nuestra vida podamos enmendarlo en tiempo récord.

Recordemos que los planes fantasiosos que tenemos suelen ser un camino recto de A a B, pero la realidad es como una vuelta ciclista, llena de puertos y valles, mucho más sinuosa que recta.

En el capítulo 5 analizaremos treinta escenarios de futuro y verás que hay algunos rápidos y baratos, y otros costosos y a largo plazo. Y cada uno decidirá qué camino escoge o las etapas intermedias que quiere plantearse.

El antídoto de este punto es tener más paciencia y madurar, porque es precisamente el propio camino vital el que nos hace aprender esas enseñanzas.

El plan de acción debe ser concreto, específico, realista y alejado de falsas expectativas. Y después viene ejecutar, esperar y disfrutar de la travesía...

Como ejemplo, te contaré que nosotros hemos aprendido este punto «por las buenas y por las malas». Yo tenía un plan y unos plazos, y no se cumplió ninguno.

Mi plan A en 2006 era vender rápidamente nuestro piso en la ciudad, saldar la hipoteca, irnos al pueblo, construirnos una casa modesta sin deuda, ahorrar bastante y buscar a medio plazo un empleo por cuenta ajena.

Nada de eso ocurrió.

En 2007 comenzó una crisis que negaron hasta años después, el precio de venta del piso bajó un 30 % y ya no salían esas cuentas fantasiosas. Además, tardamos tres años en venderlo.

¡Tres años! Que me sirvieron para criar a nuestro hijo, ver la vida de una forma distinta a los años estresantes de oficina, autoconocerme y comenzar proyectos por internet, un mundo que desconocíamos antes.

Cuando llegamos al pueblo, nos construimos una casa diferente a la inicial, mucho mejor pero con sus ventajas y sus consecuencias (lo verás en el capítulo 9, que es muy desgarrador) y ni pensar en trabajos por cuenta ajena. Cuando has saboreado las mieles de trabajar por cuenta propia, es difícil cambiar. Eso sí, la libertad tiene un alto precio que hay que asumir.

Es decir, aquel plan A de llegar y besar el santo se materializó unos seis años después en el plan Q o S, y comenzó la dura etapa de construir un modo de vida a nuestra medida en el campo en el siglo XXI. Lo conseguimos con una ruina de por medio, muchos proyectos emprendidos y muchos aprendizajes personales.

Moraleja: sé flexible con tus planes porque tú tienes unos y la vida, que realmente es quien manda, otros...

12.Victimismo

Cuando no estamos viviendo nuestra vida deseada, es habitual y hasta comprensible culpabilizar a todo el mundo de nuestra situación menos a nosotros mismos: al jefe, al gobierno, a la crisis, a tus padres que no te enseñaron inteligencia financiera ni herramientas de triunfo, a tu árbol genealógico que te ha grabado creencias de escasez, a tu pareja y, por supuesto, a la mala suerte y al destino.

Como desahogo puntual puede ser útil, pero el victimismo y el arte de echar balones fuera no tienen mucho recorrido y no ofrecen ninguna salida.

La ausencia de responsabilidad personal, el no involucrarse con todos los sentidos, es uno de los grandes obstáculos hacia nuestra propia buena vida. Suficiente tienen los demás con sus vidas como para hacerles responsables de la nuestra y exigirles cambios.

Otro tema es que estemos viviendo situaciones tóxicas o de cierto abuso; en tal caso habrá que poner límites y buscar ayuda especializada, en caso de ser necesario, para romper y superar esa dinámica.

El victimismo tiene muchas caras. La más conocida es lloriquear y acusar a agentes externos del estado de nuestra vida; otra es el descaro de exigir que los demás nos solucionen nuestros problemas.

Lo denomino el «síndrome de Google» y consiste en teclear cualquier anhelo o necesidad como «quiero vivir en un pueblo, qué tengo que hacer» y esperar que lleguen las respuestas, a ser posible, cortas, fáciles y gratuitas.

Esto último es un comentario real de nuestro blog de hace años. Una señal premonitoria de que tenía que escribir este libro. La respuesta corta es el punto 2: pensar. Y la respuesta larga está en los capítulos 5 y 6.

Por otro lado, hay que puntualizar que las circunstancias externas influyen en nuestra vida porque no somos islas independientes y autosuficientes, aunque centraremos nuestra atención y trabajo sobre los elementos que sí controlamos, que somos nosotros mismos.

El antídoto para este punto es empoderarse, en el sentido de asumir la responsabilidad de nuestra propia vida y aceptar que somos los protagonistas. Sin escapatoria. Puede haber falta de confianza en nuestra capacidad de éxito y cambios, que analizaremos en el punto 42, y falta de los conocimientos necesarios, pero ya los iremos aprendiendo o delegando sobre la marcha.

13.Quejas vs. soluciones

La queja es un coche sin ruedas,

no te llevará a ninguna parte.

CHARUCA

La vida no puede ser un constante «muro de las lamentaciones», porque eso la convierte en una pesadilla.

La queja —vivir a la defensiva— drena tu energía, te desgasta, baja la vibración y te aleja de la luz y las posibles soluciones.

Pasar de víctima a solucionista no es instantáneo, pero se puede ir entrenando, recortando el tiempo de negatividad y duplicando el de buscar otras opciones, por muy peregrinas que puedan parecer.

El antídoto es el mismo que el punto anterior: responsabilizarnos de nuestra vida o, al menos, de la parte de libre albedrío que tenemos sobre ella, porque quien no lidera su vida se convierte en su víctima.

Elevar la visión de los problemas por encima de lo aparente también ayuda a ganar perspectiva.

Y, por último, el trabajo personal de calma, de silencio, de potenciar los pensamientos y afirmaciones positivas, de rodearnos de belleza en la cotidianeidad y de subir la vibración cada día, ayudará a diluir las quejas como azucarillos en el agua.

La gratitud es el remedio más potente porque no podemos estar agradecidos y enfadados al mismo tiempo. Y vivir agradecidos es una meta en sí misma.

14.La escuela y su papel en la buena vida

Una faceta del victimismo es culpar a la escuela de casi todos nuestros males.

Está claro que un sistema educativo nacido en el siglo XIX —con unas necesidades industriales y de control social concretas— difícilmente puede ser lo más idóneo en el siglo XXI, a las puertas de saltar de paradigma. Pero la revolución educativa es otro tema.

La escuela nos aportó muchos conocimientos y manejo social, pero no nos enseñó nutrición, gestión emocional, creatividad y talentos, oratoria, finanzas personales, pensamiento crítico, discernimiento ni cómo desafiar a la autoridad cuando es necesario.

Es lo que hay. Podemos sonarnos los mocos, pasar página y convertirnos en nuestros propios planes de estudio y ministros de Educación.

Aprendamos aquello que más necesitemos o nos interese en cada momento. Vivimos los mejores tiempos para el aprendizaje autodidacta y sencillo gracias a internet y a tantos otros recursos disponibles.

Esta formación también implica un trabajo de desprogramación de algunos conceptos adquiridos, como la idea de éxito —que podemos cuestionar desde muchos ángulos— o lo de ver ideología en el ojo ajeno y nunca en el propio. Descubrir nuestra propia vida es toda una tarea de humildad y autoconocimiento.

15.Indefensión aprendida

Una carencia habitual es que no aprendimos lo que ahora necesitamos; otra más grave es que hayamos interiorizado la sumisión y que esta nos impida avanzar en nuestra vida.

Para adiestrar un elefante, se lo encadena de pequeño a una estaca pesada que no puede derribar y, aunque crezca en toneladas de peso y fuerza, ha asumido que no hay escapatoria.

«Indefensión aprendida» es como denomina la psicología ese mismo proceso aplicado al ser humano. Aunque seamos adultos, nos seguimos sintiendo incapaces o impotentes y no juzgamos el modelo social dominante.

El antídoto es darnos cuenta de que esto puede estar ocurriendo solo en nuestras creencias y romper esas cadenas con la facilidad de ser personas más fuertes y maduras.

Respecto al árbol genealógico, existen terapias —como las constelaciones familiares— que nos pueden ayudar a sanar traumas y heridas que arrastremos de nuestros antepasados.

La confianza y la capacidad para llevar nuestra vida a mejor puerto también podemos ir adquiriéndola por el camino.

16.El Estado proveerá

No es signo de inteligencia estar adaptado

a una sociedad profundamente enferma.

JIDDUKRISHNAMURTI

De la misma forma que en las sociedades primitivas se esperaba que los dioses se ocupasen de tus asuntos, las sociedades «modernas» confieren a papá Estado el supremo poder de encargarse de tu salud (sanidad), crianza (sistema educativo), vejez (pensiones), tránsito (eutanasia), sociedad (impuestos) y muchas otras áreas.

Esto funciona muy bien si eres un estatista convencido o te conformas con lo que te ofrecen, pero si tu concepto de salud, prosperidad, bienestar, plenitud, felicidad y otros temas es diferente al del gobierno de turno, ya puedes ir buscándote la vida. Con más motivo si deseas una vida distinta —o incluso contraria— en algunos aspectos a la oficial.

Si para ti la salud es algo más que tomar medicamentos y apuestas por la prevención, lo natural o la medicina integrativa, tienes que hacerlo por tu cuenta.Si necesitas más de 16 semanas de baja de maternidad, tendrás que mudarte a los países nórdicos o buscar tus propias soluciones, porque las madres no figuran en ninguna agenda política.Si crees en otra educación para tus hijos, cada vez hay más opciones a tu alcance.Si cualquier materia, como la música o un idioma concreto, es importante para ti, puedes aprenderlo al margen del colegio.Si quieres disfrutar de una vejez plena y con independencia más allá de las residencias y la jubilación que te toque —que pronto será muy menguante—, puedes empezar con tiempo a trazar tu plan financiero y buscar alternativas como el cohousing senior y otros modelos de convivencia.Y todos los ejemplos que quieras.

En el mundo actual, el Estado se ocupará de tu supervivencia, pero no lo hará de tu bienestar, de tu salud holística, de tu espiritualidad, de tu plenitud y libertad o, como mínimo, no siempre como a ti te gustaría.

El antídoto es independizarte al máximo de esas consignas, rechazarlas cuando no encajen contigo y tomar el control de tu vida. Nadie va a salvarte ni a vivir tu vida por ti. Depende de ti conseguir tu buena vida.

Tampoco tiene tanto mérito. Desertores ha habido en todas las épocas y se puede conseguir una vida mucho más libre y alejada del sistema de lo que la gente cree. Un siglo de homeschoolers es un ejemplo de ello, pero hay muchos más casos que no nos cuentan los medios oficiales para que no cunda el ejemplo.

Y no te enfades ni confundas estas palabras. Esto no es un alegato contra los impuestos —otro debate sería su cuantía y gestión—, ni contra la sanidad ni contra la educación pública, sino un recordatorio de que el Estado nunca se ocupará de tu buena vida; esa depende de tus manitas...

17.La lotería

Confesemos. Es el sueño de muchos y me puedo incluir, aunque no juegue.

Algunos autores lo llaman el «impuesto voluntario de los pobres» y otros más críticos «el opio de la miseria», pero la lotería es la forma más rápida de conseguir tus sueños materiales sin dar un palo al agua y de forma instantánea.

La pena es que las posibilidades de que te toque la lotería son ínfimas, inviertes un dinero que puedes emplear en mejores fines y está demostrado que muchas personas afortunadas en la lotería tampoco han alcanzado su buena vida porque no han sabido gestionar tanto dinero o incluso lo han perdido.

Realmente, los juegos de azar y los premios rompen el principio universal de ser-hacer-tener. O te adaptas a la nueva frecuencia de abundancia o no serás capaz de sostenerla.

Este punto es el ideal para los victimistas. Lo que el mundo/otros me quitaron, que el destino me lo devuelva con creces.

Las campañas de «Un sueldo para toda la vida» de la marca Nescafé inciden en la misma filosofía de conseguir dinero sin trabajar y sin esfuerzo, pero con cantidades más pequeñas y recurrentes que la lotería. Algo que, por cierto, podría conseguirse en pocos años aprendiendo libertad financiera.

El antídoto a esta cuestión es muy sencillo: invertir en ti mismo ese dinero y ocuparte de conseguir tu buena vida con un 100 % de seguridad.

18.Envidia vs. admiración

Cuando vemos a otras personas que tienen algo que nosotros también deseamos, es normal que sintamos cierta envidia o suspiremos. Pero la envidia resta mérito a ese éxito conseguido y especulamos sobre la vida del otro suponiendo que ha triunfado por factores externos, como la suerte.

Es más saludable alegrarnos por las victorias ajenas fruto del trabajo personal y preguntarnos (o incluso preguntarles) cómo lo han conseguido para tratar de emularlos.

En la investigación del proceso de consecución de esos logros es cuando se descubre el trabajo duro: el tiempo dedicado, el esfuerzo, la inversión, las renuncias o, sencillamente, una dedicación eficaz.

La pregunta es: si nosotros hiciéramos lo mismo o algo parecido a lo que ha hecho esa otra persona, ¿conseguiríamos esos resultados? ¿Nos merece la pena hacerlo? Normalmente la respuesta es no. Queremos el premio sin el trabajo previo.

El antídoto es alegrarnos sinceramente de los triunfos ajenos y, si realmente queremos algo parecido, responsabilizarnos y poner en marcha el plan de acción para conseguirlo.

Ya te he contado que la envidia verbalizada ha sido uno de los motivos de escribir este libro y el taller que le precedió.

Cuando algunas personas —cercanas e incluso desconocidas— me expresaban en mi propia cara la suerte que tenía por vivir en el campo en una casa bonita, sentía que echaban por tierra mi trabajo de años para construir y, sobre todo, para mantener este estilo de vida.

Pero el empujón final fue recibir un mail de una señora que escribía lo siguiente: «que sepas que tengo envidia de tu vida».

Sé que lo decía con cariño, pero en ese momento, sentada en el coche tras hacer la compra, sentí la certeza de que tenía que explicar que yo no tenía nada especial y que cualquier persona puede conseguir lo mismo que yo si se lo propone seriamente y si está dispuesta a tomar decisiones como, en mi caso, dejar atrás una forma de vida, empezar de cero y reinventarse una y varias veces hasta conseguir la estabilidad que te propongas.

Lo de vivir en el campo es anecdótico. Los pasos para conseguir una vida más plena son los mismos, aunque el destino final sea la playa, una gran ciudad o viajar por el mundo. De hecho, esos matices externos tampoco son los que determinan una buena vida. Ya lo iremos desgranando.

Fiesta de miedos

A continuación, analizamos toda una serie de posibles miedos que pueden acorralarnos cuando tomamos decisiones importantes. Muchos están interconectados entre sí, pero los analizamos de forma independiente para poder detectarlos con facilidad y buscar un antídoto.

El miedo es positivo en sí mismo porque evita que hagamos una temeridad, potencia la cautela y nos obliga a analizar mejor los pasos y consecuencias, pero no debemos dejar que se apodere de nosotros ni que nos bloquee.

Caminamos hacia nuestra buena vida a pesar de los miedos: serán compañeros de viaje y los mantendremos bajo control.

19.Miedo al cambio y miedo al fracaso

Miedo al cambio, miedo a mover ficha en nuestra vida, miedo a perder algo por el camino, miedo al fracaso, miedo a la caída libre, miedo a salir de la zona de confort, miedo a hacerlo mal, etc.

Mejorar o cambiar nuestra vida implica necesariamente novedades y pérdidas, en alguna escala, aunque tratemos de minimizarlo. Hay que asumir que la vida es cambio y que lo más sabio es llevar nosotros el timón e ir ajustando según los vaivenes exteriores, en lugar de quedarnos a merced de las circunstancias.

Los miedos siempre van a estar ahí, agazapados, y a veces disfrazados también de pereza y comodidad. Por eso vamos a utilizarlos a nuestro favor, porque:

Los miedos van a ser el semáforo hacia nuestra buena vida. Pueden reforzar nuestras decisiones o nos harán retroceder. Si descartamos nuestras metas por ellos, señal de que tampoco las deseábamos tanto.Nos invitan a perfeccionar nuestra hoja de ruta y establecer un plan B.

No tengo claro que haya un antídoto para eliminar miedos, pero sí para que trabajen para nosotros.