Inevitablemente enamorada - Teresa Carpenter - E-Book

Inevitablemente enamorada E-Book

TERESA CARPENTER

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Beschreibung

Un gran secreto en la Gran Manzana. Lauren Randall, organizadora de grandes eventos, nunca actuaba impulsivamente. Que Ray Donovan la hubiera dejado embarazada no había sido algo planificado. Creativo y dominante, Ray era un director de cine de éxito, aunque Lauren no creía que pudiera ser un buen padre. Hacerse pasar por novia de Ray le daba la oportunidad de revelarle el secreto, pero la situación se complicó cuando la abuela de Ray anunció públicamente que iban a casarse. A partir de ese momento, le resultó más difícil mantener la distancia con él y mucho más evitar enamorarse.

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Seitenzahl: 171

Veröffentlichungsjahr: 2017

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Editado por Harlequin Ibérica.

Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Núñez de Balboa, 56

28001 Madrid

 

© 2015 Teresa Carpenter

© 2017 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Inevitablemente enamorada, n.º 5573 - febrero 2017

Título original: A Pregnancy, a Party & a Proposal

Publicada originalmente por Mills & Boon®, Ltd., Londres.

 

Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial.

Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.

Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situacionesson producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientosde negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.

® Harlequin, Jazmín y logotipo Harlequin son marcas registradaspropiedad de Harlequin Enterprises Limited.

® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y susfiliales, utilizadas con licencia.

Las marcas que lleven ® estánregistradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otrospaíses.

Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited.

Todos los derechos están reservados.

 

I.S.B.N.: 978-84-687-9320-7

 

Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.

Índice

 

Portadilla

Créditos

Índice

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Capítulo 9

Capítulo 10

Capítulo 11

Capítulo 12

Capítulo 13

Epílogo

Si te ha gustado este libro…

Capítulo 1

 

—DOS rayas significa embarazada —dijo Lauren Randall leyendo las instrucciones en voz alta—. Una raya, no embarazada.

Sencillo. Sentada al borde de la cama con una bata azul, apretó los ojos con fuerza, un acto de cobardía que no era propio de ella. Por fin, los abrió para ver el resultado.

Dos rayas.

Parpadeó. Volvió a mirar. Dos rayas.

Respiró hondo mientras la cabeza le daba vueltas. Iba a ser madre. Se acercó a la ventana del dormitorio y su mirada se perdió en el océano Pacífico.

Iba a tener un hijo con Ray Donovan. Increíble. No había sido un descuido, habían utilizado un condón. Pero un condón roto iba a cambiarle la vida.

En parte, estaba entusiasmada. ¡Iba a tener un hijo! ¿Sería su hijo rubio como ella y con ojos de color castaño claro? ¿O heredaría el cabello rubio tirando a castaño y los ojos azules de Ray?

Pero la razón la hizo vacilar. Un hijo no entraba en el plan a cinco años que se había hecho y mucho menos con un hombre autoritario incapaz de permanecer quieto dos minutos.

El ruido de unos martillazos la hizo desviar la mirada hacia el jardín de su propiedad en Santa Bárbara, que estaba siendo transformado en un paraíso para la celebración de una boda. Era un día de sol y, según el informe meteorológico, quizá alcanzaran los veintiún grados. Teniendo en cuenta que era el día de san Valentín, había habido suerte. El tiempo en el sur de California era impredecible.

El acontecimiento prometía ser espectacular. Al borde de la propiedad, marcada por un seto, había un cenador blanco con columnas; detrás del seto se veía el mar. Unas pequeñas columnas sostenían pequeños rosales podados artísticamente que marcaban el pasillo; a ambos lados de este, unas sillas blancas acomodarían a los invitados durante la ceremonia. En medio de la zona de césped habían levantado una gran tienda blanca con suelo de tarima y miles de lucecillas blancas para dar la impresión de bailar bajo las estrellas.

Las mesas redondas, en la zona destinada para el banquete, también estaban adornadas con pequeños rosales podados que hacían juego con los que se encontraban sobre las columnas del pasillo. Por último, unos sofás rodeaban la pista de baile.

El efecto era elegante, pero discreto al mismo tiempo. El equipo de su empresa, By Arrangement, había hecho un trabajo excelente.

Tori y ella, copropietarias de By Arrangement, habían contratado a dos ayudantes más a principios de año, que todavía estaban trabajando en los preparativos de la boda; pero del resto se iban a encargar otras empresas, por lo que sus empleados iban a estar allí como invitados.

En poco tiempo, Lauren iba a recorrer el pasillo hasta el cenador para reunirse con Ray; no como novia, sino como dama de honor y él como testigo. Hoy no era su gran día, sino el de su hermana melliza. Tori iba a casarse con el hombre al que amaba en poco más de dos horas.

Lauren sintió una punzada de envidia de la felicidad de su hermana. Difícil no querer ser tan feliz una misma. Pero solo una leve punzada. Ella misma había decidido anteponer su carrera al amor. Hasta el momento, no se arrepentía. Le gustaba su vida. Por supuesto, ahora que iba a tener un hijo tendría que reconsiderar su situación.

Y el matrimonio no entraría en la ecuación, ya que la palabra matrimonio y Ray se anulaban mutuamente.

Lauren tiró a la basura el palito de la prueba de embarazo y se acercó al armario para sacar el vestido. Tenía que reunirse con su hermana y con su madre en la habitación de Tori para arreglarse.

Alguien llamó a la puerta. Con el vestido en el brazo, la abrió y se encontró delante de su madre.

Al igual que ella, su madre ya estaba peinada y maquillada. Garret, el novio de Tori, propietario de Obsidian Studios, había contratado a tres estilistas y a unas maquilladoras para ellas tres. Su madre, con el pelo recogido en un moño y el maquillaje, estaba encantadora, pero estaba igual de guapa sin maquillaje y con su habitual cola de caballo.

—Mamá —dijo Lauren abrazándose a su madre.

Estuvo a punto de decirle lo del embarazo, pero apretó los labios para que no se le escapara. Ese día le pertenecía a Tori.

—¿Te pasa algo? —preguntó su madre devolviéndole el abrazo.

—No, nada —mintió Lauren.

Claro que le pasaba. Y no se encontraría mejor hasta que no acabara el día y Ray se marchara. El abrazo la había hecho sentirse mejor y, con un esfuerzo, ignoró sus problemas.

—Nuestra chica se va a casar.

—Lo sé —respondió Liz Randall antes de apartarse de su hija—. Ya no va a estar a nuestro lado, pero tenemos que pensar que no la vamos a perder, sino que vamos a ganar un hijo yo y tú un hermano —Liz rizó las puntas del pelo de su hija y la miró detenidamente—. ¿Estás segura de que no te pasa nada? Te veo un poco pálida.

—Estoy bien —Lauren se agarró del brazo de su madre y juntas recorrieron el pasillo hasta la habitación principal—. Pero la voy a echar de menos.

—Es tu socia. La vas a ver casi todos los días.

—Pero no será lo mismo.

—Diferente, sí, pero no peor —contestó Liz con su acostumbrado optimismo—. Sobre todo cuando yo empiece a tener nietos y tú sobrinos. Vais a cumplir los veintinueve años dentro de dos meses. Llevo mucho esperando ser abuela.

Ya no iba a tener que esperar mucho.

—¡Oh! —exclamó Liz—. A lo mejor tendrá mellizos.

A Lauren le dio un vuelco el estómago. Tragó saliva. No, no iba a dar rienda suelta a la imaginación.

Una puerta se abrió y Ray Donovan salió al pasillo. Llevaba pantalones vaqueros y una camiseta verde. Su desgreñado cabello rubio se veía más corto y acicalado que la noche anterior, la última vez que le había visto, estaba peinado hacia atrás por los laterales y algo revuelto por arriba. Demasiado guapo para su salud mental.

Ray se detuvo al llegar a las escaleras, las miró, alzó la cámara fotográfica y se dispuso a disparar.

—Ray, no. Todavía no estamos vestidas. ¿Adónde vas? —Liz señaló con un dedo las llaves de un coche que él tenía en la mano—. Deberías empezar a arreglarte.

—Voy a hacer un recado —respondió Ray metiéndose las llaves en el bolsillo del pantalón—. Volveré enseguida.

Tras una mirada a Lauren, que ella esquivó, bajó las escaleras.

—Mamá, será mejor que vayamos con Tori antes de que acabe descalza y embarazada.

—Cielo, tu hermana acabará descalza antes de que acabe la fiesta esta noche.

—¿Dónde os habíais metido? —preguntó Tori cuando su madre y su hermana aparecieron en su habitación.

Lauren clavó los ojos en los de su madre, tan parecidos a los suyos, y las dos se echaron a reír.

 

 

Ray Donovan movió los hombros, incómodo con el esmoquin. Tenía alergia a las bodas. «A punto estuve de caer en ese error y nunca más». Un hecho que ni siquiera Garrett, su mejor amigo, sabía. Había ocurrido hacía tiempo y a él le gustaba pensar que jamás había ocurrido.

Se enderezó la corbata mientras se paseaba por el estudio o, como le había dicho la empleada de Lauren, la habitación del novio. Se estaba ahogando lentamente.

Pensar en Lauren no ayudaba. Qué mujer tan terca. Esa rubia era la peleona más bonita que había tenido en sus brazos, pero demasiado cabezota para su gusto. Su aventura amorosa, por llamarlo de alguna manera, había acabado.

Hasta dos días atrás, hacía que no la veía desde Navidades, cuando ella decidió acabar con su romance.

Era sorprendente, pero la había echado de menos. No obstante, cualquier esperanza de renovar la pasión entre ellos se había ido al traste cuando Lauren, durante los ensayos, se había negado a mirarle. Ni entonces ni en ningún momento después.

Bien, mensaje recibido. Mejor así.

Se plantó delante del espejo, se alisó el cabello y se enderezó la corbata. «Vamos, tranquilo. Pareces más un gallina que un director de cine conocido por acompañar a sus actores a las trincheras».

—Relájate —le dijo Garrett sentado detrás de la mesa de despacho—. Cualquiera diría que el que se va a casar eres tú, no yo.

—No comprendo cómo puedes estar tan sereno.

Ray se dejó caer en la silla al otro lado del escritorio, agarró la cámara y sacó una foto del novio. Para entretenerse, había decidido encargarse personalmente de las fotos y los vídeos de la boda.

—La espera es horrorosa. ¿Cuánto falta para que empiece la fiesta?

Garrett lanzó una mirada al reloj encima de la chimenea.

—Poco. Y es fácil estar tranquilo cuando uno sabe lo que hace.

—El matrimonio es una trampa para los desprevenidos. No me gustaría estar ahí solo delante de tanta gente.

—No voy a estar solo —Garrett se echó a reír—. Me va a acompañar la mujer a la que amo. Y hasta ese momento, me vas a acompañar tú.

Garrett abrió el cajón de arriba del escritorio de madera de roble, sacó una botella de whisky añejo y un vaso. Después de servir una buena cantidad de alcohol, le pasó el vaso a Ray.

—Quizá esto te ayude a calmar los nervios.

—No, gracias —respondió Ray. Normalmente, habría aceptado. Pero ese día quería estar sobrio. Tal y como se sentía, el alcohol no iba a ayudarle.

—No te comprendo —Garrett sacudió la cabeza—. Eres tú quien me dijo que con Tori no había problema.

—Es fácil ver que te hace feliz —Ray se pasó una mano por la mandíbula. Que el matrimonio no fuera para él no significaba que otros no pudieran beneficiarse de esa unión. Y, por supuesto, tiene la bendición de las iluminadas.

Al parecer, las mellizas eran unas casamenteras por naturaleza y tenían una «percepción» para ver cuándo dos personas estaban destinadas la una para la otra. Lauren pensaba eso sobre Garrett y Tori, pero no lo había dicho hasta después de que se hubieran prometido.

—Búrlate todo lo que quieras —dijo Garrett arqueando las cejas—. Soy yo quien se ha visto recompensado.

—Perdona. La verdad es que tú te mereces lo mejor. No me hagas caso, las bodas me ponen de los nervios.

—Eso dijiste cuando te pedí que fueras mi padrino. Gracias por haber aceptado.

—Eres lo más parecido a un hermano. Es natural que esté aquí contigo.

—Pero… ¿por qué eres tan reacio a las bodas?

—Por algo que pasó hace mucho tiempo. Es demasiado deprimente para hablar de ello ahora —contestó Ray.

Se oyeron unos golpes en la puerta y, al momento, la ayudante de Lauren asomó la cabeza.

—Caballeros, ya es la hora.

—Ahora mismo vamos —respondió Garrett poniéndose en pie. Ray le imitó—. ¿Listo?

Ray asintió y después dio una palmada a su amigo en la espalda.

—Venga, vamos a casarte.

Ray se encontraba al lado de su amigo a la sombra del cenador cuando la música empezó a sonar y el cortejo de la novia inició la marcha hacia ellos. Tan pronto como Nick Randall y su madre ocuparon sus asientos en la primera fila, Lauren comenzó a avanzar hacia ellos.

Ray no podía apartar los ojos de ella. Lauren llevaba un vestido largo color plateado, sin tirantes y ceñido. Los rizos rubios brillaban bajo los últimos rayos de sol. Cuanto más se acercaba más hermosa parecía.

Apenas miró a la novia, solo tenía ojos para la dama de honor. Mientras la contemplaba, recordó su apasionado encuentro en el cuarto de lavar de su casa el día de Acción de Gracias y el deseo volvió a apoderarse de él.

Para evitar ponerse en evidencia, se concentró en la ceremonia y en las fotos.

El maestro de ceremonias habló y después Garrett y Tori pronunciaron los votos matrimoniales. Ray les dio los anillos. Garrett besó a la novia. El maestro de ceremonias les declaró marido y mujer. Y, por fin, llegó el momento en el que Ray tocó a Lauren mientras, en pos de los recién casados, recorrían el camino inverso por el pasillo.

Agarrada a su brazo, Lauren seguía negándose a mirarle.

—Estás preciosa —dijo él cubriendo la mano de Lauren con la suya.

Lauren cerró la mano en un puño, sin mirarle.

—Habéis hecho un trabajo magnífico con el decorado de la boda.

—A ti te da exactamente igual el decorado —respondió ella alzando los ojos al cielo.

—Eso no es verdad. Como director de cine, sé apreciar un buen decorado.

—A Tori le alegrará saber que te ha gustado. Todo esto ha sido idea suya.

Al llegar al final del pasillo, Lauren se soltó de él rápidamente.

—No te pierdas. Vamos a empezar con las fotos inmediatamente.

—No te preocupes, tengo copia del itinerario —respondió él con humor burlón.

Lauren le miró empequeñeciendo los ojos.

—Compórtate.

—¿Qué tiene eso de divertido? —dijo Ray arqueando las cejas antes de añadir en voz baja—: Te espero en el cuarto de lavar dentro de veinte minutos.

Las mejillas de ella enrojecieron e, instintivamente, la vio llevarse las manos a las caderas. Pero, en ese momento, alguien se acercó a Lauren y le dio un abrazo, impidiéndole responder.

—Eres imposible —logró decirle ella entre saludos—. ¿Y tu chica de turno?

—No ha habido nadie después de ti —contestó Ray.

—No sabes cuánto lo siento —le espetó Lauren antes de esbozar una sonrisa artificial cuando su abuela le lanzó una extraña mirada—. No me tomes por tonta. Eres un director de fama, con solo chascar los dedos puedes tener colgada de tu brazo a la mujer que se te antoje.

—Me gusta usted —respondió Ray antes de agarrar la mano de la abuela Randall y besársela—. Encantado de conocerla. Ahora sé a quién se debe que Tori sea tan guapa.

La abuela sonrió y se alejó.

—Seductor —dijo Lauren en tono acusatorio.

—Le ha encantado —contestó él.

—Y eso demuestra lo que he dicho: no vas a estar solo por mucho tiempo.

—Vamos, Lauren, apenas conozco a nadie aquí —había algunas personas del mundo del cine, pero la mayoría de los invitados eran amigos y familiares de Tori—. Eres la dama de honor y yo el padrino del novio, el destino nos une.

—Mmmm. Has pasado la mayor parte del tiempo jugando con la cámara, no sé por qué necesitas compañía ahora.

Los invitados comenzaron a cambiar de lugar y, accidentalmente, les empujaron. Ray agarró a Lauren para evitar que se cayera. Con las manos en las caderas de ella, la atrajo hacia sí y la besó en el cuello.

—El cuarto de lavar tiene cerrojo. No tardaremos mucho.

La sintió derretirse y sonrió satisfecho. Los dos tenían dormitorios en la casa, pero el cuarto de lavar tenía valor sentimental para él. Y lo mejor de todo era que a nadie se le ocurriría ir allí.

Pero, en ese momento, Lauren le dio un codazo en el estómago que le hizo doblarse.

—Ni se te ocurra tocarme.

Inmediatamente, Ray alzó las manos en señal de rendición. Y la miró fijamente.

—¿Te pasa algo? Estás un poco pálida.

—Estoy bien —respondió ella desviando la mirada—. Pero no voy a permitir que las hormonas dicten mi conducta. Es la boda de mi hermana y no me voy a escapar contigo.

La ayudante de Lauren apareció y guio a la gente de vuelta al cenador.

—Después de las fotos, nadie nos va a echar de menos.

—¡Para! —Lauren le plantó una mano en el pecho y le lanzó una mirada suplicante.

—Perdona —respondió él dando un paso atrás.

Jamás había forzado a una mujer y no iba a empezar a hacerlo ahora.

Durante los veinte minutos siguientes, Ray se colocó donde le dijeron, sonrió cuando se lo pidieron y, cuando no le necesitaron, sacó sus propias fotos. Por fin, cuando el fotógrafo liberó al cortejo nupcial, se reunió con el resto de los invitados en compañía de Nick, el hermano de Lauren.

—¿Qué tal el trabajo? —preguntó Ray a Nick.

—Bien, aunque demasiado —Nick dirigía el departamento de traumatología del hospital de Palm Springs—. Pero prefiero estar ocupado a estar cruzado de brazos sin hacer nada. ¿Y tú? ¿Alguna nueva película?

—Terminé Gates of Peril en diciembre, la estrenarán este verano. Ahora estoy planificando la siguiente.

—No olvides que el día de Acción de Gracias prometiste invitarme a la presentación de una de tus películas.

Nick le presentó a algunos miembros de su familia y él sacó unas fotos bastante buenas. Lauren tenía una familia extensa y divertida. La abuela Randall, a quien evidentemente le gustaba presumir, se paseó un rato con él del brazo. Eso le hizo pensar en su familia y reconoció que le debía a Mamó, su abuela, una llamada. Mamó se había hecho cargo de él a los diez años, tras la muerte de sus padres en un accidente automovilístico. Esa semana iba a ser su cumpleaños.

Tras retrasarlo lo más posible, se dirigió a la mesa principal y se sentó al lado de Lauren. Los padres de Tori estaban sentados en frente de la feliz pareja.

Para evitar un incómodo silencio durante el banquete, conversó sobre temas intranscendentes e impersonales, consiguiendo así que Lauren se relajara. Las anécdotas sobre los rodajes eran siempre entretenidas y, por fin, logró que su compañera de mesa riera. Lo que le produjo una gran satisfacción.

Cuando el pinchadiscos anunció el primer baile, un vals, Tori y Garrett salieron a la pista; después de unos minutos, Lauren y él se les unieron.

—Cierra los ojos. Acabará en un minuto —le dijo él rodeándola con los brazos.

—Eres un encanto —respondió ella mirándole directamente a los ojos.

—No te preocupes, he entendido la indirecta del codazo en el estómago.

—Perdona —Lauren apoyó la cabeza en su hombro—. Me he portado como una niñata.

—Como de costumbre.

Ella se echó a reír.

—Lo dices para que me sienta mejor, ¿verdad? Qué amable.

—Pero te sientes mejor, ¿no? —Ray apoyó la mejilla en el sedoso cabello de Lauren—. ¿Debería invitarte otra vez a ir a la casa?

Lauren echó la cabeza hacia atrás y le lanzó una mirada interrogante.

—¿Al cuarto de lavar? Si lo que pretendes es seducirme, hay habitaciones más cómodas.

—Eh, tengo muy buenos recuerdos del cuarto de lavar —Ray, con los labios, recorrió el sendero a la oreja de Lauren—. ¿Te acuerdas?

—Sí, me acuerdo —Lauren suspiró—. No fue uno de mis mejores momentos.

—No estoy de acuerdo contigo —la hizo darse la vuelta, pegándole la espalda a su pecho—. Estuviste muy bien, increíblemente apasionada.

—¡Mis padres estaban jugando al póquer en otra habitación!

—Eres una criatura salvaje. Venga, vámonos.

Ray le agarró la mano y comenzó a sacarla de la pista de baile.

—Para. Por divertido que sea, no tiene futuro. Basta de esconderme en los armarios contigo, no puedo seguir así.

—¿Por qué no?

—Soy una mujer adulta y responsable. Tengo que pensar en mi reputación. Tarde o temprano a alguien le va a parecer extraño que desaparezcamos juntos.

—Esto es Hollywood, que te vean conmigo es bueno para tu reputación.

—¡Qué humilde! —Lauren sacudió la cabeza—. En serio, lo nuestro se acabó.

Ray la vio alejarse, solo le consoló la mirada de tristeza que vio en las profundidades de los ojos de Lauren.

 

 

La noche parecía no acabar nunca, pensó Lauren mientras recogía vasos vacíos y los llevaba a una bandeja al lado del bar. Cuando se volvió, se encontró delante de la novia.

—¿Qué demonios estás haciendo?

—Nada —respondió Lauren escondiendo las manos detrás de la espalda—. ¿Lo ves? No estoy haciendo nada.

—Ya —Tori le dio un abrazo—. Como es mi día, voy a hacer como si no te hubiera visto recogiendo las mesas.

—Perdóname, es la costumbre.

—Te perdono solo porque yo misma he estado a punto de hacer lo mismo un par de veces.

—Eso habría sido terrible.

—Eso es justo lo que Garrett me ha dicho.

—¿Adónde me llevas? —preguntó Lauren al ver que su hermana la empujaba hacia la pista de baile.