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Felisberto Hernández usa elementos propios del lenguaje musical para estructurar el relato de "La cara de Ana" y vuelve a ponerse el traje de niño-personaje para contar su propia historia.-
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Seitenzahl: 26
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Felisberto Hernández
Saga
La cara de Ana
Copyright © 1930, 2021 SAGA Egmont
All rights reserved
ISBN: 9788726641707
1st ebook edition
Format: EPUB 3.0
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This work is republished as a historical document. It contains contemporary use of language.
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A Lucila Fogliano López
Además de sentir todas las cosas y el destino parecido a las demás personas, también lo sentí de una manera muy distinta. Cuando sentía parecido a los demás, las cosas, las personas, las ideas y los sentimientos se asociaban entre sí, tenían que ver unos con otros y sobre todos ellos había un destino impreciso, desconocido, cruel o benévolo y que tenía propósito. Este propósito era tan caprichoso que nadie acertaba a preverlo. Este destino tenía movimiento y sobre todo un extraordinario comentario. En el movimiento entraban y se asociaban también las cosas quietas y eran un poco más humanas que objetos. En el comentario había una emoción movida, y a medida que avanzaba el comentario aumentaba la emoción; cuando yo era niño y empezaba a llorar, me empezaba el comentario de mi tristeza y seguía llorando hasta que se me terminaba el comentario. En este mismo destino tenía también un poco de diferencia con los demás: cuando ocurría un hecho triste o alegre, sin que ellos se dieran cuenta, parecía que todo el comentario ya lo tuvieran pronto, se les uniera enseguida a la emoción y enseguida lloraran o se rieran. Mi comentario se retrasaba como si lo tuviera que hacer de nuevo, y tardaba en llorar o reírme. Otras veces me ocurría que ese comentario no me venía y empezaba a sentir las cosas y el destino de la otra manera, de mi manera especial: las cosas, las personas, las ideas y los sentimientos no tenían que ver unos con los otros y sobre ellos había un destino concreto. Este destino no era cruel, ni benévolo ni tenía propósito. Había en todo una emoción quieta, y las cosas humanas que eran movidas, eran un poco más objetos que humanas. La emoción de esta manera de sentir el destino, estaba en el matiz de una cosa dolorosa y otra alegre, de una cosa quieta y otra movida. Y aunque estas cosas no tuvieran que ver unas con otras en el pensamiento asociativo, tenían que ver en la sensación disociativa, dislocada y absurda. Una idea al lado de la otra, un dolor al lado de una alegría y una cosa quieta al lado de una movida no me sugerían comentario: yo tenía una actitud de contemplación y de emoción quieta ante el matiz que ofrecía la posición de todo eso.