La era del Corazón - Sebastián Blaksley - E-Book

La era del Corazón E-Book

Sebastián Blaksley

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Beschreibung

Se está produciendo un salto cuántico en la historia de la humanidad. Un salto de enormes proporciones ha comenzado, el cual está divinamente ordenado, es imparable y ya se está sintiendo. Tendrá un formidable impacto en todos, en todos los sistemas humanos y en toda la vida en la Tierra. Los cambios desestructurarán lo viejo y revelarán lo nuevo. La era del Corazón es una revelación de la voz de Cristo recibida a través de Sebastián recordándonos que la creación —incluyéndonos a nosotros mismos— está haciendo un viaje desde el olvido de nuestro verdadero ser hacia la plena conciencia del amor perfecto que somos. Anuncia nada menos que el nacimiento de un cielo nuevo y una tierra nueva, una era basada en la verdad y el amor. Ya se está produciendo una gran transformación, lo que pone en perspectiva la agitación que se está experimentando en tantos niveles. Estos acontecimientos no son más que los dolores de parto de una transmutación universal. Cada individuo, así como todos los asuntos humanos, se transformarán a medida que la era de la razón, con su intelecto dominante, entre en relación santa con el corazón. En esencia, se trata de un cambio de conciencia. Una conciencia superior marcará el comienzo de una humanidad de esplendor sin precedentes, una expresión viva de amor.

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La era del Corazón. El nacimiento de un nuevo cielo y una nueva tierra

© de los textos: Sebastián Blaksley, 2023

© de esta edición: Editorial Tequisté, 2024

Corrección: M. Fernanda Karageorgiu

Diseño gráfico y editorial: Alejandro Arrojo

1ª edición: enero de 2024

Editorial Tequisté:

[email protected]

www.tequiste.com

IG: @tequiste

YT: @tequiste

FB: @tequisteeditorial

WP: AR +54 9 11 6154 5552

ES +34 657 20 65 99

ISBN: 978-987-8958-54-5

Se ha hecho el depósito que marca la ley 11.723

No se permite la reproducción total o parcial de esta obra, ni su tratamiento informático, ni su distribución o transmisión de forma alguna, ya sea electrónica, mecánica, auditiva, digital, por fotocopia u otros medios, sin el permiso previo por escrito de su autor o el titular de los derechos.

LIBRO DE EDICIÓN ARGENTINA

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Blaksley, Sebastián

La era del corazón : el nacimiento de un nuevo cielo y una nueva tierra / Sebastián Blaksley. - 1a ed. - Pilar : Tequisté. TXT, 2024.

Libro digital, EPUB

Archivo Digital: descarga y online

ISBN 978-987-8958-54-5

1. Espiritualidad. 2. Misticismo Cristiano. 3. Dios. I. Título.

CDD 248.22

Sobre el receptor

Nacido en 1968, Sebastián Blaksley es originario de Buenos Aires, Argentina, y miembro de una numerosa familia católica tradicional. Asistió al Colegio del Salvador, una escuela perteneciente a la orden religiosa de los jesuitas, cuyo responsable general fue Jorge Bergoglio, el actual Papa Francisco.

Aunque de joven quería ser monje, su familia no lo consideraba adecuado, y la voz interior a la que siempre obedeció le hizo saber que: “debes estar en el mundo, sin ser del mundo”. Estudió Administración de Empresas en Buenos Aires y completó sus estudios de posgrado en los Estados Unidos y Argentina. También asistió a otros estudios en Inglaterra, seguido de varios puestos de alta responsabilidad en corporaciones internacionales conocidas. Vivió y trabajó en los Estados Unidos, Inglaterra, China y Panamá. Luego fundó su propia firma consultora para desarrollo de negocios en Argentina, la cual dirigió durante más de 10 años. Sebastián tiene dos hijas con su ex esposa.

A la edad de seis años, estuvo involucrado en un accidente casi fatal durante el cual escuchó una voz que luego se identificó como Jesús. Desde entonces ha seguido escuchando esa voz. “Desde que tengo memoria, he sentido el llamado de Jesús y María a vivir abandonado a su voluntad; de modo que, a pesar de mis diversas actividades, siempre he puesto y pongo la realidad espiritual y religiosa en el centro. Soy ferviente devoto de mi fe católica”, afirma Sebastián.

En 2013, tuvo experiencias místicas en las que se le asignó la tarea de escribir, cuyo resultado se plasma en la obra que hoy conocemos como Mi diálogo con Jesús y María, un retorno al Amor, compuesta por cuatro libros. En 2016 descubrió milagrosamente Un curso de amor y sintió el llamado a dedicarse a llevarlo al mundo de habla hispana. Además, ahora recibe, transcribe y comparte lo que dicta la voz de Cristo, la voz del amor. Más recientemente, recibió La era del Corazón y anteriormente Elige solo el amor, una serie de siete libros, el primero de los cuales se publicó en diciembre de 2019. Todos ellos editados por Tequisté.

Sebastián es presidente y fundador de la organización sin fines de lucro Fundación Un curso de amor, también denominada Fundación amor vivo. www.fundacionamorvivo.org

Nota del autor

Dios no tiene género, pero los idiomas sí. El lector notará que en esta obra a veces se hace referencia a la Deidad como masculino, a veces como femenino y a veces como “Dios Madre-Padre.” La intención es reflejar la universalidad de lo divino, manteniéndose dentro de las convenciones idiomáticas de la lengua española y de un lenguaje al que la mayoría de los lectores están acostumbrados.

Cómo se originó

El día 3 de octubre de 2021, una semana después de haber finalizado la recepción y transcripción de los textos que se reúnen bajo el nombre de El corazón del ser, estando en silencio y oración, se hizo presente en mí un coro de incontables ángeles del cielo. De sus corazones emergía un himno de alabanza y gratitud al amor de los amores por habernos llamado a la existencia.

Antes de su venida, mi alma queda sumergida en una paz profunda, una quietud que todo lo envuelve en santidad, dicha y pureza. Es ese un estado de gozo inefable. Los sentidos del cuerpo se acallan, y una especie de “silbido” sereno y armonioso se escucha en mis oídos físicos y se siente en todo el cuerpo. Una sensación de ser acariciado por una brisa suave y danzante cubre la totalidad de mi rostro. Todo eso y otras cosas llenas de belleza e inocencia suceden súbitamente como antesala de la venida de las manifestaciones. De tal manera que mi humanidad se prepara para recibir lo que el cielo dispone.

Mi alma sabe, de un modo que no se puede poner en palabras, que el cántico de inefable hermosura que entonan los ángeles y es expresado desde y en sus corazones; es el que se canta constantemente en la creación. Es su respuesta a la Divina Madre por haberla llamado a la existencia, es decir, por darle la vida.

Es este un hosanna eterno que la filiación entona al creador de todo lo bello, lo santo, lo perfecto; a aquel que está más allá de todo nombre, toda palabra y todo símbolo. Dentro de ese cántico celestial de indescriptible magnificencia, se hace presente la voz de Cristo, es decir, el Puro pensamiento.

En cada visitación me es mostrado en imágenes y visiones simbólicas aquello que constituye el mensaje en cuestión, el cual luego se transcribe en palabras escritas. Una vez que las imágenes y símbolos me son dados, se hace presente Jesús de Nazareth, el Cristo humanado, en toda su gloria, humanidad y divinidad. Es él quien me dicta lo que luego conforman los capítulos de esta obra, y me instruye en el conocimiento de las mismas. En relación al “dictado”, digo lo siguiente.

Sin ninguna participación volitiva de mi parte, excepto mi buena voluntad, me es dado escuchar con los oídos de mi espíritu el canto que siempre precede a las visiones o revelaciones. Es un cántico sin palabras, el cual experimento como música del alma, una canción olvidada hace mucho tiempo, pero ahora recordada. Escuchando esas notas celestiales, mi humanidad es sumergida en una alegría incomparable y envuelta por una paz que no tiene contrario. Mi alma y mi cuerpo permanecen abrazados al amor de Cristo. Todo es alegría, perpetua serenidad, pureza e inefable bienaventuranza. Mi ser queda cautivado en un éxtasis del cual desearía no salirse jamás.

En forma simultánea, me es mostrado en la conciencia, como si se tratara de una película o visión clara y nítida, aquello que la voluntad de Dios dispone que vea. Me fueron revelados los procesos creativos divinos, cómo nació el tiempo en unidad con el espacio y cómo la materia permanecería contenida y sujeta a ambos. He visto cómo las tres dimensiones de la realidad material, tiempo-espacio-materia, son una expresión de la mente que se ha limitado a sí misma. Los tres están dentro de la mente separada y no al revés. Son una extensión de ella. También me ha sido dado a ver cómo la conciencia universal está viajando hacia el corazón de Dios. Estas revelaciones constituyen el contenido de esta obra. Hay otras verdades que, aunque me han sido mostradas, no forman parte de ella, por disposición de la voz que habla en razón de la verdad y vive eternamente en mí.

Cada una de las visiones o “películas” presentadas a mi consciencia representa un capítulo particular de estos escritos. Después de ver lo que el espíritu de sabiduría quiere que recuerde y vea, entonces la voz de Cristo, en la santísima presencia de Jesús, quien a veces también se revela junto a María, me explica el significado de la visión. Luego me dicta lo que debe escribirse.

Este “dictado” se realiza sin palabras. Es un conocimiento infuso transmitido desde la mente de Cristo a la mía, y desde el corazón del amor al centro de mi ser. En ese flujo de sabiduría, el cual se extiende desde la fuente del conocimiento hermoso hasta lo que soy, todo lo que hay que saber es perfectamente conocido.

Las palabras que dan expresión a esta obra surgen por sí solas; no se piensa en ellas. Dicho de otro modo, la mente pensante no crea ni los símbolos, ni los vocablos ni la sintaxis o estructura idiomática. Todo ello simplemente fluye debido a la unión entre la fuente del conocimiento hermoso y la expresión viva de mi humanidad, la cual se convierte en un lápiz en las manos de Dios. En otras ocasiones, los dictados me son dados en forma de puro pensamiento, es decir, sin ninguna presencia visible, aunque sí audible y sensitiva: es Cristo en su pura esencia incorpórea.

Hay un mensaje en el hecho de que se realicen dictados en presencia tanto de Jesús como de María, así como en la pura abstracción de la voz de Cristo. La manera en que los mensajes son recibidos muestra que nos encontramos en el tiempo de la unión: de lo femenino y lo masculino, de lo divino y lo humano, de lo corporal y espiritual. En fin, es una demostración en el tiempo del retorno a la unidad del ser, es decir, de la trascendencia de las polaridades propias de la dualidad. Todo esto es un preludio del tiempo de la plenitud del amor, en el que el cielo y la tierra se reconocerán y se verán como uno, tal como siempre lo han sido y por siempre lo serán.

Lo que se quiere decir con todo esto es lo siguiente: la voz de Dios seguirá hablando a la humanidad tanto como sea necesario. Sin embargo, a partir de estos tiempos ya no lo hará por medio de formas separadas, sino de unidad. Esto sucederá así hasta que los símbolos dejen de ser necesarios y su dulce voz sea escuchada sin interrupción en el inefable lenguaje del amor, que es el de las almas puras, y por ende el del ser.

En las visiones se me muestra la historia de la creación, la evolución de la consciencia y el destino de todas las cosas. Me es revelado también el origen del tiempo, el camino de las almas y de la humanidad, como parte de la expresión de la consciencia universal.

Me ha sido dado a entender que el conocimiento que me es revelado en esta manifestación existe en todos, ya que forma parte de nuestra realidad. Por tal razón es que considero que la palabra más exacta para describir estos mensajes no sería “revelación” sino “recordar”.

Esta obra es una expresión de la mente universal que da testimonio del hecho de que estamos recordando en forma individual y colectiva de dónde venimos, dónde estamos y a dónde vamos. En otras palabras, recordando la verdad que hemos venido a recordar, la cual no es otra que la verdad acerca de qué somos.

Con amor en Cristo,

Sebastián Blaksley

Introducción

Amada de mi corazón, alma llena de santidad, en nuestro amor se revela la verdad. En nuestra unión, la sabiduría. Juntos creamos nueva vida. He venido a tomar tu mano, tu tiempo y humanidad para llevar luz a las mentes y paz a los corazones por medio de estas palabras.

El mundo necesita saber, por esa razón es que vengo a revelar cuál es el camino que recorre la creación. Dicho de otro modo, a responder la pregunta que existe en los corazones de nuestros hermanos y hermanas, y que dice así: ¿Dónde estoy y a dónde voy?

Observa, amada mía, que se ha omitido en la pregunta la parte que dice “¿de dónde vengo?” Esto se debe a que ya ha sido respondida en los escritos que anteriormente te fueran dados, para compartir con el mundo entero. Si te detienes —y meditas con serenidad lo que aquí se te dice— descubrirás que existe una relación directa entre todas las palabras que juntos extendemos. Ellas forman parte de una totalidad.

Conocer el origen de tu existencia es también conocer tu realidad y destino, pues son uno y lo mismo. Sin embargo, como a veces la mente y el corazón necesitan separar algunos símbolos para luego darles significado en la totalidad conforme al lenguaje humano, es que se han creado sucesivos escritos de los cuales estos son parte integral.

Estas palabras van dirigidas a la consciencia del Cristo en ti. Ya no hablamos de una mente o un corazón, pues has alcanzado el estado de plenitud del ser que es aquel en el que reconoces que ambos son una unidad inseparable, en lo que eres como humanidad santa. De modo tal que no existen razones para hacer distinción entre lo uno y lo otro.

A la unidad de mente y corazón la llamamos consciencia del ser. Es allí a donde va dirigida esta expresión de amor y verdad. Mi voz, representada en esta obra, llegará allí donde tenga que llegar. El alma que la reciba comprenderá por qué es hija de la luz que brilla en todo lugar.

No le hablamos a alguien en particular, como si fuera un individuo, pues ya se ha reconocido jubilosamente —y aceptado— el hecho de que no existe tal cosa como un ser individual. Estamos hablando desde la totalidad de la Fuente hacia la unidad de la creación. Existe la consciencia universal, la cual es extensión perfecta de la divina. Esta abraza a aquella.

Usamos dos términos para que se pueda comprender con mayor facilidad que, en esta revelación, la consciencia del Creador se manifiesta a la del creado en unidad de amor y sabiduría. Ambas forman una relación: creado y creador; origen y destino; alfa y omega.

Dicho llanamente, estos escritos son una manifestación del conocimiento de Cristo, revelándose por amor a la humanidad. Un amor que estará presente hasta la consumación de los tiempos, es decir, por toda la eternidad. Van dirigidas al centro de tu ser, y con ello al de la consciencia universal, en razón de la unidad del ser. Recuerda que somos una sola mente, un solo corazón, una sola alma. Unidos somos la luz de la vida.

Alma pura, a medida que vayas recorriendo esta obra, es probable que te topes con revelaciones que la mente pensante no comprenda, y en razón de ello le cueste aceptarlas. Eso procede simplemente de la costumbre de utilizar lo aprendido como fuente del saber, en vez de permitir que la verdad sea revelada. No te detengas por ello.

Sigamos juntos de la mano, hasta que se diga todo lo que tenga que decirse, en razón de nuestra sabiduría perfecta. Mira que la totalidad conlleva dentro de sí un regalo que la parte por sí sola no puede dar.

Absorbe cada palabra que aquí se te regala, como si fueran gotas de rocío bajadas del cielo. Déjate llevar por ellas. Siéntelas. Abrázalas con toda tu alma y todo tu ser. Permite que el poder que en ellas existe embeba tu humanidad y se extienda más allá de ti mismo, en razón de nuestro amor. Así es como se las regalamos al mundo entero y a toda la creación. No en virtud de las leyes de lo viejo, sino de las del espíritu de Dios Madre-Padre, quien hace nuevas todas las cosas.

Recuerda, amada de mi divino corazón, que nada es imposible para Mí. Por lo tanto, tampoco lo es para ti, que eres uno conmigo. Mi voz llega al centro de lo que eres. Tu alma sabe quién le está hablando. Conoce la voz de la verdad. Reconoce la sabiduría de Dios, pues en ella existe, se mueve y es.

No le niegues a tu ser la dulzura de mi voz y la alegría de permanecer en la unidad de la santidad. Unidos somos la casa de la verdad, el refugio de paz en el que nuestros hermanos y hermanas anhelan habitar, extensión purísima de la sabiduría del cielo. Juntos creamos el nuevo cielo y la nueva tierra. Estas palabras dan testimonio de ello.

Bendita seas tú, que escuchas mi voz y la sigues.

1 El viaje del alma

I. El origen de todo

Toda alma realiza un viaje sin distancia desde el corazón de Dios hacia el conocimiento de Cristo. Si bien ambos son una unidad, la cual reside en la esencia divina, este viaje —por decirlo de algún modo— es necesario para que exista la individuación del ser. Como alma, has estado moviéndote desde un punto hacia el otro.

Ciertamente las expresiones “un punto” o “movimiento” no deben ser entendidas literalmente, ya que la realidad no tiene partes o lugares a donde se pueda ir, ya que es infinitamente una. En ella no puede haber espacios que recorrer. Sin embargo, sí que se lleva a cabo un movimiento de realización de la consciencia del ser.

El creado emerge de la fuente de la vida, y es impulsado a conocerse a sí mismo como lo que es, es decir, como expresión del amor perfecto; conocimiento este que solo puede alcanzarse en la verdad, pues ella es su esencia, realidad y morada. Solo cuando este se alcanza, puede decirse que se ha alcanzado la plenitud, puesto que el conocimiento y lo que el creado es son uno y lo mismo. De Dios Madre-Padre procede, en el Espíritu de amor existe y hacia Cristo se dirige el ser creado por puro amor santo.

Lo que acontece en el alma también sucede en la consciencia universal a la que está indisolublemente unida, y viceversa. De tal modo que la trayectoria que cada una recorre es la misma que aquella que transita la humanidad como un todo. Brotas de mi divino corazón. Se te revela el don de la libertad de elegir deliberadamente al amor. Recorres el camino que te lleva al conocimiento de quién eres en verdad, para hacer la opción por el amor. Y luego, te fundes en el sagrado corazón, el cual es la unidad de mi divino ser y la verdadera creación.

Dicho llanamente, del amor procedes, en el amor te conoces y al amor retornas, en el perfecto conocimiento de tu eterna unicidad. Lo mismo sucede con aquello que llamaremos consciencia colectiva. Toda alma pertenece a un colectivo. Por esa razón es que podemos hablar de familia humana. La suma infinita de todos los colectivos, o grupos de creaciones, por decirlo de alguna manera, conforma la filiación.

Cuando decidiste conocerte a ti mismo fuera de la fuente del saber hermoso, es decir de la verdad, te uniste a un tipo de conocimiento que no era tal. Esta decisión no era irrevocable. Esto se debe a que en realidad esa fue la elección de no conocerte. Lo hiciste basándote en la idea de que no era necesario unirte al conocimiento de la verdad acerca de lo que eres. Esto te costó la consciencia del cielo de tu ser.

Para que ello sea posible, tuvo que existir de antemano una consciencia colectiva a la que puedas unirte, la cual estuviera fundamentada en la negación del conocimiento, y por ello del ser. Sin embargo, esa opción estaba destinada a no perdurar, ya que lleva dentro de sí las cimientes de la disolución.

La negación del ser implica necesariamente dejar de existir. Dado que eso es imposible, pues la eternidad es tu fuente y realidad, lo que sucedería al hacer esa opción es que crearías un estado de conflicto, un reino de caos donde no se puede morar en paz. Pero en él habría una puerta de salida, que es la misma por la que ingresaste. Es decir, tu libre determinación.

¿Cómo llegarías al punto en que ejercerías tu libre albedrío para hacer la opción fundamental de vivir en la verdad? Es de lo que se trata la experiencia que llamas del mundo. O, si prefieres, para ser más específicos, una dimensión de tiempo, materia y espacio aparentemente separada de Dios.

Naturalmente, una realidad desunida de la fuente de la creación, es decir del amor, es algo imposible. Para eso, la mente hizo un uso inexacto de sus facultades, es decir, de lo que es. En vez de co-crear en Cristo, fabricó lo que llamas fantasías. Es esta una capacidad del alma que nada tiene que ver con la creación original.

II. El amor: la única realidad

Dios no alberga fantasías acerca de nada. Tu ser tampoco. De un sistema de pensamiento basado en cosas imaginarias, solo surgiría un mundo de imágenes. Y así sucedió. No en la creación divina, sino en tu experiencia particular, dentro de un colectivo que estaba en armonía con ello.

Recuerda que siempre pertenecerás a una consciencia universal, independientemente de cómo la concibas. Puedes permanecer unida a la consciencia de la Luz o a la inconsciencia del ser. En ambos casos pertenecerás a un “colectivo” a lo que te adhieres.

Nada en la creación puede existir sin estar unido a algo mayor a sí mismo. La parte no puede prescindir del todo, pues para ser “parte” debe serlo de algo. Ese algo es la totalidad a la que esta se une. En otras palabras, la identidad es siempre una cuestión compartida. Ninguna criatura puede ser fuente de su propia identidad. Solo Cristo es el origen de la verdadera identidad, porque solo Dios Madre-Padre es el fundamento del significado.

Quizá te preguntes para qué hablamos del pasado en una obra que revela lo nuevo. Lo hacemos para que puedas comprender con mayor claridad a dónde estás. Has llegado al punto en el que —como alma individuada y humanidad— retornaste al conocimiento de quién eres en verdad. Con ello, has alcanzado el estado de unidad del ser. Ya no eres un ser sin razón, o que niegas la verdad. Eres el amor reintegrado. Por lo tanto, todo es nuevo. No en razón de lo que el intelecto pueda comprender o imaginar, sino por causa de lo que la consciencia de la verdad que eres va co-creando en unidad con la consciencia suprema. Se ha restablecido la conexión consciente entre tu humanidad y Dios. Es la primera vez que eso sucede en el viaje de tu alma. Permíteme explicarte esto.

En el plano del ser, nunca estuviste separado de la fuente del amor hermoso, porque si eso hubiera sucedido dejarías de existir. Sin embargo, cuando fuiste creado se te dotó de libre albedrío. Esto forma parte de lo que eres. Ser libre es la voluntad de Dios Madre-Padre para sus creaciones. De lo contrario, Él mismo no podría serlo. De tal modo que, al emerger del divino corazón, el alma lleva dentro de sí una pregunta, como si se tratara de una semilla plantada dentro de lo que eres. Tal pregunta existe en todo ser viviente, no solo en el alma humana.

Para ser más precisos, la pregunta fundamental de la cual estamos hablando aquí no existía como pregunta propiamente dicha en el estado primigenio. Esto se debe a que la mente no había aún concebido el lenguaje de la separación, el cual utiliza palabras que nunca pueden ser entendidas por todos ni todo, pues esa es su finalidad. La pregunta fundamental en realidad es un llamamiento, una llamada de Dios a su criatura. Es la voz del amor llamando al alma a hacer la opción por el amor. Toda creación lleva dentro de sí esa llamada.

Dado que el estado mental que surgió en el alma como efecto del estado de separación interpreta todo en base al lenguaje de las palabras que la mente elabora, lo que sucedió es que la llamada se transformó en pregunta. Pero, aun así, sigue siendo un llamamiento, una invitación amorosa que vive en todos los corazones. Es la pregunta que llevaste dentro de tu alma, la cual no te dejaba en paz y preguntaba qué soy.

Detrás de ella está la invitación a elegir solo el amor como tu única realidad y con ello a la verdad como lo que eres. En última instancia, es la voz de Cristo que una y otra vez te dice: ¿me das tu alma? Esta petición que el amor le hace al amor es universal y encierra dentro de sí la gracia del libre albedrío, lo cual es esencial a lo que eres.

El amor y la libertad no pueden ir separados porque son lo mismo. Esa es la razón por la que no existe ser en la creación que no desee ser libre, y por la que el cautiverio nunca será de tu agrado. La libertad es el estado natural del ser. En pocas palabras, si carecieras de libre albedrío, no podrías amar ni vivir en el amor. Eso haría que dejaras de ser. Dado que el amor es quien te ha creado como extensión de lo que es, estás llamado a ejercer tu libertad en razón del amor.

III. Libre albedrío y voluntad

Todos han venido al mundo del tiempo, la forma y el espacio para ejercer su libre albedrío en unión con la verdad. De eso se trata el viaje del alma, de un camino que se recorre desde el no ejercicio de su libertad hacia la plenitud de su ser. Nadie puede alcanzar un estado de plena realización si no ejerce su libertad conscientemente. Dios conoce esto con perfecta comprensión. Él es tan libre como lo eres tú y todas sus creaciones.

Lo que se te está recordando, amada de mi divinidad, es que nadie está obligado a amar. Esto es algo que puedes comprobar de modo sencillo en tu experiencia humana. No te es posible obligar a alguien a que te ame, del mismo modo en que nadie podrá jamás forzarte a amar algo o a alguien. Tampoco a dejar de amarlo.

En pocas palabras, el amor no se puede imponer. Tampoco aprender. Eso es lo que hace que las creencias sean impotentes ante su realidad. Y también los sistemas de pensamiento. Nada puede imponerse al amor. En ello reside su soberanía, fortaleza e inquebrantable paz.

El tiempo se te ha dado para que dispongas de él para ejercer tu libre albedrío. Es decir, para responder a la pregunta que el Creador ha impreso en todos los corazones, llamándolos a aceptar al amor perfecto como su única realidad y su ser. Y de ese modo, pasar a gozar de las maravillas que el amor creó, y eternamente crea, en unión con la verdad.

Igualmente, el espacio se te ha concedido para que exista un sitio de libertad, donde puedas ejercer la opción fundamental. Lo mismo acontece con el cuerpo físico, la personalidad y todo lo que existe en el universo material. Todo está ahí para contribuir a tu perfecta realización, la cual alcanzas al vivir en la libertad de los hijos de Dios.

¿Puedes darte cuenta de que la única diferencia que existe entre unos y otros es simplemente que hay quienes ya han optado y quienes aún postergan esa opción dentro del marco de su libre albedrío, el cual siempre será respetado por Dios? Este criterio de discernimiento es esencial a esta revelación.

Ya no vemos a algunos como buenos o malos, sabios o ignorantes, acertados o equivocados. Miramos todo desde la perspectiva de la verdad. Reconocemos que la diferencia radica únicamente en el hecho de ejercer o no el libre albedrío. Quienes aún no lo han hecho lo harán a su debido tiempo.

Los que ya han respondido a la llamada de lo alto continúan su existencia recorriendo el eterno camino del amor santo. Lo hacen de la mano de Cristo, a quien han aceptado libremente como la verdad, la única realidad de lo que son y la fuente de su ser.

Quizá te preguntes para qué siguen estando en el mundo, durante un tiempo, quienes conscientemente han hecho la opción por el amor y anhelan vivir en la unidad divina de todo corazón. Escucha, amada mía, ¿qué otra razón puede haber para ello, sino la de extender amor? Ellas son amor, almas que han alcanzado en la tierra la unidad del ser. En razón de ello, saben que hay hermanas y hermanos que aún siguen durmiendo el sueño del olvido, un estado de no elección, procedente de la existencia de un conflicto interior que lleva a la mente a no decidirse. Lo saben porque ellas mismas lo han experimentado. Sus memorias han sido sanadas por el amor. Por su libre elección, no dejarán el mundo hasta que no hayan completado su parte en la obra del despertar universal al amor, la cual es una empresa de colaboración, como todo en la creación. Dicho de otro modo, hasta no dar lo que ellas están llamadas a dar, para que el mundo terrenal despierte a la verdad.

Al estar unidas conscientemente a Cristo, lo hacen en perfecta armonía con la voluntad de Dios, con la que son una unidad eterna. Extienden la luz divina de su ser, a pesar de las vicisitudes que pudieran llegar a haber en los caminos del mundo. Esto se debe a que conocen la verdad. No se amedrentan por nada. Saben que no existe tal cosa como el cielo allá y la tierra acá. Conocen la unidad. Gozan extendiendo el amor que son, ahora y siempre.

Vayan donde vayan, las almas que han ejercido su verdadera libertad permanecen unidas al amor. Descansan en paz en sus brazos, estén donde estén, y experimenten lo que experimenten. Sus vidas ya no les pertenecen, pues se las han entregado a Cristo, fuente de toda verdad y santidad, para que se realice en ellas, y a través de ellas, lo único que puede ser realizado: la eterna extensión de Dios. Al saberse eternamente amadas por un amor que no tiene principio ni fin, y en cuya realidad se encuentra la plenitud del ser, gozan perpetuamente de la alegría de la perfecta realización.

2 El movimiento de la consciencia

I. El todo y la parte

Así como el alma realiza un viaje sin distancia desde el estado de ser creada, en la pura potencialidad del ser, hacia la toma de consciencia de su identidad, es decir, hacia el conocimiento pleno de lo que es, de la misma manera sucede con la consciencia universal. Esto quiere decir que tanto el alma particular como la consciencia colectiva a la que esta se une realizan un movimiento acompasado. Son parte de una misma realidad. Son unidad.

No es posible comprender el camino del alma, sin conocer el de la consciencia universal a la que pertenece. Ni viceversa. Ambas son parte de una totalidad que no puede separarse, si es que se desea entender las cosas a la luz de la verdad. Para responder a la pregunta de qué es la humanidad, hacia dónde está yendo, o dónde está, solo necesitas saber lo que acontece en tu realidad. En pocas palabras, no hay diferencia entre el viaje de la creación y el tuyo.

El creado siempre realiza la misma jornada, la cual puede definirse como un camino hacia el conocimiento de lo que es. Este conocer no significa solamente saber, sino pura aceptación. Esta es la razón por la que aceptar plenamente lo que es trae paz a la consciencia.

La aceptación y el conocimiento van de la mano. Esto se debe a que no aceptar lo que es tal como es significa que crees que puede ser algo distinto a lo que en verdad —y no en fantasías— es. ¿Cómo podrías desear que las cosas sean diferentes de lo que son, si no albergaras de antemano la creencia de que algo así es posible? Digámoslo de otro modo: no aceptar la realidad de las cosas tal como son es señal de que crees que puede haber otra fuente del saber diferente de la realidad. ¿No es esto acaso una negación de la realidad misma?, ¿con qué otro motivo se la negaría, sino para sustituirla por algo diferente?

Alma bien amada, la realidad es la única fuente del saber hermoso, porque es la eterna extensión de Dios Madre-Padre, fuente y propósito del conocimiento. A ella solo puede accederse cuando la mente y el corazón, unidos en la verdad, están en paz.

La serenidad de espíritu es necesaria para permitir que la benevolencia de la verdad se haga presente. La razón por la que esto es así se debe a que el amor solo hace acto de presencia allí donde mora la paz. Y, dado que la verdad es la voz y el poder del amor, solo cuando este ingresa en la mente y el corazón humanos, la humanidad puede recibir la revelación.

Aquellos primeros hermanos y hermanas que antaño caminaban por la tierra, aun siendo de naturaleza humana, no habían alcanzado el grado de consciencia que les permitiría concebir la idea de Dios ni del amor. No siempre la humanidad expresó su anhelo de unión a lo trascendente, o su impulso a la búsqueda de la verdad. Esto debiera decirte algo. Eso sucede porque es la consciencia la que dicta el modo de ser de la criatura, es decir, su expresión.

Podemos afirmar que los primeros hijos de Dios que pisaron la tierra llevaban dentro de sí una semilla bendita, la cual ahora es una hermosa flor desplegada en tu humanidad. Del mismo modo, tú llevas dentro de tu corazón una semilla divina, la que se manifestará como una nueva flor de santidad que embellecerá la creación. Así es como el universo avanza hacia la plena consciencia del amor que es.

Para entender con mayor claridad lo que se está recordando en este diálogo es importante que mires a lo creado como expresión de la consciencia y no al revés. Si bien ambas son una unidad, te resultará más sencillo ver a una como manifestación de la otra, al menos por ahora.

Con esta idea en mente, puedes ver cómo la vida humana es expresión del tipo de consciencia universal a la que está unida en el presente. Y esta, a su vez, se encuentra en un determinado grado de unión con la verdad. En realidad, el camino terrenal que recorres, al igual que tus hermanas y hermanos en Cristo, no es otra cosa que una senda de regreso a la casa del Padre.

II. La consciencia de ser

Cuando hablamos de humanidad, nos referimos a la expresión presente de tu naturaleza en el plano del tiempo y el espacio. Hacemos esta aclaración para que no se confunda la manifestación temporal en la realidad física con la manifestación eterna de tu ser. Lo que eres no deja de ser lo que es cuando has cumplido tu propósito en el plano de la expresión material.

Existe la humanidad celestial, es decir, la vida de lo que eres en la plena realización divina. En ella, permaneces unida a todas las realidades manifestadas y por manifestar, las cuales están siempre en armonía con el ser de puro amor que les da existencia. Dicho de otro modo, vives plenamente consciente en la realidad divina.

La consciencia, que es lo que eres en verdad, se va manifestando para conocerse. Tu humanidad física —o experiencia terrenal— es un medio para conocerte. Y de ese modo responder a la llamada del amor. Sin dudas es uno indirecto, puesto que el conocimiento halla su fuente en Dios. Pero, aun así, no deja de ser el instrumento elegido para tu plena realización hacia la toma de consciencia de lo que eres. Como tal, es perfecto, ya que su fin es la perfección.

No existe nada en tu humanidad que no deba ser abrazado en el amor, porque toda ella te permite llegar a donde verdaderamente anhelas estar. Es decir, a vivir la vida de Dios conscientemente en la unidad del ser.

El conocimiento que aquí se revela por medio de la expresión en la palabra humana no estaba disponible antes de este tiempo. Si bien este existía como pura potencialidad en el alma, eso no significa que se hubiera manifestado. Lo no manifestado no es conocido.

Así como la humanidad no siempre fue consciente de la existencia del Ser supremo, tampoco lo fue de la verdad de que ese Ser fuera amor y nada más que amor. Una vez que alcanzó el grado de consciencia capaz de hacer de esta verdad una realidad para ella, pudo dar el paso siguiente. Ese paso es el que se está dando en el presente de la historia de la creación; el cual lleva a la plena aceptación de que no solamente el Creador es amor, sino que también lo es el creado, al ser una unidad eternamente santa.

Quizá pienses que esto no es de gran relevancia, pero déjame decirte que sí lo es. En efecto, es un salto cuántico en la consciencia universal, tan transformador como lo fue la expansión de consciencia que llevó al mundo a crear religiones y todo tipo de concepciones espirituales y filosóficas. De ello surgió el mundo que experimentas.

No hay un solo sistema de gobierno, organización humana o de desarrollo en las ciencias que no sea el que es como efecto de la consciencia universal que le da origen. Esta es la razón por la que, en un pasado inmemorial, era imposible que las expresiones que hoy existen en el mundo pudieran existir. Todo tiene su tiempo en el reino del tiempo, incluso para la consciencia.

Una cosa es tener una cosmovisión en la que te concibes como un cuerpo, abandonado a la deriva en un mundo temible y peligroso; y otra muy diferente es la de saberte la hija bien amada de un Dios Madre-Padre que es amor infinito y poder sin límites, y cuya única voluntad es que seas eternamente feliz en Él, para lo cual te ha hecho heredero de su honor y su gloria. De una, surgirá un mundo de luchas, competencias y supervivencia, en fin, un mundo sin piedad; de otra, uno en el que se alabará a Dios en la eterna realidad del amor, no como efecto de una creencia, sino como expresión viva de lo que dicta el corazón unido a la mente en santidad.

III. La luz de la verdad

Ha llegado el tiempo en que la expresión de la creación refleje a viva luz la verdad. Un tiempo sin igual. En verdad os digo que no lo ha habido hasta ahora, desde que el espíritu de Dios sopló sobre la tierra yerma y llamó a las criaturas a la existencia.

¿Crees acaso que los que te antecedieron siempre conocieron el amor? No. No lo hicieron sino hasta que la consciencia estuvo lista para poder manifestar ese conocimiento. Dado que la manifestación y su fuente son una unidad, el amor solo hizo acto de presencia en la consciencia universal cuando estuvo lista para aceptarlo como parte de lo que es. Toda expresión tiene su origen en el ser que le da existencia.