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Una mala relación de pareja, la muerte de un ser querido, situaciones laborales complicadas, momentos estresantes… ¿Sabías que las preocupaciones tienen un impacto directo en tu microbiota?, ¿que la inflamación es el carísimo precio del estrés y el origen de casi todas las enfermedades tanto físicas como emocionales? En su nuevo libro, la Dra. de la Puerta, una de las mayores expertas en microbiota, demuestra cómo todo lo que pasa por nuestra cabeza influye de manera inmediata en nuestro intestino. Basándose en sus años de investigación y en su dilatada experiencia clínica, la autora ofrece las claves fundamentales para mantener nuestro micromundo intestinal sano y fomentar la química de la felicidad. Una guía esencial para entender que el descanso, la alimentación, el deporte y la resiliencia son indispensables para evitar el estrés y la ansiedad. «Un libro imprescindible y cercano para entender, desde la ciencia, la estrecha conexión entre nuestra salud y el bienestar emocional». NAZARETH CASTELLANOS
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Seitenzahl: 233
Veröffentlichungsjahr: 2025
Índice
Portada
La microbiota estresada
Nota de la autora
Prólogo
1. Microbiota es equilibrio, intestinal y vital
La vida moderna y rápida afecta a tu microbiota
La microbiota es el espejo de tu estilo de vida
El equilibrio es un mecanismo de seguridad antiestrés.
2. La digestión mental
Aprende a identificar la diferencia entre la felicidad y el bienestar ubjetivo
La digestión mental es tan importante como la intestina
Entender lo que me pasa vs. la obsesión de ponerle nombre a lo que tengo
¿Cómo puedes mejorar tu digestión mental?;
3. Fomentar la química de la felicidad es tu mejor seguro antiestrés
Las emociones, nunca subestimes su poder
Tus pensamientos y sentimientos controlan tu microbiota y esta a ellos
Las moléculas de la felicidad son neurotransmisores antiestrés
Las moléculas del agobio y de los nervios son neurotransmisores proestrés
Qué hacer y qué comer para sentirte mejor
4. ¿Sabías que tu cerebro también se inflama?
Las todopoderosas neuronas
Tienes un cerebro en la barriga
¿Cómo puedes manejar la inflamación del sistema nervioso?
Inteligencia espiritual, emoción y microbiota
5. El estrés se cobra con salud y se paga con enfermedad
¿Qué estresa a tu microbiota?
¿Qué implica tener una microbiota estresada?
La inflamación, el carísimo precio del estrés y el padre de casi todas las enfermedades
Tu cuerpo también se oxida
La microbiota al rescate de la inflamación y de la oxidación para proteger al cerebro
6. Los niños también se estresan
El estrés infantil
Microbiota y neurodesarrollo, físico y afectivo
Pilares de salud microbiológica infantil: la alimentación y el sueño
7. ¿Cómo te ayuda la microbiota a manejar el estrés?
Los cuatro básicos que deben ser tu rutina
Otras cosas que te ayudarán a sentirte bien
Las bacterias también curan
El bienestar es un concepto, sin duda, microbiológico
Epílogo
Bibliografía
Glosario de términos médicos
Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley.
Diríjase a CEDRO si necesita reproducir algún fragmento de esta obra. www.conlicencia.com - Tels.: 91 702 19 70 / 93 272 04 47
Editado por HarperCollins Ibérica, S. A.
Avenida de Burgos, 8B - Planta 18
28036 Madrid
La microbiota estresada. Cuida tu intestino para superar la ansiedad, mejorar tu salud y ser más feliz
© 2025, María Dolores de la Puerta Soler
© 2025, para esta edición HarperCollins Ibérica, S. A.
Todos los derechos están reservados, incluidos los de reproducción total o parcial en cualquier formato o soporte.
Sin limitar los derechos exclusivos del autor y del editor, queda expresamente prohibido cualquier uso no autorizado de esta edición para entrenar a tecnologías de inteligencia artificial (IA) generativa.
Diseño de cubierta: Rudy de la Fuente – Diseño Gráfico
Ilustraciones de cubierta e interiores: Claudia Martín de la Puerta
Gráficos interiores: Juan Martín de la Puerta
Fotografía de la autora: Eduardo Cano para Ático 26
ISBN: 978-84-1064-199-0
Composición digital. www:acatia.es
A mis hermanos, los de sangre y los que la vida me regaló
A todos, gracias, sois mi suelo más firme
Desde el principio de los tiempos los microbios han estado presentes en todas partes. Ellos llegaron primero y desde que los seres humanos existimos viven en nosotros y con nosotros. Su impacto sobre cada uno y en cada momento es tan importante que pasarán generaciones antes de que conozcamos con precisión cuál es la mejor manera de programar su actividad y regular su metabolismo con el objetivo de asegurarnos la salud plena y el bienestar emocional. Por el camino necesitamos mantener el rigor científico en la investigación y la capacidad para interpretar los resultados de cada descubrimiento con la mente siempre abierta.
Los avances de la ciencia no están escritos en piedra, están vivos. Es necesaria mucha experiencia y al menos diez años para convertir un hallazgo científico en algo que pueda realmente marcar la diferencia en la vida humana.
La salud física y emocional no es un estado único. Piensa en ella como un recorrido vital a lo largo del cual transcurrirán montañas y valles.
Momentos que seguro serán muy felices probablemente irán seguidos de otros que pueden ser mucho más dramáticos. Disfruta los primeros y aprende con los segundos, pero no dejes que ninguno de ellos te afecte demasiado. En estas páginas te contaré cómo la microbiota te puede ayudar a conseguirlo.
En el año 2000 andaba yo dejándome llevar por mi inquieta curiosidad natural a explorar algunas de las facetas de la medicina que no te enseñan en la carrera. La Universidad de Alcalá de Henares, en el Hospital Ramón y Cajal de Madrid, organizaba un curso de especialista que terminó teniendo la acreditación de máster. El entorno científico en el que se impartía era perfecto y la temática me pareció atractiva, así que me inscribí. Nos iban a hablar de lo que en aquel momento alguien llamó medicina biológica. Este es un término que ya está obsoleto, pero tantos años después me sigue resultando atractivo su planteamiento. Yo lo llamaba la medicina de las preguntas. Frente a una inflamación, los médicos recetamos un antiinflamatorio, pero ¿por qué se ha producido la inflamación? Si algo te duele, te tomas un analgésico, pero ¿qué está produciendo el dolor?
Los poquísimos médicos que nos inscribimos en aquel curso tan «raro» tuvimos la ocasión de debatir mucho acerca de la fisiopatología de la enfermedad. Fisiopatología es un término que nos habla de la relación que existe entre las funciones del organismo, la bioquímica que las hace posibles y todas sus posibles alteraciones.
Buscábamos artículos científicos para discutir desde ellos y avanzar así en el conocimiento con los pies lo más firmes que podíamos. A veces era difícil encontrar investigaciones sólidas, pero era un ejercicio muy divertido. En aquel entorno didáctico tan estimulante e intelectualmente abierto estudiamos algunas cosas que al final no fueron demasiado relevantes, pero aparecieron otras que sí tuvieron mucho calado, al menos para mí y mi vida personal por entonces. Aquel fue el momento en el que conocí la microbiota y su estudio me apasionó ya para siempre.
Mi curiosidad por estar al día y revisar la literatura científica se ha convertido en un hobby que hace ya mucho abrió mi mente, me enamoró y me permitió aprender lo suficiente para poco a poco abandonar mi antigua especialidad médica y dedicarme por completo a tratar la microbiota de mis pacientes y desde ella y con ella abordar todas las enfermedades en las que de una forma u otra está implicado su desorden.
Como siempre he hecho, sigo estudiando y aprendiendo. Los viernes son mis días de estudio. Dedico ese tiempo a buscar y a leer los artículos científicos más recientes que se han publicado sobre microbiota. Los médicos no tenemos más remedio que estar actualizados, sobre todo en este campo en el que la ciencia está en pleno auge de investigación. Esta disciplina de estudio, que disfruto muchísimo, me ha permitido estar al día y evolucionar el abordaje del tratamiento de mis pacientes. Semana tras semana reviso lo que va saliendo en las principales revistas de ciencia internacionales.
A finales del año 2019 puse en marcha mis redes sociales profesionales para compartirlos con todos mis seguidores. Cada semana, de entre las publicaciones que encuentro, voy seleccionando lo que creo que puede resultar más interesante. Traduzco y resumo los artículos y con este material preparo el contenido de los post que voy compartiendo con todos cada día a las ocho de la mañana.
Por otro lado, mantener una actividad asistencial dinámica es en realidad la mejor fuente de aprendizaje porque es absolutamente práctica. Los desórdenes de microbiota están implicados en la aparición y el desarrollo de muchas y muy diferentes patologías. Es con los pacientes y de ellos con quien más he aprendido y son ellos los que me animan y motivan para seguir haciéndolo.
El azar me llevó a escribir mi primer libro, Un intestino feliz; estoy muy agradecida por el bonito retorno que me está dando su alcance y difusión, nacional e internacional. Muchos me animaron a publicar un segundo. Nunca pensé dedicar horas de mi vida a escribir, pero hacerlo es una ocupación que resulta muy entretenida, así que una vez más me senté al ordenador, expectante por ver de qué se me iba a ocurrir hablar esta vez.
La casilla de salida fue un pensamiento, una reflexión que tantas veces hago a mis pacientes y me hago a mí misma, el «mal negocio» que supone sucumbir a la demanda de la inmediatez, correr para todo, la multitarea permanente, etc. Esto fue el inicio de este libro, intentar explicar la transcendencia que tiene el estrés para la microbiota y para la salud, si nos dejamos arrastrar por él, claro. También voy a contarte todo lo que puedes hacer en general y en particular desde la microbiota para manejarlo.
En La microbiota estresada te hablo de nuevos matices, de la importancia que tiene la microbiota en el maravilloso eje que conecta el intestino con el cerebro y cómo también todo lo que pasa por la cabeza, los pensamientos, las preocupaciones, las emociones, etc., influyen de manera inmediata en la tripa, sobre tu intestino y tu microbiota.
La microbiota vive ahora un tiempo de gloria para los investigadores y los médicos clínicos. Un tiempo en el que cada vez tenemos más constatación científica de todas las formas y caminos por los que nuestro maravilloso micromundo intestinal nos ayuda, si se lo permitimos, a tener una vida tranquila, sana y feliz.
La microbiota es vida porque es un seguro de salud, física y emocional.
Al escribir el libro he intentado utilizar un lenguaje sencillo y he evitado profundizar en la descripción y el detalle de rutas bioquímicas complejas que dificultarían la lectura. Las partes del texto que he querido incluir, pero que son más técnicas, verás que las he metido en un recuadro para poder leerlas o no, sin perder el hilo de la lectura.
Cada capítulo irá apoyado con diferentes artículos y publicaciones que, más allá de mi opinión, aportan una evidencia científica para que puedas ampliar información.
Como ya hice en Un intestino feliz, te voy a hablar de algunos pacientes. Todos los casos clínicos están basados en hechos reales, pero para preservar el secreto profesional los nombres y las historias son ficticios.
El contenido del libro no supone ni es en forma alguna un consejo médico. Las cuestiones de salud intestinal y general deben valorarse siempre individualmente y en consulta, en manos de un profesional.
La microbiota es el puente que conecta tu vida con tu cuerpo. Es una conexión en ambas direcciones que te ayudará a sentirte bien, pero que también podría complicarte mucho la vida.
La salud es la mayor posesión. La alegría es el mayor tesoro.
La confianza es el mayor amigo.
LAO TSE
Durante los más de veinte años que llevo cuidando la microbiota de mis pacientes me he planteado una y otra vez cuáles son los orígenes y las causas de su desequilibrio. ¿Por qué se desordena tu ecosistema intestinal? Te podría hablar de las razones científicamente demostradas como son:
Una alimentación mal balanceada, restrictiva o con un predominio en la ingesta de alimentos refinados, grasas saturadas trans, ultraprocesados, etc.La ingesta indiscriminada y no supervisada de fármacos, como los antibióticos, los anticonceptivos, los inhibidores de la bomba de protones, etc.El desorden asociado al consumo de tóxicos, ya sean comidos, bebidos o respirados.Cualquiera de las patologías inflamatorias gastrointestinales crónicas, por ejemplo, la enfermedad de Crohn o la colitis ulcerosa, y, por supuesto también, los cuadros digestivos agudos, como las gastroenteritis.
Sin duda, y más allá de estas causas, la experiencia me ha permitido constatar otras muchas razones, de carácter más personal, que también pueden afectar y a veces en gran medida a tu microbiota. Son todas las posibles circunstancias que desordenan tu vida. Todo lo que te ocurra que afecte a tu estabilidad vital va a desequilibrar a tus bacterias intestinales: un examen de oposición, una mala relación de pareja, la muerte de un ser querido, relaciones laborales complicadas, una mudanza, situaciones económicas comprometidas, no saber decir NO, etc.
¿Todo esto qué implica? Estrés.
¿Por qué y cómo afecta a la microbiota? Mucho más de lo que puedas imaginar.
En mi primer libro, Un intestino feliz, te explico con mucho detalle cómo el intestino y el cerebro se comunican a través de la microbiota y del nervio vago y cómo el estrés les afecta. En este te iré explicando otros muchos e interesantes matices de la actividad del maravilloso eje microbiota-intestino-cerebro.
El plan de vida cotidiano de millones de personas en el mundo comienza, con mucha suerte, haciendo algo de meditación o deporte para, a continuación, tomar un desayuno, más o menos rápido, cuyo tiempo aprovechamos para leer las últimas noticias o revisar el correo electrónico. A este momento le sigue una larga lista, que seguro tú completarás cuando la leas, en la que podríamos enumerar: terminar de cocinar y organizar los maletines con los alimentos que tus hijos comerán en el colegio o tú en la oficina, los atascos camino del trabajo, las reuniones, entregas siempre urgentes, exámenes, etc., a lo que hay que añadir las responsabilidades familiares y domésticas, salir del trabajo corriendo, a veces sin comer, para llegar a recoger a los niños del colegio y llevarlos a las extraescolares, volver a casa para ayudarlos con las tareas si lo necesitan, al tiempo que preparas la cena, etc. ¿Sigo? Puedes hacerlo tú.
Está claro que corres, y cada vez más, pero ¿eres consciente de la dirección a la que vas y hacia dónde te diriges? Ojalá tengas un objetivo claro, pero sea así o no, vivir corriendo implica vivir con estrés, y esto afecta a tu microbiota.
Hemos de relacionarnos con los billones de microorganismos que tenemos en la tripa, con amabilidad y respeto, como si se tratara de un buen amigo. Los microbios que viven en tu intestino son tus compañeros de vida. No podríamos tener salud sin ellos, y, diría más, a ellos les debes estar vivo. De igual forma, tampoco nuestro micromundo intestinal podría sobrevivir sin nosotros, y su salud también depende de todo lo que podemos hacer, con nuestra alimentación y estilo de vida, para cuidar de él. En el libro te hablaré de ello con detalle.
Cuando leo titulares diciendo que la pandemia silenciosa del siglo XXI es el sedentarismo o la obesidad, desde luego no obvio su importancia y trascendencia, pero personalmente opino que es el estrés.
Nunca es placentero contar deprisa un cuento a un niño por la noche antes de dormir, ni cocinar un buen plato deprisa y a fuego muy fuerte, ni disfrutar de una conversación hablando rápido o de la compañía de un buen amigo mirando todo el rato el reloj. El estrés entendido como una vida rápida, socialmente impuesta, con una demanda de inmediatez y una exigencia de éxito y de triunfo que no sé dónde nos van a llevar, pero seguro que a ningún sitio bueno, si te dejas llevar, claro.
Esta vida moderna y apremiante tiene un precio que pagamos con nuestra salud, en general, y con la salud de nuestra microbiota, en particular.
Me gustaría invitarte a reflexionar sobre tus motores vitales porque, dependiendo de cuáles sean, determinarán en gran medida tu nivel de estrés y qué recursos personales tienes para gestionarlo.
Motores vitales
Los motores vitales son las razones que nos empujan a seguir adelante todos los días. Cada uno de nosotros debería conocer bien y decidir cuáles son las motivaciones que marcan su rumbo vital y que nos dan la energía necesaria para mantenerlo, pase lo que pase.
Creo que es importante matizar la diferencia entre los motores sencillos y cotidianos que nos impulsan a tomar las decisiones del día a día de aquellos que marcan de verdad nuestro rumbo y pueden hacer cambiar la vida.
Los seres humanos, como mamíferos, tenemos los mismos motores vitales instintivos y básicos que los animales, que son alimentarse, reproducirse y sobrevivir el mayor tiempo posible. Pero también somos seres racionales y emocionales, y eso, a lo largo de millones de años de evolución, nos ha permitido tener otros motores vitales. Aquí es donde las motivaciones más profundas varían muchísimo de unas personas a otras, pudiendo ser «buenas» o «malas», pero de cualquier forma todas legítimas.
Los motores vitales «buenos» son el amor, la solidaridad, la empatía, la generosidad, la compasión, etc. Estas motivaciones positivas son sentimientos que se dan sin esperar nada a cambio, y las sensaciones y cosas que nos devuelven pueden ser materiales o inmateriales, pero el retorno siempre se multiplica y es positivo. Estos son los motores más auténticos, legítimos y genuinamente humanos que existen.
Los motores vitales «malos» son el odio, la envidia, el rencor, la reivindicación constante del ego, etc. Estas motivaciones puntualmente podrían no ser negativas si son la razón que nos impulsa a salir de una situación complicada que nos altera. Pero si se mantienen, nada bueno nos espera al final del camino.
«El precio de algo es la cantidad de vida que entregas a cambio». Henry David Thoreau
Una vez le des una vuelta despacio a todo esto, cuando pienses y reconozcas cuáles son tus verdaderos motores vitales, recuerda que lo que buscas fuera de ti siempre es el reflejo de lo que hay en tu interior. ¿Y sabes una buena noticia? Una vez identificado puedes cambiar el motor vital en cualquier momento, solo depende de ti.
¿Hay un estrés bueno?
Llamamos estrés a una reacción física y emocional del organismo en la que se ponen en marcha respuestas de defensa que alteran la estabilidad y el equilibrio emocional como respuesta a una causa amenazante o demandante, que se conoce como estresor y que puede ser físico, mental o ambiental.
Cuando las reacciones y sensaciones que acompañan al estrés se perciben como algo positivo, hablamos de eustrés, y cuando las emociones asociadas son negativas, distrés.
¿Por qué a cada uno de nosotros nos puede afectar una misma situación estresante de formas tan diferentes? De unas personas a otras la respuesta varía y a veces mucho, de acuerdo a la personalidad, a las circunstancias familiares y a los recursos emocionales y cognitivos. Estos son los que determinan tu capacidad de afrontar una situación, percibiéndola como un reto estimulante o un desafío en vez de sentirla como un problema o una amenaza.
Tu cuerpo responde al estrés en tres tiempos o fases que se suceden. Imagina que cuando sales a trabajar por la mañana y vas en el autobús te das cuenta de que te has dejado las llaves de la puerta dentro de casa.
Reacción. La primera respuesta del cuerpo y de la mente ante una situación estresante es prepararte para resolverla. Inmediatamente piensas en llamar a quien tiene una copia de tus llaves para ver cuál es el mejor momento del día para ir a recogerlas. Es una fase de corta duración que no tiene efectos perjudiciales. Puedes sentir sequedad de boca, las pupilas se dilatan, sudas más, aumenta tu tensión muscular, puedes tener taquicardia, se incrementa tu frecuencia respiratoria, tu tensión arterial, etc. También hay una activación psicológica y emocional, aumentando tu capacidad de atención y tu concentración, que te ayudará a encontrar soluciones.Resistencia. Esta fase sigue a la anterior cuando el estresor no cesa y tu cuerpo sigue reaccionando frente a esa situación. Ocurriría si al hablar con la persona que tiene llaves de tu casa resulta que está de viaje y no vuelve hasta dentro de una semana. Es el momento en el que empiezan a aparecer los primeros síntomas.Agotamiento. Es el instante en el que empiezas a perder tu capacidad de adaptación y disminuye la eficacia de tus recursos para solventar esa situación que te está alterando. Aquí es cuando, en vez de buscar el teléfono de un cerrajero de urgencia que te abra la puerta, te bloqueas y hasta incluso culpabilizas por haber tenido ese despiste. Si la situación estresante, en vez de ser algo banal como el olvido de las llaves, es una situación personal de más calado emocional, a partir de este momento aparecerán los síntomas psicosomáticos.
Las reacciones o somatizaciones que aparecen en el cuerpo como respuesta al estrés, agudo, como el ejemplo anterior, o crónico, implican la activación de los sistemas cardiovascular, nervioso, neuroendocrino e inmunitario. Todos ellos se coordinan para organizar una respuesta que en un primer momento es solo una reacción rápida y adaptativa para solventar un problema o salir de una situación complicada. Hasta aquí es normal, en la primera fase de reacción todo está bien, esta es la mejor cara de tu estrés. Pero cuando la circunstancia o situación que te estresa se mantiene en el tiempo, esa respuesta fisiológica también perdura, pasas a la fase de resistencia y, si sigue, a la de agotamiento, que es cuando puede empezar a ser un problema y convertirse en patológica.
El estrés en tu cuerpo está orquestado por una hormona llamada cortisol, que produce la glándula suprarrenal.
Es el momento de desmitificar el miedo al cortisol. Si bien es víctima de su propia fama por ser responsable de muchos desequilibrios asociados a las situaciones de estrés crónico, como el agotamiento físico y mental, los dolores de cabeza, etc., también es cierto que es una hormona muy importante para la salud. Su actividad normal está implicada en el metabolismo, el sueño, la actividad del sistema inmune, y es un poderoso modulador de la inflamación.
¿Cuál sería un ejemplo de estrés positivo? Hay momentos en los que las subidas de cortisol son la respuesta que el cuerpo necesita para resolver situaciones que pueden ser complicadas como, por ejemplo, entrenar para correr una maratón, que implica un aumento importante de la actividad física que afrontamos con entusiasmo.
El cortisol es esencial para vivir.
El exceso de cortisol que permanece es el problema.
Si el estrés se cronifica, una de las muchas maldades asociadas a un cortisol que permanece alto, además de dolor de cabeza, problemas de sueño, cansancio, sudoración o aumento de la frecuencia cardíaca, es la afectación del sistema nervioso y de tu microbiota.
Macarena fue una paciente de cincuenta y dos años que solicitó ayuda porque tenía un cuadro de espasmos cólicos muy habituales, la mayoría de ellos seguidos de episodios de diarrea explosiva. Ocasionalmente, y sobre todo si estaba muy cansada, también tenía dolores de cabeza que le habían sido diagnosticados como cefaleas tensionales.
Costó cuadrar su apretada agenda para poder liberar la hora que dura la primera consulta, y cuando por fin nos conocimos, durante el rato que estuvimos juntas las palabras «estrés», «reuniones» y «horario complicado» fueron las más nombradas.
En la historia clínica, una de las cuestiones que trato de entender es el impacto que tiene el estrés en la salud de la microbiota de mi paciente. Para ello, casi siempre empiezo preguntando qué número pondrían, de cero a diez, a su sensación de estrés. ¿Qué contestó Macarena? Un nueve, y añadió riendo:
—Siempre dejo un pequeño hueco para un poco más.
Tener un carácter muy perfeccionista, un nivel muy alto de autoexigencia y ser muy competitiva era una tríada explosiva.
Solía ir a correr cuando terminaba de trabajar, aunque fuera de noche, porque decía que la ayudaba a liberar el estrés. Solo comía ordenado y bien los sábados y domingos; entre semana, y «salvo las comidas de trabajo en restaurantes buenos», cualquier cosa ligera y deprisa era suficiente.
Su estudio de microbiota reveló un patrón muy proinflamatorio, con una alteración importante de los marcadores que indican la actividad del eje intestinocerebro.
Cuando empezamos el tratamiento, además de plantear una terapia en tres fases, como habitualmente propongo, le aconsejé ordenar la alimentación, cambiar a la mañana su hora de salir a correr y le sugerí algunas técnicas que podía empezar a usar para ayudar al cuerpo a manejar el estrés.
Siguió al pie de la letra mis recomendaciones terapéuticas, menos en esto último, y poco a poco fue mejorando. Desapareció el dolor de cabeza y bajaron la frecuencia e intensidad de los cólicos, pero cada diez o doce días aún los tenía. Cuando se convenció de que era una buena idea empezar a hacer meditación cada día, desaparecieron definitivamente.
Al darle el alta le dije de hacer un tratamiento de mantenimiento cada dos o tres meses y que mantuviera la meditación diaria. Le pedí que me escribiera a los seis meses para ver si la recuperación era estable.
Un año después recibí un correo electrónico en el que me decía que su tripa y su dolor de cabeza seguían bien y me daba las gracias por haber aprendido conmigo que «se puede trabajar mucho y ser muy eficaz y eficiente profesionalmente, sin estar estresada todo el tiempo».
Como ya hemos comentado, los problemas empiezan cuando los niveles de cortisol se mantienen altos durante mucho tiempo. Esto genera una situación proinflamatoria que puede tener muchas consecuencias en el intestino:
Disminuyen las bacterias de estabilización o bacterias buenas.Se altera el equilibrio del ecosistema, permitiendo el sobrecrecimiento de algunos microorganismos, bacterias, hongos, arqueas, etc., que, si están por encima de su rango de normalidad, ellos mismos o los metabolitos que producen nos pueden hacer daño.Se altera también la motilidad intestinal, pudiendo aparecer diarrea, estreñimiento o alternancia de ambos desórdenes del tránsito.Se compromete la digestión de los alimentos y la absorción de los nutrientes.Se incrementa la permeabilidad intestinal.Aumenta la translocación de bacterias completas o de parte de ellas. Son especialmente importantes los lipopolisacáridos por su impacto proinflamatorio, que atraviesan la pared del intestino y pueden llegar a cualquier parte del cuerpo.Se desordena la barrera intestinal.Aumenta la sensibilidad visceral, alterando el umbral del dolor.
El estrés crónico afecta tanto a tu microbiota como a ti.
Estos efectos y algún otro igual de malo, que están asociados a la permanencia del cortisol, están mediados por el eje intestino-cerebro, cuya actividad implica a la microbiota, a los metabolitos que esta produce —neurotransmisores y ácidos grasos de cadena corta—, a moléculas del sistema inmunitario —citoquinas— y a la actividad bidireccional del nervio vago. De todas estas formas el cerebro se comunica directamente con el intestino.
Siempre me ha resultado tremendamente atractivo el concepto slow life. Esta propuesta nos invita a darle la vuelta al ritmo vital multitarea socialmente impuesto. Nos sugiere replantearnos una vida que hemos ido acelerando cada vez más para poder hacer todo lo que se espera de cada uno de nosotros cada día, hacerlo perfecto y si además es posible hacer un poco más, pues se hace. Vamos al trabajo buscando el carril de tráfico que vaya más fluido, cocinamos rápido y comemos deprisa, acortamos las palabras en los mensajes del móvil, es difícil que veamos en casa una película entera sin mirar en algún momento el móvil, mientras damos un paseo «aprovechamos» el rato para escuchar un podcast o hacer alguna llamada, etc. ¿Te suena alguno?
Las veinticuatro horas que siempre ha tenido el día nunca han sido más productivas que ahora y creo que es un tremendo error estar contentos por ello.
No desperdicies tu tiempo viviendo demasiado deprisa.
En los últimos años he ido buscando una forma de vivir cada vez más lenta, y se puede conseguir, aun trabajando mucho. Te propongo incorporar alguna de estas ideas:
Haz pausas
Siempre que puedas busca conscientemente detenerte, para mirar un árbol, una nube o un pájaro, disfrutar de un sorbo de café o para cerrar los ojos y respirar.
Cuestiona las urgencias
Y obvia la demanda de la inmediatez. Si te paras y piensas un momento en las premuras impuestas, tal vez veas que no lo son tanto o que algunas quizá no son tan urgentes para ti.
Madruga
Seguro que alguien acaba de pensar: «Por ahí vamos mal», ja, ja, ja. Si no eres capaz de levantarte a las cinco o las seis de la mañana, no pasa nada, pero empieza tu día con una actitud más pausada, de una forma más lenta.
Sé consciente de ti
Observa tus pensamientos y tus movimientos, revisa tu lista de tareas y que no te importe delegar o simplemente decir NO a alguna de ellas.
Suelta lo que tienes automatizado
Aquello que ya no te aporta o que no funciona. Una afición, un hábito, un objetivo, una persona, papeles en el fondo del cajón, cosas de todo tipo acumuladas en casa, etc.
Huye del utilitarismo y que no te obsesione la perfección
No todo lo que hagas durante el día tiene que ser inmejorable, eficaz, eficiente, útil o rentable.
Despierta tus sentidos