La copa sagrada - Bruno Pagnani - E-Book

La copa sagrada E-Book

Bruno Pagnani

0,0
3,99 €

-100%
Sammeln Sie Punkte in unserem Gutscheinprogramm und kaufen Sie E-Books und Hörbücher mit bis zu 100% Rabatt.
Mehr erfahren.
Beschreibung

¿Qué estarías dispuesto a dar para salir campeón de un torneo de fútbol que se juega a estadio lleno? En un barrio en el que todos los días parecen domingo de descanso, algo ha llegado para cambiarlo todo. Una legión extraña del mal desea arrebatar los sueños de un grupo de amigos que quieren intentar ganar un torneo de fútbol 11, La copa sagrada. Ambos equipos están dispuestos a dejar hasta el alma para hacerse con el trofeo. ¿Podrá La Garra llegar a la final del torneo y ganarlo sin dejar lugar a dudas? Ganar La copa sagrada puede significar el fin de las injusticias mundanas.

Das E-Book können Sie in Legimi-Apps oder einer beliebigen App lesen, die das folgende Format unterstützen:

EPUB
MOBI

Seitenzahl: 89

Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



Producción editorial: Tinta Libre Ediciones

Córdoba, Argentina

Coordinación editorial: Gastón Barrionuevo

Diseño de tapa: Departamento de Arte Tinta Libre Ediciones. María Magdalena Gomez.

Diseño de interior: Departamento de Arte Tinta Libre Ediciones.

Pagnani, Bruno Javier

La copa sagrada : el barrio vestido de fiesta / Bruno Javier Pagnani. - 1a ed. - Córdoba : Tinta Libre, 2022.

80 p. ; 22 x 14 cm.

ISBN 978-987-817-012-1

1. Narrativa Argentina. 2. Novelas. 3. Fútbol. I. Título.

CDD A863

Prohibida su reproducción, almacenamiento, y distribución por cualquier medio,total o parcial sin el permiso previo y por escrito de los autores y/o editor.

Está también totalmente prohibido su tratamiento informático y distribución por internet o por cualquier otra red.

La recopilación de fotografías y los contenidos son de absoluta responsabilidadde/l los autor/es. La Editorial no se responsabiliza por la información de este libro.

Hecho el depósito que marca la Ley 11.723

Impreso en Argentina - Printed in Argentina

© 2022. Pagnani, Bruno Javier

© 2022. Tinta Libre Ediciones

Dedicado a mis hermanos del alma: Jonatan (Jony en la historia) y Juan Cruz Gadea (Juanca en la historia), por los mates lavados y la compañía, por la risa y el afecto, por haber hecho de mis tardes de abril las mejores de toda mi existencia, sacando campeón a Banfield (sin gritar los goles antes, no se gritan antes, nunca) y clasificándolo a la Copa Libertadores allá por el año 2014, en esa habitación llena de magia, tácticas y estrategias en donde los tres armamos un equipo firme, aguerrido y ganador.

LA COPA SAGRADAEl barrio vestido de fiesta

BRUNO JAVIER PAGNANI

PRÓLOGO

Fútbol: amor y pasión

Si pienso en la palabra “fútbol”, pienso en el deporte más lindo del mundo: la cancha es el lugar en donde siempre pasa lo que uno menos espera, empates en cero con incontables situaciones de gol para cada equipo, empates tres a tres que hicieron valer el precio de la entrada, remontadas históricas y heroicas de equipos que estaban tres goles abajo en el marcador, goleadas, baile, gambeta, plancha, foul, caño, golazo, golcitos, atajadas; no importa si es en el estadio Maracaná o en la liga que se juega los sábados al costado de la autopista Ricchieri (que va camino al aeropuerto de Ezeiza y pasa por el costado de la cancha de Sportivo Italiano, que estuvo un largo tiempo haciendo de local en el estadio de Estudiantes de Buenos Aires, o también llamado Estudiantes de Caseros) o en el torneo Intercountry de los domingos temprano en Nordelta, es fútbol, es el lenguaje universal (como la matemática, pero con la diferencia de que jamás será una ciencia exacta), que puede cambiar el día de algunos (para bien o para mal, claro, pero puede cambiarlo), volver el lunes al trabajo después de perder el clásico de la ciudad, tener que bancarte al pibe que trabaja en el negocio de la esquina de tu trabajo y pensar: “Uh, ahí viene este otra vez con la manito haciendo el tres por el partido de ayer”, pero en tu interior sabés que dentro de algunos lunes, quizás nueve, quizás veinte, vos vas a ser el que aparezca con la manito haciendo el gesto de victoria.

Siempre el fútbol da revancha, y es la revancha de las clases sociales que a veces no podían comprar botines, medias o un short que fuera, al menos, una digna imitación; algunos tuvimos la suerte de tener botines nuevos cada año, podíamos elegir modelo, marca y color; otros usaban el mismo par durante largos años, lustrándolos todas las semanas, pasándoles grasa para que el cuero se nutra y no se cuartee rápido.

Después de un tiempo, ya trabajando, cobré mi primer sueldo “digno” y me compré unos Adidas Predator con lengüeta triangular (me dije: “Voy a ser el depredador del área, el artillero, il capo canioniere), negros, con vivos rojos, eran un trueno, una turbina, eran hermosos. También compré unos guantes de arquero para un amigo, Uhlsport originales, dignos de ver, y por último me compré un par de medias Adidas originales blancas. Sinceramente, me sentía Hernán Crespo en la final de la Champions frente al Liverpool de Gerrard y compañía, claro que con mis habilidades no me alcanzaba ni para atarle los cordones a Crespo, pero yo era feliz, y eso era lo que de verdad importaba…Realmente tuve suerte, pude jugar un partido en la cancha de primera de Brown de Adrogué, qué hermoso pasto, por favor, los arcos, las redes puestas perfectamente. Jugué con un short dos talles más chico, una camiseta de Brown y alpargatas tipo náuticas, blancas, tiré un córner y se le metió en el segundo palo al arquero… gol olímpico. También me mandaron a jugar de stopper (un stopper es un jugador que juega como defensa central y lateral, ocupándose no solo de detener los ataques por el centro, sino también por los costados) en un entrenamiento, pero no sabía qué era eso, entonces me paré en el medio y traté de taponar y ordenar un poco ese sector de la cancha, cuando terminó el partido Pablo, el DT, me dio una linda tirada de orejas a fin de ordenarme un poco… yo quería jugar en primera, pero no en la primera A, sino en la primera de un club, no me importaba si era en el ascenso, quería llegar a primera y jugar con gente en las tribunas…

Cuando era chico estaba convencido y pensaba que los jugadores de fútbol eran superhéroes, que no eran de carne y hueso, que eran inmortales, no podía mirarlos como personas, cuando veía a alguno de ellos en la cancha no podía creer que fueran los mismos que veía en la televisión, en las revistas, en los diarios, simplemente me costaba aceptarlo y entenderlo.

Los primeros recuerdos que tengo de fútbol en carne propia son allá por la década de los 90 (yo nací en abril de 1988), año 94 precisamente, yo con seis años de edad soñaba con ser arquero; recuerdo una foto con un buzo amarillo, manga larga, muy caluroso (no, no era el buzo de Navarro Montoya), con guantes rojos y blancos y con una pelota del mismo color en mis manos, era un esférico duro pero liviano, en esos años había un descampado en diagonal a mi casa, a unos 60 metros de distancia de la mano contraria a la que vivía yo, bautizada por todo el grupo de amigos como “la canchita”. Una camada de chicos más grandes que nosotros muchos años antes había instalado unos arcos de caño, tipo tendedero de los de antes, del ancho de un antebrazo, color celeste, oxidados y agarrados en sus extremos por alambres (también oxidados). Los arcos tenían la medida justa, la altura ideal, después de un tiempo los pintamos de blanco, y una tarde de otoño, un sábado creo, mi viejo vino con un balde con cal para ayudarnos a pintar las líneas que delimitaban la cancha, las cuales nunca en la historia de la canchita respetamos, se jugaba hasta que el pasto se hacía alto hasta la cintura, o más.

Otros recuerdos sobre fútbol que tengo en carne viva son, creo, del año 95/96, quizá antes, en Parque Patricios, jugaban Huracán (jugaba Antonio “el Chipi” Barijo) y en Independiente jugaba “el Polaco” Arzeno, esto me sirve como referencia para dilucidar el año de mi primera vez en un estadio más grande que la canchita del barrio. Recuerdo ese día ir en auto, cruzar una vía (hoy, la avenida VélezSarsfield), un largo paredón blanco que parecía interminable; entiendo que era por mi ansiedad, ya que hoy voy a jugar a la pelota con amigos y paso por ahí una vez por semana y el paredón solo ocupa una cuadra de largo, y no es tan alto (es el Hospital Muñiz). Recuerdo esa noche estar emocionado, todo era nuevo, garrapiñadas, las calles llenas de gente cantando, papelitos en el aire, los vendedores de gaseosa, de choripán, de camisetas, todo era ideal, caminando por debajo de la tribuna del lado de afuera del estadio se escuchaba la gente cantar, algún “¡¡Oleee, oleee, gooooouuuuuuhh!!”—seguido de aplausos enrojecedores de manos—, miraba hacia arriba buscando a mi viejo como reprochándole haber llegado tarde a la cancha, y sin dejarme hablar me dijo: “Está jugando la reserva”, y junto con esa frase una explicación de lo que significaba esa palabra en términos de fútbol.

De ese día solo recuerdo que Independiente ganaba 1-0, o el partido iba 1-1, recuerdo haber gritado un gol al menos, también recuerdo que los alambrados eran altísimos, el estadio no estaba demasiado lleno, era un viernes o sábado a la noche, Antonio Barijo entró en el segundo tiempo, y sobre la hora del partido marcó un gol que no recuerdo cómo fue, solo recuerdo que se trepó al alambrado, y los gritos de gol de la hinchada de Huracán, me sorprendí al escuchar la fuerza con que se escuchaba un grito de gol en vivo, esa noche al regresar a casa y unas cuantas noches después me preguntaba: ¿qué se sentiría ser Barijo ese día? Después me pregunte: ¿qué se sentiría gritar un gol con hinchada? No lo sé, solo sé que desde mi lugar de niño de seis o siete años hubiera festejado de la misma manera que el Chipi esa noche.

Por esos años también empecé a jugar al papi fútbol, en el club 9 de Julio de Adrogué, el día que me fui a probar metí dos goles, uno cayéndome que pasó por arriba del arquero, y otro que no me acuerdo cómo fue, la cancha era de conchilla y me ardían un poco las manos, pero eso no tenía importancia (aclaro que jamás fui un lírico, ni un poeta, ni rápido, ni un visionario de los espacios dentro del campo de juego y blablabá, nada de eso, ni muchísimo menos tampoco, pero siempre me interesó observar los movimientos y las definiciones de un delantero frente al arquero). El DT, recuerdo que se llamaba Aldo, en un momento llamó a una persona que estaba afuera del límite de la cancha y le dijo: “Llevalo a hablar con Carlitos para que lo fichen (claramente fichaban a todo aquel que pudiera pagar la cuota mensual para darle una mano al club para comprar redes, pelotas y camisetas), por eso me ficharon, de lo contrario jamás hubiera entrado en el club. Siempre fui suplente en la categoría 88, y jugaba de titular en la 89, que jugaba más tarde, por el mes de nacimiento podía jugar en ambas, o no sé si era una pequeña tramoya del club, mi inocencia era real en ese momento.

El club era un típico club de barrio, tenía metegol, pool, buffet