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"La Mente Integral" es una obra innovadora que invita a explorar la mente humana desde múltiples ángulos. Sergio Alejandro Moriello combina enfoques científicos y filosóficos con visiones esotéricas y metafísicas para ofrecer una comprensión integral de uno de los mayores enigmas de la humanidad. El autor analiza cómo la mente se manifiesta, se desarrolla y evoluciona, entrelazando disciplinas modernas (como la neurociencia, la complejidad y la inteligencia artificial) con tradiciones espirituales ancestrales (como el budismo, el sufismo y la kabalah). A través de un enfoque ecléctico, el libro propone un modelo dinámico que expande las fronteras del conocimiento y nos motiva a reflexionar sobre nuestra naturaleza y propósito. Ideal para lectores interesados en la innovadora intersección entre ciencia y espiritualidad, esta obra oficia de mapa para quienes buscan comprender la mente como un sistema complejo, caótico e interconectado.
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Seitenzahl: 623
Veröffentlichungsjahr: 2025
SERGIO A. MORIELLO
Moriello, Sergio A. La mente integral : una aproximación científica filosófica y esotérica metafísica / Sergio A. Moriello. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2025.
Libro digital, EPUB
Archivo Digital: descarga y online
ISBN 978-987-87-5989-0
1. Narrativa. I. Título. CDD A860
EDITORIAL AUTORES DE [email protected]
PRESENTACIÓN
DESARROLLO
1. Algunas consideraciones previas
1.1. La Aproximación Integral
1.2. Las distintas realidades
1.3. Dos manifestaciones
1.4. La realidad individual y la colectiva
1.5. Los planos de existencia
1.6. La antropología tripartita
2. La Manifestación burda
2.1. Los diferentes sistemas
2.2. El cerebro
2.2.1. La neurona
2.2.2. La red neuronal
2.2.3. El proceso de desarrollo
2.2.4. El cerebro tri-uno
2.3. La especialización estructural-funcional
2.4. La importancia del cuerpo
3. La Manifestación con forma
3.1. Los tres aspectos
3.2. La organización mental
3.3. La energía
3.3.1. Los chakras
3.3.2. Los ñawis
3.3.3. Los lataif
3.3.4. Los otros sistemas
3.4. La afectividad
3.4.1. Las pasiones
3.4.2. Las emociones
3.4.3. Los sentimientos
3.4.4. Los estados de ánimo
3.5. La cognición
3.5.1. El pensamiento
3.5.2. El lenguaje y la comunicación
3.5.3. El aprendizaje
3.5.4. La memoria
3.5.4.1. Los distintos tipos
Memoria biológica (Planos Etérico y Astral)
Memoria psicológica (Plano Mental Inferior)
Memoria espiritual (Plano Mental Superior)
3.5.5. La cognición social
3.6. Algunas limitaciones
3.7. La inteligencia
3.7.1. Las diferentes dimensiones
4. La Manifestación sin forma
4.1. La creatividad
4.2. La imaginación
4.3. La inspiración
4.4. La intuición
4.5. La ética
4.5.1. La ética y la moral
4.6. La experiencia espiritual
4.7. El karma
4.8. El dharma
5. Las líneas de desarrollo
5.1. El desarrollo cognitivo
5.2. El desarrollo de las necesidades
5.3. El desarrollo moral
5.4. El desarrollo psicosocial
5.5. El desarrollo de la identidad del yo
5.6. El desarrollo en septenios
5.7. El desarrollo de los valores
5.8. El desarrollo según el Hilozoismo
6. Las distintas evoluciones
6.1. La evolución biológica
6.2. La evolución social
6.3. La evolución cultural
6.4. La evolución tecnológica
6.4.1. La evolución tecnológica propiamente dicha
6.4.2. La evolución digital
6.4.3. La evolución de la red
6.4.4. La evolución de las máquinas inteligentes
7. La consciencia
7.1. Para la Ciencia Occidental
7.2. Para el Esoterismo
7.3. La Rejilla Wilber/Combs
7.3.1. Estados (o reinos) de consciencia
7.3.2. Estadios (etapas, niveles o estructuras) de consciencia
7.4. El diagrama ovoide de Assagioli
7.5. El ánfora de Huber
7.6. Los otros Inconscientes
7.7. Los diferentes “yoes”
8. La arquitectura de tres capas
8.1. El modelo propuesto
8.1.1. La capa reactiva
8.1.2. La capa deliberativa
8.1.3. La capa reflexiva
9. Los Procesos Mentales
9.1. La Percepción
9.1.1. La Sensación
9.1.2. La Percepción
9.2. El Procesamiento
9.2.1. El Reconocimiento
9.2.2. La Interpretación
9.2.3. La Orientación
9.2.4. La Intención
9.2.5. La Planificación
9.3. La Acción
9.3.1. La Decisión
9.3.2. La Ejecución
10. El estudio de la mente
10.1. Desde la Ciencia Occidental
10.1.1. La Ciencia Cognitiva
10.1.2. Las distintas Neurociencias
10.1.3. Una Nueva Ciencia de la Mente
10.2. Desde el Esoterismo
10.2.1. El Hinduismo
10.2.2. El Taoísmo
10.2.3. El Budismo
10.2.4. La Kabaláh
10.2.5. El Sufismo
10.2.6. El Hermetismo
10.2.7. La Teosofía
10.2.8. El Hilozoismo
10.2.9. El Chamanismo
10.3. La dimensión espiritual
10.4. Los bucles interdependientes
CONCLUSIONES
ANEXO
La Aproximación Integral
La perspectiva del Hilozoismo
La mirada de la Teosofía
Los Principios Herméticos
La Realidad Trinitaria
La realidad profunda y la superficial
GLOSARIO
REFERENCIAS
Dedico este libro a las/los Maestras/os de vida que me ayudaron y aconsejaron... y a Aquellas/os que todavía lo siguen haciendo.
A lo largo de los siglos, muchos filósofos, científicos, religiosos, místicos e, incluso, artistas han tratado de responder a las preguntas ¿qué es la mente? y ¿qué caracteriza a los fenómenos mentales? Es que éstos siempre han sido un enigma, tal vez porque son invisibles, intangibles, inaccesibles y –hasta el momento– muy difíciles de medir. En otras palabras, y utilizando la jerga filosófica, los fenómenos mentales –por lo menos en los organismos superiores– son esencialmente de carácter “subjetivo y privado”.
Podríamos pensar la mente –más que como un producto terminado– como un conjunto de infinidad de diminutos procesos (de diversos tipos y actuando con distintos ritmos y en diferentes niveles), que tiene la potencialidad de desarrollarse durante el transcurso de nuestra vida. Se nos presenta como algo continuo y dinámico, como algo que fluye, pero no como un fluido sino como una sucesión de estados discretos. Nada hay estático, quieto, inmóvil; nada “es” porque todo está “haciéndose y deshaciéndose”, recreándose, transformándose... Algunos científicos sostienen que su propósito fundamental –como en el caso de los animales– es mantenernos viables dentro de nuestro entorno local (aunque, a diferencia de aquellos, la mente humana es capaz de hacer tecnología, ciencia, arte, filosofía, religión, misticismo, etc.). Para eso, recursiva y continuamente, debe percibir dicho entorno (tanto externo como interno); procesar esa información y actuar sobre aquel de forma intencionada, proactiva y anticipatoria, tendiendo siempre a lograr determinados fines frente a las restricciones impuestas y considerando los recursos propios1. El procesamiento de dicha información consiste –en su forma ideal– en ubicarla dentro de determinados marcos conceptuales, construir posibles modelos explicativos del entorno y del intorno2, generar significados relevantes, realizar estimaciones estadísticas de los posibles resultados de las decisiones y/o acciones (formular hipótesis futuras o predicciones), y organizar y orientar el comportamiento del organismo (según sus propósitos, objetivos y metas de corto, mediano y largo plazo). Y todo ello lidiando permanentemente contra la imprecisión, la incerteza, la ambigüedad, la volatilidad, la complejidad y la dinámica del medio ambiente. Mediante realimentación cibernética, comparando las predicciones con la información sensorial actual, y sobre la base de la experiencia vivenciada en contextos similares, ajusta y corrige el modelo explicativo. Adicionalmente, se podría incluir el transformar dicha información en conocimiento y almacenarlo de manera adecuada (para su potencial utilización posterior).
Para algunas escuelas místicas, en cambio, la mente se considera como una especie de intangible y dramático “campo de batalla” (o, más suavemente, “campo de transformación” o “de transmutación”), donde –a cada momento– se impone un pensamiento, un sentimiento, una emoción, una sensación, una tendencia, un prejuicio, una necesidad o un deseo, que subyuga a todos los demás (o a una gran parte de ellos). En consecuencia, la idea es aspirar a lograr un adecuado y siempre transitorio equilibrio y armonía entre dos fuertes tensiones: nuestra “naturaleza más baja” (o terrenal) y nuestra “naturaleza más alta” (o estelar). De este modo, tenemos la posibilidad de tratar tanto de “ascender” (hacia nuestro Yo Superior o Individualidad) como de “descender” (hacia nuestro yo inferior o personalidad), transformando (o no) las zonas oscuras y convirtiéndolas en la Virtud opuesta3.
El quizás obstinado anhelo que me propongo con la presente obra es tratar de elaborar un modelo –posible y provisional, pero probablemente sesgado e inexacto– de uno de los grandes enigmas de todos los tiempos: la mente humana..., algo de por sí complejo, vasto e inagotable. Pero circunscribo el análisis a la mente de un ser humano normal4, estadísticamente promedio, adulto, saludable y competente; o sea, dejo de lado a los anormales (tanto a los genios como a los enfermos mentales), a los bebés/niños y a los muy ancianos, a los que sufren ciertas patologías (adicciones, mala alimentación, cansancio, locura, ansiedad, etc.) y fundamentalmente a aquellos que han logrado obtener –de forma más o menos permanente– un elevado grado de consciencia. En definitiva, analizo la mente del “Hombre Mecánico” (según la terminología del místico y filósofo armenio George Gurdjieff) o del “Hombre Común” (según la terminología del antropólogo peruano Carlos Castaneda). Para tal fin, intento examinar –de modo ameno, pero no por eso menos riguroso– la temática desde una perspectiva integral realizando una especie de circunvalación, de manera tal que permita contemplarla como si hiciéramos rotar un objeto desconocido en nuestras manos –alrededor de varios ejes y acercándolo y alejándolo, de forma secuencial y reiterada– a fin de poder apreciar todos sus detalles (pero, obviamente, no todos al mismo tiempo). Luego de un largo proceso de maduración que me tomó un par de largas décadas, adopto algunos interesantes aportes de la Psicología, la Filosofía, las Ciencias Cognitivas, las Neurociencias, la Antropología, la Fenomenología, la Sociología y la Inteligencia Artificial, pero también de la Metafísica, la Kabaláh, la Teosofía, el Budismo, el Hinduismo, el Taoísmo, el Sufismo y el Chamanismo y trato de interrelacionarlos, amalgamarlos y entrelazarlos. Es que sólo a través de una visión ecléctica, global e integral (científica-filosófica y, a la vez, esotérica-metafísica) quizás podamos llegar a comprender –y apenas en parte– este gran misterio que se nos plantea. No obstante, me veo obligado a aclarar que el material que expongo debe ser tomado meramente como una posible hipótesis a considerar y no tiene ninguna pretensión dogmática de ser la verdad última, final y definitiva. Pero es –según lo que creo– mi verdad, o a lo máximo que puedo llegar con mis propias limitaciones (cognitivas, afectivas, lingüísticas, expresivas, culturales, profesionales, académicas, ideológicas, epocales, etarias, etc.) que hacen las veces de filtro restrictivo y deformante sobre mi particular relato.
A grandes rasgos, el presente trabajo se divide en tres secciones: “Presentación”, “Desarrollo” y “Conclusiones”. Como toda obra, y de forma fractal, cada una de estas secciones se divide en capítulos; cada capítulo se divide en títulos y, algunos de éstos, en subtítulos.
La primera sección, “Presentación”, que ahora usted está leyendo, está compuesta por un sólo capítulo. Como acontece con todo tipo de introducción, intenta ofrecer una vista panorámica de la organización general de la obra que tiene entre sus manos.
La segunda sección, “Desarrollo”, es la más sustanciosa y está compuesta por diez capítulos. Se ocupa de las distintas manifestaciones (burda, con forma y sin forma), las líneas de desarrollo (cognitiva, moral, psicosocial, etc.), las diferentes “olas” (biológica, social, tecnológica, etc.), un repaso del estudio de la mente desde la Ciencia y desde el Esoterismo y un modelo explicativo de orden tentativo.
La última sección, “Conclusiones”, está compuesta por un sólo capítulo. Trata de hacer una síntesis de todo el trabajo resaltando aquello que –a mi particular juicio– considero como lo más relevante.
Al final de la obra agrego un Anexo (para aquellos que deseen profundizar sobre el primer capítulo en particular), un glosario (para delimitar el significado de algunos conceptos) y gran parte de las referencias consultadas (aunque seguramente no todas). En este punto, quiero aclarar que el material mostrado es meramente un breve registro de algunas de mis lecturas y, de ninguna manera, una recomendación ni un condicionamiento explícito (y ni siquiera subrepticio). Tal vez por este motivo puedo afirmar –casi sin ruborizarme– que muy poco de lo que trato de compartir y transmitir es sincera y genuinamente mío, sino que asumo –bastante convencido– mi humilde rol como integrador, divulgador y docente.
Otro punto que me gustaría compartir es el hecho de que –durante esta particular travesía– el libro parecía que “cobraba vida” y se autoorganizaba siguiendo su propio desarrollo. De allí que tuvo casi diez relativamente grandes reorganizaciones y otras tanto más pequeñas (un proceso que se asemeja, tal vez, a la teoría del “equilibrio puntuado” de la evolución biológica, propuesta por los paleontólogos estadounidenses Stephen Jay Gould y Niles Eldredge, y que no deja de ser –en definitiva– un conjunto de sucesivos y pequeños saltos de creatividad). Es que, durante el proceso, yo también experimenté varios cambios, no sólo por lo que aprendí de mis numerosas lecturas (de libros, monografías, tesis, revistas y diarios), de los muchos cursos y talleres (tanto en los que participé como en los que dicté) y de las incalculables charlas (con colegas, amigos, conocidos y también con desconocidos), sino también por el crecimiento personal que logré a través de cursar diferentes Escuelas de carácter “Espiritual” (Kabaláh, Cuarto Camino, Filosofía Hermética, Filosofía Pythagórica y, en cierta medida, Biodanza) y de mis reflexiones, meditaciones y vivencias (tanto personales como vinculares, grupales e institucionales).
Debido a que fundamentalmente se trata de un libro sobre divulgación –lo cual me obliga a tratar de lograr un adecuado equilibrio entre la simplificación y la precisión–, mi intención es ofrecer apenas un esbozo general sobre un tema de por sí muy complejo, con muchas aristas, a partir del cual usted podrá –si así de verdad lo desea– proseguir con su responsable estudio de forma autónoma, pero contando ahora con una especie de mapa (seguramente rudimentario, parcial y sesgado) que quizás lo pueda guiar en su particular y prodigioso sendero. Tal vez algunas mentes más creativas, agudas y/o preparadas puedan proveer las seguramente necesarias correcciones y ampliaciones a fin de lograr un material más acabado y cercano a la realidad...
1 Sin embargo, no siempre el organismo sigue esta secuencia; muchas veces se involucra en ciertas acciones, sin esperar un estímulo para comenzar a actuar. De allí, el carácter intencional y teleológico de toda mente.
2 No sólo modelos del mundo físico y natural, sino también modelos del mundo social (es decir, de la mente de las otras personas, de las relaciones entre ellas y de uno mismo: de la propia personalidad, las propias habilidades y limitaciones, etc.), modelos del mundo artificial (objetos, herramientas, máquinas, construcciones, artefactos) e incluso modelos de mundos más allá del físico.
3 En ese sentido, el filósofo español José Ortega y Gasset consideraba al ser humano como una especie de “centauro ontológico”: una mitad se encuentra inmersa dentro de la Naturaleza mientras que la otra se eleva por sobre ella y la trasciende.
4 Lo que una determinada sociedad considera como “individuo normal” es un concepto relativo, ya que depende de unos determinados criterios creados por los mismos miembros de dicha sociedad. El concepto de “normalidad” es, en realidad, un relato construido por nuestra cultura moderna. Por ese motivo, se va modificando levemente a medida que transcurre el tiempo (décadas o siglos).
La Kabaláh denomina a este Reino como Assiah; el Sufismo, Nasut; el Hinduismo, Bhuloka; el Budismo, Kāmaloka, el Taoísmo, Wan-wu y el Kemetismo, Ta; mientras que el Hilozoismo lo ubica en los subplanos 49:5-7. También se denomina Realidad Material, Manifestación Grosera, Mundo Sensible o Mundo Fenoménico.
En el ser humano, equivale al Cuerpo Físico, nuestra naturaleza más baja, y al cuadrante superior derecho (ver figura 2.1). Involucra todos los aspectos constitutivos físicos (es decir, lo genético, lo metabólico, lo celular, lo tisular, lo orgánico, lo anatómico y lo fisiológico) y sirve como vehículo de expresión de los aspectos constitutivos más profundos (o sea, lo mental-psíquico y lo espiritual-nóustico). Nos proporciona una importante base de referencia espacio-temporal, ya que ocupa un cierto lugar en el espacio y tiene una determinada ubicación en el tiempo. También es una herramienta formidable para relacionarnos con los demás y tener una amplia gama de vivencias en el mundo material. Es a partir de nuestra particular vivencia corporal que nos acoplamos estructural-funcionalmente con nuestro entorno local y, de forma paulatina, vamos organizando los estímulos recibidos (tanto externos como internos) en un mundo con significados, en “nuestra propia realidad”. Un estímulo alcanzará real significado únicamente cuando lo podamos relacionar con nuestra propia y específica cotidianeidad. El cuerpo, en definitiva, nos aporta el contenido básico y fundamental para organizar experiencialmente la mente consciente.
De este modo, las categorías de nuestras vivencias y de nuestro pensamiento, de nuestras percepciones y acciones e, incluso, de nuestro lenguaje y de nuestras emociones parecen depender de la peculiar organización del cuerpo, desarrolladas a lo largo de millones de años de evolución. En efecto, la mayor parte de los problemas cotidianos que tratamos de resolver se relacionan con él: nutrirlo, protegerlo, mantenerlo saludable, curarlo cuando haga falta, satisfacer sus necesidades y deseos y evitar sus dolores y aversiones. Asimismo, y como afirma el místico y filósofo armenio George Gurdjieff, todos tenemos una serie limitada de posturas, gestos y movimientos que nos fueron condicionados desde pequeños (memes culturales), que adoptamos como propios, que repetimos muy a menudo a lo largo de nuestra vida y que se rigidizan cada vez más a medida que envejecemos: si no los modificamos, si no exploramos la enorme cantidad de movimientos potenciales que disponemos, no podemos cambiar nuestra forma habitual de pensar o de sentir (ya que las conexiones neuronales permanecen relativamente estables). Por otra parte, y en este sentido, es muy recomendable mover todo el cuerpo, ya que es un estímulo energético, es antidepresivo, otorga satisfacción y es indispensable para los músculos, tendones, articulaciones y huesos26.
Figura 2.1: Ubicación del Plano Burdo o Físico
El Cuerpo Físico es una unidad integrada –aunque no monolítica ni homogénea– que persigue fines, intercambia materia-energía e información-organización (tanto con su entorno como con su intorno) y desempeña las funciones básicas de la vida (nutrición, crecimiento, relación y reproducción) por medio de la acción de una enorme cantidad de procesos interdependientes en múltiples escalas (físicos, químicos, biológicos, hormonales, digestivos, respiratorios, metabólicos, sexuales, etc.) y que se despliegan con un cierto ritmo (Principio de Ritmo, ver Anexo). Podemos distinguir diferentes “sistemas” que llevan a cabo determinadas funciones generales, pero que trabajan coordinada y eficientemente interrelacionados, a fin de mantener el estado saludable del cuerpo dentro de un cierto equilibrio dinámico y armónico.
Ellos son (ver figura 2.2):
• Funciones de soporte y movimiento:
Sistema óseo o esquelético: conjunto de huesos que proporciona el soporte general, las articulaciones y la protección para algunos órganos internos como el cerebro (cráneo) y la médula espinal (columna vertebral).
Sistema muscular: conjunto de músculos que posibilita diferentes tipos de movimientos (esqueléticos o voluntarios y lisos o involuntarios) y/o los cambios de postura y de gestos.
• Funciones de comunicación, control e integración:
Sistema nervioso: permite la captación de las señales (tanto externas como internas), el procesamiento y la elaboración de respuestas mediante la estimulación de los efectores apropiados (principalmente músculos y glándulas). Podemos diferenciar el Subsistema Nervioso Central (encéfalo y médula espinal) y el Subsistema Nervioso Periférico (nervios desparramados por todo el cuerpo).
Sistema hormonal o endócrino: conjunto de glándulas y células productoras de hormonas que coordinan a los demás sistemas y actúan en la regulación del crecimiento, el metabolismo y los procesos reproductores.
• Funciones de abastecimiento y homeostasis:
Aparato respiratorio: permite la inhalación del oxígeno necesario y la exhalación del dióxido de carbono, facilitando el intercambio de gases.
Aparato digestivo: transforma el alimento, absorbiendo los nutrientes y eliminando los residuos. Los nutrientes se utilizan para las diferentes actividades de nuestro organismo.
Aparato excretor o urinario: filtra la sangre y elimina las sustancias residuales (desechos metabólicos).
• Funciones de transporte:
Aparato circulatorio o cardiovascular: transporta las sustancias; es decir, lleva los nutrientes y el oxígeno a las células y recoge sus desechos metabólicos (que luego serán eliminados por los riñones en la orina y por el aire exhalado en los pulmones).
Sistema linfático: se ocupa de la recogida y el transporte del líquido acumulado en los diferentes tejidos.
• Funciones de protección:
Sistema inmune: reconoce agentes que no pertenecen al organismo y reacciona en contra de ellos. Estos agentes pueden ser micro-organismos que causan enfermedades infecciosas, órganos o tejidos trasplantados desde otro individuo, o células patógenas y cancerosas. Se compone de una variedad de tejidos y órganos que se encuentran dispersos por todo el cuerpo.
• Funciones de reproducción:
Aparato reproductor o genital: se ocupa de la reproducción a través de la generación de gametos por las gónadas (testículos y ovarios).
Cada sistema, cada subsistema, cada órgano, cada tejido y cada célula genera un campo energético que tiene una frecuencia de vibración específica (Principio de Vibración, ver Anexo). De este modo, sólo gozamos de buena salud cuando todos los campos se encuentran alineados y “sintonizados” de manera dinámica y armónica. Si un determinado componente del cuerpo no está vibrando a su frecuencia normal significa que existe un problema de salud.
Por último, podemos mencionar que la estructura funcional del cuerpo humano –como la de todos los organismos superiores– sigue los lineamientos generales del gusano (aunque obviamente mucho más compleja y diferenciada); es decir, un “tubo” (sistemas respiratorio, digestivo y circulatorio) dentro de otro “tubo” (sistema muscular) y compuesta de “segmentos” (tres mayores –cabeza, tórax y pelvis– y dos menores –cuello y cintura–) [Lowen, 2013, p. 138/40]. Estos “segmentos” se relacionan, respectivamente, con los sistemas nervioso, respiratorio-circulatorio (junto con el endócrino y el linfático) y metabólico-motor (digestivo, excretor, óseo y muscular) y con las tres funciones mentales principales: el pensar (lo cognitivo), el sentir (lo afectivo) y el querer (lo conativo) (ver punto 3.1). No obstante, y como ya se dijo, todos los sistemas se interpenetran mutuamente formando una unidad.
Figura 2.2: Diferentes sistemas del Cuerpo Físico
El cerebro no es una masa homogénea, sino que presenta una estructura funcional: es una colección diferenciada de muchos subsistemas especializados, relativamente integrados y parcialmente adaptados que posibilitan respuestas específicas ante desafíos concretos. La organización cerebral es tan compleja y con tanta variabilidad (en cuanto a forma, volumen, peso y topología) que se puede afirmar que no hay dos cerebros iguales: incluso los de dos gemelos idénticos son, en escala neurológica, diferentes. Es que, aunque –en términos estadísticos– todos los cerebros humanos sanos y adultos son similares (1,3-1,4 kg de peso y 1200-1450 cm3 de volumen, promedio), se diferencian en muchos aspectos menores. Tal es así que la materia gris de cualquiera de nosotros se asemeja al de otro de la misma manera en que un niño se parece a otro a la distancia: ambos tienen una cabeza, un tronco y cuatro extremidades, pero los detalles de su cuerpo, rostro, cabello o piel, son completamente distintos.
Aunque representa el 2-3% de la masa corporal, en estado de reposo y en un adulto sano, el cerebro consume aproximadamente el 20-25% del total de energía (¡y el 60% en un recién nacido!)27. Junto con el cerebelo y el tronco conforma el encéfalo (las partes situadas dentro del cráneo) y, junto con la médula espinal constituye el Subsistema Nervioso Central. Éste, agrupado con el Subsistema Nervioso Periférico (formado por los ganglios y los nervios), compone el Sistema Nervioso28. Pero ésta es una división desde el punto de vista estructural. Desde el punto de vista funcional, el Sistema Nervioso también se divide en dos: el Somático y el Autónomo, encargados del control voluntario e involuntario del organismo, respectivamente. El Subsistema Nervioso Autónomo, a su vez, se divide también en dos: el Simpático y el Parasimpático, que nos predisponen para la acción el primero (actividad adrenérgica-ergotrópica) y para el descanso el segundo (actividad colinérgica-trofotrópica)29.
Además de las neuronas, el cerebro se compone de células gliales o neuroglías, auxiliares muy importantes para la correcta operación del sistema nervioso; su proporción es de 10-50 por cada neurona. Habitualmente, son células pequeñas, se ubican entre los cuerpos neuronales y entre los axones, y conforman el tejido conectivo (en tanto que las neuronas conforman el tejido nervioso)30. Entre sus principales funciones figuran: actuar como soporte estructural para las neuronas, guiar su crecimiento y su migración, regular su entorno bioquímico local, eliminar sus desechos metabólicos, nutrirlas con variadas sustancias y colaborar en su coordinación. Los principales tipos presentes en el Subsistema Nervioso Central son los astrocitos, las microglías y los oligodendrocitos.
Para finalizar, el cerebro se encuentra bañado por una solución incolora particular llamada líquido cefalorraquídeo