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A través de un estudio de casos, que comprende una cifra de 45 oficiales batistianos, el autor examina las vías por las cuales ellos ascendieron a la élite militar, además de analizar las tendencias fundamentales en sus orígenes sociales y generacionales, las características de sus familias, las fuentes que propiciaron su enriquecimiento y el fenómeno del nepotismo. Se destaca también la participación activa de estos oficiales batistianos en la política del país, así como la dinámica de sus relaciones y vínculos con los funcionarios del aparato burocrático del Estado.
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Seitenzahl: 147
Veröffentlichungsjahr: 2017
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Título original: La elite militar en Cuba (1952-1958)
Edición para e-book: María de los A. Navarro
Edición Base: Maritza Mosqueda Rodríguez
Diseño interior: Carmen Padilla González
Diseño de cubierta: Eloy Hérnandez Dubrosky
Realización: Ariana Boris
Emplane: Amarelis González La O
© Servando Valdés Sánchez, 2008
© Sobre la presente edición:
Editorial de Ciencias Sociales, 2015
ISBN 978-959-06-1603-7
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Las investigaciones histórico-militares acerca del período 1952-1958 se han circunscrito al estudio de la guerra como fenómeno político social, la evolución y el desarrollo del arte militar, así como al análisis de la estructura y organización de las instituciones armadas. Sin embargo, la oficialidad superior del Ejército y la Marina de Guerra aún no ha sido objeto de atención por la historiografía cubana y extranjera. Este estudio, junto a otras investigaciones ya realizadas, resulta necesario para comprender el papel protagónico de los altos jefes militares en la sociedad neocolonial a partir del 10 de marzo de 1952, las raíces de su acción política y su papel social.
El vocablo “elite”, de origen francés, es aceptado en casi todas las lenguas modernas para expresar lo selecto o más distinguido y sobresaliente en cualquier sociedad o clase social. Dicho de otra manera, constituye la minoría que dentro de la sociedad ocupa un lugar de privilegio por su saber, su riqueza o sus funciones. De ahí que ella posea carácter excluyente.
La teoría moderna formuló una tipología de las elites: políticas, económicas, culturales y militares, que forman lo que el sociólogo norteamericano C. Wright Mills denominó como la “elite del poder”. En particular, la elite militar constituye la capa o estamento supremo de las fuerzas armadas que se distingue por un conjunto de disímiles características. Quizás, la más evidente es su jerarquía (grados y cargos), aunque ciertos puestos o responsabilidades asumidos por oficiales de menor rango les permiten disfrutar de un nivel económico similar al de sus superiores. Otros rasgos importantes son la cultura y el modo de vida, en los cuales se combinan hábitos y costumbres adquiridos en la vida militar con gustos y aficiones sociales practicadas también por los otros componentes de la elite del poder hacia quienes se sienten unidos por ciertos vínculos y afinidades políticas y económicas.
La ética del militar es distinta y, al mismo tiempo, similar a la del burgués. Algunos individuos entran a las instituciones militares por vocación; otros, sin embargo, lo hacen por una paga. Por lo tanto, no todos los oficiales están ajenos al afán de lucro y a la persecución del poder económico, enespecial, cuando se trata de conservar los valores de sencillez y austeridad inculcados en las escuelas y academias militares, en el marco de una sociedad carcomida por el interés de obtener ganancias económicas.
El estilo de vida de los oficiales es muy marcado, lo que explica que sus hijos y parientes sigan la misma carrera. Bajo el fenómeno del militarismo esa tendencia se recrudece yasume la expresión del nepotismo, extendiéndose a todas las manifestaciones de la vida social y política los valores, lasmaneras, los modos de pensar y el espíritu militares.
Se forman, incluso, como afirmara Wright Mills: “camarillas entre los altos jefes militares que se relacionan de diversos modos entre sí y con determinadas políticas y camarillas civiles. Dichas camarillas se dejan ver cuando la tirantez oculta se convierte en controversias públicas”.1
Esos supuestos teóricos generales sirvieron de base a este trabajo, aunque requirieron de algunas precisiones, pues me encontraba ante un grupo heterogéneo y que había accedidoa lo alto de la jerarquía militar violentando los escalafones. El estudio de su origen social, cultura y modo de vida, vínculos e influencias económicas, el fenómeno del nepotismo y el mito del apoliticismo, me permitieron definir sus rasgos ycaracterísticas fundamentales, así como sus diferencias internas.
Esta investigación, al introducirse en la historia política y militar para profundizar en la historia social, descansó en la consulta de la crónica social delDiario de la Marinay de otras publicaciones seriadas, como las revistasBohemia,Carteles,Círculo Militar y Naval,Boletín del Ejército,Dotacióny los reglamentos y estatutos del Habana Yath Club, Country Club de la Habana, Club Rotario, Club de Leones, Vedado Tennis Club y Lyceum Lawn Tennis Club, entre otros. También fueron de gran utilidad los directorios y registros sociales de La Habana, incluyendo los directorios de abogados, industriales y comerciantes.
La obra de Carlos del Toro tituladaLa alta burguesía cubana, 1920-1958es, por su copiosa información y análisis, un punto obligado de referencia para todo aquel que pretenda estudiar los grupos elitistas en la República.
Otros empeños importantes desde la perspectiva histórico militar lo constituyen el libroOficial de Academia, de José Quevedo Pérez, yEl Ejército soy yo,de Marilú Uralde y Luis Rosado Eiró. El primero, de carácter testimonial, contribuye a ampliar los conocimientos sobre el funcionamiento interno de la institución y de la vida cotidiana del militar y aportaelementos para el estudio del fenómeno de la corrupción y delas posiciones asumidas por la elite militar ante la prácticade la violencia y la criminalidad. El segundo, es un notable estudio del Ejército entre 1952 y 1956. Este último, en una de sus partes, adelanta algunos juicios sobre las pugnas entre los altos jefes militares y el fenómeno del nepotismo.
Por su parte, los volúmenes de Guillermo Jiménez SolerLas empresas en Cubay de Esteban M. BeruvidesAnuario Histórico, 1959, resultan imprescindibles en las indagaciones sobre la economía y los negocios de la elite militar ante la imposibilidad de consultar los fondos del Ministerio de Recuperación de Bienes Malversados del Archivo Nacional.
De igual forma, para comprender el andamiaje político de la sociedad cubana de la época y los cabildeos, componendas y maniobras de sus principales protagonistas, resultan de gran utilidad textos comoCuba Política, 1899-1955,de Mario Riera;Sociedad de Amigos de la República, (SAR)yEl fracaso de los moderados en Cuba,de Jorge Ibarra Guitart;Aguacero, de Jorge A. Horstmann, yEl Partido Acción Unitaria,que fue el Trabajo de Diploma de Latvia Gaspe Álvarez.
La bibliografía relativa a la contextualización del período abordado es abundante. En ese sentido, debo mencionar las obras de Fulgencio BatistaRespuesta, Piedras y LeyesyParadojas; de Ramón Barquín,Las luchas guerrilleras en Cuba; de José Suárez Núñez,El gran culpable; de Ramiro J. Abreu,En el último año de aquella República; de Mario Mencía,El Grito del Moncada, y de Tomás Toledo Batard,La toma del poder, por solo citar algunos de los más conocidos.
En el orden teórico y metodológico diversos autores, a partir del estudio de procesos históricos concretos, brindan apreciables rudimentos para el análisis. Entre ellos se encuentran C. Wright Mills. Con su obraLa elite de poder; Konstantinovich Ashin Gennedii conTeorías modernas acerca de la elite; Seymour Martin Lipset conElites in Latin America, José A. Portuondo conLa historia y las generaciones; Raimundo Lazo conLa teoría de las generaciones; Norbert Elías conLos alemanes; Lawrence Stone conEl pasado y el presente; Max Weber conEconomía y Sociedad; Genaro Arraigada Herrera conEl pensamiento político de los militaresy Peter Burke conSociología e Historia.
La identificación de los miembros de la elite militar se realizó siguiendo el criterio de seleccionar a los que ostentabanlos grados superiores2y ocupaban cargos de relevancia. Con los del Ejército no hubo mayores contratiempos; las denominadas “Órdenes Generales” —publicadas cada año— recogen en sus primeras páginas los escalafones de los oficiales de esa institución, no así las Órdenes Generales de la Marina de Guerra, cuya colección, además, no está completa, por lo que hubo que compensar esas insuficiencias con la consulta de otras fuentes. A la cifra de 45 llega el total de los oficiales estudiados. Ellos controlaban los mandos tácticos, operativos y estratégicos de las fuerzas armadas.3
Este ensayo fue elaborado sobre una base histórico-lógica y empleando el método del análisis múltiple de diferentes cuestiones. Se encuentra estructurado en una introducción, tres capítulos, conclusiones y un cuerpo de anexos.
El primer Capítulo examina las vías por las cuales los oficiales batistianos accedieron a la elite militar, las tendencias fundamentales en sus orígenes sociales y generacionales, las características de sus familias y, por último, realiza una aproximación al estudio de la conducta social del grupo mediante el análisis de los antecedentes penales.
Un segundo Capítulo estudia la economía de la elite militar, las fuentes que propiciaron su enriquecimiento, las parentelas militares y el fenómeno del nepotismo que se proyectó al calor de su situación privilegiada, así como la participación activa de estos en la política y la dinámica de sus relaciones y vínculos con los políticos y funcionarios del aparato burocrático del Estado.
El tercerCapítulo indaga en el universo cultural del grupo: las diferencias en sus niveles de instrucción y preparación, sus modos y estilos de vida y dedica especial atención al Círculo Militar y Naval, como espacio vital para la recreación.
En Cuba, la elite militar durante la llamada “Segunda República”, excluyendo el período de los gobernantes auténticos (1944-1952), fue el resultado de golpes militares, que condicionaron su actuación política y social. Así, se estableció una suerte de continuidad entre la que existía entre 1933 y 1944 y la que emergió en 1952, siempre bajo el liderazgo de una misma figura: Fulgencio Batista y Zaldívar.
1C. Wright Mills:La elite del poder, Editorial Centroamericana, [s. l.], 1960, p. 27.
2Dentro de los grados superiores ubiqué a los generales y coroneles para el Ejército, y los almirantes, contralmirantes, comodoros y capitanes de navío para la Marina de Guerra. Aunque debo aclarar que en la época existían tres categorías establecidas por la Ley Orgánica del Ejército para clasificar a los oficiales: oficiales generales, que incluía a los generales; oficiales superiores (desdecoronel hastacomandante) y oficiales subalternos (desdecapitán hastasegundoteniente). Seguí el criterio de no tener en cuenta aquellos oficiales que alcanzaron grados superiores avanzado el año 1958 o que ocuparon cargos de importancia hacia el segundo semestre de ese año, así como los que, por diversas razones, causaron baja en fecha temprana.
3Fueron identificados 46 oficiales, pero se trabajó con 45, pues el expediente del coronel Pedro A. Barreras no se encuentra en los archivos investigados.
Después del 10de marzo de 1952, los líderes del golpe de Estado y sus más cercanos colaboradores y simpatizantes integraron la elite militar en Cuba. La gran mayoría había causado alta en el cuerpo de oficiales entre 1933 y 1944 y resultó beneficiaria de la política de reformas y mejoras impulsada por Batista desde 1933, cuando este llegó a la jefatura del Ejército luego del triunfante golpe militar de los sargentos.
Esos oficiales lograron insertarse en la elite militar a través de diferentes vías. El protagonismo en los acontecimientos golpistas o la colaboración en ellos le otorgó a un considerable número de oficiales el derecho de ocupar los grados y cargos superiores. Entre ellos se encontraban, por el Ejército, los generales Francisco Tabernilla Dolz y su hijo Francisco Tabernilla Palmero, Juan Rojas González, Martín Díaz Tamayo, Arístides Sosa Quesada, Roberto Fernández Miranda, Pilar García García, Alberto del Río Chaviano, Luis Robaina Piedra y Pedro A. Rodríguez Ávila; los coroneles Carlos M. Tabernilla Palmero, Leopoldo Pérez Coujil, Manuel Ugalde Carrillo, Fermín Cowley Gallego, Carlos M. Cantillo González, Dámaso Sogo Hernández, Ignacio Leonard Castell, Ramón Cruz Vidal, Aquilino Guerra González, José Fernández Rey, Julio Sánchez Gómez, Víctor M. Dueñas Robert, Pedro A. Valdivia Romero Armengol, Carlos E. J. Pascual Pinard, Pedro A. Barreras Pérez, Florentino Evelio Rosell Leiva y el teniente coronel Antonio Blanco Rico.1Constituían los casos excepcionales Eulogio Cantillo Porras y Ramón Barquín López, quienes no tuvieron una participación en los hechos del 10 de marzo, pero su preparación técnica y experiencia militar les abrieron el camino. En particular Cantillo, jefe del Cuerpo de Aviación al ejecutarse el cuartelazo, fue persuadido por su hermano Carlos Cantillo, uno de los golpistas.2
Por la Marina de Guerra se encontraban el almirante José Eduardo Rodríguez Calderón; los contralmirantes José Manuel Rodríguez Hernández, Juan Pedro Casanova y Roque, Joaquín Pablo Varela Canosa, Nicolás Cartaya Gómez, Manuel Teodoro Carnero y Mario Felipe Rubio Baró y los capitanes de navío Guillermo Driggs Guerra, Roberto Comesañas Rodríguez, Ramiro Armando Rodríguez Palau, Carlos Antonio León Sans, Manuel Hidalgo Lozano y Arsenio Prudencio Arrazola.3
Otros se integraron por su profesión civil y sus vínculos con Batista y la institución militar desde los años treinta y cuarenta. En estos casos se encontraban los médicos, Rodolfo García Navarro y Luis Iglesias de la Torre.
El médico García Navarro fue subdirector de la Clínica 4de Septiembre y del Hospital Militar Dr. Arístides Agramonte.4Por su parte, Iglesias de la Torre fue director de la Clínica Hospital Dr. Carlos J. Finlay y también del Hospital Militar Dr. Arístides Agramonte.
Una tercera y última vía la ofreció el origen o la pertenencia de algunos de ellos a familias de la burguesía. Aunque no ostentaban los más altos grados y, por supuesto, carecían del poder de decisión que disfrutaban los oficiales superiores tenían, como es obvio, intereses comunes. De esa procedencia eran elteniente coronel Andrés Pérez-Chaumont Altuzarra y el comandante Manuel Vidal Méndez.
Pérez-Chaumont estaba emparentado con las familias Rionda y Gelats. Una hermana de él se casó con el hacendado José B. Rionda Torriente. A su vez, uno de los hijos de ese matrimonio, José Andrés Rionda Pérez-Chaumont,ingeniero y hacendado también, contrajo nupcias con Ileana Pelaez Gelats, hija de Nelson Pelaez Cossío, director general de Seguros del Ministerio de Comercio y sobrina del famoso banquero Juan Gelats.5
Vidal Méndez, hermano de Fernando, presidente del Banco de Fomento Agrícola, en San José, y de Evaristo, vicepresidente de Terminal de Ómnibus, S. A., se casó con la hija de Gustavo Gutiérrez Sánchez, abogado, exministro de Hacienda y ministro presidente del Consejo Nacional de Economía, quien también era tío de Raúl Gutiérrez Sánchez, presidente de W. M. Anderson Trading Company, S. A., almacén de refrigeración industrial, aires acondicionados y de equipos y materiales para laboratorios y clínicas.6
Varios miembros de la elite militar ya habían disfrutado de ese nivel antes de 1952. En esa condición se encontraban, por el Ejército, Francisco Tabernilla Dolz, Arístides Sosa de Quesada, Carlos M. Cantillo González, Eulogio Cantillo Porras, José Fernández Rey, Ramón M. Barquín y, por la Marina de Guerra, Guillermo Driggs Guerra.
Tabernilla, vinculado a Batista desde el golpe de los sargentos, fue nombrado, en 1933, jefe del Regimiento 7 de Artillería; en 1941 ocupó el cargo de cuartelmaestre general del Ejército y un año después resultó ascendido al grado de general de brigada.7
Desde 1933 Sosa de Quesada también se unió con fuertes lazos a Batista. Fue jefe del Servicio de Auditoria de la Ayudantía General en 1938 y desempeñó un importante papel en la ejecución de los proyectos reformistas batistianos al organizar y dirigir el Cuerpo de Cultura del Ejército y presidir el Consejo Corporativo de Educación, Sanidad y Beneficencia.8 Era coronel desde 1942, año en el que fue retirado para asumir la cartera de Ministro de Defensa Nacional que ocupó hasta 1944, cuando volvió a ser llamado al servicio activo como Coronel.9
Carlos M. Cantillo fue jefe de la Sección de Contabilidad yPago del Ejército, en 1933, y Ayudante de Campo de Batista, en1936 y 1940. Cuatro años más tarde pasó al mando del Regimiento No.8 de Pinar del Río con los grados de coronel.10
A Eulogio Cantillo, en 1949, el gobierno de Carlos Prío Socarrás lo nombró jefe del Cuerpo de Aviación del Ejército. Dos años antes del golpe del 10 de marzo alcanzó los grados de Coronel.11
Fernández Rey fue ayudante de campo del Jefe del Estado Mayor del Ejército, en 1944, y ese mismo año fue ascendido a Coronel. Entre 1949 y 1950 dirigió los regimientos 6 y 8.12
Aunque Barquín solo alcanzó los grados de teniente coronel antes del cuartelazo del 10 de marzo, asumió un grupo de responsabilidades que permiten ubicarlo dentro de la elite militar. En 1947 recibió el nombramiento de Director de la Escuela Superior de Guerra donde permaneció hasta 1949, fecha en que comenzó a representar a las fuerzas armadas cubanas en el Estado Mayor de la Junta Interamericana de Defensa (JID). Con posterioridad, sin abandonar sus responsabilidades ante la Junta, fue enviado como Agregado Militar y Aéreo a la Embajada de Cuba en Washington.13
Guillermo Driggs Guerra fue director general de las Escuelas Navales a partir de 1941, así como jefe del Distrito Naval de Oriente desde 1947.14