La conformidad - Cass R. Sunstein - E-Book

La conformidad E-Book

Cass R. Sunstein

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Beschreibung

Las decisiones que tomas no responden sólo a tu voluntad sino que reflejan las influencias, sutiles o burdas, del entorno social en que vives: unas veces para evitar la confrontación, otras para no equivocarte, a menudo porque así se consolidan los nexos con gente a la que estimas. La conformidad es la respuesta, más o menos automática, muchas veces inconsciente, con que nos amoldamos a las opiniones de los demás, a sus expectativas y sus preferencias. Cass R. Sunstein expone en este breve ensayo cómo funciona la presión social, por qué los grupos afines son proclives a la polarización, qué tanto pesa la reputación en nuestros actos, de qué forma las figuras de autoridad pueden provocar "cascadas": una suma de decisiones individuales que se reproducen como si respondieran a un designio externo.Este original enfoque puede aplicarse lo mismo a asuntos de poca monta, como qué canción escuchar ahora mismo, o de gran trascendencia, como qué nombre marcar en la boleta electoral. Con una batería analítica que va de la psicología al derecho, de la economía a la comunicación, y ejemplos que abarcan la composición de tribunales y la dinámica de las redes sociales, el autor expone una teoría sencilla y versátil para entender los posibles riesgos de La conformidad y las virtudes de la disidencia. "Esta obra señala los beneficios de La conformidad, a la vez que explora cómo el seguir a la multitud fácilmente puede llevar a las personas por los caminos del extremismo. De gran relevancia, la esclarecedora exposición de Sunstein es una lectura obligada." Booklist "Cass R. Sunstein uno de los pensadores más originales de nuestra época, ofrece aquí una poderosa crítica de La conformidad. De la política al derecho, insta a los lectores a ver el valor de las instituciones que estimulan la diversidad de puntos de vista para así llegar a decisiones más sabias y mejores." Julian Zelizer, Princeton University

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La conformidad

La conformidad

El poder de las influencias sociales sobre nuestras decisiones

CASS R. SUNSTEIN

Traducción de Laura Lecuona

Primera edición, 2020

Título original:Conformity: The Power of Social Influences© Cass R. Sunstein, 2019All rights reserved

Traducción de Laura LecuonaDiseño de portada: León Muñoz Santiniy Andrea García Flores

D. R. © 2020, Instituto Nacional ElectoralViaducto Tlalpan 100, Arenal Tepepan, 14610,Tlalpan, Ciudad de México, México

D. R. © 2020, Libros Grano de Sal, SA de CVAv. Río San Joaquín, edif. 12-B, int. 104, Lomas de Sotelo,11200, Miguel Hidalgo, Ciudad de México, Mé[email protected] GranodeSal LibrosGranodeSal grano.de.sal

Se prohíbe la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio, sin la autorización por escrito del titular de los derechos.

ISBN 978-607-98994-7-9

Índice

Presentación, por LORENZO CÓRDOVA VIANELLO

Agradecimientos

Prefacio

Introducción |El poder de las influencias sociales

1. Cómo funciona la conformidad

Asuntos difíciles

Asuntos fáciles

Razones y meteduras de pata

Cómo aumentar (o reducir) la conformidad

Descargas, autoridad y pericia

2. Cascadas

Cascadas informativas: el fenómeno básico

Cómo producir e interrumpir cascadas

Cuando el silencio es oro

Cascadas reputacionales

Cascadas racionales acotadas

3. Polarización de grupo

El fenómeno básico

Indignación

Perfiles ocultos y autosilenciamiento en grupos

¿Por qué polarización?

Debates sesgados

Más extremismo, menos extremismo

4. Las leyes y las instituciones

La ley como señal

Las condiciones necesarias para el manejo de normas

Disentimiento y guerra

Diseño constitucional

Jueces

Diversidad y discriminación positiva en la educación superior

Conclusión |El malestar en la conformidad

Notas

Presentación

Tengo el gusto de presentar una obra singular. El académico y jurista Cass Sunstein nos ofrece un análisis sucinto y al mismo tiempo introspectivo sobre la dinámica de las interacciones sociales y la mecánica de las influencias de las personas en las decisiones que tomamos y los comportamientos que tenemos. Su foco de análisis es un tipo de proceder con el que estamos familiarizados y que impregna nuestra vida cotidiana, pero en el que no reparamos con suficiente frecuencia: la llamada conformidad. Se trata de aquel comportamiento individual que se ajusta o adapta al de un grupo o colectivo, de forma a veces automática y no siempre mediando un proceso reflexivo, simple y sencillamente porque eso es lo que “todos hacen” y “alguna razón deben tener”, o porque “lo dice un especialista” o “un familiar muy enterado”, y por lo tanto debe ser cierto.

En esta obra, Sunstein analiza el comportamiento de “rebaño”, aquel que con frecuencia las personas desarrollan, creyendo tener claro sus motivos —muchas veces de forma equivocada—, pero que en el fondo obedece a una razón simple: se comportan o deciden como lo hacen porque eso es lo que lo que hacen o deciden los demás, especialmente si son figuras con algún tipo de autoridad, y más aún si son cercanas o parte del propio grupo, de la misma “manada” (familia, iglesia o partido político). En ese sentido, el autor sigue la tradición de los estudios que sobre el fenómeno de las masas y su lógica de comportamiento habían trazado José Ortega y Gasset enLa rebelión de las masas(1929) y Elias Canetti enMasa y poder(1960).

Sunstein afirma que la conformidad tiene sus ventajas, y en eso tiene razón. En sociedades complejas e hiperespecializadas como las nuestras, las personas carecen de información suficiente sobre ciencia, salud, nutrición, política o sobre las numerosas materias sobre las cuales se genera información y conocimiento que puede ser relevante para nuestras decisiones y nuestro actuar. Más aún, aunque tuviéramos acceso a toda esa información y conocimiento, no existe la capacidad individual necesaria para procesarla, al menos no en el común de la población. Por ello, lo más racional y eficiente es, simplemente, seguir la ruta de acción que adoptan aquellas personas en las que confiamos, ya sea porque valoramos su nivel de especialidad, porque apreciamos su juicio o sencillamente porque son parte de nuestro grupo social más cercano. Este tipo de comportamiento, la acción conforme, es en parte producto de años de evolución humana. Nos ayuda a mantenernos con vida en contextos adversos y de incertidumbre, con información limitada y riesgos latentes; además fortalece los lazos sociales con nuestro grupo y se funda en una base de confianza predefinida, lo que a su vez mantiene los peligros bajo cierto nivel de control. El problema es que, como bien lo muestra Sunstein, ese mismo comportamiento conforme que en ciertos contextos nos salva también nos puede conducir al caos colectivo y el desastre social.

Pensemos por un momento en la polarización. Al leer los primeros capítulos de esta obra, podemos entender, a partir de resultados de estudios en psicología social, que, cuando una persona tiene ciertas creencias (no necesariamente dogmáticas), éstas se magnifican si interactúa con otras personas que tienen las mismas creencias. Convivir o interactuar demasiado o exclusivamente con personas que piensan lo mismo, además de que puede ser poco estimulante, puede llegar a ser peligroso. Y mientras más se agudizan las creencias dentro de estos grupos, más difícil se vuelven incorporar nuevas ideas o perspectivas (piénsese, por ejemplo, en quienes sostienen que la Tierra es plana o en los creyentes en teorías conspiratorias). Y se hace difícil introducir nuevas ideas o visiones incluso si éstas son verdaderas. Se crea así, consciente o inconscientemente —lo que resulta aún más pernicioso—, un peligroso pensamiento homogéneo y autorreferencial que sirve de simiente para pulsiones autoritarias e intolerantes. Si la psicología social ha mostrado en diferentes experimentos que esto ocurre casi de forma natural en los más variados contextos y situaciones, pensemos ahora en uno de los mayores experimentos sociales en polarización que conocemos en la última década: las redes sociales digitales.

En estos casos, los de polarización, hace falta incorporar, desde dentro de esos mismos grupos, visiones disidentes que cuestionen la visión hegemónica, y eso sólo es posible en contextos democráticos. Los entornos impregnados de valores y comportamientos democráticos son tales porque garantizan el libre ejercicio de la disidencia, sin riesgo de violencia o linchamiento, y generan condiciones para la pluralidad de visiones y la diversidad cognitiva que supone distintas maneras de pensar y ver el mundo.

¿A qué se debe este comportamiento conforme o de rebaño? ¿Cómo opera la red de influencias sociales en las acciones y decisiones individuales? ¿Qué importancia puede tener esto para la democracia, la ley, las instituciones políticas? Sunstein responde a estas preguntas con un lenguaje asequible y un uso limitado de terminología académica. Con aportaciones y evidencia científica profusa, que lo mismo provienen de la psicología social y la economía que del derecho o la ciencia política, el autor nos lleva de la mano para explicarnos, con una claridad que se agradece, aspectos que obligan a reflexionar con lentes cognitivos no tradicionales aspectos esenciales de la vida en grupos sociales y, por supuesto, en democracia: por qué importa la libertad de expresión (más allá de ser un derecho político), cómo surge la polarización, por qué el disenso en un océano de consensos instantáneos es mucho más que una muestra de libertad política, cuál es el mérito de una democracia deliberativa y por qué las instituciones democráticas —como el parlamento, la rendición de cuentas y la argumentación abierta de las decisiones públicas— son esenciales para una democracia funcional.

La obra que ahora publicamos es útil, entre muchas razones, porque nos ayuda a comprender la razón de ser de la conformidad como mecanismo que emplean las personas y los grupos sociales para hacer más eficiente la obtención de información y dar sentido a su entorno, y al mismo tiempo nos permite entender los riesgos de comportamientos conformes, que con relativa facilidad pueden conducir a la polarización, el vaciamiento del debate público y el agotamiento de la deliberación, elemental para la toma de decisiones en grupos, sociedades e instituciones, y al final —casi inevitablemente— el surgimiento de expresiones autoritarias de la más diversa índole. Sunstein examina, por ejemplo, cómo la pluralidad de visiones en una sociedad puede ayudar a frenar la polarización y contener la erosión de instituciones democráticas elementales. A partir del recorrido analítico y de los argumentos que el autor construye en su obra, es posible entender, más allá de argumentos sobre la ley y el Estado de derecho, que, cuando en una sociedad o un grupo no se permiten ni promueven activamente la libertad de expresión, la diversidad de visiones e incluso el disenso mismo, la consecuencia es el debilitamiento de las bases de la interacción social y de la pluralidad política, es decir, se atenta contra aspectos fundacionales de la democracia misma.

Como bien lo afirma Sunstein en esta obra, en una democracia funcional las instituciones reducen los riesgos que acompañan a la conformidad, en parte porque aseguran (o tratan de hacerlo) que quienes se apegan al comportamiento predominante, es decir, quienes tienden a conducirse como rebaño, estarán atentos y aprenderán de quienes disienten del patrón general de comportamiento, y cuyo disenso está protegido por las condiciones mismas de operación de una democracia. Esta estructura institucional, democrática, eleva la probabilidad de que permee en el colectivo un mayor número de visiones, valoraciones e información, en beneficio común.

Concluyo estas breves notas de presentación enfatizando que esta obra es un extraordinario alegato a favor de la democracia deliberativa. Sunstein defiende con elocuencia que una democracia funcional no sólo es aquella en la que las elecciones permiten, en efecto, la transmisión pacífica del poder o generan un espacio para la rendición de cuentas por medio del voto y el ajuste de las élites políticas, haciendo uso del sufragio. Una democracia deliberativa es importante también, y sobre todo, porque habilita y fomenta el intercambio de opiniones, visiones, razones y emociones en la esfera pública. Ese intercambio sacude la conformidad, especialmente aquella que estabiliza comportamientos disruptivos o que fomenta la polarización. Esa deliberación es la que debe acompañar el proceso político electoral y el mandato que emerge de las urnas. Ello es así porque la reivindicación de la deliberación en el proceso de discusión pública y de toma de decisiones políticas, además de que nutre y estimula el pluralismo político e ideológico, implica la recreación de la tolerancia —como valor eminente y esencialmente democrático— frente a quien piensa y opina diferente, premisa básica de la convivencia pacífica e incluyente.

Desde esta lógica, a la que Sunstein parece invitarnos a pensar, hay que tener cuidado con evitar caer en estilos y prácticas de aliento populista, que defienden la ruta electoral y el mandato que de él emerge como expresiones casi estáticos o inamovibles en el tiempo, que congelan la voluntad popular expresada en el voto, sin considerar que lo que la ciudadanía proyecta en las urnas es un mandato claro, pero también temporal, que se interpreta y reinterpreta de forma constante a la luz de los nuevos comportamientos y de los resultados de gobierno. Por ello mismo, en una democracia deliberativa, el ejercicio del poder público debe estar siempre acompañado por la manifestación abierta, clara, puntual y transparente de las razones que sustentan las decisiones públicas, y no sólo en la apelación a una voluntad o mandato popular genérico expresado en las urnas por una mayoría. Eso no es democracia deliberativa y quizás incluso ni siquiera sea democracia.

Por estos y muchos otros temas y reflexiones que provoca la obra de Sunstein es que el Instituto Nacional Electoral ha decidido publicarLa conformidad. El poder de las influencias sociales sobre nuestras decisionesy hacerlo de la mano de la casa editorial Grano de Sal. Porque nos ofrece una visión diferente sobre problemas comunes en la vida pública y porque nos ayuda a pensar la democracia desde una mirada distinta, pero con un mismo objetivo: ayudar a fortalecer la cultura democrática en México, a defender las conquistas alcanzadas y a imaginar una mejor y más arraigada convivencia democracia entre toda la ciudadanía.

LORENZO CÓRDOVA VIANELLOConsejero Presidente del Instituto Nacional Electoral

Agradecimientos

Este librito ha recorrido un camino largo y tortuoso. A principios de 2003 dicté las conferencias Oliver Wendell Holmes, Jr., en la Escuela de Derecho de Harvard, con el título “Conformity and Dissent” [Conformidad y disentimiento]. Gracias a los comentarios recibidos durante y después de la presentación, reorienté y amplié las conferencias, y las transformé en un libro:Why Societies Need Dissent[Por qué las sociedades necesitan disentimiento], publicado por Harvard University Press a finales de 2003. Hay coincidencias significativas entre el texto original y ese libro, claro está, pero mantengo cierto cariño por el texto de las conferencias, que no sólo era muchísimo más breve, sino también más centrado, menos polémico y un poco menos sermoneador. Quizá también más socarrón y en algunos sentidos, quiero pensar, más perdurable.

En el momento en que escribo esto, en todo el mundo hay una atención creciente al problema de la conformidad y a preguntas relacionadas con ella en torno a la identidad, el extremismo, los efectos cascada, la polarización y la diversidad. Este libro es una versión contemporánea del texto original, con un nuevo prefacio y cambios diversos, sobre todo para ponerlo al día y hacer una exposición más clara. Soy plenamente consciente de que, respecto de la ciencia social subyacente, ha habido desarrollos considerables desde 2003. He hecho todo lo posible para resumir los principales avances y evitar basarme en afirmaciones y descubrimientos controvertidos, aunque el campo sigue progresando.

Se necesitó una comunidad para lograrlo. Agradezco a Jacob Gersen, Reid Hastie, David Hirshleifer, Christine Jolls, Catharine MacKinnon, Martha Nussbaum, Susan Moller Okin, Eric Posner, Richard Posner, Lior Strahilevitz, Edna Ullmann-Margalit y Richard Zeckhauser por sus valiosos comentarios y por las conversaciones que sostuve con ellos. Un agradecimiento especial a mi agente, Sarah Chalfant, por su apoyo y ayuda, y a mi editora, Clara Platter, por sus sugerencias valiosas para todo el libro, sobre todo en relación con el prefacio. Andrew Heinrich y Cody Westphal fueron excelentes ayudantes de investigación.

Prefacio

La conformidad es tan vieja como la humanidad. En el Jardín del Edén, Adán siguió el ejemplo de Eva. La propagación de las grandes religiones del mundo es en parte producto de la conformidad. Falta escribir libros sobre este tema, con especial atención en el cristianismo, el islam y el judaísmo.1La generosidad y la amabilidad, la preocupación por la gente vulnerable, la consideración por los otros, la protección de la propiedad privada, el respeto por la dignidad humana… A todo esto lo impulsa la conformidad, que proporciona una especie de pegamento social.2

La conformidad también hace posibles algunas atrocidades. El Holocausto fue muchas cosas, pero representó, rotundamente, un tributo al poder inmenso de la conformidad. El ascenso del comunismo también fue reflejo de ese poder. El terrorismo contemporáneo no es producto de la pobreza, alguna enfermedad mental o una falta de educación; es, en gran medida, producto de la presión de algunos individuos sobre otros. Esa presión está totalmente relacionada con la conformidad. Cuando personas de un partido político marchan juntas, fomentan dogmas y enconos, y ridiculizan a personas de otro partido político, vemos la conformidad en acción. El nacionalismo, en sus peores y en sus mejores manifestaciones, se exacerba con la conformidad.

Como veremos, la idea de conformidad es mucho más interesante y menos simple de lo que parece, pero gran parte del terreno está ocupado por dos ideas. En primer lugar, las acciones y afirmaciones de otras personas ofreceninformación sobre lo que es verdadero y lo que es correcto.Si tus amigos y vecinos adoran a un dios en particular, temen a la migración, están encantados con el actual dirigente del país, creen que el cambio climático es un engaño o piensan que es peligroso comer alimentos transgénicos, tienes razón para creer todo eso. Bien podrías considerar sus creencias como prueba de lo que tú deberías creer.

En segundo lugar, las acciones y las afirmaciones de otras personas te indican lo que tú deberías hacer y decirsi quieres seguir teniendo buena relación con ellas(o llegar a tenerla). Aun si en lo más profundo de tu corazón estás en desacuerdo, podrías callarte o incluso mostrarte de acuerdo en su presencia. Cuando haces eso, puedes descubrir que empiezas a tener un cambio interno. Puedes empezar a actuar como esas personas, incluso a pensar como ellas.

El tema de la conformidad no se limita a un tiempo y un lugar específicos, y espero que lo mismo pase con la discusión del tema en estas páginas. Sin embargo, vale la pena observar que las tecnologías modernas, sobre todo internet, hacen que veamos algunos viejos fenómenos con otros ojos. Imagínate que vives en un pueblo pequeño y lejano, con un alto grado de homogeneidad. Tus conocimientos estarán en su mayor parte limitados a lo que se conoce en ese pueblo. Tus creencias bien pueden ser un reflejo de las de tus vecinos. Podrías ser completamente racional, pero tus creencias no serían racionales en absoluto. Como el juez Louis Brandeis observó, “los hombres temían a las brujas y quemaron mujeres”.3

A menos que tu imaginación y tus experiencias te lleven en nuevas direcciones, actuarás y pensarás igual que tus vecinos. Algunas personas son rebeldes, sin duda, y pueden aumentar los recursos de información de una sociedad. Para ellas, la desviación es mucho más atractiva que la conformidad. Ellasquierenapartarse de la norma. Pero, si tu mundo es limitado, tus horizontes también lo serán. Habrá límites a lo que puedas ver e imaginar.

Ahora bien, supón que en donde vives pasas gran parte de tu tiempo en línea. Tienes el mundo entero a tu disposición, en cierto sentido. Si haces una búsqueda sobre “religiones del mundo”, puedes aprender muchísimo en muy poco tiempo. Si buscas “engaño del cambio climático”, puedes toparte con diferentes puntos de vista y, si estás dispuesto a dedicar una o dos horas al tema, puedes al menos entender de manera aproximada lo que piensan los científicos. Si buscas “riesgos a la salud de los alimentos transgénicos”, encontrarás toda clase de estudios y diferentes informes, algunos sumamente técnicos. Es posible que no sea fácil distinguir cuáles son confiables. Hay allá afuera infinidad de falsedades. Pero la cosa es que, si tiendes a la conformidad, tienes mucho trabajo que hacer antes de decidir en quién o en qué confiar:dóndeencajar.

En muchos sentidos, eso es un enorme avance para la especie humana. Nuestros horizontes posibles son ahora más amplios que nunca y constantemente se están ensanchando aún más. Al mismo tiempo, los seres humanos parecen sertribales.Dondequiera que vivamos (en un pueblito o en Nueva York, Copenhague, Jerusalén, París, Roma, Pekín o Moscú) adquirimos filiaciones. Cuando eso pasa, seguimos señales informativas de unas personas y no de otras. Queremos la aprobación de aquellos a quienes queremos, admiramos, que nos caen bien, en quienes confiamos. Por esta razón, las presiones para encajar seguirán ahí, por muchas tribus que haya y aunque gocemos de cierta libertad para elegir una u otra (una vez le pregunté a una nueva amiga por qué nos caíamos tan bien y enseguida me respondió: “Somos de la misma tribu”).

Mientras escribo, el mundo parece estar presenciando un renacimiento del tribalismo. En Estados Unidos, Europa y Sudamérica, la gente parece separarse en tribus identificables, definidas según su política, su religión, su raza y su origen étnico. Las apariencias engañan, por supuesto, y para saber si de verdad está ocurriendo dicho renacimiento necesitaríamos un análisis detenido. Pero no cabe duda de que, para mucha gente, internet en general y los medios de comunicación interactiva en particular están significando nuevas oportunidades frente a las presiones para encajar en pro de la conformidad.

Empieza con las señales informativas: en tu página de Facebook o en lo que te sale cuando abres Twitter puede ser que recibas toda clase de material de gente que te cae bien o en la que confías. Pueden decirte algo sobre el dirigente de algún país, la delincuencia, Rusia, el FBI, la Unión Europea, un nuevo producto, cómo educar a los niños o un nuevo movimiento político. Puede aparecerte lo que sea, en realidad. Lo que dicen puede tener credibilidad porque lo dicen ellos. Ahora piensa en cuánto te preocupan tu reputación y tu posición social: si quienes constituyen tu comunidad en línea piensan de determinada manera, es posible que no tengas ganas de disentir de ellos o que te inclines a coincidir con ellos. Por supuesto, mucho dependerá de qué tan sólidas sean tus relaciones con esa gente. A lo mejor no te importa mayormente lo que opinen de ti, pero a mucha gente sí le importa y eso significa que tendrá cierta tendencia a encajar.

Una evaluación simple de la conformidad no tendría ningún sentido. Por un lado, ayuda a hacer posible la civilización; por otro, permite horrores y destruye la creatividad. En lo que yo hago hincapié aquí es en la dinámica de la conformidad: qué hace y cómo lo hace. Espero que la evaluación general conceda importancia a los matices. Si la discusión alcanza su mayor vehemencia cuando se invoca a los inadaptados y a los rebeldes, es que no me pude controlar.

A pesar de todo el bien que hace la conformidad, también puede aplastar lo más valioso y vital del alma humana. Creo que Bob Dylan lo supo expresar de una manera un tanto misteriosa: “Para vivir al margen de la ley tienes que ser honesto.”4

Introducción

El poder de las influencias sociales

¿Cómo influyen unas personas en otras? ¿Cuál es la función social de los disidentes, los descontentos, los inadaptados y los escépticos? ¿Cómo influyen las respuestas a estas preguntas en la estabilidad social, en el surgimiento de movimientos sociales, en las leyes y las políticas públicas, y en la creación de instituciones públicas y privadas? Hay tres tipos de indicios que pueden orientarnos.

1] Hace unos años, varios vecinos de dos ciudades distintas se reunieron en grupos pequeños, por lo general de seis personas.1Se les pidió a los grupos que deliberaran en torno a tres de los temas más polémicos de la época: cambio climático, discriminación positiva y parejas del mismo sexo. Las dos ciudades eran Boulder, conocida por sus votos predominantemente de centroizquierda, y Colorado Springs, conocida por sus votos predominantemente conservadores. A los ciudadanos se les pidió antes que nada registrar sus opiniones de forma individual y anónima, y luego deliberar entre todos, en un intento de llegar a una decisión colectiva. Tras deliberar un poco, se les pidió a los participantes que registraran sus opiniones de manera individual y anónima. ¿Qué crees que pasó?

Como consecuencia de la deliberación grupal, la gente de Boulder se movió a la izquierda en los tres temas. Por contraste, la gente de Colorado Springs se volvió mucho más conservadora. El efecto de la deliberación grupal consistió en cambiar las opiniones individuales hacia el extremismo. Los “veredictos” grupales sobre el cambio climático, la discriminación positiva y las parejas homosexuales fueron más extremos que la mediana de los miembros del grupo antes de la deliberación. Además, las posturasanónimasde los miembros en lo individual se volvieron, tras la deliberación, más extremas de lo que eran sus posturas anónimas antes de que empezaran a conversar.

Por consiguiente, la deliberación evidentemente aumentó las discrepancias entre los habitantes de Boulder y los de Colorado Springs. Antes de la deliberación había una considerable coincidencia entre muchos individuos de las dos ciudades. Después de la deliberación, la coincidencia era mucho menor. Los liberales y los conservadores quedaron divididos de forma más nítida. Empezaron a habitar diferentes universos políticos.

2] Se le pidió a una serie de ciudadanos comunes y corrientes que dijeran, a título personal, cuánto debía castigarse a un infractor por determinada mala conducta.2Sus respuestas se midieron en una escala de 0 a 8, donde 0 significaba ningún castigo y 8, un castigo “sumamente severo”. Después de presentar sus fallos individuales, la gente se dividió en jurados de seis personas y se les pidió que deliberaran y emitieran veredictos unánimes. Cuando los miembros del jurado, en lo individual, se inclinaban por poco castigo, los jurados mostraban en su deliberación un “desplazamiento a la indulgencia”, es decir, una puntuación sistemáticamentemás bajaque la mediana de la puntuación otorgada por sus integrantes antes de que se pusieran a hablar entre ellos. En otras palabras, los jurados terminaban siendo más indulgentes que su propio miembro mediano antes de la deliberación.

Sin embargo, cuando los miembros del jurado favorecían un fuerte castigo, el grupo en su conjunto tenía un “movimiento a la severidad”, es decir, una puntuación sistemáticamentemás altaque la mediana de la puntuación otorgada por sus integrantes antes de que empezaran a conversar. Así, los jurados que habían deliberado terminaron siendo más severos que su propio miembro mediano. La dirección del movimiento y su alcance se determinaron a partir de la mediana de la puntuación de los miembros del jurado de forma individual. Cuando los individuos empezaban con puntuaciones indulgentes, los grupos se volvían aún más indulgentes. Cuando los individuos empezaban con puntuaciones severas, los grupos se volvían aún más severos. Vale la pena destacar este último descubrimiento: si los miembros de un grupo están indignados, los grupos terminan más indignados aún.

3] En Estados Unidos se investigó una gran cantidad de votos y sentencias judiciales para ver si otros jueces, con los que formaban un panel de tres, influían en los jueces de un tribunal federal de apelación.3Es tentador especular que los jueces votarán de acuerdo con sus posturas sobre la ley y no se dejarán influir por presiones para votar como los demás. Esta teoría, sin embargo, resulta estar equivocada.

Cuando un juez de designación republicana ocupa un asiento junto con otros dos jueces designados por presidentes republicanos, es mucho más probable que vote en una dirección estereotípicamente conservadora en casos que implican derechos civiles, acoso sexual, protección al medioambiente y muchos otros temas. Algo quizá más sorprendente sea que también, cuando un juez de designación demócrata ocupa un asiento junto con dos personas de designación republicana, se hace más probable que vote en una dirección estereotípicamente conservadora. Y algo importante ocurre cuando tres jueces de designación republicana se sientan juntos: la probabilidad de un resultado estereotípicamente conservador se dispara. Con los de designación demócrata pasa algo similar: cuando tres de ellos se sientan juntos, una tendencia estereotípicamente liberal es muy probable.

En pocas palabras, el sentido del voto de los jueces de designación demócrata y el de los de designación republicana depende en gran parte de si se sientan con uno o dos jueces designados por presidentes del mismo partido. Hay una inconfundible tónica de conformidad: cuando se sientan con jueces de designación republicana, los jueces de designación demócrata suelen votar como jueces de designación republicana, y cuando se sientan con jueces de designación demócrata, los jueces de designación republicana suelen votar como jueces de designación demócrata.

Para cada uno de nosotros, la conformidad es a menudo un curso de acción racional, pero cuando todos, o la mayoría, nos conformamos, la sociedad puede acabar cometiendo graves errores. Una razón por la que nos ajustamos a lo que hacen los demás es que muchas veces nos falta información (sobre salubridad, inversiones, leyes, política) y las decisiones de otras personas nos ofrecen la mejor información posible sobre lo que debería hacerse. El problema principal es que la conformidad generalizada priva al público de información que necesita tener. Por lo general se cree que los conformistas protegen intereses sociales y mantienen silencio por el bien grupal, mientras que tiende a creerse que los disidentes son unos egoístas que se embarcan en sus propios proyectos. Sin embargo, en un sentido importante, lo contrario se acerca más a la verdad. En muchas situaciones, los disidentes benefician a otros, mientras que los conformistas se benefician a sí mismos.

En una democracia que funcione bien, las instituciones reducen los riesgos que acompañan a la conformidad, en parte porque garantizan que los conformistas verán a los disidentes y aprenderán de ellos, y por lo tanto aumentará la probabilidad de que surja más información, para beneficio de todos. Un funcionario de alto nivel durante la segunda Guerra Mundial atribuyó los éxitos de los aliados y los fracasos de Hitler y las otras potencias del Eje a la mayor capacidad de los ciudadanos de las democracias para escudriñar y disentir, y por ende mejorar los cursos de acción pasados y los propuestos, entre ellos los que suponen operaciones militares.4El escrutinio y el disentimiento fueron posibles porque la ley no castigaba a los escépticos y porque los castigos informales, en forma de presión social, en comparación eran débiles.

Con esta afirmación en mente, propongo que entender las influencias grupales y sus posibles efectos perniciosos permite ver con otra luz una amplia gama de temas, entre ellos la naturaleza de las estructuras constitucionales que sí funcionan; el extremismo; el ascenso del autoritarismo; la importancia de la separación de poderes; el problema de las “cámaras de eco”; los requisitos esenciales de un sistema de libertad de expresión; las características definitorias de los órdenes políticos liberales; los vicios y las virtudes de los medios de comunicación interactiva de nuestros días; las funciones del bicameralismo; los efectos restrictivos de las normas sociales; el origen de la hostilidad étnica y del radicalismo político; la importancia de las libertades civiles en tiempos de guerra, pánico social o caza de brujas; el desempeño de los jurados; los efectos de la diversidad sobre el Poder Judicial federal; la discriminación positiva en la educación superior, y las potencialmente amplias consecuencias de la ley, aun cuando nunca se haga respetar.

A lo largo de todo el libro, me centraré en dos influencias sobre las creencias y el comportamiento de los individuos. La primera supone la información transmitida por las acciones y las declaraciones de otras personas. Si varias parecen creer que cierta proposición es verdadera, hay razones para creer que esa proposición es en efecto verdadera. La mayor parte de lo que creemos —sobre hechos, moralidad y leyes— es producto no de conocimiento de primera mano, sino de lo que aprendemos a partir de lo que otras personas hacen y piensan. Esto es así a pesar de que también ellos pueden estar simplemente siguiendo a la multitud. En la vida, eso puede ser un problema enorme. En la ley, ese fenómeno puede crear graves problemas para el sistema de precedentes, como cuando los tribunales de apelación se refieren a tribunales previos que a su vez se refieren a sus predecesores, con el problema consiguiente de que un error generalizado se autoperpetúe. Podemos considerar que estos problemas son importantes de suyo y también verlos como metáfora de muchos fenómenos sociales.

También es cierto que algunas personas tienen mucho más influencia que otras, por la sencilla razón de que sus decisiones transmiten más información. Es muy probable que sigamos a quienes confían en sí mismos (“heurística de la confianza”), a quienes tienen alguna pericia especial, a quienes más se nos parecen, a quienes están mejor parados o de quienes, por lo demás, tenemos razones para fiarnos. Vale la pena subrayar la frase “más se nos parecen”: para bien o para mal, ésas son las personas cuyas creencias suelen influir de mayor forma en las nuestras.

La segunda influencia es el omnipresente deseo humano de que los demás tengan y conserven una buena opinión de nosotros. Si varias personas parecen creer algo, hay razones para no discrepar de ellas, al menos en público. El deseo de mantener la buena opinión de los demás engendra conformidad y sofoca la discrepancia, sobre todo —pero no únicamente— en grupos conectados por lazos de afecto y lealtad, lo cual puede por ende impedir el aprendizaje, consolidar las falsedades, aumentar el dogmatismo y dañar el desempeño del grupo. En las más altas esferas del gobierno —como en la Casa Blanca—, esto puede ser un grave inconveniente. Veremos que a los grupos muy unidos, en los que se desalienta el conflicto y los desacuerdos, con frecuencia les va mal por la mismísima razón. Sea como sea, gran parte del comportamiento humano es producto de las influencias sociales. Por ejemplo, es mucho más probable que unos empleados entablen una demanda si otros miembros del mismo grupo laboral también lo han hecho;5las adolescentes que ven a otras adolescentes tener hijos tienen más probabilidades de embarazarse;6la conducta percibida de los demás tiene un efecto de gran envergadura en los índices de delitos violentos;7las emisoras, al imitarse unas a otras, dan lugar a modas en la programación que de otro modo no se explicarían;8