La Palabra Justa - Alejandro Manzano - E-Book

La Palabra Justa E-Book

Alejandro Manzano

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Beschreibung

"Acompáñanos en este viaje transformador: la historia de un paciente con su terapeuta y la magia de la sanación". En esta novela, que es un relato terapéutico, se rescatan las heridas emocionales que a menudo quedan ocultas. Presentamos una historia única, en la que un paciente narra su recorrido terapéutico, que después de atravesar experiencias traumáticas, inicia un viaje hacia la sanación, a través de la conexión y la empatía que establece con el terapeuta. Como lector, podrás presenciar cómo se desvanecen el miedo, el dolor y la culpa. Desde las primeras páginas te sumergirás en las angustias del protagonista. Sin embargo, podrás ver cómo la historia se convierte en un faro de esperanza que transmite un mensaje emocionante y auténtico: la sanación es posible, y aunque, el camino puede ser difícil, la empatía y la compasión pueden ayudar a sanar incluso las heridas más profundas.

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Seitenzahl: 68

Veröffentlichungsjahr: 2025

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ALEJANDRO MANZANO

La Palabra Justa

La Transformación Interior

Manzano, Alejandro La palabra justa / Alejandro Manzano. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2025.

Libro digital, EPUB

Archivo Digital: descarga y online

ISBN 978-987-87-6134-3

1. Novelas. I. Título. CDD A863

EDITORIAL AUTORES DE [email protected]

Colaboración de diseño de portada: Martina Freyer

@martufreyer

Tabla de contenido

Agradecimiento

Prólogo

La sombra de la infancia

El comienzo de un viaje sin retorno - Introducción

Más allá de las sombras - Mi camino hacia la libertad

Los silencios y pactos familiares

Del dolor a la libertad - Un viaje de transformación interior

Aprendiendo sobre límites

El agobio de la culpa - La bondad como elección

El lenguaje de las emociones

Queridos lectores

A mis pacientes, con gratitud infinita.

A todos ustedes que un día cruzaron la puerta de mi consultorio con la esperanza de encontrar respuestas, o, al menos, un poco de alivio. A los que persistieron en el camino y a los que quedaron en la mitad de él.

Cada uno, a su manera dejó una huella en mí. Me permitieron ver la vida desde rincones que desconocía, han expandido mi mundo interno y me han recordado, una y otra vez, el enorme privilegio que es acompañar a otro ser humano en su transformación.

A aquellos que avanzaron y encontraron su propia voz, lo celebro con admiración.

Este libro es un reflejo de lo que juntos hemos construido. Gracias por la confianza, por la valentía y por contribuir, sin saberlo, a mi propia evolución

Agradecimiento

para JOHANNA SOSa

Ojalá pueda tener la sabiduría para usar las palabras justas, para expresar de manera clara, la profunda gratitud que siento en mi alma. La bondad, tu gran ingenio y exceso de creatividad son algunas de las cualidades que te definen. Tu visión como empresaria creativa e inteligencia me inspira a soñar y atreverme a continuar en la búsqueda. Tu capacidad para ver lo mejor en los demás y tu deseo genuino de ayudar son cualidades que admiro profundamente.

Nuevamente, gracias.

Prólogo

Era invierno. Agosto precisamente. Estaba buscando algo y no sabía bien qué era. Tal vez entender un poco mi vida… ¿por qué estaba donde estaba?

¿Por qué hacía lo que hacía?

Me empezaba a hacer preguntas y no tenía muchas respuestas, las pocas que se me ocurrían no me hacían sentir muy cómoda. La psicoanalista Clarissa Pinkola Estés dice algo en relación con esto, voy a tomar sus propias palabras: “Formular la pregunta apropiada constituye la acción central de la transformación…” y sigue: “la pregunta clave, da lugar a la germinación de la conciencia”. Se me eriza la piel de solo leerla, y cierra la idea de una forma magistral, poética: “Las preguntas son las llaves que permiten abrir las puertas secretas de la psique”. Cuánta certeza junta.

Era invierno y yo venía sintiendo frío en todas las estaciones del año.

Así llegué a la puerta del consultorio de Alejandro, dispuesta a hacer terapia, a hacerle un fueguito a mi alma. Por aquel entonces no era capaz de reconocer (ni de aceptar) cuánta ayuda necesitaba para sentirme mejor. Ese es un problema que tenemos los que creemos que podemos resolver todo solos. Pero ahí estaba, con la puntualidad que me caracteriza, tocando el timbre de la calle Paraguay, pidiendo ayuda por primera vez en mi vida y sin tener la más mínima idea de lo que estaba a punto de pasar.

Y es que… cuando comienza un análisis ya no hay vuelta atrás. No hay retorno para una mente curiosa, para un alma que se quiere curar.

Estaba en las puertas de un viaje transformador, el camino se abría delante de mí en diferentes rutas y yo empezaba a ser consciente de que tenía que elegir. Solo una de esas rutas era posible de sostener en el tiempo, lo sabía… lo sentía… aún sin poder ponerlo en palabras. Esa elección me llevaría a vivir un proceso sutil y radical a la vez. Sí, leyeron bien: sutil y radical a la vez. Lo sutil es aquello que casi no se percibe por lo suave y delicado que es, un movimiento muy interno. Lo radical es un cambio extremo, algo muy diferente a lo que estás acostumbrado.

Esas dos características (que parece que jamás pueden ir juntas) se combinaron de manera exquisita en cada sesión, como una pareja de baile experimentada. Porque cuando hay ganas y deseo de cambiar somos capaces de hacer un trabajo impresionante.

Comprobé entonces que la terapia es un ejercicio de alto, altísimo vuelo. Ese viaje cambiaría mi modo de estar en el mundo, y como no sabía semejante cosa, no pude ni sentir miedo, ni asustarme. Simplemente empecé a trabajar acompañada por Ale, y más pronto que tarde me encontré esperando que lleguen los miércoles, el día de mi sesión. ¡Con qué entusiasmo iba, era el momento más lindo de la semana por lejos! Tanto es así que siempre estaba ahí cinco minutos antes del horario pautado. Priorizaba ese espacio, MI espacio, por sobre todo lo demás. No había nada más urgente que conocerme, saber quién era realmente y hacia dónde iba en la vida. Me quería ocupar de abrazar mi existencia, hacerme cargo, embellecerla y dotarla de nuevos colores, porque estaban un poco desteñidos.

Me di cuenta de que disfrutaba del encuentro conmigo misma, que había partes mías esperando que les haga lugar, y que lo que pasaba dentro del consultorio podía redefinir mi modo de vivir.

Hacer terapia era muchísimo más que ir a llorar y gastarle los pañuelitos al psicólogo, entendí que era un lugar propicio para CREAR, para ser yo. Y que todo lo que plantara desde ahí, cual jardinera dedicada, tarde o temprano florecería. Era un lugar de paz, en donde aprendí a quererme y a reírme de mí misma con risa pura y limpia. Esa que suena como el mejor concierto que hayas escuchado, esa que darías lo que sea para no dejar de escuchar nunca.

Pienso al espacio terapéutico como un verdadero oasis dentro del bullicio de nuestros días, y estoy convencida de que es un punto de inflexión en la vida de alguien que, harto de sufrir, empieza a analizarse. Es una poderosa irrupción que te parte en dos: por un lado, separa el que eras “hasta acá”, con tus patrones, tu modo de interpretar situaciones, tus sentires, formas de vincularte y de andar por la vida… (Esas cosas que uno detecta que ya no funcionan o no reflejan quién sos). Y, por otro lado, está “el que nace de nuevo”, el que se encuentra ante lo incierto, pero con la confianza de sentirlo tan propio… Y ahí, en ese quiebre empieza a relucir el brillo de un paciente comprometido con su curación.

Un viaje como este te lleva a recorrer lugares que no tenías planeados, pero por los que necesariamente hay que transitar. Hay que pasar por ahí con el cuerpo, la cabeza y el corazón.

Recorrer la culpa, nos da una perspectiva más amplia de las cosas, la posibilidad de ver con otros ojos, de hacer otras lecturas, y de deshacernos del equipaje que no es nuestro, que no nos corresponde llevar.

Habitar la angustia, en el fondo termina siendo reparador. Hay que darse ese permiso y tenerse paciencia, que todo se mueve en la vida, la angustia también. Si nos dieran a elegir, la evitaríamos siempre, pero nos perderíamos de conocer cuán vulnerables, pero también fuertes y valientes somos en ciertos momentos.

Explorar los límites, nos enseña a ponerlos en donde realmente van. En general apuntamos mal y los ponemos sobre nosotros mismos. Pero de a poco el miedo a usar esta herramienta se diluye, porque aprendemos que el límite es sinónimo de salud.

Ejercitar el acto de perdonar, simplemente porque es como un bálsamo, nos hace bien y nos da paz. Diría que tiene propiedades cicatrizantes.

Examinar las exigencias, nos muestra de dónde vienen, cuánto esfuerzo nos demandan. Creo que el asunto no es hacerlas desaparecer, sino subirse a ellas solo cuando sea necesario. Y eligiéndolo.

Atravesar la ambivalencia sin luchar contra ella y sin sentir que hay algo que está mal en eso, porque querer algo y a la vez no, es de lo más natural y común.