La hoja y el cuerno - Arturo Arango - E-Book

La hoja y el cuerno E-Book

Arturo Arango

0,0

Beschreibung

"En la hoja de un árbol" y "El Cuerno de la Abundancia" se unen en este libro luego de atravesar un proceso poco común: trasvasarse de la escritura para cine a la literatura. En el primer relato el narrador Arturo Arango intenta recrear para un cortometraje las vivencias adolescentes de un amigo, compartiendo con él sus dudas creativas. En el segundo, Arturo acompaña a Juan Carlos Tabío, director de la película, en sus viajes de investigación a Yaragüey, un pequeño poblado donde muchos esperan una herencia millonaria. En ambos relatos el narrador persiste en una misma idea: "el arte está obligado a buscar la verdad, pero su camino predilecto es la mentira".

Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:

Android
iOS
von Legimi
zertifizierten E-Readern
Kindle™-E-Readern
(für ausgewählte Pakete)

Seitenzahl: 174

Veröffentlichungsjahr: 2023

Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:

Android
iOS
Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



Edición y diagramación:Alejandro Arango

Diseño de cubierta:Ariel Barbat

Conversión a ebook: Alejandro Villar Saavedra

Sobre la presente edición:

© Arturo Arango, 2022

© Edicionesicaic, 2022

isbn: 9789593043281

Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del Copyright, bajo la sanción establecida en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo público. Si precisa obtener licencia de reproducción para algún fragmento en formato digital diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) o entre la web www.conlicencia.com EDHASA C/ Diputació, 262, 2º 1ª, 08007 Barcelona. Tel. 93 494 97 20 España.

Edicionesicaic

Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos

Calle 23 no. 1155, e/ 10 y 12, El Vedado, La Habana, Cuba.

Índice de contenido
Idas y vueltas
En la hoja de un árbol
El Cuerno de la Abundancia
Datos del autor

Idas y vueltas

En la relación entre la literatura y el cine es mucho más frecuente que un relato viaje de la blancura opaca de un libro al resplandor de la pantalla. En mi caso, ello ha sucedido solo una vez, cuando junto a Juan Carlos Tabío convertí en guion “Lista de espera”. El tránsito en sentido opuesto, sin embargo, ha alimentado hasta ahora cuatro de mis títulos. El primero fue “En la hoja de un árbol”. Escrito como un cortometraje que debía dirigir Gerardo Chijona, al rechazarse el proyecto le di la forma de un cuento (o de un guion envuelto en comentarios). Apareció por Ediciones Vigía en 1994, en una preciosa edición manufacturada que ya es una rareza (creo que la tirada no sobrepasó los doscientos ejemplares). Poco después, me empeñé en imaginar un largometraje que también debió dirigir Chijona. A finales de los 90 fue evidente que la película no iba a ser aprobada, y escribí a partir del guion la novelaEl libro de la realidad,publicada en 2000.

Luego de estrenado el filme El Cuerno de la Abundancia, que escribí también con Tabío, me ganó la idea de trasponer el guion a una pieza literaria, en esta ocasión bajo la apariencia de un testimonio en el que Juan Carlos y yo seríamos personajes de ficción. El Cuerno… nació de un argumento mío, pero no pocas de las peripecias y hasta de los diálogos que componen la narración se los debo a mi entrañable amigo. Lo dio a conocer la Editorial Oriente, en 2011, en una edición destinada solo al mercado en fronteras (es decir, en divisas).

Quedaría aún No me preguntes cuándo, novela que partió del guion para Marioneta. Afortunadamente, ambas obras vieron la luz de manera simultánea: la novela se hizo pública en febrero de 2019, y en marzo se estrenó la película.

Unidos En la hoja… y El Cuerno…, encuentro entre ellos vasos comunicantes que me gustaría que el posible lector de estas páginas descubriera. Para mí, estas idas y vueltas han sido la oportunidad para reescribir, enmendar, continuar manipulando esas vidas que ya, fatalmente, estarán acompañándome por siempre.

En la hoja de un árbol

Para GerardoChijona

Mi querido Roberto:

Estoy seguro de que lo has olvidado. Ocurrió hace cinco o seis años. Escribí aquel cuentecito, “Juana de Arco”, y te lo di a leer esperando tu entusiasmo y tu agradecimiento. Yo estaba tontamente orgulloso porque me había atrevido con un asunto ajeno, con personajes que nada tenían que ver conmigo. La anécdota del cuento te pertenecía, alguna vez me la habías no, digamos, contado sino confesado, con algo de vergüenza, con algo de dolor. Me devolviste el manuscrito con unos comentarios que en mi soberbia atribuí a los rencores, o estigmas, o inseguridades, o parcialidades a que te somete tu homosexualidad (no hagas caritas: tengo razón). El cuento había recibido lecturas elogiosas por parte de otros amigos y aquellas líneas, que escribiste solo para mí, para nuestra amistad, fueron su única mancha. Adopté la pose del padre comprensivo que sabe por qué su hijo miente, o es violento, o simula enfermedades, y lo comprende y lo perdona.

El azar (lo has escrito en alguna página que no me canso de celebrarte) impone siempre su razón y su justicia: me enteré de que Asdrúbal Cícero, el director de cine, andaba buscando una idea para un cortometraje. El asunto debía ser actual y con ciertas dosis de picante (pero tampoco demasiadas, ya imaginarás). Tropezó con “Juana de Arco” y me propuso que trabajáramos un posible guion. Tus comentarios anteriores, debo admitirlo, no me habían dejado descansar y el cuento cada vez me parecía peor, de manera que acepté su ofrecimiento con la condición (que él agradeció) de tomar solo los trazos más generales de “Juana...” (lo que en cine se llama story line) y diseñar libremente un nuevo argumento, incluso con personajes, conflictos y soluciones distintos.

Asdrúbal, quien a pesar de su última película es un hombre inteligente, estuvo de acuerdo. Yo, mientras tanto, había aprendido algo que me será imprescindible en lo adelante: “Juana...” era, salvo en el final, absolutamente fiel a la historia que me contaste (y no calculas cómo recuerdo tus palabras y tu voz aquella noche ya, horror, tan lejana) y, en cambio, resultaba falso. Porque el arte está obligado a buscar la verdad, pero su camino predilecto es la mentira. Y eso es lo que he hecho ahora: serle fiel a tu relato pero de una manera diferente. Y estoy feliz con el resultado.

Como es previsible que el guion y la película (si es que se llega a filmar) vayan separándose, he querido que tengas una copia del primero: esta que leerás será tu película, la que debes imaginar cuando te sientes en la sala de un cine a ver lo que haya hecho Asdrúbal. Es la historia que, por segunda vez, te quedo debiendo. Gracias de nuevo, y abrazos,

Arturo

Ps. No dejes de llamarme en cuanto lo leas. Después de las seis estaré en la casa, pero por las mañanas (hasta el mes que viene, si dios y mi jefe quieren) me puedes localizar en el 765 6165.

Mi no menos querido Arturo:

La memoria va a ser tu perdición y la de tus amigos. Yo me empeño en olvidar, en hacer que desaparezcan años desagradables de mi vida, y cada cierto tiempo me obligas a leer y a recordar. Si supieras cuánto me cuesta, me querrías mejor.

Pero vayamos al guion: es verdad que ahora estás más cerca que con “Juana de Arco” (que, a propósito de memorias, no recordaba haberte confesado lo poco que me gustó). Para decirlo de otra manera: estás menos lejos. Tienes razón al pensar que el arte necesita mentir: solo mintiendo se aproxima a la verdad, pero no basta. También se puede mentir inútilmente. No me estoy refiriendo al guion, por supuesto. O, para ser honesto, no enteramente al guion.

Ahora, debo reconocerlo, el relato es más verosímil y fluido, y tiene dos o tres momentos que nunca pensé que fueras capaz de escribir. No te ofendas: nunca he dudado de tu talento, pero sí de tus demonios, de cierto tipo de demonios que tu pacata vida hétero te niega. Me refiero, como supondrás, a la escena en la casa de la madre de Tomás, incluidos esos dos muchachos (que ya trato de imaginar) semidesnudos en la misma cama, poseídos por las fuerzas irreprimibles de la atracción y el deseo, y la Tere mirando y dejando pasar. Pero aún hay personajes desaprovechados, como la misma Tere, y las secuencias finales me parecen apresuradas. Te seré sincero aunque me cueste tu amistad: creo que no has tenido valor para llevar hasta sus últimas consecuencias el camino que elegiste.

No te niego que ahora me da aún más rabia ser el modelo para ese personaje siniestro (mientras comienzo a sentir envidia por el otro), pero el final sí se acerca más a “la realidad”. ¿Te lo dije entonces, aquella noche que también recuerdo como si estuviera sucediendo en este instante? Yo lo amé y mi rechazo tuvo la potencia de ese amor, de ese deseo, de los miedos que ambos desataron. En el guion has hecho un personaje más fuerte, más maduro, más dueño de sí, y evitas el suicidio falso, inverosímil, con que terminaba “Juana...”. Pero la ausencia de la muerte no hace menos doloroso lo que has escrito, como tampoco alivió lo ocurrido en esto que estamos llamando “la realidad”. Mi cobardía y su debilidad me costaron años de arrepentimientos en los que me estuve negando la existencia que debía pertenecerme.

¿Te dije que tú lo habías conocido? La pregunta es retórica: sé que te lo oculté, porque prefería que guardaras la imagen que te había dibujado de él. Ahora soy yo quien reta tu memoria. Año 1985, quizás septiembre u octubre, entrada del cine La Rampa. Estabas con tu esposa y yo aproveché para unirme a ustedes en una cola que se hacía interminable. Poco antes de comprar las entradas (¿ya te acuerdas, ya te das cuenta de quién te hablo?) llegó alguien que les presenté como “un viejo amigo” y que incluso se sentó junto a nosotros (junto a mí, claro está). ¿Ya? Gordo, despeinado, con un pulóver que se caía a pedazos, aparentando el desaliño de una juventud que había perdido. No te imaginas todo lo que pasó por mi cabeza esa noche. Hacía años que no lo veía y me costó horrores convencerme de que por aquella figura yo había padecido hasta las ­lágrimas. Si te hubiera dicho que era él, ¿no te hubiera tentado a degradarlo, a quitarle la fuerza moral que tenía aún en “Juana...”? ¿Ves cómo te ayudo a mentir?

Vuelvo al guion. Como te quiero, te castigo (“Quien bien te quiere, te hará llorar”, le gustaba repetir a mi maestro Virgilio Piñera): si pretendes que vaya a un cine para ver “En la hoja de un árbol”, llama de inmediato a ese Asdrúbal Cícero (¿y cómo se puede ser director de cine con semejante nombre?) y dile que te equivocaste, que no has terminado, que en dos meses (o en tres, o en cuatro, y que espere, si es que pretende hacer arte, lo que se llama arte) le entregarás una versión mejor. A lo largo del texto fui anotando comentarios que creí te pueden ayudar. Si soy hiriente, culpa a mi apasionamiento, que es quizás la única virtud de la que nunca he dejado de preciarme.

Te besa (sin dobles intenciones, como siempre),

Roberto

En la hoja de un árbol

Campus universitario - Ext. Día

TOMÁS y TERE (alrededor de veinte años) están sentados en la yerba, debajo de un árbol. Él es agradable. Ella, insignificante. Se les nota preocupados. Hay libros y libretas junto a ellos. Tere tiene una mano de Tomás entre las suyas y se empeña en quitarle algo (una uña partida, una espinita, una mancha de pegamento...).

Tere

Lo importante es que tienes la conciencia limpia.

Tomás retira la mano, con dolor.

Tomás

Coño, me duele. Me la corto a que fue Humberto.

Tere trata de recuperar la mano de Tomás.

Tere

No te cortes nada. Dame acá. No te la puedo dejar así.

Tomás

No.

Y pone la mano fuera del alcance de su novia.

CLAUDIA (la misma edad) viene caminando. Es muy hermosa y se mueve con desenfado. Ha visto a Tomás y a Tere y los saluda.

Claudia

(Tratando de animarlos.) Qué parejita más linda.

Tomás y Tere responden el saludo con una sonrisa desganada.

Pasillo - Ext. Día

Claudia sigue de largo y entra en uno de los edificios de la Universidad. Ve, fuera de cuadro, algo que le interesa y su actitud cambia: empieza a caminar para llamar la atención.

Pasillo - Ext. Día

SANTIAGO va en dirección contraria a Claudia. Es hermoso y elegante y carga una mochila pesada. Se detiene frente a una puerta y toca. No hay respuesta. Claudia pasa junto a él y lo mira de arriba a abajo. Le sonríe.

Claudia

¿A quién buscas?

Santiago

Me dijeron que Secretaría quedaba en este pasillo.

Claudia

¿Tú estudias aquí?

Santiago

Desde hoy.

Claudia

Qué bueno.

Lo vuelve a mirar de la cabeza a los pies. Santiago se turba.

Claudia

Es allí.

Señala una puerta detrás de ella.

Santiago

(Con una hermosa sonrisa.) Muchas gracias.

Santiago continúa hacia la puerta. Ella lo sigue con la mirada.

[No hubo Claudia, como sabes. Pero si te empeñas en seguir el camino –¿es que no hay otro y por eso todo el mundo va por ahí?– de los equívocos y las falsas apariencias, puede serte útil.]

SECRETARíA - INT. DíA

Santiago es atendido por una secretaria que llena papeles mecánicamente. Él se entretiene en observar la oficina: hay varios burós más y un ambiente de rutina burocrática. Frente a otra mesa, tres estudiantes con aire de abatimiento entregan sábanas y libros que una mujer va revisando.

Muchacha

(Gritando.) Guillermina, ¿en qué albergue ubico a este traslado?

Guillermina

(Gritando.) Muchachitos, ¿cuál era el dormitorio de ustedes?

Uno

(Agresivo.) El 4.

Muchacha

(Entrega a Santiago varios papeles.) Es en el tercer piso. Pregunta por el responsable, que creo que se llama Luis.

[¿Por qué esa insistencia enfermiza en contextualizar siempre nuestra mediocridad, nuestro “chancleteo”? Con esta escenita, lápiz rojo. ¿O será que el costumbrismo nos resulta inevitable, como los platanitos fritos?]

DORMITORIO - Int. Día

La puerta está abierta y Santiago se asoma. Además de la mochila, lleva un nuevo bulto con ropa de cama. La estancia es amplia, hay varias literas y al fondo una puerta que debe dar al baño. Una de las paredes laterales está interrumpida por otra puerta mayor, que se abre a un balcón.

Un pequeño, rústico gimnasio está instalado en una esquina. LUISITO y CARLOS presionan una barra de pesas sobre el pecho de HUMBERTO, quien está acostado encima de una tabla. ROLANDO está de pie junto al grupo. Parece una escena de tortura e interrogatorio.

Rolando

(Irónico.) Y tú te salvaste porque sí.

Humberto

(Acercándose a la histeria.) Ya, coño, ya, que me falta el aire.

Santiago toca con fuerza en la puerta, sin entrar.

Santiago

Buenas tardes.

Carlos y Luisito sueltan la barra. Humberto aprovecha para quitársela de encima y se incorpora. Con el diálogo siguiente, sale huyendo.

Santiago

¿Alguno de ustedes es Luis?

Luisito se adelanta, mira a Santiago, examinándolo. Santiago le extiende un papel, que Luisito lee. Luisito mira a Rolando.

Luisito

Ven.

Caminan hacia una litera cuyas sábanas están tendidas.

Luisito

El que dormía aquí debe venir ahorita a recoger sus cosas.

Luisito abre una taquilla que está junto a la cama.

Luisito

También puedes vaciar esto. (Mira su reloj.) Y apúrate, que a las seis empieza la comida.

Luisito, Rolando y Carlos se quedan mirándolo. Santiago quita las sábanas, las tira al piso y comienza a colocar encima de ellas todo cuanto hay en la taquilla.

DORMITORIO - INT. DÍA

Tomás entra al dormitorio. Ve que Santiago está echando sus pertenencias sobre las sábanas y se abalanza sobre él, lo empuja. Santiago no entiende lo que está pasando, pero se quita de encima las manos de Tomás. Tomás recoge sus cosas, y va a tirar al suelo la mochila y las sábanas de Santiago, que están sobre la cama. Santiago lo detiene y mira a su alrededor, buscando a Luisito, que ha desaparecido. Carlos contiene la risa.

Santiago

Espérate, que yo sí no entiendo qué coño pasa aquí.

Tomás

Pregúntales a ellos. (A Rolando y Carlos.) Si quieren guerra den la cara, como los hombres.

Rolando

(Desde su cama.) Nuevo, ven.

Santiago se acerca a la cama de Rolando.

Rolando

Discúlpanos la bromita, ¿no? (Le extiende una mano, cordial.) Rolando, para servirte.

Santiago

Santiago.

Rolando

No hay lío. Coge aquella cama.

Señala para una que no está tendida.

[Cómo quitarnos de encima la violencia, la humillante violencia física. Yo, al menos, guardo recuerdos demasiado dolorosos y que al final ni siquiera me convirtieron al sadomasoquismo (eso, al menos, hubiera sido una ganancia).]

TERRENO DE BALONCESTO - EXT. DíA

Santiago está sentado en las gradas, en short, solo, mirando cómo un grupo en el que están Tomás, Rolando, Luisito y Carlos juega baloncesto. Humberto está en otro lugar de las gradas, también solo. Tere y Claudia vienen. Tere se queda atrás, mirando el juego, y Claudia se sienta junto a Santiago. Está en short y se ve más atractiva aún. Mientras hablan, el partido continúa. Luisito y Carlos juegan sucio contra Tomás, pero este es brillante y los evade.

[¿Brillante? ¿No se te está yendo la mano?]

Claudia

Te traigo una invitación.

Santiago la mira, entre intrigado y complacido.

Claudia

Pero no es para lo que tú te imaginas.

Santiago

Yo todavía no me he imaginado nada.

Claudia

Es para trabajar.

Claudia va observando las reacciones de Santiago, que son favorables a que ella siga adelante.

Claudia

Hay que entregar un proyecto y lo estamos haciendo por equipos.

Santiago

(No deja de atender al juego.) ¿Y quiénes están en el tuyo?

Claudia

Somos tres: Tere, Tomás y yo.

Santiago

¿Me invitan los tres?

Claudia

Te invito yo, pero ellos van a estar de acuerdo.

Tomás logra un enceste espectacular, con el que acaba el juego.

Rolando, Luisito y Carlos ven inmediatamente a Claudia y a Santiago, que juntos dan una imagen de intimidad. Van hacia ellos y los rodean.

Luisito

(A Santiago.) Mi socio, ven acá.

Y se lo lleva hacia el terreno. Rolando queda frente a Claudia.

Luisito

(Confidencial.) No te metas ahí, que te quemas.

Rolando se sienta donde estaba Santiago, Claudia se levanta y se va.

[Esta tiene que ser una película de muchas miradas. ¿Te has fijado cómo nosotros nos miramos? ¿Te has sentido alguna vez mirado por un gay? Claro que sí, aunque no me lo confieses. Lleva eso a tus personajes, que no solo tienen que mirar, sino también sentirse mirados. Por cierto, ¿ese Asdrúbal Cícero es gay? ¿Tan siquiera de clóset?]

COMEDOR - INT. ATARDECER

Tomás, Tere y Claudia pasan por el mostrador donde sirven la comida. Tomás avanza hacia una mesa donde comen Rolando, Luisito y Carlos. Tere va tras él.

Tere

Está bueno ya, no busques más líos.

Tomás

Yo sé lo que hago.

Claudia descubre a Santiago, solo en otra mesa, y va hacia él.

Rolando, Luisito y Carlos se levantan cuando Tomás se sienta.

El ruido de las bandejas es ensordecedor y obliga a Claudia a hablar casi en mímica, lo que la hace lucir más simpática.

Claudia

Hablé con Tomás y Tere y están de acuerdo. ¿Te gustan las berenjenas?

Pone sus berenjenas en la bandeja de Santiago.

Santiago

(En tono confidencial, mientras mira a Rolando y su grupo salir del comedor.) ¿Qué es lo que pasa?

Claudia

(En voz baja.) Un chivatazo. Se robaron una prueba de Cálculo I, el profesor se dio cuenta y nos amenazaron con suspendernos la asignatura a todos. A última hora apareció un anónimo con los nombres de tres. Sospechan de Tomás, que lo sabía, y de Humberto, que también estuvo en el robo pero no lo incluyeron en el anónimo.

Santiago

¿Y?

Claudia

Tere jura que Tomás no fue.

Santiago termina de comer. Claudia apenas ha probado su comida.

Santiago

¿Acabaste?

Claudia afirma.

Santiago

Te vas a poner flaquita.

Y recoge su bandeja y la de Claudia. Ella se muestra sorprendida por el gesto de gentileza.

[¿Te acuerdas cómo me decían las mujerangas de nuestro grupo? El desperdicio. Las pobres. Si hubieran sabido cómo me llamaban los mulatos de mi barrio…]

CUBíCULO DE BIBLIOTECA - INT. DíA

Tomás, Tere, Claudia y Santiago alrededor de una mesa sobre la que está la maqueta de una parada de ómnibus muy fea y convencional. Claudia pinta de blanco el techo.

Tomás

Aquí lo único que falta es la fundamentación teórica, que la debe hacer Santiago, para que aporte algo.

Santiago toma la maqueta, la levanta, la mira.

Santiago

Está fea. (Le da vueltas.) Muy fea.

Tere

Yo lo dije.

Claudia

Pero el profe no quiere otra cosa. (Imitando.) ¡U-ti-li-dad! ¡A-ho-rro! ¡Fun-cio-na-li-dad!

Santiago

(A Tomás.) ¿A ti te gusta?

Tomás

Yo lo que quiero es terminar la asignatura.

Tere

¿Y si nos arriesgamos?

Claudia

Ay, Dios mío, mi nota.

Tomás

Déjense de inventos.

Santiago

Hacemos los dos proyectos. Acabamos este, que está casi listo, y nos queda tiempo para probar con uno mejor.

Ellas lo miran sin decidirse.

Santiago

(Animándolos.) Si sale mal me echan la culpa a mí.

[¿A dónde vas? ¿A vestir a Santiago con el disfraz del mariconcito inteligente –otro esquema? El Tomás de mi historia lo era más: irreverente, iconoclasta y padecía un impulso vital seductor, irresistible. Santiago cayó en las redes de su gracia, como antes había caído esa Tere a la que tratas como a una víctima. Pero ya hablaremos de ella más adelante.