La enfermedad infantil del «izquierdismo» en el comunismo - Vladimir Ilich Lenin - E-Book

La enfermedad infantil del «izquierdismo» en el comunismo E-Book

Vladimir Ilich Lenin

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"El enorme impacto de la Revolución rusa hizo que en los partidos socialdemócratas de toda Europa comenzasen a surgir agrupaciones de izquierdas, que acabaron convirtiéndose en los diferentes partidos comunistas, atrayendo a millones de trabajadores que empezaban a ver posible la construcción de otro mundo, sin desigualdad y pobreza. Sin embargo, la falta de experiencia de los jóvenes dirigentes comunistas provocaba que siguieran una política en ocasiones sectaria y ultraizquierdista, alejada de la clase trabajadora y de las tradiciones bolcheviques que decían defender. Para tratar de corregir esta situación, Lenin escribió este importante ensayo en 1920 para el II Congreso de la Internacional Comunista. En él aborda cuestiones como el uso del Parlamento maquinaria burguesa de dominación, pero necesario como tribuna para la causa de la mayoría oprimida; el frente único o la relación entre organizaciones revolucionarias y agrupaciones de la izquierda, y la necesidad de «golpear juntos, marchar separados», partiendo de un objetivo común de lucha, pero conservando cada uno sus programas; la necesidad de conectar y trabajar junto a sindicatos, algunos ciertamente reaccionarios, pero donde la clase trabajadora se encuentra mejor organizada. En definitiva, Lenin explica con claridad las tácticas políticas para alcanzar la revolución socialista y, con ella, la elevación del nivel de conciencia y organización de la clase obrera."

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Akal / Básica de Bolsillo / 358

Serie Clásicos del pensamiento político

V. I. Lenin

LA ENFERMEDAD INFANTIL DEL «IZQUIERDISMO» EN EL COMUNISMO

El enorme impacto de la Revolución rusa hizo que en los partidos socialdemócratas de toda Europa comenzasen a surgir agrupaciones de izquierdas, que acabaron convirtiéndose en los diferentes partidos comunistas, atrayendo a millones de trabajadores que empezaban a ver posible la construcción de otro mundo, sin desigualdad y pobreza. Sin embargo, la falta de experiencia de los jóvenes dirigentes comunistas provocaba que siguieran una política en ocasiones sectaria y ultraizquierdista, alejada de la clase trabajadora y de las tradiciones bolcheviques. Para tratar de corregir esta situación, Lenin escribió este ensayo en 1920 para el II Congreso de la Internacional Comunista. En él aborda cuestiones como el uso del Parlamento –maquinaria burguesa de dominación–, pero necesario como tribuna para la causa de la mayoría oprimida; el frente único entre organizaciones revolucionarias y agrupaciones de la izquierda, y la necesidad de «golpear juntos, marchar separados», partiendo de un objetivo común de lucha; la necesidad de trabajar junto a los sindicatos, donde la clase trabajadora se encuentra mejor organizada. En definitiva, Lenin explica las tácticas políticas para alcanzar la revolución socialista y, con ella, la elevación del nivel de conciencia y organización de la clase obrera.

Diseño de portada

Sergio Ramírez

Reservados todos los derechos. De acuerdo a lo dispuesto en el art. 270 del Código Penal, podrán ser castigados con penas de multa y privación de libertad quienes sin la preceptiva autorización reproduzcan, plagien, distribuyan o comuniquen públicamente, en todo o en parte, una obra literaria, artística o científica, fijada en cualquier tipo de soporte.

Nota editorial:

Para la correcta visualización de este ebook se recomienda no cambiar la tipografía original.

Nota a la edición digital:

Es posible que, por la propia naturaleza de la red, algunos de los vínculos a páginas web contenidos en el libro ya no sean accesibles en el momento de su consulta. No obstante, se mantienen las referencias por fidelidad a la edición original.

Imagen de cubierta: Lenin pronuncia un discurso en el II Congreso de la Internacional Comunista, San Petersburgo, 19 de julio de 1920.

Título original

Детская болезнь “левизны” в коммунизме

© Ediciones Akal, S. A., 2021

Sector Foresta, 1

28760 Tres Cantos

Madrid - España

Tel.: 918 061 996

Fax: 918 044 028

www.akal.com

ISBN: 978-84-460-5106-0

Nota del editor

Se ha tomado como base de la presente edición de La enfermedad infantil del «izquierdismo» en el comunismo el texto de la edición española de las Obras escogidas de Lenin, en dos tomos, publicadas por Ediciones en Lenguas Extranjeras, de Moscú, en 1948. Este ensayo ha sido editado después de haber sido confrontado con la versión china, publica­da por la Editorial del Pueblo, de Pekín, en septiembre de 1964, y consultado el original ruso de las Obras completas de Lenin, t. XXXI.

Las notas han sido redactadas y traducidas según las de la edición china.

Akal Editor publicó esta obra en 1975.

 

 

Retrato de Lenin.

 

I[1]

¿En qué sentido se puede hablar de la significación internacional de la Revolución rusa?

En los primeros meses que siguieron a la conquista del Poder político por el proletariado en Rusia (25/X-7/XI 1917), podía parecer que, a consecuencia de las enormes diferencias existentes entre la Rusia atrasada y los países avanzados de la Europa Occidental, la revolución del proletariado en estos últimos se parecería muy poco a la nuestra. En la actualidad, contamos ya con una experiencia internacional más que regular, que demuestra con absoluta claridad que algunos de los rasgos fundamentales de nuestra revolución tienen una significación no solamente local, particularmente nacional, rusa, sino también internacional. Y hablo de la significación internacional no en el sentido amplio de la palabra: no son sólo algunos, sino todos los rasgos fundamentales, y muchos secundarios, de nuestra revolución, los que tienen una significación internacional, desde el punto de vista de la influencia de dicha revolución sobre todos los países. No, hablo en el sentido más estricto de la palabra, es decir, entendiendo por significación internacional su importancia internacional o la inevitabilidad histórica de la repetición en escala internacional de lo que ocurrió en nuestro país, esta significación debe ser reconocida en algunos de los rasgos fundamentales de nuestra revolución.

Naturalmente, sería un tremendo error exagerar esta verdad extendiéndola más allá de algunos rasgos fundamentales de nuestra revolución. Asimismo, sería un error perder de vista que después de la victoria de la revolución proletaria, aunque no sea más que en uno de los países avanzados, se producirá seguramente un cambio radical, es decir: Rusia será, poco después de esto, no un país modelo, sino de nuevo un país atrasado (en el sentido «soviético» y socialista).

Pero en este momento histórico se trata precisamente de que el ejemplo ruso muestra a todos todos los países hace ya tiempo que lo han comprendido y, más que comprenderlo, lo han percibido, lo han sentido con su instinto revolucionario de clase.

De aquí la «significación» internacional (en el sentido estricto de la palabra) del Poder soviético y de los fundamentos de la teoría y de la táctica bolchevique. Esto no lo han comprendido los jefes «revolucionarios» de la II Internacional, como Kautsky en Alemania, Otto Bauer y Friedrich Adler en Austria, que se convirtieron por esto en reaccionarios, en defensores del peor de los oportunismos y de la social-traición. Digamos de paso que el folleto anónimo La Revolución Mundial [«Weltrevolution»], aparecido en 1919 en Viena (Sozialistische Bücherei, Heft II; Ignaz Brand[2]) muestra con una elocuencia particular toda la contextura ideológica y todo el círculo de ideas, más exactamente, todo el abismo de incomprensión, pedantería, vileza y traición a los intereses de la clase obrera, sazonado, además, con la «defensa» de la idea de la «revolución mundial».

Pero nos detendremos detalladamente en este folleto en otra ocasión. Consignemos aquí únicamente lo siguiente: en los tiempos, ya bien lejanos, en que Kautsky era todavía un marxista y no un renegado, al examinar la cuestión como historiador, preveía la posibilidad del advenimiento de una situación, como consecuencia de la cual el revolucionarismo del proletariado ruso se convertiría en un modelo para la Europa Occidental. Esto era en 1902, cuando Kautsky escribió en la Iskra revolucionaria el artículo «Los eslavos y la revolución». He aquí lo que decía en este artículo:

En la actualidad [al contrario que en 1848] se puede creer que no sólo se han incorporado los eslavos a las filas de los pueblos revolucionarios, sino que el centro de gravedad del pensamiento y de la obra revolucionarios se desplaza cada día más hacia los eslavos. El centro revolucionario va desplazándose del Occidente al Oriente. En la primera mitad del siglo XIX se hallaba en Francia, en algunos momentos en Inglaterra. En 1848, Alemania entró en las filas de las naciones revolucionarias... El nuevo siglo empieza con acontecimientos que sugieren la idea de que nos hallamos en presencia de un nuevo desplazamiento del centro revolucionario, concretamente: de su traslado a Rusia... Rusia, que se ha asimilado tanta iniciativa revolucionaria de Occidente, es posible que en la actualidad se halle presta, ella misma, a servir de fuente de energía revolucionaria para este último. El movimiento revolucionario ruso, cada día más encendido, resultará acaso el medio más poderoso para sacudir ese espíritu de filisteísmo fofo y de politiquería moderada que empieza a difundirse en nuestras filas y hará surgir de nuevo la llama viva del anhelo de lucha y de fidelidad apasionada a nuestros grandes ideales. Rusia hace ya tiempo que ha dejado de ser, para la Europa Occidental, un simple reducto de la reacción y del absolutismo. En la actualidad, ocurre quizá todo lo contrario. La Europa Occidental se convierte en el reducto de la reacción y del absolutismo de Rusia...

Los revolucionarios rusos, es posible, se hubieran librado hace ya mucho tiempo del zar, si no tuviesen que luchar al mismo tiempo contra el aliado de este último, el capital europeo. Esperemos que esta vez conseguirán librarse de ambos enemigos y que la nueva «santa alianza» se derrumbará más pronto aún que sus predecesoras. Pero sea cual fuere el resultado de la lucha actual en Rusia, la sangre y los sufrimientos de los mártires, que esta lucha engendra por desgracia más de lo necesario, no serán vanos, sino que fertilizarán el terreno para la revolución social en todo el mundo civilizado e impulsarán de un modo más esplendoroso y rápido su florecimiento.

En 1848, eran los eslavos helada horrible que mataba las flores de la primavera popular. Es posible que ahora estén llamados a ser la tormenta que romperá el hielo de la reacción y que traerá irresistiblemente consigo una nueva y feliz primavera para los pueblos.

(K.Kautsky, «Los eslavos y la revolución», artículo en la Iskra, periódico revolucionario de la socialdemocracia rusa, n.º 18, 10 de marzo de 1902).

¡No escribía mal Karl Kautsky hace dieciocho años!

[1]La enfermedad infantil del «izquierdismo» en el comunismo fue escrito por Lenin en abril de 1920 y el Apéndice, el 12 de mayo del mismo año. Fue publicado el 8-10 de junio en ruso y, casi al mismo tiempo, en julio, en alemán, francés e inglés. Lenin controló personalmente los plazos de su composición e impresión, a fin de que apareciera antes de que iniciara sus labores el II Congreso de la Internacional Comunista. El libro fue distribuido entre todos los delegados al II Congreso. De julio a noviembre de 1920 fue reeditado en alemán en Leipzig, en francés en París y en inglés en Londres. En el manuscrito de La enfermedad infantil del «izquierdismo»en el comunismo existe un subtítulo: «(Ensayo de charla popular acerca de la estrategia y la táctica marxistas)». En todas las ediciones del libro aparecidas en vida de Lenin este subtítulo fue suprimido. En la 4.ª edición de las Obras de V. I. Lenin, La enfermedad infantil del «izquierdismo» en el comunismo se publica de acuerdo con la primera edición del libro, cuya corrección hizo Lenin.

[2] Biblioteca Socialista, opúsculo II; Ignaz Brand.

II

Una de las condiciones fundamentales del éxito de los bolcheviques

Seguramente que hoy casi todo el mundo ve ya que los bolcheviques no se hubieran mantenido en el Poder, no dos años y medio, sino ni siquiera dos meses y medio, sin la disciplina severísima, verdaderamente férrea, dentro de nuestro Partido, sin el apoyo más completo y abnegado prestado a este por toda la masa de la clase obrera, esto es, por todo lo que ella tiene de consciente, honrado, abnegado, influyente y capaz de conducir consigo o de atraerse a las capas atrasadas.

La dictadura del proletariado es la guerra más abnegada y más implacable de la nueva clase contra un enemigo más poderoso, contra la burguesía, cuya resistencia se halla decuplicada por su derrocamiento (aunque no sea más que en un solo país) y cuya potencia consiste, no sólo en la fuerza del capital internacional, en la fuerza y la solidez de las relaciones internacionales de la burguesía, sino, además, en la fuerza de la costumbre, en la fuerza de la pequeña producción. Pues, por desgracia, ha quedado todavía en el mundo mucha y mucha pequeña producción y esta engendra al capitalismo y a la burguesía constantemente, cada día, cada hora, por un proceso espontáneo y en masa. Por todos estos motivos, la dictadura del proletariado es necesaria, y la victoria sobre la burguesía es imposible sin una lucha prolongada, tenaz, desesperada, a muerte, una lucha que exige serenidad, disciplina, firmeza, inflexibilidad y una voluntad única.

Lo repito, la experiencia de la dictadura triunfante del proletariado en Rusia ha mostrado de un modo palpable al que no sabe pensar o al que no ha tenido la ocasión de reflexionar sobre esta cuestión, que la centralización incondicional y la disciplina más severa del proletariado constituyen una de las condiciones fundamentales de la victoria sobre la burguesía.

De esto se habla a menudo. Pero no se reflexiona suficientemente sobre lo que esto significa, en qué condiciones es posible. ¿No convendría que las salutaciones entusiastas al Poder de los Soviets y a los bolcheviques se vieran acompañadas con más frecuencia de un análisis serio de las causas que han permitido a los bolcheviques forjar la disciplina necesaria para el proletariado revolucionario?

El bolchevismo existe, como corriente del pensamiento político y como partido político, desde 1903. Sólo la historia del bolchevismo, en todo el periodo de su existencia, puede explicar de un modo satisfactorio por qué el bolchevismo pudo forjar y mantener, en las condiciones más difíciles, la disciplina férrea necesaria para la victoria del proletariado.

La primera pregunta que surge es la siguiente: ¿cómo se mantiene la disciplina del partido revolucionario del proletariado? ¿Cómo se controla? ¿Cómo se refuerza? Primero, por la conciencia de la vanguardia proletaria y por su fidelidad a la revolución, por su firmeza, por su espíritu de sacrificio, por su heroísmo. Segundo, por su capacidad de vincularse, aproximarse y hasta cierto punto, si queréis, fundirse con las más grandes masas trabajadoras, en primer término con la masa proletaria, pero también conla masa trabajadora no proletaria. Tercero, por lo acertado de la dirección política que lleva a cabo esta vanguardia; por lo acertado de su estrategia y de su táctica políticas, a condición de que las masas más extensas se convenzan de ello por experiencia propia. Sin estas condiciones, no es posible la disciplina en un partido revolucionario, verdaderamente apto para ser el partido de la clase avanzada, llamada a derrocar a la burguesía y a transformar toda la sociedad. Sin estas condiciones, los intentos de implantar una disciplina se convierten, inevitablemente, en una ficción, en una frase, en gestos grotescos. Pero, por otra parte, estas condiciones no pueden brotar de golpe. Van formándose solamente a través de una labor prolongada, a través de una dura experiencia; su formación se facilita a través de una acertada teoría revolucionaria, que, a su vez, no es ningún dogma, sino que sólo se forma definitivamente en estrecha relación con la práctica de un movimiento que sea verdaderamente de masas y verdaderamente revolucionario.

Si el bolchevismo pudo elaborar y llevar a la práctica con éxito en los años 1917-1920, en condiciones de una gravedad inaudita, la centralización más severa y una disciplina férrea, se debe sencillamente a una serie de particularidades históricas de Rusia.

De una parte, el bolchevismo surgió en 1903, sobre la más sólida base de la teoría del marxismo. Y que esta teoría revolucionaria es justa –y que es la única justa– ha sido demostrado, no sólo por la experiencia internacional de todo el siglo XIX, sino también, en particular, por la experiencia de las desviaciones, los titubeos, los errores y los desengaños del pensamiento revolucionario en Rusia. En el transcurso de casi medio siglo, aproximadamente de 1840 a 1890, el pensamiento avanzado en Rusia, bajo el yugo del despotismo inaudito del zarismo salvaje y reaccionario, buscaba ávidamente una teoría revolucionaria justa, siguiendo con un celo y una atención admirables cada «última palabra» de Europa y América en este terreno. Rusia hizo suya la única teoría revolucionaria justa, el marxismo, en medio siglo de torturas y de sacrificios inauditos, de heroísmo revolucionario nunca visto, de energía increíble y de investigación abnegada, de estudio, de experimentación en la práctica, de desengaños, de comprobación, de comparación con la experiencia de Europa. Gracias a la emigración provocada por el zarismo, la Rusia revolucionaria de la segunda mitad del siglo XIX contaba con una riqueza de relaciones internacionales, con un conocimiento tan excelente de todas las formas y teorías del movimiento revolucionario mundial como ningún otro país del mundo.

De otra parte, el bolchevismo, surgido sobre esta base teórica granítica, tuvo una historia práctica de quince años (1903-1917) que, por la riqueza de la experiencia que representa, no puede ser comparada a ninguna otra en el mundo. Pues ningún país, en el transcurso de estos quince años, pasó ni aproximadamente por una experiencia revolucionaria tan rica, por una rapidez y una variedad tales de la sucesión de las distintas formas del movimiento, legal e ilegal, pacífico y tormentoso, clandestino y abierto, de propaganda en los círculos y de propaganda entre las masas, parlamentario y terrorista. En ningún país estuvo concentrada en un periodo de tiempo tan breve una riqueza tal de formas, de matices, de métodos de lucha de todas las clases de la sociedad contemporánea, lucha que, además, como consecuencia del atraso del país y del peso del yugo del zarismo, maduraba con particular rapidez y asimilaba con particular avidez y eficacia la «última palabra» correspondiente de la experiencia política americana y europea.

III

Las principales etapas en la historia del bolchevismo

Años de preparación de la revolución (1903-1905). Presagios de gran tormenta por todas partes, fermentación y preparación en todas las clases. En el extranjero, la prensa de la emigración plantea teóricamente todas las cuestiones esenciales de la revolución. Los representantes de las tres clases fundamentales, de las tres tendencias políticas principales: la liberal-burguesa, la democrático-pequeñoburguesa (cubierta bajo la etiqueta de las corrientes «socialdemócrata» y «socialrevolucionaria») y la proletaria revolucionaria, mediante una lucha encarnizada de concepciones programáticas y tácticas, anuncian y preparan la futura lucha abierta de clases. Todas las cuestiones por las cuales las masas tomaron las armas en 1905-1907 y en 1917-1920, pueden (y deben) verse, en forma embrionaria, en la prensa de aquella época. Naturalmente, entre estas tres tendencias principales hay todas las formaciones intermedias, transitorias, híbridas, que se quiera. Más exactamente: en la lucha entre los órganos de prensa, los partidos, las fracciones, los grupos, van cristalizándose las tendencias ideológicas y políticas realmente de clase; las clases se forjan un arma ideológico-política adecuada para los combates futuros.

Años de revolución (1905-1907). Todas las clases entran abiertamente en acción. Todas las concepciones programáticas y tácticas son comprobadas por medio de la acción de las masas. Lucha huelguística nunca vista en el mundo, por su amplitud y su carácter agudo. Transformación de la huelga económica en política y de la huelga política en insurrección. Comprobación práctica de las relaciones existentes entre el proletariado dirigente y los campesinos dirigidos, vacilantes, dudosos. Nacimiento, en el desarrollo espontáneo de la lucha, de la forma soviética de organización. Los debates de aquel entonces sobre el papel de los Soviets son una anticipación de la gran lucha de 1917-1920. La sucesión de los métodos de lucha parlamentarios y no parlamentarios, de la táctica de boicot del Parlamento y de participación en el mismo, de las formas legales e ilegales de lucha, así como sus relaciones recíprocas y los vínculos existentes entre ellos, todo esto se distingue por una asombrosa riqueza de contenido. Cada mes de este periodo vale, desde el punto de vista del aprendizaje de los fundamentos de la ciencia política –para las masas y los jefes, para las clases y los partidos–, por un año de desenvolvimiento «pacífico» y «constitucional». Sin el «ensayo general» de 1905, la victoria de la Revolución de Octubre en 1917 hubiera sido imposible.

Años de reacción (1907-1910). El zarismo ha triunfado. Han sido aplastados todos los partidos revolucionarios y de oposición. Desaliento, desmoralización, escisiones, dispersión, traiciones, pornografía en vez de política. Reforzamiento de las tendencias al idealismo filosófico; misticismo, como disfraz de un estado de espíritu contrarrevolucionario. Pero al mismo tiempo esta gran derrota da a los partidos revolucionarios y a la clase revolucionaria una verdadera lección sumamente saludable, una lección de dialéctica histórica, una lección de inteligencia, de destreza y arte para conducir la lucha política. Los amigos se conocen en la desgracia. Los ejércitos derrotados se instruyen celosamente.

El zarismo victorioso se ve obligado a destruir precipitadamente los residuos del régimen de vida preburgués, patriarcal en Rusia. El desenvolvimiento burgués del país progresa con rapidez notable. Las ilusiones situadas al margen de las clases, por encima de ellas, ilusiones sobre la posibilidad de evitar el capitalismo, caen hechas polvo. Entra en escena la lucha de clases de un modo absolutamente nuevo y con mayor relieve.

Los partidos revolucionarios deben completar su instrucción. Han aprendido a atacar. Ahora, deben comprender que esta ciencia tiene que estar completada por la de saber replegarse con el mayor acierto. Hay que comprender –y la clase revolucionaria aprende a comprenderlo por su propia y amarga experiencia– que no se puede triunfar sin aprender a tomar la ofensiva y a llevar a cabo la retirada con acierto. De todos los partidos revolucionarios y de oposición derrotados, fueron los bolcheviques quienes retrocedieron con más orden, con menos quebranto de su «ejército»; con una conservación mejor de su núcleo central, con las escisiones menos profundas e irreparables, con menos desmoralización, con más capacidad para reanudar la acción de un modo más amplio, acertado y enérgico. Y si los bolcheviques obtuvieron este resultado, fue exclusivamente porque desenmascararon y expulsaron sin piedad a los revolucionarios de palabra, obstinados en no comprender que hay que retroceder, que hay que saber retroceder, que es obligatorio aprender a actuar legalmente en los Parlamentos más reaccionarios, en las organizaciones sindicales, en las cooperativas, en las mutualidades y otras organizaciones semejantes, por más reaccionarias que sean.

Años de ascenso (1910-1914). Al principio, el ascenso fue de una lentitud inverosímil; luego, después de los sucesos del Lena, en 1912, un poco más rápido. Venciendo dificultades enormes, los bolcheviques eliminaron a los mencheviques, cuyo papel, como agentes burgueses en el movimiento obrero, fue admirablemente comprendido por toda la burguesía después de 1905 y a los cuales, por este motivo, esta última sostenía de mil maneras contra los bolcheviques. Pero estos no hubieran llegado nunca a semejante resultado, si no hubiesen aplicado una táctica acertada, combinando la actuación ilegal con la utilización obligatoria de las «posibilidades legales». En la más reaccionaria de las Dumas, los bolcheviques conquistaron toda la curia obrera.

Primera guerra imperialista mundial (1914-1917). El parlamentarismo legal, con un «Parlamento» ultrarreaccionario, presta los más grandes servicios al partido del proletariado revolucionario, a los bolcheviques. Los diputados bolcheviques van a Siberia. En la prensa de la emigración hallan plena expresión todos los matices del socialimperialismo, del socialchovinismo, del socialpatriotismo, del internacionalismo inconsecuente y consecuente, del pacifismo y de la negación revolucionaria de las ilusiones pacifistas. Las eminencias estúpidas y los vejestorios de la II Internacional, que fruncían el ceño con desdén y soberbia ante la abundancia de «fracciones» del socialismo ruso y la lucha encarnizada de estas entre sí, fueran incapaces, en el momento en que la guerra suprimió en todos los países adelantados la cacareada «legalidad», de organizar, aunque no fuera más que aproximadamente, un libre (ilegal) intercambio de ideas y una libre (ilegal) elaboración de concepciones justas, semejantes a las que los revolucionarios rusos organizaron en Suiza y otros países. Ha sido precisamente por esto por lo que los socialpatriotas descarados y los «kautskistas» de todos los países han resultado los peores traidores del proletariado. Y si el bolchevismo pudo triunfar en 1917-1920, una de las causas fundamentales de semejante victoria se debe a que desde finales de 1914 desenmascaró sin piedad la villanía, la infamia, la abyección del socialchovinismo y del «kautskistas» (al cual corresponde el longuetismo[1]