Historia de la FEUC 1938-2025 - Cristóbal Karle - E-Book

Historia de la FEUC 1938-2025 E-Book

Cristóbal Karle

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Beschreibung

Desde su fundación en 1938, la Federación de Estudiantes de la Universidad Católica no solamente ha cumplido la función de organizar, movilizar y representar institucionalmente a los estudiantes de la UC. También ha sido un escenario privilegiado de movimientos generacionales, políticos y culturales de largo alcance, que nacen en la Universidad y llevan en ellos la marca indeleble de su origen, proyectándose al país en diferentes momentos históricos y bajo distintas formas. Este libro recoge, por primera vez, el conjunto de la trayectoria histórica de la FEUC, dando cuenta de las dinámicas que han sido forjadas y, a la vez, han forjado la identidad de sucesivas generaciones de estudiantes comprometidos con la acción estudiantil de cara a la UC y a Chile. Desde el ímpetu católico renovador de los primeros años hasta los movimientos sociales que han sacudido al país durante las últimas décadas, pasando por la Reforma Universitaria de 1967, el auge del gremialismo y el movimiento de oposición a la dictadura de Augusto Pinochet, los hechos son relatados de forma pormenorizada, con rigor y precisión en las fuentes, dando cuenta de una historia total que merecía, desde hace largos años, ser contada. La FEUC no es una cosa agregada; no es una cosa ajena a la Universidad. La FEUC es parte de ella, y parte muy querida de ella. Ha tenido muchas grandezas y muchas caídas, como todos los hombres. No debemos desanimarnos por la segunda, ni enorgullecernos por la primera. Debemos estar siempre dispuestos, humildemente, a servir, a entregarnos, a continuar en esta obra, teniendo en cuenta que es una parte esencial de la obra educadora de la Universidad. Juan de Dios Vial Correa, 1989 La Universidad que yo recuerdo y a la que aspiro es una Universidad que bulle de vida y que, por lo mismo, es ruidosa, es colorida y está llena de encuentros, discusiones, grupos, movimientos y actividades. Una Universidad que piensa y habla; que frente a los grandes problemas del país ofrece opiniones, razones, indica soluciones y señala alternativas. Una Universidad que no le teme ni a la inteligencia ni a la vida ni a la juventud ni a la política. Fernando Castillo Velasco, 1978

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Seitenzahl: 944

Veröffentlichungsjahr: 2025

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EDICIONES UNIVERSIDAD CATÓLICA DE CHILE

Vicerrectoría de Comunicaciones y Extensión Cultural

Av. Libertador Bernardo O’Higgins 390, Santiago, Chile

lea.uc.cl

HISTORIA DE LA FEUC, 1938-2025

SU TRAYECTORIA E INFLUENCIA EN CHILE

Cristóbal Karle S.

© Inscripción Nº 2025-A-350

Derechos reservados

Enero 2025

ISBN N° 978-956-14-3396-0

ISBN digital N° 978-956-14-3397-7

Diseño: María Soledad Hola, Francisca Castillo

Imágenes: Las imágenes contenidas en esta publicación pertenecen al Archivo FEUC, excepto donde se indique lo contrario.

CIP-Pontificia Universidad Católica de Chile

Nombres: Karle Saavedra, Cristóbal, autor.

Título: Historia de la FEUC, 1938-2025 : su trayectoria e influencia en Chile / Cristóbal Karle S.

Descripción: Santiago, Chile : Ediciones UC | Incluye bibliografía.

Materias: Pontificia Universidad Católica de Chile -- Federación de Estudiantes | Estudiantes universitarios – Chile -- Actividad política

Clasificación: DDC 378.19830983 --dc23

Registro disponible en: https://buscador.bibliotecas.uc.cl/permalink/56PUC_INST/vk6o5v/alma997595581503396

La reproducción total o parcial de esta obra está prohibida por ley. Gracias por comprar una edición autorizada de este libro y respetar el derecho de autor.

Diagramación digital: ebooks [email protected]

A mis padres.

A los estudiantes de ayer, hoy y mañana.

Este es un testimonio para todos.

Nuestra historia vale la pena.

Creemos interpretar con realismo la situación al decir que este impulso vivo dentro de la UC no es más que la proyección de aquel hondo movimiento por alcanzar nuevos valores y crear un nuevo espíritu que ha asumido viril y cristiana forma en todos los campos donde alientan corazones jóvenes no aplastados por los prejuicios, errores e iniquidades del mundo actual.

Periódico “FEUC”, 1940.

En medio de esta quejumbre colectiva, un chispazo, reducido

pero intenso, ilumina el panorama sombrío. Es alguien que

se rebela, es alguien que dice “no estoy satisfecho”:

es la juventud que toma la ofensiva de la vida.

Miguel Ángel Solar, 1969.

Es el asumir la vida como un ideal genuinamente cristiano, frente al cual no podrían seducirnos ni el apego a las riquezas, ni la frivolidad de los placeres, ni la vanidad de los honores, ni ninguno de los antivalores que el mundo opone al evangelio de Cristo, sin que sintiésemos claudicar en la razón de ser de nuestras existencias. He ahí lo único que realmente explica nuestra perdurabilidad en el tiempo.

Jaime Guzmán, 1987.

Presentación

Prefacio

01 Los primeros años, 1938-1950

Antecedentes

Bernardo Leighton, el pionero

Tomic, Piñera y el Comité de Presidentes

“¡Federación queremos!”

“La FEUC, símbolo de unidad”

Hacia la consolidación

Hispanistas y conservadores

Y de pronto… el conflicto

Una Ley y una Convención

Sangre en el río

Los años “más difíciles y accidentados”

02El camino de la reforma, 1951-1967

Dos tendencias para una Federación

El bienio de Sanhueza

De la continuidad al interregno

El gremialismo de Pablo Baraona

Un nuevo punto de partida

La consolidación de un proyecto

La aceleración

El conflicto

03Los años de fuego, 1967-1973

La Toma

El día después de la revolución

El triple quiebre del movimiento reformista

Un verano decisivo

La última “patriada” de Solar

Gremialistas contra la Rectoría

El contexto nacional agita las aguas

La polarización en ascenso

El año de la verdad

04Entre la colaboración y la sospecha, 1973-1985

Los idus de octubre

La FEUC bajo “reconstrucción”

Un estilo instalado

La inflexión de 1978

Caos en Teología

Entre debates y tragedias

Los brotes de primavera

“¿Qué pretende Rusia?”

Las protestas marcan el paso

La ofensiva

La apertura

El desenlace

05Los jóvenes sobrevividos,1985-1993

El nuevo tiempo

Las manos limpias

Las vueltas del Claustro

La FEUC ante “el gran desafío democrático”

El atentado lo cambia todo

La reapertura del frente interno

Reconfiguraciones y recomposiciones

“De la protesta a la propuesta”

La nueva mente

06Hijos de la transición, 1994-2007

La renovación gremialista

Universos paralelos

La izquierda y el mito de Ícaro

K3: la marca de una época

Arrau y los independientes

2002: Rompan todo

“Todos los colores contra el gris”

El momento independiente

Otra vuelta

07Tiempos de cambio, 2008-2023

Generación espontánea

Un nuevo tablero

La primavera estudiantil

Mantener el vuelo

Mundos en colisión

Simetrías y leves anacronismos

El terremoto feminista y sus réplicas

Tiempos interesantes

La nueva normalidad

Conclusiones

Referencias bibliográficas

Índice onomástico

Anexo

Presentación

La historia de la Federación de Estudiantes de la Universidad Católica (FEUC) tiene una doble importancia que es necesario considerar. Lo primero, como es obvio, es que se refiere a la trayectoria de los estudiantes organizados, con sus diversas dimensiones: las elecciones; los grupos sociales y políticos que participan; las iniciativas que han tenido en el tiempo; sus problemas, y también la capacidad de resolverlos y seguir adelante. En segundo lugar, la historia de la FEUC es, en parte, la de la Universidad Católica en su conjunto, con todo lo que ello significa: la relación de las autoridades con los estudiantes, algunas tensiones en momentos especialmente complejos, la posibilidad de llegar a acuerdos o de tener diferencias.

La FEUC ha cumplido 85 años; fue fundada a fines de la década de 1930. Al acercarse a su primer centenario, resulta muy bienvenida una obra que narra su historia, como la que ha escrito Cristóbal Karle. Un trabajo de conjunto que llena el vacío existente en el tema, considerando que hasta el presente solo existen obras sobre temas específicos, sobre determinadas carreras de la Universidad o iniciativas que han ido narrando la trayectoria estudiantil. Este libro, en cambio, transita desde los comienzos de la FEUC hasta el 2025, contribuyendo a un conocimiento global, que también se detiene en algunos detalles importantes de este período. Se trata de una investigación amplia, que cuida la visión general y los detalles.

Adicionalmente, procura comprender y respetar las distintas iniciativas que han surgido durante los años y que han significado la creación de tendencias o movimientos políticos diversos y contrapuestos. A pesar de que las elecciones muchas veces han sido un factor de división, en la práctica estas han sido también una forma de resolver cívicamente los liderazgos universitarios, lo que ha creado una cultura estudiantil con altos niveles de participación y respetuosa de la diversidad. Al respecto, vale la pena mencionar que a pesar del paso del tiempo y de las dificultades, la FEUC sigue siendo la organización estudiantil con mayor participación electoral, lo que se suma a la continuidad que ha tenido a través de las décadas.

En algunos momentos se puede observar que sus dirigentes han tenido una gran presencia pública, mientras que en otros han estado más concentrados en temas internos; diferentes corrientes se han alzado con las victorias electorales y han existido elecciones con resultado muy claro y otras muy estrechas. También ha habido momentos de gran alternancia en la dirección de la FEUC, frente a otros en que un movimiento o grupo logra varias victorias consecutivas. La Federación ha sido dirigida por hombres y mujeres, de carreras muy diversas y con pensamientos también disímiles. Sin embargo, como muestra esta investigación, existe en nuestra Universidad una continuidad y valoración común sobre la FEUC.

Para terminar, hay un par de aspectos sobre los que resulta necesario llamar la atención. Primero, la Federación de Estudiantes de la Universidad Católica ha sido un medio muy importante en el despertar o en la consolidación de vocaciones de servicio público de los estudiantes, que después se han expresado en la política, en fundaciones, en el mundo de la educación y de las comunicaciones, entre otras esferas. Esto se aprecia claramente en quienes han presidido la FEUC, pero también en quienes han participado en ella a través de sus movimientos o trabajos sociales.

Un segundo punto sobre el que han llamado la atención otros rectores de la Universidad, así como algunos historiadores, es la diversidad de los proyectos que han surgido en la UC, con gran participación de la FEUC. Por ejemplo, importantes movimientos generacionales nacieron o se consolidaron en este mundo: la antigua Falange Nacional, el Movimiento Gremial y los jóvenes reformistas de la década de 1960. En este siglo XXI podríamos mencionar el surgimiento de la Nueva Acción Universitaria (NAU) y Solidaridad. Tiempo después algunos de sus miembros optaron por la actividad política, asociándose a diferentes corrientes políticas nacionales. Ello da cuenta de la libertad y diversidad de las iniciativas presentes en la Pontificia Universidad Católica de Chile, que ya ha superado los ciento treinta años de existencia y cuenta con un prestigio nacional e internacional.

Esta publicación es una forma de agradecer y reconocer a los fundadores de la UC y a quienes dieron vida a la FEUC, así como a todos los que han contribuido con su estudio y trabajo a formar una universidad al servicio de Chile. Esta historia, como otras en nuestra casa de estudios, es para leerla, conocerla y comprenderla. Sabemos que tenemos muchos desafíos por delante y es necesario acometerlos con pies firmes que se anclen en el pasado.

Ignacio Sánchez D.

Rector UC

Prefacio

La historia total de un planeta desconocido

En uno de los libros que sirven como inspiración y fuente bibliográfica para este proyecto, Marco Antonio Rocca, abogado y presidente de la FECH en 1961, escribe que la publicación de sus recuerdos y memorias sobre su etapa como dirigente estudiantil obedece a la necesidad de adelantarse frente al olvido.1 La referencia no es casual. Pocas empresas colectivas se encuentran tan vulnerables ante la pérdida de la memoria histórica como la organización estudiantil, que, debido al inescapable carácter transitorio de sus integrantes, se encuentra obligada a renovarse permanentemente. Es un lugar común en algunos círculos decir que el movimiento estudiantil tiene memoria de pájaro: como en el mito de Sísifo, construye y levanta trabajosamente instituciones, proyectos y prácticas una y otra vez, mientras los avances de una generación resultan imposibles de transmitir íntegramente a la siguiente. No obstante sus vertiginosos y efervescentes procesos de acumulación política y social, el movimiento estudiantil se ve constantemente enfrentado a la necesidad de reinventarse; ello le facilita en ocasiones jugar un rol de vanguardia, pero en tantas otras le produce confusión, desánimo y un actuar errático que le termina desprestigiando frente al resto de la sociedad. En ello pensaba, quizás, Jorge Millas al sentenciar que la sola idea de atribuir una historicidad al movimiento estudiantil era superflua, manifestando que “si se pudiera echar sobre ellos el peso de tantos años, no podría ser otro que el de sesenta años de inexperiencia adolescente”.2

La perorata de Millas, a la sazón también presidente de la FECH en 1939 —y un actor clave en el proceso de fundación de la FEUC—, tenía como propósito inmediato desacreditar la elaboración política estudiantil que se traslucía detrás del movimiento reformista en la década de 1960. Pero también es reflejo y causa de una desconfianza asentada en el mundo académico, en la intelectualidad, respecto del movimiento estudiantil, sus organizaciones y su propia historia. De la juventud misma, podría decirse; esa “enfermedad burguesa” que decía Sartre, ese trozo de la existencia que se recuerda con vergüenza o nostalgia, pero rara vez de manera sistemática, ponderada. Es extraño pensar en instituciones cuya trayectoria se empine ya al siglo de actividad ininterrumpida y no cuenten apenas con registros sistemáticos de su existencia pretérita. No obstante, es —o era, antes del proyecto cuyo resultado final tiene el lector ahora en sus manos— este el caso de la mayoría de las organizaciones del movimiento estudiantil en Chile y, particularmente, de la Federación de Estudiantes de la Universidad Católica. Con la solitaria excepción de un brevísimo texto escrito y nunca publicado por el historiador David Vásquez a comienzos de la década de 1990, no hay noticias acerca de trabajos dedicados específicamente a rescatar, compilar y sistematizar la historia de la FEUC. Su historia se encontraba, al momento de idear este libro, desperdigada en cientos de archivos, documentos, revistas, diarios, papers, libros e investigaciones laterales sin vinculación necesaria entre sí. Pero también en recuerdos personales como el de Rocca, sometidos al inexorable riesgo del olvido permanente.

El objetivo de recuperar nuestra historia es, a riesgo de sonar cliché, el desafío de recuperarnos a nosotros mismos. Evocar y reconstruir una miríada de momentos perdidos en el tiempo, otros apenas esbozados, para imbricarlos en una trayectoria común: abigarrada y compleja, pero compartida al fin. Actualmente –sabemos–, la organización estudiantil no pasa por su mejor momento: los niveles de participación en sus instancias democráticas han disminuido sensiblemente desde 2011 y se encuentran en mínimos incluso respecto de su trayectoria histórica. Las atribuciones de responsabilidad emergen a borbotones: las transformaciones estructurales en las universidades, menos proclives a propiciar espacios de reproducción social dentro de ellas; la integración en el sistema de los antiguos liderazgos, hoy mancillados por las dificultades de la gestión pública, tan ajenas al ímpetu de pureza juvenil; la presunta inexistencia de objetivos estratégicos para la agitación y movilización social.

Si bien no es su propósito declarado, cabe esperar que este libro también permita arrojar luz sobre las dinámicas de auge y crisis de la organización estudiantil en décadas previas, otorgando más elementos de juicio a las actuales y futuras dirigencias, responsables de la rearticulación de un actor social sin cuya presencia es difícil imaginar una nueva etapa de protagonismo ciudadano o movilización de masas en Chile, sea en la dirección que sea.

* * *

Este proyecto comenzó, como muchos otros, en la organización estudiantil: entre conversaciones, diálogos informales, reflexiones colectivas e individuales. A finales de 2018, cursando segundo año de Sociología, fui elegido vicepresidente del Centro de Estudiantes en mi carrera, con un programa que incluía la recuperación histórica de nuestra Facultad. Nada muy preciso, a decir verdad. Mi primer objetivo era bastante modesto: reconstruir la lista completa de presidentes del Centro de Estudiantes, cuestión que resultó ser más intrincada de lo que yo pensaba. Sin archivos ni registros institucionales a los cuales echar mano, conocí la Biblioteca Nacional y el Archivo Histórico de la Universidad Católica, desde donde pude llegar a algunos nombres. También entrevisté a algunos conocidos más próximos en edad, que me ayudaron a reconstruir las últimas dos o tres décadas. Por razones lógicas, la dificultad de la investigación aumentaba al retrotraerse más en la historia. Luego, por una coincidencia o una búsqueda afortunada en Internet, di con el nombre de Arturo Navarro, en ese momento director ejecutivo del Centro Cultural Estación Mapocho. Gentil, en pleno mes de enero me recibió en su oficina y me relató una historia increíble sobre sus andanzas políticas como dirigente estudiantil en los años de fuego de la Reforma Universitaria. Me dio otros nombres, a los cuales también acudí y de ellos recibí similar impresión. El cuestionario que había preparado para mis entrevistados, en un comienzo orientado exclusivamente a los avatares del pequeño Centro de Estudiantes, quedó obsoleto ante la fuerza y la dimensión de los hechos que se presentaban ante mí; muchos de ellos, según pude ir comprobando, escasamente registrados o relatados en libro, artículo o investigación alguna.

Recordé entonces un pasaje de mi cuento favorito de Borges: “Hacía dos años que yo había descubierto en un tomo de cierta enciclopedia práctica una somera descripción de un falso país; ahora me deparaba el azar algo más precioso y más arduo. Ahora tenía en las manos un vasto fragmento metódico de la historia total de un planeta desconocido, con sus arquitecturas y sus barajas, con el pavor de sus mitologías y el rumor de sus lenguas, con sus emperadores y sus mares, con sus minerales y sus pájaros y sus peces, con su álgebra y su fuego, con su controversia teológica y metafísica”.3 Escuché decir a un escritor, por esos mismos días, que una de las tragedias de la tecnificación del conocimiento era la especialización de la búsqueda: al hurgar en las páginas de una enciclopedia —como hacen Borges y Bioy Casares en el cuento que acabo de referir —el investigador termina descubriendo cientos de otros puntos de interés quizás no directamente relacionados, pero que abren otras puertas y estimulan la curiosidad, la creatividad, la producción de conocimiento a la vez holístico y original. Los motores de búsqueda, con sus algoritmos entrenados para hacer de la pesquisa de información una operación lo más eficiente posible, construyen y se construyen bajo una lógica diferente. En mi caso, lo que comenzó como una reconstrucción simple del registro histórico del Centro de Estudiantes pasó, primero, a ser un trabajo académico sobre la historia política del Instituto de Sociología —el cual, aunque también mantengo inédito, es citado ocasionalmente en estas páginas—; y, más adelante, a dar curso a un interés generalizado sobre la historia del movimiento estudiantil, al tiempo que sentía el vértigo y la adrenalina de estar pisando y cartografiando terra incognita.4

Pasó luego de eso un estallido social, una pandemia, un proceso constituyente fracasado y a finales de 2022 me encontré, ya en el otoño de mi etapa estudiantil, como jefe de campaña en la elección anual de la Federación. Un buen día había calculado que en 2023 se cumplirían 85 años desde 1938, la fecha que la Universidad reconoce oficialmente para la fundación de la FEUC. Resultó ser una excusa perfecta para un proyecto que, esta vez sí, sería de gran ambición y fanfarria: la reconstrucción de la historia completa de la Federación de Estudiantes de la Universidad Católica, además de la vida política, social y cultural en torno a ella. Mi labor como jefe de campaña fue un éxito rotundo y nuestra candidatura ganó las elecciones con mayoría absoluta en primera vuelta, como nunca antes había sucedido en una votación universitaria a cuatro listas. Tuve entonces la posibilidad de llevar a cabo el megaproyecto de historia de la FEUC que le había presentado a mis compañeros, semanas atrás. Desde luego, cualquiera que haya estado involucrado en una organización social, particularmente estudiantil, sabe que la mayoría de las ideas nunca llegan a concretarse por la escasez de recursos y el breve plazo para llevarlas a cabo. Las prioridades siempre cambian y los hechos, la vida, suelen interponerse en los planes tan cuidadosamente desplegados en cualquier inicio. Consciente de aquello y de otros fracasos personales anteriores, me puse a trabajar desde el primer día y formé un pequeño equipo, nucleado en la Vocalía de Academia y Rescate Histórico de la FEUC, en el cual destacaron quienes fungen ahora como colaboradores: Ana Paula Reyes —quien colaboró en el segundo capítulo—, Maximiliano Arancibia —en el tercero— y Santiago Fernández —en el cuarto—. Los tres de distintas carreras, con diferentes intereses y posiciones políticas también disímiles. Los tres, además, grandes amigos. También debo reconocer el aporte y el apoyo de otros integrantes del equipo, quienes por distintos motivos no pudieron involucrarse con la misma profundidad, pero fueron, a su manera, indispensables: Matías Llorens, Joaquín Soto, Antonia Navarro, Florencia Escobedo, Tomás García y Mariana Recart. Un equipo orgullosamente pluralista y paritario en género, carrera y posición política. Desde la FEUC, el respaldo a toda prueba de las directivas 2023 y 2024 fue impagable: debo destacar especialmente a Tamara Gross y Catalina Jofré, aunque el agradecimiento es extensible a todos. Idéntica gratitud debo a la Consejería Superior y otros representantes estudiantiles, así como a Ediciones UC, a la Vicerrectoría de Comunicaciones y Extensión Cultural, y a la Rectoría, quienes creyeron en este proyecto y posibilitaron finalmente su concreción.

La tarea fue titánica. Creo que me quedaría corto si dijera que hemos dedicado centenares de horas en exclusiva dedicación a la revisión de archivos de prensa, libros, documentos, entrevistas, elaboración de rejillas para sistematizar la información encontrada, y redacción de los capítulos que luego de dos años verían finalmente la luz. Ha sido un arduo y hermoso trabajo de equipo que me ha tocado orgullosamente encabezar. Desde luego, la elefantiásica cantidad de información que reúne este libro lo hace incurrir también en un riesgo de caer en imprecisiones, inexactitudes o sesgos. Nuestra preocupación al respecto ha sido extrema, en el sentido de que cada dato se encuentra respaldado en alguna fuente primaria o secundaria. De allí la gran cantidad de diarios, revistas y libros citados. Sin embargo, sabemos que las fuentes tampoco son infalibles, y muchos hechos pueden tener distintas —casi infinitas— perspectivas o visiones que no han sido adecuadamente recogidas. Por ello, debemos pedir disculpas a quienes no se sientan interpretados por los relatos y aclarar que la responsabilidad de dichas imprecisiones recae exclusivamente en el autor y sus colaboradores.

* * *

Este libro está organizado de la siguiente manera. Luego de este prefacio y la presentación de nuestro rector Ignacio Sánchez Díaz, se presenta un recorrido histórico dividido en siete capítulos, cada uno de los cuales corresponde a una etapa en la trayectoria histórica de la Federación. El primero de ellos corresponde a su etapa inicial, desde su origen en 1938 hasta sus primeras elecciones directas, a finales de 1950. El segundo, a una etapa de consolidación institucional y de elaboración del pensamiento reformista, en tensión siempre con la tradición gremialista, desde 1951 hasta el inicio de la Reforma Universitaria en 1967. El tercero, a los años de la Reforma y la Unidad Popular; el capítulo más estrecho en términos temporales, pero quizás el más intenso en refriegas y discusiones. El cuarto, a los años de la intervención militar de la Universidad, entre finales de 1973 y comienzos de 1985. El quinto, al período que abarca la transición democrática en la FEUC y luego en el país, hasta la crisis de la centroizquierda universitaria en 1993. El sexto, a la etapa entre 1994 y 2007, marcada por la desafección de los partidos políticos y la continuidad de la transición en el país, y por la alternancia en los cargos de la Federación. El séptimo, al período que comienza en 2008 y continúa hasta la actualidad, con la emergencia de nuevos movimientos sociales y un robusto sistema de interacciones políticas entre movimientos universitarios. Posteriormente, este libro presenta un listado exhaustivo de quienes presidieron la Federación. Allí aparecen con carácter oficial, por primera vez, compilados los nombres de decenas de estudiantes que, en distintas épocas, supieron cuidar el fuego de la organización estudiantil en la Universidad asumiendo diferentes responsabilidades a lo largo del tiempo y de su efímera vida universitaria. De tal suerte, este libro es a la vez un libro de historia para el público general, a través del cual los lectores podrán sumergirse en la trayectoria de la Federación, sus debates, sus coyunturas, sus miserias y bellezas; y un libro de referencia, al cual investigadores aficionados, profesionales y en formación podrán recurrir en busca de registros y fuentes. Lo que para mí y para nosotros finaliza con la redacción de este prefacio, para el lector acaba de comenzar. Es nuestro mayor anhelo que este libro pueda sobrevivir el paso del tiempo como un testimonio escrito a muchas manos, a partir de tantos recuerdos, fuentes escritas y orales, de la huella que han dejado los estudiantes, sus organizaciones y sus inquietudes, en la Universidad y también en el país. Es mi anhelo personal, también, que la comunidad toda pueda reconocerse a sí misma en este retrato: en su pluralidad, en sus diferencias y semejanzas, en sus contradicciones, tensiones y virtudes. En sus actitudes, en sus pensamientos, en sus luchas de ayer y hoy. En la idea, ante todo, de que formamos parte de esa indisoluble trayectoria común que comenzó apenas ayer, sigue hoy y no se acaba.

La exploración de los primeros años de vida de la Federación de Estudiantes de la Universidad Católica constituye una empresa desafiante. La FEUC no solamente tiene un origen tardío, precedido de varios intentos y expresiones políticas tímidas que no habían alcanzado a cristalizar en una institucionalidad propia para la representación del cuerpo estudiantil universitario en su conjunto, sino también su consolidación es un trabajo que demora algunos años. Algunos rasgos de la FEUC original son reconocibles hasta el día de hoy; otros, en cambio, se prefiguran recién hacia el final de su primera década de existencia. El estudio del período que transcurre entre 1938, con la fundación del Comité de Presidentes de Centros de Alumnos, y 1950, con la primera elección directa para la Directiva de la Federación, implica dificultades lógicas dadas por la lejanía del tiempo histórico, que impide una exploración a fondo fundamentada en testimonios personales y archivos que se han perdido con el paso del tiempo. Sin embargo, las fuentes aquí presentadas permiten vertebrar un relato que resulta sorprendente por sus detalles, sus conflictos y los discursos que emergen en el proceso de conformación de una institución cuyo protagonismo público iría en ascenso. Emergen a la luz, en algunos casos por vez primera, acontecimientos importantes en el desarrollo temprano y la consolidación institucional de la Federación, con actores colectivos e individuales de gran relevancia que, algunos años más tarde, dejarían su huella en la vida política, social y cultural del país. De tal suerte, este primer capítulo aborda el proceso de fundación de la FEUC, que no puede comprenderse a partir de una fecha única sino como una concatenación de acontecimientos, entre 1938 y 1940, que derivan en la conformación de la institución; sus antecedentes y sus primeros años de funcionamiento, hasta la crisis interna que sobreviene luego de los hechos de 1948 y se cierra parcialmente en 1950. En definitiva, se trata de la pormenorización de una etapa que sienta las bases de su existencia posterior, mediante la sedimentación de prácticas, aprendizajes y discusiones que le dan su primera forma a la organización institucional de los estudiantes en la Universidad Católica.

Antecedentes

La Universidad Católica de Chile nace a partir de un decreto firmado el 21 de junio de 1988, como la instancia cúlmine “de los esfuerzos hechos por el clero y las congregaciones religiosas en favor de la instrucción cristiana de la juventud”, con el apoyo y participación de numerosos laicos y una misión explícita de “preservación de la civilización cristiana, amenazada en nuestro país por el liberalismo”.5 Desde el comienzo busca erguirse como contraparte confesional a la Universidad de Chile, reconocida por sus tendencias laicistas y de liberalismo radical, que hasta entonces había hegemonizado la formación intelectual y cultural de la juventud chilena, instituyéndose como “columna vertebral de la educación pública, de la vida intelectual y de la formación de la élite dirigente”.6 Su primer rector es el Arzobispo Joaquín Larraín Gandarillas, quien “puso en la Universidad todo el talento, la energía y el celo sacerdotal que caracterizaron su personalidad”, destacando su enfoque humanístico y preocupación por el rigor intelectual.7 Al momento de dar comienzo a los primeros cursos, el día 1 de abril de 1889, la UC cuenta solamente con diez profesores y cincuenta estudiantes universitarios, todos de la Escuela de Leyes. Si se suma a los jóvenes que se incorporan a la Escuela Industrial, el Colegio de Humanidades y el Pensionado San Juan Evangelista, no son más de ciento cincuenta las personas que reciben instrucción por parte de la Universidad en su primer año de funcionamiento. Se trata de una comunidad pequeña, dentro de la cual se producen “rápidamente, relaciones personales muy estrechas” entre profesores y alumnos.8

El primer acto oficial con participación estudiantil que aparece en los registros es el acto de homenaje al Arzobispo Mariano Casanova, en abril de 1890, que incluyó una condecoración especial a los mejores estudiantes en los cursos de Derecho. En este habló a nombre de los estudiantes Felipe Urzúa, compartiendo estrado junto al vicerrector Rodolfo Vergara, Abdón Cifuentes, José Clemente Fabres y el propio arzobispo Casanova. En su discurso, Urzúa se refiere en elogiosos términos a la labor de los académicos y administrativos de la novel Universidad, relevando su carácter estrictamente religioso y confesional: “No necesitamos ser viejos para comprender que, tanto en el orden físico como en el orden moral, son las transiciones violentas las que ponen en peligro nuestra vida. [...] Se mata a la juventud, cuando de los claustros serenos de un buen colegio, en que se ha informado su espíritu con el respeto y el amor, se la conduce a los sótanos helados de la ciencia sin Dios y del honor sin virtud”.9

Los primeros años de la Universidad no estuvieron exentos de dificultades. Durante la Revolución de 1891, la Universidad debió mantenerse clausurada y su edificio fue arrasado por un incendio en junio de aquel año, pudiendo retomar las clases solamente en septiembre.10 No obstante, al año siguiente se abrirían los cursos de Ingeniería, y en 1894, los de Arquitectura. La Universidad contaba ya con tres carreras, a las cuales solo podían ingresar alumnos que declararan su fe católica, bautismo y certificados de buena conducta otorgados por personas autorizadas. La vida estudiantil se encontraba fuertemente reglamentada por un documento de 1889, que establece la obligación de atenerse a estrictas directrices de inspiración religiosa, entre las cuales se señala la obligación de dirigirse a los superiores de la Universidad “con el comedimiento que corresponde a la posición que ocupa en ella”. Además, “los alumnos de la Universidad Católica evitarán cuidadosamente todo lo que pudiera dañar a sus almas, como sería [...] la lectura de libros malsanos y de periódicos hostiles a la religión; la frecuentación del teatro y de casas o lugares que sean, bajo cualquier aspecto, sospechosos; las amistades, compañías y reuniones peligrosas”.11 Sin embargo, semejantes imposiciones quedaban habitualmente lejos de cumplirse a cabalidad, quedando en múltiples aspectos más bien como una declaración de intenciones: “Lo que en los internados puede exigirse sin ninguna dificultad, suele ofrecer en los externados universitarios resistencias odiosas y hasta producir actos de insubordinación y rebeldía. Por esta razón el señor Larraín Gandarillas, que llevaba en su mente muchos bellos ideales, no siempre pudo verlos realizados, a pesar de la constancia”.12

Sin embargo, esta “insubordinación y rebeldía” no tendría una expresión institucional permanente sino hasta muchos años después. Mientras en la Universidad de Chile la primera década del nuevo siglo trae vientos de movilización estudiantil y, en el año 1906, la publicitada fundación de la Federación de Estudiantes de Chile (FECH), de marcado carácter político y reivindicativo, “el alumnado de la Universidad Católica en este tiempo tenía puesta su atención en otra clase de problemas”.13 La “gran fe en el progreso y en la ilustración” que impulsa a los estudiantes de la Universidad de Chile resulta doctrinariamente ajena a la UC.14 La primera experiencia de organización estudiantil en la UC de la cual existe registro fehaciente corresponde a la formación de un Centro de Alumnos de Ingeniería, en el año 1904, bajo el nombre original de “Centro de Matemáticas” y presidido por Luis Líbano.15 Este impulso de organización comienza a adquirir un rumbo claro recién hacia 1910, cuando un grupo de estudiantes de Derecho (o Leyes) funda, con el apoyo del profesor Roberto Peragallo, el Centro de Alumnos de Derecho de la Universidad Católica. Su principal objetivo declarado es “fomentar el espíritu de solidaridad entre todos los alumnos del curso de Derecho”.16 Este Centro adquiere pronto un funcionamiento “regular y progresivo”, convocando reuniones en las cuales se presentan trabajos acerca de temáticas no profundizadas en los cursos, generando discusiones enfocadas en el acontecer nacional e internacional. Pronto emergen, inspirados en la experiencia de Derecho, otros centros de alumnos en Arquitectura, Agronomía y Sub-Ingeniería, estos dos últimos en 1913.17 Estos cuentan, al igual que el Centro de Alumnos de Ingeniería, con una directiva conformada por estudiantes que presiden y convocan las sesiones, dirigiendo las actividades del Centro con el apoyo de delegados generacionales y encargados de comisiones temáticas. En 1915, al calor de este desarrollo, surge la Revista Universitaria como “lazo de unión entre los diversos Centros” y, de acuerdo con fuentes posteriores, llega a proponerse incluso la constitución de una Federación de Estudiantes, aunque la idea es rápidamente olvidada.18

Además de los centros de alumnos, una segunda vía de canalización para la participación estudiantil en la Universidad Católica en esta etapa son las organizaciones de Acción Católica, que reúnen a diferentes estamentos de la sociedad en torno a la práctica religiosa activa. La más importante de todas es la Asociación Nacional de Estudiantes Católicos (ANEC), formada en 1914 al alero del sacerdote Julio Restat, y bajo la conducción del estudiante laico Emilio Ossa. Sería una exageración decir que la ANEC constituye un precedente de la organización política estudiantil en torno a la FEUC, toda vez que sus actividades —especialmente en los primeros años— giraban en torno a prioridades religiosas y lúdico-recreativas, aunque en los hechos cumplió una función similar en términos del cultivo de vocaciones públicas, discusión de inquietudes sociales y proyección de cuadros políticos a nivel nacional. Sus fines, de acuerdo con sus estatutos, se centran en “trabajar por la restauración de todo en Cristo, y con este objeto desarrollará una intensa labor católica en todas las clases sociales, especialmente entre la juventud y los obreros”.19 De acuerdo con el sacerdote Jorge Gómez, la ANEC “era el pasillo obligado que llevaba la renovación juvenil al Partido Conservador, de la misma manera que la Federación de Estudiantes [FECH] conducía al Partido Radical o Liberal de avanzada laicista”, y durante algún tiempo llegó incluso a elegir a sus dirigentes mediante votaciones anuales.20 Hacia finales de la década de 1920, inestabilidad política mediante, la ANEC “había perdido mucho de su espíritu y estaba reducida a ser un club de universitarios, sin ninguna labor formativa ni apostólica”.21 Bajo la dirección de monseñor Oscar Larson y la aparición de “un grupo de jóvenes dotados de cualidades sobresalientes”, egresados de la educación secundaria entre 1926 y 1928,22 esta situación cambia y la ANEC se convierte en un vector de movilización social y formación de liderazgos juveniles, la mayoría de ellos radicados también en la UC.

Bernardo Leighton, el pionero

Al iniciar la década de 1930, como se ha visto, existen dos canales principales de participación y organización estudiantil en la Universidad Católica con un propósito que linda lo social y político: la actividad en torno a los centros de alumnos, y la actividad en las instituciones de la Acción Católica, particularmente la ANEC. De las inquietudes estudiantiles de los primeros y la perspectiva social de los segundos emergería luego la idea de una Federación de Estudiantes para la UC. Pero aún restan algunos años. “Hasta el comienzo de los años 30 por lo menos, los alumnos católicos solo participan en actividades internas de carácter religioso, literario y recreacional”, según Luis Scherz. Son tiempos de un “gremialismo de puertas adentro” en los centros de alumnos, con objetivos “artísticos, recreacionales, de disciplina, condiciones de estudio y bienestar de los estudiantes”. Políticamente, los estudiantes de la UC son “conservadores monocordes o nada”.23 Eduardo Frei, quien ingresa en 1928 a estudiar Derecho, recuerda en sus memorias que “la falta de vida política y el desconocimiento que teníamos de ella nos mantenía desinteresados de ese tema. Más aún, muchos sentíamos desconfianza de quienes habían actuado como políticos”.24 Esta situación comenzaría a cambiar drásticamente en 1931 con dos hitos fundamentales: el primero es la publicación de la encíclica Quadragesimo Anno, del papa Pío XI, y el segundo comprende los acontecimientos en torno a la caída de la dictadura de Carlos Ibáñez del Campo. El primero de ellos impacta en el terreno religioso, y constituye un aliciente para los jóvenes en su latente pugna con los sectores más tradicionalistas de la jerarquía y el Partido Conservador —que resistió incluso la difusión del texto papal—, la cual en los años siguientes desencadenaría la formación del Movimiento Nacional de la Juventud Conservadora, antecedente de la Falange Nacional.25 El segundo cataliza las inquietudes de los jóvenes, hasta entonces incipientes, en un liderazgo político propiamente tal, al calor de una movilización cuya magnitud resultaba hasta entonces desconocida dentro de la UC.

Uno de estos jóvenes es Bernardo Leighton, estudiante de Derecho, de acuerdo a cuyo testimonio “los jóvenes católicos que estábamos en las universidades, o que trabajábamos en actividades en torno a las parroquias, no realizamos, salvo contadísimas excepciones, tareas de verdadero carácter político, pues, de hecho, no existía libertad efectiva para llevarlas a cabo. En la juventud católica de aquella época predominaba la formación doctrinaria y la acción social al margen de toda actividad política”.26 Esta situación experimenta un cambio drástico hacia 1930, con el advenimiento de la crisis económica y el consiguiente recrudecimiento de la represión ibañista, que había llegado a intervenir la FECH.27 Además de crear desde la ANEC iniciativas de ayuda social para los más afectados por la crisis económica, los estudiantes, encabezados por el propio Leighton, convierten la propia Universidad Católica en un foco de actividad política.28 En 1931, se constituye de forma semiclandestina un Comité Revolucionario de estudiantes en oposición a la dictadura de Ibáñez, que rápidamente entra en contacto con sus pares de la Universidad de Chile, quienes buscan reconstruir la FECH para sumarla al esfuerzo antidictatorial. En palabras de Rafael Agustín Gumucio, uno de los integrantes del grupo, “Bernardo [Leighton] fue de inmediato el aglutinante para luchar contra Ibáñez. Es un privilegio de su carácter ser el justo contenedor en los momentos más difíciles y cuando parece que todo va a romperse”.29

En el mes de julio, los acontecimientos comienzan a sucederse con velocidad: ocurren multitudinarias asambleas estudiantiles en la UC, a partir de las cuales “nació la voluntad de combatir al Gobierno hasta que se fuera”, convicción que suscitaba reacciones dispares entre los elementos académicos y eclesiásticos de la Universidad.30 El 22 de julio, en una asamblea general a la que acuden estudiantes de la UC, ocurre lo impensable. Ante la renuncia de los ministros Pedro Blanquier y Juan Esteban Montero, sumadas al rumor de que la dictadura clausuraría la universidad para frenar la avanzada estudiantil, surge desde el público un grito ardiente: “¡Tomémonos la Universidad! ¡Tomémonos la Universidad!”.31 El socialista Julio Barrenechea, quien preside desde hace menos de una semana la renacida FECH, alza la voz en un discurso histórico: “¡Compañeros, desde este momento estamos en revolución! ¡La revolución se llama los estudiantes de Chile contra la dictadura de Ibáñez! ¡La Universidad se declara tomada, en poder de los universitarios! ¡Fuera del recinto las mujeres y los niños! ¡Los que permanezcan en la universidad, al patio de la izquierda! ¡Los demás a la calle, a dar vuelta tranvías, a quebrar postes y vidrios, hasta producir congestión y alarma pública!”.32

Los estudiantes de la Universidad Católica reaccionan y Leighton consolida su liderazgo. Pide realizar una asamblea en el Salón de Honor para determinar la adhesión de la UC a la huelga. El rector Casanueva llama a Eduardo Frei y le advierte: “Esto es muy grave, puede ser el fin de nuestra universidad. Aquí te entrego las llaves del salón y tú serás responsable de lo que pase”.33 Frei las recibe y se realiza la asamblea, el 23 de julio, la cual se repleta de enardecidos discursos y proclamas para llevar al estudiantado hacia una inédita huelga insurreccional. Es el primer paro estudiantil del cual se tenga registro en la historia de la institución: “El alumnado de la Universidad Católica acuerda suspender las clases hasta el definitivo derrocamiento del régimen dictatorial, al que combatirá por todos los medios que tenga a su alcance”.34 El grupo sale a desfilar por la Alameda hasta la Casa Central de la Universidad de Chile, donde Bernardo Leighton se funde en un abrazo con Julio Barrenechea y le comunica la adhesión de los estudiantes de la UC al movimiento. “Sabedores de la audacia protagonizada por los estudiantes de la Universidad de Chile que se habían tomado su universidad”, los estudiantes encabezados por Leighton “decidieron romper con los lazos que los ataban y marcharon hacia la institución laica, encarnación del más temido anticlericalismo. Fueron a apoyar a sus compañeros de generación a los cuales se parecían, indudablemente, mucho más que a sus padres”.35 Con su posición de liderazgo en la decisión de ir a la huelga y el posterior desfile, su discurso en la toma de la Universidad de Chile y su abrazo con Barrenechea, Bernardo Leighton es el precursor espiritual de la política estudiantil en la Universidad Católica. No todos se quedan durante la noche del 23 de julio en la toma de la Universidad de Chile, pero Leighton sí. Finalmente, sin agua, electricidad ni comida en el invierno santiaguino, los estudiantes deponen la toma bajo la garantía de no recibir represalias por parte del régimen. “Todos nos dábamos cuenta de que a la dictadura le quedaban pocas horas de vida”, rememora Leighton.36 En efecto, Ibáñez renuncia a la Presidencia en la tarde del día 26. Ya nada sería igual.

No existe claridad respecto a si durante los acontecimientos de julio de 1931 se planteó concretamente la fundación de una Federación de Estudiantes de la UC, pero es muy posible que así haya ocurrido. Algunas fuentes se refieren incluso a Leighton como presidente de la FEUC, aunque faltaría casi una década para que esta fuese organizada.37 Lo cierto es que un documento de la propia Universidad, fechado en 1940, indica que si bien la organización de la Federación era para entonces reciente, esta había sido “fundada anteriormente en 1931”.38 En la misma veta, un artículo del periódico oficial de la FEUC se refiere en 1942 al “movimiento de la Federación de Estudiantes, gestado en los años de Leyghton [sic]”.39 Pese a esto, la propuesta de un órgano institucional permanente representativo del cuerpo estudiantil en su conjunto debería esperar algunos años más para cuajar de manera definitiva.

Tomic, Piñera y el Comité de Presidentes

Durante el resto de la década de 1930, la actividad social y política de los estudiantes de la UC se mantendría principalmente en torno a las dos líneas antes mencionadas: la Acción Católica y los centros de alumnos. Pero también comienzan a ganar un espacio permanente el Grupo Universitario Renovación, que organiza multitudinarias asambleas en la UC para tomar posición respecto del atribulado contexto político nacional,40 y el “movimiento” encabezado por Leighton, Gumucio y Frei, que crecería dentro y fuera de la Universidad en aquellos años hasta constituir en octubre de 1935 el Movimiento Nacional de la Juventud Conservadora, denominado también como Falange Nacional, antecedente directo del futuro Partido Demócrata Cristiano. A su vez, este se apoya en el Centro de Estudiantes Conservadores, estructura formada en 1933 en virtud de la decisión tomada por las altas esferas conservadoras en torno a la integración del grupo antes mencionado en el Partido Conservador.41 En este punto, existe todavía un vínculo indisoluble entre la identidad católica y la afiliación política conservadora. El Centro de Estudiantes Conservadores se plantea “tres metas: el ingreso de los jóvenes católicos al Partido Conservador, una fiel observancia de la doctrina de la Iglesia, y el combate al sufrimiento y la miseria que afligían al país”.42 Uno de sus primeros líderes es Radomiro Tomic, quien preside posteriormente la Acción Católica Universitaria y el Centro de Alumnos de Derecho. También lidera el efímero Centro de Acción Universitaria, precursor de la Federación de Estudiantes.43 Según recordaría el propio Tomic años después, su paso por la UC como dirigente estudiantil “fue una etapa decisiva para mi formación y orientación. Tanto por el ambiente propiamente universitario de compañeros y profesores, algunos realmente extraordinarios, cuanto porque fueron años turbulentos en la vida político-social del país que motivaron el nacimiento simultáneo de tres nuevas fuerzas políticas: el socialismo, el nacismo y la Democracia Cristiana”.44

Pero estos conservadores no son los únicos en buscar articular una alternativa política dentro de la Universidad por aquellos días. El dique se había abierto luego del movimiento contra Ibáñez y los estudiantes de la UC muestran interés por las tendencias políticas emergentes alrededor del mundo, en un ambiente de ebullición intelectual creativa.45 Un relato posterior registra que “hay quienes recuerdan algunas proclamas ardientes que Tomic redactaba y distribuía en la Universidad. Sobre todo, una en que denunciaban a los nacistas como ‘almas de esclavo en busca de señor’ que casi le cuesta los dientes en las peleas que provocó”.46 William Thayer recuerda debates “agrios y vociferantes” respecto de la guerra civil española, que comienza en 1936.47 En este contexto de inquietud política invertebrada ingresa José Piñera a estudiar Ingeniería. Su hermano mayor, Bernardino –futuro obispo conciliar– ya estaba integrado en las redes de la Acción Católica dentro de la Universidad y sería en 1937 presidente de la ANEC. Desde allí describe a su generación bajo los siguientes términos: “Advierto en primer lugar una preocupación filosófica; nuestra generación tiene a sus maestros de pensamiento... Es característico también de nuestra generación un gran despertar litúrgico... El tercer elemento lo constituye la preocupación por los problemas sociales...; rehacer la organización social sobre principios cristianos es crear algo tan distinto al orden actual que no es tarea para una sino para varias generaciones”.48 José, por otra parte, “no era un hombre de mucha labia entre su familia o, por lo menos, entre sus hermanos. Si bien vivía junto al ahora monseñor [Bernardino], pocas veces le habló de sus proyectos”.49 Al presentarse como candidato al Centro de Alumnos de Ingeniería, Piñera “articuló y presentó un inédito programa de trabajo [...] tan rico en propuestas que sirvió de inspiración para futuros centros de alumnos”.50 Su hijo Sebastián, dos veces Presidente de la República, lo describría al fallecer como “un hombre extraordinario, distinto y único, de esos que se notan, marcan rumbos y no viven en vano”.51 En 1938 tendría la oportunidad de demostrarlo.

Se trata de un año importante en la historia de Chile. No solamente se celebra, con gran participación, el cincuentenario de la Universidad Católica, sino que también, en el plano nacional, el Frente Popular triunfa en las elecciones presidenciales con el radical Pedro Aguirre Cerda, inaugurando una nueva etapa política en el país. A la vez, y como resultado de la insubordinación de los jóvenes falangistas ante la línea del partido durante las elecciones, emerge como partido político independiente la Falange Nacional.52 No se ha registrado documentación específica que vincule la fundación –o, mejor dicho, independización– de la Falange con los movimientos para formar una Federación de Estudiantes en la UC, aunque tenga varios actores en común. Pese a ello, es razonable suponer que aquello aporta al clima de politización creciente en las aulas y a la necesidad, ya diagnosticada por algunos, de articular institucionalmente tales inquietudes. Es necesario notar que, a comienzos de 1938, se constituye oficialmente la Falange Universitaria –aún dependiente del Partido Conservador, aunque con elevados niveles de autonomía– bajo la dirección de Arturo Yáñez, con un tono marcadamente político: “Los universitarios falangistas al comenzar a participar, como tales, en las luchas universitarias nos encontramos con un hecho concreto que debemos afrontarlo en su cruda realidad: en la Universidad se hace política. Y se hace una política de doctrinas precisamente opuestas a la nuestra; diametralmente opuestas”.53 Esta sucesión de acontecimientos solo aportó urgencia. La Federación de Estudiantes constituye, para muchos de los estudiantes de la Universidad, “una antigua aspiración”, como señalan los carteles que anunciarían su oficialización al año siguiente.54 No dependería del tutelaje de una organización externa para constituirse, aunque es evidente que su creación es propulsada con especial ahínco por cuadros afines al falangismo.

Durante el primer semestre del año 1938, se intensifican las reuniones entre los diferentes centros de alumnos existentes en la Universidad, en paralelo a su incorporación oficial a la estructura de la Universidad mediante la aprobación del nuevo Reglamento General.55 De estas conversaciones forman parte las seis facultades que entonces alberga la UC (Derecho, Comercio, Ingeniería, Arquitectura, y Medicina), y las seis escuelas anexas (Servicio Social, Instituto Femenino, Instituto Social, Politécnico, Filosofía y Letras, y Teología). El impulso principal viene por cuenta de las facultades, especialmente desde Ingeniería, cuyos liderazgos más importantes son Raúl Devés y José Piñera. En mayo, estas conversaciones dan a conocer públicamente su primer fruto. Se trata del Comité de Presidentes de Centros de Alumnos de la Universidad Católica de Chile. Esta organización, que declara inicialmente tener “fines universitarios, culturales y sociales”, se plantea inicialmente cinco objetivos principales. Primero, coordinar la participación del cuerpo estudiantil en las celebraciones del cincuentenario de la Universidad. Segundo, reforzar las relaciones interuniversitarias “para llegar a una unificación de los estudiantes de la Universidad, sin distinción de facultades”. Tercero, el estudio de programas académicos y apoyo a los estudiantes con dificultades económicas o de acogida. Cuarto, la realización de conferencias de carácter profesional y vinculación con exalumnos, además de actividades culturales. Quinto, organizar y fomentar la labor social interior y exterior de los estudiantes, con escuelas para obreros, entre otras iniciativas.56 El Comité inicial está formado por ocho representantes: Eduardo Palacios (Derecho), Alfonso Leiva (Comercio), Raúl Devés (Ingeniería), Julio Ripamonti (Arquitectura), Roberto Ortiz (Agronomía), Jorge Grey (Medicina), Irene Frei (Servicio Social) y Roberto Balbontín (Politécnico).57

El secretario general del Comité, quien supervisa a los delegados y lleva adelante el funcionamiento regular de la organización, es José Piñera. Aún más, la Secretaría del Comité se ubica en el cuarto piso de la Casa Central, en lo que era por entonces la oficina del Centro de Alumnos de Ingeniería. El reporte de la Revista del Centro de Derecho, al cual se debe parte importante de esta descripción, recoge también que en esta Secretaría se atiende los días lunes, martes y miércoles de 12:00 a 12:30.58 Para efectos prácticos, el Comité de Presidentes emula las funciones de una federación de estudiantes y en el segundo punto de sus objetivos se plantea avanzar para cristalizar esta unidad. Durante ese mismo año, recuerda Alejandro Magnet, “con otros cursos paralelos y otras facultades lanzamos la idea de la Federación de Estudiantes, la FEUC. La FECH existía desde 1920 y nosotros hicimos los contactos para entendernos con los estudiantes de la [Universidad de] Chile”.59 De tal suerte, fuentes contemporáneas señalan 1938 como el año de origen de la FEUC60 y la Universidad reconoce dicho aniversario hasta el día de hoy. Por sus líderes –particularmente José Piñera–, sus funciones, sus objetivos y su estructura orgánica, el Comité de Presidentes de Centros de Alumnos es el cimiento sobre el cual luego se propone, aprueba y constituye oficialmente la Federación de Estudiantes. Es el origen de la FEUC, después del cual se mantendría –hasta nuestros días– la vigencia de una entidad unitaria y representativa que coordinase al conjunto de los estudiantes de la UC. Pero, en 1938, aún faltarían algunos obstáculos por superar.

“¡Federación queremos!”

Siguiendo el relato de Alejandro Magnet, la transformación del Comité de Presidentes en Federación de Estudiantes se encuentra estrechamente vinculada con la elección del Centro de Alumnos de Derecho, el 28 y 29 de abril de 1939.61 En ella se enfrentan las dos principales corrientes que bregan en la incipiente política estudiantil de la UC hacia finales de la década de 1930. En sucesivas asambleas son nominados Jorge Prat, representante de las ideas conservadoras, quien había sido convocado para reconstruir el ala juvenil del Partido Conservador luego del éxodo falangista; y Gonzalo Cabrera, militante falangista, quien en su discurso refiere elogiosamente la labor de Tomic como presidente años atrás y es respaldado por los “federacionistas”, que pretenden constituir en la UC una Federación semejante a la FECH. Según los relatos de la época, “el entusiasmo y las energías de los alumnos, se consumía íntegramente en la campaña para conquistar el triunfo del candidato de sus afecciones”, en unas votaciones realizadas “con muy poca tranquilidad”.62 La elección es ganada por Gonzalo Cabrera, quien toma contacto inmediatamente con los demás presidentes de centros de alumnos, entre ellos José Piñera, para plantear oficialmente la idea de una Federación de Estudiantes de la UC. Esta propuesta fue discutida, y aprobada, en una reunión el 24 de junio de 1939. La Revista del Centro de Derecho afirma que la organización de la FEUC “llenaría una sentida e imperiosa aspiración”, felicitando a Piñera y Cabrera “por esta oportuna iniciativa”, la cual habría de ser presentada al rector Carlos Casanueva para su aprobación y operativización.63 En favor de la Federación, “hubo masivas manifestaciones, y el grito de ‘federación queremos’ retumbó en los patios de Alameda 340”.64

Algunos testimonios de la época rescatan la renuencia del rector –quien era, de todas formas, una figura casi invariablemente venerada por los estudiantes– respecto a la idea de una Federación de Estudiantes.65 Una lectura diferente tiene Germán Becker, para quien monseñor Casanueva “miraba con buenos ojos la formación de centros y organizaciones de alumnos que servían para unir a los jóvenes”.66 Por otro lado, David Vásquez afirma que la negativa inicial venía por cuenta principalmente del Consejo Superior, mientras que el rector Casanueva terminó “entendiendo las inquietudes de los estudiantes”.67 El hecho es que, en último término, Casanueva terminaría reuniéndose con Piñera y dando luz verde al proyecto de Federación: “Quizá lo miró como a un joven a quien había que perdonarle algunas medidas audaces. Y, como hombre viejo que era, debe haber sabido que hay muchas cosas en la vida que comienzan como un peligro pero que después pueden ser un bien”.68

El primer objetivo de la naciente Federación es participar en las Primeras Jornadas Nacionales del Estudiante, convocadas por la FECH –presidida por el socialista Jorge Millas– para fines de septiembre. Para esto se elabora durante el invierno un proyecto de reglamento para la Federación, con el fin de ser presentado ante las autoridades. Este proyecto es de carácter preliminar, condensando principios básicos de acción sin ahondar en el funcionamiento específico de la institución. Según consta en las actas del Consejo Superior, durante la sesión del 2 de agosto monseñor Casanueva “dio a conocer el deseo de los alumnos de organizar una Federación de los Centros de Alumnos de la Universidad, con el fin de promover la vida universitaria de común acuerdo con la dirección”.69 Una vez leído el proyecto de reglamento, el Consejo resolvió posponer su decisión condicionada a un informe del decano Arturo Ureta. A la semana siguiente –9 de agosto–, Ureta expediría su informe, señalando que el proyecto “podía aprobarse totalmente”, aunque sin entrar en vigencia hasta algunas semanas más tarde, debido a que el prorrector de la Universidad se encontraba fuera del país.70 Siendo autorizada también la participación en las Jornadas organizadas por la FECH –aunque bajo ciertas condiciones, según consta en las actas del Consejo Superior–, la recién oficializada FEUC elige a su primera directiva, aunque de carácter provisional y con ocasión de las Jornadas. Al momento de escoger la presidencia, “hubo solo un nombre capaz de aglutinar intereses y encauzar inquietudes, el presidente de los alumnos de Ingeniería, José Piñera Carvallo”.71 Piñera –señalado en algunas crónicas como Manuel, su primer nombre– fue acompañado, en aquella primera Directiva, por Javier Lagarrigue y Gonzalo Cabrera como vicepresidentes; Aquiles Savagnac como secretario general; Renato Pinochet y Hernán Lacalle como secretarios; y William Thayer como tesorero.

Las Jornadas Nacionales del Estudiante constituyen un hito crucial. En ellas se convoca a “todos los institutos, escuelas o colegios de enseñanza profesional, técnica o universitaria, pública o privada y las federaciones de estudiantes secundarios constituidas a lo largo del país”.72 La recién oficializada FEUC mantiene, al igual que la FECH, una representación especial compuesta de sus respectivas directivas y de delegaciones especialmente nombradas para la ocasión. Las Jornadas se llevan a cabo del 25 al 28 de septiembre, con los delegados repartidos en cuatro comisiones temáticas: Problemas Sociales, Problemas Económicos del Estudiante, Problemas Educacionales y Problemas de Organización. Asimismo, son oficialmente clausuradas el 5 de octubre con dos sesiones plenarias, en las cuales cada comisión presentó sus conclusiones al resto del pleno, luego de una comida de “fraternal camaradería” en la ANEC y una romería en honor al poeta José Domingo Gómez Rojas, dirigente de la FECH fallecido en 1920.73 La buena presentación de los delegados de la UC resulta crucial no solamente para los estudiantes, sino también para el Consejo Superior, que manifestaría su satisfacción al advertir “la actuación destacada de nuestra delegación, que supo exponer con mucho éxito el pensamiento católico entre los estudiantes”.74 Poco después de las Jornadas, debiendo finalizar su período como presidente del Centro de Alumnos de Ingeniería, José Piñera renuncia a la Directiva provisoria de la FEUC. Lo reemplazó Gonzalo Cabrera, quien a su vez deja la vicepresidencia vacante en manos de Eduardo Tironi. Cabrera preside las reuniones organizadas luego de las Jornadas Nacionales del Estudiante, que tienen como objetivo precisar el plan de acción de la Federación y elaborar un reglamento más específico y depurado que el aprobado inicialmente por el Consejo Superior –aunque, igualmente, con la venia del mismo organismo–, para efectos de poder constituir una estructura definitiva para la Federación.75 Este objetivo, pese a las proyecciones iniciales, no se lograría durante 1939. Luego de crear las bases de la organización en 1938 y lograr su aprobación formal en 1939, sería 1940 el primer año de actividad de la Federación plenamente constituida.

“La FEUC, símbolo de unidad”

A comienzos de 1940, la Directiva provisional encabezada por Cabrera reinicia su actividad inmediatamente, “para lograr una solución de continuidad que es indispensable en las etapas de desarrollo incipiente”.76 La tarea es la de constituir un directorio –equivalente al futuro Consejo de Federación–, conformado por todos los presidentes de centros de alumnos, además de delegaturas por carrera y cupos especiales para organizaciones estudiantiles como la Acción Católica y el Club Deportivo. Al mismo tiempo, Aquiles Savagnac triunfa sin oposición en el Centro de Alumnos de Derecho, dando cuenta de la mayoría estudiantil con la cual avanzaba el proyecto de la FEUC.77 Para el 22 de mayo queda programada la primera sesión del directorio de la Federación de Estudiantes de la Universidad Católica, con el objetivo de elegir a la primera Directiva, o Comité Ejecutivo. En ella José Piñera es electo como presidente por aclamación, con Aquiles Savagnac como único vicepresidente. Gabriel Cuevas (Derecho), de tendencia nacionalista y opositor a la Falange, es seleccionado como secretario general, garantizando un valioso pluralismo ideológico. Completan la nómina Renato Pinochet (Ingeniería), Hernán Lacalle (Ingeniería) y Ester Roa (Derecho), la primera mujer en integrar una directiva.78 Ya entonces se habla de las carreras de Ingeniería y Derecho como el “eje” de la Federación.79

Durante su primer mes, la mesa encabezada por Piñera dedica sus esfuerzos a preparar los Estatutos y los reglamentos internos para su aprobación final, así como a organizar los diferentes órganos de la Federación: los departamentos –luego conocidos como “vocalías”–, el Club de Debates –dirigido por Armando Roa, en el cual “se discutía y se polemizaba de todo”80–, y distintas actividades fruto de la propuesta presentada por Piñera para su gestión. Los Estatutos fueron definitivamente aprobados en la sesión del 6 de junio.81 Ese mismo mes sale a circulación la primera edición del periódico FEUC, dirigido por Manuel Cruz –estudiante falangista de Derecho–, que se identifica como “la voz de la Federación de Estudiantes de la Universidad Católica”. En su primer editorial, el periódico sintetiza las motivaciones y aspiraciones estudiantiles –y generacionales– detrás de la fundación de la FEUC, con una clara impronta reformista: “Creemos interpretar con realismo la situación al decir que este impulso vivo dentro de la UC no es más que la proyección de aquel hondo movimiento por alcanzar nuevos valores y crear un nuevo espíritu que ha asumido viril y cristiana forma en todos los campos donde alientan corazones jóvenes no aplastados por los prejuicios, errores e iniquidades del mundo actual. La Universidad no solo no podía quedar al margen de este movimiento, sino que, no habiendo partido de ella el impulso, debía lógicamente recibir la influencia, la agitación, el bullir de la inquietud naciente [...] Como materialización de este nuevo estado, interpretándolo, haciéndolo obra, ha surgido en nuestra Universidad la Federación de Estudiantes”.82 Al cierre del periódico, una proclama señala: “FEUC significa conciencia universitaria”. Resulta claro que el proceso de organización de la Federación marca un hito significativo, de extraordinaria importancia para una generación completa de estudiantes católicos. Junto con el periódico se organizan definitivamente los departamentos, que inicialmente son ocho: Bienestar Estudiantil, Publicaciones y Conferencias, Reforma Universitaria, Prensa y Propaganda, Difusión Artística, Relaciones Exteriores, Festividades y Radiodifusión. También se plantea la creación de una “universidad popular”, cuya propuesta inicial es trabajada por la Directiva de Piñera, y la organización de un Congreso Interno de la Federación para el mes de agosto, además de la participación activa en el Comité Ejecutivo Permanente de las Jornadas Nacionales del Estudiante, que pretende infructuosamente replicar el evento del año anterior, esta vez en Concepción bajo la tutela de la Federación de Estudiantes de Concepción (FEC).83

El 21 de junio se realiza, en el Salón de Honor, la Primera Asamblea General de la Federación, en la cual, según el periódico oficial, “se puso de manifiesto la franca acogida que ha encontrado la FEUC entre los estudiantes, que han comprendido lo que ella significa”. Como invitado especial, se encuentra monseñor Francisco Vives.84 La Revista del Centro de Derecho afirma que “nadie puede eximirse de contribuir en algo a la afirmación definitiva de una obra que, como la FEUC, no puede ser más nuestra. Cuando todos sus fines se realicen ampliamente, que habrán de realizarse, sentiremos que esta universidad es íntegramente tal, un ser vivo y palpitante en que habremos dejado lo mejor de lo nuestro”.85 El segundo editorial del periódico FEUC se titula “La FEUC, símbolo de Unidad” y afirma que “se ha roto ese quietismo, se ha desterrado la indiferencia, y se ha implantado el régimen que hoy necesitamos en todo orden de cosas; preocupación por los problemas de toda índole que nos rodean, y una firme decisión de actuar, cada uno según sus posibilidades”.86