La razón de la sinrazón - Benito Pérez Gáldos - E-Book

La razón de la sinrazón E-Book

Benito Pérez Galdòs

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La razón de la sinrazón es una de las últimas novelas de Benito Pérez Galdós. Escrita al dictado, porque el autor ya había perdido la vista, se desarrolla en el territorio fantástico e imaginario de Ursaria, lleno de criaturas sobrenaturales. Atenaida, maestra del lugar, se enfrenta al político corrupto Dióscoro para redimir al marqués de Rodas. -

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Benito Perez Galdos

La razón de la sinrazónLa razón de la sinrazón

 

Saga

La razón de la sinrazón

 

Copyright © 1870, 2021 SAGA Egmont

 

All rights reserved

 

ISBN: 9788726495508

 

1st ebook edition

Format: EPUB 3.0

 

No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

This work is republished as a historical document. It contains contemporary use of language.

 

www.sagaegmont.com

Saga Egmont - a part of Egmont, www.egmont.com

PERSONAJES

ATENAIDA. ALEJANDRO. DIÓSCORO. PÁNFILO. HIPERBOLOS. CUCÚRBITAS. CYLANDROS. HELENA, esposa de Alejandro. PROTASIA, hija de Dióscoro. CALIXTA, hija de Dióscoro. TEÓFILA, hija de Dióscoro. BASILIO, criado de Dióscoro. CURIAS, procurador, ARIMÁN, diablo. NADIR, diablo. ZAFRANIO, diablo. CELESTE, bruja. REBECA, bruja. EL SANTO PAJÓN, santero. MALCARADO, buñolero. DON HILARIO, cura. DOMINGA, su ama. SECRETARIO DE DIOSCORO.— CRIADOS. POSADERO Y SU MUJER. Arrieros, Guardias civiles, gitanas, campesinos, etc., etc La acción en Ursaria, y en el largo trayecto desde Ursaria al Campo de la Vera.

JORNADA PRIMERA CUADRO PRIMERO

ESCENA PRIMERA

País desolado y frío. Es de noche. Entra en escena ATENAIDA, presurosa, y tras ella viene ARIMÁN.

ATENAIDA es una joven agraciada, esbelta, vestida con modesta corrección provinciana; lleva en su mano una maletita de viaje. El DOCTOR ARIMÁN es un diablo con apariencias inequívocas de personalidad humana: alto, escueto, ojos muy vivos, nariz de caballete, boca risueña. Componen su atavío un balandrán obscuro que le cubre hasta los pies, y un gorro de piel redondo sin visera. Bastonea con un deforme paraguas verdinegro.

 

ARIMÁN

Atenaida, oiga usted, acorte el paso.

 

ATENAIDA

(Mirándole sin detenerse.) ¡Ah! El doctor Arimán. Dispénseme; tengo mucha prisa. Voy á tomar el tren mixto en la estación de Valflorilo. (Óyese el silbato del tren, que se aproxima.)

 

ARIMÁN

Allá voy yo también; tenemos tiempo.

 

ATENAIDA

Prefiero esperar al tren á que el me espere á mi. (Siguen andando juntos.)

 

ARIMÁN

¿Va usted á Ursaria?

 

ATENAIDA

Allá voy.

 

ARIMÁN

Ya sé que le ha salido á usted una buena colocación.

 

ATENAIDA

Sí; un señor de los más acaudalados de Ursaria me ha confiado la educación de sus niñas.

 

ARIMÁN

Ya lo sé.

 

ATENAIDA

Usted lo sabe todo. (Llegan á la estación. El tren no está lejos.)

 

ARIMÁN

Ursaria es una capital deliciosa, metrópoli de esta Farsalia-Nova, país de cucaña. Como aquí no se conoce la justicia, los aventureros y desahogados están en grande.

 

ATENAIDA

Ya llega el tren; voy á buscar sitio.

 

ARIMÁN

Y yo á buscar á unos amigos que vienen aquí para reunirme con ellos.

ESCENA II

En el tren.

 

ATENAIDA, que ocupa un asiento en coche de segunda junto á la ventanilla, se adormece arrullada por el traqueteo del tren. De pronto abre los ojos, y ve que en el asiento frontero está sentado ARIMAN con dos amigos. Estos son NADIR y ZAFRANIO, diablejos que se presentan ante el mundo con apariencia de mozalbetes casquivanos.

 

ARIMÁN

(Afectuoso.) En su nueva colocación, Atenaida, no le faltará trabajo. Domar señoritas huérfanas de madre; pulimentar sus entendimientos bravios; prepararlas para el matrimonio… Estará usted en sus glorias. Es usted la criatura más laboriosa que se ha conocido, pues para usted el descanso es… algo como un estado morboso.

 

ATENAIDA

(Secamente.) Trabajo de continuo, más que por virtud, por horror á la ociosidad.

 

ARIMÁN

(A sus amigos.) Aprended, juventud frivola.

 

NADIR

Ya aprendemos, maestro, y admiramos á la señorita Atenaida.

 

ZAFRANIO

La hemos conocido en Toledo, regentando una escuela de ochenta niñas. (Atenaida, queriendo esquivar la conversación con aquellos hombres, les da las gracias con leve movimiento de cabeza; saca de su maletita un libro, y lee.)

 

ARIMÁN

(Lisonjero, con exquisita amabilidad.) Esta ejemplar criatura no pierde ripio; hasta los momentos soporíferos del tren los aprovecha para instruirse.

 

NADIR

Eso no es instruirse, es rezar.

 

ARIMÁN

¿Qué sabéis vosotros, tontainas? Lo que lee nuestra linda compañera de viaje es el Tratado de la Conciencia. Atenaida practica el principio de subordinar sus acciones al fuero interno. Es el mejor sistema para ponerse á tono con la armonía universal.

 

ATENAIDA

(Burlona.) Doctor, déjeme en paz; usted me abruma con sus lisonjas. Yo no soy más que una mujer vulgar…

 

ARIMÁN

No se me oculta que usted es una mujer extraordinaria.

 

ATENAIDA

Qué risa.

 

ARIMÁN

El culto de la conciencia y el trabajo nunca interrumpido, conducen á la sabiduría del bien y del mal.

 

ATENAIDA

Esa sabiduría no la tengo yo.

 

ARIMÁN

La tiene usted aunque no lo diga. (Atenaida sigue leyendo.) Noto que rehuye usted el hablar conmigo; pero soy algo machacón, y aunque usted sostiene que yo lo sé todo, no es verdad, amiga mía: ignoro muchas cosas, y si usted me lo permite le haré una pregunta.

 

ATENAIDA

(Con cierto hastío.) Pregunte lo que quiera.

 

ARIMÁN

¿Qué sabe usted de Alejandro, el buen Marqués de Rodas?

 

ATENAIDA

Tiempo ha que no le veo; según tengo entendido, hoy padece más que nunca la fiebre de los negocios, y éstos le van bastante mal.

 

ARIMÁN

Yo pensé que al enviudar se casaría con usted. Me consta que usted le amaba y era tiernamente correspondida. Por su desvío, ¿no le guarda usted rencor?

 

ATENAIDA

No soy rencorosa; Alejandro es bueno, es honrado, y observa las leyes morales y sociales con un rigor absoluto.

 

ARIMÁN

Por eso le salen torcidos todos los negocios. ¿Vive en Ursaria?

 

ATENAIDA

Tal vez; pero no puedo asegurarlo.

 

ARIMÁN

Pues si reside en la capital, allí encontrará medios para enderezar sus negocios y recuperar los caudales perdidos.

 

ATENAIDA

No lo sé. Lo que sí aseguro es que Alejandro no se apartará jamás de la Razón y la Verdad.

 

ARIMÁN

Yo conozco bien la sociedad de Ursaria. En otro tiempo Alejandro fué muy amigo del caballero cuyas niñas va usted á educar. Es probable que los que antes fueron amigos lo sean ahora también. Y á propósito: en aquella casa hallará usted buena ocasión de labrarse un sólido porvenir.

 

ATENAIDA

(Sorprendida.) ¿Yo? ¿Cómo?

 

ARIMÁN

Don Dióscoro de la Garfia es viudo… y viudo aburrido de su soledad. Si usted tiene arte y sutileza, podrá pasar de institutriz á señora de la casa.

 

ATENAIDA

Usted bromea, doctor.

 

ARIMÁN

Y don Dióscoro tiene un hermano llamado Pánfilo, que también es viudo y cansado de su soledad. Usted, Atenaida, está dotada de encantos físicos y espirituales, y si á esta fuerza nativa añade usted un poco de estrategia coquetil, podrá conquistar el tálamo de cualquiera de los dos hermanos.

 

ATENAIDA

¡Que cosas se le ocurren á este doctor!

 

ARIMÁN

Ambos hermanos son ricos, ó lo parecen. Ursaria es en estos tiempos terreno fecundo para los hambrientos y sedientos de fáciles provechos.

 

ATENAIDA

Por lo que usted dice, en Ursaria domina la mentira, y yo…

 

ARIMÁN

Usted tiene su entendimiento empapado en ese libro que hace un rato leía. Pero fíjese bien en lo que le digo, amiga mía. En ese libro falta un capítulo, que se titula: De la Elasticidad de la Conciencia.

 

ATENAIDA

¡Oh! no. (Acorta el tren su marcha. Arimán y sus amigos se levantan.)

 

ARIMÁN

Si el capítulo no existe, invéntelo usted y no se arrepentirá de ello.

 

ATENAIDA

¿Se quedan ustedes en esta estación?

 

ARIMÁN

Sí; es la estación de Yeserías. Como profesorde Química, tengo que dar un informe sobre la salubridad de las excavaciones.

 

ATENAIDA

Bueno. Adiós.

 

ARIMÁN

Es fácil que nos veamos en Ursaria. Agur.

(Al parar el tren, Arimán y sus amigos desaparecen. Atenaida cae en profunda meditación.)

Sin detenerse en la estación de Yeserías, Arimán, Nadir y Zafranio, se escabullen por angosto sendero, y después de recorrer silenciosos distancia no inferior á cuatro kilómetros, llegan á un cerro calvo, desnudo de toda vegetación. La noche, sin luna, es de una serenidad majestuosa; brillan en el cielo los planetas y las constelaciones con fulgor espléndido. A poco de vagar con paso lento por aquella soledad, los tres seres diabólicos divisaron bultos negros, sin duda mujeres acurrucadas; entre ellas fugaces llamaradas de fuegos fatuos. Oyese lejano graznido de cuervos.

ESCENA III

ARIMÁN, CELESTE, bruja .

 

ARIMÁN

Ya están aquí esas idiotas; seguid vosotros hacia las excavaciones y entretened á las comadres con algunas ceremonias que den regocijo á sus corazones amojamados; yo busco á esa que adereza sus enredos con parrafadas de una filosofía hueca… esa que responde por Celeste, aunque su verdadero nombre es Celestina. Ya me ha visto, y brincando como una cabra loca viene hacia mí. Seguid vosotros, y dejadme solo con ella. (Vanse los amigos.) Ya te veo, Celestina…

 

CELESTE

Perdona, ¡oh Príncipe!, si por centésima vez te suplico que no me des ese nombre; pues si es cierto que con el crisma me lo aplicaron, yo reniego de él, porque el vano vulgo lo usa para designar á las que practican el vil oficio proxenético, sin elevarse á los filosóficos principios que yo empleo para conquistar almas y llevárselas al señor tuyo y mío. Llámame Celeste, nombre suave y peregrino, que me da calidad y metimiento en mi trato con los mortales.

 

ARIMÁN

Pues te llamo Celeste, y añado que esta noche no vengo más que á platicar contigo.

 

CELESTE

(Avanza, y desenvolviendo su manto negro muestra su cuerpo larguirucho cubierto de un luengo camisón. Su rostro es escuálido; boca desdentada, nariz corva y ojos de buho.) Noches ha, Señor, que he venido á buscarte á este campo de nuestros sagrados ritos. En vano te esperé, y mi desconsuelo fué tan grande como es esta noche mi alegría. Déjame que te adore…

 

ARIMÁN

(Echándose al suelo, apoyado el codo en tierra y la cabeza en la mano.) No vengo á que me adores;apártate.

 

CELESTE

Adorarte quiero. Déjame que te bese el tafanario.

 

ARIMÁN

Suprime esta noche el ósculo de acatamiento.

(Apártala con suavidad. Celeste se acurruca junto á él; el cuervo familiar de la bruja se le sube al hombro y grazna como tomando parte en la conversación.) Suprimamos el rito y hablemos de cosas del mundo.

 

CELESTE

¡Oh, el mundo! Por un lado, los tiólogos, atrapando á la gente rica con el cebo de la bienaventuranza eterna; por otro, los filósofos, con su jerigonza materialista, han puesto á la humanidad en tal estado de corrumpición, que poco tendrá que discurrir nuestro Señor Satán para hacerla suya. (Lanza el cuervo un fuerte graznido.)

 

ARIMÁN

No estás en lo cierto. Tu mucho saber de filosofías marchitas y de místicas zarandajas te hacen desvariar. Vuelve on ti, hermana Celeste, y reconoce que la familia del antes poderoso Baal está en innegable decadencia. Mi tía la Serpiente duerme enroscada en sí misma un sueño secular. Pasaron los tiempos en que eran nuestras, grandes extensiones de humanidad en este y otros planetas. Con sutiles artes ha conseguido arrebatárnoslas el Padre Universal que nos echó del Paraíso. Ya no nos queda más que esta faja de terreno donde hemos podido establecer, aunque de una manera transitoria, el imperio de la deliciosa Sinrazón, ley de la mentira provechosa, holganza de las inteligencias, triunfo de las travesuras, terreno en que medran los tontos, se enriquecen los audaces, y todo va al revés de lo que ordenan las antiguas pragmáticas del Padre Universal. Para sostener este tinglado nos bastan hechizos y sortilegios de poca monta, en los que has demostrado tu capacidad para volver lo blanco negro y turbar las almas candorosas.

 

CELESTE

Me dejas atónita y turulata con eso que me dices de nuestra decadencia. Pues tú piensas que vamos á menos, yo me someto al rigor peripatético de tu disciplina, y aquí estoy para lo que me mandes. ¡Oh Príncipe mío! (Pausa. Arimán, extático, fija sus ojos en el cielo.) La hermosura del cielo en estas noches me hizo creer que tendríamos gran solemnidad en nuestro rito. Fíjate, Señor: nuestra divina Reina Astartó me hacía guiños hace un rato…, y ahora otra vez.

 

ARIMÁN

Yo no puedo apartar mis ojos del planeta Marte.

 

CELESTE

De allí sale la ira que viene á encender la discordia en este mundillo nuestro.

 

ARIMÁN

No es ira lo que nos viene de allí, sino la onda potente que engendra en el suelo de la Farsalia-Nova la desorganización ética, fundamento de nuestro poder. Esa onda es como un tumulto de carnaval, que nos trae la burla disfrazada de lógica y la mentira con careta de verdad. (El cuervo articula lastimosos graznidos.)

 

CELESTE

Ya te entiendo, Príncipe mío.

 

ARIMÁN

(Levantándose.) Ahora, Celeste, á todas las comadres y comadrejas que han venido esta noche, diles que monten en sus escobas y se vayan cantando bajito.

 

CELESTE

(Puesta en pie, envuelve su cuerpo rígido en el manto negro. El cuervo levanta el vuelo y se aleja; dijérase que va a comunicar á las brujas la orden de partida.) ¿Te acompaño, Príncipe?

 

ARIMÁN

No. Antes de separarnos, oye un momento: ¿Conoces tú á una tal Atenaida, bien parecida y afable, antaño educadora de niñas pobres, hogaño de niñas ricas, y tan activa que no conoce la ociosidad?

 

CELESTE

La conozco. Sin presumir de sabia, lo es; se acuesta con los libros, y dormida se sube á zancajear por lo que llamamos el éter de la cosmogonía sublime. Hablando en plata: la tal Atenaida es una remilgada, que con la profilaxis y otros arrumacos de la conciencia, quiere labrarse la opinión de honestidad.

 

ARIMÁN

¿Te atreverías tu á tentarla?

 

CELESTE

Ya lo intenté hace un año. Le propuse con discretos halagos que aceptara la plaza de ama de un canónigo que estaba prendado de ella, pero nada conseguí. Es muy tozuda.

 

ARIMÁN

¿Te atreverías ahora?

 

CELESTE

¿Pues no he de atreverme? Es guapa moza, y gusta del buen vestir y de las alhajas de ley. Torres más altas han venido al suelo. ¿Tienes algo más que ordenarme, Príncipe?

 

ARIMÁN

No… (Caviloso.) Sí; espera un poco. Fíjate bien en lo que voy á decirte, que es cosa muy delicada: A estos dos Príncipes que andan conmigo…

 

CELESTE

No están aquí; han ido con las otras compañeras á las excavaciones.

 

ARIMÁN

Quiero decirte que no prestes gran atención Nadir y Zafranio, que, como sabes, gobiernan conmigo esta región; mas el Padre Satán dispuso que yo fuera el jefe y ellos mis subalternos.

 

CELESTE

Ya lo sé; pero sospecho, querido Príncipe, que los tres andáis desacordes ó, como si dijéramos, inarmónicos.

 

ARIMÁN

Tú lo lías dicho. Zafranio y Nadir disponen algunas cosas sin contar conmigo, y esto no puede continuar.

 

CELESTE

Eleva tus quejas al Padre Satán.

 

ARIMÁN

¡Ay, Celeste! De algún tiempo acá, el Padre dormita con letargo profundo en los brazos ardientes de Astarté. La relajación de la disciplina infernal se manifiesta ya en todas las esferas de la humanidad sidérea y terrestre.

 

CELESTE

(Estremeciéndose.) Me haces temblar, Príncipe pero, en fin, ¿qué me mandas?

 

ARIMÁN

Que cuando esos te den alguna orden, antes de cumplirla vengas á contármelo. (Aparece volando el cuervo, se pone en el hombro de Celeste y le grazna al oído.)

 

CELESTE

Después de celebrar el rito, se han ido con las brujas á Ursaria.

 

ARIMÁN

Por esta otra parte, también nosotros nos iremos allá.

 

CELESTE

Pues vámonos.

 

ARIMÁN

Tú por delante. ¡Agur! Yo tengo que dar un gran rodeo.

 

CELESTE

¿Dónde nos veremos?

 

ARIMÁN

No te cuides de eso. Ya te encontraré yo cuando te necesite.

ESCENA IV

Buñolería de MALCARADO en las inmediaciones de Ursaria. AMMÁN, ZAFBANIO y NADIR, vestidos de obreros, están junto á una mesa, desayunándose con café y churros; MALCARADO despacha en el mostrador. Entran sucesivamente el SANTO PAJÓN, DOÑA REBECA y BASILIO. Primeras horas de la mañana.

 

ARIMÁN

Sírvenos pronto. Malcarado, que tenemos prisa.

 

MALCARADO

(Sirviéndoles.) Allá va. ¿Pa qué tanta priesa, si vus pasáis el día ganduleando en las calles de Ursaria?

 

NADIR

No ganduleamos, tío Malcarado. ¿Qué sabes tú?

 

ZAFRANIO

Para nosotros el día es noche, y vivimos soterrados.

 

ARIMÁN

Trabajamos en el alcantarillado de la Gran Vía.

 

MALCARADO

Buen alcantarillado tenéis vosotros, vagos de día y danzantes de noche. En fin, ahí tenéis el Café, y despavilad pronto. (Entra el Santo Pajón, que es un vejete, de oficio santero; lleva una urnacepillo con la imagen del Niño Jesús, bien vestidito y con zapatos de tisú de plata. Pide limosna en nombre del Niño, para una Comunidad de monjas. El verdadero nombre de este personaje es Pío José, pero en los pueblos que recorre es más conocido con el apodo de Santo Pajón.)

 

SANTO PAJÓN

(Desde la puerta.) La paz de DÍOS… (Dirígese al mostrador. Como parroquiano asiduo, no necesita pedir la mañana. Malcarado le sirve una copa de aguardiente. Mientras el santero empina el codo, entra doña Rebeca; dirígese á saludar á Zafranio, de quien es amiga.)

 

ZAFRANIO

¡Hola, señá Rebeca! ¿Viene usted á tomar la mañana?

 

REBECA

(Que es una bruja muy apersonada, alta y huesuda, con velo de ala de mosca.) Hijo, tomo mi copita !ay! para matar el maldito histérico, esta fatiguilla del estómago…

 

MALCARADO

Venga acá, señá Rebeca.

 

REBECA

(Cogiendo la copa.) Buenos días, Pajón. ¿Y tu Niño? ¡Ay, qué mono! Le daré un besito en el cristal. (Bebe.) Hoy me sobra un cinquito, y se lo voy á dar á tu Niño para que me dé un buen día. (Echa una moneda en el cepillo.)

 

ARIMÁN

(Acercándose.) Y yo, que también soy devota del Niño, le voy á dar otros cinquito.

 

SANTO PAJÓN

Pues mi Niño, que es muy agradecido, os dará ciento por uno.

 

BASILIO

(Viejo criado y jardinero de un palacio próximo.) Se saluda al tío Malcarado, al tío Pajón y á toda la parroquia.

 

MALCARADO

Adelante, Basilio.

 

BASILIO

Mi churro, mi café Con gotas. (Adelantándose al mostrador.) Eche usted y no se derrame, tío Malcarado.

 

ARIMÁN

¿Qué tal, Basilio? ¿Está usted contento en esa casa donde sirve?

 

BASILIO

¿Cómo no he de estar contento? Llevo más de cincuenta años con don Dióscoro de la Garfia; soy como de la familia.

 

NADIR

Dicen que eso de La Filantrópica va muy bien.

 

BASILIO

Sí; con esa máquina que ha inventado mi amo, entra mucho dinero en casa.

 

ARIMÁN

Yo tengo unos ahorrillos de lo que heredé de mi tío el alcalde de Tembleque, y los pondré en ese Montepío.

 

REBECA

Pues si yo heredara, como dicen, de un pariente mío lejano, que desciende de los Virreyes del Perú, también impondría en ese Tesoro de los pobres.

 

SANTO PAJÓN

Buena, muy buena, es la casa de don Dióscoro. Siempre que voy allí, las tres señoritas me obsequian y me dan limosna.

 

ARIMÁN

Diga usted, Basilio: ¿es verdad que las tres niñas de la casa son bobas?

 

BASILIO

¡Qué disparate! ¿Bobas mis niñas? No, señor. La mayorcita, señorita Protasia, es un poco alelada de su natural; pero yo digo que bajo aquella capita manzurrona se esconde un talento muy picaro… Ea, señores, yo me voy á mi obligación. (Vase Basilio.)

 

SANTO PAJÓN

(Cogiendo la urna.) Conque… tomada la mañanita, vamos á trabajar.

 

REBECA

(Ceremoniosa.) Trabajar es nuestro destino ¡ay! Hoy es sábado y tengo que recorrer catorce casas. Zafranio, ¿nos veremos luego?

 

ZAFRANIO

Comadre Rebeca, yo iré esta tarde á casa de la Moñotriste. (Van desfilando. Ariinán y los otros diablos salen los últimos.)

 

ARIMÁN

(Avanzando hacia la encrucijada próxima.) Separémonos aquí. Confío en que os ajustaréis estrictamente al plan convenido. Vosotros ya sabéis…

 

NADIR

Descuida. No discreparemos de lo pactado.

 

ARIMÁN

Visitad los lugares en que hierven el vicio y el libertinaje. Introducios con palabra falaz en los cerebros dañados y revolved en ellos hasta que no quede una chispa de razón.

 

ZAFRANIO

Muy bien.

 

ARIMÁN

Soplad con todo vuestro aliento infernal en los corazones corrompidos, para que lleguen á la completa insensibilidad.

 

NADIR

Se hará. Y tú…

 

ARIMÁN

Yo trabajaré en esfera más alta. Desde hace unos días olfateo una res de mayor cuantía, y os juro, por las barbas del Padre Satán, que no he de parar hasta cobrarla.

 

FIN DEL CUADRO PRIMERO

CUADRO SEGUNDO

DECORACIÓN