La casa mágica - Harold Kremer - E-Book

La casa mágica E-Book

Harold Kremer

0,0

Beschreibung

¿Por qué no pasará el tiempo en la casa mágica? ¿Cómo hará un gato, un niño, una silla (con una pata dañada) y un reloj para pasar el rato? Esta historia maravillosa nos muestra que todo puede pasar en el mundo de los libros y la imaginación.

Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:

Android
iOS
von Legimi
zertifizierten E-Readern
Kindle™-E-Readern
(für ausgewählte Pakete)

Seitenzahl: 23

Veröffentlichungsjahr: 2022

Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:

Android
iOS
Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



Este libro pertenece a:

Kremer, Harold, 1955-

La casa

La casa

mágica

Harold Kremer

Ilustraciones

Daniel Alberto Fajardo

Para

Sofía y Samantha

La historia que vamos a contar tiene un asiento, un gato, un reloj, el eco y un niño.

El asiento y el reloj vivían en una casa grande en una ciudad llamada Guadalajara de Buga. La casa estaba abandonada porque María un día empezó a vender todas las cosas: vendió las camas, luego los muebles, las ollas y la estufa, la nevera, el televisor, los cuadros, los libros, las puertas de las habitaciones, las cortinas, el sanitario, los bombillos, la mesa del comedor, el lavamanos y un escritorio, hasta que solo quedaron el asiento, que estaba cojo, y el reloj, que ya no daba la hora.

5

Una noche, María empacó su ropa en una maleta, luego cerró la puerta con doble llave y se marchó de la ciudad. Y así, el asiento y el reloj se quedaron en la casa vacía.

Un día, a la hora del almuerzo, entró un gato color salmón, miró el reloj que estaba en el suelo, se acercó, lo olió y luego fue donde el asiento y se frotó el lomo en la pata coja. Después se subió. El asiento trastabilló un poco, pero no se cayó porque, aunque era cojo, no era tan cojo como para irse al suelo.

6

Como la casa estaba vacía y el gato no sintió ningún peligro, se echó una siesta. Durmió con los dos ojos cerrados y no como, a veces, duermen los gatos: con un ojo abierto para vigilar quién se les acerca.

De pronto, despertó al escuchar voces.

Abrió los ojos azules lentamente, sin moverse, no vio a nadie y los volvió a cerrar. Pero las voces volvieron y el gato pensó que estaba soñando.

7

—¿Qué

El asiento cojeaba tanto que se cayó y en el suelo siguió riendo hasta que oyó que su amigo el reloj le decía algo.

—¿Por dónde entró ese gato?

—Por la ventana que se rompió ayer con el viento.