La inexistencia de Logan Walker - Santiago L. Speranza - E-Book

La inexistencia de Logan Walker E-Book

Santiago L. Speranza

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Beschreibung

El carismático, arrogante y popular Logan Walker en realidad no existe. Son los gemelos Benjamin y Nicholas quienes cada día de su vida deben interpretar ese papel ante el mundo, prisioneros de su propia tía y de un secreto que desconocen. ¿Por qué están condenados a vivir una vida que no es suya? ¿Qué pasaría si su verdadera identidad se descubriera? ¿Algún día serán libres de ser ellos mismos? En el pequeño y misterioso Blestville, hacer preguntas puede llevarte a la tumba, especialmente cuando eres alguien que no existe... Descubre esta nueva versión del gran misterio que cautivó a miles de lectores en Wattpad.

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El carismático, arrogante y popular Logan Walker en realidad no existe.

Son los gemelos Benjamin y Nicholas quienes cada día de su vida deben interpretar ese papel ante el mundo, prisioneros de su propia tía y de un secreto que desconocen.

¿Por qué están condenados a vivir una vida que no es suya?

¿Qué pasaría si su verdadera identidad se descubriera?

¿Algún día serán libres de ser ellos mismos?

En el pequeño y misterioso Blestville, hacer preguntas puede llevarte a la tumba, especialmente cuando eres alguien que no existe…

Descubre esta nueva versión del gran misterio que cautivó a miles de lectores en Wattpad.

A quien corresponda:

Hola, somos Benjamin y Nicholas Moore, hermanos gemelos.

Escribimos esta carta antes de comenzar con la misión que nuestra tía Grace nos ha encomendado: hacernos pasar por un chico llamado Logan Walker en la secundaria Blestville.

Si tienes esta carta en tus manos, significa que has descubierto nuestro secreto. Quienquiera que seas, perdónanos. Lo que hemos hecho no tiene remedio ni excusas. Y pídenos perdón también. Que sepas este secreto seguramente marcará nuestro final como hermanos.

¡Felicidades, nos hemos arruinado mutuamente!

Santiago L. Speranza

Es estudiante y escritor. Cuenta con nueve obras publicadas en Wattpad que supieron conquistar el corazón de sus fieles lectores.

Tiene un podcast literario, Te lo dice un despeinado, y fue colaborador autoral de la segunda temporada Entrelazados para Disney+.

Además, es creador de contenido en Instagram y TikTok, donde hace humor relacionado a los libros.

El resto del tiempo lo dedica a su otra pasión: jugar tenis de alto rendimiento, mientras continúa su carrera universitaria en los Estados Unidos, sonríe para las fotos y trata de nunca peinarse.

Argentina:

 

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México:

 

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Para los que sufren en silencio y pelean batallas sin que nadie lo sepa.

PLAYLIST

Better Now – Post MaloneStill Loving You – ScorpionsBoys Do Fall In Love – Robin GibbDance Monkey – Tones And ISomething About You – Hayden James, ODESZASafe And Sound – Yoke LoreDemons – Imagine DragonsLose It All – James CarterKeeping Your Head Up – BirdyFight Song – Rachel PlattenAlone – HeartOne Day – MatisyahuTurn You Down – NLSNDrown – SeafretDarker – Hannah HobermanHope – DubVisionHeroes (we could be) – Alesso, Tove LoCae el sol – AirbagBelong – Axwell, ShapovLook After You – Aron WrightWhat About Us – P!nkAll Falls Down (FT. Juliander) – Alan Walker, Noah CyrusOn & ON – Cartoon, Daniel Levi1-800-273-8255 – Logic, Alessia Cara, KhalidJust Hold On – Steve Aoki, Louis TomlinsonHero (I Will Survive) – Supergirl, RAIGNBack to You – Ivan BGood Grief – BastilleSomewhere Only We Know – KeaneNothing On Us – The Him

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Carta de los hermanos Moore

A quien corresponda:

Hola, somos Benjamin y Nicholas Moore, hermanos gemelos. Escribimos esta carta antes de comenzar con la misión que nuestra tía Grace nos ha encomendado: hacernos pasar por un chico llamado Logan Walker en Blestville High School.

Si tienes esta carta en tus manos, significa que has descubierto nuestro secreto. Sí, es probable que un día hayas tratado con Benjamin y otro, con Nicholas y no lo notaras. ¿Eres un imbécil por no haberlo notado? La respuesta es no.

Grace nos ha entrenado desde la muerte de nuestros padres para hacernos pasar por una imagen prediseñada. Hemos logrado mimetizarnos para evitar que cumpla sus amenazas de enviarnos a las dos puntas más alejadas del país con el fin de no vernos nunca más.

Seguro crees que sabes todo sobre nosotros y te habrás hecho la idea de que somos personas terribles. Crees tener todas las respuestas, pero no es tan simple como se ve en la superficie. No sabemos qué es lo que vendrá para nosotros a continuación. Solo somos dos chicos de quince años que no tienen el control.

Pero, aun así, perdón. Quienquiera que seas, perdónanos. Lo que hemos hecho no tiene remedio ni excusas.

Y pídenos perdón también. Que sepas este secreto seguramente marcará nuestro final como hermanos. ¡Felicidades, nos hemos arruinado mutuamente!

Te desean buena vida,

Los hermanos Moore

Capítulo 1: Los calzones Calvin Klein

[NICHOLAS]

Mi hermano me mira fijo mientras me abotono la camisa. Frunce el ceño, señal de que está a punto de burlarse de mí. ¿Qué idiotez pude haber hecho ahora? Si tan solo me estoy cambiando...

Ah, ya sé.

Mierda, ¡podría vivir entre lingotes de oro si me pagaran por las tonterías que hago a diario!

–¿Notaste que tienes tus Calvin Klein dados vuelta, hermano? No creo que logres dar una buena primera impresión si quedas en ridículo con tus calzones mal puestos. Digo, sobre todo, si tenemos en cuenta la extraña afición que tiene la gente por esa marca –dice Benjamin con una amplia mueca en su rostro, mostrando las paletas torcidas que tiene, iguales a las mías. No me sorprende, somos un maldito calco.

Respondo su comentario con el dedo medio levantado, el apreciado fuck you que usamos con regularidad.

Aunque debo reconocer que tiene razón.

Corro hacia uno de los baños de la planta baja para cambiarme con rapidez. No quisiera que Grace me viera así.

Oh, genial. Viene directo hacia mí. Oficialmente, estoy perdido.

–¿Por qué corres por la casa, Nicholas? ¿Cuántas veces debo decirte que podrías caerte, golpearte la nuca con la punta de algún mueble y quedarte allí, seco y muerto? –pregunta con su estilo inquisitivo y molesto.

Benjamin le gritaría, pero yo no pienso gastar energías. Prefiero sonreírle y continuar.

–Disculpa, tía Grace.

–¿Por qué tienes tus Calvin Klein puestos de esa forma? –me interrumpe. La miro con tranquilidad, apaciguado.

–Estaba a punto de cambiarme...

–¡Apúrate, entonces! –grita de manera innecesaria y me calla por segunda vez. Estoy a un metro de ella, no hace falta que se entere todo Blestville.

Asiento sin darle la más mínima posibilidad de que me vuelva a interrumpir. Me meto en el baño para evitar seguir escuchándola.

¿Quién la habrá hecho así? Me imagino al hada creadora de humanos poniéndole una pizca de empatía y el tarro entero de intensidad y de locura. Solo de esa forma podría entender por qué es cómo es.

Mientras acomodo mis Calvin Klein, aprovecho para mirar por la ventana. Desde el baño puedo ver una de las mansiones vecinas y la gran piscina que está en remodelación. Parece que allí vive una familia muy interesante, pero Grace no nos ha dejado establecer contacto con nadie desde nuestra llegada a Blestville. Para evitar accidentes, dijo. Qué chiste. Pasamos muchas cosas al lado de Grace, pero supongo que al final todavía no estamos acostumbrados a todas.

Vuelvo a la cocina tras haber verificado que mi atuendo esté en orden. Benjamin y Grace me esperan con los brazos cruzados. Algo me dice que he pasado más tiempo del que me di cuenta en el baño. Mierda, sabía que no debía haber jugado esa partida de Call of DutyMobile. ¡Juro que no es mi culpa, el juego estaba muy interesante!

Qué más da. No daré explicaciones.

–¿Estás listo, Nicholas? –pregunta Grace con una sonrisa maliciosa.

El plan que viene armando desde hace años está por llevarse a cabo. Lo único que espero es no decepcionarla.

–Recuérdame por qué debo ser yo el primero en asistir a clase –digo, y mi tía se retuerce. Algo de lo que dije no le ha gustado.

–Ya hablamos de esto, ¡concéntrate, por favor! –exclama y me toma por los hombros con fuerza para llamar mi atención–. Tú eres el mejor para dar buenas primeras impresiones. Benjamin tiene otros atributos.

–¿Otros atributos? –Miro de reojo a mi hermano y noto que malpensó el comentario tanto como yo. Nos echamos a reír a carcajadas.

–No tengo idea si tu hermano tiene un miembro muy grande o si será bueno teniendo relaciones sexuales. Supongo que tendremos que esperar para saberlo.

Agacho la cabeza, avergonzado. Que tu tía cincuentona se meta en una broma sexual con tu hermano de quince años no da gracia. Es desagradable.

–No te cansas de ser aguafiestas, ¿verdad? ¿No puedes dejarnos un maldito momento de disfrute personal? Te has apoderado de nuestra vida. Solo te pedimos un poco de paz –increpa Ben a Grace. No me extraña en absoluto su planteo.

–¡Benjamin Moore, vete a tu cuarto! No tengo tiempo para soportarte ahora mismo. –Grace devuelve el grito.

Ben me observa, ofuscado, y me echa una mirada compasiva que dice “suerte, la necesitarás”. Pierdo de vista a mi gemelo cuando sube las escaleras, y me quedo solo con Grace.

–Repasemos lo principal.

–Llevaré una microcámara en mi ropa. Ben y tú serán mis dos pares de ojos extra. Soy Logan Walker, un confiado y extrovertido adolescente al que le importa demasiado el estatus social y que nunca deja de sonreír y buscar impresionar a quienes lo rodean. ¿Lo dije bien? –menciono rápido y sin detenerme, como si fuera una lección de Historia que aprendes de memoria y te hace sentir que sabes todo, cuando en realidad no sabes nada.

–Perfecto, mi amorcito. Lo harás muy bien. Confía en ti –susurra y me da un beso en la frente.

Grace nos quiere, por más que Ben piense lo contrario.

Tomo mi mochila y me despido con un inexpresivo saludo de mano. Salgo por las puertas dobles de nuestro hogar y veo que Ben me observa desde la ventana. Identifico esa mirada penetrante en mi hermano: tiene miedo. Teme por mí, teme por él. Teme que las cosas salgan mal y nunca más podamos volver a vernos.

Yo temo que las cosas se derrumben. Y, si tenemos en cuenta mi prontuario, soy más bien un especialista en disfrutar el momento y no un cauteloso trabajador. Rasgo complejo de tratar si consideramos que Grace no es de las personas que aceptan los errores ajenos a la ligera.

Dejo de lado los pensamientos negativos. No necesito cargarme con ellos ahora. El autobús pasa a recogerme a la hora exacta que han indicado en el cronograma.

–¿Logan Walker? Ven, sube –dice el conductor a modo de saludo mientras analiza su libreta.

–Sí, soy yo –le contesto tras menear la cabeza. Entro al autobús sin dudar ni mirar hacia atrás.

Llegó la hora de probar que soy apto. Qué Dios me bendiga. O quién sea que esté allí arriba observando.

♦♦♦

Llego a la escuela mucho más rápido de lo que hubiera imaginado. Post Malone deja de sonar a todo volumen en mis auriculares y bajo del autobús, impresionado. Nunca pensé que la escuela secundaria de un pequeño pueblucho de San Diego podía ser tan imponente.

Un edificio de, mínimo, un par de pisos se cierne sobre mí. No puedo ver con mucho más detalle porque tengo la visión bloqueada por un tipo fornido. Su espalda debe ser del doble de tamaño que la mía.

–¿Qué miras? –espeta y se ríe burlón. Notó que estoy intentando ver qué hay más allá de su ancho torso mientras bajamos del autobús.

Por su gran musculatura, diría que forma parte del equipo de fútbol americano de la escuela. Escuché que son muy respetados en la región. Las Águilas de Blestville. Pierdo un par de segundos en mirarlo, desconcertado, porque no esperaba que me dirigiera la palabra.

–Ah, discúlpame. Soy nuevo por aquí. Logan Walker, encantado. –Intento estrechar su mano, pero él no muestra intención alguna en devolverme el saludo.

–Si quieres ganarte ese privilegio, deberás esforzarte –contesta.

Vaya, vaya. ¿Qué tenemos por aquí? ¿Un deportista con aires de grandeza?

Lo veo alejarse y un grupo de chicos se le acerca con rapidez. Algo me dice que acabo de toparme con una estrella, y reaccioné como un completo freak. Qué más da, ya me tocará sorprender a ese fortachón.

Entro a la escuela y todo parece igual de común y mundano que en el resto de las escuelas. Veo un largo pasillo con casilleros y adolescentes típicos, lleno de subgrupos que cuchichean entre sí sobre lo que han hecho durante el verano. No los culpo. Debo admitir que yo también soy fan de ese tipo de conversaciones.

–¿Logan Walker? –Me sorprende una voz chillona, que seguro es de alguna Barbie influencer que está haciendo un directo en Instagram y quiere saber quién es el chico nuevo que se está entrometiendo en sus narices y, al parecer, en su casillero.

Me volteo. La realidad es otra. Una chica de mi altura me observa expectante. Es probable que sea del mismo año que yo. Me distraigo al ver sus asombrosas pestañas y la diadema brillante que le queda... Bueno, de repente se me han olvidado los adjetivos. Quiero seguir analizándola, pero solo lograría espantarla. Contesto mientras disimulo lo mejor que puedo.

–Encantado –la saludo. Está lo suficientemente cerca de mí como para permitirme oler su perfume, que le va perfecto y es una combinación asombrosa entre elegancia y buen gusto–. ¿Y tú eres?

Solo ha dicho mi nombre y ya estoy pensando en lo fabuloso que sería callarla con un beso. Sentir sus labios, pegarme a su cuerpo de forma frenética y dejarnos llevar. Luego recuerdo que debo meterme esos impulsos por donde no me da el sol. Sé que ni el peor adicto al sexo está tan obsesionado como para imaginarse besando los labios de una chica que ha visto por cinco segundos.

Dios, Grace. Les he avisado a que no podían dejar demasiado tiempo a la bestia guardada. Ahora deberán lidiar, tanto ella como Benjamin, con las consecuencias de mis incontrolables enamoramientos repentinos.

–Abby Torres, chico nuevo. –Ladea su rostro con una sonrisa. Se sienten buenas vibras en el ambiente y parece no haberle importado el pequeño retraso que tuve en contestarle–. Creo que ese es mi casillero.

Dejo de intentar abrir la taquilla. Parece que, si ella no hubiera llegado, habría acabado por romperla en tiempo récord. Primera hora en la escuela y ya estuve a punto de hacer destrozos.

–Disculpa. Debo haberme equivocado.

Agacho la cabeza y simulo estar avergonzado. Siento como Abby sigue ahí, esperando para decirme algo más. Parece ser una chica muy extrovertida o, al menos, no demuestra dificultades para entablar una conversación.

–Me eligieron para que te acompañe en tu primer día de escuela. Puedes considerarme tu guía –declara con una risita nerviosa, casi por compromiso.

Comienza a caminar por el largo pasillo, y asumo que debo acompañarla. No quiero quedarme atrás, así que apresuro el paso para mantenerme a su lado.

–¡Vaya honor! Muchas gracias, Abby. ¿Qué puedes contarme de este lugar? –pregunto solo para tapar lo que puede ser un silencio incómodo y generar conversación.

Varias personas la saludan a medida que avanzamos por el pasillo. Es la segunda persona que me topo y ella también parece ser una estrella, ¿acaso aquí son todos famosos? Eso es prácticamente imposible. Debe haber populares y nerds. Deportistas y estudiosos. Vamos, como en cualquier lado. O eso espero.

–Bueno, debo decirte que te has metido en un lugar muy especial. Nuestra escuela es de las más reconocidas en San Diego, aun cuando solo somos un pequeño punto insignificante en el mapa. Las malas lenguas dicen que un multimillonario ha financiado la escuela a través de una pantalla del Estado, y que controla cada cosa que se hace aquí. De hecho, el hijo de este hombre se encuentra muy cerca...

–¿Tiene la espalda de un fisicoculturista y parece tener la autoestima de Miley Cyrus cuando se le ocurrió grabar Wrecking Ball? –Abby me mira sorprendida por el comentario. Luego se ríe con ganas.

–¡Ey! A mí me gusta esa canción –repone y me da un golpecito en el hombro–. Pero sí, es él. Jonah Watson. Líder del equipo de las Águilas de Blestville. Popular y abusón por excelencia. –El comentario por alguna razón la estremece y le quita el aire de seguridad absoluta–. Es de esos que tiene una gran historia detrás.

Algo en la forma en la que lo dice me hace pensar que el tipo de historia que tiene para contar no es una buena.

–Bueno, bueno. Prometo no denigrar mucho más a Miley, pero con una condición...

–Ah, ¿sí? ¿Y cuál es? –me cuestiona tras morderse el labio.

¡Basta, por favor! Deja de ser tan sexy, Abby. Acabo de llegar. No me enceguezcas con tus expresiones que me vuelven loco.

–Prométeme que no me dejarás aquí solo. No conozco a nadie en Blestville, y una amiga no me vendría nada mal.

No sé lo que está pensando. No tengo idea de qué estará pasando por su mente, pero, al menos, el intento es bueno.

–Bueno, si tanto quieres tenerme cerca, entonces veamos si tienes las agallas y la valentía de esforzarte por conseguir mi amistad –afirma, y yo no tengo idea de qué está hablando–. Hoy debes inscribirte en tus optativas. Quiero que te anotes en las pruebas para el equipo de fútbol americano. He escuchado que necesitan algunos refuerzos, y no quiero verlos derrotados esta temporada. Muéstrame de qué estás hecho, Walker.

–Déjame ver si capté bien este hermoso acuerdo. Yo me anotaré en las pruebas de fútbol americano para que tú, en recompensa, no me dejes solo en la escuela y para que, en contraparte, yo no continúe degradando a tu preciada y querida Miley Cyrus. ¿Entendí bien? –Ella asiente inmediatamente con su sonrisa de dientes blancos. Se acomoda el cabello, lejos de necesitarlo, y me muestra que es una obsesiva del orden y de la imagen–. Suena bien para mí.

–Es un trato, entonces –responde con delicadeza y nos estrechamos las manos. Percibo que es una chica con personalidad. Una que aprecia su estilo, pero no necesita apegarse a modas que no le interesan. Aunque tampoco confiaría mucho en mi criterio. Ben es el de las predicciones acertadas.

De pronto, debo dejar de prestarle atención a Abby. Mi teléfono no para de vibrar y me obliga a sacarlo del bolsillo.

Veinticinco mensajes del tío Richard. A ver, vamos. Es obvio que no puedo agendar a mi hermano por su nombre. Si alguien viera sus notificaciones, podría ser sospechoso e, incluso, peligroso. Hay que mantener las apariencias. ¿Quién desconfiaría del buenazo y siempre intenso tío Richard, que te escribe a cada hora?

–Discúlpame, Abby. Tengo que llamar a mi tío –le digo para que se aleje, pero se mantiene firme.

Mierda, no puedo echarla. Tendré que hablarle a Ben con ella a mi lado. Marco el número del supuesto tío Richard, que está en favoritos, y atiende al primer tono.

–¿Fútbol americano? ¿Qué haces? ¿Acaso quieres matarnos? ¡Somos dos malditos desnutridos, Nicholas! ¡Van a hacer papilla con nuestros huesos! –grita, grita y grita sin parar con la voz desencajada por completo. Por suerte, en el pasillo hay tanto ruido que es imposible que mi compañera escuche la conversación.

–Sí, tío. Ha sido una decisión difícil, pero acabamos de mudarnos a Blestville. Ya sabes, cosas de chicos –le contesto mientras observo a Abby con la típica mirada de “la situación está perfecta, puedes estar tranquila; solo es mi tío que hace preguntas estúpidas y no mi hermano gemelo insultándome al teléfono”.

–Por el amor de Dios, ¿podrías concentrarte? Y contrólate. Es la primera chica con la que te topaste, habrá muchas más en el camino.

–Claro, tío. Yo también te quiero mucho, pero sabes bien que, cuando te encuentras con un lugar donde te sientes a gusto, ya no quieres irte de allí –le respondo lo más normal que puedo. Mi diablito interior quiere seguir molestándolo, pero creo que ya ha sido suficiente. De seguro Benjamin quiere matarme ahora mismo.

–Juro que te moleré a golpes cuando llegues a casa. Vas a echarlo todo a perder –resopla, ya rendido ante la situación–. Adiós, seguiré viendo tu ritual de apareamiento en cámara.

Benjamin corta de manera abrupta la llamada. Con Abby caminamos a un ritmo muy lento porque el pasillo no acaba nunca.

–¿En qué estábamos? Oh, sí. Ya lo recuerdo. Esta tarde me inscribiré en las pruebas de fútbol americano.

Pienso en lo afortunado que he sido de que hayan puesto a Abby en mi camino en el primer día de escuela. Deben haber sido mis calzones Calvin Klein de la suerte. Para ser sincero, nunca dudé de su poder.

Abby sonríe, y yo hago lo mismo. Continuamos con el tour previo a entrar a clases.

No dejo de mirarla. Me encanta.

Si tan solo Logan Walker existiera de verdad, tal vez tendría alguna posibilidad de conquistarla. Gran trabajo, Nicholas. Acabas de engañar a la primera persona de una larga lista con esta farsa.

Capítulo 2: ¿Me está tomando el pelo?

[BENJAMIN]

Ambiciosa. Ese es el adjetivo que elegiría si tuviera que definir a Grace en una palabra. Podría mencionar también que es desquiciada, inquietante, insensible, excéntrica, despiadada y cínica. Pero, bueno, digamos que ambiciosa gana la contienda por el simple hecho de que es el rasgo que la ha llevado a hacer que Nicholas y yo estemos hoy, aquí, con una identidad falsa, haciéndonos pasar por alguien que no somos. Igual de melodramático y torcido que una película de Hollywood.

Aunque un simple error, una simple advertencia y todo podría irse por la borda. Y antes que arriesgarme a perder a la única persona que amo en esta vida, prefiero cerrar la boca y hacer lo que Grace dice. Sus insistentes amenazas hacia mí sobre lo que podría pasarnos si me atrevo a denunciarla con la policía, son motivo suficiente para mantenerme al margen hasta tener un plan concreto.

Igual sé que, en algún momento, lograremos desbandarla.

Poder ver con tanta claridad cómo ha intentado manipularnos a lo largo del tiempo es algo que me hace sentir orgulloso. Mi tía funciona como mamá y como papá desde que tenemos memoria. Eso es extremadamente peligroso porque siempre nos ha tenido muy cerca y nos ha forjado como personas. Pero, por alguna razón, sus estrategias y palabreríos ya no tienen efecto sobre mí.

Distinto es con Nicholas. Carajo, él siempre está buscando el lado bueno de las cosas. “Ella nos ama”, me dice a veces. “Solo quiere lo mejor para nosotros”, cuando ve que el resto de sus afirmaciones no solo no me mueven un pelo, sino que me hacen enfadar.

Siempre le pregunto cómo es que no nota que Grace lo está manipulando, pero me contesta que ya lo sabe y que solo le sigue el juego.

¡Mentira, puras mentiras! No hay que ser un genio para darse cuenta de que de forma inconsciente me está mintiendo mientras simula ser fuerte. Es mi hermano. Mi sangre. Mi otra mitad. No hay detalle que pase desapercibido ante mis ojos. Y, por más que muy en el fondo no quiera admitirlo, él está metido en su juego.

Tras sentarme solo en un asiento de la ventana, repaso el trayecto del autobús escolar con la cabeza en otro lugar. Intento recordar cada detalle del día que Nicholas tuvo ayer, al mismo tiempo que me rio por la coincidencia: mi hermano hizo lo mismo que yo de camino a la escuela. Supongo que es una casualidad un tanto irónica.

Abby lo acompañó durante la jornada escolar, mientras él se babeaba por ella y jugueteaba con bromas que solo a ellos dos le hacían gracia. Pude ver que la chica disfrutó de su compañía, así que ahora deberé estar muy atento a cómo afronto mi relación con ella. ¿Qué tanto debo acercarme para que sepa que Nicholas está interesado y que no crea que Logan es un bipolar desenfrenado?, y al mismo tiempo, ¿qué tanto debo alejarme para mantener ciertos límites y que mi hermano no piense que Abby también me gusta? Porque, vamos, a mí no me interesa esa chica en absoluto. No es mi tipo. Me parece insoportable.

Otros pensamientos invaden mi mente mientras el autobús se aproxima a su objetivo final: Blestville High School. Bueno, en realidad no es solo una escuela secundaria, pero yo me dirijo allí...

¡Qué más da! A nadie le importa cómo se llama en realidad. Cállate, Ben.

Vuelvo a recordar lo mal que dormí anoche. Nicholas descansó como un bebé, ya que, tras haber superado su primer día con creces, se sacó un gran peso de encima. Grace lo felicitó y consideró su inscripción en las pruebas de fútbol americano como una jugada maestra. Yo, por otro lado, opté por golpearlo varias veces y sucumbir ante la presión y el miedo que eso me genera.

No pude pegar un ojo. La tensión está a punto de hacerme añicos.

Siempre me han encantado los deportes, de eso no hay duda. Con Nicholas practicamos atletismo y natación, pero jamás hemos tocado una actividad que requiera esos niveles perturbadores de riesgo físico y daño potencial de choque. No soy un chico miedoso, y tampoco creo que mi hermano lo sea, pero las cosas son como son: no tenemos el físico de un jugador de fútbol americano. Somos chicos delgados y nos encanta mantenernos en forma; no tenemos nada que envidiarle a los influencers al sacarnos una buena foto de verano sin camiseta en la playa o en la piscina. ¡Pero eso es todo! No vengas con protectores, lágrimas de dolor y derramamientos de sangre. Nuestros cuerpos no están preparados.

–¿Este lugar está ocupado? –me pregunta un pequeño niño que acaba de subirse al autobús. No debe tener más de doce años. Lo miro con amabilidad y fuerzo una sonrisa mientras niego con la cabeza.

No estoy acostumbrado a fingir sonrisas. Cuando algo no me gusta, lo digo. Cuando quiero gritar, grito. Cuando quiero golpear, golpeo. Pero, por sobre todas las cosas, cuando no quiero sonreír, no sonrío.

Sin embargo, Logan Walker sonríe hasta cuando tiene hormigas en el culo.

Para mi hermano esto no es un problema. Nicholas tiene esa habilidad que le permite mimetizarse, adaptarse a su ambiente y falsear sonrisas con destreza. No es que sea un superfluo o un simple bromista que carece de emociones profundas, ya que de hecho tiene un gran corazón. Puede hacerlo porque tiene facilidad, está acostumbrado a cautivar con su carisma y a encantar hasta al tipo más severo de la historia. Como Grace. O este muchacho de las películas... ¿Cómo se llamaba? Oh, sí. Ya lo recordé. Hannibal Lecter. Una comparación justa y a medida.

Así que aquí estoy. Veo cómo los alumnos bajan del autobús, ya llegamos. El corazón y la cabeza me ejercen presión a un ritmo desesperante. Al igual que a mi hermano, sé que él sintió lo mismo que yo.

No me queda más remedio que entrar por la puerta principal y rezarle a algún dios todopoderoso que mi vida no se vaya más al carajo de lo que ya está.

–Ayer me enteré de la gran noticia. No solo te has anotado en las pruebas de fútbol americano, sino que también estarás con nosotros en otro par de optativas. Qué gran noticia, bebé –menciona Abby tras aparecer al lado de mi casillero y comenzar a seguirme mientras yo vago como un ente fantasmal.

Madre mía. Me ha dicho “bebé”. Lo que faltaba. ¿También deberé soportarla en las optativas? ¡Claro que sí! El hijo de puta que maneja mi destino seguro está sentado con su dona y con su café en plan “vamos a joderle un poco más la vida a Ben, que la tiene muy fácil. Pongámosle a Abby en su camino para que lo haga perder el tiempo y esté presente donde sea que vaya. ¡Tal vez se enamore de él y no de su hermano y tengamos un rico drama telenovelesco entre gemelos para disfrutar!”.

–¿Me lo dices en serio? Pues, ¡excelente! Tendré más tiempo para molestarte y hacerte la vida imposible –respondo y simulo lo mejor que puedo. Sé que lo he hecho bien, así que no me preocupo. Abby parece estar a punto de sonrojarse. Me mira y luego se aleja, pero no sin antes darse vuelta y saludarme con un gesto tierno.

Entro a Álgebra, la primera clase de la mañana. Hasta ahora, solo he procurado pasar desapercibido por los pasillos y evitar cualquier tipo de contacto porque, aunque no quiera admitirlo, los nervios no se van.

–Hola –digo cuando me siento junto a un chico de tez muy blanca y pelo castaño oscuro. Las ondas de su peinado son, por decir algo, curiosas.

El chico levanta la mirada, como si estuviera medio muerto. Tenía la cabeza hundida en el banco, y parece que he interrumpido su sueño intergaláctico.

–Me llamo Miles –suelta, como si se estuviera despertando de un sueño profundo. No le he preguntado su nombre, pero supongo que dedujo que estaba por hacerlo. Dejo mi mochila y me siento a su lado. Veo que tengo a Abby detrás. Genial.

–¿Hace cuánto vienes a esta escuela, Miles? Logan, un placer –replico con el característico estilo amable y educado que tiene la imagen del señor Walker.

Por alguna razón que todavía desconozco, Grace siempre ha insistido en este punto: “Debes ser un caballero, un hombre con todas las letras. Logan Walker nunca pierde su compostura ni sus cabales. Tienes que ser, bajo cualquier circunstancia, la persona más agradable y buena que puedas”. Y, sí, la mayoría de las veces esa conversación la tenía solo conmigo. Con Nicholas sabía que saldría natural.

¡Qué desgraciada! El hecho de que no bromee como mi hermano, o que no esté diciendo estupideces, no significa que no tenga corazón o que sea incapaz de ser amable con las personas. ¡Prejuiciosa como ninguna! Si yo soy tan bueno como Lassie, esa perra inmortal del siglo veinte que todos aman.

–Soy nuevo. Igual que tú –contesta.

–¿Cómo sabes que yo también lo soy? –pregunto sorprendido. Miles se estira y bosteza, como si acabara de pronunciar una obviedad.

–En cuanto entraste al salón, intentaste conectar miradas con alguno de nuestros compañeros. Luego, al ver que eso no funcionaba, no te quedó otra que buscar entre los asientos libres. Resultó que el que está a mi lado es el único disponible. Te volteaste y esta chica que tenemos detrás –agrega señalando a Abby–, te ha sonreído. Al principio, no entendí por qué, ya que estaba completamente seguro de que eras nuevo en Blestville y no entendía de dónde provenía esa sonrisa. Terminé por recordar que ayer ella te enseñó la escuela y te acompañó durante la jornada –explica, y me deja boquiabierto–. Así es como lo he notado.

No hace falta mucho análisis ni ser un sabelotodo para notar que Miles es muy observador. Benjamin Moore podría llevarse excelente con él, aunque no sé qué tanto Logan Walker.

La clase de Álgebra del profesor Baker comienza y con Miles no cruzamos ni miradas. No porque haya un problema entre nosotros, sino porque la lección va a la velocidad de la luz. Parece haber olvidado que estamos aquí hace dos días y todavía no nos hemos acostumbrado a su ritmo.

Escribo sin parar, anotando los datos más importantes en mi libreta. No quiero perderme nada o empezar con el pie izquierdo. Pero, de pronto, un proyectil de papel me interrumpe y cae sobre mi banco.

¿Vienes a almorzar con nosotros? Puedes traer a tu amigo. XOXO. Abby

–No tengas duda, Abby. Ahí estaré para molestarte...

–¡Señor Walker! ¿Se puede saber qué es tan importante para que esté murmurando por lo bajo con la señorita Torres en medio de mi clase? No toleraré estas faltas de respeto –me grita el profesor, y mis compañeros se hunden en un silencio sepulcral. Me sorprende que ya se haya aprendido mi nombre.

–Le he pedido una pluma extra, señor. De esa forma, podré seguir anotando los datos de su excelentísima exposición del tema –aseguro con voz firme e impenetrable. Se escuchan murmullos en el aula.

–¿Acaso me está tomando el pelo?

–No, señor. Tengo dos conflictos en torno a su pregunta. El primero, usted está muy lejos como para que yo pueda tomarle el pelo. No tengo el brazo del tipo de Los cuatro fantásticos. Y, aunque lo tuviera, me daría bastante pereza. Con un brazo así haría mejores cosas que andar tocando las cabezas de las personas –alego con la voz aún más seria y firme que en el comentario anterior. En el salón ya se empiezan a escuchar algunas risas por lo bajo.

–¿Y cuál es su segundo problema, si es tan gentil de explicarlo a la clase? –La rabia del señor Baker va en aumento.

–Pues que usted es calvo, señor. No hay pelo que tomar.

Mis compañeros estallan en carcajadas por completo. Incluso veo como Miles se ríe de manera disimulada. El profesor Baker intenta calmarlos mientras despotrica cosas relacionadas al respeto por los mayores. A mí no me importa, puede decir lo que quiera. Estaré bien.

Termina la clase y me acerco a él para pedirle disculpas por el inconveniente. Ya sabes, golpear y luego enmendar. Al fin y al cabo, el único objetivo de aquel comentario burlón fue mostrar que Logan Walker no es un chico nuevo más del que pueden aprovecharse.

El profesor Baker acepta mis disculpas con la advertencia de que no pasaré inadvertido ante los directivos una segunda vez.

El resto de la mañana es aburrida, muy por debajo del promedio de lo que esperaba para un primer día lleno de expectativas. No me queda más que convencerme de que el almuerzo con Abby y sus secuaces será un poco más dinámico.

–¿Cómo te trata Blestville, Logan? –me pregunta Abby tan pronto como me siento en su mesa. Hay otras dos personas con ella que no tengo ni la más remota idea de quiénes son. Parece notarlo, porque se incorpora rápidamente a sabiendas de que se le ha pasado un detalle importante–. ¡Qué desconsiderado de mi parte! Te presento a mis amigos. Ellos son Oliver y Emma.

Me dedico a analizarlos mientras Abby pronuncia cada palabra y veo que, en la mesa que está detrás nuestro, Miles se sentó a comer solo.

Oliver tiene el cabello muy corto. Parece que le gusta raparse con cierta frecuencia. Sus orejas son lo que más llaman la atención, ya que parece Dumbo humanizado. También hay algo en él que me genera mala espina: sonríe demasiado. Las primeras impresiones son vitales, pero intentaré no caer en prejuicios innecesarios.

En tanto, la tal Emma tiene un aura misteriosa que puede notarse a kilómetros. Oculta su bello rostro tras un largo y lacio cabello negro, y sus ojos de cachorrito abandonado muestran que quieren escapar de esta presentación incómoda a la que Abby la ha sometido tanto como yo.

–Encantado –digo en un intento de salir rápidamente de la situación. Veo que Oliver y Emma aprecian el gesto y me miran felices, como los extraterrestres de Toy Story: “Nos has salvado de Abby, estamos agradecidos”.

Bah. Qué mal estoy.

Imaginar lo que piensan los demás de situaciones random es una de mis principales fuentes de diversión. Creo que necesito volver el tiempo atrás... o ir al psicólogo. Parece que estoy por cumplir cincuenta y cinco años en vez de dieciséis.

–¿Podría venir Miles con nosotros? No me gusta que coma solo –pido amable, con una preocupación genuina. Luego del traspié con el señor Baker, olvidé invitarlo. La mesa asiente, y le hago una seña para que se acerque a nosotros.

Miles se aproxima y se sienta con brusquedad, sin decir una palabra. Agarra sus cubiertos, pincha un trozo de carne y se lo mete en la boca como si nosotros no estuviéramos allí.

Es extraño. Como yo.

–Entonces, ¿en qué estábamos? ¡Oh, Logan, casi lo olvido! Tenemos que introducirte a algunos de los mitos del pueblo. No eres un verdadero ciudadano de Blestville hasta que no escuchas sobre nuestros rumores más oscuros.

Emma revolea los ojos. Algo me dice que Abby se torna un tanto insoportable con el tema de las historias increíbles.

¿Qué se supone que debo responder? No puedo decirle: “No me importan una mierda los mitos del pueblo. ¿Podríamos hablar de lo ricos que están estos espárragos?”.

Asiento sin más.

Venga, Abby, cuéntame los mitos de Blestville que tanto te vuelven loca.

–¿Has visto que, detrás de las mansiones que hay en las manzanas adineradas, se encuentra un bosque gigantesco? Pues, desde hace ya unos cuantos años, se dice que aquí, en Blestville, está instalado el narcotráfico y que en el bosque se ocultan los crímenes que esta gente ha cometido: ojo por ojo, cuentas saldadas, asesinatos a sangre fría. Nunca se ha encontrado ninguna prueba. –Abby se detiene, presa de la emoción, y toma una bocanada de aire que la renueva–. Lo más interesante es que, entre las fuerzas del orden y en nuestra sociedad, esto es palabra del demonio. Si realmente estas cosas suceden aquí, hay un gran poder que lo oculta de los ojos de los ciudadanos. Por eso es como un mito.

Debo reconocer que la historia es más interesante de lo que suponía. Incluso logra hacerme temblar. Aunque no sé si es una sensación verdadera o el esfuerzo por mostrarle que, lo que me contó, me genera algún tipo de emoción.

–¡Guau!, espero que sea solo un mito. Lo que mencionaste es realmente peligroso. Supongo que eventualmente querrás visitar el bosque...

–Creo que también va siendo hora de que te cuente la historia de Jonah, así vas precavido –me interrumpe, desesperada por seguir contando historias, con un claro dejo de asco al mencionar el nombre del jugador de fútbol americano.

–¡Abby! Para ya. Te estás sobrepasando –exclama Emma con un grito breve que causa que Miles y Oliver salgan del trance que su almuerzo les estaba generando–. Discúlpala, estas cosas son más fuertes que ella.

Abby se percata de su error y continúa hablando sobre trivialidades. Logan Walker tendrá que esperar por segunda vez para poder escuchar la historia de Jonah Watson. Oliver y Miles finalizan su almuerzo sin decir una palabra. Emma, en tanto, se despide con su compañera y escapan de nuestra mesa hacia un destino incierto.

Yo sonrío para mis adentros. Los nervios se han ido. Y lo mejor es que Logan Walker ha completado su segundo día de escuela sin que nadie haya notado que dos personas se esconden bajo su capa de sonrisas y excentricidades.

Pero, de tanto pensar estupideces... Genial. Perdí el autobús.

♦♦♦

Camino hacia nuestra casa a paso firme con mis auriculares inalámbricos conectados a máximo volumen, Still Loving You de Scorpions suena y parece que va a romper mis tímpanos, pero no me interesa en absoluto. Me enlazo a su letra emocionante y ya no reconozco si la estoy tarareando en mi cabeza o si ha traspasado los límites de mi mente y la estoy cantando en voz alta.

Me olvido de cualquier cosa que concierne a mi vida y a mis preocupaciones, y arribo a la mansión Moore, o Walker, depende de cómo lo mires, en un santiamén. Aunque, si debo ser preciso, no sé qué tanto de esencia y autenticidad le quede a la mansión Moore. Nuestra tía no nos permite hurgar sobre cualquier dato que tenga que ver con su identidad o su pasado, por lo que estoy bastante seguro de que, a ojos del resto de la sociedad, ella no está usando el nombre de Grace Moore. Es una farsante, igual que nosotros. Nuestra vida es una mentira.

La mentirosa mayor me espera en la entrada con esa mirada intensa que puede significar muchas cosas.

–La próxima vez que se te ocurra ser irrespetuoso con un pobre hombre que solo está haciendo su trabajo, avísame de antemano. Así ya no tendré que decepcionarme por tu mísera actitud y podré acostumbrarme a tu falta total de empatía –comenta enfurecida en cuanto cruzo la puerta de entrada.

–Ajá, ajá. Buenas tardes para ti también. Y que te cojan, de paso –respondo de forma muy descontracturada, sin frenarme ni por un segundo. Continúo mi camino hacia la escalera y subo a mi cuarto. Allí me espera Nicholas.

Grace sigue gritando, pero me importa un bledo.

–Prende la play, hermano. Juguemos una partida de Black Ops y matemos unos cuantos soldados antes de que acabe por equivocarme de objetivo y le lance un navajazo a Grace en medio del pecho.

Mi hermano me observa, perplejo. Odia que diga esas cosas. Por alguna razón, piensa que me convertiré en asesino serial, cuando no es más que un poco de humor negro. Lo peor es que mi tía está detrás y me ha escuchado.

–Benjamin Moore, no me queda más remedio que imponerte el máximo castigo. No solo te has comportado muy mal en la escuela, sino que has venido aquí con tu soberbia, creyendo que puedes decir y hacer lo que quieras. Vamos, tu castigo empieza ahora.

El rostro se me desfigura. El máximo castigo es peor que cualquier otra cosa que Grace pueda decirme o hacerme. Me empiezan a temblar las piernas. Busco encontrar un hilo de voz que me haga contestarle con firmeza, pero no lo encuentro. Estoy demasiado agotado como para seguir fingiendo que estoy bien después de escuchar su reprimenda.

–Entrarás en aislamiento por veinticuatro horas. Sin comida, sin teléfono, sin luz exterior y sin comunicación con tu hermano. Iremos a la celda.

La celda.

Si algo debo reconocerle a Grace, es que el nombre está bien puesto. Rodeado de paredes negras y vacías, con solo una cama y un pequeño retrete, ese cuarto es un lugar del infierno.

Es como estar en la cárcel.

No puedo soportar la presión y empiezo a llorar. Busco encontrar una salida para este embrollo, pero, una vez más, mi creatividad se ve escasa para el rompecabezas que constituye sobrevivir en esta casa. Nicholas acaricia mi hombro y se despide porque sabe que no podrá verme por un día entero. Los nervios que viví durante el día me han hecho sobrepasarme.

Ahora debo pagar las consecuencias.

Capítulo 3: Un viernes típico de caldeos

[NICHOLAS]

Busco que Miles me conteste alguna de las estupideces que digo. Lamentablemente, hasta ahora lo único que hago es hablar solo. Pero ya saben lo que dicen... El esfuerzo trae sus frutos, tarde o temprano.

–¿Por qué en las pelis de miedo siempre hay una puerta de la que sale luz? ¿Qué hacen los espíritus allí? ¿Estarán haciendo fotocopias?

–Tal vez. El más allá está iluminado –me responde Miles sin apartar la vista de su libreta. Me cae bien. Es raro. Y lo raro llama mi atención.

Como por arte de magia, olvido que mi clase favorita, Historia Estadounidense, está por comenzar. Los pensamientos estúpidos escapan de mi mente y son reemplazados por el crudo estado en el que tuve que ver a mi hermano hace unos días. Veinticuatro horas en confinamiento.

La celda es... Bueno, no tengo idea de cómo es. He tenido la suerte de que Grace nunca me haya llevado, pero para Ben las cosas han sido más complicadas. En una oportunidad, mi tía lo tuvo ahí durante tres días. Lo único que le dio fueron dos botellas de agua. Aquella vez casi se vuelve loco. Estuvo al borde de ser internado.

Aunque, debo decir, el castigo de hace unos días se lo ha buscado. Fueron veinticuatro horas necesarias para reflexionar. Él sabe muy bien que no debe hablarle a Grace de esa forma. No es para ser torturado, claro, me entienden, pero hay veces en las que los límites son importantes. Mi tía me lo dice siempre, y yo le creo. Por eso sé cuándo debo parar.

Vuelvo a pensar en Abby. ¡Oh, Abby! Creo que cada vez me gusta más. Ayer pasé el día revisando sus redes sociales. Pero, vamos, no quiero que piensen que soy como el protagonista de You o algún demente de ese estilo que anda por ahí acosando a las personas. ¡Y no me mientan! Todos hacemos lo mismo. ¿A quién no le gusta revisar el Instagram de su crush cuando está deprimido solo para deprimirse aún más porque sabe que su amor no está destinado a ser? Lo hacía hasta mi abuelita. Que descanse en paz, la pobre. Los recuerdos que tengo de ella son difusos, por no decir inexistentes, pero sé que en algún momento fue parte de mi vida. Es una pena que haya fallecido después de que su máquina para correr se volviera loca y la hiciera salir despedida y golpearse contra la pared.

“Quedó seca y muertita”, me dijo una vez Grace al recordar a su madre tras el accidente. Sarah siempre fue muy atlética, por eso nunca pude entender cómo es que pudo morir de esa manera. Pero cada vez que quise tocar el tema, nuestra tía se rehusó a ampliar su explicación. Es una pena, creo que nunca lo superó. Sería muy lindo tener una abuela.

–El primero que pueda decirme quién ha sido el quinto presidente en la historia de la democracia de los Estados Unidos de América se llevará un punto extra para el próximo examen –anuncia el profesor al llegar, sin siquiera presentarse. No lo conozco ni un poco, pero su estilo ya me fascina. Además, Historia Estadounidense es mi fuerte.

Estoy listo para patear unos cuantos traseros.

–James Monroe –respondo.

–James Monroe –contesta también Oliver, prácticamente al mismo tiempo que yo.

Miro al cabeza rapada, desafiante:

¿Así que quieres pelear?

–Veo que tenemos dos eruditos por aquí. Definamos quién se lleva el premio. ¿Qué día inició su mandato el señor Monroe?

–4 de marzo de 1817. –Mi mente va más rápido que mis palabras.

–4 de marzo de 1817 –dice el otro.

¡Mierda! Este chico sabe. Y, para gemelos, ya tengo suficiente en casa, así que será mejor que nos diferenciemos pronto.

–Día, mes, año y hora en la que el presidente Kennedy fue asesinado –repone el profesor al ver nuestras elocuentes y rápidas respuestas. Nuestros compañeros agradecen que el comienzo de la clase se retrase y pierden el tiempo entre ellos generando un murmullo molesto.

–¿Martes 22 de noviembre de 1963 a las doce del mediodía? –replico con cierta duda.

–Incorrecto –asegura el profesor.

–Viernes 22 de noviembre de 1963 a las doce y treinta del mediodía –responde Oliver, y a mí me hierve la sangre.

–¡Tenemos un ganador!

Oliver me mira, triunfante. Detesto perder, pero no me queda más que aceptarlo. Logan Walker también es un gran competidor, así que aprecio la oportunidad para mostrar mi enfado a flor de piel.

–Ay, cariño. ¡No es para tanto! Solo te ha vencido en unas insignificantes preguntas. Apuesto a que puedes ganarle luego –afirma Abby, y atino a mirarla con cierto recelo. No me queda claro si se está burlando de mí o si realmente se ha puesto de mi lado. Me tira un beso con las manos.

Grito en mi interior aun cuando desconozco la intención de su comentario. ¿Acaba de decirme cariño y me ha enviado un beso en unos breves cinco segundos? Creo que mi corazón va a explotar.

No sé cómo hago para disimular la exaltación, pero de alguna manera lo logro y le devuelvo el beso.

Cuando vuelvo a mirar de reojo a Oliver para ver cuán soberbio es su rostro de victoria, noto que le clava los ojos a Abby con intensidad. Tan pronto nota que lo estoy observando, aparta la cabeza de forma fugaz.

La clase de Historia Estadounidense es puro arte, por más que nunca pueda recordar el nombre del profesor.

Las horas terminan y debo decir que estoy disfrutando de estar en la escuela, de conocer gente y de vivir la vida normal de un adolescente y su sueño americano. Nunca estuvimos en un lugar así. Ya saben, con esto de la preparación y el entrenamiento, lo único que hemos tenido fueron clases particulares. Jamás tuvimos compañeros ni recreos ni miradas de victoria tras una sana competencia de preguntas y respuestas.

Grace dice que, si llegamos a lograrlo, nos liberará para siempre y podremos empezar a tomar nuestras propias decisiones, tener los amigos que elijamos y la vida que queramos. Ben está contento con la idea, pero a mí me cuesta asimilarlo. ¿A qué se refiere con liberarnos para siempre? Puede no ser perfecta, pero yo aprecio a mi tía. Todos tenemos corazón, ¿sabes? Por más que a veces le demuestre a Ben lo contrario, sé que hay bondad en ella. A mí me quiere. De eso no tengo dudas.

–¿En qué piensas, desconocido? Las taquillas están hacia el otro lado –me susurra Abby al ver que, en vez de pasar por el salón de Biología y dirigirme a los casilleros, voy hacia la escalera que lleva al segundo piso.

Me frena y pone su mano en mi pecho. Está lo bastante cerca como para poder sentir su aliento a menta. La piel se me eriza. ¡Qué mujer refrescante!

–Ahora mismo, en lo único que puedo pensar es en sacarme de encima a esta desconocida que tengo frente a mí –respondo picante, a ver si muerde el anzuelo.

–¿Y cómo piensas sacártela de encima? –retruca Abby. Ladea su cabeza y me lanza una sonrisa antes de ir hacia su taquilla a encontrarse con Emma, que venía detrás. No me da tiempo a contestarle. Debo decir que ha ganado el round–. Por cierto, mañana por la noche hay fiesta en mi casa. Espero verte ahí –anuncia y me guiña un ojo mientras sigue caminando.

¿Una fiesta en su casa? Interesante. El problema es que no sé quién de los dos irá. Ben debe estar rezando para que me toque a mí, y yo igual. Pero con nuestra suerte, de seguro irá mi hermano.

Me pierdo observando los voluminosos pechos de Abby cuando un suceso inesperado me saca del estupor. En mi línea de visión hacia la señorita Torres, aparece el tipo fortachón, el que tiene dos espaldas y la autoestima de Miley Cyrus, acosando al bueno de Miles. Es ese chico que Abby no para de mencionar por su pasado... ¿Cómo es que se llamaba? ¿Jones? ¿Jonathan? ¿James? Oh, ya lo tengo... ¡Jonah! Su nombre me suena a un punk gótico sin cura.

Jonah lo tira contra el casillero y Miles parece no tener intenciones de defenderse. Sus amigos del equipo de fútbol americano (lo sé porque llevan puesto el atuendo de las Águilas de Blestville) ríen mientras el estúpido bravucón lo levanta contra las taquillas por la camiseta. Luego, le lanza un puñetazo al estómago, y mi compañero se retuerce del dolor. Lo golpea una vez más y Miles tose con fuerza, parece que se le están por salir los intestinos.

De pronto, reacciono. ¡Demonios! No puedo quedarme aquí parado. Va a matarlo si sigue así.

–¡Rarito de mierda, te advertí que dejaras de mirarme! ¡Deberías meterte en tus asuntos! –le grita al mismo tiempo que lo escupe. Yo llego por detrás y, aunque intento empujarlo lejos de Miles, es demasiado fuerte, y yo demasiado inútil y flacuchento.