La oposición al franquismo en el Puerto de Sagunto (1958-1977) - Maria Hebenstreit - E-Book

La oposición al franquismo en el Puerto de Sagunto (1958-1977) E-Book

Maria Hebenstreit

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Esta obra presenta un detallado análisis de las diversas formas de oposición activa y pasiva durante las dos últimas décadas del franquismo en Puerto de Sagunto (Valencia), con la presencia determinante de la siderúrgica Altos Hornos de Vizcaya. A través de su larga tradición como ciudad obrera, en Puerto de Sagunto existía un fuerte activismo sindical y político. A pesar de todo, hasta 1965, los trabajadores de Sagunto no consiguieron encabezar el movimiento obrero valenciano, debido a su tendencia al aislamiento como en una verdadera ?company town?. A principios de los años setenta, el activismo opositor se extendió progresivamente más allá los límites de Altos Hornos, conectando con sectores más amplios de la sociedad. Este libro da cuenta, así, de la existencia de un amplio abanico de grupos opositores ignorados por la historiografía hasta el momento.

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Veröffentlichungsjahr: 2015

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LA OPOSICIÓN AL FRANQUISMO EN PUERTO DE SAGUNTO (1958-1977

LA OPOSICIÓN AL FRANQUISMO EN PUERTO DE SAGUNTO (1958-1977)

Maria Hebenstreit

UNIVERSITAT DE VALÈNCIA

Esta publicación no puede ser reproducida, ni total ni parcialmente, ni registrada en, o transmitida por, un sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni por ningún medio, ya sea fotomecánico, fotoquímico, electrónico, por fotocopia o por cualquier otro, sin el permiso previo de la editorial.

De los textos Maria Hebenstreit, 2014De esta edición: Publicacions de la Universitat de Valencia, 2014

Publicacions de la Universitat de Valenciahttp://[email protected]

Diseño de la maqueta: Inmaculada MesaFotografía de la cubierta: Horno alto, n.° 3 (15-XII-1953)Diseño de la cubierta: Celso Hernández de la Figuera

ISBN: 978-84-370-9531-8

A Don Pepe Fornés

A todos los hombres y mujeres que lucharon por la libertad

ÍNDICE

TABLAS E ILUSTRACIONES

PRÓLOGO

INTRODUCCIÓN

Fuentes y Archivos

I. EL NACIMIENTO DE UNA «COMPANY TOWN». PRECONDICIONES PARA EL SURGIMIENTO DE UN MOVIMIENTO OBRERO

¿Un caso especial? Retrato de una sociedad obrera

Los comienzos: La Compañía Minera de sierra Menera en ojos Negros y el embarcadero en el Puerto de sagunto

Primeros conflictos sociales, despedidos, huelgas

La Primera Guerra Mundial. El nacimiento de la Compañía Siderúrgica del Mediterráneo

Luchas intensas: Desde la instalación del primer horno alto hasta el final de la Guerra Civil (1921-1939)

Los años de crecimiento. La dictadura de Primo de Rivera

«La empresa nos acondicionó la vida». «Company town» y «Puerto de Hierro»

Las grandes huelgas de 1930 y 1933

¿Años de revolución social? La Guerra Civil

«Los años de silencio». La Posguerra (1939-1958)

«La vida sigue…». De la CsM a los Altos Hornos de Vizcaya (AHV)

«La oscuridad al final del túnel»

La implantación del sindicato Vertical

La represión institucionalizada

De la reorganización a la escisión. La oposición en las décadas de 1940 y 1950

II. UNA NUEVA GENERACIÓN DE LA OPOSICIÓN ORGANIZADA (1958-1968)

Las últimas décadas del franquismo (1958-1977)

De la autarquía al «Plan de Estabilización»: La expansión de AHV en los años sesenta

Transformación social: Nivel de vida, cambio demográfico y emigración

Cambios institucionales y legales

La racionalización de la producción y la Ley de los Convenios Colectivos 1958

«Una mayor armonía entre los elementos que constituimos la empresa». El Jurado de Empresa y la Ley de los Convenios Colectivos

«Líos por todos los lados». La implantación del sistema Be-daux

«Amplios y apasionados debates». El primer Convenio Colectivo

Una nueva «vieja» generación de la resistencia

La Reconciliación Nacional, la llegada de Abelardo Gimeno, el fracaso de la «Huelga Nacional Pacífica» y las primeras caídas

¿Un movimiento obrero sin comunistas? (1959-1965)

«Cinco células, cada una con cinco militantes». La «organización 67»

«Como en Asturias y en sagunto». Las grandes huelgas, 1962-65

«Bajar la dirección de su ülimpo». La primera lucha colectiva, 1962-63

«Disconformidad por parte de los productores…». Las huelgas de 1964

Las «anormalidades laborales» de las Máquinas Wirth, 1964 y 1965

Desde la fundación de Comisiones obreras hasta las detenciones de mayo 1968

«El sindicato nuevo tipo». Las Comisiones obreras

De las primeras Comisiones en AHV hasta la fundación de las CCoo en Valencia.

Las elecciones sindicales de 1966 160 La ilegalización de CCoo, los Primeros de Mayo 1967 y 1968 y la caída de 1968

El papel de los abogados laboralistas

Nuevas generacionesnuevas estrategias de luchanuevas repercusiones (1968-1975)

III. UN PUEBLO EN LA RESISTENCIA. CULTURAS DE OPOSICIÓN EN PUERTO DE SAGUNTO (1968-1976) 5

Amas de casa, compañeras, militantes. El papel de las mujeres en el movimiento opositor

¿«Colaboradoras, pero no protagonistas»?

«Jamás me decía dónde iba». La primera generación

«Una cosa que yo siempre he visto en mi casa». La segunda generación

Asociaciones de Vecinos, grupos de teatro y el Club Nautilus. La politización de la vida cotidiana

«Para fines lícitos y determinados». Las Asociaciones de Vecinos de Puerto de sagunto

«Desde las trincheras de la cultura». El Nautilus Club y el Club de Teatro

«Echándonos pa'lante, más con el corazón que con la cabeza». Plataformas Anticapitalistas y oiC. Los nuevos grupos de la extrema izquierda

Curas progres y equipo sacerdotal. El papel de la iglesia

La iglesia en los años cincuenta

Las organizaciones obreras Cristianas y el Concilio Vaticano II

«Un nuevo compromiso de luchar contra las fuerzas de explotación». El equipo sacerdotal

IV. ENCIERROS Y HUELGAS DURAS: LOS ÚLTIMOS AñOS (1973-1976)

«¡Una siderúrgica integral para sagunto!»

«¿Amplia acción solidaria?». La huelga de Ferroland 1969 y el cierre de sierra Menera en 1973

Los conflictos laborales de la IV Planta

El encierro de los obreros en la Iglesia de san Pedro, Mayo 1976.

EPíLOGO

«¡No al cierre de AHM!». La reconversión

CONCLUSIONES

ABREVIATURAS

FUENTES

BIBLIOGRAFÍA

TABLAS E ILUSTRACIONES

Tabla 1. Evolución del número de habitantes en Puerto de Sagunto

Tabla 2. Origen de los habitantes de Puerto de Sagunto, 1951

Tabla 3. Convenios Colectivos y NOC en AHV de Sagunto (19611976)

Tabla 4. Los Jurados de Empresa de AHV de Sagunto (1961-1967)

Tabla 5. Constitución del Jurado de Empresa (1961-1966)

Tabla 6. Trabajadores involucrados en la huelga de abril 1964

Tabla 7. Conflictos Colectivos en AHV de Sagunto (1965)

Tabla 8. Enlaces votados de la Comisión Unitaria en las elecciones de AHV de Sagunto

Tabla 9. Jurado de Empresa y Vocales nombrados por la empresa, 1968-1970

Tabla 10. Datos Reconversión Siderúrgica (Diciembre 1984)

PRÓLOGO

Sagunto, Sagunto. Tu nombre no deja de escribirse en las páginas de nuestra historia valenciana. En el año 219 a. C. fue tu epopeya contra las fuerzas cartaginenses de Aníbal, que preferistes [sic] morir antes que ser tomada. Defendistes [sic] y participastes [sic] en las Germanías, estuviste por la Constitución de Cádiz y contra el invasor francés. Y en este siglo xx continuamos estando en lucha contra los tiranos y opresores […]. Sagunto, Sagunto [… ] De tu suerte depende en gran parte la suerte y la lucha de toda Valencia. Tus luchas en estos «25 años de paz» no nos son indiferentes […]. Sagunto, Sagunto. Tú nos marcas hoy el camino de lucha en ese potente movimiento de 7.000 huelguísticas de la Oposición Sindical.

Carta manuscrita firmada con el pseudónimo Joan de l'Horta, enviada a Radio Pirenaica a raíz de las huelgas en Puerto de Sagunto de 1965, junio de 1965.1

Junio de 1965, en el vigésimo sexto «Año de Paz» tras el final de una guerra civil rebautizada por Franco como «Cruzada de Liberación», a las 14 horas de un caluroso mediodía del inicio del verano en Puerto de Sagunto. Con el sonido de la sirena de fábrica que marcaba el fin del primer turno de la planta siderúrgica el joven trabajador auxiliar J.2 abandonó su puesto de trabajo en la calderería, una de las numerosas secciones en las que trabajaban los 5.000 empleados de los Altos Hornos de Vizcaya (AHV) de Sagunto. La fábrica, situada a veinticinco kilómetros al norte de Valencia, en la llanura costera ante el antiguo castillo de Sagunto, era la filial mediterránea de la mayor empresa siderúrgica privada de la España de Franco, la vasca AHV. En aquella época representaba una de las empresas más importantes de la Región y con sus barrios obreros uno de los puntos socialmente conflictivos en el entorno mayoritariamente agrario del Camp de Morvedre. Aquel día el obrero J., cuya sección había sido a principios de aquel mes el foco inicial de un conflicto laboral de diez días de duración, que se había transformado en una huelga general extendida a toda la localidad industrial, no había llegado, como de costumbre al trabajo a pie, sino en bicicleta. Tenía prisa puesto que, como había relatado en casa y en el trabajo, quería visitar a unos parientes en Sagunto, a cinco kilómetros de distancia. En su bolsa de cuero, escondida en el interior del forro, llevaba una carta sin remitente, doblemente sellada y dirigida a una prima lejana que vivía exiliada con su marido, un antiguo anarcosindicalista, en el sur de Francia. Camuflada en la tarjeta de felicitación por el cumpleaños de la prima se hallaba un sobre para Radio Española Independiente, la emisora comunista clandestina, más conocida como «la Pirenaica», por ser los Pirineos el lugar donde generalmente se suponía el origen de sus emisiones. J. esperaba que sus parientes franceses harían llegar la carta a una de las direcciones de contacto en Praga o en París.

Radio Pirenaica, sita en Bucarest y dependiente directamente del Partido Comunista Español (PCE) en el exilio, radiaba diariamente desde los años cincuenta con ayuda de la Unión Soviética sus emisiones antifranquistas. Suponía una de las fuentes de información más importantes de la resistencia interior española y contribuyó persistentemente a conformar la conciencia política sobre todo de las clases obreras. Al contrario que Mundo Obrero, la publicación escrita igualmente comunista, la radio alcanzaba gracias a su variada programación, a su autenticidad y a sus actuales comentarios políticos una amplia audiencia que iba mucho más allá de los militantes del PCE. Desde principios de los años sesenta la emisora instaba activamente a sus oyentes a que, a través de canales de comunicación especialmente creados al efecto, le enviaran informes sobre la situación en el interior de España y sobre los progresos de la lucha opositora; cartas que, una vez recibidas, eran leídas en el marco de un programa específico.3

Pese a no ser tampoco él miembro del Partido Comunista J. era, como la mayoría de sus compañeros de trabajo, un entusiasta oyente de Radio Pirenaica. Por su extremado sentido de justicia y su valiente comportamiento ante sus superiores en algunos conflictos en su lugar de trabajo, J. había llamado la atención de un viejo compañero y activista clandestino de su sección y había sido integrado paulatinamente en la organización de la protesta laboral colectiva. Ahora, a consecuencia de la gran resonancia de las fuertes oleadas huelguísticas de 1965, un compañero había animado a J., que tenía un cierto talento como escritor y todavía no resultaba sospechoso a la policía, a escribir una carta a Radio Pirenaica que transmitiera a los redactores y oyentes una imagen del ambiente de lucha que imperaba entre los habitantes de la ciudad obrera. El escrito, lanzado por J. finalmente a un buzón de la estación de Sagunto, dando múltiples rodeos, acabó llegando a la redacción en Bucarest y se encuentra actualmente en el Archivo del PCE en Madrid, en el cual puede consultarse su original manuscrito.4 La carta destaca por su estilo, de inusual exuberancia y rebosante heroicidad. Bajo el pseudónimo Joan de l'Horta, supara nosotrosdesconocido autor compuso un canto heroico a las luchas obreras sin parangón de los años precedentes que remontaba en una línea de tradición directa hasta los hechos heroicos de la resistencia saguntina a través de la historia: desde el legendario sitio que los cartagineses de Aníbal habían sometido a la ciudad durante ocho meses, pasando por la participación en la rebelión de las Germanies en el siglo XVI hasta llegar a la propugnación de la Constitución de Cádiz de 1812 y la lucha contra la ocupación napoleónica. Las fórmulas utilizadas presentan inconfundibles paralelos estilísticos con la primera gran obra de la historia antigua de Sagunto, escrita por el cronista Antonio Chabret y publicada por primera vez en 1888. En el prólogo de esta crónica, situada totalmente en el ambiente de exaltación nacional y de entusiasmo por la historia antigua propio de la época de su aparición,5 se afirma:

¡Sagunto! No hay nombre más ilustre en la historia de España, ni que haya tenido mayor resonancia en todas las edades. Más de veinte siglos han pasado desde que cayó la ciudad heroica, envuelta en las llamas de incendio, anonadada, pero no rendida; y aún está presente y viva en nuestra imaginación aquella catástrofe gloriosa.6

El ejemplar comportamiento de los habitantes de Sagunto, que prefirieron morir antes que entregarse a los invasores, había recibido, con el apoyo de la arqueología y de la historiografía, una interpretación simbólica que veía en la resistencia contra Aníbal un primer paso esencial en la formación de la identidad nacional española; un discurso del que posteriormente harían uso también la República y la dictadura franquista.7 Sin embargo, el mito nacionalizador del valiente saguntino, cuya ejemplaridad y amor por la libertad trazaban una línea de continuidad a través de los siglos, resultaba también apropiado para una reinterpretación en el sentido del movimiento de oposición contra la dictadura. Como símbolo de la lucha contra los «tiranos y opresores» no se erguían ya los muros defensivos del antiguo castillo, sino los altos hornos de la planta siderúrgica. Con su referencia a la gloriosa historia de la ciudad el informante de Puerto de Sagunto esbozaba una línea de continuidad con las protestas obreras, las cuales como las históricas luchas de liberación tendrían un efecto ejemplarizante para otros centros industriales y que debían otorgar a la ciudad una funciónen el plano ideal pero también en el prácticodirectriz en la resistencia organizada de la región. A la vista de los grandes éxitos alcanzados por el movimiento obrero saguntino en la organización de las huelgas intensivas durante el periodo 1961-1965, dichas expectativas se encontraban entonces muy extendidas entre los activistas antifranquistas de Valencia pero, como será expuesto a lo largo del presente trabajo, no podrían llevarse a término en el plano real. Pese a los numerosos intentos por parte de los partidos clandestinos, especialmente del PCE, de estrechar los lazos organizativos entre los movimientos de resistencia de Puerto de Sagunto y sus estructuras regionales y nacionales, y de convertirlo en el motor de la oposición valenciana, ello sólo fue posible de forma muy limitada. La razón radicó en la singularidad del movimiento obrero en el microcosmos de una localidad industrial dominada por la omnipresente fábrica. Sin embargo, o precisamente quizá por ello, se desarrolló de forma paralela, como sería también el caso de la España del final de la década de 1960, una serie de grupos de resistencia alternativos que incluirían grupos de población más allá de los trabajadores.

Notes

1 AHPCE Madrid, Correo de la Pirenaica, 190/14, Rf. 43, 1965.

2 No conocemos al obrero por su nombre real y tampoco sabemos nada más sobre la vida. Los acontecimientos aquí descritos son una reconstrucción a partir de los informes de testimonios de la época así como del contenido de la carta conservada en el Archivo del PCE

3 Luis zaragoza Fernández, Radio Pirenaica, La voz de la esperanza antifranquista, Madrid, Marcial Pons, 2008, pp. 338 y ss.

4 AHPCE, Madrid, Correo de la Pirenaica, 190/14, Rf. 43, 1965.

5 La instrumentalización del mito «Sagunto» para la formación de la identidad nacional española había llevado ya dos décadas antes, en 1868, a la decisión oficial de sustituir el nombre medieval de la ciudad, Murviedro (literalmente «Muro viejo»), por el de Sagunto.

6 (Teodoro Llorente, 1888), Antonio Chabret, Sagunto. Su historia y sus monumentos, tomo 1, 1ª edición, Tipografía de los Sucesores de N. Ramírez y C. barcelona, 1888, p. Vii.

7 El discurso de la heroica resistencia sería posteriormente recogido por el filólogo español Menéndez Pidal, quien designaría Sagunto como «cuna de la Hispanidad». Para la discusión sobre la instrumentalización de la historia saguntina en la historiografía, véase Carmen Aranegui Gascó, Saguntum, Oppidum, emporio y municipio romano, barcelona, Ediciones bellaterra, 2004, pp. 28-32.

INTRODUCCIÓN

El presente libro está centrado en las diversas formas de la oposición activa y pasiva en el núcleo industrial de Puerto de Sagunto entre los años 1958 y 1977, una época marcada por el crecimiento económico y la consolidación, pero también por crecientes conflictos sociales y políticos. No obstante, pese a su referencia local este trabajo no está limitado al estrecho foco de una única ciudad, sino que en él se trata de investigar a partir de un caso concreto la aparición de grupos opositores y de protesta social, para luego contrastar los resultados de dicho análisis con el desarrollo del conjunto de España. El ejemplo de Puerto de Sagunto resulta interesante porque en esta localidad se puede observar en un espacio bien delimitado el desarrollo de la moderna sociedad industrial española y el surgimiento de redes sociales de inmigrantes. Estas últimas son claves a la hora de entender la cultura de oposición de los años sesenta y setenta, así como la interacción entre el movimiento obrero y la resistencia popular en general. A través de su larga tradición como ciudad obrera, en Puerto de Sagunto existía, ya desde los inicios de las primeras iniciativas industriales de los fundadores vascos de la empresa, un fuerte activismo sindical y político. En las décadas de 1920 y 1930, sobre todo durante la crisis económica mundial, la CNT dominó y controló las numerosas huelgas. En los años de la guerra civil un comité de trabajadores asumió temporalmente la dirección de la producción de los altos hornos al servicio de la República. La omnipresencia de una única y gigantesca fábrica que daba trabajo a una gran parte de la población laboral masculina tuvo consecuencias sumamente variadas y de largo alcance para las estructuras sociales y urbanas: la ciudad se encontraba prácticamente en una situación de «tiránica dependencia» con respecto de toda la actividad industrial de aquélla. Las crisis económicas o las fases de crecimiento tenían una repercusión directa en la evolución demográfica y la ampliación del trazado urbano, mientras que la zona industrial y los espacios de población humana se encontraban intrínsecamente unidos y se superponían entre sí. En el mismo sentido la existencia de la fábrica influía también en la oposición (y en su historiografía): a primera vista el movimiento obrero en la fábrica, bajo una fuerte influencia del PCE, no parecía dejar espacio alguno para el surgimiento de otros grupos de protesta o partidos clandestinos. Pero, pese a ello, en los últimos años del régimen franquista había un amplio paisaje de grupos de resistencia popular y obrera más allá de la sombra del movimiento de fábrica.

A la hora de investigar la oposición contra el franquismo, subraya Pere Ysas, reconocido investigador de la resistencia antifranquista, que «no puede olvidarse ni minimizarse la centralidad de la violencia represiva en toda su trayectoria desde sus sangrientos orígenes hasta sus últimas ejecuciones en septiembre de 1975».1 Aunque por parte del régimen hubo, evidentemente, iniciativas para asegurar(se) la aceptación de amplios sectores de población, éstas no iban dirigidas a alcanzar un «consenso activo y entusiasta»,2 como propagaban por ejemplo los nacionalsocialistas alemanes con su concepto de Volksgemeinschaft o comunidad nacional-racial. El franquismo, definido y legitimado hasta la muerte del dictador exclusivamente mediante el discurso de la guerra civil como victoriosa «campaña» contra las fuerzas republicanas y socialistas, excluyó desde un primer momento la posibilidad de integrar precisamente a aquellos grupos de población pertenecientes a los perdedores, es decir, a los antiguos partidarios de la República. La falta de un concepto visionario integrador, como el que existía en la Italia fascista y en Alemania, estaba estrechamente ligada a la falta de seguridad que sentía un régimen que debía de suponer en las fuerzas republicanas derrotadas una amenaza constante para la estabilidad del Estado franquista. Los garantes para el mantenimiento de un consenso general silencioso y pasivo fueron la intimidación permanente de la población y la despiadada represión de sus enemigos políticos.

Hasta finales de los años cincuenta España padeció, a consecuencia de la guerra civil y sobre todo de la autarquía económica ordenada por Franco, una economía de escasez extrema. El atraso industrial, el racionamiento, los bajos sueldos y un abastecimiento general crónicamente deficiente se añadieron al sufrimiento de los vencidos que, en el caso de no haber sido víctimas de las limpiezas de los «nacionales», es decir, de fusilamiento o encarcelamiento, tuvieron que soportar condiciones extremas. Para la generación de la guerra fueron «años de silencio»: comunistas, socialistas y líderes sindicales fueron al exilio o se encontraban presos, mientras que el miedo extendido al aparato represivo franquista hizo que se abandonara la resistencia activa. Las ideas de oposición eran transmitidas en el ámbito familiar, especialmente en los tradicionales núcleos obreros de las zonas industriales, impregnadas por la tradición de un fuerte movimiento sindical anarquista y socialista, pero no eran expresadas abiertamente. Tradicionalmente los sindicatos habían sido la anarquista Confederación Nacional del Trabajo (CNT) y la Unión General de Trabajadores (UGT), el sindicato próximo al Partido Socialista Obrero Español (PSOE). Durante la dictadura éste último desaparecería del escenario político prácticamente hasta la Transición, mientras que los anarcosindicalistas oscilarían entre la resistencia y la colaboración con el sindicato franquista. El PCE sería el único partido en el exilio que, dentro de España con su intensa actividad clandestina y desde el exterior con la creación de la ya mencionada Radio Española Independiente, en los años cincuenta mantendría vivo el espíritu de la oposición.

Sólo a partir de finales de los años cincuenta, con los ya mencionados cambios económicos, políticos y sociales, la galopante industrialización de la sociedad española y las mínimas reformas promovidas por el régimen, se formó una «nueva» generación de la resistencia: una generación que no había vivido como adultos ni la guerra civil ni la primera posguerra y que no había experimentado el miedo paralizante de sus padres y madres ante la represión. No obstante, la nueva generación se apoyaba en redes sociales preexistentes y se aprovecharon de la influencia y de las tácticas de los activistas veteranos de la CNT o la UGT. Esto no quiere decir que no hubiera intento alguno de reorganizar en la clandestinidad a los partidos y sindicatos opositores, pero sus líderes, que eran los que habían sido encargados de (re)construir las estructuras de partido, fueron descubiertos y detenidos en fechas muy tempranas por la policía secreta franquista.

A partir de la década de 1960 surgió en toda España, desde los núcleos industriales del país, un nuevo movimiento de resistencia, dirigido por las denominadas Comisiones Obreras (CCOO), muy próximas al Partido Comunista. No obstante, éstas no se entendían a sí mismas como un sindicato tradicional, sino que eran más bien agrupaciones temporales de intereses, constituidas en el interior de una fábrica para alcanzar una determinada reclamación no-política (por ejemplo, la ampliación de la duración de las pausas o las mejoras de las condiciones de trabajo). Puesto que tales exigenciasevidentemente siempre y cuando fueran desarrolladas de forma no comprometedora y carecieran de marcado carácter políticono eran constitutivas de delito, estas comisiones podían con cierta habilidad conseguir mejoras en las condiciones de trabajo y en la remuneración del mismo. En una fábrica como Sagunto, con una plantilla de cinco mil personas, dichas reclamaciones tuvieron éxito si sus líderes conseguían movilizar al efecto al mayor número posible de trabajadores.

Los primeros años sesenta estuvieron marcados, en Sagunto como en todo el país, por grandes oleadas huelguísticas, iniciadas por una nueva generación consciente de sí misma, pero que pronto chocaron con los límites impuestos por la intervención de la fuerza policial y la imposición del estado de excepción. Hubo, por tanto, que encontrar nuevas vías para resolver los conflictos. En 1958 el régimen había establecido con la promulgación de la Ley de los Convenios Colectivos un nuevo marco legal que posibilitaba la participación directa del trabajador en las negociaciones de los convenios colectivos con el empresario y permitía la elección democrática de los representantes de los trabajadores en el jurado de empresa. Hasta el final de la dictadura el único sindicato permitido fue el sindicato vertical (oficialmente denominado: Organización Sindical Española, OSE), un sistema sindical unificado según el ejemplo mussoliniano. Cualquier otra agrupación política o sindical estaba prohibida. El régimen veía en la participación pseudo-democrática de los trabajadores en el sindicato la posibilidad de ligar más estrechamente a sus adversarios al sistema y, a su vez, de presentarse en el exterior, de cara a las aspiraciones europeas, como moderno y dispuesto a llevar a cabo reformas. Al principio, la mayoría de los trabajadores, influidos por los tradicionales sindicatos UGT y CNT, rechazaron la participación en el sindicato único fascista, puesto que no querían legitimar con ello el propio sistema. Apoyándose en la estrategia estalinista del «entrismo» propagada desde Moscú, el PCE animó a sus partidarios a participar en las elecciones sindicales y en los Comités de empresa, así como a participar activamente en el sindicato vertical. Los «mejores activistas» tenían que presentarse como candidatos a las elecciones de representantes sindicales de la OSE para, una vez elegidos, penetrar en el aparato estatal y socavarlo. La táctica tuvo éxito y en efecto, a partir de la mitad de los años sesenta, los comunistas predominaban en los puestos de los Jurados de Empresa como representantes de los trabajadores, si bien cabe señalar que, por principio, el régimen denominaba «comunista» a todo opositor. Las Comisiones Obreras se organizaban a nivel suprarregional y aprovechaban siempre el marco institucional facilitado por el Estado. En paralelo se habían organizado en la clandestinidad grupos de oposición política: para ello muchos resistentes utilizaban su doble militancia y la posición relativamente protegida que el sindicato estatal les proporcionaba.

A partir de los años sesenta comenzó también la integración activa de representantes de la Iglesia en el movimiento clandestino. Guiados por las ideas del Concilio Vaticano II, los llamados curas obreros o curas progres, es decir, jóvenes eclesiásticos anhelantes de reformas que aprovechándose de la protección que les brindaba el Concordato, facilitaron cobertura y ayuda a los movimientos de oposición: pusieron a disposición de ésta lugares de reunión, le posibilitaron el acceso a multicopistas y la difusión de octavillas.

En los años setenta entraron en escena otros protagonistas que, independientemente del predominio de Comisiones Obreras en las empresas, buscaban nuevas estrategias de oposición. Los movimientos vecinales introdujeron en sus barrios mejoras de las infraestructuras y culturales e intentaron así mejorar las condiciones de vida bajo el régimen franquista. Principalmente las mujeres, excluidas en su mayoría de la vida laboral y sindical, tuvieron una participación activa en estas asociacionesde puertas para afueraapolíticas. De la misma manera surgieron grupos de la nueva generación joven, bajo el manto de la promoción del deporte y la cultura. En Puerto de Sagunto había, por ejemplo, el «Club de Teatro», una asociación de jóvenes actores amateurs, que representaban obras de crítica social de autores como Brecht, sin dejar de chocar para ello con la resistencia de la censura fijada por las autoridades. El «Nautilus Club», organizado por adolescentes de ambiente católico, se dedicó a proyectar películas y organizar lecturas y exposiciones.

En esta misma década de los setenta ganaron influencia nuevos grupos de la izquierda radical: marxistas-leninistas y leninistas, que, repelidos por la dura línea soviética seguida ante la primavera de Praga, se distanciaron del Partido Comunista. Los partidos radicales de izquierda ejercieron una fuerte influencia en los movimientos vecinales, especialmente entre la nueva generación que hacia 1970 estaba llegando a la edad adulta. También las universidades se fueron convirtiendo de forma creciente en un foco de conflictos para la dictadura: intelectuales y abogados se movilizaron a favor del movimiento sindical, defendieron en los tribunales públicos a trabajadores perseguidos o detenidos y prestaron consejo legal a las asociaciones de vecinos, a menudo con éxito. Hasta la muerte de Franco, el en sus inicios vacilante movimiento obrero, se había transformado en un movimiento opositor con el apoyo generalizado de amplias capas de población que, si bien no pudo provocar la caída del régimen, sí que allanó el camino para el surgimiento de una conciencia democrática popular.

FUENTES Y ARCHIVOS

Para el trabajo durante el periodo entre octubre de 2008 y mayo de 2011, se llevaron a cabo cuarenta y cinco entrevistas a testigos de la época, en las que se puso especial cuidado en dejar al interlocutor o la interlocutora el mayor espacio posible para que tratara los temas propuestos. Además, muchas de las personas entrevistadas han facilitado documentos, publicaciones, fotografías o esbozos autobiográficos de su propiedad que han supuesto valiosas fuentes primarias que, en su mayoría, se han encontrado reflejadas en el presente trabajo.

La toma de contacto con la mayoría de los testimonios de ambos bandos políticos tuvo lugar en un principio partiendo de la central sindical de Comisiones Obreras de Sagunto, especialmente por medio de su antiguo secretario general, y más tarde a través de las propias personas entrevistadas. Al respecto fue de especial importancia preguntar de manera selectiva, para que la elección de las personas no pudiera verse influenciada por las propias preferencias de las personas de contacto. En el caso de una investigación sobre el antifranquismo en Puerto de Sagunto lo normal es encontrarse en un primer momento con un determinado número de participantes en los conflictos obreros, todos ellos antiguos miembros de la planta siderúrgica y pronto activistas del Partido Comunista, integrantes del círculo del líder obrero local más importante, Miguel Lluch. A causa de la extraordinaria homogeneidad de este grupo y de su alto grado de organización durante la época de Franco se pone de manifiesto una conformación colectiva de la memoria y una mitificación, hasta el punto de que determinados acontecimientos clave, como por ejemplo las huelgas de 1965, son descritos por numerosos testimonios con una selección de palabras prácticamente idéntica, que no obstante repite insistentemente también errores e imprecisiones. Así, los líderes obreros entrevistados tienden a aumentar el número de trabajadores en plantilla de la fábrica (con frecuencia se menciona la cifra de 7.000, aunque en los años sesenta la cifra máxima apenas si superaba los 5.000). De igual forma, como año de la oleada de huelgas se nombra a menudo 1966, el año de la fundación de CCOO en Valencia, si bien en realidad habían tenido lugar un año antes.

Junto a los ya mencionados relatos de los testimonios de la época, el presente trabajo se apoya también en una amplia documentación del más diverso origen, la cual en su mayor parte no ha sido hasta el momento ni publicada ni analizada.

Para el presente trabajo hemos podido contar con numerosas fotografías y tomas cinematográficas de 16mm de los años 1958-1974, procedentes del archivo digital de la Fundación de la Comunidad Valenciana de Patrimonio Industrial de Sagunto, unas fuentes que han permitido lanzar una interesante mirada en la vida de la fábrica y en la cultura cotidiana y festiva de Puerto de Sagunto, de sus habitantes, de sus personalidades y de su construcción, así como de su crecimiento urbano.

Los archivos más importantes a la hora de investigar la resistencia (obrera) en Puerto de Sagunto han sido el Archivo Histórico del Comité Central del Partido Comunista de España (AHPCE), la red de archivos históricos de Comisiones Obreras, para el área de Valencia el Arxiu Historic Sindical «José Luis Borbolla» (AHJLB) y el archivo del sindicato socialista UGT, Archivo de la Fundación Largo Caballero. En ellos se pueden encontrar documentos producidos por las propias organizaciones clandestinas.

Un segundo grupo importante de fuentes está constituido por la documentación «oficial», generada no por la propia oposición, sino por las autoridades locales y nacionales y por la administración, y que refleja la reacción de la contraparte ante los movimientos opositores y de protesta. Se incluyen aquí en primer lugar también las fuentes de los antiguos archivos de empresa de la Compañía Siderúrgica del Mediterráneo, Altos Hornos de Vizcaya de Sagunto y Altos Hornos del Mediterráneo, cuyos fondos pasaron en 1992 a ser propiedad de la Fundación de la Comunidad Valenciana de Patrimonio Industrial de Sagunto. Ya, tras el cierre definitivo de la fábrica en 1984 iniciativas individuales comenzaron a reunir documentación, planos, fotografías y objetos que, con la ayuda de la Fundación, fueron depositados en el antiguo edificio de dirección, la gerencia. Hasta el momento la catalogación de todos los documentos de empresa de los años 1917-1984 se limita a 352 archivadores y ha sido realizado de manera relativamente aproximativa, lo cual dificulta la localización de los documentos concretos. Para el presente trabajo han sido de importancia los archivadores «Actas del comité de empresa» (301-319) y «Publicaciones, revistas y catálogos propios de la empresa» (261- 270b). A partir de la época en que la fábrica en Sagunto pasó a ser una filial de la vasca AHV, la gerencia o administración tenía que rendir cuentas de todas sus actividades a la empresa-matriz en Bilbao: a consecuencia de ello todos los documentos eran confeccionados con mucha cautela y se realizaban numerosas copias. A la luz de las precisas anotaciones de cada sesión del consejo de empresa desde 1958 y de otros comités sindicales de representantes obreros, así como de la redacción de extensas memorias anuales se puede trazar no sólo la evolución de las protestas obreras sino también el establecimiento de una estrategia colectiva de negociación surgida dentro del marco fijado por el sindicato estatal único. Las actas suministran información sobre la plantilla de la fábrica, la organización y resultado de las elecciones a Jurado de Empresa, las sucesivas exigencias de medidas de protección laboral, el desarrollo de negociaciones sobre convenios colectivos así como sobre conflictos individuales o colectivos, además de la minuciosa descripción de huelgas. Igualmente facilitan al historiador una mirada en el ambiente negociador durante las sesiones, en la actitud de la dirección (representada mediante el presidente del comité de empresa, nombrado por la misma) ante las exigencias de los jurados «comunistas», y muestran cómo los representantes obreros fueron ganando seguridad en sí mismos y fueron capaces de ampliar su posición de fuerza en los órganos de participación de la empresa y en el aparato sindical franquista local. La reacción de la dirección suponía una equilibrada mezcla de concesiones y demostraciones de fuerza, una continua mejora de las condiciones de trabajo y de los sueldos, unida a la amenaza de sanciones y despidos, ejecutados sin embargo sólo en casos excepcionales. Sorprende el alto grado de predisposición comunicativa entre los representantes obreros y la dirección, de orientación falangista, en el Jurado de Empresa. Además de una valoración comprensiva de los conflictos laborales más importantes (que puede tender a diferir de la versión de las actas), las memorias anuales del comité de empresa y de la sección de personal ofrecen un fundamento ideal para poder confeccionar una cronología de las relaciones laborales.

Un segundo punto fuerte lo han constituido las investigaciones en las publicaciones periódicas propias de la empresa: las revistas Portu (19601967) y Acero Valencia (1968-1973), editadas bimensualmente y dirigidas exclusivamente a la plantilla, trataban temas de actualidad que afectaban a la fábrica y al proceso productivo, facilitaban una mirada en las diferentes instituciones de la empresa, informaban sobre fiestas y acontecimientos especiales en Puerto de Sagunto, tales como bodas, nacimientos y fallecimientos en las familias de los trabajadores, y contenían además columnas de entretenimiento para ambos sexos, respectivamente con recetas de cocina y consejos domésticos, o ideas para el mantenimiento del automóvil.

En el Archivo Municipal de Sagunto se encuentran las informaciones sobre el desarrollo demográfico de la ciudad y del Puerto, así como las actas de las reuniones del consejo municipal, de la tenencia de alcaldía y documentación sobre la economía local.

Una visita al Archivo General de la Administración (AGA) en Alcalá de Henares (Madrid) ha sido imprescindible. Aquí se encuentran informaciones sobre conflictos laborales, aparato sindical y movimiento opositor en los informes anuales del gobierno civil local de Valencia (Fondo: Gobernación Civil de Valencia), en los dosieres de prensa de la oficina del secretario de Estado (Fondo: Ministerio de la Presidencia del Gobierno) y de la correspondencia entre la Delegación Nacional de Provincias con el Secretariado General del Partido falangista (Secretaría General del Movimiento) dirigido por José Solís. De gran interés son, sin embargo, los documentos del fondo del sindicato único franquista (Fondo: Sindicatos) que informan no sólo estadísticamente sobre los «conflictos laborales» de las diferentes provincias y regiones de España, sino también sobre los conflictos tarifarios y las elecciones sindicales.

Como ha sido mencionado anteriormente el presente trabajo se ha beneficiado de forma especial de la colaboración de los testimonios entrevistados y de la red de contactos tejida a lo largo de las investigaciones. Se ha podido así acceder a documentación de notable interés que ha enriquecido la imagen de conjunto de los movimientos locales de oposición. Al respecto, cabe citar aquí por ejemplo el archivo de la Asociación de Vecinos «La Esperanza», en realidad, formalmente no mucho más de una pequeña y arbitraria colección de hojas sueltas, folletos y discontinuas anotaciones de sus sesiones entre los años 1973 y aproximadamente 1985, que uno de los miembros fundacionales de la asociación reunió por indicación mía en un armario de la sede. Si bien las asociaciones de vecinos desempeñaron un importante papel en el proceso democratizador y alcanzaron un alto grado de organización, en muchos casos falta un archivo sistemático de su documentación y numerosos documentos no han sido siquiera conservados. Los archivos de los abogados laboralistas, que a menudo actuaron como asesores legales de las asociaciones vecinales y colaboraron, entre otras, en la elaboración de estatutos y peticiones, pueden, nuevamente, constituir importantes puntos de apoyo. También de las actividades de los mencionados grupos teatrales y culturales se ha conservado escasa documentación, por lo cual disponemos sólo de unos pocos documentos en manos de antiguos miembros; en el caso del club Nautilus se han conservado algunos números de la revista Piu, Piu, que imprimían ellos mismos.

Una fuente de tipología muy especial es, sin lugar a dudas, una cinta magnetofónica original de principios de los años setenta, en la que algunos jóvenes, en colaboración con un sacerdote, grabaron el interrogatorio de un comisario de la policía secreta franquista a un cura progre. Este documento sonoro, que pone gráficamente de manifiesto el ambiguo comportamiento policial para con el clero español y permite una valiosa mirada en la cultura de protesta juvenil surgida en las «comunidades jóvenes», lo había conservado, sin conocer su contenido, durante cuarenta años la hermana de uno de los testigos entrevistados. En el transcurso de este trabajo ha sido posible digitalizar la grabación y transcribir su contenido.

Por último, se ha realizado una amplia consulta en la prensa diaria, un análisis que ha servido no sólo como complemento y contraste de los acontecimientos y para la elaboración de una cronología, sino sobre todo para el análisis de la versión «oficial» reflejada por estos medios de comunicación.

La exitosa realización de este trabajo no hubiera sido posible sin la colaboración, el respaldo y el apoyo de muchas personas e instituciones, que, por lo tanto, merecen mi gratitud. En primer lugar quiero dar las gracias a mis directores de tesis, Prof. Dr. Michael Riekenberg y Prof. Dr. Ismael Saz por su paciencia, su gran voluntad y sus sugerencias e ideas, que tan valioso ha sido durante todo el proceso de investigación y redacción. En especial quiero agradecer a Ismael Saz, su incondicional y desinteresada disposición a ayudarme e incluirme en el grupo de investigadores del Departamento de Historia Contemporánea de la Universitat de Valencia. Los seminarios, la participación en los congresos y las conversaciones con él han sido un enriquecimiento para mi desarrollo profesional y personal. La comunicación con el Prof. Riekenberg ha sido siempre, pese a la lejanía, excelente y gracias a sus gestiones he podido superar muchos obstáculos administrativos. También quiero transmitir mis gracias al Prof. Dr. Günther Heydemann, que ya desde muchos años promociona mi trabajo y que tenía la generosidad al brindarme la oportunidad de retomar mi proyecto de la tesis.

Quiero hacer mención especial de Antonio Morant i Ariño, compañero de trabajo, excelente historiador y amigo, que con infinita paciencia y tesón se ha leído todos mis borradores y cuya ayuda con la lengua castellana ha sido imprescindible. Sin su respaldo profesional y afectivo, sin su amistad, la realización de esta tesis no hubiera sido posible.

Durante el desarrollo de este trabajo, mediante las entrevistas realizadas, tuve la suerte de conocer a muchas personas que colaboraron con gran voluntad y entusiasmo de forma desinteresada en este trabajo. Muchas de ellas se convirtieron en amigas, algunas en familia. Me gustaría agradecer la amabilidad y colaboración de todos los entrevistados, en especial de «Don Pepe» Fornés, quien por desgracia no llegó a vivir la publicación de este trabajo. De Ángel Olmos y Consuelo Blasco, Mario Pereiró (y las chicas de la UPA), Manola Ortega y de muchos más que siempre me han tratado con mucho cariño y me han hecho sentir como en casa.

También quisiera darle las gracias a Alberto Gómez Roda, director del Archivo «José Luis Borbolla» de CC.OO.PV., igual que a todo el personal de los archivos y entidades cuyos fondos he consultado, por su ayuda y por las facilidades prestadas.

Debo las gracias también a Thomas Widera, Carlos Fuertes, Julián Sanz, Enrique Ruiz, Rosa Graells, Neus de Llago y a todos mis amigos, que me han dado apoyo moral y afectivo.

Mis padres Ramona y Andreas y mis abuelas Helga y Gerda se merecen una mención especial, dado que desde el principio de este proyecto me han transmitido fuerzas y apoyo incondicional para continuar y acabar esta tesis doctoral. Este trabajo es suyo.

Notes

1 Pere Ysas, Disidencia y subversión. La lucha del régimen franquista por su supervivencia, 1960-1975, Barcelona, Critica, 2004, p. X.

2 Ismael Saz Campos, Fascismo y Franquismo, Valencia, Universitat de Valencia, 2004, p. 178.

I. EL NACIMIENTO DE UNA «COMPANY TOWN». PRECONDICIONES PARA EL SURGIMIENTO DE UN MOVIMIENTO OBRERO

Sagunto es célebre por su antiguo castillo y por su pintoresca situación. Existe otro Sagunto. Que no cuenta más que con quince años de vida. Es una ciudad obrera que brotó alrededor de las fábricas de acero. En este Sagunto no hay naranjas ni pesetas […]. Aquí, en este Sagunto se desarrolla calladamente el drama de los obreros españoles.1

¿UN CASO ESPECIAL? RETRATO DE UNA SOCIEDAD OBRERA

Los comienzos: La Compañía Minera de Sierra Menera en Ojos Negros y el embarcadero en el Puerto de Sagunto

A comienzos del siglo xx, Sagunto y su entorno presentaban un perfil marcadamente agrario, en el que nada señalaba que a los pies de su castillo, conocido por el asedio de Aníbal, aparecería una de las fábricas siderúrgicas más grandes de España. La población agraria de Sagunto se dedicaba, hasta la crisis provocada por el parásito de la filoxera, al cultivo de la viña y, de forma creciente, al de la naranja; apenas había ganadería. Hasta la actualidad la agricultura en la zona alrededor de Sagunto, la llamada «horta», está centrada en el monocultivo de los cítricos. Los sectores más importantes de la industria valenciana alrededor del año 1900 se concentraron en las fábricas dedicadas a la transformación de productos agrarios, el textil, el calzado y la cerámica castellonense, más adelante la construcción, industrias mecánicas y la fabricación de muebles. El tejido empresarial que estimuló a estos sectores en su mayoría eran talleres de tamaño pequeño y mediano. No había en toda la zona ningún tipo de industria secundaria que necesitara para su proceso de producción hierro o acero. Sagunto estaba muy alejado de yacimientos de mineral de hierro o de carbón y carecía tanto de mano de obra cualificada como de vías de comunicación reseñables, ya fueran ferrocarriles o tráfico marítimo. El antiguo puerto romano, el Grau Vell, era utilizado de forma exclusiva para la pesca y no disponía de instalaciones modernas.

Sagunto, por lo tanto, carecía de toda precondición favorable para la construcción de una siderurgia, que habría de surgir por la iniciativa externa del empresario vasco Ramón de la Sota y de su primo Eduardo Aznar. De la Sota, descendiente de un terrateniente y empresario vasco, había nacido en 1857 en Castro Urdiales (Santander). Sota y Aznar se especializaron en la explotación y el transporte de minerales y en el viaje de vuelta importaban carbón inglés, fundamental para la producción vasca de acero. Con la buena marcha de su comercio ultramarino de hierro y carbón las empresas de Sota y Aznar acumularon un gran capital, el cual les permitió ampliar sus actividades empresariales a otras muchas áreas, como por ejemplo la inversión en astilleros, bancos o aseguradoras.

Sota y Aznar, fieles al espíritu empresarial de la época, se decidieron a invertir en las minas aragonesas de Ojos Negros, situadas entre Teruel y Guadalajara y que en tiempos de los romanos habían servido para la extracción de mineral de hierro. La calidad del mineral extraído era, a decir de un estudio acabado en 1899, «muy satisfactoria» y suficiente para la fundición a partir del sistema Bessemer; la explotación del mineral que se encontraba directamente al aire libre era sencilla y asequible. La fundación de la Compañía Minera de Sierra Menera (CMSM), Sociedad Anónima, se llevó a cabo en 1900.

El principal obstáculo en el camino de la nueva empresa era la ausencia de una infraestructura moderna y la lejanía del mar, que distaba unos doscientos kilómetros, lo cual dificultaba en gran medida su salida al mercado internacional. Antes de poder llevar el mineral de hierro al mercado, era necesario solucionar una serie de dificultades: superar la distancia de la costa por tierra, preferiblemente mediante la construcción de un ferrocarril; localizar un lugar adecuado para el embarque; construir unas instalaciones portuarias modernas y comercializar el mineral de hierro. Las negociaciones sobre la utilización de la línea férrea Zaragoza-Valencia, propiedad de la Compañía del Ferrocarril Central de Aragón para poder transportar los minerales fracasaron a causa de las elevadas tarifas exigidas por la compañía ferroviaria, que habrían anulado la rentabilidad de la operación.

La única solución era la construcción de una línea completamente nueva hasta el puerto de embarque, cuya localización se disputaron las poblaciones costeras de Borriana, Castellón y el Grau de Valencia. La preferencia por Sagunto sobre las posibles alternativas, que ya disponían de instalaciones portuarias, resultaba obvia: la carga y descarga de mineral de hierro hacían necesaria la construcción de modernos muelles y grúas, de los cuales carecían las otras competidoras y, además, la utilización en exclusiva del puerto suponía una ventaja indiscutible para la Compañía Sierra Menera, puesto que no habría que tener en cuenta de las actividades de barcos ajenos ni tampoco abonar las eventuales tasas por utilizar instalaciones ajenas. Habría que esperar todavía a julio de 1907 para que el primer tren de mercancías con el codiciado mineral de hierro de Ojos Negros recorriera su camino hasta Sagunto, retraso debido en parte a las disputas con la compañía ferroviaria de Aragón.

Ya en estos primeros años se formaron asentamientos de trabajadores alrededor de las instalaciones industriales de los nuevos puertos de embarque. Con el creciente tamaño de dichas instalaciones, con las naves de almacenamiento y los equipos de depuración para el mineral de hierro, de forma acelerada durante la época de los «años dorados» entre 1913 y 1914, aumentó también la mano de obra inmigrante, establecida en un primer momento de forma totalmente desordenada, alrededor de las instalaciones de la empresa.

En los censos de población de los años 1900, 1910 y 1916 se puede comprobar claramente la rápida colonización de los primeros núcleos. En el año 1900, Puerto de Sagunto no aparece todavía de forma diferenciada en las estadísticas. Para 1910, tres años después del viaje del primer tren, se constata la presencia de 564 trabajadores, mientras que en el censo de 1916 son ya 1.405 los censados. Las cifras de población seguirían creciendo hasta 1930, en pleno apogeo de la planta siderúrgica, cuando se alcanzaron los 9.184 habitantes.2 Con el acelerado crecimiento demográfico, facilitado por la migración masiva de mano de obra no cualificada y de sus familias, surgieron serios problemas urbanísticos, sanitarios y de infraestructuras, de los cuales ni el Ayuntamiento de Sagunto ni la dirección de la empresa vasca se sentían responsables.

Los primeros recién llegados se construyeron habitáculos provisionales en las cercanías de la fábrica, mientras que los ingenieros y gerentes, emigrados desde el País Vasco, se establecieron en edificios de Sagunto y de los pueblos circundantes. La empresa se ocupó en primer lugar de la construcción de villas para los miembros de la dirección, mientras que el crecimiento incontrolado de los cercanos núcleos de trabajadores condujo al agravamiento de la situación de la vivienda y a la expansión de enfermedades:

[M]i padre trabajaba en el Economato de la Minera de Ojos Negros y, como él tenía que ir mucho a Valencia y al Puerto, me contaba cómo vivían ellos aquí. Venían en masa y dormían en el suelo, con un saco, en un almacén porque no habían casas. Y los domingos, con la ayuda de los compañeros, se construían su casa. Por eso aquí hay estas calles que hacen tantos giros. No había una planificación.3

La absoluta carencia de toda planificación urbanística, de calles asfaltadas, de alumbrado público y de un sistema de agua potable y de alcantarillados fue motivo de numerosas quejas ante la administración municipal de Sagunto, la cual no fue capaz, o mejor no se sentía responsable, de dotar a su nuevo barrio con una mínima infraestructura. Las inciertas circunstancias vitales, las duras condiciones de trabajo y los bajos sueldos darían pronto lugar a los primeros conflictos.

Primeros conflictos sociales, despedidos, huelgas

En Puerto de Sagunto las tradiciones de militancia obrera se pueden remontar hasta la primera década del siglo xx, cuando comenzó a configurarse, de forma imprevista, un nuevo núcleo urbano alrededor de las instalaciones industriales de la Compañía Minera de Sierra Menera (CMSM). Ya durante los largos años de la construcción del ferrocarril Ojos Negros-Sagunto se produjo de forma reiterada una serie de conflictos laborales que, sin embargo, no habían tenido ninguna repercusión directa en la CMSM, al afectar principalmente a las compañías contratadas para la construcción. Con el inicio de la extracción de mineral y la puesta en funcionamiento del ferrocarril de mercancías, especialmente en momentos de gran actividad y elevada demanda por parte de los clientes, tuvieron lugar las primeras huelgas, provocadas en gran medida por las malas condiciones de trabajo, el exceso de horas de trabajo y unos sueldos mínimos. En marzo de 1907, los periódicos valencianos El Correo y El Pueblo informaban sobre la huelga de varios días llevada a cabo por unos 400 trabajadores de la CMSM, originada por la inflexibilidad de la compañía ante las demandas de aumento de sueldo y que acabó siendo «resuelta satisfactoriamente» mediante negociaciones directas con la dirección: «Desde hace mucho tiempo que los abusos de la empresa del ferrocarril de Ojos Negros venía cometiendo con los obreros ocupados […] en el puerto que esta dicha empresa tiene, se traslucía un malestar que se tradujo en huelga».4

Se trataba ya de la segunda huelga en 1907.5 Los trabajadores habían elegido un momento absolutamente propicio para sus reivindicaciones, justo cuando se comenzaba a embarcar el mineral y la mano de obra era especialmente imprescindible. De la correspondencia del director de la siderúrgica saguntina, Aburto con Ramón de la Sota se extrae que casi todos los trabajadores residentes en Puerto de Sagunto participaron en la huelga y se unieron a la reivindicación de un aumento del sueldo y reducción del tiempo de trabajo a doce horas diarias.6

La dirección de la empresa, acuciada por la necesidad de continuar con el trabajo, no tuvo alternativa y aceptó hacer concesiones parciales a los huelguistasun aumento de 25 céntimosno obstante sin dejar de amenazar con despidos masivos en el caso de que retomaran la actividad huelguística. En sus cartas a Sota, Aburto deja entrever de manera muy nítida qué medidas habría que adoptar si no se recuperaba de forma pacífica la disciplina necesaria. Así, en caso de ulteriores huelgas se tendría que actuar sin reparo ni miramiento alguno: la mejor forma de evitar futuras huelgas era contratar únicamente a personal leal a la empresa y ofrecerles alojamiento adecuado en Puerto de Sagunto.7

La correspondencia entre Ramón de la Sota y la dirección en Puerto de Sagunto refleja muy claramente la posición del propietario vasco ante sus trabajadores. En tiempos de una gran fluctuación de puestos de trabajo, contratos formulados verbalmente y pagas semanales, el empresario disfrutaba de una posición de poder prácticamente ilimitada cuando se trataba de despedir a trabajadores incómodos, una práctica apreciada utilizada por la CMSM también en fases de debilidad coyuntural, como en la breve crisis de 1907-1909. Sin embargo, las huelgas de 1907 pueden ser definidas como un primer éxito para los trabajadores, quienes, pese a su deficiente organización sindical, habían sabido aprovecharse de la situación y convocar una huelga en un momento inoportuno para la empresa, en el que la situación de pedidos hacía imprescindible la utilización inmediata de mano de obra. El hecho de que la empresa aceptara al menos un aumentosi bien modestode sueldo refuerza esta interpretación.

Sin embargo, los años entre 1909 y 1913 fueron los más exitosos para la joven empresa, tanto en lo que respecta a la extracción como a los beneficios. La enorme demanda de mineral de hierro procedente de Ojos Negros requería la contratación de una mano de obra cada vez mayor, que ya no podía ser cubierta con trabajadores de los alrededores de Sagunto, mayoritariamente procedentes del sector agrario. La contratación de mano de obra de otras provincias (como, por ejemplo, Almería, donde Sota y Aznar poseían otras minas) pareció presentar una solución al problema.

La llegada de un número cada vez mayor de trabajadores agravó de forma visible la situación de abastecimientos y de alojamiento en Puerto de Sagunto y los pueblos circundantes. Igualmente, tuvo lugar un drástico aumento de accidentes de trabajo, cuya principal causa era la total falta de cualificación de unos trabajadores procedentes del sector agrario. En época de crecimiento también la movilización de los trabajadores entró en una nueva fase: a partir de 1910 empezaron a multiplicarse las protestas contra las miserables condiciones de trabajo, aunque la dirección mantuvo su política de mano dura con los «alborotadores». La creciente conciencia de los trabajadores ante los magnates vascos respondía a razones diversas, tanto de carácter político como interno. Un factor importante, el de la falta de mano de obra en tiempos de coyuntura favorable, ya ha sido mencionado anteriormente. De la misma manera, la época entre 1909 y 1914 fue en toda España un periodo de huelgas intensivas, si bien éstas habían sido legalizadas en 1909 por el rey Alfonso XIII y su ministro Juan de la Cierva.

Esta época coincidió con el periodo fundacional del sindicato Confederación Nacional de Trabajadores (CNT), una asociación anarquista de trabajadores que alcanzó en fecha temprana una influencia significativa en la movilización de las protestas de los trabajadores en Puerto de Sagunto. La CNT se constituyó en 1910 durante un congreso de la catalana Solidaridad Obrera en Barcelona, con la intención de crear un movimiento de trabajadores con la suficiente fuerza para confrontarse con la dominante Unión General de Trabajadores (UGT), cercana al Partido Socialista. Con una cifra de afiliados notablemente menor en un primer momento, la CNT fue atrayendo de forma muy rápida nuevos apoyos, especialmente en las zonas industriales de Catalunya y Valencia. La CNT constituía una agrupación ceñida exclusivamente al trabajo sindical «revolucionario» e independiente de los partidos políticos. Con su actitud marcadamente anti-partidista y anticlerical los anarquistas aspiraban a la supresión del Estado y la colectivización de la producción, convencidos como estaban de la absoluta necesidad de una revolución radical. La formación ideológica de sus militantes tenía lugar en círculos libertarios, los llamados ateneos, en asambleas y en la difusión de lecturas propagandistas. A causa de la deficiente estructura organizativa, la vinculación al sindicato de la gran mayoría de sus seguidores era muy laxa y se limitaba a participar en protestas y huelgas durante un conflicto laboral. Por sus métodos de lucha «revolucionaria» la CNT chocaba necesariamente de forma reiterada con las autoridades del Estado y en 1911, tras la proclamación de una huelga general y los subsiguientes disturbios, que tuvieron también una gran repercusión en los trabajadores saguntinos, la CNT fue ilegalizada hasta el año 1914. De hecho, los anarquistas de la CNT actuaron la mayor parte de su existencia sobre bases secretas, que tendría una gran influencia en sus estrategias y organización.

La UGT, fundada en 1888 y de influencia marxista, estaba organizada, al contrario de la CNT, no en sindicatos por ramas industriales, sino sobre la base de gremios locales, reunidos a su vez en estructuras a nivel nacional. La masiva presencia del anarcosindicalismo en la región de Levante hasta el final de la Guerra Civil fue un factor decisivo que contribuyó a que otras organizaciones sindicales, como la UGT, se desarrollaran en la zona sólo de forma muy esporádica: en Puerto de Sagunto el sindicato socialista nunca iba a conseguir romper el dominio de los anarquistas, aunque alcanzara un cierto número de militantes en el sector agrario.

En el presente trabajo hablaremos continuamente de ambos sindicatos, si bien en el caso de Puerto de Sagunto de forma más acentuada de la CNT, puesto que les correspondería una posición clave en la dinámica social y política en la instauración de la República y durante la guerra civil española. Las líneas de tradición de la militancia obrera en esta ciudad fabril se remontan ya hasta la primera década del siglo xx: una cultura de protesta a la que más tarde podrían recurrir el movimiento de resistencia de la «nueva» generación de trabajadores bajo la dictadura franquista.

La mano de obra inmigrada de zonas de Andalucía o del País Vasco con tradición minera y de producción acerera disponía ya de una cierta experiencia sindical y tenía una influencia que no habría que subestimar en la organización de las denominadas asociaciones obreras que llevaron a cabo campañas contra la dirección.

A banda d'aixo, uns quants emigrants valencians havien tornat a casa seua en assabentar-se de la instal-lació de l'empresa minera, després d'haver treballat alguns anys als alts forns dels EUA, des d'on s'endugueren coneixements corporatius força avançats com per a enfrontar-se amb als nous amos, i tal vegada, pogueren participar-hi en minoria, o almenys, aconsellar i dirigir sindicalment els obrers nouvinguts.8

Después de que la empresa hubiera tenido que hacer concesiones a los trabajadores, Ramón de la Sota estaba decidido a no aceptar en el futuro compromiso alguno: más bien, habría que despedir a tiempo a todo elemento predispuesto contra la empresa, como se extrae de la correspondencia conservada en el archivo de ésta. A comienzos de 1911 creció la preocupación de la dirección ante los grupos opositores de trabajadores anarquistas. Para quebrantar la moral de los grupos opositores, el director Aburto se decidió a lanzar un ataque indirecto: el despido, con el argumento de un exceso de mano de obra, de nueve trabajadores ajenos a toda implicación en actividades anarquistas y sindicales. Sin embargo, en lugar de intimidar a los trabajadores su acción los hizo reaccionar: en el periódico madrileño ABC podemos leer el 20 de enero de 1911 sobre la huelga de 400 trabajadores de la CMSM:

A las seis de la tarde se han reunido en Sagunto […], para cambiar impresiones acerca de su actitud. Han acordado pedir el reingreso de los nueve compañeros despedidos, como condición para reanudar el trabajo […]. El director […] a quien han visitado […] les ha expuesto la imposibilidad de atenderlos […]. Los huelguistas están divididos, pero la mayoría son partidarios de mantener la huelga.9

La dirección mantuvo su postura inflexible y, a pesar del desarrollo pacífico de la huelga, se vio obligada a solicitar ante el gobernador civil el envío a Puerto de Sagunto de contingentes de policía. Después de una negociación «relativamente acalorada» de los representantes de los trabajadores con la dirección el 22 de enero, los trabajadores tuvieron que poner fin a la huelga de forma insatisfactoria para ellos. La postura de Sota de no readmitir a los nueve trabajadores despedidos era irrevocable y de la misma manera no estaba en absoluto dispuesto a tolerar la existencia de asociaciones obreras en su empresa.10 Pese a todo, fracasó todo intento por parte de los patronos de anular a los grupos subversivos: los abusos en los sueldos y en las condiciones de trabajo eran demasiado grandes y predominaba la insatisfacción y la frustración por la arbitrariedad de la dirección. En los meses siguientes tuvieron lugar reiteradas huelgas y, aunque éstas terminaran sin conseguir resultados, la creciente solidaridad entre los trabajadores asociados comenzó a ser un motivo de preocupación cada vez mayor para la dirección.