La cautiva - Esteban Echeverría - E-Book

La cautiva E-Book

Esteban Echeverría

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Beschreibung

La cautiva, de Esteban Echeverría, es un relato sobre las relaciones entre aborígenes y blancos escrita en la Argentina del siglo XIX. Dos amantes apresados por los indios emprenden una huida desesperada a través del desierto. El relato oscila, con esquizofrenia colonial, entre una defensa a ultranza del honor cristiano y una cierta fascinación distante por el modo de vida de los indios.

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Seitenzahl: 61

Veröffentlichungsjahr: 2010

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Esteban Echeverría

La cautiva

Barcelona 2024

Linkgua-ediciones.com

Créditos

Título original: La cautiva.

© 2024, Red ediciones S.L.

e-mail: [email protected]

Diseño de cubierta: Michel Mallard.

ISBN rústica ilustrada: 978-84-9953-658-3.

ISBN tapa dura: 978-84-1126-099-2.

ISBN ebook: 978-84-9897-682-3.

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar, escanear o hacer copias digitales de algún fragmento de esta obra.

Sumario

Créditos 4

Brevísima presentación 9

La vida 9

Barbarie y civilización 9

Cita 11

Primera parte. El desierto 13

Segunda parte. El festín 21

Tercera parte. El puñal 31

Cuarta parte. La alborada 43

Quinta parte. El pajonal 47

Sexta parte. La espera 53

Séptima parte. La quemazón 59

Octava parte. Brián 67

Novena parte. María 79

Epílogo 91

Notas del autor 95

Apéndice: Prólogo del autor a las Rimas 97

Libros a la carta 103

Brevísima presentación

La vida

Esteban Echeverría (Buenos Aires, 1805-1851). Argentina.

Nació en septiembre de 1805 en Buenos Aires. Las muertes de sus padres marcaron su infancia y su adolescencia. Fue uno de los alumnos más destacados del departamento de estudios preparatorios de la Universidad, en el que ingresó en 1822 interesado por las asignaturas de latín, ideología, lógica y metafísica.

Trabajó en la aduana, estudió historia y francés y escribió poemas.

Más tarde, en octubre de 1825, marchó a Francia en un viaje que marcó su orientación filosófica y política.

Murió el 19 de enero de 1851 de una afección pulmonar.

Barbarie y civilización

La cautiva es un relato apasionado sobre las relaciones entre aborígenes y blancos, escrito en la Argentina del siglo XIX.

Dos amantes apresados por los indios emprenden una huida desesperada a través del desierto. El relato oscila, con esquizofrenia colonial, entre una defensa a ultranza del honor cristiano y una cierta fascinación distante por el modo de vida de los indios.

Cita

Female hearts are such a genial soil

For Kinderfeelings, whatsoe’er their nation,

They naturally pour the «wine and oil»

Samaritans in every situation

Byron

En todo clima el corazón de la mujer es tierra fértil

en afectos generosos: ellas en cualquier circunstancia

de la vida saben,

como la Samaritana, prodigar el óleo y el vino

Primera parte. El desierto

Ils vont. L’espace est grand.

Hugo

Ellos van. El espacio es grande

Era la tarde, y la hora

en que el Sol la cresta dora

de los Andes. El desierto

inconmensurable, abierto,

y misterioso a sus pies

se extiende; triste el semblante,

solitario y taciturno

como el mar, cuando un instante

el crepúsculo nocturno,

pone rienda a su altivez.

Gira en vano, reconcentra

su inmensidad, y no encuentra

la vista, en su vivo anhelo,

do fijar su fugaz vuelo,

como el pájaro en el mar.

Doquier campos y heredades

del ave y bruto guaridas,

doquier cielo y soledades

de Dios solo conocidas,

que Él solo puede sondar.

A veces la tribu errante

sobre el potro rozagante,

cuyas crines altaneras

flotan al viento ligeras,

lo cruza cual torbellino,

y pasa; o su toldería1

sobre la grama frondosa

asienta, esperando el día

duerme, tranquila reposa,

sigue veloz su camino.

¡Cuántas, cuántas maravillas,

sublimes y a par sencillas,

sembró la fecunda mano

de Dios allí! ¡Cuánto arcano

que no es dado al mundo ver!

La humilde hierba, el insecto,

la aura aromática y pura;

el silencio, el triste aspecto

de la grandiosa llanura,

el pálido anochecer.

Las armonías del viento

dicen más al pensamiento

que todo cuanto a porfía

la vana filosofía

pretende altiva enseñar.

¡Qué pincel podrá pintarlas

sin deslucir su belleza!

¡Qué lengua humana alabarlas!

Solo el genio su grandeza

puede sentir y admirar.

Ya el Sol su nítida frente

reclinaba en occidente,

derramando por la esfera

de su rubia cabellera

el desmayado fulgor.

Sereno y diáfano el cielo,

sobre la gala verdosa

de la llanura, azul velo

esparcía, misteriosa

sombra dando a su color.

El aura moviendo apenas

sus alas de aroma llenas,

entre la hierba bullía

del campo que parecía

como un piélago ondear.

Y la tierra, contemplando

del astro rey la partida,

callaba, manifestando,

como en una despedida,

en su semblante pesar.

Solo a ratos, altanero

relinchaba un bruto fiero,

aquí o allá, en la campaña;

bramaba un toro de saña,

rugía un tigre feroz;

o las nubes contemplando,

como extático y gozoso,

el yajá,2 de cuando en cuando,

turbaba el mudo reposo

con su fatídica voz.

Se puso el Sol; parecía

que el vasto horizonte ardía:

la silenciosa llanura

fue quedando más oscura,

más pardo el cielo, y en él,

con luz trémula brillaba

una que otra estrella, y luego

a los ojos se ocultaba,

como vacilante fuego

en soberbio capitel.

El crepúsculo, entretanto,

con su claroscuro manto,

veló la tierra; una faja,

negra como una mortaja,

el occidente cubrió;

mientras la noche bajando

lenta venía, la calma

que contempla suspirando,

inquieta a veces el alma,

con el silencio reinó.

Entonces, como el ruido,

que suele hacer el tronido

cuando retumba lejano,

se oyó en el tranquilo llano

sordo y confuso clamor;

se perdió... y luego violento,

como baladro espantoso

de turba inmensa, en el viento

se dilató sonoroso,

dando a los brutos pavor.

Bajo la planta sonante

del ágil potro arrogante

el duro suelo temblaba,

y envuelto en polvo cruzaba

como animado tropel,

velozmente cabalgando;

víanse lanzas agudas,

cabezas, crines ondeando,

y como formas desnudas

de aspecto extraño y cruel.

¿Quién es? ¿Qué insensata turba

con su alarido perturba,

las calladas soledades

de Dios, do las tempestades

solo se oyen resonar?

¿Qué humana planta orgullosa

se atreve a hollar el desierto

cuando todo en él reposa?

¿Quién viene seguro puerto

en sus yermos a buscar?

¡Oíd! Ya se acerca el bando

de salvajes, atronando

todo el campo convecino.

¡Mirad! Como torbellino

hiende el espacio veloz.

El fiero ímpetu no enfrena

del bruto que arroja espuma;

vaga al viento su melena,

y con ligereza suma

pasa en ademán atroz.

¿Dónde va? ¿De dónde viene?

¿De qué su gozo proviene?

¿Por qué grita, corre, vuela,

clavando al bruto la espuela,

sin mirar alrededor?

¡Ved que las puntas ufanas

de sus lanzas, por despojos,

llevan cabezas humanas,

cuyos inflamados ojos

respiran aún furor!

Así el bárbaro hace ultraje

al indomable coraje

que abatió su alevosía;

y su rencor todavía

mira, con torpe placer,

las cabezas que cortaron

sus inhumanos cuchillos,

exclamando: —«Ya pagaron

del cristiano los caudillos

el feudo a nuestro poder.

Ya los ranchos3 do vivieron

presa de las llamas fueron,

y muerde el polvo abatida

su pujanza tan erguida.

¿Dónde sus bravos están?

Vengan hoy del vituperio,

sus mujeres, sus infantes,

que gimen en cautiverio,

a libertar, y como antes

nuestras lanzas probarán».

Tal decía; y, bajo el callo

del indómito caballo,

crujiendo el suelo temblaba;

hueco y sordo retumbaba

su grito en la soledad.

Mientras la noche, cubierto

el rostro en manto nubloso,

echó en el vasto desierto,

su silencio pavoroso,

su sombría majestad.

1 Toldería: el conjunto de chozas o el aduar del salvaje.

2