Jugando con el pensamiento de Winnicott en América Latina - Jani Linares Santamaría - E-Book

Jugando con el pensamiento de Winnicott en América Latina E-Book

Jani Linares Santamaría

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Beschreibung

Las ideas innovadoras de Donald Winnicott han sido ampliamente investigadas por psicoanalistas y psicoterapeutas de todo el mundo. El libro Jugando con el pensamiento de Winnicott en América Latina, editado por Jani Santamaría, refleja la pasión y creatividad latinoamericana de colegas de Argentina, Brasil, Chile, Colombia, México, Perú y Uruguay. Adriana Anfusso y cols., Adriana Mendonça, Agustín Martínez, Alfredo Painceira, Anna Melgaço, Cleon Cerezer, Denise Souza, Gabriela Goldstein, Gabriela Mustri, Gonzalo López, Guillermo Carvajal, Hilda Catz y cols., Laura de Souza, Leonor Valenti, Lila Gómez, Lilian Tuahe, María Luisa Silva, Noemí Canteros, Paula Escribens, Rodrigo Rojas, Rosa María Tosta, Sonia Abadi, Suely Duek y Toffie Sasson, se comprometen en el desafío de usar y florecer el legado de Winnicott y abordan de forma didáctica, espontánea y libre temas como creatividad, espacio potencial, transicional, pandemia, adicciones, experiencia cultural, psicosis, jugar y jugando, y verdadero self, entre otros. La atención y discusión se concentra en cuatro ejes psicoanalíticos: metapsicología, desarrolllo, psicopatología y teoría de la técnica. Se trata de un libro abierto, a muchas voces, cuya riqueza está también en su incompletud, de ahí que Dominique Scarfone (DWW, tomo IV, 2016) destaque la necesidad de leer a Winnicott de la misma forma en que debemos leer a los grandes autores: sin prisa. El libro está dirigido a psicoanalistas, profesionales de la salud mental y a todos aquellos que deseen conocer distintas vertientes de la obra de Winnicott. Deseamos que cada nueva lectura inspire la exploración del sentido de lo cotidiano y fertilice la reflexión sobre la clínica viva y sobre los fenómenos individuales y sociales que preocupan a la humanidad en la actualidad.

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SONIA ABADI • CRISTINA ABAL • ADRIANA ANFUSSO • MARITA AZAMBUYA • GUILLERMO CARVAJAL • NATALIA CASTELLI • HILDA CATZ • CLEON CEREZER • LAURA DE SOUZA • SUELY DUÉK • PAULA ESCRIBENS PAREJA • MANUEL FLORES • AGUSTINA GINÉS • GABRIELA GOLDSTEIN • LILA FABIANA GÓMEZ • GUSTAVO IGLESIAS • FLORENCIA JURADO • SOLANA KATZ • GONZALO LÓPEZ MUSA • NOEMÍ LUSTGARTEN DE CANTEROS • AGUSTIN MARTÍNEZ • MARTÍN MAS • ANNA LUCIA MELGAÇO LEAL SILVA • ADRIANA MAY DE MENDONÇA • GABRIELA MUSTRI MISRAHI • ALFREDO PAINCEIRA • RODRIGO ROJAS JEREZ • TOFFIE SASSON HAMUI • RAFAEL SIBILS • MARÍA LUISA SILVA • DENISE MARTINEZ SOUZA • LILIAN TUANE • ROSA MARIA TOSTA • ROSARIO VAEZA • LEONOR VALENTI

 

 

JUGANDO CON EL PENSAMIENTO DE WINNICOTT EN AMÉRICA LATINA

Jani Santamaría Linares (Editora)

Índice

CubiertaPortadaDedicatoriaPrefacio, por Jani Santamaría LinaresArgentinaCapítulo uno. La creatividad y sus orígenes. Alfredo J. Painceira PlotCapítulo dos. Creación, juego y poética de la transicionalidad. Gabriela GoldsteinCapítulo tres. La mirada de los “Niños Psicoterapeutas” como reparación respecto de la organización antidepresiva de los padres. Hilda CatzCapítulo cuatro. El otro en la clínica: espejos y máscaras. Leonor Valenti GreifCapítulo cinco. Carta a Donald Woods Winnicott (Un ensayo de realismo mágico psicoanalítico). Lila Fabiana GómezCapítulo seis. Sueños y pesadillas en tiempos de pandemia. Noemi Lustgarten de CanterosCapítulo siete. La transicionalidad y los nuevos paradigmas. Apuntes para un pensamiento en Red. Sonia AbadiBrasilCapítulo ocho. La naturaleza del enveje-ser en Winnicott. Adriana May de Mendonça y Denise Martínez SouzaCapítulo nueve. La experiencia estética intermedia: El self transicional o el self en transicionalidad. Anna Lucia Melgaço Leal SilvaCapítulo diez. Encuentros potenciales en la cibercultura: agua, amor y análisis. Cleon CerezerCapítulo once. Transferencia y contratransferencia: reflexiones sobre la humanidad del analista. Rosa Maria TostaCapítulo doce. Winnicott en América Latina Suely DuékChileCapítulo trece. El problema de la psicosis en Winnicott: La psicosis como falla del ambiente. Rodrigo Rojas Jerez, Gonzalo López Musa y Lilian TuaneColombiaCapítulo catorce. Winnicott y el siglo XXI Una mirada a la posmodernidad, de la mano de Donald Winnicott. Guillermo CarvajalMéxicoCapítulo quince. El sostén como experiencia en la clínica actual. Agustín Martínez CervantesCapítulo dieciséis. Adam Phillips juega el juego del garabato con Donald Winnicott. Gabriela Mustri MisrahiCapítulo diecisiete. Articular a D. Winnicott en el tratamiento de las adicciones. Toffie Sasson HamuiPerúCapítulo dieciocho. Postexperiencia y experiencia transicional ¿Es posible un psicoanálisis anfibio? María Luisa SilvaCapítulo diecinueve. Reflexiones alrededor de un proceso analítico con un adolescente trans. ¿Podemos entender la transición de género como una forma de sobrevivencia psíquica para el verdadero self? Paula Escribens ParejaUruguayCapítulo veinte. Winnicott en Uruguay. Adriana Anfusso Laura de SouzaLos autoresSobre este libroSobre la editoraOtros títulos de nuestra editorialCréditos

Con amor infinito a mi hijo José Luis el SER más verdadero y único

Prefacio

Coincido con Pontalis cuando escribe que para que el psicoanálisis no se congele como un dogma, es preciso volver a encontrarlo, descubrirlo e inventarlo siempre.

Las originales propuestas de este libro son demasiado numerosas para abordarlas de manera extensa. Pasaré a comentar de manera breve, en orden propio de ideas, los veinte capítulos, con el objetivo de mostrar al lector la importancia de volver a encontrar, descubrir e inventar el pensamiento de Winnicott en Latinoamérica.

Nadie mejor que Alfredo Painceira para abrir el Capítulo uno con el trabajo titulado “Creatividad”. La creatividad, de acuerdo al autor, es “el hacer que nace del ser” y cuando hablamos de existencia creativa, nos referimos a aquella existencia en la cual la conducta motivada tiene un lugar importante en nuestras vidas. La creatividad se refiere a la acción creativa, al movimiento que nos lleva a crear o a recrear algo y no al producto final que es accesorio y por supuesto, se da en un área privilegiada que es la del jugando. A los seres humanos, menciona Painceira, no se los construye, como se construyen las estructuras inanimadas: se los deja ser, se los ayuda a ser y en última instancia se les ayuda a encontrarse a sí mismos en esa búsqueda que no tiene fin, que es la vida misma.

En la misma línea, en el trabajo “Creación, juego y poética de la transicionalidad”, del Capítulo dos, Gabriela Goldstein valora la dimensión de transicionalidad, define el concepto de experiencia estética y denomina en un estilo original “poética de la transicionalidad” al trabajo que implica una experiencia de borde y que da cuenta de nuestro quehacer actual en la clínica, en la dimensión en la que trabajamos y en los complejos estados afectivos que se comprometen.

Continuando en la línea de lo transicional, en el Capítulo siete Sonia Abadi menciona que, gracias a Winnicott, se puede postular un modelo de pensamiento de características transicionales que se despliega entre el proceso primario y el secundario y que admite tanto la lógica formal como la paradoja. Es así que la autora define de manera inédita el concepto de ‘Pensamiento en Red’ con el fin de mostrar la afinidad y continuidad entre las redes del pensamiento, las redes sociales y todas las redes vivas y favorece actividades que permiten retejer las redes vitales.

 

El otro elemento especial de este libro es la riqueza teórico-clínica con la que algunos autores enlazan el tema de lo transicional, con la experiencia vivida durante la pandemia. Pandemia que, como sabemos, no se anunció en la recepción del edificio de Eros; penetró y rompió las puertas de la fragilidad extrema de la especie humana; la confianza en la vida salió corriendo por la puerta trasera, el miedo entró por la puerta principal y minutos más tarde el dolor mental se filtró a través de la cerradura. Los efectos psíquicos de esta difícil experiencia exigieron grandes esfuerzos elaborativos en las coordenadas interno-externo, adentro-afuera y en la secuencia tiempo-espacio.

Cleon Cerezer se interna en el mundo de lo Transicional y la experiencia de la pandemia. En el Capítulo diez, titulado “Encuentros potenciales en la cibercultura: agua, amor y análisis”, el autor afirma que el espacio potencial posibilitado por el encuentro analítico es infinito. Nos recuerda que la pandemia nos obligó a trabajar de manera virtual y establece un diálogo con las ideas de Winnicott; considera que lo virtual se vuelve real en términos de experiencia interna/externa compartida e integra el área intermedia en subjetivación y objetivación de la psique. El autor enlaza esta experiencia con las reflexiones sobre la película La forma del agua y explora aspectos como interno/externo en el que se pregunta por la forma del agua y del amor.

La pregunta de María Luisa Silva en el Capítulo dieciocho “¿Cómo contribuir a pensar los cambios que se ciernen sobre el psicoanálisis de nuestros tiempos?”, la inspira a escribir el trabajo: “Postexperiencia y experiencia transicional. ¿Es posible un psicoanálisis anfibio?” Este trabajo se distingue por la forma como aborda la pregunta. A la autora le interesa destacar el papel del juego como disposición humana fundamental desde la que aprendemos, creamos y evolucionamos. Acompañada de algunas ideas del posthumanismo y de Winnicott en torno a la experiencia transicional y su relación con la construcción del mundo en que vivimos, plantea que en la pandemia del Covid 19 el juego virtual se extendió como virus y nos invitó a crear nuevas herramientas para comprenderlo.

Por último, en el Capítulo seis, “Sueños y pesadillas en tiempos de pandemia”, Noemí Lustgarten de Canteros menciona que la situación traumática que atravesamos en tiempos de pandemia la llevó a pensar en los trastornos del sueño y del dormir que surgen frente a lo que llama “la pesadilla de la vigilia”: el Covid 19. La autora despliega los modos de abordaje de las configuraciones transferenciales más allá de la neurosis y el abordaje del analista ante la emergencia de la angustia traumática.

Con el concepto de ‘Transicionalidad’, Winnicott afirmó que es en ese espacio donde se producen ciertos fenómenos de importancia vital para el desarrollo de las potencialidades del individuo así como para la forma en que nos relacionamos y para la creación de cultura. Los capítulos que menciono a continuación destacan la importancia de la cultura en la teoría de Winnicott.

Suely Duek, en el Capítulo doce, propone un psicoanálisis ampliado, abierto a la cultura y a todos los saberes y nos recuerda que Winnicott dedicó gran parte de su trabajo en favor de la justicia social. Con el título de “Winnicott en América Latina”, la autora considera que la obra de Winnicott en Latinoamérica sobrevive a los obstáculos planteados por la cultura y la ciencia porque permite conversar con otros saberes. Concluye que la abundancia del estudio de la obra Winnicott por autores latinoamericanos garantiza su permanencia y riqueza.

Otra línea de pensamiento la desarrolla de manera precisa Guillermo Carvajal en el Capítulo catorce, titulado “Winnicott y el siglo XXI, una mirada a la postmodernidad, de la mano de Donald Winnicott”. El autor colombiano continúa el debate sobre cultura y democracia y sobre salud individual-social y creatividad que ha realizado durante décadas. Utiliza el novedoso concepto de “estado mental democrático postmoderno” que en su opinión, debería llamarse “el nuevo renacimiento o la alborada de la nueva humanidad” y muestra, convencido, que el pensamiento de Winnicott proporciona siempre instrumentos valiosos para entender y manejar esta nueva cultura.

El tema elegido por Adriana Anfusso, Laura De Souza y colaboradores en el Capítulo veinte es el trabajo colectivo titulado “Winnicott en Uruguay”. Once autores trabajan sobre complejas propuestas metapsicológicas y clínicas de Winnicott que en su opinión, ofrecen nuevas comprensiones del proceso analítico, del sufrimiento del cambio psíquico, del desarrollo y de la constitución del sujeto concebido siempre en vínculo con otros. A través de una encuesta formulada por dos preguntas, los autores dan cuenta de cuánto la obra de Winnicott permea el pensar y el hacer, de la Asociación Uruguaya de Psicoterapia Psicoanalítica (AUDEPP).

 

Aconsejo ahora transportarnos por el carril privilegiado de los gestos espontáneos.

Winnicott no solo teorizó la creatividad, la libertad de pensamiento, la búsqueda del significado personal y la interacción entre las realidades internas y ambientales (lo transicional), sino que también parece haberlas representado continuamente en su vida y obra. Los capítulos cinco y tres, recopilados aquí por Hilda Catz y colaboradores, y Lila Gómez, ubican a Winnicott en su contexto y muestran cómo y por qué se extendió constantemente más allá de él. Lila Gómez, en el Capítulo cinco, presenta un ensayo de realismo mágico psicoanalítico que nombra “Carta a Donald Winnicott” en la que intenta reproducir la interpretación del espíritu docente y lúdico de Winnicott, en homenaje al autor inglés y a su esposa Clare Britton y a través de la introducción de elementos fantásticos en una narración realista que ensambla al contexto psicoanalítico, crea un breve recorrido histórico y biográfico del concepto de objeto transicional en la obra de D Winnicott. En el Capítulo tres, Hilda Catz y colaboradores presentan el trabajo titulado “La mirada de los ‘niños psicoterapeutas’ como reparación respecto de la organización antidepresiva de los padres”. Escrito en colaboración, este trabajo tiene como objetivo construir los orígenes de las creaciones de Winnicott desde la mirada de los niños, como psicoterapeutas de los padres. Agregan a la presentación el caso clínico de una pequeña de cuatro años de edad que ilustra, en su opinión, la pesada carga de mandatos de protección y de cuidado del niño al adulto.

Es importante señalar el clima de respeto de Winnicott y de los autores, al explorar temas como desarrollo y psicopatología. Las primeras relaciones, de acuerdo a Winnicott, deben estar determinadas por una reciprocidad y no por lo sobrecogedor de conflictos o de sumisión; esa reciprocidad en las relaciones posteriores ha de ser el rango distintivo de una salud individual y colectiva. Así, el individuo cuyo desarrollo haya estado favorecido por una buena herencia y por un buen ambiente no tendrá dificultades para pasar desde su sí mismo hacia el sí mismo de otros.

Otra cosa sucede cuando no se logra una experiencia de mutualidad, el individuo presentará fallas emocionales significativas. Cinco autores exploran oportunamente una panorámica de sus reflexiones en el vasto campo de las consecuencias de las interrupciones en la continuidad del ser.

La forma específica en que en el Capítulo trece Gonzalo López, Lilian Tuane y Rodrigo Rojas abordan el tema de “El problema de la psicosis en Winnicott” merece atención.

Los autores chilenos tienen como objetivo mostrar la comprensión winnicottiana de la psicosis y su relación con el concepto de falla. Abordan la psicosis como falla del ambiente. Revisan las bases conceptuales de lo que Winnicott llamó “estados tempranos del desarrollo” y la relación de estos con el emergente psíquico resultante: el yo integrado y sus fuentes. En su opinión, la comprensión de la íntima relación entre dichos estados tempranos y la integración del yo, nos permitirá configurar y describir la fenomenología de las angustias de aniquilamiento y también las involucradas en el proceso de síntesis del yo.

En este contexto, Winnicott advirtió sobre el desafío que implica para el analista trabajar con cierto tipo de pacientes y nos invitó a prestar atención a las nuevas formas de padecimientos psíquicos que acuden a la consulta.

En el Capítulo diecisiete, Toffie Sasson proporciona al lector el trabajo “Articular a Winnicott en el tratamiento de las adicciones”. El autor nos recuerda que son innumerables los autores que dentro y fuera de las filas del psicoanálisis han aportado ideas, conceptos y técnicas para la comprensión y tratamiento de las adicciones. Después del breve recorrido sobre los distintos tipos de tratamiento, propone considerar las aportaciones de Winnicott sobre desarrollo emocional primitivo, odio en la contratransferencia y lo transicional, entre otros, en el estudio sobre adicciones, con el fin de acompañar a los pacientes a recuperar una experiencia más genuina de sí mismos y sobre todo de habitar el psique-soma.

Otro poderoso estímulo para pensar se presenta en el Capítulo diecinueve; es un trabajo titulado “Reflexiones alrededor de un proceso analítico con una adolescente trans. ¿Podemos entender la transición de género como una forma de sobrevivencia psíquica para el verdadero self?”, escrito por Paula Escribens Pareja. La autora comparte algunas reflexiones sobre la posibilidad de pensar a un paciente adolescente ‘trans’ desde el falso self a manera de funcionamiento defensivo en que se refugia con el fin de sobrevivir psíquicamente.

A la autora le interesa abrir preguntas sobre el tema en cuestión y le interesa también subrayar la importancia de no patologizar este tipo de problemáticas.

Aportes estimulantes son los que nos ofrecen, también, cuatro autores respecto a la rica articulación de los senderos clínicos. Cuando Winnicott ofrecía material clínico, a menudo se refería no a una intervención específica con un paciente en particular, sino a una “experiencia muy común” en el análisis. De esta manera, implícitamente pedía al lector que recurriera a su propia experiencia vivida con los pacientes con el fin de no “asimiliar” sus ideas. Su propuesta siempre fue invitar al lector a brindar respuestas originales propias. Los siguientes capítulos, ilustran lo anterior.

En el Capítulo cuatro, “El otro en la clínica: espejos y máscaras”, Leonor Valenti nos recuerda que, de acuerdo a Winnicott, el rostro del otro es condición fundamental de la humanización y que el yo nace en el encuentro con la corporeidad del otro. Considera que el análisis es un derivado de ese primer rostro que refleja lo que se puede ver en él y propone al analista, como objeto de uso. Subraya la importancia de sostener una actitud profesional y en el camino de búsqueda de la persona nos previene del uso de máscaras que opaquen los gestos espontáneos.

En el aporte de Rosa María Tosta, Capítulo once, titulado “Transferencia y contratransferencia: reflexiones sobre la humanidad del analista”, la autora describe de manera puntual la idea de humanidad, tanto del analista como del paciente y de sus implicaciones en la práctica clínica y enfatiza que la relación clínica es una relación interhumana. Analiza varios aspectos de la relación analítica con especial énfasis en la transferencia-contratransferencia y concluye que es indispensable que el analista se ofrezca como persona para que el analizado pueda hacer uso de la persona del analista de acuerdo con sus posibilidades de maduración emocional.

Se subraya nuevamente la importancia de la experiencia transicional en el Capítulo nueve, titulado “La experiencia estética intermedia: el self transicional o el self en transicionalidad” escrito por Anna Melgaço. La autora menciona que los nuevos síntomas en los pacientes nos llevan a repensar el lugar del analista y sus herramientas. Define el self transicional como el producto de una gradual diferenciación de la pareja madre-bebé, cuando está todavía permeada en el espacio intermedio de la experiencia y que gradualmente va dando lugar a dos sujetos con sus propias subjetividades. Ilustra estos conceptos con la presentación de dos casos clínicos.

Agustín Martínez aborda, en el Capítulo quince, el trabajo titulado “El sostén como experiencia en la clínica actual”; trata de un trabajo clínico cuya intención es mostrar la importancia del concepto de “sostén”, de Winnicott. Se trata de un caso muy bien pensado en el que a partir de una paciente con estructura no neurótica, el autor considera que trabajar acompañado de este concepto brinda la posibilidad de que el verdadero self, en palabras de Winnicott, pueda por fin, “correr los riesgos propios de empezar a experimentar la vida” (p. 9).

La clínica psicoanalítica de hoy nos lleva a la necesidad de re-visitar poblaciones como las que de manera respetuosa y afinada presentan Adriana Mendonça y Denise Martínez Souza en el Capítulo ocho. En el trabajo titulado “La naturaleza del enveje-ser en Winnicott”, las autoras presentan una compleja re-consideración del tema enveje-ser. Mencionan que se sintieron desafiadas a estudiar el conocimiento ya consolidado sobre la vejez y proponen un método psicoanalítico denominado “clínica de la adultez madura” en la que desarrollan el concepto innovador de “vejez suficientemente buena”.

Otro de los carriles por los que se desliza el pensamiento de Winnicott se refiere al juego del garabato. En el Capítulo dieciséis, Gabriela Mustri nos invita a jugar acompañada del artículo “Adam Phillips juega el juego del garabato con Donald Winnicott” y plantea que ambos autores siempre se pronunciaron por la búsqueda de lo genuino; comparte algunos squiggles teóricos como “de la capacidad de estar a solas” y “sobre el riesgo y la soledad”, del squiggle game y el juego de la espátula a la capacidad de aburrirse, desear, transformar y flirtear; la necesidad de cierta locura para estar sanos. Concluye que cada lectura abre la posibilidad del encuentro de alguna idea que antes parecía oculta y que potencialmente, puede germinar en la mente da cada uno.

No quisiera finalizar este prólogo sin dejar de subrayar que los autores latinoamericanos tienen en común mucho más que una pertenencia geográfica; los unen décadas de estudio de la obra de Winnicott. Todos abordan, desde distintos ángulos, el pensamiento de Winnicott y ejecutan un texto profundo con estilo personal cuyo contenido alude a cuestiones vitales de nuestra humana existencia.

Se trata de un libro abierto, a muchas voces, cuya riqueza está también en su incompletud, de ahí que Dominique Scarfone (DWW, tomo IV, 2016) destaque la necesidad de leer a Winnicott de la misma forma en que debemos leer a los grandes autores: sin prisa.

Salgo de escena y los invito a disfrutar de este texto a muchas voces, con los mejores deseos de que cada nueva lectura inspire en el lector la exploración del sentido de lo cotidiano y fertilice la reflexión sobre la clínica viva y sobre los fenómenos individuales y sociales que preocupan a la humanidad en la actualidad. Que la experiencia de lectura germine en múltiples campos culturales, clínicos, lúdicos, artísticos y transicionales y que la música de textos latinoamericanos se transporte con ritmo hacia todas las latitudes.

 

Jani Santamaría Linares

CDMX México

ARGENTINA

CAPÍTULO UNO La creatividad y sus orígenes Alfredo J. Painceira Plot

Los seres humanos progresan contándose cuentos más complejos, en lugar de encontrar mejores argumentos.

Richard Rorty

1. Creatividad

La creatividad es “el hacer que nace del ser”, y cuando hablamos de existencia creativa, nos referimos a aquella existencia en la cual la conducta motivada tiene un lugar importante en nuestras vidas, y la conducta reactiva no la hace desaparecer y la conducta habitual, la que se expresa en nuestras actividades cotidianas que no comprometen todo nuestro ser ocupan su lugar y no todo el lugar.

En la mayoría de los casos se expresa en el simple hecho de acceder a tener un punto de vista personal acerca de la realidad, una concepción del mundo única, un mundo interior único, que no sea repetición de ideas impuestas por el medio. Decía Heidegger que somos intérpretes que nacemos en un mundo interpretado, por otros.

Por eso claramente Winnicott se opone, junto a pensadores como Isahiah Berlin, a toda idea de constructivismo del ser humano. Porque a los seres humanos no se los construye, como se contruyen las estructuras inanimadas; se los deja ser, se los ayuda a ser y en última instancia a encontrarse a sí mismos en esa búsqueda que no tiene fin, que es la vida misma.

La vida vivida, la vida personal, la de cada uno, es la realidad primaria, es la raíz de lo que somos.

Y en el movimiento de búsqueda, viviendo, nos encontramos al encarnarnos en ese movimiento. Al tomar conciencia de nuestra continuidad existencial, como nos señala Winnicott.

Viviendo, creando, jugando, buscando, porque Winnicott, ser inquieto, pensaba así, en gerundio, enancado en esa idea tan bergsoniana de que la vida es permanente innovación.

Es el autor psicoanalítico que rescata la creatividad vinculándola al acto creativo, al momento de la creación, porque el psicoanálisis anterior se había preocupado de establecer la idea de sublimación, que indicaba que la energía omnipresente, ciega, era desviada de su fin, que era la satisfacción hacia otros objetivos, socialmente aceptables y daba por sentado que lo central en la vida del hombre era la obtención de satisfacción, descuidando su universo cultural que es el medio dentro del cual el hombre alcanza su humanidad en plenitud.

También, al analizar el jugar del niño, se habían detenido, lo que puede ser válido cuando lo que buscamos son indicios de un conflicto, en el análisis detallado del producto creado, haciendo una suerte de análisis coprológico de las obras de arte, en los cuales el fenómeno de la creación estética quedaba excluido.

Lo mismo sucedió con el juego, el énfasis se puso en el juego en sí mismo, para detectar las posibles motivaciones inconscientes de cada juego, pero dejando de lado el jugar, el jugando, que no es fruto de ningún conflicto, sino manifestación de una actividad natural que nos expresa y nos hace sentir vivos.

Más aún, cuando en el juego participa la excitación que exige una resolución, una descarga, el jugar se arruina.

Otro tanto ocurre en la esfera del arte, otra de las manifestaciones que se dan dentro del espacio transicional, como el juego: Winnicott estudia el acto creativo y la recreación que puede o no efectuar el espectador.

La existencia creativa es aquella en la cual el hombre es capaz de vivir sus propios sentimientos, que orientaran sus pensamientos, pensar luego con la propia cabeza, ver las cosas con una mirada propia, de imaginar el mundo inconmensurable con una perspectiva propia, de amar desde el propio centro de su ser.

Este hecho es central y quienes desarrollan trabajos rutinarios deben tener un ámbito, un tiempo para ejercer libremente su creatividad, a veces solo recreando en silencio la música que otros hacen e interpretan, escuchando Bach, tango, regagaeton, rock o corrido mexicano, o viendo una película o leyendo una poesía o haciendo un plato usando la imaginación; la creatividad se refiere al acto, a la acción creativa, al movimiento que nos lleva a crear o a recrear algo y no al producto final, que es accesorio. Y por supuesto en un área privilegiada que es la del jugando, la del estar jugando.

El primer acto creativo es el objeto subjetivo. El niño debe así iniciar su existencia creativamente gracias a un medio que se adapta a él y acompaña las primeras manifestaciones de su creatividad. Así, siendo la madre le otorga el ser a su hijo.

Dijimos que debe hallar el objeto para poder crearlo, pero que debe creer que lo crea. Primera paradoja winnicottiana: el origen debe ser respetado; aunque veamos que lo encuentra, debemos admitir que lo crea. (Nos involucra en la paradoja sin quererlo).

La segunda creación es la del objeto transicional, y esta segunda creación se ve precedida brevemente por el –denominado por Renata Gaddini–, objeto precursor, que es el puño que el bebé mete en la boca y los dedos del bebé que en un momento dado de su vida sustituyen al pecho y los dedos que acarician el labio, al medio materno cuidador.

Primera posesión no yo y primera creación con conciencia de haberlo creado, entrando así en el universo simbólico.

Luego la creatividad se va desplegando, desde el objeto transicional, primera posesión no-yo, que en determinado momento “se pierde en el limbo”, hacia el jugar, hacia el jugando, no en el juego como algo material observable sino en el acto de jugar en la acción de jugar, de estar jugando, hasta abrirse libremente en todo el ámbito de la cultura.

Se genera así un espacio de experiencia intermedio entre la subjetividad radical, de donde mana la vida psicológica, y la realidad consensual; esa área es el espacio transicional, que en los comienzos es virtual, dado que lo que concibo y lo que es, coinciden.

En ese espacio estamos cuando escuchamos extasiados un concierto o una poesía que nos conmueve, cuando admiramos una pintura, cuando miramos con “otros ojos” el mismo árbol que todos los días encontramos y que por un momento es “otro”.

Y se expresa también en esas pequeñas creaciones olvidables que constituyen lo que denominamos sentido del humor. El humor, esa pirueta, ese movimiento libre del espíritu que enciende por un momento la llama de la vida y que se pierde como el cometa, sin dejar casi rastro…

Sus ideas surgen de la reflexión a partir de esa capacidad inusual que Winnicott tenía para comunicarse con el otro, como señalara Masud Kahn.

Piensa, por otro lado, que el hombre es un buscador de sentidos… que desde los inicios, trata de dotar a las vivencias, a las sensaciones que provienen del cuerpo de un argumento elemental, que les otorgue sentido y que le permiten hacer suyo ese cuerpo que en los comienzos vive como ajeno.

Ya en el primer artículo winnicottiano de 1945, se refiere al papel de la madre en relación a la realidad, diciendo que debe presentarle gradualmente los fragmentos de realidad que el infante pueda comprender en ese momento, lo que, a mi juicio, tiene vigencia toda la vida.

Recurre a las metáforas para describir lo indecible y utiliza la descripción y la captación de sentido, dejando de lado en su trabajo la explicación simplificadora.

Afirma con fuerza que la única vida que vale la pena ser vivida es la vida creativa y la creatividad es para él, sencillamente, “el hacer que nace del ser”.

Agrega enfáticamente: primero ser, luego hacer, dando por sentado que las bases de una existencia saludable parten de la experiencia de estar y sentirse vivo, habitando un cuerpo desde el cual vivimos, cuando se hace carne.

La creatividad en sí misma es una experiencia, una vivencia, es algo que yo vivo cuando me encarno en lo que hago, en mi mirada cargada de significaciones. Cuando admiro un paisaje, dentro del cual vivo, sin percibirlo así, salvo ahora en que ha adquirido por un momento la cualidad de un fenómeno estético, ese carácter no es intrínseco al paisaje sino que es mi mirada la que le otorga ese carácter. Está en mi mirada.

2. Creación del objeto transicional

El bebé, una vez descubierta la realidad (lo otro que no soy yo) y el otro (el prójimo que no soy yo) y abordado el tema de la ambivalencia, de la destructividad, de la constitución de esa realidad externa destructible, de la utilización de su creatividad en la generación de actos reparatorios en relación al objeto amado y atacado, va a enfrentar otro desafío: soportar la gradual separación de la madre y la consiguiente ansiedad de separación generada por la falla gradual de la madre que va retomando su existencia fallando, empujada por el crecimiento psicológico del hijo.

Cesa la comunicación silenciosa o disminuye gradualmente y el bebé comienza a comunicarse a través de gestos, ruidos y movimientos dotados de significados que la madre comienza a ser capaz de descifrar y de responder.

Por otro lado, la madre real externa tiene una representación interna en el bebé, que se va robusteciendo con el paso del tiempo; en ese momento podemos observar –y Winnicott lo hace–, cambios en la conducta del bebé.

“En un momento dado, en el segundo semestre se va a registrar un creciente apego del bebé a un objeto particular que reúne ciertas características en general que lo hacen apto para la función, ser real, destructible, resistente, permitir la acumulación de olores que lo hacen reconocible, manipulable y el bebé va a reclamar su disponibilidad libre.”

Winnicott nos dice que estamos en presencia de la segunda paradoja, el bebé va a crear un objeto, que en realidad se cruza en su camino por azar y lo va a dotar de un significado especial. Ha nacido el objeto transicional que simboliza a la madre interna sin serlo, y el ser humano entra modestamente en el universo simbólico.

¿Qué simboliza el Objeto Transicional recién creado que calma al bebé? A la representación interna de la madre, que en los comienzos para mantenerse viva va a requerir la presencia periódica de la madre real que la realimente.

Nos dice metafóricamente que esa representación sin el aporte de la madre real, que ahora puede ausentarse por lapsos variables y crecientes y si la ausencia es excesiva, languidece hasta desaparecer; se genera así un gap, un agujero en su lugar y un retroceso en el desarrollo, pues en el centro del sí mismo, encontraremos un vacío, un agujero, una no-madre. (Concepto que explota luego André Green en sus trabajos sobre La Madre Muerta).

3. La creatividad

Así, desde el comienzo, la idea de creatividad se aleja de la idea de manufactura, pues el hombre se siente creativo en el movimiento a través del cual crea algo; y es creativo al tener una visión personal del mundo, o sea, la idea de creatividad nace de la subjetividad en la cual enraiza y se aleja de la idea de materialidad, pues lo creativo es el acto, la acción motivada que nace desde el centro de ese self verdadero protagonista de una existencia verdadera.

Me siento vivo y agente de una acción que me expresa plenamente, creando.

Todo esto Winnicott lo formula ante su paciente de Realidad y juego que decía que “se estaba buscando”, de manera sencilla y clara. “Usted ya se encontró en la búsqueda”, en el movimiento mediante el cual siente la necesidad de hallarse a sí misma.

Pero aclara en El hogar, nuestro punto de partida, que no sirve para nada decirle usted se encuentra en la búsqueda, si no es eso lo que está viviendo, experimentando en ese momento…

Bergson señala que la creatividad está estrechamente ligada a la vida que, en su despliegue, es en sí misma creación permanente y el tiempo vivido, que no es el tiempo espacializado del reloj; es despliegue, multiplicidad e innovación.

Por otra parte, para comunicarnos íntimamente con el otro, debemos utilizar algo más que el pensamiento discursivo, tenemos que hacerlo mediante un movimiento que nos ubique en el centro del otro, identificándonos con él. Bergson llama a este movimiento que nos permite la captación del otro como totalidad, intuición; Jaspers lo llama comunicación existencial; Ballbé lo llama encuentro, Guntrip lo llama identificación. Winnicott nos habla de identificaciones cruzadas, otros autores señalan la cercanía de esta idea a la de empatía o intropatía, que implica el ponernos en el lugar del otro, aunque Winnicott incluye, como en el encuentro, un doble movimiento de reciprocidad, de dos seres libres y comprometidos.

Siguiendo esa línea de pensamiento nos lleva hacia la idea del hombre como buscador de sentidos, y es necesario entonces otorgar a la vida cultural un ámbito específico, ubicándola en el área intermedia de experiencia en la cual lo que concibo y lo que hallo, dan lugar a una forma nueva de experiencia personal intransferible.

4. La creatividad del artista como modelo

Winnicott, dotado de gran sensibilidad artística, fijó desde los comienzos de sus reflexiones acerca del arte su mira en lo que él consideraba la esencia de la creatividad y eso lo lleva a distinguir, en la naturaleza humana, dos tipos de artistas.

El virtuoso, en el cual la habilidad técnica arrebata al artista y al que –afirma Winnicott–, para designarlo usamos la palabra frívolo.

Y el artista que parte de representaciones burdas de los fenómenos del self secreto o de la vitalidad personal preñados de significados para él, pero carentes en un principio de significado para los demás.

La tarea del artista es refinar, por así decirlo, sus representaciones y hacerlas inteligibles para los demás.

Kandinsky, pintor y músico eminente, trataba de describir el proceso creativo diciendo:

“Cada tipo de punto o de línea, cada color está unido a una impresión subjetiva que le es propia, y que llama su sonoridad interior, su valor interior, su sonoridad profunda; en resumidas cuentas, su contenido interior abstracto”.

Michel Henry, en su Fenomenología de la vida, distingue con claridad la obra de arte como perteneciendo a un tipo diferente de realidad que llama realidad imaginaria.

Distingue los elementos materiales que sirven de soporte a una obra de arte que pertenecen al mundo real de la percepción, la tela, la pintura, etcétera. Y la obra de arte que no tiene su sitio en el mundo sino fuera de él, en lo imaginario… Mirando un cuadro imaginamos la escena representada nos conmovemos y no vemos el trazo del pincel, sino el entierro del Duque de Orgaz, o el dolor que transmite el Cristo de Velázquez.

Minkowski, psiquiatra, discípulo de Henri Bergson, al referirse a la creatividad señala dos pasos: el recogerse dentro de sí mismo, apartándose del mundo por un momento, y la reconexión, saliendo de sí mismo para poner el sello personal en el mundo… destacando que a veces, si esto fracasa, da lugar a manifestaciones excéntricas que no permiten el retorno al mundo luego de ese recogimiento y ese gesto personal.

La creatividad está en el movimiento desde el centro del sí mismo, no en el producto, y tampoco en el reflejo especular del éxito sancionado por el público. Así, muchos artistas exitosos nunca se sienten creativos y así es también que en el mejor de los casos quede un coeficiente de insatisfacción que los empuja a nuevos intentos, siempre insuficientes para expresar en totalidad lo vivido… y lo que quisieran transmitir en una verdadera comunicación existencial.

Pero en la vida cotidiana se trata de algo más sencillo, y a la vez más difícil, el tener y conservar un punto de vista personal acerca del mundo de las ideas, de las creencias, de las demás personas… Una interpretación del mundo que conserve su originalidad pese a que nacemos en un mundo ya interpretado y con una interpretación que los demás nos transmiten y con frecuencia nos imponen, presionándonos para acatarla.

Winnicott supo, a lo largo de su vida, del costo de mantener su punto de vista personal frente a la fuerte presión del establishment que lo rodeaba y lo presionaba, quizás apoyándose en su sensibilidad estética y humana, su amor por la poesía, por los poetas metafísicos ingleses, su amor a la música que lo entusiasmaba, su sentido desbordante del humor que lo hacía manejar su coche, sentado en la ventanilla y empujando los pedales con un bastón, su amistad con gente como Herbert Read, el filósofo del arte, y su participación en el ambiente intelectual londinense, alimentado por las conferencias de Bergson, de Gabriel Marcel, por las polémicas de Dewey, el pragmatista americano, con Bertrand Russell; las encendidas y divertidas polémicas que publicaba la prensa londinense de la década del 30 entre Chesterton y Bernard Shaw… que defendían con ingenio y con respeto sus opiniones divergentes y las divertidas anécdotas de Oxford en que Berlin y Popper discutían apasionadamente con Wittgenstein, hasta el extremo de enfurecerlo.

O sea, encontró un medio facilitador para apoyarse allí y enfrentar a una sociedad psicoanalítica hostil que no le daba interlocución.

Desde el comienzo el psicoanálisis es narración, re-vivencia y recepción de una historia… En parte recordada con sus afectos concomitantes, en parte repetida en la transferencia que tiñe y distorsiona desde el inconsciente el vínculo actual con el analista.

El conocimiento intelectual es ulterior y necesario pues al ponerle palabras a la experiencia, la eleva al nivel del lenguaje y Winnicott lo decía al afirmar que el psicoanálisis es “una larga, larguísima recepción de una historia”.