Elige solo el amor: La morada santa - Sebastián Blaksley - E-Book

Elige solo el amor: La morada santa E-Book

Sebastián Blaksley

0,0

Beschreibung

La morada santa Reconocer nuestra verdadera identidad es aceptar que somos santos, no por lo que nosotros creamos o por lo que un mandato externo haya definido. Somos santos porque Dios es santo y fuimos creados por su amor. Simplemente por esa razón. Una vez que elegimos solo el amor, hacemos la opción de vivir en la verdad y eso supone aceptar que nuestro ser habita en la morada santa, es decir en el amor divino. Somos un ser de puro amor santo. Expresar esta verdad en nuestras vidas es lo que nos permite vivir en plenitud. No somos lo que el mundo nos ha dicho que somos. Somos la santidad personificada. Somos el amor encarnado. Somos Cristo. Hacia la aceptación de esta verdad es hacia donde nos lleva La morada santa. Elige solo el amor Elige solo el amor vino como una revelación para ayudarnos a hacernos más conscientes de la relación directa que tenemos con el amor que Dios es. Esta relación es universal aunque no siempre somos conscientes de ello. A través de la aceptación de la relación directa con Dios, reconocemos lo que somos en verdad. Elige solo el amor es un compañero de viaje hacia el encuentro directo con nuestro verdadero ser. Un viaje sin distancia que nos lleva al conocimiento de un amor que no tiene principio ni fin. El amor divino que somos en verdad. Somos un ser de puro amor. Un ser que vive en relación directa con Dios. Un ser santo. Reconocer esto dentro de la relación directa con Dios es posible, y nos ayuda a reconfigurar nuestras vidas aquí y ahora, para vivir una vida en plenitud, es decir una vida llena de alegría de ser y sentido de propósito. La revelación apunta a la sanación de la memoria. Es decir, a la restauración en nuestra consciencia del conocimiento del amor de Dios, en el que alcanzamos la plenitud del ser. El alma sabe quién la creó, y siempre vuelve al primer amor y ese es Dios.

Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:

Android
iOS
von Legimi
zertifizierten E-Readern
Kindle™-E-Readern
(für ausgewählte Pakete)

Seitenzahl: 463

Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:

Android
iOS
Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



Elige Solo el Amor Libro VLa morada santa

Sebastián Blaksley

Legales

Elige solo el amor

Libro V: La morada santa

© de los textos: Sebastián Blaksley, 2021

© de esta edición: Editorial Tequisté, 2021

Coordinación editorial: M. Fernanda Karageorgiu

Corrección: Noelia González Gerpe

Colaboración en corrección: Coralie Pearson

Diseño gráfico y editorial: Alejandro G. Arrojo

1ª edición: junio de 2021

Producción editorial: Tequisté

[email protected]

www.tequiste.com

ISBN: 978-987-4935-18-2

ISBN: 978-987-4935-76-2

Se ha hecho el depósito que marca la ley 11.723

No se permite la reproducción total o parcial de esta obra, ni su tratamiento informático, ni su distribución o transmisión de forma alguna, ya sea electrónica, mecánica, digital, por fotocopia u otros medios, sin el permiso previo por escrito de su autor o el titular de los derechos.

LIBRO DE EDICIÓN ARGENTINA

---

Blaksley, Sebastián

Elige solo el amor : libro 5 : la morada santa / Sebastián Blaksley. - 1a ed. - Pilar : Tequisté. TXT, 2021.

Libro digital, EPUB

Archivo Digital: descarga y online

ISBN 978-987-4935-76-2

1. Espiritualidad Cristiana. 2. Religiones . 3. Misticismo Cristiano. I. Título.

CDD 248.4

Un mensaje de Sebastián

El amor incluye todo lo que somos. Desde nuestra realidad humana nos puede llevar más allá de nuestras ideologías, culturas, educaciones, personalidades y creencias, hacia lo que no puede ser expresado en palabras porque está más allá de todo límite. Esta es la razón por la que, en esta oportunidad, los ángeles expresan su amor universal utilizando símbolos concretos. En mi caso, los propios de una persona laica, devota del siglo XXI, nacida en Argentina y con educación católica. Sin embargo, durante las manifestaciones, se entiende con claridad que el amor es universal y su voz va dirigida a todos y todo. El amor no hace excepción de personas. Es siempre inclusivo.

Sé, por lo que escucho, veo y experimento, que los mensajes recibidos son para todo el mundo e incluso para todos los tiempos, a pesar de la dificultad que a veces experimentamos por causa de la limitación de las palabras humanas, las cuales pueden separar, a pesar de que están ahí para explorar y unir.

Espero de todo corazón que todos se sientan incluidos dentro del abrazo del amor de Dios, expresado de un modo particular en estos mensajes del cielo, no para que se entiendan estos escritos como especiales ni como un puerto de llegada, sino como un trampolín o puerto de salida desde el cual nos animemos cada día más a expresar con nuestra voz particular el amor divino que vive en nosotros. En otras palabras, dar a conocer esa parte del amor que solo cada cual puede manifestar.

Si somos capaces de entender las palabras y símbolos de esta obra como medios y no como un fin, y recibimos estos mensajes con el corazón y no con la mente pensante, podremos ir, más allá de los símbolos, hacia el amor que los suscita y comenzaremos a recordar a nuestro primer amor, es decir a Dios.

Tal como Jesús lo ha dicho en el capítulo 1 del libro 5 titulado “La dulzura del amor”:

...Antes de seguir adelante por el camino de la dulzura del amor, es importante que recuerdes que los nombres, al igual que las palabras, no tienen un significado propio en relación con el reino de la verdad divina. Sin embargo, en el plano de las percepciones, los nombres pueden significar mucho, al igual que las palabras. No te olvides que el amor no tiene palabras.

En esta obra se han utilizado deliberadamente nombres con un alto contenido emocional y dotados de muchos significados a los largo de siglos. Nombres tales como Jesús, María, Espíritu Santo, Dios, y muchos otros pueden ser signos de contradicción.

No podemos escapar a las leyes de la percepción mientras se viva en ella. Tampoco hay por qué hacerlo. El amor de Dios no se salta nada de lo que hayas creado en tu mundo. Más bien se une a ello y, desde esa unión, lo transforma junto contigo en medios eficaces para que la verdad que está más allá de toda palabra brille libremente.

Esta obra no busca prosélitos ni seguidores. Tampoco busca evangelizar o compartir una sabiduría que otros no conocen. Si esta fuera la meta, esta obra carecería de sentido porque intentaría enseñar lo que todos saben: el amor.

Se han elegido los nombres que se eligieron y el contexto que se eligió para que esta obra salga a la luz por múltiples razones, muchas de las cuales exceden el propósito de estos escritos. Sin embargo, hay una razón que es esencial a la meta de la sanación de la memoria y el refuerzo de tu verdadera identidad...

Estos escritos son una carta de amor de Dios, el padre, para sus hijas e hijos bien amados. Va dirigida a la sanación de la memoria para que, una vez sanada resplandezca en nosotros el recuerdo de un amor que no tiene principio ni fin: el amor de Dios, en cuyo centro vive nuestro ser.

Cómo se originó

El 3 de octubre de 2018, súbitamente una presencia que era todo amor, y cuya magnificencia, belleza y benevolencia no se pueden describir, vino a mí de un modo que nunca había experimentado. Se presentó diciendo: “soy la medicina de Dios”. Se me dio a entender con perfecta claridad que era el Arcángel Rafael en toda su gloria. Me dijo que orara una oración en particular durante nueve días. También me dictó las intenciones por medio de inspiración interior. Así lo hice. La oración consistía en rezar cinco Padrenuestros, cinco avemarías y cinco glorias, tal como estas oraciones son descriptas en la Iglesia católica, a la que pertenezco. 

El día 13 de octubre, al día siguiente de finalizar la novena de oración, comencé a recibir la visita gloriosa de un coro de incontables ángeles de Dios, cuyo amor y belleza son indescriptibles. En el coro viene una voz, que es la de Cristo, la cual es expresada en una forma inefable.

La voz se hace imagen y se muestra en símbolos visibles para el espíritu. Lo visto luego es puesto en palabras escritas y grabado por mi voz humana, para que también quede plasmado en la palabra dicha. Cada sesión viene a mí de esa manera. La secuencia es la siguiente: recibo las imágenes que el coro presenta, luego el coro se retira, los arcángeles Rafael y Gabriel quedan como custodios, o presencias amorosas, hasta que es transcripto el mensaje o la sesión en cuestión.

El glorioso arcángel Rafael es quien guía la transcripción, permitiendo que se reciba el mensaje y que lo mostrado se pueda pasar de imagen a palabra. El arcángel Gabriel es custodio amoroso de todo lo que atañe a la obra; no solo en referencia a la manifestación en sí y a los escritos, sino a todo lo que de ellos surge y surgirá.

Los mensajes, o sesiones, me son mostrados como en un cuadro de gran belleza en el que cada forma (que no tiene forma) es en sí una voz, un “sonido-imagen”. Es como el tañido de un arpa que se hace palabra. Este es una vibración de música celestial cuya frecuencia no es como la de los sonidos del mundo. Es una especie de “vibración- frecuencia” que el alma conoce perfectamente bien y que con perfecta certeza reconoce como la voz del cordero de Dios. Una vez que todo es transcripto, en palabras escritas y dichas, entonces el coro se presenta en toda su gloria una vez más, como si vinieran a buscar a los santísimos arcángeles Rafael y Gabriel, y todos juntos se retiran cantando un hosanna al Cristo de Dios.

Ese hosanna cantado por el coro de ángeles es un majestuoso canto de alabanza y gratitud al creador, por el misterio infinito de amor que es la segunda venida de Cristo. Es un preludio de su venida. Si los hombres fuéramos capaces de comprender, en toda su magnitud, el inefable misterio de amor que significa la segunda venida de Cristo, cantaríamos eternamente las misericordias de Dios en unión con los ángeles y toda la creación.

Durante las visiones, en ciertas oportunidades, me son mostrados textos de otros tiempos, algunos de los cuales nunca había conocido. Ellos encierran dentro de sí una sabiduría que no es del mundo. En particular me han sido mostrados los escritos de la Bhagavad Gita, Santa Teresa de Jesús, la sabiduría sufí expresada por medio de los textos de Rumi, así como pasajes específicos del Antiguo y Nuevo Testamento. Todo ello unido a su significado. Lo que me fue mostrado está reflejado en esta obra. De este modo, la revelación desea expresar que la sabiduría es una y que es la misma voz de Cristo la que se expresa en toda manifestación en la que ella es plasmada, a lo largo de los siglos, sin importar el contexto cultural, religioso o mental de quienes reciben la revelación. En otras palabras, lo que se pretende expresar es que somos una sola mente, un solo corazón, un solo ser, unidos en la verdad.

Cuando el Arcángel Rafael se hace presente en mí y comienza el proceso de traducción de las imágenes y símbolos a palabras escritas, mi voluntad es fundida en una sola voluntad con Él. Somos una misma y única voluntad. No hay un tú y un yo. Y, sin embargo, aún en esa unidad existe la consciencia de que yo soy yo, y Él es Él. Dos personas, una misma voluntad, una misma consciencia de ser, un único propósito santo. La mente pensante queda silenciada en esta absorción de mi ser en el Ser de todo ser verdadero, el cual compartimos como una unidad. Mi consciencia y la suya se hacen una. Lo que la voluntad una dice que se haga, se hace. No existe distancia entre el hágase y su efecto. El resto de mi humanidad responde con docilidad. No hay resistencia. Solo existe un fluir de palabras que vienen desde la Mente de Cristo, como si se tratara de un manantial que fluye desde la cima de un monte. Este torrente de gracia hecho palabra es el que mueve las manos con una velocidad y precisión que superan ampliamente a las que se experimentan en lo que podría denominarse como escritura ordinaria. El alma queda extasiada de amor y con un único deseo, el de permanecer por siempre fundida a su Cristo amado, ser de su ser y de todo ser verdadero.

En los casos en que la mismísima virgen María o Jesucristo se hacen presentes en su persona humana y divina, y se comunican en forma directa, el coro de ángeles del cielo y toda la creación quedan enmudecidos de amor. Un silencio que es sagrado y de pura expectación rodea sus presencias benditas, por decirlo de algún modo. Los ángeles inclinan sus cabezas, fijando sus miradas hacia abajo y quedan arrobados en un éxtasis de amor, veneración y contemplación. Nada ni nadie se atreve, ni puede, interrumpir el silencio santísimo en el que el universo queda sumergido ante la soberana presencia de María y de Jesús, cuando le hablan en forma directa a nuestras almas. Esto se debe a que ese espacio de dialogo, entre Cristo y el alma, es un espacio inviolable. Es el templo sagrado de la intimidad del alma con Dios.

Durante las manifestaciones, todo mi ser experimenta una gran paz y alegría. Es como si fuera abrazado por el amor universal. Al finalizar la misma, el cuerpo manifiesta un gran cansancio. Pareciera que le cuesta sostener la energía que recibe. La parte de la manifestación que incluye al coro de ángeles, la voz y las imágenes, es algo que ocurre en cualquier momento, lugar o circunstancia. Sin embargo, la transcripción de los símbolos recibidos en palabras escritas y luego dicha ocurre cuando puedo ponerme a disposición para hacerlo. Puede ser en forma inmediata o varios días después. 

El mensaje principal de esta obra podría resumirse de la siguiente manera: ha llegado el tiempo de una nueva humanidad. Una humanidad que está lista para que manifieste en cada uno de nosotros al Cristo viviente. Somos Cristo. Esta es la verdad acerca de nosotros, aunque nos percibamos de un modo diferente. Ya estamos preparados para poder vivir la vida en la certeza que dice: ya no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí. Ayudarnos a hacer real esta verdad en nuestras vidas, aquí y ahora, es de lo que se trata esta manifestación. Todo el cielo nos ayudará en este santo propósito, pues es en sí el segundo advenimiento.

Espero de todo corazón que quienes reciban esta manifestación se dejen amar cada día más por Dios, y de esa manera sean transformados por la belleza de un amor que no tiene principio ni fin.

Descripción de las manifestaciones

Cuando los arcángeles vienen, vienen sin alas. Son como personas (personas humanas) con túnicas. La túnica de San Rafael es verde y el borde de la túnica es dorado, la de San Gabriel es rosa, casi blanca, con el borde amarillo. Todas las túnicas son majestuosas, como si estuvieran hechas de una seda muy preciosa.

Las caras son alegres, radiantes, con una piel amarillenta muy clara y todos tienen el pelo largo hasta el hombro, como si fueran dorados, rubio-dorado... Sus ojos son verdes... Todos tienen características particulares, de modo tal que se identifican muy bien en su singularidad. Sus cuerpos están radiantes de luz en un brillo sereno que genera paz a la vista y un gran sentido de belleza y armonía.

En el coro de los ángeles hay muchos de ellos con túnicas de color rosa claro y azul claro, otros con dorado claro... Todos en colores pasteles, con una luminosidad serena. Algunos tienen túnicas verdes, como si fueran esmeraldas, pero un poco más tenues.

Sorprende la expresión de felicidad permanente. Todo es alegría en ellos, ángeles y arcángeles. Un día me dijeron que irradian felicidad perpetua porque siempre dan alegría.

La presencia de los ángeles está rodeada de luz blanca y majestuosa, como si vivieran en un mediodía eterno de amor y luz que nunca se apaga. Además, la visión se presenta con una canción que es un coro celestial, el cual suena en todos los rincones del universo. Es como el sonido de millones de arpas que suenan al unísono, formando una sinfonía amorosa de gran armonía.

Las vibraciones son de tal cualidad, que calman la mente y el corazón, dando paz a todo el ser. Uno sabe, sin saber cómo, este himno es una especie de himno-oración-alabanza que es canción inmemorial. Es el canto de gratitud de la creación hacia Dios, Padre y creador, por haberla llamado a la existencia. Es la música celestial que el alma ha dejado de escuchar y que cuando regrese a la casa del Padre, recuperará y volverá a oír. Es una canción olvidada y amada por siempre por el alma que ama a su Padre y creador.

Cabe señalar que la belleza inefable de las visiones de los ángeles y los arcángeles, la cual no puede expresarse plenamente en palabras humanas, deja al alma sumergida en un éxtasis de amor y arrobamiento, del cual participa todo el ser. No hay alegría, ni felicidad en la tierra que pueda compararse con este éxtasis que genera la visión de la grandeza, magnanimidad y hermosura de los ángeles y arcángeles.

La inteligencia angélica es de tal grado que supera todo entendimiento del mundo. Sus pensamientos viajan a una velocidad que no se puede describir, incluso más rápido que el pensamiento humano. Sus pensamientos no tienen distorsión de ningún tipo, son pensamiento puro y no hay contradicción de ninguna especie. Todos son caridad perfecta y solo expresan una cualidad de santidad. Así como un relámpago atraviesa el firmamento, tanto más rápido los pensamientos angelicales atraviesan la mente.

La humildad, prudencia y simplicidad son las características centrales de los ángeles, y su mayor alegría es servir. Servir a Dios, sirviendo a toda la creación. Aman a los seres humanos, animales, plantas, piedras, elementos y todos los aspectos materiales e inmateriales de la creación, con un amor y ternura que, cuando se experimenta, es capaz de derretir incluso el corazón más duro. Estoy convencido de que la dureza del corazón procede muchas veces de una falta de experiencia de amor perfecto. Si cada uno de nosotros conociera el amor de Dios, no solamente lloraríamos de felicidad, sino que nos haríamos uno con el amor, y de nosotros brotaría solo amor.

Si bien la belleza y la magnanimidad de las visiones angélicas son inefables, estas son solo un pálido destello en comparación con la magnificencia, grandeza y cualidad inefable de Jesús y María. Nada en el universo se parece a lo que son sus corazones en términos de su realidad indescriptible.

El corazón de Jesús y María son la belleza eterna. Son la hermosura que no puede ser nombrada. Son Dios mismo hecho hombre y mujer. Son la alegría de los ángeles y la veneración de la creación. De ellos brota toda armonía, grandeza y santidad.

Las miradas de Jesús y María derriten todo el universo, por la ternura y el amor que irradian. Sus sonrisas son la pureza en sí misma y de ahí es que brota su hermosura. En su presencia, el alma queda fascinada en un éxtasis de veneración y contemplación que la deja muda. El alma se queda sin palabras y exhala un gemido de alegría que dice algo así, como un “¡ah!”.

Personalmente creo que el cielo consiste en tener la alegría de contemplar eternamente las miradas y sonrisas de Jesús y María.

Espero que se sepa entender algo de lo que intento decir al intentar describir lo indescriptible. Solo digo lo que veo, experimento y escucho. Solo digo que el cielo existe, que Dios existe y que es amor.

Esto es lo que me es dado a ver, oír y entender.

Con amor en Cristo,

Sebastián Blaksley, un alma enamorada

Buenos Aires, Argentina, enero de 2019

Unas palabras de Coralie Pearson

Entre las incontables bendiciones que vengo recibiendo en este camino de luz, se encuentra el regalo de servir de ojo corrector en la edición de los libros de esta serie de mensajes divinos que nos llaman a elegir solo el amor.

Por el lado práctico —podríamos decir mental— me encanta como lo expuesto en este Libro V enlaza con el mensaje de Jesús que recibimos en Un curso de amor, así como su clara retoma y replanteamiento de conceptos de Un curso de milagros.

Sin embargo, es en el corazón donde se siente el impacto palpable de la energía amorosa que transmiten las palabras. Empezar el día leyendo unas cuantas páginas de esta joya del amor divino es una magnífica manera de integrar, encarnar y a la vez extender la verdad de su mensaje, que es sencillo y claro: “Tu función en el mundo es mostrar que se puede ser feliz y estar en paz. Haces eso, tal como se te ha dicho, dejándote amar.”

Y si, como yo en un principio, quien se pone a leer este libro piensa “eso de dejarse amar, ¿en qué consiste?”, cuando termine de leerlo, lo sabrá, aunque a lo mejor no será capaz de explicarlo.

Nota aclaratoria

Tal como ha sido transmitido por la voz de la conciencia de Cristo, el mensaje central de la obra,es el siguiente:

«Ha llegado el tiempo de la relación directa con Dios, una relación sin intermediarios, tal como lo era en el origen del tiempo».

En la relación directa con Dios es donde se alcanza la plenitud del ser y, por ende, la plenitud del amor. Esto se debe a que es en Dios donde eres tal como él te creó para ser. Es en la relación directa entre el creado y su creador donde el ser se conoce a sí mismo en la verdad de lo que es. Conocerse a sí mismo, tal como Dios lo conoce, es un anhelo inherente del ser, porque ser y conocer son en verdad uno y lo mismo.

Dado que el amor es relación, puesto que es unión, el amor divino solo puede conocerse en la relación con lo divino, es decir, con Dios. Dicho llanamente, conocerse a uno mismo en la relación directa con Dios es conocer a Dios, fin último de todo ser. Conocer a Dios es tu meta y tu destino.

En la relación directa con Dios es donde descubres, por medio de la revelación, la verdad de lo que eres: el Cristo viviente que vive en ti. Vivir en armonía con este descubrimiento es lo que significa retornar al amor.

Preludio

Amada del alma mía, morada santa donde me regocijo en toda mi gloria. Eres la delicia de mi corazón. Tu dulzura es como un bálsamo de ensoñación en el que el universo se sumerge en un éxtasis de amor y contemplación. Eres delirio de un Dios que es infinita bondad y belleza sin comparación.

Los ángeles cantan las sinfonías del reino (donde la luz brilla eternamente), comienzan a entonar un nuevo himno de alabanza y gratitud en honor a tu hermosura.

¡Oh, éxtasis de los serafines! ¡Cántico sagrado! ¡Vaso de sabiduría donde se vierte el néctar de mi divinidad! Refugio de amor santo. En ti habito desde antes de que exista el tiempo. En ti aleteo y gimo de amor desde siempre.

Soy aquello que sostiene el universo. Lo que da luz a la luz del mundo. Lo que hace brillar el sol y nacer toda luminiscencia. Soy la pura inteligencia del amor. Soy la dulzura de Cristo que vive en ti. Soy milagro. Soy palabra. Soy todo lo santo, lo bello, lo perfecto. Soy uno contigo.

Alma enamorada y amante, permanece en mí como yo permanezco en ti. Juntos haremos que la luz que nunca se apaga brille más y más, hasta iluminar la tierra con nuestro amor. Sumérgete en los abismos del misterio de la creación. De nuestra unión surgirán nuevos universos infinitos en los que solo morará la paz que no tiene principio ni fin. Amor sin barreras. Amor divino. Amor de santidad.

Antes de que el mundo existiera, existíamos tú y yo.

Antes de que el tiempo echara a andar y a todo lo que es de la tierra le pusiera un final, existíamos tú y yo.

Antes de que cualquier pensamiento fuera pensado, existíamos tú y yo.

Unidos somos la eternidad del amor. Somos luz que brilla en todo lugar. Somos océano infinito de sabiduría y verdad. Somos la morada santa. Somos la dulzura del amor extendiéndose por siempre.

Juntos vamos por todos los universos, creando estrellas y mundos, jugando como enamorados santos el juego del amor hermoso.

¡Oh, hija de mis entrañas! ¡Amada de mi ser! Comencemos un nuevo día cada día, ambos llenos de amor y bondad. Permite que mi dulzura te abrace, que mi belleza te envuelva y que la luz de mi gloria penetre en tu ser, de tal modo que hagamos nacer un nuevo amor en cada mañana, cada atardecer y cada noche.

En razón de nuestra unión un ave que tenía el ala herida retomará la majestuosidad de su vuelo. Un corazón quebrantado comenzará a cantar de nuevo. Y de un manantial que se había secado comenzará a brotar agua de vida eterna.

Tú y yo unidos por siempre en el amor, somos una sola alma. Un solo corazón santo. Un solo ser. Unidos somos la morada santa donde nuestra belleza brilla eternamente con un resplandor más grande que la luz del sol. Somos la fuente de la luz y de la vida.

Unidos somos la dulzura del amor.

1El nombre de Dios

Un mensaje de Jesús

I. Símbolos y expresión

Alma enamorada, aquí estamos nuevamente reunidos en la presencia de la dulzura del amor. Te damos las gracias por responder a la llamada de lo alto. Gracias por recibirnos en tu corazón.

Estas palabras están llenas de amor. Absórbelas. Hazlas tuyas y deja que te transformen en razón del poder que conllevan.

Somos la luz que procede del Padre y se manifiesta en ti. Somos uno contigo. Estamos donde desees estar.

Antes de seguir adelante por el camino de la dulzura del amor, es importante que recuerdes que los nombres, al igual que las palabras no tienen un significado propio en relación con el reino de la verdad divina. Sin embargo, en el plano de las percepciones, los nombres pueden significar mucho, al igual que las palabras. No te olvides que el amor no tiene palabras.

En esta obra se han utilizado deliberadamente nombres con un alto contenido emocional y dotados de muchos significados a lo largo de siglos. Nombres tales como Jesús, María, Espíritu Santo, Dios y muchos otros pueden ser signos de contradicción.

No podemos escapar a las leyes de la percepción mientras se viva en ella. Tampoco hay por qué hacerlo. El amor de Dios no se salta nada de lo que hayas creado en tu mundo. Más bien se une a ello y desde esa unión lo transforma junto contigo en medios eficaces para que la verdad que está más allá de toda palabra brille libremente.

Esta obra no busca prosélitos ni seguidores. Tampoco busca evangelizar o compartir una sabiduría que otros no conocen. Si esta fuera la meta, esta obra carecería de sentido porque intentaría enseñar lo que todos saben, el amor.

Se han elegido estos nombres y este contexto para que esta obra salga a la luz por múltiples razones, muchas de las cuales exceden el propósito de estos escritos.

Sin embargo, hay una razón que es esencial a la meta de la sanación de la memoria y el refuerzo de tu verdadera identidad.

Todo podría resumirse en un asunto de identidad. Lo que esto quiere decir es que existe un riesgo cuando decides, más o menos conscientemente, recorrer el camino espiritual. El riesgo del que estamos hablando es el de perder la identidad o crear una que tenga un poco de muchas corrientes espirituales. De ese modo puedes crear una especie de híbrido espiritual que no te ayuda a sostenerte dentro de tu identidad. Aun más, puede aumentar el grado de confusión y evitar que te mantengas fuera de la crisis de identidad de donde has sido sacado.

No abogamos por la confusión, sino por la certeza. No abogamos por la amorfía de una identidad que no tiene anclajes sólidos.

II. Diversidad y unicidad

Un gran desafío en la vida espiritual, al igual que en todo camino de la vida, es permanecer siendo totalmente tú, sin perder la flexibilidad que exige la universalidad del amor.

El todo no anula a la parte, ni necesita hacerlo. La parte puede ser la que quiera ser y no por ello dejará de ser verdad. Es cierto que los nombres elegidos en esta obra pueden causar controversia y hasta rechazo en algunos. Aun eso es parte del propósito de estos escritos.

En última instancia la resistencia que existe a la palabra Dios o similares, muchas veces habla de una falta de perdón, o de aceptación de las diferencias. Alcanzar una mentalidad abierta y un corazón tan amplio que seas capaz de albergar a todos por igual es parte de la meta de este regalo del cielo escrito en palabras.

Rechazar esta obra por los nombres que aquí aparecen es lo mismo que rechazarla porque su prosa no parezca ser la más encumbrada. Eso sería un modo de quedarse en la superficie del asunto. Sin embargo, es inevitable en ciertos casos que ocurra algo semejante. Eso también es necesario.

Cada cual que se acerque a estos escritos experimentará lo que el amor desea que experimente, para que todo pueda salir a la luz y embeberlo en su dulzura, a su debido tiempo.

A ti que recibes estas palabras, déjame decirte algunas cosas antes de seguir adelante. No eres tú quien ha venido a mí, sino yo a ti. No fuiste tú quien eligió que estas palabras lleguen a ti, sino que ellas te han estado buscando desde toda la eternidad.

Estas palabras fueron escritas desde el cielo de tu mente santa para ti y te han estado llamando desde siempre. No son simplemente letras escritas en un papel o palabras dichas y grabadas en un medio de grabación. Son puro amor. Son como gotas de rocío que caen sobre tu mente y tu corazón para permitir que en tu alma germine la belleza que eres y comiences a dar frutos abundantes. Frutos de luz y santidad. Frutos de verdad y amor.

III. Más allá de las palabras

No te detengas en las palabras. No te enojes con la experiencia que hayas tenido en el pasado con el nombre de Dios. Absórbelas con el corazón. Deja que él sea tu guía. Recuerda que te dije que allí donde encontraste separación ahora encontrarás unidad.

Siente cuánto amor ha expresado por ti el creador, que ha tenido la delicadeza de escribirte estas palabras. Cuánto tiempo ha estado esperando en el tiempo para que ahora le abras un poco más las puertas al amor de los amores y te animes a vivir más hondamente en la santidad que eres en verdad.

Estas palabras son un testimonio del amor de Dios para ti, que eres su delicia. Eres un alma santa, pura, perfecta. Eres tan bella como un hermoso copo de nieve, pero sin su frialdad. Eres la expresión viva del amor divino.

Esta obra es un certificado para quienes han concluido el camino de la búsqueda en la vida espiritual, ya que han llegado al punto en que pueden comenzar a vivir como el Cristo encarnado que son.

Eres Cristo. Eres lo que un día fui y demostré ser hace dos mil años. Ahora ha llegado el tiempo en que tú demuestres lo mismo que yo.

No te detengas en los símbolos. A lo largo de esta obra has experimentado muchas cosas. Has cambiado mucho, aun de maneras en que no puedes comprender ahora. Tu corazón sabe quién es el que le está hablando.

Quizá todavía alguna partecita de tu mente se resista a creer en esta llamada diciéndote que no eres tan digna como para ser Cristo. No importa. Todo eso es parte del pasado. Tú sigue adelante. Me conoces más que a ti misma, porque yo te conozco más de lo que puedes imaginarte. Sé muy bien quién eres, por qué y para qué te he elegido entre los muchos.

Eres un alma elegida para dejar brillar la luz de Cristo en el mundo en que desees estar. No importa cuáles sean tus elecciones o cuáles hayan sido, solo importa que vivas en la verdad y esta es la verdad: ya no vives tú, sino que es Cristo quien vive en ti. Hacer de esta verdad el centro de tu existencia es a lo que estás llamado.

A Cristo no le importa cómo lo llames, tampoco qué asociaciones puedas hacer en referencia a lo que es. Él no tiene un problema de identidad. Sabe quién es. Por esto, no debes detenerte en asuntos tan nimios como si el nombre de Dios es este o aquel, o si tal camino espiritual es el acertado o no. Todo eso es asunto de niños espirituales y tú ya no eres un niño. Eres el Cristo viviente que vive en ti.

Quizá pienses que reemplazar la palabra Dios por ser o por amor resolvería el asunto de su nombre y asociaciones. Pero permíteme decirte que eso no es cierto. Toda palabra está cargada de emociones y dispara algún tipo de reacción. De modo que lo que para algunos es signo de caridad, para otros puede ser signo de desunión.

No estamos hablando solo a los que sientan rechazo con los nombres que aquí puedan utilizarse. Sino también a aquellos que han hecho de esos nombres un conjunto de ídolos mentales que simplemente buscan separar en vez de unir.

Creer que Dios les dio la verdad a algunos, pidiéndoles que la monopolicen y que para ello armen estructuras o instituciones es no entender. Eso también forma parte del patrón de pensamiento del niño que antes fuiste, pero que ahora debemos dejar atrás.

Todo lo que procede del amor une. Lo que desune procede de la nada. Dios es amor, y por lo tanto es inclusión perfecta.

Lo que estamos mostrándote es que, tanto de una manera como de otra, puedes utilizar los nombres y las formas para separar o para trascenderlas llenándolas de verdadero amor y de ese modo unir.

Recuerda que esta llamada no es para hacer tal o cual cosa, vivir de tal o cual manera o cambiar el mundo. Es algo mucho más radical. Es la llamada a ser plenamente tú, tal como Dios te conoce.

Ser tal como Dios te creó para ser es de lo que hemos estado hablando a lo largo de todo el camino. Hace dos mil años que hablo de lo mismo. Lo hago de miles y miles de maneras diferentes y no descansaré hasta que mi voz sea escuchada en todos los rincones del universo.

Esta obra es el repicar de la campana del señor. Es la llamada que estabas esperando. Es la llamada a que te animes a seguir lo que la sabiduría del amor te dice, para que ella y solo ella sea la fuente de tu saber y obrar.

Esta obra es suscitada por una sabiduría que no es del mundo. Es la voz de Cristo que habla en tu interior de un modo que solo tú puedes reconocer.

Es importante que comiences a darte cuenta de que lo único relevante en ti es la relación directa con tu creador. Toma consciencia de que, al recorrer juntos esta obra, estamos creciendo en el grado de conocimiento de nuestra relación de amor. Es en este nivel en donde esta obra tiene todo el sentido. Es en nuestra relación directa, en la que tienes con estas palabras y con ello con el Cristo que vive en ti, en donde reside el poder de transformación de tu vida que esta obra te regala.

Únete en paz a tu ser todos los días de tu vida, y permanece en él a cada instante de tu existencia y estarás creando un nuevo cielo y una nueva tierra. Haz esto y habrás retornado al amor.

2El punto de encuentro

Un mensaje de Jesús

I. Preludio

¡Hijo de la eternidad! Ciertamente es difícil para algunos reconocer cuál es el punto de encuentro. Son muchos los que han estado buscando cómo encontrarse con sus hermanos sin lograrlo verdaderamente. Pareciera que siempre surge algo que separa. Una discusión, un punto de vista, un deseo, una creencia. En fin, cualquier cosa parece desunir a las hermanas y hermanos de todo el mundo.

Pareciera que la unión es algo tan frágil que está siempre a punto de resquebrajarse o al menos tan difícil que se asemeja más a un ideal que a una realidad. Así, la realidad del amor parece ajena a tu existencia.

Si seguimos viviendo la vida como un ser que no logra vivir por siempre y conscientemente en la unidad, no se ha logrado casi nada en el camino espiritual. La verdadera espiritualidad es la que procede del amor y te lleva a más amar. Todo lo demás está de más. Ya hemos hablado de esto.

No es posible vivir en la unidad si no se ama la diversidad. Recuerda que la vida es diversidad. No existe un solo ser igual a otro. Ni siquiera tú eres igual, minuto a minuto. Todo cambia. Y, sin embargo, eres el ser inmutable que Dios creó. ¿Cómo conciliar ambas realidades? La inmutabilidad y el cambio permanente, la unidad y la diversidad parecen ser realidades antagónicas, pero no lo son.

Para vivir en la unidad es necesario que reconozcas que lo que es uno puede ser diferente a la vez. Piensa en tu ser como la tierra que pisan tus benditos pies. Tu yo como los majestuosos árboles que de ella surgen. Puede haber miles o incluso millones de árboles diferentes en la tierra, de diferentes formas, tamaños, especies, y colores. Y, sin embargo, todos comparten el mismo ser.

II. La unidad y el ser

Una de las grandes dificultades para vivir en la unidad, es decir, para encontrar el punto de encuentro, es intentar llevar a los demás a que vivan la vida que tus creencias concibe como verdad.

De alguna manera u otra, detrás de todo ataque entre hermanas y hermanos, detrás de toda desunión, hay un juicio que dice así: “tu modo de ser y consecuentemente de actuar no condice con la verdad. O te ajustas a ella o no hay posibilidad de unirnos, pues yo tengo la verdad.” Esta sentencia es propia de los patrones del ego. Puede expresarse de mil maneras diferentes. Es un patrón de pensamiento.

Intentar unir en la verdad es peligroso, puesto que no sabes qué es la verdad. Sabes que en nombre de la verdad se han cometido grandes sacrificios, como también en nombre del amor.

Entonces, ¿dónde reside ese punto de encuentro, donde sabes que eres uno con tu hermana y hermano, sin excluir de esa unidad a nadie ni a nada?

Así como no puedes unirte en el cuerpo, tampoco puedes unirte en las emociones, ni en los sentimientos, ni en los pensamientos. Esto se debe a que estos son la expresión personalísima de cada ser. El tinte y el color de cada voz son distintos. No busques igualdad en ese nivel. No es necesaria allí.

La unidad no es igualdad. La unidad es simplemente estar unidos. Lo que está unido puede ser diferente en su expresión. No hay dudas de ello. Esto lo puedes observar en la naturaleza terrenal.

Para hacer más claro este asunto, tomaremos como ejemplo esta obra de amor, recibida, escrita y dada por puro amor de Dios. Esta obra es diferente a todas las obras que han existido hasta ahora. Es la expresión personalísima del amor de Dios, manifestada por medio de un ser particular. Creado a semejanza del amor, al igual que tú que recibes estas palabras. Sin embargo, este ser no es igual a nadie y nunca lo será. De tal manera que esta obra, la cual procede de la unión de Cristo y su ser, tiene el tinte, el color y la dulzura propia de un alma.

Quizá para algunos, estas palabras no signifiquen nada. Para otros, poca cosa. Habrá quienes ni siquiera logren entender el significado de la obra en su totalidad. Otros creerán abiertamente que no es una obra inspirada. Otros dejarán de seguir estas palabras en algún punto del camino, cansados de escuchar “lo mismo” o por causa de la utilización de ciertas palabras o expresiones.

Habrá quienes salten de alegría al recibir estas palabras y sus corazones cantarán una nueva canción. Otros sentirán un alivio en sus almas al ver que finalmente su anhelo de escuchar la voz de Dios se ha hecho real en esta obra. Existirán quienes sepan reconocer en estas palabras la voz del amado eterno de sus almas. Otros sabrán ir más allá de las palabras hacia el amor con que fueron expresadas y son dadas.

Algunos receptores de esta obra harán que lo que se expresa sea una fuente de inspiración, como un detonante de la creatividad que estaba bloqueada pero a punto de salir. Otros la tomarán como una guía de estudio a la cual regresarán cada tanto cuando quieran indagar acerca de algo, o sencillamente cuando deseen experimentar nuevamente la dulzura que en ellas se encuentran. Habrá todo tipo de reacciones ante esta obra. Tal como las hay con toda expresión.

Aquí no estamos hablando de la dimensión mística de esta obra, ni de su capacidad de transformación o de hacer milagros por medio del poder de la palabra del espíritu de Dios. Recuerda que la sabiduría es Cristo y que todo lo que procede de ella es poderoso y eficaz. Recuerda también que la palabra de Dios siempre logra su cometido y que lo hace de un modo que es misterio para la humanidad.

III. Ser y diversidad

Dado que cada cual recibe lo que su ser dispone recibir, y lo que hace con ello es también asunto de cada ser, entonces no hay ninguna posibilidad de crear una obra de este tipo que pueda tocar todas las mentes y corazones del mismo modo. Si bien somos una sola mente y un solo corazón, no somos iguales en todos los niveles.

Intentar crear una obra que se ajuste a todos los hermanos y hermanas, en todo tiempo y lugar, es intentar asir el viento con las manos. El valor de estos escritos y de la obra que surge de ellos no reside en su capacidad de llegar a todos, ni siquiera a muchos. Reside en la expresión en sí.

Cada vez que vives en la verdad de lo que eres y te expresas libremente desde esa verdad, entonces estás realizando el propósito de tu existencia. Cuando haces eso, ¿qué sentido o importancia puede tener que los demás crean o no en ti, que te sigan o no, que se ajusten a tu modo de ser?

Ahora salgamos del ejemplo de esta obra y vayamos a la observación de la naturaleza física que te rodea. Observa el fluir del agua del río. Piensa en cada gota que forma parte de él. ¿Acaso una gotita está pendiente de si las demás la aceptan o no o en cómo influye en otras? ¿Acaso el alerce está pendiente de qué piensan los demás o de cómo convencer a otros de algo? ¿Has visto alguna vez a una flor diciéndole a otra lo que debe ser?

Haz que la naturaleza que te rodea sea también tu maestra. Ella tiene mucho que ofrecerte, mucho más que simplemente alimento y belleza. Ella puede mostrarte lo que hay en la mente del creador y con ello la verdad y el amor.

Las aguas, los alerces y las flores simplemente son lo que son. No se preocupan por nada más. En efecto, ni siquiera se preocupan por lo que son. Simplemente son.

Al nivel de las creencias siempre habrá espacio para el debate y la desunión. En el nivel de los sentimientos también. Esto se debe a que la mente se basa en interpretaciones acerca de lo que los pensamientos, sentimientos y emociones son. También existen riesgos de desunión en el nivel de la expresión, pues los que juzgan siempre pueden juzgar algo.

Solo puede haber unión verdadera e indisoluble en el nivel del ser. Ser lo que eres en verdad es a lo que estás llamado, y a nada más. Por lo tanto, no se trata de convencer a nadie de nada, ni de intentar que otros sean lo que tú quieres que sean. Se trata de ser auténticamente tú mismo.

Si vives la vida de tal modo de ser la expresión perfecta de tu verdadera identidad en Cristo, sin dejarte llevar por autoridades externas a ti, expresando solo el amor que eres, no necesitarás convencer a nadie de nada. Tampoco te molestarás al ver que otros expresan sus diferencias.

Las expresiones de las diferencias son necesarias porque son la realidad de la creación. Todos son uno en el ser y muchos en la expresión. En otras palabras, siendo uno en el ser, aun así, tú eres tú y tu hermano es él.

La vida está compuesta por infinitas expresiones de un solo amor santo. Ser la expresión única del amor de Dios es tu función y alegría. Si observas bien mi vida en la tierra verás que lo único que hice fue ser auténticamente el que me fue revelado que soy en verdad. Es decir, el Cristo viviente que vive en mí.

Nunca quise confrontar, o cosas semejantes, en relación a las creencias, dogmas y doctrinas. No vine a crear una religión. Vine a ser el que soy. Y eso demostré. Esa es tu misma función y la de todo ser viviente.

Cuando eres auténticamente el que eres en verdad, es decir, cuando vives desde tu ser y sigues lo que tu mente unida a tu corazón te indica desde la sabiduría de Cristo, entonces cuando surge la confrontación actúas desde la autenticidad del corazón y, por supuesto, sin miedo.

Si eres el que eres en verdad, entonces si surge el debate, participas sin perderte en él. Quizá sientas que debas dar tu punto de vista, y entonces lo harás sin el deseo de convencer a nadie. Serás tú mismo expresándote en esa situación. Lo mismo aplica a toda circunstancia de la vida. Descansar en lo que eres es el único modo de encontrar reposo, seguridad y unidad.

El punto de encuentro eres tú mismo. Desde ahí te expresas y eres el que eres en verdad. De esto se desprende que existen tantas verdades como seres creados hay. Esto no quiere decir que la verdad no sea una. La verdad es una y muchas a la vez, tal como el tiempo es corto y largo a la vez. El amor es uno y muchos a la vez. La vida es una pero se expresa de infinitas maneras. Esto es lo mismo que decir que el universo es lo suficientemente vasto como para que exista espacio para todos y todo.

No en las ideas, ni en los sentimientos, ni en las creencias, ni siquiera en el amor o en la verdad es donde puedes encontrarte. Solo puedes encontrarte en tu ser, porque no hay nada más que tu ser.

3El poder de la dulzura

Un mensaje de Jesús, identificándose a sí mismo como “el Cristo viviente que vive en ti”

I. Ternura y fortaleza

Quizá te resulte un tanto extraño ver que este diálogo se llame el poder de la dulzura y al mismo tiempo estemos hablando del poder de Dios y del de tu corazón, los cuales son uno y lo mismo. Aclarar esto es importante a estas alturas. El ego solía asociar la dulzura con debilidad y la bondad con impotencia. ¿No es cierto que muchas veces, por no decir casi siempre, el mundo trata con aspereza y a veces con violencia o desdén a los bondadosos y tiernos?

Cuando se me llamó el cordero de Dios, lo que se buscaba expresar con ese símbolo era exactamente aquello de lo que estamos hablando aquí. El cordero es el símbolo perfecto de la docilidad, la ternura, la bondad y la dulzura de Cristo. Durante el proceso de mi pasión redentora, una de las cosas que se demostró de modo claro fue que, ante cualquier circunstancia, la ternura está justificada. En otras palabras, mi mensaje fue que no existen razones para desconectarte de la dulzura de tu corazón. El mensaje es el mismo en aquel entonces y ahora.

Hermano, la ternura de Dios es el regalo del cielo que te ha sido dado desde toda la eternidad. No lo rechaces, ni desprecies. Más bien recíbelo con alegría y amor. Te lo entrego en mis sagradas manos. Acéptalo.

Si hay una razón por la que el mundo parece ser un lugar cruel, es por la falta de dulzura que hay en él. El ego no podía ser tierno, pues no sabe nada acerca del poder ni del amor. Recuerda que el ego era la idea de la impotencia. Era una identificación con un ser que estaba separado de la esencia de la vida y con ello, de la sabiduría. Ahora que el ego se ha ido y solo quedan los patrones de pensamiento y respuesta emocional que la mente y el corazón han utilizado a lo largo de siglos, podemos comenzar serenamente a re-conectarnos con la ternura de Cristo y vivir en unidad con ella.

Todo lo que te rodea está teñido de ternura, si observas con los ojos del amor. Donde existe el amor, ahí está la dulzura. Donde mora la ternura, allí mora la verdad. La tierra, a la que llamas tu hogar, no es la excepción, puesto que en ella habita el espíritu de Dios.

¿Cuántas veces al día demuestras la dulzura de tu corazón? ¿Cuántas veces la recibes de tus hermanas y hermanos? ¿No es cierto, amado de mi alma, que la ternura parece ser la gran ausente del mundo?

Escucha lo que tengo que decirte: ¿quiénes fueron los que me acompañaron a la cruz? Solo un puñadito de personas. ¿Quiénes eran? ¿Por qué ellos sí y otros no? Se necesitaba mucha entereza y fuerza interior para poder estar a mi lado en horas tan difíciles. Solo los fuertes de espíritu podían hacerlo. Solo los tiernos de corazón pudieron estar presentes. Ese fue el pequeño grupito que subió conmigo hasta el monte de la cruz. Despedazados por fuera, perfectamente unidos por dentro en la unidad del amor.

Hijo de la ternura divina, no estoy trayendo a la memoria el episodio de mi crucifixión para que te aflijas o cargues tu alma de dolor y culpabilidad. Eso es imposible, pues ya has trascendido al ego y sabes que la crucifixión no es ya motivo de sufrimiento sino de alegría en la resurrección. Traigo el ejemplo de mi vida, y muy particularmente el de la cruz, para que no quede duda alguna en cuanto a la relación directa que existe entre la dulzura y la fortaleza. La unión del poder de Dios con la dulzura del amor perfecto es lo que significa el símbolo del cordero de Dios.

El león y el corderito descansarán juntos, se ha dicho. Esto quiere decir que la bondad y la fortaleza volverán a ser una unidad. En efecto, solo cuando ambas energías del alma se unen en tu consciencia singular, puedes decir que estás integrado. La aspereza no forma parte del amor, del mismo modo en que no lo hace el miedo. Donde habita una, desaparece la otra. Son como el agua y el aceite, simplemente no se pueden unir.

II. El lenguaje amoroso

Una de las maneras más fáciles que tienes para observar si estás conectado o no con la dulzura de tu corazón es el lenguaje que usas. Los corazones duros hablan de un modo áspero. Su lenguaje desune, es poco tolerante y deja siempre un regusto a quien lo da y a quien lo recibe.

Hablamos de estas cosas porque ahora estás en perfectas condiciones de dejar ir todo lo que no procede del amor. Puedes distinguir entre los pensamientos amorosos y los que no lo son por su aspereza. Unos son burdos y carentes de sutileza. Los otros son sutiles, dan alegría y extienden gozo tanto para el que los da como para el que los recibe. Unos dan miedo, los otros dan amor.

Recuerda que estos son los tiempos de María. Los de la dulzura del amor. Estás viviendo en un tiempo en que los espíritus están en condiciones de expresar la belleza del alma como era en el principio. Comencemos ahora mismo. Aquí, desde esta llamada que el amor te hace a ti. Allí donde creas estar. Sin dilaciones. Sin detenerte en consideraciones que solo demoran la llegada de la expresión de la ternura de Dios.

Solo los limpios de corazón pueden expresar la bondad del señor. Esto se debe a que solo los que tienen una mirada limpia, es decir, los que viven en la verdad, permiten que su ser exprese lo que Dios es.

Dios es verdad. Esto quiere decir que para que todo lo que Dios es se manifieste en ti, es necesario que vivas en la verdad. Vivir en la verdad es humildad. La verdad es un camino. Un camino que comienza contigo mismo. Dicho de otro modo, ser veraz contigo mismo es la base para que el amor de Cristo que eres se exprese en razón de lo que él es. No eres otra cosa que él.

¡Amado de la verdad! Si no vives como el Cristo viviente que vive en ti, entonces el amor perfecto que eres tiene que esperar en el centro de tu ser, como si estuviera encerrado dentro de un cofre muy hermoso, esperando a que le llegue el tiempo de dar a luz todo un universo de amor y verdad.

¿Verdad que a pesar de que los cuerpos tienen la potencialidad de engendrar, no siempre lo hacen, por diversas razones? Lo mismo ocurre en tu corazón. Si no permites que el amor fecundo dé a luz, la luz de Cristo no se extiende desde ti, aunque viva en ti. Esto es lo mismo que decir que si no permites que el poder de Dios se funda con la ternura del amor, entonces el ser que eres deja de extenderse libremente y tus capacidades o talentos quedan opacados.

En última instancia, lo que estamos postulando aquí es que la verdad reside en la unidad de la fuerza y la ternura del amor. Dos aspectos de una misma dimensión divina. Recuerda que en Dios no existe separación, ni costura de ninguna especie, de modo tal que no existe tal cosa como el poder aquí y la dulzura allá. Ambas son una.

III. Unidad y dulzura

Si hay una novedad que esta obra trae es la de la unión de los tres corazones. Es decir, la unión que existe entre tu corazón, el inmaculado corazón de María y el sagrado corazón de Jesús. Se te ha regalado una perla de inestimable valor en la devoción de la unión de los tres corazones, dada la importancia que esta unión tiene. Unir todo lo que es de Dios en una unidad santa es el propósito de esta obra y debiera serlo de toda obra espiritual que proceda del amor. En efecto, así lo es.

Jesús es para muchos el símbolo del poder de Dios. Un poder demostrado con medios inconfundibles. Es el aspecto racional, conductor, milagroso, e incluso heroico de Cristo. María es, para otros, el símbolo perfecto de la dulzura de Dios. Ambos, unidos de modo inseparable, forman la unidad que Cristo es. No porque uno sea una parte y el otro, otra. En ellos no existe nada que no exista en Dios y en cada uno de ellos al unísono. Ambos son la encarnación pura de la consciencia de Cristo. Dicho llanamente, en ellos existe solo Dios y todo Dios.

En Jesús existe toda María y en ella existe todo Jesús. Son una unidad. Sin embargo, el mundo suele hacer una distinción entre lo masculino y lo femenino. Para poder unir amorosamente ambas polaridades se te ha dado el poder de unirte con Jesús y María en una unidad en la que no se distingue entre uno y otro.

Así como Jesús, María y el Espíritu Santo son una unidad inseparable y conforman una santísima trinidad, del mismo modo la formas tú, que vives en la unión de los tres corazones. De uno de ellos absorbes el poder de Dios, del otro la ternura del amor. En la unidad de ambos permites que se fundan el uno en el otro y de esa unión fecunda nace el Cristo en ti. Esto es lo mismo que decir que dentro de la unión de los tres corazones te haces nada en el amor. Así permites que lo que el amor es se extienda por sí mismo.