La Rebelión de los Pandemials - Federico Dominguez - E-Book

La Rebelión de los Pandemials E-Book

Federico Dominguez

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Los Pandemials son los jóvenes que una vez superada la pandemia tendrán entre 10 y 26 años. Encontrarán sociedades marcadas por la inequidad, el fin de la meritocracia, la soledad, el automatismo digital, el agotamiento de recursos naturales, y diversas crisis ambientales que afectarán la vida en el planeta. El covid-19 no solo agrava este panorama, que ya se perfilaba difícil de solucionar antes de la Crisis del 2020. Las simetrías puestas al descubierto por la pandemia aceleraron los tiempos previstos y ciclos, como los de Inequidad, Madre Naturaleza, Tecnología y Espíritu Humano colapsarán durante la Década de las Turbulencias (2020-2030). El final del modelo de sociedad basado en las clases medias y la meritocracia se da en medio de una crisis del espíritu humano y se potencia por un vínculo tóxico entre el desarrollo tecnológico y el derrumbe de ciertas instituciones sociales. Nuevos rituales y formas de relacionamiento que los reemplacen aún no han aparecido. Con un lenguaje claro y un inteligente procesamiento de toda información disponible, el financista y analista económico Federico Domínguez nos ofrece en su libro Rebelión Pandemial, los elementos necesarios para entender a esta nueva generación, a la desafiante década que tenemos por delante y a los cambios personales, grupales, económicos y empresariales que será vital implementar para transitar el turbulento porvenir.

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Seitenzahl: 287

Veröffentlichungsjahr: 2021

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La rebelión de los pandemials

Índice
PORTADILLA
INTRODUCCIÓN
PARTE 1 LOS CICLOS HUMANOS
LOS CICLOS HUMANOS
EL CICLO DE LA INEQUIDAD

Dominguez, Federico

La Rebelión de los Pandemials: los ciclos humanos y la década de las turbulencias / Federico Dominguez. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Editores Argentinos y hnos., 2020.

Libro digital, EPUB

Archivo Digital: descarga

ISBN 978-987-47882-0-7

1. Política. 2. Pandemias. I. Título.

CDD 303.49

© 2020, Federico Dominguez

© 2020, Editores Argentinos

Fotografía: Florencia Castillo

Diseño de cubierta: Gonzalo Lercari

Corrección: Dalia Goldman

Diseño de interior: Gustavo Lencina

Editores Argentinos

www.eeaa.com.ar

[email protected]

Hecho el depósito que indica la ley 11.723

Primera edición en formato digital: diciembre de 2020

Versión: 1.0

Digitalización: Proyecto451

Queda rigurosamente prohibida, sin la autorización escrita de los titulares del “Copyright”, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, incluidos la reprografía y el tratamiento informático.

Inscripción ley 11.723 en trámite

ISBN edición digital (ePub): 978-987-47882-0-7

INTRODUCCIÓN

“Este es el momento más peligroso para nuestro planeta.”

Stephen Hawking

La libertad ha sido algo raro en la historia de la humanidad. Hasta la llegada de los estados liberales modernos, los derechos de las personas eran muy reducidos, y la mayoría vivía en el campo en la extrema pobreza. Esto comenzó a cambiar con la Revolución Gloriosa de 1688 en la que el parlamento inglés puso un límite a la monarquía, y se garantizaron una serie de derechos que sentaron las bases para la ampliación de las libertades individuales, el crecimiento económico y el surgimiento del estado liberal que conocemos hoy en día. Un siglo más tarde ese proceso se consolidó y expandió con la Revolución Norteamericana y la Francesa.

El liberalismo, el padre del mundo moderno, es una doctrina que promueve las libertades, tanto las civiles como las económicas, y se opone al absolutismo y al conservadurismo al afirmar que todos los humanos tienen el mismo valor moral y los mismos derechos. Es un compromiso a favor de la dignidad humana, el tamaño limitado del gobierno, las libertades individuales, la ciencia, el debate y la reforma constante en pos del progreso humano. Con los estados liberales modernos la humanidad comenzó un ciclo de prosperidad creciente basado en avances tecnológicos, libertad, democracia, capitalismo y caída ininterrumpida de la pobreza. En los países desarrollados el período más próspero fue el posterior a la Segunda Guerra Mundial, cuando las personas de todos los grupos sociales podían aspirar a un empleo, una vivienda y una educación que les permitiera progresar.

Durante esos años, el máximo logro fue la meritocracia, compuesta por un conjunto de derechos garantizados, y un entorno económico que permitió que aquéllos que se esforzaban pudieran alcanzar la prosperidad económica. La meritocracia es un sistema político en el cual la distribución de los bienes y el poder político están establecidos en función del talento, el esfuerzo y los logros, en lugar de la riqueza heredada o la clase social de origen. La meritocracia pura es una utopía difícil de alcanzar, siempre habrá algunos con una situación más cómoda por cuestiones económicas, culturales y hasta generacionales. Pero el Sistema busca garantizar un piso de oportunidades que genere mayor movilidad social.

La caída del Muro de Berlín, en 1989, marcó el pico de un ciclo de prosperidad creciente y aumento de las libertades de más de dos siglos de duración. Tras ese hito histórico una fase de estancamiento relativo comenzó a expandirse a nivel global y perdura hasta hoy. En la actualidad, el liberalismo se encuentra dominado por elites tecnocráticas cerradas que generaron un complejo sistema del que solo pueden sacar provecho unos pocos y distanciando a los ciudadanos de sus gobiernos. Con la caída del bloque soviético los gobiernos liberales, al no tener un enemigo contra el cual luchar, perdieron el rumbo, dejaron de preocuparse por la gente común, dejaron de invertir en ciencia e iniciaron una Era de Desencanto. Los gobiernos están compuestos por personas, y estas se impregnaron del espíritu más individualista y menos comunitario que caracterizó los años 80 y 90. El orden social de muchos países occidentales dejó de cumplir su promesa de ofrecer posibilidades a todo el mundo. El contrato tácito entre los ciudadanos y sus gobernantes comenzó a resquebrajarse. Esta crisis del sistema de representación se potencia con la pandemia, y es común tras este tipo de eventos que el electorado busque la figura del líder que resuelva sus problemas.

El Covid-19 no solo agravó este panorama, que ya se perfilaba difícil de solucionar antes de la crisis del 2020. Las asimetrías puestas al descubierto por la pandemia aceleraron los tiempos previstos y ciclos, como los de Inequidad, Madre Naturaleza, Tecnología y Espíritu Humano, que colapsarán durante la década de 2020.

El precariado es la clase social que emergió de este periodo de desencanto. Está compuesta por un número muy grande de personas que experimentan un estancamiento de sus ingresos, tienen trabajos inestables y se encuentran con que su nivel académico excede los trabajos que pueden obtener. Guy Standing, profesor de la Universidad de Londres, definió tres subgrupos dentro del precariado. El primer grupo son los atavistas que tienen un bajo nivel de educación, provienen de familias y comunidades que han experimentado desindustrialización, y añoran el pasado. Entre ellos están muchos de los que votaron por Donald Trump, por Jair Bolsonaro, por Marie Le Pen y por la Liga Norte en Italia. Suelen pertenecer a la mayoría étnica de la sociedad. El segundo, los nostálgicos, está compuesto por minorías étnicas e inmigrantes, que no se sienten como ciudadanos, ni escuchados por el Estado. En la práctica, este los considera ciudadanos de segunda. Tienden a votar por partidos de centro como los Demócratas en los Estados Unidos. El tercer grupo son los progresistas, quienes ven un futuro perdido. Son los jóvenes que fueron a la universidad y escucharon la promesa de sus familias, sus comunidades, y sus maestros: si estudian tendrán el futuro asegurado. (1) Pero al llegar a la edad adulta se dan cuenta que todo es mucho más complicado que lo que suponían. Son muchos de los que votan por candidatos de izquierda como Bernie Sanders, Podemos en España, el PT en Brasil, y el kirchnerismo en Argentina.

El precariado ya no pertenece a una comunidad que le brinde seguridad e identidad, un sentido de solidaridad, reciprocidad y apoyo mutuo. Ni siquiera pueden ejercer plenamente sus derechos ciudadanos debido a que el sistema creado por la tecnocracia es tan complejo, que solo los más ricos tienen los recursos necesarios para poder aprovecharlo. Sus malestares económicos son atenuados por complejos programas de asistencia, que buscan mantenerlos a flote y dependientes de los tecnócratas, pero no resolver sus problemas de fondo. Los gobiernos hacen lo mínimo e indispensable para que no figuren en las estadísticas de pobreza.

Como resultado, gran parte del espectro político está mirando al pasado. El lema Make America great again llega al corazón de aquéllos que añoran los Estados Unidos del periodo 1945-1989 como los mejores años del país; los gobiernos populistas de Latinoamérica promueven políticas económicas estatistas de las décadas de 1940 y 1950; y el Brexit con su eslogan Let’s take back control, impactó en aquéllos que añoran la Gran Bretaña de líderes fuertes como Churchill y Thatcher.

En el mediano plazo el populismo de derecha tiene la demografía en contra, pero el de izquierda se alimenta de una generación de jóvenes que están cada vez más desamparados y esperan más del Estado. Lo que sucedió en Latinoamérica en la década del 2000 con el crecimiento de los gobiernos populistas de izquierda, podría replicarse en los países desarrollados si los gobiernos liberales no renuevan su compromiso con las clases medias y toman las medidas necesarias para reconstruir la meritocracia.

Los Pandemials

PARTE 1

LOS CICLOS HUMANOS

LOS CICLOS HUMANOS

“El mundo no volverá a ser el mismo”, “Es el fin del liberalismo”, “Veremos un nuevo orden global”, “China dominará el mundo”, “Fue enviado por Dios como castigo por el daño que hacemos a nuestro planeta”, “La normalidad no va a ser la misma”… Estas frases y muchas otras del mismo estilo leí y escuché en estos meses en relación a la pandemia. La realidad es distinta, el mundo no cambiará con el Covid-19, se acelerará. Ciertos procesos que comenzaron en las últimas décadas se volverán más rápidos, cambios que esperábamos que sucedan en cinco o diez años, sucederán en dos o tres.

La serie de la televisión británica Years and Years, estrenada en mayo del 2019 y producida por la BBC y HBO, muestra lo que podría suceder si el mundo siguiera su trayectoria actual. La serie acompaña a los miembros de la familia Lyons, cada uno con sus conflictos y retos particulares, entre el año 2019 y el 2034.

Durante ese periodo, la realidad política internacional y la de Reino Unido en particular, son cada vez más inestables y muestran al espectador un posible futuro. En dicho futuro el impacto del cambio tecnológico sobre la economía y la sociedad, la inequidad y el crecimiento de los populismos cargan de sufrimiento la vida de los protagonistas. Al finalizar cada episodio el espectador tiene una sensación de angustia y vacío, porque todos somos conscientes de que un futuro así –aunque sea poco probable– es factible de ocurrir.

Desde sus orígenes, la humanidad convive con diferentes fuerzas: la inequidad, la madre naturaleza, la tecnología, y el espíritu humano. Cada una de ellas tiene diferentes ciclos, los cuales están interconectados.

Durante la década de 1980, comenzaron las fuertes transformaciones que hoy impulsan la Rebelión de los Pandemials. El ciclo de mayor equidad que se había iniciado con el Estado de Bienestar posterior a la Segunda Guerra Mundial, acabó con la caída del Muro de Berlín, dando paso a un ciclo de inequidad creciente. El cambio tecnológico, sumado al aumento de los precios de la canasta de la meritocracia (vivienda, educación y salud), aumentaron la desigualdad en todo el mundo. Fue durante esa década cuando la evidencia respecto a que el Ciclo de la Madre Naturaleza estaba en riesgo por el cambio climático y el agotamiento de los recursos naturales se volvió irrefutable. En los 80 al acercarse el fin de la Guerra Fría los gobiernos de todo el mundo comenzaron a invertir menos en ciencia y tecnología. Fue también en esos años que se acentuó en las personas una crisis del espíritu humano debido al rompimiento de estructuras e instituciones que datan de muchos siglos, cuando aún no se han consolidado nuevos modelos, y todo ello amplificado por tecnologías que potenciaron el flagelo de la soledad.

El siguiente periodo importante fueron los años de la crisis global del 2007-2008 cuando quedó en evidencia que estos cuatro ciclos se encaminaban a una implosión, hacia un final que daría paso a nuevos ciclos. Durante esa crisis fue cuando la inequidad y las injusticias del Sistema quedaron al descubierto, y se originaron muchos de los votantes de gobiernos populistas.

En el año 2007 se lanzó el primer IPhone, Facebook pasó de ser una red social universitaria a una red para el público general, y Twitter irrumpió en el mercado. Pero el año relevante fue 2008, cuando todas estas redes comenzaron a tener un crecimiento exponencial y a ser utilizadas un número creciente de horas al día, lo que paulatinamente fue debilitando los vínculos reales en favor de vínculos digitales. Así se potenció la epidemia de la soledad que se encuentra en el centro del Ciclo del Espíritu Humano. Fue también ese año cuando las energías renovables se tornaron cada vez más viables desde el punto de vista económico y empezaron a masificarse, lo que despertó el interés de los ciudadanos. Por primera vez se comprendió que era posible acabar con la era de los combustibles fósiles.

Los cuatro ciclos tienen en común dos factores: harán implosión durante la década de 2020, y serán acelerados por los efectos de la pandemia. Los años 2020-30 ya se anticipan como la Década de las Turbulencias.

El cambio de los ciclos puede ser un proceso gradual y relativamente pacífico, o puede ser convulsionado y hasta violento. El ciclo de aumento de la inequidad, que quedó al desnudo con la pandemia, mutará en un ciclo de menor inequidad durante esta década o comienzos de la próxima. Será mediante una recomposición de la meritocracia de la mano de los gobiernos liberales, o será mediante gobiernos populistas, pero el cambio de tendencia resultará inevitable. Será con procesos democráticos pacíficos, o será con manifestaciones y disturbios como vimos en Francia con los chalecos amarillos; en Chile, tras el aumento del precio del transporte público; y en Estados Unidos tras el asesinato de George Floyd.

Por el lado del Ciclo de la Madre Naturaleza, el cambio climático está ingresando en un periodo crítico, y la década de 2020 es la última oportunidad de reducir fuertemente las emisiones, si queremos evitar aumentos de las temperaturas con efectos potencialmente catastróficos. En cuanto a la tecnología, su ciclo se está acabando. Los beneficios de los grandes desarrollos científicos de la Guerra Fría como el microchip, internet, el GPS y un amplio espectro de tecnologías, comenzarán a agotarse durante la década de 2020 y la próxima. Esto podría reducir el ritmo del avance, salvo que surjan nuevas tecnologías que impulsen un nuevo ciclo.

Los ciclos están interconectados. El Ciclo Tecnológico, así como la sobrepoblación, precipitó el último Ciclo de la Inequidad. Sin nuevas tecnologías es muy difícil frenar el cambio climático en los tiempos que requiere nuestro planeta. Si no lo frenamos será aún más difícil reducir la inequidad en un contexto de sequías, escasez de alimentos y fenómenos meteorológicos extremos. Y sin una nueva fase de reducción de la inequidad y meritocracia, no podremos tener un nuevo Ciclo del Espíritu Humano.

Toda la energía de los Pandemials alimenta estos cuatro ciclos. Su fuerte sentido de la moral y de la ética no tolera altos niveles de inequidad causados por una meritocracia agonizante. Su fuerte conciencia ecológica, producto de una visión humanista sobre la naturaleza y una fuerte preocupación por la inminente catástrofe ambiental, los hace muy activos en todo lo relacionado al cambio climático. Su alta capacidad de adaptación a la tecnología acelera el Ciclo Tecnológico y a su vez impulsa la crisis del espíritu humano con la creación de comunidades virtuales que debilitan los vínculos físicos.

Para entender las turbulencias que viviremos durante esta década, necesitamos comprender cómo funcionan estos ciclos. Son un aviso que nos da la oportunidad de elegir qué queremos como especie humana y exigir las políticas públicas en función de ese futuro deseado.

La Rebelión de los Pandemials es la energía juvenil y renovadora que necesita ser canalizada por el sustento ideológico y pragmático del liberalismo para llevar a cabo estas políticas y así evitar el futuro de Years and Years.

EL CICLO DE LA INEQUIDAD

En su libro Supermarket USA: food and power in the Cold War farms race, Shane Hamilton explica que durante la Guerra Fría los propagandistas del gobierno norteamericano imaginaban a los supermercados como armamentos ideológicos. La imagen de la familia norteamericana recorriendo las góndolas con comida abundante y precios accesibles, cargando sus compras en el auto, y viviendo en una linda casa con jardín en un barrio de los suburbios recorrió el mundo. Era la clara muestra de las ventajas del capitalismo estadounidense y la democracia liberal. Solo el capitalismo podía ofrecer este nivel de vida a toda su población en contraposición al autoritarismo y la escasez crónica en los países comunistas. Esta imagen fue la base de la propaganda anticomunista durante los 40 años que duró la Guerra Fría. (3)

Tras la Segunda Guerra Mundial y el inicio de la Guerra Fría, comenzó en todo el mundo la lucha entre dos modelos. El capitalismo ya no estaba solo, tenía un competidor que había salido de Rusia para expandirse a Europa del Este, China, Corea del Norte, Vietnam y Cuba. Nació el mundo bipolar, y cada bando debía demostrar a su población y al resto del planeta que su modelo era el mejor. La solución de los gobiernos occidentales fue acelerar el proceso de expansión de la educación y la salud pública, además de otros programas sociales que se habían iniciado tras la crisis de 1930. En Europa estuvo representado por el Estado de Bienestar que surgió en la posguerra y en los Estados Unidos por Lyndon B. Johnson y su “Guerra contra la pobreza” y su concepto de “La gran sociedad”. El objetivo era tener a la población feliz para que el totalitarismo soviético se mantuviera lejos de nuestros ciudadanos.

EL PARAÍSO DE LA CLASE MEDIA

Ser una familia de clase media implicaba poder comprarse una casa, tener un auto, salir a cenar afuera una vez a la semana, poder vacacionar todos los años y poder mandar a los hijos a la universidad. La clase media era la prueba del éxito del capitalismo y los estados liberales. Las propiedades eran baratas, los jóvenes podían acceder a educación universitaria de excelencia sin necesidad de contraer grandes deudas, la salud era de calidad y accesible. Todos estos bienes y servicios constituyen la canasta de la meritocracia y fueron la base de esa prosperidad. Era un mundo feliz donde quienes trabajaban duro podían acceder a los beneficios del Sistema. Entre 1946 y 1980 el ingreso total de los norteamericanos creció un 95%, lo que significó que para la clase media fueran los mejores años en toda la historia de ese país. El ingreso después de impuestos creció un impresionante 129% en ese período para el 50% de la población de menos ingresos. (4) Fue la era dorada de la clase media, no solo en los Estados Unidos, sino en la mayor parte del mundo desarrollado.

Las clases medias despertaron del sueño a principios de los 80. Ingresos estancados y el aumento del precio de algunos bienes y servicios les impedían acceder a ellos con facilidad. La revolución tecnológica y la automatización habían provocado un estancamiento en los ingresos de muchos trabajadores. Los ingresos del 50% de los norteamericanos de menores ingresos crecieron un 21% entre 1980 y el 2014, en comparación con el aumento del 113% que tuvieron los ingresos del 10% que más gana. (5) Entre 1980 y 2020 la economía norteamericana se ha triplicado y el PBI per cápita prácticamente duplicado. (6) En términos globales han sido excelentes años para la economía, pero la distribución de los beneficios resultó muy desigual.

El ciclo de prosperidad económica iniciado tras la Segunda Guerra Mundial llegó a su fin a principios de los años 80, pero el aumento de los niveles de deuda evitó su colapso. No afectó a los Baby boomers porque ya habían podido comprar sus casas, tenían garantizadas sus jubilaciones, y el Estado cubría sus gastos médicos. Ellos no necesitaban protestar. Sus hijos, quienes nacieron en la década de los 70 tampoco: habían contraído deudas más o menos razonables para poder comprarse una casa y pagar su educación. El problema se les presentó a los Millennials que nacieron en las décadas del 80 y 90: se encontraron con que las deudas que debían tomar para tener la misma educación y vivienda que sus padres eran cada vez mayores e insostenibles. En realidad el ciclo ya estaba agotado desde principios de los 90, pero gracias a la deuda barata se evitó su colapso. Esto quedó al descubierto durante la crisis del 2008, ahí fue cuando se comenzaron a generar los votantes de Donald Trump, el Brexit, Bernie Sanders, Podemos y Le Pen, entre muchos de los que se sintieron abandonados por el Sistema. Y por último la pandemia, el golpe de gracia que terminó de exponer sus defectos.

El Ciclo de Inequidad creciente está en sus etapas finales debido a la presión social y cambios demográficos sobre los que hablaremos más adelante. Sucederá ya sea que gobiernen los liberales o la izquierda. Los Pandemials con su sentido de la justicia y la meritocracia vinieron a acelerar este proceso. Dependiendo del tipo de políticas que adopten los gobiernos, veremos una sociedad más pobre e igualitaria, o una más rica e igualitaria. Pero lo que es seguro es que será más igualitaria.

GRIETAS EMERGENTES

Lo que se comenzó a generar en la década de 1980 es una gigantesca grieta entre los ricos y el resto de la sociedad. El ingreso de los que menos ganan prácticamente se estancó, cuando el del 10% más rico, y en especial el del 1% más rico, creció espectacularmente. Desde 1980 el porcentaje del ingreso total después de impuestos del top 10% de los estadounidenses se duplicó para alcanzar el 40%. (7) Este grupo disfruta de un alto nivel de vida, grandes casas y apartamentos, autos de lujo, comida orgánica, viajes a lugares exóticos, asistencia a las más prestigiosas universidades y un sistema de salud con los mejores especialistas del mundo. En contraposición, el 50% de menores ingresos en Estados Unidos redujo su participación al 20%. No solo resignaron ingresos, sino también estatus social.

La inequidad no es un problema en sí mismo. Es comprensible que haya personas con más ingresos y patrimonio que otras. Es parte del capitalismo y del sistema democrático en el que vivimos. La cuestión es en qué medida esta inequidad está sustentada por la meritocracia, si los postergados lo están por falta de esfuerzo o por falta de oportunidades. Que no haya un piso mínimo garantizado o que el ingreso de los que menos ganan se estanque durante muchas décadas, que su esfuerzo no produzca resultados, les genera mucha frustración y descontento.

Si un empresario que gana cientos de millones por año quiere comprarse una enorme casa en Los Hamptons, un piso en NY, un penthouse en París, un cuadro de Picasso, y un avión privado para escapar a una isla durante la pandemia, está en todo su derecho en tanto pague sus impuestos y respete las leyes.

¿Cómo debería funcionar el Sistema para ser más justo? Doy algunos ejemplos: los viajes en avión de ese millonario deberían pagar un tributo para compensar todas las emisiones de CO2 que generan sus vuelos; por los departamento en NY y París debería pagar un impuesto adicional si no son su residencia principal, si esas propiedades no están destinadas al alquiler y además se encuentran en zonas con alto déficit de viviendas. Conceptualmente estos impuestos son justos debido a que el planeta es de todos: el uso del escaso espacio disponible debería seguir un principio de equidad, y el daño sobre la madre naturaleza debería seguir un principio no solo de equidad sino también de reparación y conservación por tratarse de recursos intergeneracionales.

Ahora bien, esa persona, al igual que cualquier otra, debería estar impedida de usar estructuras fiduciarias como fideicomisos irrevocables para reducir su pago de impuestos. No encuentro ningún motivo por el cual deba pagar un impuesto a las ganancias más alto que el 30% o 40% que existe actualmente en la mayoría de los países; pero siempre hay que chequear –como dijo Warren Buffet– que su tasa impositiva no sea inferior a la de su secretaria. Además, como sucede en muchos países desarrollados, sería razonable que sus herederos pagaran un impuesto a la herencia el día que esta persona fallezca. Este tipo de legislaciones aumentan la percepción de que el Sistema es justo.

En muchos países hay resentimiento contra las clases altas. Por lo general, esto es fomentado por políticos que buscan hacer un uso político de la pobreza. En otros sucede porque hay quienes piensan que sus fortunas provienen de privilegios, que sus empresas están protegidas por poderosos lobbies, o el gobierno los favorece con beneficios fiscales, o son banqueros inescrupulosos, o es plata heredada que no pagó impuestos u otros motivos similares. La mayoría de las veces esto no es así, y son simplemente personas que hacen todo lo posible dentro del marco de la ley para aumentar sus ingresos. Por otro lado, cuando los más pobres ven cómo sus vidas son cada vez más duras, se sienten frustrados. Pero lo que se debe comprender es que el problema no son los millonarios, sino los gobiernos y sus políticas públicas defectuosas los que incrementan la inequidad.

LA IMPOSIBILIDAD DE “ACCEDER”

El tema central aquí es la meritocracia. La creencia de que todos tenían posibilidades de éxito y que lo obtenido era gracias a su esfuerzo fue parte de la esencia nacional de muchos países en los años de posguerra. Que un niño que nace en un barrio pobre de los suburbios pueda acceder a una excelente educación, y que si supera el examen de ingreso pueda asistir a las mejores universidades sin necesidad de vivir endeudado. Que una persona que nace abajo pueda llegar a la cima, como sucedía en mucha mayor medida hasta la década de 1980. Que un trabajador de clase media pueda comprar una vivienda sin estar asfixiado por las deudas, que una persona no vaya a la quiebra por no poder pagar sus gastos médicos. Cuando estos problemas desaparecen, el resentimiento contra las clases altas se reduce significativamente.

En términos de equidad social Europa está mucho mejor que Estados Unidos y que la mayoría de las regiones del mundo. Su modelo es muy exitoso en lo que se llama “pre-distribución”: inversiones en educación, salud universal, y regulación de los mercados de trabajo para garantizar altos salarios mínimos.

La cuestión de la inequidad en Europa pasa mucho más por el acceso a la vivienda, por los altos impuestos al consumo y al trabajo, así como por mercados de trabajo muy regulados que provocan una alta tasa de desempleo en especial entre los jóvenes, restringiendo el crecimiento económico.

Esta fue la base del descontento que hizo que millones de personas votaran a Donald Trump y, en Inglaterra, que apoyaran el Brexit. Inequidad y el rechazo a una clase gobernante tecnocrática que se percibe como carente de empatía, corporativa y ajena a los problemas de la gente común. Es el reflejo de una parte de la población que fue castigada por la globalización, la automatización y un Estado que no supo responder a esas transformaciones.

La inequidad siempre estuvo asociada a periodos de inestabilidad social. La Revolución Francesa, la Gilded Age