Habitaciones impropias - Karen Villeda - E-Book

Habitaciones impropias E-Book

Karen Villeda

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Beschreibung

¿Conoces el famoso texto Una habitación propia, de Virgina Woolf? En estos tres ensayos, Karen Villeda nos abre la puerta de tres habitaciones que podemos apropiarnos para descubrir unas cuantas maravillas de sus respectivas habitantes: Leonora Carrington, quien ha sido más reconocida como pintora, pero sus cuentos delirantes son todavía más asombrosos; la misma Virginia Woolf, quien plantea en su texto la resistencia de las mujeres contra la opresión de los mandatos sociales, y Norah Borges, quien tenía un singular hermano con quien recreaba ficciones extraordinarias. En cada una de estas Habitaciones impropias encontramos un universo fascinante que Karen explora con tono fresco, lúcido y sencillo. Un acercamiento cálido a tres maneras de entender la realidad, desde la mirada de tres grandes creadoras.

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Karen Villeda

(1985) escritora y editora. ‌Sus títulos más recientes son Anna y Hans y Mi vida con las piedras, ambos publicados por el Fondo de Cultura Económica. Su‌ ‌obra‌ ‌ha‌ ‌sido‌ ‌reconocida‌ ‌con‌ ‌más‌ ‌de‌ ‌quince‌ ‌premios‌ ‌de‌ ‌poesía,‌ ‌ensayo‌ ‌y‌ ‌narrativa‌, como el Premio Nacional de Literatura “Gilberto Owen” 2018, y ‌ha sido ‌traducida ‌a‌ ‌diversos‌ ‌idiomas‌ ‌como‌ ‌alemán,‌ ‌árabe,‌ ‌francés,‌ ‌griego,‌ ‌inglés‌ ‌y‌ ‌portugués.‌ En‌ ‌2015‌ participó‌ ‌en‌ ‌el‌ ‌Programa‌ ‌Internacional‌ ‌de‌ ‌Escritura‌ ‌de‌ ‌la‌ ‌Universidad‌ ‌de‌ ‌Iowa‌, en 2018‌, ‌fue‌ ‌Escritora‌ ‌Residente‌ ‌del‌ ‌Vermont‌ ‌Studio‌ ‌Center y en 2021 obtuvo la beca La Página Dorada para escritoras menores de cuarenta años.‌ ‌Ha‌ ‌sido‌ ‌becaria‌ ‌de‌ ‌Pollock-Krasner‌ ‌Foundation,‌‌ Open‌ ‌Society‌ ‌Foundations,‌ ‌Ragdale‌ Foundation, Central European University, Under the Volcano, ‌el‌ ‌Fondo‌ ‌Nacional‌ ‌para‌ ‌la‌ ‌Cultura‌ ‌y‌ ‌las‌ ‌Artes y el Sistema de Apoyos a la Creación y Proyectos Culturales.‌ En‌ ‌POETronicA‌ ‌(www.poetronica.net)‌ ‌dialoga‌ ‌con‌ literatura ‌y‌ ‌multimedia.‌

Contenido
Prólogo
Estampa 1
Leonora
Estampa 2
Virginia
Estampa 3
Norah
Estampa final
Bibliografía
Aviso legal

Para cada una de mis amigaspasadas, presentes y futuras

Prólogo

Mi mamá me enseñó a leer, pero fue mi abuela quien me contagió su fascinación por la lectura. De niña, me enfermaba mucho de las vías respiratorias y, como mis padres trabajaban, me dejaban en casa de mis abuelos maternos. Fue ahí donde tuve mi primer contacto con las páginas que marcarían mi vida. Mi abuela me leía en voz alta datos curiosos enlistados en el periódico y mi abuelo me compraba lo que él llamaba “cuentitos”, que eran historietas del Pato Donald. Mi abuela también me enseñaba los tomos que atesoraba de libros clásicos y me enamoré de su forma: la cubierta café oscuro, el lomo con el título en letras doradas, ¡el olor! Mi abuelo también tenía una biblioteca que se convirtió en mi refugio y de la cual ahora conservo la mayor parte. A veces, hasta fingía tener catarro para estar con mis abuelos y sus libros. Éste es uno de mis recuerdos más hermosos.

El primer personaje femenino que conocí fue a la princesa de La bella durmiente, que en la versión de Charles Perrault que yo tenía carecía de nombre propio. Con el paso del tiempo aparecieron otros personajes femeninos como Juliet Capuleto, Madame Bovary o Ana Karenina. Todas ellas escritas por varones. No era la excepción, sino la regla. Apenas se asomaban algunos títulos como Cumbres Borrascosas, de Emily Brontë, y Orgullo y prejuicio, de Jane Austen. En la Biblioteca Pública Central Estatal “Miguel N. Lira” de Tlaxcala ocurría lo mismo. Había una escritora en el fichero por cada cien escritores. En esos pasillos leí a Elena Garro y a Simone de Beauvoir.

Durante mi último año de preparatoria, la profesora Teresa Rugarcía usaba un grueso engargolado que contenía cuentos de Amparo Dávila y Adela Fernández para darnos la clase de literatura. Era una selección impecable y más igualitaria que mis bibliotecas de cajón (la de los abuelos y la del estado). Todavía conservo las fotocopias.

Durante la licenciatura en relaciones internacionales cursé tres materias de literatura, donde tuve la fortuna de contar con maestros que no reducían la bibliografía obligatoria a lo disponible en los estantes del campus, porque la paridad de género en la biblioteca de mi universidad dejaba mucho que desear. Adriana Hernández me enseñó a Nellie Campobello y a Inés Arredondo; Osmar Sánchez me hizo acercarme a Teresa de la Parra, María Luisa Bombal, Alfonsina Storni, Gabriela Mistral, Victoria y Silvina Ocampo, y Margo Echenberg me hizo enamorarme perdidamente de Un cuarto propio de Virginia Woolf. Eso fue a mediados de la primera década de los 2000. Sin embargo, me parece necesario señalar que en esos planes de estudio prevalecían los textos escritos por la mitad de la población que siempre ha tenido el poder de la voz y el peso político para hacer el mundo a su medida.

Tenía veintipocos años cuando escribí estos ensayos. El primero, que en esta edición aparece en tercer lugar, fue un capricho. Empecé a buscar información sobre Leonor Fanny Borges, mejor conocida como “Norah” Borges por venganza a la mala calificación que me pusieron en una tarea sobre su hermano. Intenté darle la vuelta a la dinámica del cintillo machista (como el de “Mujer de Octavio Paz, amante de Bioy Casares, inspiradora de García Márquezy admirada por Borges” que pusieron a los ejemplares de la reedición de Reencuentro de personajes, de Elena Garro, en 2016) y, en cambio, hablar del “simpático marido de Norah Borges”. El segundo ensayo que escribí fue el de Virginia Woolf, donde se puede percibir un eco a mis lecturas para las clases de historia contemporánea sobre los fascismos, así que el texto tiene un tufo de academicismo del que hoy rehuiría por completo. Se publicó hace unos años en la revista Nexos. El siguiente fue el de Leonora Carrington, que surgió por un encuentro fortuito: llegué primero a sus cuentos que a sus pinturas. En Donceles solía buscar desesperadamente libros de su autoría y tengo la primera edición de La dama oval publicada por Era en 1965, gracias al trueque de un cd de Melissa Auf der Maur, bajista de Hole, con una exnovia. El texto lo envié a una revista de prestigio para su publicación y me pidieron que hiciera varios cambios. Al final, no lo aceptaron. Lo puse en primer lugar porque es mi preferido.

El borrador de este libro estaba guardado como “3.doc” y lo iba revisando entre el trabajo y la maestría. Cuando sentí que estaba terminado lo imprimí como3, y bajo ese extraño título, fue galardonado con el premio estatal de ensayo “Emmanuel Carballo” de Tlaxcala en 2014. Un par de años después, lo publiqué como Tres en Cuadrivio Ediciones. Renuncié al guarismo por decencia editorial ya que, según la norma tipográfica, se escriben con letra los números del uno al nueve.

Apenas desde hace unos cuantos años a la fecha estamos empezando a escuchar las voces de las escritoras. Yo misma leo ahora más mujeres que hombres y como editora procuro darle más cabida al trabajo de mis colegas. Hasta los libros de mi propio cuarto han cambiado, aun cuando en ese entonces afirmaba que serían irremplazables. En 2017 comencé a escribir para Sopitas una serie de reseñas de libros escritos por mujeres. La iniciativa era #leámoslas y tenía el propósito de cuestionar el sexismo de nuestros hábitos de lectura. Hay varios programas que buscan lograr equidad en lo que leemos. Uno de ellos es Vindictas,1 una colección estelar de la Universidad Nacional Autónoma de México (unam), que se ha dado a la tarea de rescatar autoras olvidadas. Fue por eso que me acerqué a la maestra Socorro Venegas, directora de Publicaciones y Fomento Editorial de la unam, para proponerle este libro. Junto con Mariana Mendía, empezamos a pensar cómo darle una nueva vida como parte de la colección Hilo de Aracne. Invitamos a María Magaña a ilustrar y Ave Barrera tuvo el ojo avizor para completar este espacio que más que ser uno propio es nuestro.