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Una introducción rigurosa y accesible a más de tres milenios de civilización egipcia. Todo aquel que quiera conocer el Antiguo Egipto encontrará en esta Historia una introducción amplia, rigurosa y documentada a esta civilización milenaria. Marc van de Mieroop no solo presta atención a los periodos y las dinastías siguiendo el relato cronológico, sino que aporta otros muchos elementos como la contextualización de testimonios arqueológicos, la traducción de fuentes escritas o la discusión de documentos concretos. El texto se complementa con numerosas ilustraciones, mapas, temas especiales y cuestiones de debate, además de listas de reyes, glosario, bibliografía e índices. Una herramienta imprescindible para el especialista y una lectura apasionante para el interesado. «Marc van de Mieroop ha logrado lo que muchos historiadores del antiguo Egipto no han podido: hacer que las complejidades de la historia egipcia sean comprensibles para un público amplio sin perder la precisión necesaria en el análisis histórico. Su obra es una de las más claras y accesibles sobre Egipto, no solo porque ofrece una narrativa detallada de los hechos, sino porque contextualiza las instituciones, las creencias y las dinámicas sociales dentro de la historia más amplia del Cercano Oriente». Toby Wilkinson, Egiptólogo
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Seitenzahl: 984
Veröffentlichungsjahr: 2025
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Historia del Antiguo Egipto(3200 a. C.-395 d. C.)
Historia del Antiguo Egipto(3200 a. C.-395 d. C.)
Marc van de Mieroop
Traducción de Juan Candelas
Esta obra ha recibido una ayuda a la edición del Ministerio de Cultura y Deporte
BIBLIOTECA DE CIENCIAS BÍBLICAS Y ORIENTALES
dirigida por Julio Trebolle Barrera
Título original: A History of Ancient Egypt
© Editorial Trotta, S.A., 2025
http://www.trotta.es
© John Wiley & Sons Ltd., 2021
All Rights Reserved. Authorised translation from the English language edition published by John Wiley & Sons Limited
© Juan Candelas, traducción, 2025
Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.
ISBN (edición digital e-pub): 978-84-1364-320-5
Cubierta
Título
Créditos
Índice
Lista de ilustraciones
Lista de mapas
Lista de temas especiales
Lista de fuentes en traducción
Lista de temas de debate
Prefacio a la segunda edición
Nota del traductor
1. C
UESTIONES
I
NTRODUCTORIAS
1.1. ¿Qué es el Antiguo Egipto?
Fronteras cronológicas
Límites geográficos
¿Qué significa «historia del Antiguo Egipto»?
¿Quiénes son los antiguos egipcios?
1.2. La geografía de Egipto
El río Nilo
El desierto
El clima
Fronteras y conexiones
1.3. La composición de las fuentes históricas egipcias
Papiros y
ostraca
Inscripciones monumentales
La crítica a las fuentes históricas
1.4. Los egipcios y su pasado
Las listas reales
El concepto egipcio de realeza
1.5. La cronología de la historia egipcia
Subdivisiones actuales en la historia egipcia
La cronología absoluta
1.6. Desarrollos culturales prehistóricos
Los inicios de la agricultura
Los periodos de Nagada I y Nagada II
2. L
A FORMACIÓN DEL
E
STADO EGIPCIO
(
CA
.
3400-2600
A
.C.)
2.1. Las fuentes de estudio
2.2. Cementerios reales y ciudades
La cultura del periodo Nagada Tardío
La dinastía 0
2.3. Los primeros reyes
Imágenes de guerra
La unificación de Egipto
2.4. Las bases ideológicas de un nuevo Estado
Los reyes
Las necrópolis
Los festivales
Los anales reales y los nombres de los años
Dioses y cultos
La burocracia
2.5. La invención de la escritura
Los precursores en Abydos
La escritura jeroglífica
2.6. Relaciones con el exterior
La cultura de Uruk y Babilonia
Finales del cuarto milenio en Nubia
Finales del cuarto milenio en Palestina
3. L
OS GRANDES CONSTRUCTORES DE PIRÁMIDES
(
CA
.
2686-2345
A
.C.)
3.1. Las fuentes de estudio
3.2. La evolución de los complejos funerarios
La pirámide escalonada de Djoser en Saqqara
Las tres pirámides de Snefru
La Gran Pirámide de Guiza
Los templos solares de la dinastía V
3.3. La administración del Estado del Reino Antiguo
El archivo de Neferirkara en Abusir
Oficiales de la administración
3.4. ¿Debates ideológicos?
Los problemas de la sucesión al trono
Los dioses Horus y Ra
3.5. Relaciones con el exterior
Los contactos con Nubia
Los contactos con Asia
El desierto occidental
3.6. El Reino Antiguo en tradiciones posteriores
Djoser e Imhotep
Snefru
Los grandes constructores de pirámides
4. E
L FINAL DEL
R
EINO
A
NTIGUO Y EL
P
RIMER
P
ERIODO
I
NTERMEDIO
(
CA
.
2345-2055
A
.C.)
4.1. Las fuentes de estudio
4.2. El ascenso de las regiones y la fragmentación política
Nomos y nomarcas
Biografías de oficiales del Estado
Pepi II
¿Por qué colapsó el Reino Antiguo?
4.3. Relaciones con el exterior
La independencia de Nubia
El desierto oriental y el Levante mediterráneo
Los mercenarios
4.4. La disputa entre Heracleópolis y Tebas
Heracleópolis
Tebas
4.5. Análisis del Primer Periodo Intermedio
Reflexiones en la literatura del Reino Medio
La crítica histórica
5. E
L
R
EINO
M
EDIO
(
CA
.
2055-1650
A
.C.)
5.1. Fuentes de estudio y cronología
5.2. Los reyes y las elites regionales
La reunificación y la dinastía XI
El comienzo de la dinastía XII y la fundación de Itji-Tawy
Los poderes locales en los inicios del Reino Medio
La intervención de la realeza en las provincias
Reorganización administrativa
El poder real durante la dinastía XIII
5.3. El monarca como guerrero
La anexión de Nubia
5.4. Egipto en el mundo exterior
El incipiente reino de Kush
El desierto oriental y el Sinaí
Siria y Palestina
El mundo del más allá
Retórica y práctica en las relaciones exteriores
5.5. El culto a Osiris
5.6. La literatura del Reino Medio y su impacto en la cultura egipcia
6. E
L
S
EGUNDO
P
ERIODO
I
NTERMEDIO Y LOS HICSOS
(
CA
.
1700-1550
A
.C.)
6.1. Fuentes de estudio y cronología
6.2. Avaris: las transformaciones múltiples de un puerto del Delta
La historia de Avaris
Hibridación cultural
Otras comunidades extranjeras
6.3. Los hicsos
El nombre «hicsos»
El origen de los hicsos
Influencias culturales egipcias
Historia política
Las dinastías XIV y XVI
¿Reinaron los hicsos en Palestina?
6.4. Nubia y el reino de Kush
La independencia de la Baja Nubia
El reino de Kush
Kerma
La extensión del reino de Kush
6.5. Tebas en el medio
Las tumbas reales
Seqenenra Tao
La guerra de Kamose
6.6. Los hicsos según la perspectiva posterior
La reina Hatshepsut
Los dioses Ra y Seth
Manetón y Flavio Josefo
7. E
L NACIMIENTO DEL
I
MPERIO: PRINCIPIOS DE LA DINASTÍA
XVIII (
CA
.
1550-1390
A
.C.)
7.1. Egipto en un nuevo orden mundial
7.2. Fuentes de estudio y cronología
7.3. Egipto en guerra
Guerra y sociedad en el Reino Nuevo
La «guerra de liberación»
La anexión de Nubia
Guerra en Asia occidental
7.4. Egipto y el mundo exterior
7.5. Problemas internos
La sucesión al trono
Hatshepsut
Prácticas funerarias de la realeza
La administración en el Reino Nuevo
Los proyectos constructivos de principios de la dinastía XVIII
8. L
A REVOLUCIÓN DE
A
MARNA Y EL FINAL DE LA DINASTÍA
XVIII (
CA
.
1390-1295
A
.C.)
8.1. Una era internacional
El club de las grandes potencias
La administración de Siria y Palestina
El auge de los hititas
Una alianza matrimonial fallida
8.2. Amenhotep III: el rey Sol
La divinización de Amenhotep III y sus proyectos constructivos
La familia real
La corte real
8.3. De Amenhotep III a Amenhotep IV/Akhenaton
8.4. Akhenaton
Los años tebanos (años 1 a 5)
Akhetaton (años 5 a 12)
Años de agitación (años 12 a 17)
Los sucesores de Akhenaton
8.5. La memoria de Akhenaton
9. E
L
I
MPERIO RAMÉSIDA
(
CA
.
1295-1213
A
.C.)
9.1. Política interna: restablecimiento y renovación
Seti I
Ramsés II
9.2. Relaciones con el exterior: reformando el Imperio
La guerra en Siria
La paz egipcio-hitita
Una nueva estructura imperial
Poblaciones extranjeras en Egipto
9.3. La corte de Ramsés
Los oficiales
La familia real
9.4. Una comunidad de constructores de tumbas
10. E
L FINAL DEL
I
MPERIO
(
CA
.
1213-1070
A
.C.)
10.1. Problemas en la corte
Seti II y Amenmeses
Siptah y Tausert
Sethnakht
10.2. La ruptura del orden
Robos de tumbas
Huelgas de trabajadores
10.3. La decadencia del poder real
10.4. Presiones del exterior
Los libios y los pueblos del mar
El fin del sistema internacional
10.5. El final del Reino Nuevo
11. E
L
T
ERCER
P
ERIODO
I
NTERMEDIO
(
CA
.
1069-715
A
.C.)
11.1. Fuentes de estudio y cronología
11.2. Ciudades gemelas: Tanis y Tebas (dinastía XXI, 1069-945 a.C.)
Tanis
Tebas
Una coexistencia pacífica
11.3. Reinado libio (dinastías XXII-XXIV, 945-715 a.C.)
Centralización y difusión del poder
La esposa del dios Amón
11.4. El final del Tercer Periodo Intermedio
El resurgimiento nubio
La expansión saíta
12. E
GIPTO EN LA ERA DE LOS IMPERIOS
(
CA
.
715-332
A
.C.)
12.1. Fuentes de estudio y cronología
12.2. El Mediterráneo oriental en el primer milenio
12.3. Egipto, Kush y Asiria (
ca.
715-656 a.C.)
Incidentes militares
12.4. Egipto, griegos y babilonios (656-525 a.C.)
Las relaciones griego-egipcias
La actividad militar
12.5. Recuerdos del pasado bajo los reinados de los reyes de Kush y Sais
12.6. Egipto y Persia (525-332 a.C.)
Dominación y resistencia
Mezcla de culturas
13. E
L
E
GIPTO GRECORROMANO
(332
A
.C.-395
D
.C.)
13.1. Fuentes de estudio y cronología
13.2. Alejandría y Philae
Alejandría
Philae
13.3. Reyes, reinas y emperadores
Los ptolomeos
La reina Cleopatra VII
El Egipto romano
13.4. Griegos, romanos y egipcios
La administración
Cultura y religión
13.5. Desarrollos económicos: agricultura, finanzas y comercio
13.6. El África interior
13.7. La cristianización de Egipto
Epílogo
Guía para lecturas adicionales
Glosario
Lista de reyes
Bibliografía
Índice analítico
Cover
Table of Contents
1.1. Los arquetipos egipcios
1.2. El arquetipo nubio
1.3. El arquetipo sirio
1.4. Una cuestión de representación
1.5. El Nilo inundado
1.6. Fragmento de cerámica escrito
1.7. Detalle de una lista real
1.8. Cabeza de maza ceremonial
2.1. La unificación del Alto y el Bajo Egipto
2.2. Etiqueta de hueso y marfil
2.3. La paleta monumental del rey Narmer
2.4. Figura de marfil de un rey egipcio
2.5. Dios de la fertilidad Min
2.6. Etiqueta en madera de ébano, rey Den
2.7. Escritura hierática
2.8. Sistema de escritura copta
3.1. La pirámide de Snefru en Meidum
3.2. Plano de la meseta de Guiza
3.3. Papiro Abusir
3.4. Panel de madera encontrado en Saqqara
3.5. Escultura del rey Menkaura en Guiza
3.6. Escultura del rey Khafra con Horus
3.7. Relieves en el templo funerario de Sahura en Abusir
4.1. Diseño de una tumba saff
4.2. La pirámide de Saqqara del rey Unas
4.3. Texto funerario escrito sobre un ataúd
4.4. Estatua de alabastro de Pepi II con su madre
4.5. Inscripción en honor a un individuo llamado Mereri
4.6. Estela de piedra caliza para un soldado nubio
4.7. Escultura para Wahankh Intef II
5.1. Cabeza del rey Amenemhat III
5.2. Copia de una pintura de la tumba de Khnumhotep II
5.3. «Capilla blanca», templo de Amón (Karnak)
5.4. Carta en escritura hierática sobre papiro
5.5. Estatuilla de madera con un texto de execración
5.6. Reconstrucción de la fortaleza de la dinastía XII en Buhen
5.7. Estela erigida en Abydos
6.1. Estela funeraria de Mentuhotep
6.2. Detalle del papiro Matemático Rhind
6.3. Jarrón doble Tell el-Yahudiyya Ware
6.4. Vaso de cerámica del Kerma Clásico
6.5. Planta de la tumba K X
6.6. Estela funeraria en Buhen
7.1. Escena de carro de caza en la tumbra de Userhat
7.2. Imagen de la tumbra de Rekhmira
7.3. Relieves del templo funerario de Hatshepsut
7.4. Estatua de Hatshepsut
7.5. Imagen borrada de Hatshepsut en el templo de Karnak
7.6. Senenmut sosteniendo en brazos a Neferura
7.7. Facsímil de una escena en la tumba de Rekhmira
7.8. Templo de Amón en Karnak
8.1. Los colosos de Memnón
8.2. La reina Tiye
8.3. Escena tallada sobre los muros del templo de Luxor
8.4. Ramose junto a su esposa en un banquete funerario
8.5. Fragmento de una estatua colosal de Akhenaton
8.6. Akhenaton sacrificando un pato
8.7. Copa de alabastro de la tumba de Tutankhamon
9.1. Lista real para el rey Seti I y el príncipe Ramsés II
9.2. Monumento de Ramsés II en Abu Simbel
9.3. Estatua del dios sirio de la guerra Resheph
9.4. Imagen de la tumba de Nefertari
9.5. Máscara de oro del Serapeum de Saqqara
9.6. Restos del poblado de Deir el-Medina
9.7. Imagen de dos toros sobre una lasca de piedra caliza
10.1. Cabeza de cuarcita de una estatua de Seti II
10.2. Templo funerario de Medinet Habu
10.3. Viñeta del Gran Papiro Harris
10.4. Representación de una batalla de Ramsés III
10.5. La «estela de Israel»
10.6. Tocado de un enemigo de Ramsés III
11.1. Tapa del sarcófago interior del rey Psusennes I
11.2. Máscara funeraria de oro del rey Psusennes I
11.3. Momia real de Ramsés II
11.4. Portal bubastita del templo de Karnak
11.5. Estatua de alabastro de Amenardis
11.6. Templo dedicado al dios Amón en Napata
11.7. Estela de la victoria del rey Piankh
12.1. Estela conmemorativa del rey Asarhaddón de Asiria
12.2. Restos de tumbas monumentales en Asasif (Tebas)
12.3. Estatuas de los reyes nubios de Napata
12.4. Escultura en relieve del Periodo Tardío
12.5. Inscripción en piedra copia de un papiro del Reino Antiguo
12.6. Relieve de arenisca mostrando al dios Montu
12.7. Estatua en cobre de Apis
13.1. Trazado griego de Alejandría
13.2. Fresco de las catacumbas de Alejandría
13.3. Segundo pilono del templo de Isis en Philae
13.4. Estatua ptolemaica en basalto negro
13.5. Estela de piedra caliza de Cleopatra VII realizando una ofrenda a Isis
13.6. Enterramientos en pirámides en el reino de Nubia
13.7. Relieve del templo principal de Mandulis en Kalabsha
13.8. Amanitore en el pilono del templo del León en Naqa
1. Egipto y Nubia desde la prehistoria hasta el Reino Medio
2. La ubicación de las pirámides
3. Egipto y territorios circundantes durante el Reino Nuevo
4. El oeste de Tebas
5. Las dependencias sirias de Egipto durante la época de Amarna
6. Egipto durante la Baja Época
7. El Mediterráneo oriental durante el primer milenio
1.1. Los cinco nombres de los reyes de Egipto
1.2. Los nombres de las ciudades egipcias
2.1. Los cánones del arte egipcio
2.2. Lenguas y sistemas de escritura del Antiguo Egipto
3.1. El más allá de los complejos funerarios
3.2. Administrar Egipto
4.1. Los Textos de las Pirámides y los Textos de los Ataúdes
5.1. El papiro Heqanakht
5.2. Leyendo literatura egipcia
6.1. Los dioses egipcios
7.1. La tumba de Rekhmira
8.1. La ciudad de Akhetaton
9.1. Litigio de un caso real
10.1. El cuento de Wenamun
12.1. El toro Apis y otros cultos animales
13.1. Los archivos de Menches, secretario de la villa
13.2. La historia de Egipto de Manetón
3.1. Un papiro de Abusir
3.2. Un cuento del Reino Medio sobre la dinastía V
4.1. El relato de Pepi II y su general
4.2. La inscripción de Pepynakht Heqaib
5.1. Los Textos de Execración
5.2. Un pleito de la dinastía XIII
6.1. El papiro Matemático Rhind
7.1. Biografía de Ahmose, hijo de Ibana
7.2. Los anales de Tutmosis III
8.1. Himno a Atón
8.2. La estela de la restauración de Tutankhamon
9.1. Ramsés defiende su relato de la batalla de Qadesh
9.2. Cartas procedentes de Deir el-Medina
10.1. La «estela de Israel» de Merenptah
10.2. Desprecio por el monarca
11.1. La ascensión al poder de Sheshonq I
11.2. Estela de la victoria de Piankh
12.1.La petición de Petiese
13.1. La piedra de Rosetta
2.1. El motivo impulsor de la formación del Estado egipcio
3.1. ¿Cómo se construyó la Gran Pirámide?
4.1. El cambio climático y el Primer Periodo Intermedio
5.1. Las corregencias
6.1. ¿Quiénes fueron los hicsos?
7.1. La damnatio memoriae de Hatshepsut
8.1. El final del periodo de Amarna
9.1. Los mercados en el Antiguo Egipto
10.1. Los pueblos del mar
11.1. Fortalezas en el Egipto Medio
12.1. El rey Cambises y el toro Apis
13.1. Griegos y egipcios en el Egipto ptolemaico
Cuando este libro vio la luz con su primera edición en otoño de 2011, Egipto aparecía en las noticias de manera constante, no por su antiguo pasado, sino por el levantamiento popular contra el régimen liderado por Hosni Mubarak, un presidente que era llamado de manera regular como «el último faraón de Egipto». Los años siguientes fueron a menudo muy difíciles para los habitantes del país, con numerosos conflictos políticos, inseguridad y un colapso de la industria del turismo, la cual ha sido sin duda una de las mayores fuentes de ingresos para el país. Acontecimientos modernos ocurridos en una región pueden impactar en las tareas que los estudiosos de su historia realizan y, en efecto, muchos proyectos arqueológicos fueron suspendidos. A pesar de ello, las investigaciones sobre la civilización del Antiguo Egipto no cesaron. Académicos de todo el mundo continuaron escribiendo sobre todos los aspectos de su historia, siguiendo con enfoques ya establecidos, pero introduciendo también nuevos campos de interés y en ocasiones nuevas metodologías. Por ejemplo, los análisis de ADN de las momias están más generalizados y expandidos hoy en día que hace diez años, a la vez que los cambios climáticos se han convertido en una explicación histórica mucho más presente. Además, nuevos hallazgos arqueológicos, a menudo trabajo de los propios investigadores egipcios, se siguieron anunciando. Al mismo tiempo, me replanteé cómo enseñar la historia del Antiguo Egipto a una sucesión de estudiantes de grado de la Universidad de Columbia, que venían con bagajes e intereses variados, de manera que cuando me dieron la oportunidad de revisar este libro de texto, más de una década después de que la primera edición fuera escrita, estuve realmente encantado.
Los objetivos de este volumen siguen siendo los mismos que los de la primera edición. Este aspira a proporcionar a cualquiera que tenga interés en el Antiguo Egipto un estudio básico que presta atención a todos los periodos de su historia de tres mil años de longevidad cubriendo todos los eventos principales. A su vez, la intención es que pueda ser utilizado como manual de uso de estudios de grado universitario —tal y como hago en mis clases—, pero también que sea accesible para el gran público. Para la estructura interna del libro, he seguido la cronología de la historia política del Antiguo Egipto, un formato tradicional que forma el bagaje de todas las investigaciones de esta cultura. Arqueólogos, conservadores de museos, e historiadores de Historia Antigua con diferentes enfoques e intereses, todos ellos dejan sus comentarios en los apartados cronológicos de los reinos y periodos intermedios, dinastías y reinados individuales, lo que, para ellos, como especialistas, es prácticamente natural y que todo aquel que quiera contextualizar algo sobre el Antiguo Egipto tiene que aprender. Mis capítulos coinciden con estas divisiones y se sirven de ellas en sus títulos para proporcionar una estructura que permita a los lectores situar cualquier otra información dentro de esa estructura. Dentro de cada capítulo, proporciono ejes cronológicos que dividen los periodos en dinastías, sin embargo, no recorro los distintos periodos dinastía por dinastía, o reinado por reinado, como otros libros hacen. Del mismo modo espero haber dado a cada época la atención suficiente y no haber dado más privilegios a ciertos momentos cuando la «gloria» de Egipto estaba en su cénit respecto a otros periodos en los que sus restos no eran tan gloriosos. Evidentemente, los periodos en los que tenemos una evidencia material más rica y podemos por lo tanto estudiar su historia con mayor detalle ocupan un mayor espacio en este ejemplar. A su vez, el periodo posterior a la conquista de Egipto por Alejandro Magno en 332 a.C. ya hacia el final de este relato en el año 395 d.C., para el cual tenemos una abundante cantidad de documentación que permite una reconstrucción intrincada de los eventos acontecidos, está comprimido en un único capítulo. Dicho periodo es normalmente llamado «Egipto después de los faraones», y sigo a la mayoría de historias del Antiguo Egipto en lo referente a darle una menor atención.
Debido a que este es un libro introductorio con las limitaciones en su tamaño, no puedo dar una atención equitativa a cada aspecto de la historia egipcia, teniendo necesariamente que elegir a qué prestar mayor dedicación. La historia política es dominante, y en esa historia las acciones de los principales líderes normalmente son el centro de atención. En este volumen hablo mucho sobre los proyectos constructivos y sobre la guerra, mucho menos sobre la vida cotidiana de la gente que aportó la mano de obra y sufrió las consecuencias de los distintos conflictos. Las fuentes escritas ocupan una mayor atención que las materiales, y dentro de estas últimas los restos más impresionantes respecto de los más sencillos. Otras historias pueden ser y han sido escritas; sin embargo, este volumen sigue a muchos otros cuyos principales puntos de mayor interés han venido determinados también por el grado de calidad de las evidencias de que disponemos y con qué elocuencia estas nos hablan. Por lo tanto, este volumen sirve para lo que ha sido creado, como una introducción.
Igual que en el caso en la primera edición, tengo que reconocer que este libro, como cualquier otra obra introductoria, no debate: afirma. Incluso en las frases que van acompañadas por palabras como «aparentemente» (a menudo omitidas para evitar el desorden en el texto), siguen dando la impresión de que son afirmaciones firmes. Pero eso está lejos de la verdad. Cada página, si no cada párrafo, probablemente contenga alguna afirmación que pueda ofender a alguien que haya argumentado en contra, bien sobre papel o en conferencias. Es imposible reconocer la opinión de cada especialista en la materia en un libro introductorio que cubre la totalidad de la historia del Antiguo Egipto. He elegido, pues, seguir las interpretaciones que considero más convincentes o interesantes. Además, en la Guía para lecturas adicionales he dado preferencia a trabajos que fueron de mayor utilidad a la hora de guiar estas decisiones. Al igual que la mayoría de mis colegas, como profesor pido a mis alumnos que sean conscientes de las fuentes que manejan a la hora de escribir un artículo de investigación. En este sentido puede parecer que con este volumen predico precisamente con el ejemplo erróneo al no referenciar específicamente de dónde he extraído una idea o con qué puntos de vista de determinados académicos estoy más de acuerdo. Si hubiera elegido dar las referencias bibliográficas completas, habría producido un volumen muy diferente, más largo y probablemente más intimidante para un público más genérico. Sin embargo, para contrarrestar la impresión de que lo que he escrito son paradigmas generalmente aceptados, he incluido unos apartados llamados Temas de debate en cada capítulo para explorar brevemente distintos puntos de vista de un mismo tema específico, donde he incluido unas notas más detalladas con referencias académicas. En estos apartados suelo hacer hincapié en cómo las distintas interpretaciones han evolucionado más por los cambios de las inquietudes o tendencias actuales en lugar de por un mayor entendimiento de la cuestión específica que se esté tratando. Los historiadores no viven en un «vacío», y sus intereses y explicaciones reflejan sus propias condiciones. Admito que incluso en dichos apartados no he podido hacer referencia a todo lo que se ha escrito sobre un mismo tema en concreto; la bibliografía es sencillamente demasiado extensa.
Tengo que agradecer a mucha gente su ayuda y apoyo durante la redacción de este libro. El editor ejecutivo de Wiley, Todd Green, me instó a realizar una segunda edición y lo hizo posible, junto con el editor del texto, Giles Flitney, quien con mucha destreza eliminó afirmaciones no demasiado claras, así como algunas contradicciones del propio manual. El consejo de algunos investigadores que me ayudaron durante la elaboración de la primera edición —John Baines, Ronald Leprohon, Gay Robins, Thomas Shneider y Willeke Wendrich— ha seguido siendo muy importante para esta versión que aquí se publica. Richard Parkinson y Robert Simpson han sido realmente amables al permitirme utilizar sus traducciones de algunos textos del egipcio antiguo. Las otras fuentes escritas citadas fueron actualizadas y estandarizadas por Katya Barbash y Robert Simpson para la primera edición y han sido utilizadas de nuevo en esta segunda. A su vez, Richard Parkinson y Barry Kemp me han permitido mostrar imágenes tomadas por ellos mismos. Quiero además reiterar mi agradecimiento a distintos grupos de estudiantes de grado de la Universidad de Columbia, los cuales durante varios años consecutivos han mostrado interés sobre la historia antigua de Egipto y me han forzado de alguna manera a aclarar mis pensamientos sobre la materia. Su presencia en mis clases ha reforzado mi creencia de que el estudio de la civilización del Antiguo Egipto, una de las más extraordinarias de la historia de la humanidad, sigue siendo hoy en día una aventura en la que sin duda merece la pena embarcarse.
Espero y deseo que este libro también inspire a otros a ello.
Damme,
agosto de 2020
El propósito principal de la traducción ha sido dar el sentido del texto inglés evitando la literalidad y añadiendo ocasionalmente breves aclaraciones por mor de la precisión técnica. Del mismo modo, en cuanto a la terminología, se ha atendido a los usos más generalizados dentro del ámbito de la egiptología española, manteniendo la mayor coherencia posible a lo largo de toda la obra. En las notas se distingue cuáles son del traductor. La traducción de las fuentes originales se ha atenido a las versiones inglesas empleadas por el autor con la indicación «traducción propia a partir de».
«Rather make my country’s high pyramides my gibbet and hang me up in chains».
[«Prefiero antes hacer de las grandes pirámides de mi país mi horca y colgarme de ellas encadenada».]
(W. Shakespeare, Antonio y Cleopatra, acto 5, escena 2)
El turista en Egipto que navega desde El Cairo río arriba hasta Asuán puede contemplar una enorme cantidad de monumentos grandiosos, a menudo sorprendentemente bien conservados a pesar de su enorme antigüedad. Muchos de ellos son iconos del Antiguo Egipto y así lo han sido durante siglos. Tal es así que el público de Shakespeare pudo reconocer la imagen a la que Cleopatra evocó cuando llamó a las pirámides su horca. Los tours guiados siempre incluyen la visita a estas mismas pirámides para su recorrido, así como el gran templo de Amón en Luxor y las tumbas reales al otro lado del río, junto con el templo de Isis en Filae de mucho menor tamaño, que se encuentra entre la antigua presa de Asuán y la más reciente llamada «alta» presa de Asuán. Todos esos monumentos, diseminados a lo largo de cientos de kilómetros, son todos diferentes respecto de lo que el viajero tiene en sus alrededores en casa, ajenos en cuanto a su función, su estética, y su uso de las imágenes y la escritura. Entre ellos comparten tantas características que resulta fácil olvidar que sus constructores vivieron incontables años de separación unos de otros. Más tiempo ha transcurrido aún entre la construcción de las pirámides de Guiza y la del templo de Filae que hoy podemos ver, que entre la construcción del último templo y nosotros hoy en día.
Puede parecer sencillo observar algo —un monumento, un ataúd, una estatua, o una inscripción— y decir que pertenece a la cultura del Antiguo Egipto, sin embargo, no es tan sencillo delimitar las fronteras del Antiguo Egipto tanto en el tiempo como en el espacio. A finales del siglo IV de nuestra era, el emperador romano Teodosio emitió un edicto que ordenaba cerrar todos los templos egipcios y dispersar a todos sus sacerdotes. Este acto pone fin a la difusión del conocimiento de los jeroglíficos egipcios, los cuales sin aquellos ya no podrían ser enseñados. ¿Podemos aceptar la idea de que la retirada del apoyo oficial a los cultos del Antiguo Egipto y sus sistemas de escritura significa el propio final del Antiguo Egipto? El edicto de Teodosio solo afectaba a una minoría de la población que había estado amenazada durante un largo periodo de tiempo. Las características culturales del Antiguo Egipto ya se habían sumergido en un mundo inspirado por ideas helenísticas, romanas y cristianas siglos atrás. Sin embargo, es cierto que en términos políticos Egipto había perdido su identidad independiente cientos de años antes. Desde la conquista persa en el año 525 a.C. en adelante, pero solo durante breves periodos de independencia, el país había estado bajo control foráneo. Según las tradiciones nativas, los gobernantes persas seguían siendo considerados parte de la línea sucesoria de los faraones egipcios, pero sus sucesores fueron diferentes. Los historiadores modernos no denominan «faraones» a los gobernantes griegos y romanos de Egipto, aunque sus súbditos egipcios siguieron representándolos iconográficamente con todos los atributos e indumentaria faraónicos. ¿Queda exento, entonces el «Egipto de después de los faraones» de la historia del Antiguo Egipto? Algunos investigadores e instituciones utilizan distintos enfoques. Algunos manuales de historia del Antiguo Egipto terminan con la conquista de Alejandro de Macedonia en el año 332 a.C., otros con la muerte de Cleopatra en el año 30 a.C., y otros se introducen ya en el periodo romano hasta el 395 d.C. y el reinado de Teodosio.
En Historia siempre resulta difícil establecer una línea de separación al final de una era, ya que todos los aspectos de la vida raramente evolucionan simultáneamente. Más frecuentemente es el cambio en las fuentes que los investigadores utilizan lo que estos usan como marcador para determinar cuándo un periodo histórico termina. En el caso de Egipto, el reemplazo gradual de los sistemas de lengua y escritura egipcias tradicionales por la lengua y escritura griegas requiere un tipo distinto de estudio. La mayoría de los especialistas en escritura jeroglífica egipcia no leen fácilmente fuentes griegas y viceversa. A pesar de que las inscripciones en egipcio antiguo sobrevivieron a la conquista griega de país, hubo un incremento constante del uso de la escritura griega, lo que convierte el estudio moderno de Egipto en otra disciplina distinta. Aun así, el Egipto ptolemaico y romano en muchos aspectos preserva las costumbres y tradiciones egipcias, por lo que incluiré una discusión sobre este periodo en este volumen.
Si la desaparición de la escritura del Antiguo Egipto a finales del siglo IV a.C. anuncia el final de la civilización egipcia, ¿su invención en torno al 3000 a.C. indica su comienzo? No hay ningún acontecimiento que en sí mismo anunciase el cambio de era, pero desde el año 3400, aproximadamente, hasta el año 3000 a.C., en Egipto se produjeron unos cambios fundamentales que estaban claramente interrelacionados y forjaron una nueva sociedad. Tales innovaciones incluyeron la invención de la escritura, un proceso que duró varios siglos desde los primeros ensayos alrededor del año 3250 hasta la primera frase completa escrita en torno al año 2750. En los últimos siglos del cuarto milenio surgió el Estado egipcio unificado y dicho periodo puede servir como marcador para el inicio de la historia egipcia a pesar de la vaga precisión de sus fronteras cronológicas. Naturalmente, lo que precedió a la unificación —la prehistoria egipcia— no es en absoluto un periodo irrelevante y contiene el germen de muchos elementos de la historia cultural del país. Por lo tanto, esbozaré algunos de los desarrollos prehistóricos en este capítulo con el fin de esclarecer sus influencias. Sin embargo, la creación del Estado con la coincidente invención de la escritura y otros aspectos culturales van a indicar el inicio de la historia de Egipto en este apartado.
¿Cuáles son las fronteras físicas del Antiguo Egipto? Los actuales árabes usan hoy el mismo término para llamar al Egipto moderno que los pueblos del Próximo Oriente durante milenios antes de nuestra era, Misr. Otros pueblos emplean una forma del término griego Aegyptos, que probablemente derive de Hikuptah, el nombre de un templo y barrio de la ciudad de Memphis. Es fácil equiparar los antiguos Estados con los modernos, sin embargo, las fronteras actuales delimitadas notablemente rectas, que las potencias imperiales han trazado en la era moderna, no marcan los límites del antiguo Estado egipcio. Podemos no obstante intentar visualizarlos mejor utilizando como punto de partida lo que es y siempre fue el sustento del país, el Nilo. Fluyendo a través de un estrecho valle al sur de El Cairo moderno, se abre como un abanico en una amplia llanura aluvial al norte de la ciudad. El río permite que el pueblo egipcio cultive, viva en ciudades y pueblos, y construya y cree los monumentos y otros vestigios que hoy en día usamos para reconstruir la historia del país. El core o núcleo principal del río Nilo se podría delimitar desde la primera catarata en Asuán hasta el mar Mediterráneo, tanto en la actualidad como en el pasado. La gente que vivió en este tramo principal del Nilo también expandió sus fronteras más allá de las tierras cultivables hacia los desiertos tanto occidentales como orientales y río arriba, más al sur de la primera catarata. En ocasiones su alcance fue muy extenso, afectando lugares realmente lejanos hacia el oeste, áreas de la costa mediterránea al este y al norte, y partes del valle del Nilo más profundas ya pertenecientes al actual Sudán.
No siempre resulta obvio lo lejanas que fueron las fronteras del Antiguo Egipto, y nuestra habilidad para determinarlas normalmente depende de las prioridades en las investigaciones y de acontecimientos coyunturales modernos. De igual manera que hoy en día hacen los turistas, los primeros exploradores del Antiguo Egipto centraron su atención casi exclusivamente en el propio valle del Nilo, lugar donde los monumentos y principales yacimientos son más visibles y accesibles. Requiere un esfuerzo distinto adentrarse en los desiertos más allá del Valle, zonas inhóspitas y tan vastas en dimensiones que los restos arqueológicos no siempre son sencillos de detectar. Aun así, los antiguo egipcios viajaron a través de estas tierras del interior y se asentaron en distintos oasis. Los arqueólogos en los últimos años han invertido mucho más tiempo investigando estas zonas que en épocas pasadas, un giro deliberado en las estrategias de investigación. A veces este movimiento es menos voluntario. Cuando el actual Estado de Egipto decidió construir la presa de Asuán en la década de los sesenta del siglo pasado, fue bastante evidente que el lago artificial detrás de ella sumergiría una enorme zona repleta de restos antiguos. Ello empujó a los arqueólogos a apresurarse en investigar dicha región, produciendo en un periodo muy breve de tiempo una cantidad de información mucho mayor que la que se había obtenido durante siglos en investigaciones anteriores.
A pesar de que arqueólogos y especialistas dediquen hoy en día una mayor atención a los territorios de Egipto que quedan al margen del propio Valle, siguen consagrando la mayor parte de su tiempo y esfuerzos en esa región central o core, y los acontecimientos que se dan en el Valle son los que dictan, en gran medida, de qué manera vemos y entendemos el Antiguo Egipto en su conjunto. Es sencillo pensar que Egipto era solo un lugar con tumbas y templos, ya que estos son los que dominan el conjunto de los restos que hoy en día podemos ver. Construidos en piedra o excavados en la roca, están realmente bien conservados, un estado de conservación reforzado por el factor de su localización, ya que se encuentran normalmente en la franja limítrofe del desierto, lejos del alcance del Nilo y sus inundaciones, así como de los agricultores que necesitan la tierra que ocupan para labrarla. Comparado con tumbas y templos, los restos que quedan de asentamientos antiguos, construidos en adobe en un valle que sufría anualmente inundaciones antes de la construcción de la actual presa de Asuán, son prácticamente insignificantes. Enterrados bajo gruesas capas formadas de limo depositado son prácticamente inaccesibles e inidentificables. El vacío de conocimiento sobre estos asentamientos en los que los antiguos egipcios vivieron ha sido siempre tan grande que los investigadores durante años llamaron al Antiguo Egipto «la civilización sin ciudades». Incluso hoy en día con especialistas dedicando sus esfuerzos e investigaciones a explorar más allá de los templos y las tumbas, la información sobre las condiciones de la vida cotidiana de los antiguos egipcios sigue siendo limitada y dispersa.
La pregunta «¿Qué es la historia?» es demasiado amplia y controvertida para abordarla aquí, pero antes de embarcarse a leer un libro sobre una historia muy longeva sobre el Antiguo Egipto, puede ser útil ver de qué manera se aplica dicho concepto a esta cultura de la antigüedad. Hace menos de doscientos años muchos hubieran dicho que el Antiguo Egipto no tiene historia. A principios del siglo XIX el célebre filósofo de la historia, Georg Wilhelm Friedrich Hegel (1770-1831), defendió la idea de que las culturas carentes de relatos sobre su pasado, similares a escritos históricos de la cultura occidental, no tenían historia. Sin embargo, dicha disciplina ha avanzado enormemente y hoy en día la mayoría de las culturas que presentan escritura —incluida la del Antiguo Egipto— son consideradas merecedoras de un estudio histórico. El campo de la «historia universal» va más allá e incluye también sociedades ágrafas o que no han desarrollado un sistema de escritura. Esta inclusión deja de lado la distinción entre historia y prehistoria, un paso cultural cuyas consecuencias no son todavía apreciadas del todo. Esto tiene una ventaja para los estudiosos del Antiguo Egipto y es que elimina el problema incómodo de qué fuentes deben de utilizar estos para sus investigaciones. Los historiadores normalmente consideran las fuentes escritas como la base de sus investigaciones, pero en el caso de Egipto tenemos que esperar hasta el segundo milenio a.C. para tener un registro escrito rico y que aporte información sobre los diferentes aspectos de la vida egipcia. Los restos arqueológicos y visuales habitualmente son las únicas fuentes para estudiar los periodos más tempranos de una cultura, los cuales en el caso egipcio siguen siendo importantes para su estudio también durante todo su desarrollo histórico posterior. Escribir la historia de Egipto requiere por tanto un enfoque de alguna manera diferente al de otros periodos históricos y lugares donde las fuentes documentales y narrativas ofrecen un claro esquema.
Este libro es una «historia del Antiguo Egipto», porque resulta evidente que se pueden escribir muchas otras «historias» de Egipto, cada una con su propio enfoque y propósito. Los historiadores pueden centrarse en acontecimientos históricos, sociales, económicos, o culturales, y cada uno aportará un esquema distinto de la sociedad que se esté describiendo. La mayoría de las investigaciones más elementales construyen su discurso en torno a la historia política. Este va a ser el mismo caso para este volumen, si bien es cierto que esta cuestión no va a monopolizarlo exclusivamente, ya que abordaré también otras cuestiones. La selección que he realizado para ello ha sido de carácter personal pero inspirada en otros enfoques que tratar para los distintos temas que aquí se recogen. Idealmente, aspectos tales como el arte quizá habrían podido ser mejor atendidos, sin embargo, este volumen está concebido solo como una introducción que espera incentivar futuras lecturas y estudios sobre la materia.
Cuando pensamos en gente del pasado, de manera intuitiva intentamos imaginar qué aspecto tendrían en la vida real, visualizando sus características físicas, prendas de ropa y su apariencia general. El ideario popular normalmente retrata a los antiguos egipcios y las distintas versiones que se han dado ejemplifican de qué manera cambian nuestras impresiones a lo largo del tiempo. Tomemos a la reina Cleopatra como ejemplo, la última gobernante del país al menos en parte de ascendencia egipcia. La obra de Shakespeare Antonio y Cleopatra citada ya anteriormente, que se ha llevado al cine repetidas veces, muestra de qué manera la imagen de dicho personaje ha cambiado. El éxito en taquilla de 1963 presentó en pantalla a Elizabeth Taylor, una mujer caucásica y británica de nacimiento, como la reina Cleopatra; en una película de 1999 realizada para su emisión en televisión, tuvo como protagonista para el mismo papel a una actriz latinoamericana de origen mixto chileno-portugués llamada Leonor Varela. Un calendario publicado anteriormente por una compañía de bebidas estadounidense que se titulaba «Grandes reyes y reinas de África» incluía la representación de Cleopatra como una mujer negra africana. Estos cambios a la hora de representar a esta reina no han venido como resultado de reconsideraciones académicas basadas en datos o fuentes antiguas, sino por cambios en la percepción del ideario popular sobre el contexto del Antiguo Egipto.
Ha sido solo recientemente cuando los investigadores han empezado a ser realmente conscientes del contexto africano de la cultura egipcia a consecuencia de políticas actuales de identidad cultural que han intentado reemplazar la perspectiva occidental como punto de vista tradicionalmente predominante en el estudio de la historia universal por un enfoque mayor en las contribuciones africanas al respecto. Una manifestación de estas ideas, la «afrocentricidad», destaca a los antiguos egipcios como personas negras africanas que provocaron muchas de las innovaciones culturales tradicionalmente adscritas a los antiguos griegos. Inicialmente los egiptólogos rechazaron abiertamente estas propuestas, sin embargo, en los últimos años se ha desarrollado una mayor voluntad para acercarse a estos planteamientos. No obstante, esta nueva actitud no ha facilitado la tarea de visualizar a los antiguos egipcios, ya que su relación con otros pueblos africanos no resulta tan obvia, como ocurre con los contactos de Egipto con el resto de África en términos generales. Si bien el Antiguo Egipto estaba claramente «en África» geográficamente hablando, no estaba tan claro que fuese «de África» o «africano». Las evidencias arqueológicas y epigráficas que evidencian los contactos egipcios en el continente más allá de sus vecinos inmediatos son realmente muy escasas y circunscritas únicamente al ámbito de la importación de bienes de lujo. La contribución de Egipto a otras culturas africanas la podríamos catalogar, en el mejor de los casos, de ambigua; en general las interacciones egipcias con las regiones asiáticas fueron mucho más cercanas y más evidentes. ¿Fue esta la misma realidad para la población egipcia, o dejaron algún dato fiable que pudiera guiar mejor nuestra imaginación?
Existen incontables ejemplos de representaciones humanas que fueron hechas en el Antiguo Egipto; sin embargo, es evidente que no fueron realizadas con la intención de que fuesen retratos realistas, a excepción de algunos ejemplos tardíos de época ptolemaica y romana. Tanto hombres como mujeres aparecen representados de manera estandarizada con los rasgos físicos, peinados, vestimenta e incluso la actitud gestual les caracteriza como diseños egipcios (figura 1.1). Las representaciones de extranjeros están de igual manera estandarizadas: los nubios aparecen siempre con la piel de color oscuro, el pelo trenzado y llevan pendientes (figura 1.2), mientras que los sirios muestran una piel más clara y llevan barbas puntiagudas (figura 1.3). Los artistas tenían una clara intención de diferenciar a los egipcios del resto de pueblos foráneos con el fin de no mostrar las claras apariencias individuales que tenían entre ellos. La percepción de quién era egipcio podía cambiar dependiendo de quién fuese el público receptor. Por ejemplo, un príncipe de la Alta Nubia del siglo XIV como Hekanefer, aparece representado de dos formas distintas. En la tumba del virrey egipcio situada en Tebas, Hekanefer aparece representado con las características físicas y vestimenta prototípicas nubias del arte egipcio, mientras que en su propia tumba en Nubia aparece representado completamente como un egipcio (figura 1.4). Este personaje quería que su propio pueblo le viese como un miembro perteneciente a la elite gobernante egipcia, mientras que para el virrey egipcio de Nubia, este era un súbdito nubio, claramente distinto a los egipcios.
La homogeneidad de los egipcios en sus representaciones antiguas no resulta del todo verosímil. Durante milenios, la sociedad egipcia integró de manera regular y constante a los recién llegados de fuera con diferentes orígenes, rasgos físicos y costumbres. Sin embargo, a menos que hubiera una razón concreta para señalar y hacer visible una diferencia explícita, todos fueron siempre representados iguales con una imagen muy estereotipada. Todo ellos eran egipcios y no un pueblo con rasgos nubios, sirios, griegos o de otros orígenes. Algunos investigadores han intentado determinar cuál sería el verdadero aspecto de un egipcio antiguo mediante la comparación de sus restos óseos con otros de poblaciones modernas, pero las muestras están demasiados limitadas y las interpretaciones están tan cargadas de incertidumbre que resultan poco fiables.
¿Podemos por lo tanto presentar alguna idea sobre qué tipo de personas podríamos haber encontrado si pudiéramos ir atrás en el tiempo y visitar el Antiguo Egipto? Considero que deberíamos hacer más hincapié en la diversidad de este pueblo. La ubicación de Egipto al borde del noreste del continente africano y su propia geografía hizo que funcionase de corredor entre dicho continente y Asia, exponiendo así al país a muchas influencias provenientes de distintas direcciones, en términos tanto culturales como demográficos. Los procesos de aculturación, matrimonios mixtos, etc., muy probablemente difirieron según la comunidad y el periodo histórico. Las personas tuvieron que haber conservado algunas de las características físicas y estilos de vida de sus antepasados, y el grado en que se fusionaron con poblaciones vecinas de diferentes orígenes debió de haber sido variable. No podemos imaginarnos a una población egipcia de apariencia totalmente uniforme. Sin embargo, de alguna manera toda esta población debió de verse a sí misma como egipcia, distintos todos ellos de las personas de países vecinos, y es la historia que tienen en común la que aquí exploraremos.
Figura 1.1. Los arquetipos egipcios. Este par de estatuas de caliza policromada, de 120 cm de altura, muestran a un matrimonio con el atuendo prototípico egipcio. La piel del varón es más oscura que la de ella debido al trabajo físico al exterior que realiza el varón, mientras que ella, como miembro de una elite social elevada, puede permanecer ajena a las condiciones del trabajo externo. Ella lleva un vestido largo ajustado, mientras que él viste únicamente con una falda corta. Ambos son representados sin arrugas u otros signos de edad y tienen sus manos en la postura tradicional. A pesar de que los nombres de los dos individuos están identificados de manera clara gracias a una inscripción en escritura jeroglífica, sus representaciones no deben entenderse como retratos naturalistas. Fuente: Scala/Art Resource.
Figura 1.2. El arquetipo nubio. Sobre esta pieza caliza de apenas 10 cm de altura, que debió ser una prueba para una escultura en relieve, el artista del siglo XIV a.C. representó a una persona nubia con las características que fueron siempre usadas para un varón de aquella región. Esta efigie presenta unos rasgos físicos específicos con el pelo trenzado y un pendiente en la oreja. Estas imágenes fueron producidas a lo largo de toda la historia del Antiguo Egipto, aunque empezó a aparecer una mayor variedad en la tipología de estas cuando Egipto se convirtió en un imperio a mediados del segundo milenio a.C. Museo Metropolitano de Arte de Nueva York (MET) 22.2.10. Fuente: Fondo Rogers, 1922.
Figura 1.3. El arquetipo sirio. Este azulejo vidriado de 13 cm de altura, originalmente usado para decorar una pared del palacio de Ramsés III en Tell el-Yahudiyya, muestra a un cautivo proveniente de Siria con las características físicas que siempre se usaron para representar a la población de esta región. Sus rasgos faciales, barba y peinado lo hacen inmediatamente reconocible para el espectador egipcio como alguien perteneciente a esta tierra extranjera en concreto. Los detalles de su vestimenta muestran a dos gacelas mirando a un árbol, un motivo muy común en Próximo Oriente. Museo de Historia del Arte de Viena, Colección egipcio-oriental. Fuente: Art Source.
No existe sustituto a la acción de visitar el país de Egipto si queremos tener una idea del entorno natural que habría en la antigüedad, sin embargo, es importante tener en mente que lo que podemos ver hoy en día se trata de un paisaje que está alterado y manipulado durante varios siglos. En la actualidad, la construcción de las presas de Asuán ha convertido el Nilo en un río totalmente controlado por la mano del ser humano, junto con otras muchas alteraciones en el paisaje que podemos ver hoy en día y que son artificiales. Aun así, las características básicas del entorno egipcio —el contraste entre la tierra cultivable, donde la mayoría de la población vive, y el desierto, que restringe el acceso a Egipto— han permanecido inalteradas.
Figura 1.4. Una cuestión de representación. En el siglo XIV a.C. la imagen del príncipe nubio Hekanefer aparece en dos tumbas representado de dos maneras muy distintas. En su propia tumba ubicada en la Baja Nubia en Toshka aparece representado completamente como un egipcio y el texto egipcio que lo acompaña reza que él da su alabanza al dios Osiris. Por el contrario, en la tumba tebana de un oficial de Tutankhamon aparece representado con el modelo estereotipado de persona nubia postrado en una postura de sumisión e identificado como «Hekanefer, príncipe de Miam» en el texto que lo acompaña. Fuente: Marc van de Mieroop.
El Nilo dicta de qué manera podemos estudiar a los antiguos egipcios, y en muchos otros aspectos incluso moldea al propio país, formando esencialmente un gran oasis en el extremo oriental del desierto del Sahara. Allí donde sus aguas irrigan el suelo, este se convierte en terreno cultivable, mientras que, por el contrario, allí donde no lo hace, la tierra se seca, siendo imposible hacer brotar nada de ella. Este contraste entre ambas tierras es tan marcado que uno puede incluso estar pisando con un pie en vegetación abundante mientras tiene el otro en tierra yerma del desierto. Los antiguos egipcios llamaban a la tierra fértil o cultivable «la tierra negra» (kemet), y al desierto lo llamaban «la tierra roja» (desheret).
El río Nilo es el más largo del planeta: algunos de sus afluentes se localizan más al sur del ecuador, recorriendo más de 6500 km hacia el norte para verter sus aguas en el mar Mediterráneo. En Egipto se distinguen dos zonas geográficas según el curso del río. La parte alta del río, ubicada en el sur, que recibe el nombre de Alto Egipto, fluye a través de un valle que tiene una anchura de entre 8 y 15 km, delimitando su curso por una serie de acantilados. El Alto Egipto se extiende a través de 900 km desde el actual Asuán, ubicado en una obstrucción natural del río a la que llamamos primera catarata, hasta El Cairo. Existen hasta seis cataratas numeradas en el Nilo, una en el Egipto moderno y cinco en el actual Sudán. Estas cataratas se encuentran allí donde el río es muy poco profundo y unas acumulaciones de pequeñas «islas de rocas» obstruyen el flujo del agua. Estas zonas de canales estrechos y rápidos hacen que la navegación sea mucho más difícil y peligrosa, y en consecuencia en sí mismas constituyen lo que podríamos denominar fronteras naturales. A lo largo de toda la historia del Antiguo Egipto la primera catarata fue la frontera más meridional del Estado egipcio, y cualquier región más al sur de esta solía ser considerada país foráneo. Al sur de Asuán, el valle del Nilo es considerablemente más estrecho y solo aguas arriba de la tercera catarata es lo suficientemente ancho de nuevo como para formar márgenes que permitan ser cultivados para producir sustento a comunidades asentadas.
Al norte de El Cairo, el curso del río es radicalmente diferente. A partir de esta región ya no se encuentra encajado por acantilados, sino que se extiende y expande en un gran triángulo, al que llamamos Delta, con múltiples ramificaciones. Debido a su ubicación en el curso bajo del río, esta región recibe el nombre de Bajo Egipto, haciendo frontera ya con el mar Mediterráneo. El punto más oriental del Delta está separado de su punto más occidental por 250 km, y la distancia más corta desde El Cairo hasta el mar es de 160 km.
Toda la tierra cultivable de Egipto está formada por limo, depositado anualmente por el propio río después de su inundación hasta la construcción de la actual presa de Asuán. Las aguas del Nilo derivan de tres aportaciones de afluentes diferentes. El Nilo Blanco, que nace en África central, es el más constante en su flujo de agua y no lleva consigo demasiado limo. Sin embargo, dos afluentes, el Nilo Azul y el Atbara, que proviene de las montañas de Etiopía, traen consigo una afluencia repentina de agua proveniente de las lluvias intensas de verano, y ambos transportan gran cantidad de limo. En Egipto, el río Nilo tiene su nivel más bajo de caudal durante los meses de mayo y junio, y empieza a incrementarse en julio debido a las lluvias en Etiopía, alcanzando su punto más voluminoso a mediados de septiembre y empezando a retroceder a mediados de octubre (figura 1.5). Su ritmo y cadencia interna se encuentra en perfecta armonía con el ciclo agrícola, lo cual convierte el cultivo de la tierra en una actividad mucho menos compleja que en el resto de las regiones vecinas, garantizando prácticamente siempre que la población estará bien abastecida.
En un punto concreto del Alto Egipto, la corriente del río se desvía del Valle para fluir en una gran depresión natural hacía el oeste llamada El Fayum. Desde tiempos prehistóricos a comienzos del segundo milenio a.C. en adelante, las diferentes acumulaciones de agua han permitido la agricultura a lo largo de los márgenes del río gracias a la iniciativa de un Estado que extendió las tierras cultivables mediante la construcción de canales que conducían el agua del río hacia el interior, controlando así completamente su curso. Durante los periodos ptolemaico y romano, estos proyectos hidráulicos tuvieron una especial relevancia y desarrollo, y zonas como El Fayum se convirtieron en el granero de Egipto e incluso del Imperio romano.
Las áreas que se encuentran fuera del alcance de las aguas del Nilo forman un desierto árido. Este se extiende al oeste del Nilo por todo el Sahara, en su mayor parte inhabitable salvo en su franja más septentrional limítrofe con el mar Mediterráneo. En la vasta meseta del desierto existen algunas depresiones donde superficies de aguas subterráneas afloran formando lo que conocemos como «oasis» (a través del griego y el latín, la palabra en castellano probablemente deriva del término egipcio ouhat). A 400 km al oeste del Valle, los egipcios establecieron unos puestos permanentemente controlados y asentados que en ocasiones funcionaron como colonias para presos. Las rutas a través de los oasis hicieron posible los viajes entre el norte y el sur sin necesidad de atravesar el Valle. El desierto oriental, por otro lado, es mucho menos extenso en comparación, ya que hace frontera con el mar Rojo a unos 95 km en una parte y hasta un máximo de 320 km en otra al este del Nilo. En Egipto, la parte más septentrional de este desierto es una meseta montañosa, mientras su parte más meridional alberga montañas de gran altitud difíciles de atravesar. Sin embargo, los lechos secos de antiguos ríos, en árabe wadi, atraviesan estas montañas, y hacen posible los viajes desde el Nilo hasta el mar Rojo, aunque el agua en estas travesías en un recurso muy escaso, solo disponible en algunos pozos.
Figura 1.5. Antes de la construcción de la actual presa de Asuán las inundaciones del río Nilo eran de una gran importancia, ya que determinaban cuánta cantidad de tierra cultivable recibía agua. Sin embargo, había momentos en los que el nivel del agua, tras las inundaciones, era tan alto que ocasionaba destrucciones. Esta fotografía, tomada el 31 de octubre de 1927, muestra el Nilo inundado en las proximidades de las pirámides de Guiza. Fotografía de Mohammedani Ibrahim, Universidad de Harvard, Expedición del Museo de Bellas Artes de Boston. Fotografía © 2010 Museo de Bellas Artes, Boston. Fuente: Archivos de Guiza.
Los desiertos oriental y occidental, con las actuales condiciones climáticas, no pueden ofrecer terrenos aptos para ser cultivados, incluso el pastoreo nómada de animales resulta complicado. El desierto oriental fue sin embargo una gran fuente de materias primas, principalmente de metales, incluyendo el oro, pero también de piedra de gran dureza, tan apreciada por los antiguos egipcios. Al este del Delta, el desierto oriental conduce a Asia, a través del actual canal de Suez. Al este del desierto del Sinaí se encuentra una zona prácticamente inhabitable, gran parte de ella además ocupada por grandes formaciones montañosas inhóspitas. El viaje por el Sinaí está limitado a través de rutas costeras a lo largo del litoral mediterráneo. Esta región alberga recursos de gran importancia y muy demandados, tales como el cobre o la semipreciosa piedra turquesa. Sin embargo, aunque el Sinaí constituyó siempre un «Estado tapón» entre Egipto y los Estados asiáticos del Próximo Oriente, siempre estuvo dentro de la órbita del mundo egipcio.
Debido a su específica ubicación al norte del trópico de cáncer, Egipto tiene un clima muy cálido, especialmente durante los meses de verano, cuando la temperatura media en Asuán alcanza fácilmente los 40ºC. El país también conoce pequeños episodios de lluvias muy ocasionales, pero ninguno de ellos durante el verano. Sin embargo, estas condiciones actuales no siempre existieron. Antes del tercer milenio a.C. el clima era húmedo y permitía al ser humano vivir en las regiones alejadas del Valle recolectando diferentes recursos naturales y cultivando. El medioambiente de Egipto en tiempos prehistóricos e históricos fue, por tanto, diferente al que había en época tardía, por lo que para los hechos más antiguos los investigadores tienen que prestar atención también a las regiones más allá del Valle a fin de comprender mejor lo que aconteció.
El cambio climático y sus efectos en las personas de todo el mundo es una gran preocupación en la actualidad, y, consecuentemente, tanto climatólogos como historiadores están investigando evidencias de este mismo hecho también en el pasado. Debido a que Egipto es enteramente dependiente del río Nilo en relación sobre todo a la actividad agrícola, un descenso de las precipitaciones en África tiene grandes consecuencias, por lo que los historiadores están empezando a contemplar los cambios climáticos también como posibles explicaciones tanto de los auges como de los periodos de mayor inestabilidad del Estado egipcio en época antigua. Otros, sin embargo, permanecen más escépticos en torno a esta cuestión, sin llegar a negar que hubo sin duda variaciones en el clima, pero cuestionándose el impacto que estas tuvieron en el ámbito político. ¿Acaso el Reino Antiguo terminó como consecuencia de un descenso del nivel de las inundaciones que sufría regularmente el Nilo (ejemplo: Tema de debate 4.1)? Obviamente, las condiciones del medio natural fueron siempre muy relevantes para los antiguos egipcios, y entre ellas el clima sin duda fue uno de los factores más importantes. Sin embargo, ver un cambio climático como única explicación sería quizá un error; no obstante, sin duda deberíamos tenerlo siempre en cuenta.
Encerrado entre desiertos y el mar, Egipto tiene un importante grado de aislamiento del que muchos otros países carecen. Hacia el oeste, el acceso al país está prácticamente restringido solo a un estrecho corredor a lo largo de la costa; hacia el este, el desierto alto de esta región lo separa de la costa del mar Rojo. Del mismo modo, la costa del mar Mediterráneo siempre fue otra frontera en sí misma, y no hay evidencia de ningún puerto allí anterior al primer milenio a.C. Previamente a esta fecha, las distintas embarcaciones tenían que navegar tierra adentro para poder atracar. La primera catarata delimitaba la frontera de Egipto más meridional en el Nilo. De esta manera, el tráfico de entrada y salida al país era sencillo de controlar, y ya desde tiempos muy tempranos los reyes establecieron puestos fronterizos en la primera catarata, y en los puntos más orientales y occidentales del Delta con el fin de vigilar y tener controladas todas sus fronteras.
Por otra parte, debido a su ubicación Egipto siempre ha estado en un cruce de caminos. Cualquier desplazamiento por tierra entre África y