Volver a ser grandes - Federico Domínguez - E-Book

Volver a ser grandes E-Book

Federico Dominguez

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Beschreibung

Entre 1880 y 1943 fuimos un país abierto al comercio, al capital, a la tecnología, con un Estado pequeño, bajos impuestos, pocas regulaciones, una política educativa eficiente y sólidos derechos de propiedad. En pocos años, esa fórmula convirtió a la Argentina en uno de los países más ricos y prósperos del mundo. La década que comenzó con la pandemia, que para el mundo se presenta turbulenta, es para nuestro país una oportunidad para volver a las bases que hicieron de la Argentina un gran país. En este momento, Argentina está viviendo su revolución liberal: cambios drásticos en un corto periodo de tiempo en materia económica, política, social y cultural. Como toda revolución, es vertiginosa, intransigente e implica el choque entre dos modelos. No hay medias tintas, hay ganadores y perdedores. De perdurar en el tiempo, marcará el rumbo del país durante muchas décadas. Volver a ser grandes, el nuevo libro del consultor financiero Federico Domínguez, analiza y explica, valiéndose de un lenguaje claro y accesible, los cambios de los últimos años en la Argentina, la llegada de la revolución liberal y las profundas transformaciones globales que estamos viviendo, que representan una oportunidad sin precedentes para nuestro país.

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Seitenzahl: 167

Veröffentlichungsjahr: 2024

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Volver a ser grandes

Volver a ser grandesRevolución liberal y cambio de ciclo

Federico Domínguez

Índice de contenido

Prólogo

Parte 1. Revolución

¿Y si sale bien?

Revolución

Jóvenes

pandemials

Nueva Derecha Global

Parte 2. Los Ciclos

El equilibrio perdido

Cambio de ciclo

Parte 3. Argentina extractivista

Corporativismo en crisis

La pirámide extractivista

Parte 4. Nuevos paradigmas globales

Nuevos paradigmas globales

Mundo Bipolar

Un mundo que envejece

Parte 5. Resurgir con fuerza

Tres anclas nominales

Motor de crecimiento

El siglo de Argentina

Volver a ser grandes

Landmarks

Tabla de contenidos

Comienzo de lectura

Portada

Domínguez, Federico

Volver a ser grandes / Federico Domínguez - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Galerna, 2024.Libro digital, EPUB

Archivo Digital: descarga ISBN 978-631-6632-17-3

1. Economía. I. Título.

CDD 330.82

©2024, Federico Domínguez

©2024, RCP S.A.

Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida, almacenada o transmitida en manera alguna, ni por ningún medio, ya sea eléctrico, químico, mecánico, óptico, de grabación o de fotocopias, sin permiso previo del editor y/o autor.

Digitalización: Proyecto 451

Foto de contratapa: Florencia Castillo

A todos los argentinos que soñamos y luchamos por un país mejor.

El liberalismo, el padre del mundo moderno, es una doctrina que promueve las libertades, tanto las civiles como las económicas, y se opone al absolutismo y al conservadurismo al afirmar que todos los humanos tienen el mismo valor moral y los mismos derechos. Es un compromiso a favor de la dignidad humana, el tamaño limitado del gobierno, las libertades individuales, los mercados abiertos, la ciencia, el debate y la reforma constante en pos del progreso humano.

PRÓLOGO

La caída del Muro de Berlín el 9 de noviembre de 1989 marcó el triunfo de la libertad y del modelo liberal en el mundo. Esta apertura significó que la Guerra Fría estaba llegando a su fin, y solo dos años más tarde, con la disolución de la Unión Soviética, el comunismo también llegó a su término.

El colapso del comunismo y de la URSS impuso grandes desafíos a países como Rusia, Polonia, los países del este de Europa y los bálticos, cuyas economías funcionaban completamente centralizadas bajo el modelo colectivista soviético. El principal desafío era que todas las empresas eran estatales, el país atravesaba una hiperinflación, no había un sistema bancario, la economía estaba hiperregulada, el Estado era un engranaje de corrupción y no existía seguridad jurídica.

Sin llegar al extremo de la Unión Soviética, podemos comparar el proceso que vive Argentina con el que atravesaron países como Chile, Nueva Zelanda, Israel, Irlanda, Corea del Sur o Singapur, que hicieron una transición desde economías centralizadas y estatistas hacia altos niveles de libertad económica.

En diciembre de 2023, Argentina compartía muchos de los problemas de las repúblicas socialistas: la economía se encaminaba hacia una hiperinflación, el sistema bancario prestaba el 80 % de los depósitos al Estado, el Estado tenía decenas de empresas públicas, la mayoría de ellas deficitarias, existían regulaciones monstruosas, la corrupción imperaba en todos los niveles del Estado y había juicios internacionales por violar sistemáticamente los derechos de propiedad. Muchos de estos problemas aún persisten, pero bajo un programa de shock acelerado, Argentina se encamina hacia una economía y una sociedad civil mucho más libres.

La batalla más importante de este proceso es la cultural, la que se da dentro de cada argentino que, en muchos casos, votó por la “motosierra” cuando quedó claro que otras alternativas estaban completamente agotadas, cuando quedó claro que, tras ochenta años de decadencia casi ininterrumpida, “más de la misma receta estatista” no iba a resolver los problemas.

Lo que sigue a la caída del “muro corporativista” es, para muchos argentinos, descubrir cómo funciona una economía de mercado, una sociedad civil sin interferencia del Estado, y cómo desde el liberalismo hay propuestas superadoras no solo en términos económicos, sino también en educación, salud, seguridad e infraestructura.

Tendemos a pensar que la historia es lineal, cuando en realidad es cíclica. Como venimos de ochenta años de decadencia, muchos creen que esa trayectoria no se puede revertir, pero eso es lo que está ocurriendo. Y como es cíclica, ni los ascensos ni las caídas son eternos.

Argentina es el único país del mundo que fue desarrollado y dejó de serlo sin haber atravesado conflictos bélicos significativos, guerras civiles, conflictos étnicos o religiosos, catástrofes naturales o haber estado dominada por una potencia extranjera. La decadencia argentina es obra de los argentinos y las decisiones erróneas que se tomaron en los últimos cien años.

En este nuevo ciclo, Argentina busca cambiar el rumbo de la historia. Mientras el mundo, e incluso los gobiernos de la “nueva derecha global”, viven en persistentes y elevados déficits fiscales, Argentina tiene superávit. Mientras el mundo propone políticas proteccionistas, Argentina busca abrir su economía. Mientras en el mundo calan profundamente las consignas nacionalistas, en Argentina se impone el liberalismo. Estas son solo algunas de las diferencias del proceso que está llevando adelante el presidente Javier Milei y su equipo de gobierno.

La década iniciada con la pandemia, que para el mundo ha sido turbulenta, para Argentina es una gran oportunidad. Una oportunidad para volver a las bases que nos hicieron un gran país, una oportunidad para volver a ser grandes.

En este libro hablo sobre la revolución liberal que está viviendo Argentina, sobre el rol de los jóvenes, sobre los ciclos económicos e institucionales que marcan nuestra historia, sobre los profundos cambios globales que estamos experimentando en esta década, sobre el modelo corporativista que se está derrumbando y sobre por qué estoy convencido de que Argentina tiene un gran futuro por delante, el de ser un refugio en un mundo turbulento y complejo.

Federico Domínguez

Septiembre de 2024

Hemos decretado el fin de la noche populista.

Javier Milei

10 de diciembre de 2023

PARTE 1

REVOLUCIÓN

01

¿Y SI SALE BIEN?

En noviembre del 2023, durante un almuerzo a pocos días del balotaje, un conocido economista me señala una puerta a unos diez metros de la mesa y me dice: “Ves esa puerta, si agarro un arma y le disparo a la cerradura, tengo que tener mucha suerte para que pase por el orificio. Bueno, esas son las chances de que a Milei le vaya bien”.

En este libro intento explicar por qué entiendo que el disparo de Milei ya atravesó el agujero de la cerradura y cómo se transformará el país si el programa sale bien. Pero, al mismo tiempo, ¿qué pasaría si sale más o menos?, ¿y qué sucedería si sale mal?

Si sale bien, significa que el gobierno habrá ganado la batalla cultural y el modelo económico liberal no sólo será aceptado, sino también demandado por gran parte de la sociedad. Junto con la baja de la inflación, el gobierno obtendría una contundente victoria en las elecciones legislativas del 2025, tras lo cual profundizaría el proceso de desregulación de la economía, reducción del Estado y la baja de impuestos. En pocos años, los supermercados estarían repletos de productos de todo el mundo, la inflación sería un mal recuerdo del pasado y usaríamos el dólar como moneda para las transacciones cotidianas, veríamos una fuerte suba del poder adquisitivo del salario, los automóviles se podrían comprar más baratos y mediante el sistema de leasing, la clase media compraría viviendas con crédito hipotecario a 30 años, los pasajes aéreos, computadoras y celulares costarían lo mismo que en Europa. La inversión sería récord, al igual que las exportaciones. Habría una inversión en infraestructura sin precedentes financiada por privados. Los impuestos se reducirían significativamente, la pobreza bajaría al 15 % para el 2030 y la economía crecería al 5 % anual durante muchos años.

Como en toda transformación profunda, habrá ganadores y perdedores. Muchas empresas abrirán y muchas otras cerrarán, mientras otras se transformarán. Se perderán cientos de miles de empleos en el sector público, que serán remplazados por una mayor demanda en el empleo privado. Muchos deberán actualizar sus habilidades y volver a capacitarse. Habrá mayor movimiento dentro del país de personas que se trasladan por oportunidades laborales como sucede en los Estados Unidos y economías con mayor dinamismo en el mercado de trabajo. El proceso será dinámico, vertiginoso, por momentos duro, pero en conjunto la mayoría de los argentinos habitaremos un país mucho más próspero.

El impacto a nivel global sería enorme. El mundo ya no sólo hablaría de Milei, como ya sucede actualmente, sino que buscaría implementar sus propuestas: una fórmula que contradice los manuales de la tecnocracia y la agenda 2030. Así como la revolución liberal en los 80 nació desde Estados Unidos e Inglaterra, esta vez podría nacer desde el Sur del continente, para expandirse a otras latitudes.

Si sale mal, una parte significativa de la sociedad se resistiría a las reformas estructurales, la oposición intentaría destruir el superávit fiscal desde el congreso y la justicia. El dólar subiría y las corporaciones intentarían derrumbar al gobierno. El gobierno perdería las elecciones legislativas de 2025 y el Presidente no sería reelecto en 2027. Los gobernadores buscarían colocar en la presidencia una figura de consenso que plantee una salida corporativista, como hizo Duhalde en 2002, siendo Miguel Pichetto un posible candidato, tal como expresó Jorge Fontevecchia en una vergonzosa columna de Diario Perfil (1). La crisis de la economía se profundizaría y se aceleraría el éxodo de jóvenes al exterior, al mismo tiempo que cobraría fuerza el discurso de que “Argentina es un país inviable”. Aumentaría la conflictividad social, veríamos un nuevo default de la deuda, la inflación volvería a niveles por arriba del 100 %, la economía se estancaría y la pobreza se consolidaría en niveles cercanos al 50 %. Entraríamos en una crisis política por falta de representatividad, al mismo tiempo que parte de la sociedad se resistiría a volver al pasado.

Una tercera opción es que no salga ni mal ni bien, sino más o menos. En este escenario, el gobierno mantiene el equilibrio fiscal, logra bajar la inflacion, pero no aprobar reformas económicas importantes. La desregulación de la economía se traba en el Congreso y la justicia. Las reducciones de impuestos a nivel nacional son neutralizadas por nuevos impuestos provinciales y tasas municipales. La sociedad acompaña, pero muchos pierden el entusiasmo. La inflación baja a niveles de un dígito anual, la economía crece, aunque lentamente, y el desempleo aumenta.

El escenario generado sería similar al de la segunda mitad de la década de 1990, cuando las reformas impulsadas por el gobierno de Menem quedaron a medio camino. Algunos trabajadores perderían sus puestos de trabajo, pero serían muchos más quienes estarían mucho mejor remunerados y defenderían fervientemente el modelo. Al igual que en la década de 1990, para muchos dentro del sistema sería el mejor gobierno de la historia y para otros el peor, dado que las personas suelen evaluar los gobiernos en función de su economía personal.

Al no haberse completado las reformas estructurales, el país y la continuidad del modelo serían vulnerables frente a un shock externo, como una fuerte caída de los precios de los commodities o una suba de tasas en Estados Unidos que interrumpa el financiamiento. En el largo plazo, Argentina podría salir adelante, pero el camino sería más costoso.

De los tres, el primer escenario está pasando de la categoría de probable a la de factible: cada vez es más probable que la bala haya atravesado la cerradura. Falta un largo camino, y muchos argentinos aún no sienten la mejora, pero las bases del cambio son sólidas y son muchos los factores que me hacen pensar que ya no hay vuelta atrás.

DIFERENCIAS ENTRE MENEM, MACRI Y MILEI

Automáticamente, tendemos a comparar el programa del gobierno libertario con otros gobiernos de la historia reciente que han sido, o pretendido ser, pro-mercado. Me refiero específicamente a los gobiernos de Carlos Menem y de Mauricio Macri.

Empecemos con el de Carlos Menem:

En términos económicos hay similitudes en la desregulación de la economía, privatizaciones y en la búsqueda de un ancla nominal de tipo de cambio, como ser la convertibilidad o la dolarización. En lo fiscal, el programa liberal es mucho más ortodoxo que el de Menem. La convertibilidad colapsó por cuestiones fiscales y, aunque el Estado nacional ajustó sus gastos en los 90, las provincias los siguieron aumentando. En los 90 la desregulación de la economía quedó a medio camino por lo que no alcanzó el nivel de competitividad suficiente para poder absorber shocks externos. La desregulación que propone Javier Milei junto con Federico Sturzenegger es mucho más profunda. En lo laboral, Menem transó con los sindicatos y les permitió continuar con el negocio de las obras sociales. Durante su gobierno nacieron los fondos fiduciarios nacionales, que facilitaron mucha corrupción. Menem creía en esa forma de hacer política. Milei opera distinto: las concesiones económicas son prácticamente inexistentes y se limitan a “no quitar por un tiempo” en lugar de “generar un nuevo gasto”; negocia tiempos no cuestiones de fondo.En términos institucionales, durante el gobierno de Menem se configuró una justicia federal corrupta con oscuros vínculos con los servicios de inteligencia, se encubrió el atentado a la Embajada de Israel, a la voladura de la AMIA y se sospecha que su gobierno estuvo directamente conectado con la explosión en la fábrica militar de Río Tercero para encubrir pruebas de contrabando de armas. Por el momento, Milei no ha dado señales de querer interferir en la justicia federal, siendo lo único cuestionable en esta materia la candidatura del polémico juez Lijo a la Corte suprema, en un intento de introducir al mismo tiempo al liberal Manuel García Mansilla en el máximo tribunal y alcanzar una mayoría que proteja su programa de reformas.En lo social, durante la década del 90 no existió una red de seguridad social y quienes se quedaban sin empleo iban directo a la pobreza. El programa liberal, que está instrumentando el Ministerio de Capital Humano, mantiene el apoyo a los más vulnerables y a los programas nacidos en la crisis de 2002 y expandidos luego durante el kirchnerismo. A diferencia del gobierno de Menem, que fue una constante ostentación de lujos, el de Milei preconiza la austeridad. Donde sí hay muchas similitudes entre las políticas de Menem y Milei es en el alineamiento internacional, donde Argentina vuelve a alinearse con Estados Unidos y las democracias liberales, distanciándose del eje Bolivia, Venezuela, Irán. El de Menem fue un gobierno neoliberal, en línea con lo que sucedía en el mundo en ese momento tras la caída de El Muro de Berlín, pero al mismo tiempo marcado por el corporativismo y la corrupción propia de gran parte del peronismo. El de Milei se perfila como un gobierno auténticamente liberal, con más características de «antipolítica» e intransigencia revolucionaria (en el siguiente capítulo lo analizaremos en profundidad).

En relación con el gobierno de Mauricio Macri, las diferencias también son muy significativas:

El gobierno de Cambiemos adoptó una política económica conocida como gradualismo, que aumentó el déficit fiscal el primer año de gestión (2). Hubo una importante desconexión entre política fiscal y monetaria que llevó a un importante déficit cuasi fiscal y un elevado endeudamiento externo. No produjo cambios regulatorios significativos ni enfrentó el poder de los sindicatos. El gobierno de Cambiemos creía en un importante rol para el Estado, en hacerlo más eficiente pero manteniendo un rol central en la dinámica económica y de prestación de servicios públicos. En cambio, el liberalismo busca reducirlo a su mínima expresión, y transferir todas las funciones posibles al sector privado. En cambio, en lo que refiere al alineamiento internacional, hay muchas coincidencias entre el gobierno de Cambiemos y el libertario.

Otros han caído en el terreno de lo absurdo al querer comparar al gobierno de Milei con la última dictadura militar:

La dictadura que gobernó el país entre 1976 y 1983 fue nacionalista y corporativista, lo que la pone mucho más cerca del peronismo que del ideal libertario. De hecho, ambos fueron protagonistas del capítulo más oscuro de la historia argentina: la represión ilegal comenzó con la Triple A y el peronismo, y continuó y se agravó con el gobierno militar.La política económica de Martínez de Hoz no fue liberal, todo lo contrario. Consistió en un alto déficit fiscal y cuasi fiscal, financiado con endeudamiento en dólares, altas tasas de interés y un tipo de cambio artificialmente bajo. Es totalmente opuesta a la implementada por el liberalismo desde que asumió en diciembre.

Hay otras diferencias con los gobiernos del pasado que merecen destacarse:

Los gobiernos del último siglo estuvieron marcados por cómo manejaron las relaciones con las diferentes corporaciones: gobernadores, justicia, industriales, sindicatos, medios de comunicación, militares, iglesia y organizaciones sociales. Menem transó con las corporaciones, Macri no pudo lidiar con ellas, y Milei las encontró desgastadas y ni siquiera considera negociar con ellas cuestiones de fondo.Otro factor importante es la relación con los gobernadores. En busca de gobernabilidad, todos los gobiernos desde la vuelta de la democracia cedieron poder y recursos ante ellos. Milei les aplico un fuerte recorte de fondos.El de Menem fue el gobierno de un político de raza, sin ningún tipo de parámetros morales, el de Macri el de un tecnócrata, que tomó pocos riesgos, el de Milei es el de un outsider, sin miedo a ir al choque y con una base ideológica (el anarcocapitalismo) mucho más profunda que sus antecesores. Insisto en este punto porque se suele comparar a Milei con Menem. El de Menem aplicó muchas medidas económicas promercado, y gracias a esto su primer gobierno fue exitoso en términos económicos gracias al desguace de gran parte de los servicios en manos del Estado y políticas estatistas acarreadas desde el primer gobierno de Perón. Pero no se lo puede calificar como liberal. A diferencia de Menem, el liberalismo no es corporativista, no quiere controlar los poderes del Estado y no es corrupto. Analizar el gobierno de Macri resulta más complejo; su gobierno fue más tecnocrático que liberal, limitado por una coalición de gobierno de centro-izquierda con mucho peso de la UCR y la Coalición Cívica. El gran valor de su gobierno fue vencer al peronismo en 2015 y construir una alternativa de poder al mismo, independientemente de sus escasos resultados económicos.Sería anacrónico no considerar el contexto de cada presidencia. Menem tuvo una crisis de base que ayudó a que la sociedad aceptara reformas estructurales, mayorías parlamentarias y “la caja” de las privatizaciones. Macri tuvo una sociedad que no estaba lista para hacer grandes sacrificios y un mandato de cambio mucho más moderado que el que recibieron Menem o el libertario. Milei tiene una sociedad dispuesta a acompañar cambios profundos, pero cuenta con una situación política más débil y un contexto económico mucho más adverso que sus antecesores. Por otro lado, en los 90 no existía el fenómeno de la antipolítica que sembró las bases para el surgimiento de Milei con un sello político con tan solo dos años de antigüedad.

ANTECEDENTES Y PERSPECTIVAS

Si quisiéramos encontrar una referencia histórica de las ideas que está articulando Milei deberíamos remontarnos al periodo 1880-1943 cuando Argentina aplicó las ideas económicas liberales y en poco años se convirtió en uno de los países más ricos y prósperos del mundo. La Argentina y el mundo son muy diferentes de los de aquel entonces. Pero las bases de un país próspero siguen siendo las mismas: volver a una Argentina abierta al comercio, al capital, a la tecnología, con un Estado chico, eficiente y sólidos derechos de propiedad. Una Argentina que abraza la libertad en todas sus formas.

Independientemente de si le agrada o no al lector, en estos momentos el rumbo del país es claro porque nos gobierna un presidente realmente ideológico. Los políticos no suelen tener ideología, se adaptan al contexto. Menem hablaba de “revolución productiva” durante la campaña del 89 y terminó implementando un programa neoliberal. Los Kirchner se dedicaron a hacer plata durante los años de la dictadura, apoyaron a Carlos Menem y la privatización de YPF; unos años más tarde, se convirtieron en abanderados de los derechos humanos y estatizaron YPF. En el caso de Milei, sus ideas se han sostenido en el tiempo y no ha aplicado en lo que va de su gobierno el teorema de Baglini, que dice que cuanto más un político se acerca al poder, más se moderan sus ideas. Esta consistencia, poco frecuente en la política, otorga claridad respecto al rumbo del gobierno.