Jason Teatral - Emanuel López - E-Book

Jason Teatral E-Book

Emanuel López

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Beschreibung

Emanuel López nos presenta dos obras teatrales. En "La Cafetera", el técnico Luis intenta reparar una máquina esencial para un café de oficina, mientras lidia con un cliente insatisfecho y su creciente interés romántico por la hija del dueño. A través del humor y las reflexiones de Luis, la obra explora el desgaste emocional del trabajo y las conexiones humanas inesperadas. Por su parte, "El Ramo" se desarrolla en un vivero donde un ramo marchito para una boda desencadena conflictos éticos y personales, entrelazando secretos, traiciones y decisiones difíciles. Ambas piezas combinan comedia, drama y una mirada aguda a la naturaleza humana.

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Seitenzahl: 48

Veröffentlichungsjahr: 2025

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EMANUEL LÓPEZ

Jason Teatral

López, Emanuel Jason teatral / Emanuel López. - 1a ed - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2025.

Libro digital, EPUB

Archivo Digital: descarga y online

ISBN 978-987-87-5929-6

1. Teatro. I. Título. CDD A862

EDITORIAL AUTORES DE [email protected]

Tabla de contenido

LA CAFETERA

ACTO 1 – DÍA 1

ACTO 2 – DÍA 2

ACTO 3 – DÍA 3

ACTO 4 – DÍA 6

EL RAMO

PERSONAJES

ACTO 1

ACTO 2

ACTO 3

Jason Teatral - La cafetera

ACTO 1 – DÍA 1

(Una máquina de café en el centro del escenario comienza a hacer ruidos raros y larga humo cada tanto. Llega Luis con su ropa de trabajo sucia y su caja de herramientas).

LUIS: Bueno. A ver qué pasa acá.

(Se acerca un poco hacia la máquina y esta le larga humo. Él lo aleja con las manos mientras tose).

LUIS: Desastre. Qué mal lo habrán cuidado. Digo eso por lo bajo porque llega el dueño de la cafetera.

“Hola, ¿qué tal? Armando, ¿no? Soy Luis, el técnico, un gusto”. Le digo por si ya se olvidó de cómo me llamo, aunque mi nombre está en el volante, de donde sacó mi número.

Me estrangula la mano el muy HDP. Me dice que necesita la máquina arreglada “para ayer” y me deja solo. Se va a hacer café con su cafetera goteo que seguro es un asco. Pero necesita de algo para atender.

Por si no se llega a entender, esta cafetería está dentro de un edificio de oficinas.

A la gente de acá no le gusta cruzarse con los pobres, así que se instalaron una cafetería acá para no cruzarse a nadie que necesite limosna. Porque ellos no les pueden decir “perdón, no tengo nada” mientras llevan en una mano un café late y un croissant de miles de pesos.

(Abre la máquina).

LUIS: No la cuidaron como corresponde. Horrible. Si esto fuera un perrito… Bueno… se imaginarán lo que les puedo llegar a decir.

Vuelve Armando cada dos minutos, y me pregunta sin parar si me falta mucho. Trato de explicarle de la mejor manera posible que estas máquinas requieren cuidado extremo. Él me dice que ya lo sabe, pero que estuvo ocupado con varios temas y por eso no pudo atenderla bien. Me guiña el ojo y se ríe. Hago como que me río, porque necesito el trabajo.

Lo lindo de este oficio es que, si hacés suficientemente bien tu trabajo, después los tenés como clientes casi fijos. Te son buena onda, te regalan algo para comer.

Me suele pasar.

Armando, por el momento, no. Mientras busco arreglar esto, él deja la cafetera andando sola. Y, mientras espera a la hora de apertura, se me pone al lado para hablarme de culos, tetas, fútbol y política.

Me pregunta qué opino, a lo que yo le respondo con evasivas. Un típico “no sé”, “no entiendo de eso”, “es todo un tema, vio”. En otro contexto, le diría que me cae mal y todo lo que dice es aburrido.

Trato de resolver el tema rápido porque Armando se va poniendo progresivamente más y más ansioso. En breve tiene que abrir la puerta de la cafetería y aún no tiene lista su principal herramienta de trabajo.

Es increíble lo mal que me empieza a caer Armando, y solo pasaron unos minutos de conocernos. Ni bien termine y me vaya, voy a borrar su número y no vengo nunca más.

(Mira a lo lejos a alguien y queda petrificado. Luego continúa).

LUIS: Se hacen las ocho. Armando abre la puerta. Entran dos personas. Son dos señores grandes que me miran fijo. De tanto que alargan la mirada les digo “hola”, y recién ahí desvían la mirada. Es como si hubieran esperado el momento para ignorarme y dejarme colgado mientras peleo contra esta máquina. Les envenenaría el café por viejos meados.

Se sientan en la barra y comienzan a hablar de culos, tetas, fútbol y política a carcajadas.

Hago los últimos arreglos y… ¡listo! Ya puedo irme. Armando me agradece y me da lo que le digo que sale el trabajo más la plusvalía. Me paga y estoy listo para irme al momento que caen más personas.

(Se detiene y mira con asombro a Aldana pasar a su lado, pero sin saludarlo).

LUIS: Bueno… mejor me voy.

(Abandona el escenario).

ACTO 2 – DÍA 2

(La máquina de café hace un ruido fuerte y vuelve a echar humo. Entra Luis).

LUIS: Luego de siete días, estoy acá otra vez. ¿Qué pasó?

(Inspecciona).

LUIS: Llega Armando a recibirme. Me dice, preocupado, que seguro fue porque le exigió de más a la máquina, ya que venía andando lo más bien desde que la arreglé.

Me sorprende positivamente que tenga la decencia de admitir que fue su culpa, porque sí, mi trabajo lo hice impecable. Si hace años que laburo de esto.

Después de recibir sus elogios, me pongo a inspeccionar la máquina. Viendo en dónde metió mano este tipo. A simple vista se nota que, como bien dijo, le exigió demasiado café en poco tiempo y la hizo mierda.

Me pregunta si debe comprar otra, le digo que si va a tratar a la nueva igual que a esta le va a ser al pedo. Además, no está tan mal como para tirarla. Puede aguantar si le hago los arreglos y él no la vuelve a sobre exigir.

De hecho, ya no se encuentran máquinas como estas. El café que preparan es de otro nivel, siempre y cuando uses granos de buena calidad. No vas a ponerle la nafta más barata a un Ferrari.

Una vez probé un café hecho por una de estas máquinas, perfectamente conservada: una delicia. Casi que me da un orgasmo… metafóricamente hablando.