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Este libro es el resultado de la investigación doctoral de su autora. En sus páginas encontrará la respuesta a las siguientes interrogantes: ¿por qué en determinados momentos la sociedad ha aceptado la transexualidad y en otros momentos la ha rechazado?, ¿cuáles son los aspectos causales y en qué se manifiesta la desintegración social de estas personas?, ¿qué estrategia sería pertinente desarrollar para revertir esta situación? Sus capítulos recorren la sociología clásica y contemporánea, los aportes del feminismo a la comprensión del género, la categoría integración social y cómo es vivida por las personas transexuales. El libro ofrece a sus lectores los resultados de la investigación en la voz de los sujetos a los que se acerca, y finalmente propone una estrategia y un sistema de acciones que garanticen que la sociedad cubana sea cada vez más inclusiva y justa. Al decir de su autora, que «todos los espacios sean para todas las personas».
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Seitenzahl: 353
Veröffentlichungsjahr: 2024
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Editor:
Lic. Rubén Casado García
Diseño interior y composición:
Lic. Miriam Hernández Rodríguez
Diseño de cubierta:
Jadier I. Martínez Rodríguez
Gabriela Gutiérrez Castro
Fotografía de cubierta:
Paolo Titolo
Lectura especializada:
Dra. Ada C. Alfonso Rodríguez
Conversión a ebook:
Madeline Martí del Sol
ISBN9789597257295
© Mariela Castro Espín, 2017
© Sobre esta edición: Editorial CENESEX, 2024
RUTH Casa Editorial, 2024
Editorial CENESEX
Calle 10 esquina a 21, El Vedado
La Habana, Cuba
RUTH Casa Editorial
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A Vilma Lucila Espín Guillois, precursora de esta lucha en Cuba. Ejemplo e inspiración.
A Raúl Modesto Castro Ruz, por su sensibilidad y apoyo. Pasión y perseverancia. Gracias por enseñarme a creer en lo «imposible».
A Paolo Titolo, Gabriela, Lisa, Paolo Raúl, mi vida entera.
A mis tutores Mayra Espina Prieto y Ramón Rivero Pino, por su tiempo y amistad, generosidad intelectual, guía imprescindible y gratificante.
A Mayra, Ofelita, Yodalia, Caritere, que dedicaron tantos años de su vida profesional al bienestar de las personas transexuales.
A Elsie Plain Rad-Cliff, por su serena sabiduría.
A José Rivas Recaño, por su aliento profesional.
A mis amigas y amigos del CENESEX y de la Comisión Nacional de Atención Integral a Personas Transexuales, por su colaboración permanente.
A las estudiantes, especialistas y amigas que forman parte del proyecto de investigación del CENESEX sobre integración social de personas transexuales.
A mis editores Ada C. Alfonso Rodríguez, Rubén Casado García y Teresa de Jesús Fernández González, por su profesionalidad y dedicación.
A todas las personas transexuales que depositan su confianza en esta investigación y en el CENESEX.
El libro que lectoras y lectores tienen ahora ante sí y comienzan a hojear, en rigor no necesita prólogo ni presentación alguna. La labor investigativa de su autora, por su historia personal, pero especialmente por su compromiso propio y activismopúblicoa favor de la comprensión y el reconocimiento de derechos de las personas transexuales y en general de la equidad social, es conocida entre cubanos y cubanas y más allá de los límites del país.
Por ello acepté su afectuosa invitación para escribir las primeras líneas, solo por el placer de acompañarla en este empeño noble y para aprovechar la oportunidad que su libro ofrece de resaltar la relevancia, para el momento de cambio que vive Cuba, de una agenda de investigación social que tribute a los temas de equidad, justicia y derechos, en el encuadre de una política social que se comprometa cada vez más con una universalidad sensible a las diversidades.
Descubiertos mis propósitos (todo prologuista los tiene), pretendo, muy brevemente, compartir con quienes decidan leer desde el principio —soy consciente de que la mayoría se salta el prólogo y va directamente al texto principal, verdadero protagonista— algunas claves para una lectura en profundidad.
Comienzo por decir que se trata de un libro científico, que recoge y sintetiza los hallazgos más relevantes de un proceso investigativo que ha durado años y que M. Castro ha desarrollado desde el centro que dirige, el CENESEX, como base de conocimiento para los servicios de consulta y asesoría social y psicológica que este centro ofrece en diversos campos relacionados con la salud y la educación sexuales y las identidades de género. Científicos sociales y de la salud, estudiosos y activistas de los temas de género, decisores y especialistas relacionados con las políticas sociales encontrarán aquí un libro inspirador, pues su autora comparte y transparenta, de forma amena y bien sistematizada, su recorrido intelectual (por el mundo de los enfoques, historia, conceptos, metodologías y debates de los temas de género y transexualidad), los resultados de su investigación empírica y una propuesta de actuación en el campo de las políticas sociales de integración.
Sin embargo, más allá de la atención de los pares iniciados que el libro tiene asegurada por estos méritos, la forma clara y directa en que está escrito, la honestidad crítica de la autora y la relevancia y el carácter polémico cotidiano del tema que aborda (la transexualidad en nuestro contexto), me permiten predecir que el texto despertará el interés de lectores no especializados, movidos por una legítima curiosidad y sensibilidad hacia los problemas de la sociedad en que viven.
Ante el tema de la diversidad de orientación sexual e identidades de género como objeto de investigación y de políticas de inclusión, en nuestro país es frecuente la reacción pública que considera que se trata de un problema de minorías (muy poca gente está afectada) o de un interés académico antojado de originalidad, un tanto espurio, y, en todo caso, que tiene solución dentro de los servicios sociales y de salud ya existentes. Esto dentro de las variantes de percepciones menos negativas, pues sigue estando presente —espero que en retroceso— la visión francamente reaccionaria que considera que conductas fuera de la norma hetero son anormalidades, desviaciones que afectan a la sociedad y que se requiere corregirlas o ignorarlas.
La primera clave de lectura que quiero resaltar, es que de este libro podemos extraer tres corolarios sencillos para desmontar tales precepciones.
Uno: la gravedad de la existencia de mecanismos de exclusión y discriminación de un grupo o comunidad en una sociedad dada es de naturaleza ética cualitativa. No se mide por la cantidad de personas que la padecen, dato obviamente relevante, pero no suficiente, sino por la intensidad del sufrimiento que ocasionan y por la fuerza del daño que provocan a la dignidad humana, a la posibilidad de satisfacción plena de las necesidades de las personas y al despliegue de sus capacidades y esperanzas legítimas. Los estudios que dan base a este libro prueban con amplitud de argumentos la gravedad ética de la exclusión por motivos de identidad de género —obvia en la realidad empírica, pero no siempre percibida— y la pertinencia de estudiar sus bases y causas en nuestra sociedad para proponer acciones que permitan superarla.
Dos: sociedades que aprehenden patrones de discriminación, pueden incorporar (de hecho incorporan) sistemáticamente nuevos criterios de discriminación. La autora parte de que todas las discriminaciones comparten igual origen: un entramado de relaciones económicas y de poder en cuya base «normal»de funcionamiento se incluyen operaciones de enajenación material y simbólica, que justifican y requieren la inferiorización del otro (otros). La «variable crítica» para esa disminución puede ser diversa en cada sociedad y contexto histórico (negros, indios, judíos, mujeres, ancianos, extranjeros, campesinos, pobres, enfermos, dementes, homosexuales…), pero cuando la matriz de disminución del otro se establece culturalmente significa que las sociedades han aprehendido un mecanismo de reproducción con fuerte peso de los estereotipos, prejuicios y estigmas, que siempre puede aplicarse a algún «nuevo otro», muy difícil de desmontar y que naturaliza y acepta como irremediables, o causadas/merecidas por las propias víctimas, las exclusiones, desigualdades y desventajas.
Tres: la recursividad y el reforzamiento mutuo de exclusiones diversas. La autora es consciente de que su tema de estudio está inserto en un contexto nacional contradictorio, en el cual, a la vez que funcionan disímiles opciones de integración social para las grandes mayorías, actúan también factores de generación y trasmisión generacional de desventajas socioeconómicas que afectan a grupos concretos, ya sea por el peso de la historia (de la esclavitud, del patrón patriarcal) o por políticas económicas y sociales cuyo homogenismo —que asume el erróneo supuesto de que todos los grupos solucionan sus necesidades con iguales ofertas— les impide superar del todo estas rémoras y acaban reproduciendo desigualdades.
Debo aclarar que uso aquí la noción de desventaja socio-económica para aludir, mínimamente, al acceso relativamente inferior o de menor calidad de un grupo determinado a los bienes y servicios de que dispone una sociedad (empleo, ingresos, alimentación, vivienda, cultura, salud, educación, consideración social, participación, entre otros) y la presencia de mayores obstáculos comparativos para la movilidad social ascendente. Se trata de una situación que tiende a su reproducción y agudización en el tiempo, con pocas opciones para superarla por parte de los afectados, si no se implementan políticas para modificar las condiciones estructurales que crean tales barreras.
Sin detenernos en este tema, para no alargar un prólogo intencionadamente breve, baste decir que en el caso de Cuba diversos estudios han documentado, como puede encontrarse en el cuerpo de este libro con las referencias correspondientes, desigualdades y brechas de equidad que afectan sobre todo a las mujeres —sus ingresos, su acceso a cargos de dirección y a propiedades y emprendimientos son comparativamente menores que el nivel alcanzado por los hombres—; a la población negra y mestiza (sobrerrepresentada en la franja de pobreza,1en las peores condiciones de vivienda, hábitat y empleo, en los grupos de menores ingresos); a la población rural y de comunidades apartadas (menor disponibilidad y acceso a servicios sociales); a territorios del oriente del país (menores opciones de desarrollo económico y social, sobrerrepresentación en la franja de pobreza); a la tercera edad (menores posibilidades para satisfacer necesidades específicas relacionadas con el envejecimiento).
1Pobreza se define como imposibilidad de satisfacer, a partir de medios propios, las necesidades básicas individuales y familiares (por ejemplo, alimentación, vivienda, vestimenta y transporte). Estudios de inicios de la primera década del sigloxxiindican la existencia de 20 % de población urbana en esta condición.
Así, en sociedades en las que actúan diversos mecanismos de reproducción de desventajas, estos suelen entrecruzarse y reforzarse, de forma tal que cada condición de desventaja que afecte a una persona o grupo social, reforzará y multiplicará su situación de exclusión. Ello exige una visión integral, de exclusiones múltiples, para comprender el estado de la desigualdad en una sociedad concreta y actuar en consecuencia.
Compartidos estos corolarios con la esperanza de que una lectura atenta nos haga más conscientes de la sociedad en que vivimos y de la necesidad de sustituir exclusiones recursivas por solidaridades recursivas, quiero ahora remarcar otros valores del libro que, a mi modo de ver, hacen que su publicación signifiqueuna contribución sustantiva a los estudios sociales y de género en el país.
Llamo la atención sobre el hecho de que M. Castro eligió un camino de problematización positiva; esto es, se pregunta como punto de partida cómo propiciar la integración social de las personas transexuales en el contexto actual de la sociedad cubana. Esa interrogante meta marca metodológicamente una pauta para el estudio: la construcción de evidencias empíricas y su interpretación deben hacerse en clave de actuación propositiva, orientadas a la producción de insumos para una política pública.
Para la investigación social esta elección de problema no es neutral; constituye un verdadero reto, porque eleva su compromiso práctico y su rol de actor directo del cambio que propone, no le permite refugiarse en la cómoda voz de un crítico externo que ofrece a los operadores de políticas un conjunto de principios generales que ellos deberían tratar de implementar, sino que demanda la construcción de una propuesta de actuación viable desde las políticas sociales, en el contexto nacional o local concreto en que deba ser aplicada.
Este tipo de estudios, muy necesarios en nuestro país para que la ciencia social pueda ciertamente nutrir la toma de decisiones, tiene algunos requisitos metodológicos específicos, entre los que me interesa resaltar cinco por su aún débil manejo en nuestras investigaciones aun cuando declaren objetivos propositivos de cara a políticas públicas.
El primero de estos requisitos es la identificación de una hipótesis de cambio: la investigación debe describir un escenario de partida (conflictual, en tensión), un escenario deseado y posibles rutas de modificación del conflicto para acercarse a tal escenario. En este sentido las rutas de modificación o cambio no se prueban en la investigación, sino que son una conclusión de hipótesis plausible inferida.
El segundo requisito consiste en construir el cuadro de actores principales que intervienen en el conflicto o situación de partida, y preguntarse por el signo de su intervención (positivo o negativo, o ambos) en la generación y reproducción de tal estado de cosas, por la potencia de esa intervención y por la forma en que podría modificarse su actuación en una contribución positiva a la solución del conflicto. Se trata de asumir que la política social es un terreno de redistribución de poder y de articulación de sujetos diversos, lo que supone develar aquellos que pueden tomar decisiones en torno a políticas y sus discursos y límites, y el modelo de sociedad implícito.
El tercero supone un análisis histórico crítico y evaluación de las políticas sociales precedentes y en curso en el tema de que se trata, desde la óptica de cuál ha sido su capacidad real de generar inclusión y mejoramiento de la situación del grupo al que están dirigidas (sus beneficiarios previstos) y sus posibles efectos indeseados de exclusión. Es una especie de reconstrucción forense o evaluación ex post facto de políticas que precave del error de proponer acciones que han fallado en el pasado o de débil potencial de modificación de las situaciones de partida.
El cuarto requisito es la interseccionalidad del análisis y de la propuesta de política o estrategia de cambio. La interseccionalidad constituye un modelo analítico aplicable a contextos atravesados por procesos de exclusión, que permite identificar los cruces, convergencias y articulaciones entre diferentes factores de exclusión. La idea es que las personas y grupos sociales en desventaja pueden estar (y generalmente están) afectados por exclusiones múltiples y que un ámbito de exclusión muchas veces presupone o genera otra exclusión. De tal manera, proveer inclusión requiere actuar simultáneamente sobre un haz de exclusiones articuladas.
Un quinto requisito es desvictimización de los afectados por los procesos de exclusión en estudio. Esta exigencia ético-metodológica significa que el proceso investigativo debe a la vez constituir una posibilidad de dignificación de los excluidos, a través de la consideración activa de su voz, su memoria y demandas, y de la contribución a la deconstrucción de autopercepciones negativas que forman parte esencial de la reproducción de las exclusiones y su expresión más dramática. De igual modo, se incluye aquí una consideración de su condición de actores y protagonistas en la esfera política, a través del impulso a su ciudadanía activa.
Solo para estimular la lectura y sin develar demasiado lo que encontrarán en el texto, les adelanto que con estos cinco puntos como guía explícita o implícita, la investigación de Mariela Castro que este libro recoge llega a conclusiones para nada complacientes: ella nos alerta de que en nuestro país las personas transexuales experimentan discriminaciones, exclusiones y segmentaciones en ámbitos tan relevantes para una vida digna como el trabajo, la familia, la educación, los derechos y la cultura. Sus reflexiones desembocan en lo que ella define como una estrategia para la integración social de las personas transexuales, entendida como marco general para el establecimiento de una política pública referida a las identidades de género.
Finalmente les invito a que lean con atención esta propuesta de estrategia, que marca un punto de inflexión con relación a la tradición del socialismo cubano de políticas universales basadas en la homogeneidad de la oferta que, para decirlo en el estilo de M. Castro, es una concepción en términos de totalidad homogeneizada, con una mirada corta hacia la otredad, que integra a partir de incorporar a la pauta del poder y no por la vía de un real reconocimiento de la diversidad.
Es un libro que hace pensar, que conmueve y compromete.
Dra. Mayra Espina Prieto
Todas las formas de discriminación tienen el mismo origen, pero se expresan de maneras diversas de acuerdo con los contextos sociohistóricos específicos. Se gestan en el seno de sociedades cuyas economías se basan en la explotación de los seres humanos, para lo cual se han establecido desbalances de poder en medio de las personas. Entre estas relaciones económicas de explotación y los procesos de naturaleza cultural y moral, se asienta un conjunto de mediaciones y articulaciones que se reproducen y recrean en el mundo de los valores, percepciones y representaciones, estigmas y estereotipos que inferiorizan a determinados grupos humanos y les condenan a la exclusión social.1
1 «La exclusión social debe ser entendida como la acumulación de procesos que confluyen de las sucesivas rupturas provenientes del corazón de la economía, política y estructura social, que gradualmente distancian y sitúan a personas, grupos, comunidades y territorios en una posición de inferioridad en relación con los centros de poder, recursos y valores predominantes» (Estivill, 2003, p. 19).
La experiencia socialista cubana heredó estos códigos históricos, que entraron en contradicción con posiciones emancipadoras emergentes propias del desarrollo de un proyecto revolucionario que ha logrado cambios significativos en el campo de la justicia y la equidad social, con beneficios notables en los sectores femenino, infantil y juvenil (Castro, 2002; Martínez, 2008; Centro de Estudios Demográficos, 2009; Proveyeret al., 2010), y en otros sectores que han sido objeto de discriminación (Pérez y Lueiro, 2009; Morales, 2010). No obstante los avances, diversos estudios recientes muestran que se continúan reproduciendo situaciones de inequidad asociadas al color de la piel, la condición femenina, las generaciones y los territorios de residencia (Espina, Martín, Núñez y Ángel, 2008; Espina, 2010; Zabala, 2010), así como otras relacionadas con las orientaciones sexuales (Pereira, 2007; Castro, 2011a y 2011b) y las identidades de género, que constituyen todavía un problema por resolver.
Orientación sexual e identidad de género son constructos biomédico-normativos de la modernidad, que posteriormente han tenido desarrollos importantes en el campo de los derechos humanos,2 expresados en principios y nuevas legislaciones y políticas establecidas actualmente por muy pocos países, con la intención de proteger los derechos de las personas con identidades y conductas que no se ajustan a los patrones establecidos por la ideología dominante para la sexualidad y el género; por tanto, constituyen recursos de gran utilidad en las luchas de los movimientos sociales que reivindican estos derechos.
2 Según los principios sobre la aplicación de la Legislación Internacional de Derechos Humanos en relación con la orientación sexual y la identidad de género, conocidos como Principios de Yogyakarta, la orientación sexual se refiere a la capacidad de cada persona de sentir una profunda atracción emocional, afectiva y sexual por personas de un género diferente al suyo, o de su mismo género, o de más de un género, así como a la capacidad de mantener relaciones íntimas y sexuales con estas personas, mientras que la identidad de género se refiere a la vivencia interna e individual del género tal como cada persona la siente profundamente, la cual podría corresponder o no con el sexo asignado al momento del nacimiento, incluyendo la vivencia personal del cuerpo (que podría involucrar la modificación de la apariencia o la función corporal a través de medios médicos, quirúrgicos o de otra índole, siempre que la misma se escoja libremente) y otras expresiones de género, que incluyen la vestimenta, el modo de hablar y los modales (Principios de Yogyakarta, 2006, p. 8).
Del esquema de pensamiento dualista que históricamente ha caracterizado a la cultura occidental (mente-cuerpo, naturaleza-cultura, sujeto-objeto, biológico-social), la dicotomía hombre-mujer, masculino-femenino es una de las más resistentes al cambio y el principal obstáculo a los anhelos emancipadores de las personas con identidades que no se ajustan a las normativas del binarismo sexo-género.
Al cuestionar los enfoques reduccionistas de la diversidad y plu-ralidad de identidades, el antropólogo español José Antonio Nieto argumenta:
Entender de forma rígida la identidad del sujeto a través de la sexualidad y hacer de la anatomía genital el centro de esa identidad es parte del problema. Máxime cuando la identidad del varón y de la mujer, además, se configuran en sociedad, con carácter permanente, por medio de roles de género, masculinos y femeninos. Si a la rigidez identitaria y conductual de género se suma el hecho de que la heterosexualidad se privilegia con relación a la homosexualidad, estamos situados ante un modelo médico de contenidos dualistas: varón-mujer, masculino-femenino, heterosexual-homosexual. Este modelo polarizado, ante la diferenciación que no se ajusta a sus criterios dicotómicos, constreñido por sus propios límites, se ve «obligado» a patologizar identidades y conductas. (Nieto, 2008, p. 320)
De tal manera, es la reflexión biomédica la primera que produce un análisis específico y de mayor impacto social sobre el tema de lo que hoy llamamos transexualidad. Las primeras referencias en la literatura médica (occidental) sobre personas que rompían con las normativas médico-jurídicas del género, se atribuyen al médico alemán Richard Freiherr von Krafft-Ebing en su obra Psycopathia sexualis (1886). Desde entonces los principales aportes al tema provienen de la medicina, y no es hasta mediado del siglo xx que aparecen contribuciones desde una aproximación médico-psicoanalítica (Stoller) y etnometodológica (Garfinkel). Posteriormente fueron apareciendo otros aportes significativos desde la psicología social, la sociología y la antropología.
El impacto de la visión médico-patológica sobre las ciencias sociales, en el análisis de la pluralidad de identidades no normativas, ha contribuido a fortalecer los estereotipos que conducen a su rechazo, discriminación y exclusión social. En este contexto nace la transexualidad como enfermedad y queda emplazada bajo el control social de la psiquiatría.3 En consecuencia, las conductas de las personas transexuales se diferencian negativamente como anormales, perversas, trastornadas y desviadas.
3 El vocablo transexualidad o transexualismo fue definido como categoría diag-nóstica por el endocrinólogo Harry Benjamin y posteriormente Fisk lo acuñó como disforia de género, marcando un hito en el tratamiento de la transexualidad.
Se puede afirmar que las personas transexuales son aquellas que expresan inconformidad y sufrimiento por la contradicción entre la imposición social de un rol de género asignado (de acuerdo con el sexo biológico de nacimiento en correspondencia con la morfología de sus genitales) y el género con el cual se identifican.4
4 «En el contexto español, se suele denominar transexual a aquella persona cuyo sexo anatómico de nacimiento no concuerda con su sexo psicológico (o identidad sexual) y que, por este motivo, adopta una serie de estrategias encaminadas hacia la adecuación física de su sexo psicológico. Con este objetivo, la persona hará lo posible por iniciar un proceso de tratamiento hormonal y a menudo también quirúrgico conocido como proceso transexualizador. Pero, además, dada la estrecha ligazón cultural existente entre el sexo anatómico (es decir, la presencia o no de pene, testículos, vagina, ovarios, mamas) y la identidad de género (es decir, el que sea considerado socialmente y se considere a sí mismo como hombre o como mujer), la identidad sexual se entrelaza con la identidad de género hasta el punto de volverse prácticamente indistinguibles» (Puche, Moreno, Pichardo 2013, pp. 191-192).
No es habitual que se hable acerca de esta realidad humana como algo que puede acontecer en cualquier grupo social. La ignorancia y el silencio contribuyen a que la sociedad no se considere «preparada» para asumir el respeto y la aceptación de las personas transexuales tal y como son. Estas personas, desde la infancia temprana, sufren incomprensión y rechazo en su contexto familiar, escolar y laboral, así como en otros espacios institucionales y comunitarios. De manera arbitraria, se persiste en «ajustarlas» y «recluirlas» en un cuerpo con el que no se identifican, a partir de normas y expectativas tradicionales, históricamente construidas, que tienen implicaciones negativas para estas personas y la sociedad (Castro, 2008).
Son referentes universales no solo el malestar psicológico y clínicamente significativo que sufren las personas transexuales, sino también las diferentes formas de violencia que padecen a lo largo de sus vidas, desde las expresiones verbales peyorativas hasta los crímenes de odio, la exclusión del ámbito familiar, la imposibilidad o las dificultades para encontrar un trabajo digno, la patologización manipuladora y el lucro del que son víctimas desde el ejercicio de las ciencias médicas, principalmente en el campo de la salud mental y la cirugía. También son víctimas del abuso de las autoridades policiales y migratorias, el abandono escolar que ocasiona el predominio de un bajo nivel de instrucción y la tendencia a la conducta suicida (Marcasciano, 2002; Gómez, Esteva y Fernández-Tresguerres, 2006; Alfonso y Rodríguez, en Castro, 2008; Rodríguez, García y Alfonso, en Castro, 2008; Nieto, 2008; Shelley, 2008; Conapred, 2008; Arrietti y otros, 2010; Lamas, 2012; García, 2013; Puche, Moreno y Pichardo, 2013).
Existen suficientes evidencias sobre el sufrimiento que generan las condiciones de discriminación, exclusión y segmentación de este grupo social en el mundo, que obstaculizan su integración plena a las redes sociales y familiares, así como su participación plena en las oportunidades de educación, salud, vivienda, trabajo y cultura, entre otras.
Se utilizan con frecuencia los términostransfobiaofobia de géneropara referirse a la discriminación específica hacia las personas transexuales. Recientemente se ha definido comotransprejuiciola valoración negativa y el tratamiento estereotipado y discriminatorio de individuos cuya apariencia y/o identidad no está conforme con las expectativas sociales actuales o las concepciones convencionales de género.
Es importante significar que también las personas transexuales, como parte de la sociedad que les discrimina, reproducen los mismos prejuicios y estereotipos discriminatorios dentro de sus grupos sociales y hacia otros, en un círculo vicioso que produce y reproduce la exclusión y la desintegración social, y limita sus posibilidades como sujetos de derecho.
Este panorama general afecta a toda la sociedad, tanto a las personas transexuales, que se podrían considerar víctimas directas, como a quienes lo perpetran, que al sentirse presas de ira e indignación, en muchas ocasiones recurren a formas penalizadas de violencia extrema; en su propia condición de victimarios, disminuyen su dignidad, por lo que se convierten en víctimas indirectas de estos patrones sociales asumidos. El proceso civilizatorio occidental hegemónico y los criterios de normalización que impuso,5 obstaculizaron la inclusión social de estas personas, por lo que en la actualidad resulta muy difícil encontrar solución individual o grupal para este problema, que emerge como demanda de atención a nivel macrosocial.
5 Hago énfasis en el vínculo entre la cultura occidental hegemónica y la discriminación a personas trans, entre otras identidades de género, puesto que, aunque no es la única matriz cultural que los discrimina, existe la referencia de su inclusión en otras culturas. «En las culturas y tradiciones de los aborígenes de Norteamérica, en épocas previas a la colonización, no existía cosa tal como la dualidad de sexos» (Shelley, 2008, p. 22).
Vencer un tipo de prejuicio o exclusión supone una contribución a la superación discriminatoria en sentido general, ya que las exclusiones, desigualdades e inequidades se refuerzan mutuamente y par-ten de una misma matriz ideológica configurada históricamente en la sociedad.
El debate acerca de este tipo de discriminación y sus posibles soluciones traspasa el estricto ámbito biomédico y se sitúa en un escenario social mucho más amplio, en el que las personas transexuales pasan de la condición de sujeto manipulado, estigmatizado y discriminado a sujeto transformador consciente.
El orden establecido para las categorías de sexo, género, deseo y práctica sexual en las sociedades modernas ha mantenido en el tiempo su originaria connotación de tabú para dominar a las personas mediante el control de sus cuerpos y sus necesidades. Esto explica por qué la producción de sentidos sobre las mencionadas categorías es uno de los elementos más resistentes al cambio de la conciencia social y las subjetividades en los procesos de transformación social. Son tan fuertes los prejuicios y el temor a enfrentarlos que inmovilizan la capacidad social para resignificar estas categorías desde paradigmas emancipatorios. Esto deja un vacío de contenido, sustituido por la vieja ideología con nuevo ropaje.
La sociología ha contribuido a reflexionar sobre cómo avanzar en la construcción de una sociedad democrática en la que la ciudadanía pueda ejercerse plenamente por las personas transexuales. Sus aportes facilitan el reconocimiento de los déficits de democracia para ciertos sectores de población y determinados grupos sociales, y la necesidad de pensar la relación entre ciudadanía y otras variables sociales como el género. En el caso de las personas transexuales, las evidencias empíricas demuestran una distribución de recursos políticos, económicos, culturales, simbólicos, de autonomía o de autoridad desproporcionada, con expresión en sus procesos de desin-tegración social.
El socialismo, como sistema social, propone la emancipación del ser humano. Sin embargo, cuando estas contradicciones se dejan a la solución espontánea, sin una intervención específica tanto desde el poder político como desde la sociedad civil, se obstaculiza el avance del proyecto de justicia e igualdad social y se perpetúan las políticas discriminatorias generadas en etapas históricas precedentes, que respondían a los intereses de las clases desplazadas del poder.
En Cuba, desde el triunfo de la Revolución (1959), se evidenció la voluntad política por parte del Estado y el gobierno para atender las diferentes formas de discriminación identificadas en cada momento de su decurso histórico. Por supuesto, esa intención política y su traducción a acciones concretas de inclusión social estuvieron constreñidas por los límites teórico-ideológicos que guiaron el proceso revolucionario cubano y su comprensión de las desigualdades y las exclusiones. En el caso específico de las identidades de género y la transexualidad, en sentido general, tales límites pueden describirse con tres elementos básicos: a) el predominio, a nivel institucional, de una concepción binaria, heteronormativa y de anclaje en el sistema sexo-género, que patologiza, estigmatiza y penaliza; b) la sólida instalación en la psicología cotidiana de esta concepción; c) cierto grado de invisibilización o pérdida de relevancia en las acciones de cambio relacionadas con los grupos sociales de orientación sexual e identidad de género no normativas, lo que respondía también al predominio del enfoque clasista internacional de la emancipación.
De tal manera, si bien puede afirmarse que el tratamiento institucional a las personas transexuales comenzó de forma relativamente temprana en el país —por iniciativa de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC), y se estableció en el Sistema Nacional de Salud Pública desde 1979, asumiendo el único modelo científico de referencia internacional aprobado, ese mismo año, por la Asociación Internacional de Disforia de Género Harry Benjamin—, el contexto político y social de comprensión y no exclusión de las identidades de género diversas ha evolucionado de forma contradictoria, con avances y retrocesos, acciones positivas y represivas, características que lo marcan hasta hoy.
Un avance significativo que abre nuevas posibilidades de acción, es el hecho de que en la práctica científica se pasó paulatinamente del paradigma biomédico al social. Esto supone cambiar la dirección del problema, centrado en la figura patologizada y manipulada de la persona transexual, para apuntar hacia la sociedad y más específicamente hacia los patrones que imponen relaciones de poder y despojan de derechos a estas personas. Sin embargo, los esfuerzos desplegados no son suficientes respecto a la subsistencia de meca-nismos de discriminación y exclusión social que vulnerabilizan a la población transexual y generan dificultades en sus procesos de integración social.
En la práctica política se generan las capacidades para identificar diferentes expresiones de desigualdades sociales y desarrollar acciones para superarlas. Por lo tanto, la idea central de la presente investigación es aportar conocimientos para propuestas concretas de políticas públicas que faciliten el desarrollo de la conciencia crítica en grupos de decisión y en las personas transexuales, respecto a los procesos de desintegración social y sus causas.
En la actualidad, la práctica de diseño de políticas sociales se orienta al manejo desde categorías positivas (integración,inclusión), lo que permite superar el enfoque de «minimizar o atenuar males» y desplazarse hacia el de «generar bienes», producir cambios de progreso y desarrollo, reconstruir derechos vulnerados. El enfoque de integración social utilizado en esta tesis ha resultado ser un valioso recurso para sacar a la luz las problemáticas invisibilizadas de las personas transexuales en la sociedad cubana actual, para proponer una estrategia que incida en las políticas públicas. Es importante significar que el enfoque de integración social utilizado en este trabajo no consiste en promover la adaptación pasiva de las personas transexuales a las condiciones sociales de existencia, sino en ofrecer pautas para establecer una política social que estimule su participación activa en los procesos de transformación social, con el fin de actuar sobre las causas de la discriminación, exclusión y segmentación a que son sometidas y garantizar el pleno disfrute de sus derechos.
La búsqueda de literatura científica que aborda el tratamiento social de la transexualidad, permitió constatar que en Cuba se han realizado escasas investigaciones, entre las que se destacan el libroLa transexualidad en Cuba(Castro, 2008) y un estudio de la representación social sobre la sexualidad en un grupo de transexuales de la ciudad de La Habana (Guerra, 2010).
Sobre la base de lo planteado, se considera entonces que, en las condiciones de la sociedad cubana actual, la problemática de la transexualidad, de la integración social de las personas transexuales y del ejercicio pleno de sus derechos ha desbordado el ámbito de lo estrictamente personal, familiar y médico, y se está configurando como objeto que reclama intervención social a través de políticas públicas.
Una estrategia para la integración social de las personas transexuales debe analizar las diferentes perspectivas que se entrecruzan en el tratamiento de la problemática. Otro aspecto a tener en cuenta respecto al diseño de la estrategia, es que las desventajas que afectan a las personas transexuales se articulan con el universo de relaciones sociales y del estado de la equidad que caracteriza a una sociedad concreta. Por lo tanto, las vivencias de estas personas deben analizarse en sus vínculos complejos con otras ubicaciones socioestructurales como clase, género, origen social, raza, territorio y religión, lo que sugiere la pertinencia de considerar el fenómeno de la interseccionalidad,6 tratado en Shelley (2008). También se requiere un conjunto de acciones que permitan la inclusión de las personas transexuales en la sociedad como sujetos de derecho.
6 Interseccionalidad: un modelo teórico para pensar la articulación entre los sistemas de opresión, desarrollado por la intelectual afroestadounidense Kimberlé Williams. Plantea que la interseccionalidad es inherente a toda relación de dominación y que, como estructura de dominación, impide o debilita las tentativas de resistencia. Este concepto ha sido muy útil para superar la conceptualización aritmética de las desigualdades socio-raciales como fruto de la convergencia, fusión o adición de distintos criterios de discriminación de las mujeres, y para desafiar el modelo hegemónico de La Mujer Universal y comprender las especificidades de la experiencia del sexismo de las mujeres racializadas como el producto de la intersección dinámica entre el sexo/género, la clase y la raza en unos contextos de dominación construidos históricamente (Viveros, 2009).
El diseño de una estrategia integral para la integración social de las personas transexuales tiene utilidad y pertinencia en la sociedad cubana contemporánea, ya que, por una parte, aportará a la caracterización de la situación social de las personas transexuales y a su integración social, y, por otra, podría aportar al perfeccionamiento de los mecanismos sociales que favorezcan la superación de esta forma de discriminación mediante una herramienta para la toma de decisiones políticas, inexistente, además de ayudar a llenar el «vacío»de información y de recursos metodológicos necesarios, con el finde configurar una política pública dirigida a eliminar las brechas de equidad e igualdad que afectan a este grupo social, y a potenciar la institucionalidad pública cubana para estos fines.
A partir de ello, una política pública orientada a posibilitar la integración social de las personas transexuales en Cuba, debería actuar simultáneamente sobre las dimensiones de naturaleza estructural, cultural e intersubjetivas desde una intención participativa.
Este trabajo brindará los siguientes aportes:
• la sistematización teórica, desde la ciencia sociológica, de los estudios acerca del género y sus implicaciones respecto a la transexualidad;
• la argumentación acerca del proceso de desintegración/integración social de las personas transexuales y la necesidad de contribuir desde las políticas públicas a la superación de este problema social;
• la valoración acerca de la situación de integración social de las personas transexuales en Cuba;
• la periodización acerca de la configuración de la educación sexual como política social en Cuba;
• la caracterización de las condiciones sociales en que se desarrolla el proceso de integración social de las personas transexuales como punto de partida para el diseño de una estrategia de integración social respecto a estas personas;
• la propuesta de una estrategia de integración social como insumo para la política social y la garantía de derechos de las personas transexuales.
Esta investigación constituye una prioridad del Centro Nacional de Educación Sexual (CENESEX), institución del Ministerio de Salud Pública (MINSAP) de la República de Cuba, coordinadora del Programa Nacional de Educación Sexual (PRONES); además, da respuesta al objetivo principal de la Comisión Nacional de Atención Integral a Personas Transexuales y al objetivo número 57 de la Conferencia Nacional del Partido Comunista de Cuba (PCC), en el que se define:
Enfrentar los prejuicios y conductas discriminatorias por color de la piel, género, creencias religiosas, orientación sexual, origen territorial y otros que son contrarios a la Constitución y las leyes, atentan contra la unidad nacional y limitan el ejercicio de los derechos de las personas.
El problema científico que marcó la ruta crítica de la investigación fue: ¿cómo propiciar la integración social de las personas transexuales en el contexto actual de la sociedad cubana?; el objetivo general asumido: proponer una estrategia que facilite la integración social de las personas transexuales en el contexto actual de la sociedad cubana; y los objetivos específicos: valorar los principales aportes de la sociología a la comprensión de la transexualidad como base para su tratamiento desde políticas públicas; sistematizar evidencias sobre la existencia de procesos de exclusión social, discriminación y segmentación que afectan a las personas transexuales y sus causas en la contemporaneidad; analizar la situación de integración social de las personas transexuales en la sociedad cubana actual; valorar las condiciones sociales que favorecen, y las condiciones sociales que limitan, la integración social de las personas transexuales en el contexto actual de la sociedad cubana, con vistas a elaborar una estrategia que desarrolle su integración social.
Se trata de un estudio de carácter fundamentalmenteanalítico crítico propositivodebido a la complejidad de la temática tratada y a la relativa ausencia de antecedentes investigativos que aborden el tema desde la perspectiva de acciones políticas públicas en Cuba. El diseño de la investigación se caracteriza por ser cualitativo holístico triangulado; es decir, construye evidencias empíricas a partir, en esencia, de la comprensión y las percepciones que del problema tienen los sujetos involucrados en su reproducción desde diferentes roles y posiciones sociales, y contrasta y hace dialogar (triangula) estas subjetividades con el contexto histórico en que se producen y con datos que muestran su evolución y medidas. De tal manera, si bien los contenidos subjetivos valorativos son materia esencial del análisis, ello se complementa con evidencias de orden cuantitativo y contextual.
La concepción metodológica que se propone, se fundamenta en el análisis integrado que se ha realizado de los términos de naturaleza sociológica: participación social, justicia social y cohesión social, expresados en los índices de exclusión social, discriminación y segmentación, que se transforman operacionalmente en unidades de análisis teórico para el proceso de indagación. Sobre esta base se aplicaron técnicas de indagación que permitieron obtener información empírica acerca del proceso de integración/desintegración social de las personas transexuales, aportada por estas personas y grupos de decisoras y decisores. El discurso de los sujetos que integran la muestra y su interpretación acerca de los procesos de discriminación, exclusión y segmentación social a los que han sido sometidas las personas transexuales, constituyeron los elementos esenciales para el análisis de los resultados.
Los conceptos básicos utilizados son: integración social y contexto actual de la sociedad cubana. La integración social se define como una compleja red de relaciones que se entreteje entre tres elementos básicos para su existencia: participación social, justicia social y cohesión social. Por contexto actual de la sociedad cubana se entiende el conjunto de ámbitos significativos en los que se concreta la integración social de las personas transexuales. Se consideraron doce ámbitos analíticos: persona transexual; grupos de personas transexuales; familia; entidades laborales, educativas, culturales, religiosas y de salud; Consejos Populares; organizaciones sociales; normativa jurídica y políticas públicas.
Como métodos teóricos de investigación, se utilizaron el analítico sintético, el tránsito de lo abstracto a lo concreto, el inductivo-deductivo y el histórico-lógico, mientras que a nivel empírico se emplearon el análisis de documentos, el cuestionario y la entrevista semiestructurada en profundidad.
En relación con los procedimientos de análisis de la información, es necesario señalar que se realizó cualitativa y cuantitativamente. Fue valorado por expertos el contenido de los instrumentos, se analizó el sentido latente y manifiesto del material informativo utilizado y se consideró el cumplimiento de cada atributo en cada ítem del instrumento. Se creó una base de datos en el sistema operativo SPSS para Windows versión 21.
El libro presenta la investigación«Estrategia para la integración social de las personas transexuales en el contexto actual de la sociedad cubana»en opción al grado científico de Doctor en Ciencias Sociológicas realizada por su autora en la Facultad de Filosofía e Historia, del Departamento de Sociología de la Universidad de La Habana, con la tutoría de los doctores en Ciencias Mayra Espina Prieto y Ramón Rivero Pino. Se presenta en tres capítulos: el primero,«Sistematización de los principales resultados teóricos acerca de la transexualidad. Los aportes del feminismo y de la ciencia sociológica»; el segundo,«La integración social como enfoque para el estudio de la transexualidad»; y el tercero,«La integración social de las personas transexuales en el contexto actual de la sociedad cubana»