Hacia nuestra conciliada utopía terrena - Gerardo Ortega Mendiburu - E-Book

Hacia nuestra conciliada utopía terrena E-Book

Gerardo Ortega Mendiburu

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Beschreibung

El planeta Tierra y la humanidad han cambiado. Para restablecer y regenerar la relación entre ambos (necesaria para la supervivencia de los dos) hay que redescubrir la nueva sociedad mundial y el nuevo planeta que queremos legarles a nuestros descendientes. Según lo que empecemos por identificar y explorar en este ámbito, será la realidad que las futuras generaciones disfrutarán o padecerán. Tras un recuento siempre incompleto de tipos de genocidios activos y previos, este trabajo trata de establecer una propuesta de defensas no convencionales para romper la pasividad con que actualmente convivimos con los anónimos amos del mundo y las élites de poder, que ya actúan impunemente para la desaparición de la descendencia de los más desfavorecidos y del propio planeta.

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Seitenzahl: 81

Veröffentlichungsjahr: 2019

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Table of Contents
Hacia nuestra conciliada utopía terrena
Planificación participativa y protagónica7
Deshumanización, ideología y religión
El entorno planetario
La inversión material para el cambio
Inversión política por el cambio
La consolidación del gobierno popular
Educación estatal continua para toda la población
Marco internacional para la conciliación con la verdad
Defensas internacionales no convencionales
Legislación nacional como “Defensa Antigenocida No Convencional”
Antigenocidio internacionalizado
Estados Unidos-Armamentismo internacionalizado
Índice de temas por párrafos
Datos del autor

Edición: Adyz Lien Rivero Hernández

Diseño de cubierta: Seidel Vázquez González

Composición para e-book: Oneida L. Hernández Guerra

© Gerardo Ortega Mendiburu, 2018

© Sobre la presente edición:

Editorial de Ciencias Sociales, 2018

ISBN 978-959-06-1987-8

Estimado lector, le estaremos muy agradecidos si nos hace llegar su opinión, por escrito, acerca de este libro y de nuestras ediciones.

INSTITUTO CUBANO DEL LIBRO

Editorial de Ciencias Sociales

Calle 14, no. 4104 entre 41 y 43, Playa, La Habana, Cuba

[email protected]

Hacia nuestra conciliada utopía terrena

Mención del XII Concurso Internacional Pensar a Contracorriente, La Habana, febrero de 20151

1 Los números que aparecen a inicio de párrafo en color rojo corresponden al índice de temas que se muestra al final de este documento (p. 47-50).  (N. de la E.).

1 No basta restablecer y regenerar la relación hasta hoy vivida entre el género humano y la Tierra.2 Ambos han cambiado, y hay que descubrir, en pocas generaciones, la nueva sociedad mundial y el nuevo planeta que nuestros descendientes disfrutarán o padecerán según lo que nosotros empecemos por identificar y explorar, con ayuda de ciencias que en principio ya existen, y de sociedades demasiado adormecidas por milenios de educación de “lo mío primero”, de un saber portarse bien promovido por las élites del poder. Élites que hoy a escala mundial, con siempre mejoradas tecnologías amansadoras sociales por convencimiento y miedos apoyados en eficientes tecnologías mediáticas y armamentistas, y conocedoras del nuevo planeta que enfrentarán sus descendientes, han decidido ya comenzar a establecer las nuevas relaciones entre los grupos humanos con quienes decidan sobrevivir (los demás sobran), y entre todos, con lo habitable que quede del planeta.

2 G. C. Delgado Ramos (coord.): “Proyecto de Declaración Universal del Bien Común de la Humanidad”, en Economía Verde, apuesta de continuidad del desarrollo desigual y el abuso de los bienes comunes, Editorial de Ciencias Sociales y Ruth Casa Editorial, La Habana, 2013, pp. 243-256.

Es preciso que las fuerzas solidarias, todavía capaces de contraponer otros modelos sociales, aminoren y corrijan en lo posible los daños causados por las individualistas élites cohesionadas por su endiosada propiedad privada.3 Modelos sociales han de reconocer la escala mundial del problema que enfrentan, con crecimientos de mares que inundarán extensos territorios habitados por millones de personas, y climas que forzarán la desaparición de numerosas especies que, desde microorganismos, propiciaron la formación de nuestra especie humana actual, la que ahora empieza a sentirse obligada al urgente convivir con otras (nuevas o antes imperceptibles) resultantes del nuevo planeta que hemos contribuido a conformar.

3 Gerardo Ortega Mendiburu: “Frente a la crisis de la propiedad privada, crear la propiedad compartida”, en www.rebelion.org/noticias/2009/5/85262.pdf, 2009.

Sociedad mundializada de miles de millones de habitantes en una nueva Tierra, ¿podrá enfrentarse con las estructuras sociales hoy existentes, y su promovida máxima y así más “democrática” fragmentación? Las élites, que ya disponen de tecnologías informáticas y de comunicación, y de dirección sicosocial que permiten a unos pocos caracterizar grupos o personas aisladas entre millones, conocerlas, localizarlas y actuar selectivamente sobre ellas con ayuda de entidades colaboradoras públicas o privadas, ya no requieren de las tradicionales estructuras piramidales de mando secularmente mejoradas por organizaciones carentes de las nuevas tecnologías.

Los contactos interpersonales, de gratificantes resultados propiciados por las estructuras sociales alcanzadas, invitan a posibilismos organizativos que a escala de empresas, cooperativas, barrios o regiones, o hermandades y grupos afines, parecen confirmar las tesis de rechazo a las estructuras de gobierno para millones de miembros que tan evidentemente han fracasado según experiencias “socializantes” en el logro de las mejores calidades de vida para los más, pero que, lográndola en exceso para muy pocos, olvidaron cultivar el sentimiento de participación de cada miembro, como también se hace en muchos de los agrupamientos menores.

Sin embargo, nuestro planeta demanda una Humanidad organizada para su escala, alcanzable a través de los existentes Estados nacionales con sus desarrollos y logros diversos, y reconocidas tendencias a uniones internacionales penetradas ya en alto grado por ideologías y personalidades de la invisibilizada élite mundial. Las fuerzas solidarias contrarias a las vigentes tendencias destructoras de una pacífica y buena convivencia social a largo plazo, sin perder los imprescindibles vínculos interpersonales, no podrán prescindir de su capacidad de dirigir organizaciones estatales que con creciente alcance de territorios y poblaciones lleguen a sustituir las que a escala mundial hoy dominan con objetivos clasistas y deshumanizados.

2 Con el objetivo de unificar Estados nacionales solidarios con sus pueblos y su planeta, se deberán crear condiciones para la jerarquización pública de los dos factores claves para una victoriosa transformación de sociedades demográficamente estabilizadas y ya obligadas a convivir en un planeta nuevo. El primero es el rescate de la propiedad colectiva, o compartida,4 que reduzca el absoluto dominio de la propiedad privada en la conformación del humanismo social; y el segundo es el logro de la acumulación de recursos materiales y científico-técnicos imprescindibles para las gigantescas inversiones en investigación y ejecución material de protecciones motivadas por el cambio climático, y para las adecuaciones físicas y culturales que miles de millones de pobladores, ya formados, deberán reconocer y aplicar en sus ubicaciones y estilos de vida.

4 Compartida y también social, por alcances coincidentes con lo requerido en lo estatal socialista para magnitudes incluso planetarias, pendientes del logro colectivo, sin límites “posibilistas” presentes, como que solo lo social “[…] implica una profunda democracia, una en la cual las personas funcionen como sujetos, tanto en calidad de productores como miembros de la sociedad, al determinar el uso de los resultados de nuestra labor social” (Michael A. Lebowitz: Las contradicciones del “socialismo real”. El dirigente y los dirigidos, Ruth Casa Editorial e Instituto Cubano de Investigación Cultural Juan Marinello, La Habana, 2015, p. 27).

En pocos milenios, y fundamentalmente en el último, se ha ampliado el sentido de la propiedad individual —o privada con alcance familiar— antes coexistente con el resto del entorno de pertenencia inconscientemente colectiva; universalizando la promoción de la propiedad privada a largo plazo o a perpetuidad, que ya convertida en privatizada, se reconoce como perteneciente a quienes de hecho, siempre apoyados en la fuerza física o socialmente “civilizada” para su grupo, la tomaron de otros (personas o colectivos), y ya convertidos en propietarios “privatizadores” se las entregaron a sus descendientes y afines. Propiedad ya reconocida como “privada” en numerosos tratados internacionales, y aplicada al entorno natural, (desde la atmósfera y el cosmos, hasta kilómetros por debajo de mares, llanos y montañas), con propietarios individuales enmascarados en organizaciones transnacionales, identificadas desde el principio de su protagonismo internacional público como esencialmente “cosmopolitas e individualistas”.5

5 J. L. Reiffers, A. Cartapanois y otros: Empresas transnacionales y desarrollo endógeno, Editorial Tecnos, UNESCO, 1982, pp. 101 y ss.

Lo antes compartido, y así amparado por el orden social que en su momento tomó forma de comunidad de alcance creciente, hoy en forma de Estado se proclama la urgencia de fragmentarlo, ya sea rompiendo la comunidad misma, o en entregas selectivas a quienes asuman la propiedad privatizada de sus físicos y valores, o de sus prestaciones. Lo que vaya quedando de la organización estatal deberá limitarse a asegurar que toda la población acepte la obligación de pagar a los nuevos propietarios privatizadores por su acceso a lo antes disponible bajo entendimientos o reglas consensuadas como de utilidad o servicio público —o de algún modo implícito— propias y también compartidas por naturales, sociales o estatales.

Con la obligación de darle uso adecuado mediante participaciones colectivas requeridas de aprendizaje y perfeccionamiento continuo según las condiciones en que se desarrollen, será la recuperación de lo estatal ya entregado o perdido, junto con lo todavía así reconocido, lo que constituya la base material sobre la cual las organizaciones solidarias deberán aprender a darles dirección colectiva, cualquiera que sea su alcance, a través de la participación efectiva de todos sus miembros en el conocimiento y decisión sobre el total de esas propiedades compartidas por ser reconocidas como “estatales”.

3 Lo relativamente sencillo de ese logro para colectivos de decenas o pocos cientos de los así aprendices a actuar como propietarios activos de lo estatal, ya demandarán enfoques y acciones radicalmente nuevas para escalas de barrio, ciudad, región, país o grupo de países —como nuestra Madre Tierra reclama e idealizan las justas aspiraciones a democracias participativas y protagónicas. Además de su proclamación educativa y promocional, demandarán medidas concretas de apoyo organizativo y tecnológico que evidencien su capacidad de servicio y producción, y de forma paulatina —pero simultánea en todos sus frentes— deberán consolidar el valor de lo estatal, lo compartido y también propio de cada uno y así ir ampliando sus alcances temáticos y territoriales.

Con el simple objetivo de prestigiar el desacreditado carácter de servicio comunitario de la organización estatal, ya se estará esbozando un modelo de desarrollo social pueblocéntrico contrapuesto al empresacéntrico dominante, según la directa terminología planteada por Oscar Varshavsky.6 Este modelo demandará una fuerte movilización política para la comprensión popular de su utilidad, tanto para la maduración exitosa de las nuevas concepciones requeridas por una democracia participativa que se valida por la acción comunal sobre las propiedades estatales, como para la evaluación, definición, financiamiento, organización y ejecución de las inversiones en obras de infraestructura, y de los cambios generalizados de estilos de vida que exigirá el cambio climático mundial por sus efectos multifactoriales a distintas escalas.

6 Oscar Varshavsky: Estilos tecnológicos, Ediciones Periferia S.R.L., Buenos Aires, 1974, http://www.mincyt.gob.ar/adjuntos/archivos/000/022/0000022630.pdf.