La República de Miami - José Buajasán Marravi - E-Book

La República de Miami E-Book

José Buajasán Marravi

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Beschreibung

El libro es una profunda análisis de la historia de la inmigración cubana en el Estado de Miami y, principalmente, de las actividades contrarrevolucionarias, anticubanas, de las múltiples organizaciones, grupos e individuos radicados allí desde el triunfo de la Revolución y empeñados a revertir a toda costa el curso de la historia. En sus páginas abundan nombres de personajes como Venciana, Luciano, Más Canosa y muchos otros representantes de la frustrada fauna terrorista, politiquera y simplemente criminal.

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Seitenzahl: 650

Veröffentlichungsjahr: 2018

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Primera edición, 2003

Segunda edición, 2005

Edición base: Ricardo Barnet Freixas

Edición para e-book: Natalia Labzovskaya

Diseño de interior: Haydée Cáceres Martínez

Diseño de cubierta: Carmen Padilla González

Realización digitalizada: Yuleidys Fernández Lago

Corrección: Pilar Trujillo Curbelo

Emplane automatizado: Irina Borrero Kindelán

Emplane para e-book: Ana Molina González y Madeline Martí del Sol

© José Buajasán Marrawi y José Luis Méndez Méndez, 2005

© Sobre la presente edición:

Editorial de Ciencias Sociales, 2017

ISBN 978-959-06-1961-8

 

Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del Copyright, bajo la sanción establecida en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo público.

 

Distribuidores para esta edición:

 

EDHASA

Avda. Diagonal, 519-52 08029 Barcelona. Tel. 93 494 97 20 España

E-mail:[email protected] 

En nuestra página web: http://www.edhasa.es encontrará el catálogo completo de Edhasa comentado

 

RUTH CASA EDITORIAL

Calle 38 y ave. Cuba, Edif. Los Cristales, oficina no. 6 Apartado 2235, zona 9A, Panamá

[email protected]

www.ruthcasaeditorial.org

Índice de contenido
Introducción
Se gesta la república
1.1 El condado Miami-Dade
1.2 Miami. El enclave
1.3 Antecedentes de la emigración cubana
1.4 Primero de enero de 1959. Los batistianos llegan primero
1.5 Politiqueros, ex-miembros del Ejército,la Marina y la Policía llegan en la primera oleada
1.6 Los vicios se clonan. La droga, el juego y la prostitución llegan también a Miami
1.6.1 La droga
1.6.2 El juego
1.6.3 La prostitución
1.7 La “justicia” de Batista se refugia en Miami
1.8 La prensa lleva su estilo a Miami y ayuda al control ejercido por la mafia
1.8.1 El caso del periodista Agustín Tamargo Fernández
1.9 El mujalismo exporta sus “métodos democráticos” a Miami
1.10 La iglesia falangista se instala en Miami junto con sus fieles más queridos
1.11 Las relaciones con el terrorismo y la CIA se iniciaron en Cuba
1.12 La mafia batistiana selecciona y la CIA recluta a sus hombres
1.13 El gangsterismo viaja a Miami sin visa y se inserta “como pez en el agua”
La república se desarrolla
2.1 La emigración cubana después del triunfo revolucionario
2.2 El poder económico
2.3 El origen del poder político de los cubanoamericanos
2.4 El voto de los cubanoamericanos. ¿Mito o realidad?
La mafia de la república de Miami
3.1 Los padres fundadores de la mafia cubana en los Estados Unidos
3.2 Los políticos cubanoamericanos de Miami y sus conexiones con la Fundación Nacional Cubano-Americana y los partidos tradicionales norteamericanos
3.3 La mafia cubanoamericana postula. Ileana Ros-Lehtinen. un caso típico
3.4 Los hombres de la Mafia. Un “maestro” para Elián
3.5 La Bacardí se mezcla fácil
3.6 La mafia cubana actúa dentro y fuera de los Estados Unidos
3.7 Los grupos fascistas
3.8 Política exterior de la República de Miami
3.9 Los sicarios de la Mafia. Asesinato en Washington
3.10 Miami en llamas
3.10.1 Obsesión fatal de Jorge Villaverde Lamadrid y sus hermanos
La represión en la república terrorista de Miami
4.1 Los pragmatistas contra la coexistencia
4.1.1 El caso Luciano Nieves Mestre
4.1.2 El asesinato escandaloso de Ramón Donestevez
4.1.3 El caso Carlos Muñiz Varela
4.1.4 El caso Eulalio José Negrín Santos
4.2 Guerra entre gángsters
4.2.1 El caso Rolando Masferrer Rojas. El Tigre también cae
4.2.2 El caso Policarpo Soler Cruz. Un sicario trujillista
4.2.3 El caso Jesús González Cartas. El Extraño paga sus crímenes
4.3 Limpieza de traidores. La lista de los Comandos Cero
4.3.1 El caso Juan José Peruyero. Un mercenario en Viet Nam
4.3.2 El caso José Elías de la Torriente Ajuria. El nuevo Estrada Palma que devino falso mesías
4.3.3 El caso Ricardo Morales Navarrete, Tupé, “Amigo de mis amigos”
4.3.4 El caso Antonio Veciana Blanch. Un bancario de la CIA
4.3.5 El caso Hubert Matos Araluce. Hijo de gato no siempre caza ratón
4.3.6 El caso Manuel Espinosa. Un reverendo en la mafia
La mafia de Miami, engendro al servicio del Imperio
5.1 El asesinato del presidente John Fitzgerald Kennedy
5.2 Watergate
5.3 Irán-contras224
5.4 Elián González
5.5 Fraudes electorales
5.6 Condenados por luchar contra el terrorismo
Epílogo
Fuentes utilizadas
Bibliografía utilizada y consultada
Libros
Artículos y varios
Servicios cablegráficos nacionales e internacionales
Artículos de El Nuevo Herald, Miami.
Sumario
Asesinatos mafiosos
Asesinatos políticos por intolerancia
Atentados mafiosos
Atentados por intolerancia
Testimonio Gráfico
Datos de los autores

A todos los cubanos que residen en Cuba y en el extranjero y que se oponen a que nuestra patria vuelva a convertirse en la república neocolonial mucho más corrompida que la anterior que después se desarrolló en la llamada República de Miami regentada por la mafia terrorista.

A Araceli y Gaby;

a Elsa Montero;

a Renán, Hernán, Demetrio, Aldo, Niurka y Noel;

A Lily y Sonia;

a todos los autores cuyos escritos y libros nos sirvieron de referencia;a todos nuestros hermanos en la batalla de ideas que libra nuestro pueblo contra el imperialismo.

A Barnet y Golde.

Introducción

En la madrugada del primer día de enero de 1959, cuando el tirano Fulgencio Batista, acompañado por sus colaboradores más cercanos, abandonó Cuba para refugiarse inicialmente en la República Dominicana, cientos de asesinos pertenecientes a los cuerpos armados y policíacos del régimen viajaron a los Estados Unidos, donde recibieron refugio seguro e inmunidad por los crímenes cometidos. También escaparon de la justicia revolucionaria testaferros, delincuentes, y gángsters de toda laya, que habían convertido al país en un inmenso lupanar. El gobierno de los Estados Unidos, que había hecho todo lo posible por ayudar al gobierno de Batista y evitar la llegada al poder de la revolución dirigida por Fidel Castro, organizó de inmediato una campaña en defensa de los criminales de guerra que eran juzgados en Cuba por sus crímenes, y acusó al Gobierno Revolucionario de llevar a cabo un “baño de sangre”, calumnia que fue desenmascarada mediante la Operación Verdad.

Allí se gestó, con el apoyo de las administraciones norteamericanas sucesivas, lo que pudiera hoy denominarse una “república clonada”, similar a la que hubo en Cuba hasta el triunfo de la revolución, república mediatizada con todos sus vicios, que se hicieron más repugnantes con los aportes de los que ya había, en el país al que arribaron. Estos asesinos y delincuentes corruptos desfalcaron parte del erario, esquilmado durante años, y dejaron vacías las arcas del Estado, pero también llevaron consigo las mañas mafiosas que habían aprendido y utilizado cuando servían a los sindicatos del crimen norteamericanos, presentes marcadamente en la Isla prerrevolucionaria.

Los primeros en llegar fueron los batistianos, y poco tiempo después lo harían grandes capitalistas ligados al batistato y a las compañías norteamericanas, dueños de empresas, como la Bacardí; grandes hacendados, como Julio Lobo, Federico Fernández Casas, las familias Fanjul, y los Falla Bonet, Agustín Batista, los Aguilera, Babum, Caíñas Milanés y otros grandes latifundistas y ganaderos, afectados por la Ley de Reforma Agraria y las demás leyes de beneficio popular.

Estos nuevos emigrantes eran anticomunistas probados, defensores a ultranza del sistema capitalista y los intereses del país del Norte, al que llegaron huyendo de un gobierno revolucionario que tenía el propósito de transformar la situación imperante en el país.

Comenzó, en sentido general, a constituirse una emigración muy distinta a las anteriores, hostil a su país de origen, que se convirtiera en instrumento fiel de los planes del gobierno de los Estados Unidos de Norteamérica, enemigo de todo cambio que transformara la situación de dependencia económica de Cuba. Para este fin, el gobierno norteamericano instrumentó su política de enfrentamiento a la Revolución Cubana, contemplada en el llamado “Proyecto Cuba”, que consistía en la “formación de una organización de exiliados” que tuviera por misión “encubrir las operaciones de la Agencia” y “la creación de una oposición dentro de Cuba” que parecería dirigida por los exiliados —controlados por la Agencia— y que sería “alimentada… mediante asistencia clandestina externa”. De acuerdo con lo orientado por el presidente Dwight D. Eisenhower en una reunión en la Casa Blanca, el 17 de marzo de 1960, estos planes no debían ser conocidos. Eisenhower advirtió a todos los reunidos que “cada uno debe estar preparado a jurar que no escuchó nada de esto”.1 Como parte de estos planes, se diseñó una política inmigratoria especial para los cubanos, que buscaba subvertir a su nación, dándole visas y entrada libre a los Estados Unidos a todo aquel que desertara o llevase a cabo actos delictivos o de violencia en Cuba. Desde ese momento, toda emigración cubana se convertiría en política, sin lugar alguno en la propaganda yanqui para la emigración económica, a pesar del bloqueo que aún hoy se aplica contra Cuba y los sabotajes que han destruido numerosas fábricas y cosechas. Esta política es la causa de salidas desordenadas de cubanos, como las ocurridas por los puertos de Camarioca y El Mariel. Ante estas salidas masivas, el gobierno norteamericano se ha visto obligado a firmar acuerdos migratorios, que tratan de garantizar un éxodo ordenado de aquellos que deseen emigrar, como los suscritos por Cuba, en 1965, con la administración del presidente Lyndon Baines Johnson y que la propaganda norteamericana bautizó como “Vuelos de la libertad”.

1 Para ampliar, véase: Ricardo Alarcón de Quesada: La inocencia perdida. Opiniones sobre el libro de Frances Stonor Saunders.

La hipocresía de los Estados Unidos en los temas migratorios se hizo evidente para María de los Ángeles Torres, investigadora cubanoamericana residente en Florida, interesada en averiguar la esencia verdadera del operativo de guerra psicológica conocido como Operación Peter Pan. Ella descubrió que ante la desesperación de padres que llevaban años separados de sus hijos, quienes habían emigrado a los Estados Unidos bajo el cuidado de los organizadores de este operativo criminal y habían sido sacados de Cuba sin acompañantes, en un documento conservado en la biblioteca privada del ex-presidente Johnson expresaba que el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para Asuntos de Refugiados le había ofrecido al gobierno estadounidense pasajes de avión gratuitos para que los padres residentes en Cuba pudieran reunificarse con sus hijos. La propuesta humanitaria no fue aceptada por Johnson, por lo que la investigadora llegó a la conclusión de que la Operación Peter Pan no tuvo nada de humanitaria y formó parte de la política que en los aspectos migratorios siguen aplicando los Estados Unidos contra Cuba, como lo es la famosa Ley de Ajuste Cubano, que tantas vidas de madres y niños inocentes ha costado, es causa de crímenes y delitos, e incita a la fabricación de historias de falsos disidentes que presentan un historial de “oposición” al gobierno cubano, hechos que son utilizados para engañar al pueblo norteamericano y también ampliamente por la propaganda imperialista.

En la fabricación de disidentes con historias falseadas, el gobierno norteamericano y la Agencia Central de Inteligencia (CIA) llegaron a extremos realmente ridículos, que mermaron su escaso prestigio, en su política de doble rasero en relación con su supuesta defensa de los derechos humanos en el mundo.

Tales fueron los casos del ex-policía de la dictadura de Batista, preso en Cuba por terrorismo, Armando Valladares Pérez,2 quien trató de pasar por inválido y poeta, y que el gobierno republicano de Ronald Reagan designara como embajador de los Estados Unidos ante la Comisión de Derechos Humanos en Ginebra, Suiza, y el de otro falso filósofo e intelectual, Ricardo Bofill Pagés, cuya única obra literaria que alegara de su autoría resultó ser el borrador robado de una novela que le prestara para su lectura el escritor José Lorenzo Fuentes, quien denunció el hecho, lo que produjo un gran escándalo.3

2 El ex-coronel de la policía batistiana, quien fuera el jefe del Buró de Investigaciones, en sus memorias Habla el coronel Orlando Piedra (Ediciones Universal, Miami, Florida, 1994, p. 17), atestigua que Armando Valladares Pérez perteneció a la Policía Nacional durante la dictadura de Fulgencio Batista.

3 En un documento hecho público por las autoridades cubanas, enviado por el jefe de la Sección de Intereses de los Estados Unidos en Cuba, Joseph Sullivan, al Departamento de Estado, se dice entre otras cosas: “Aunque los funcionarios de la Sección de Intereses Norteamericana han tratado de atender los casos que estén acordes con los criterios del procesamiento, han seguido siendo flexibles ante casos que no cumplen con algunos de los aspectos, pero que resultan de interés para los Estados Unidos”. Dentro de estos criterios dados por Sullivan se contempla a numerosos farsantes y oportunistas que inventan historias para poder ganarse su entrada a los Estados Unidos.

La política migratoria diseñada especialmente por el gobierno de los Estados Unidos para Cuba, si bien ha logrado que abandonaran el país numerosos profesionales y técnicos, ha servido también para que la nación cubana se librara de delincuentes, recibidos como héroes por las autoridades de ese país, en perjuicio del propio pueblo norteamericano, que tendrá que enfrentar la acción de nuevos grupos antisociales que han incrementado el auge de delitos de todo tipo en Miami y el Estado de Florida. Como consecuencia de esto, el gobierno norteamericano debe pagar también un precio alto, al verse obligado por los elementos más reaccionarios de la ultraderecha y de sus aliados de la mafia cubanoamericana, a recibir como héroes a terroristas que utilizan la violencia mediante el secuestro de aviones y embarcaciones y que son liberados de inmediato por jueces leoninos que ponen en ridículo la llamada “guerra contra el terrorismo” predicada por la actual administración norteamericana.

La mayoría de los emigrantes de los primeros años de la Revolución Cubana perteneció a las clases ricas, que poseían grandes capitales en el extranjero, acostumbradas al buen vivir lleno de placeres, privilegios, desigualdades y vicios que el nuevo proceso social borró y que desean mantener a toda costa.

Mientras esperaban para volver a disfrutar de ese modo de vida en una Cuba sometida a los Estados Unidos, lo implantaron en Miami, con sus hábitos y costumbres, placeres y vicios, instituciones sociales y religiosas y partidos políticos, donde la desigualdad y la discriminación de negros y mujeres son la norma y donde el deseo y los intereses de los poderosos se obtienen de una forma u otra, al amparo de leyes que favorecen a los ricos o a la violencia de gángsters y terroristas a su servicio, como se hacía en la Cuba de antes.

Mientras, algunos aprendieron que podían vivir del negocio de la contrarrevolución, al ponerse al servicio de la CIA, que desde su unidad operativa instalada en Miami, bautizada como JM/WAVE, funcionó con una plantilla de más de cuatrocientos oficiales hasta 1967. Con esta firmaron contratos jugosos, con vistas a realizar los trabajos más sucios contra su país de origen, a cambio de su traición abyecta. Varios de los dirigentes de los grupos de la CIA organizados en el exilio recibieron ciento treinta y un mil dólares mensuales por concepto de sus salarios. Otros se integraron a la contrarrevolución, ofrecieron su participación a la CIA en sus planes magnicidas, formaron parte de la invasión derrotada en Playa Girón, y fueron seleccionados particularmente para integrar la llamada Operación 40, a cargo del exterminio de los revolucionarios, una vez alcanzado el “triunfo” mercenario.

Instalados Florida,4 aprendieron que podían vivir del negocio de la contrarrevolución, por el que obtenían mucho dinero, a pesar de que sabían que no tenía futuro.

4 Como es conocido, en la porción sur del Estado de Florida, que fue admitido como miembro de la Unión Norteamericana en 1845, se encuentran los condados Miami-Dade, Broward, Monroe y Palm Beach. Allí reside, labora, está relacionado con la vida económica, política, social, cultural y en general insertado en esta, más de medio millón de cubanos.

Pronto la extorsión y el chantaje irrumpieron con fuerza en el medio emigrado cubano, para procurar fondos que supuestamente serían utilizados para derrocar a la Revolución Cubana, pero que con frecuencia se quedaron en las alforjas de los recolectores y fueron invertidos en negocios particulares etiquetados como legítimos. Fue un negocio próspero que abarcó el juego ilícito, la droga y la prostitución para redondear este ambiente delictivo.

Los controles de las zonas de influencia, las disputas por el reparto de los mercados y el predominio de viejos y nuevos matones trajeron consigo vendetas, ajustes de cuentas, guerras entre bandas, y el asesinato por contrato y por motivos políticos. La década de los años setenta estuvo caracterizada por el reacomodo de la mafia criolla asentada en Florida, de fuerte matiz batistiano, que se conectó con fuerza con sus similares en los Estados Unidos y en otros países, e impuso las leyes de las armas y los explosivos.

Las organizaciones contrarrevolucionarias asimilaron los estilos gangsteriles del medio mafioso para alcanzar sus propósitos y hacer prevalecer su voluntad por medio del terror. Algunos que “traicionaron” la fe de la contrarrevolución recibieron castigos severos, unos murieron víctimas de atentados, otros corrieron una suerte mejor, aunque con secuelas.

Varios emigrados cubanos que denunciaron el terrorismo de los contrarrevolucionarios y buscaron fórmulas de entendimiento con Cuba fueron víctimas de asesinatos crueles, expresión de la impotencia de esos sectores ante el desarrollo inevitable de corrientes de diálogo que se originaron y fluyeron rápidamente hasta materializarse en conversaciones fecundas, a finales de 1978, en La Habana, entre representativos de la emigración y las máximas autoridades del gobierno cubano, que marcaron un hito y punto de ruptura entre la intolerancia contrarrevolucionaria y el acercamiento progresivo entre los cubanos de ambos lados, y que rompió el mito de la homogeneidad de la emigración como enemiga de la Revolución Cubana.

La investigación que aquí se presenta abre una ventana al conocimiento del proceder criminal de los que tratan, por medio del terror, de controlar Miami y el Estado de Florida y contribuye a mostrar, descarnadamente, el estilo mafioso de las organizaciones contrarrevolucionarias y cómo dentro de ese medio hubo más de cincuenta casos de asesinatos, dirigidos a eliminar enemigos, saldar viejas cuentas e intentar, por medio del crimen, frenar la evolución del pensamiento y las posiciones tolerantes de la mayoría de los emigrados de origen cubano. También se describe el perfil de políticos corruptos, sus interioridades y cómo algunos han llegado a ocupar cargos públicos y a forjar riquezas, mediante la extorsión y la alianza con sectores mafiosos y cavernícolas norteamericanos, como era práctica común en la Cuba de antes, y como, en colusión con ellos, participan en crímenes contra el pueblo norteamericano y sus instituciones, que han originado escándalos sonados como los de Watergate, Irán-contras y otros.

Se describe, someramente, el llamado enclave de los emigrados cubanos, el cubil donde se anidan los mafiosos que tratan, por la fuerza, de someter a una mayoría que aboga por las relaciones estables entre los cubanos de ambos lados del Estrecho de Florida, en el cual los ricos que han amasado fortunas inmensas, producto del robo, el sudor y la sangre de los pobres, explotan a la gran mayoría de los emigrados en los Estados Unidos y donde superviven el vicio, la politiquería, la discriminación racial y la extorsión.

Se describe, asimismo, los hechos más sórdidos y repugnantes, concebidos solo entre sujetos cuya sed de venganza llega a reclamar libertad y licencia para asesinar en una Cuba postrevolucionaria añorada por ellos. También se muestra en todas sus formas el mundo oscuro y tenebroso de la mafia contrarrevolucionaria cubana en Florida, empeño que es el centro de este esfuerzo, como testimonio para las generaciones presentes y futuras.

Capítulo I

Se gesta la república

1.1 El condado Miami-Dade

La historia del actual condado Miami-Dade5 comenzó en 1863, cuando el Cuerpo Legislativo del Estado de Florida le dio el nombre del comandante Francis Langhorn Dade. Sus límites incluían entonces todo el territorio que se extiende desde el sur de la ciudad de Juno, hasta la isla de Cayo Hueso. La muerte de Dade a manos de los indios seminolas marcó el comienzo de la segunda guerra contra estos, durante la cual se construyó el fuerte Dallas, junto a la desembocadura del río Miami. Indios y esclavos fugitivos poblaron la zona después de los combates cruentos que se sucedieron entre 1836 y 1857. Al terminar el conflicto, muchos indios permanecieron en la zona pantanosa denominada Everglades. En la actualidad, sobreviven menos de dos mil setecientos indios seminolas, en cuatro reservaciones.

5 El hoy llamado condado Miami-Dade recibió ese nombre en un referéndum realizado en 1997. Antes, era conocido como condado Dade o Miami metropolitano, indistintamente. Cuando se lo mencione, se hará de esta manera. Se hace la aclaración para precisar que se refiere al mismo condado.

Desde su formación, en 1857, el entonces llamado Condado Metropolitano de Dade ha tenido un sistema de gobierno de dos instancias: una parte no zonificada y municipios. Cada municipio cuenta con su propio gobierno a ese nivel, el que se encarga de la seguridad pública y la protección de su medio. La población total de la parte zonificada asciende a más de un millón de habitantes.

El condado Miami-Dade controla administrativamente el aeropuerto, el puerto, las escuelas públicas, el sistema de transporte, y un área de superficie de 1 955 millas cuadradas, (2 832 kilómetros cuadrados) que no está incorporada en ciudades. Cuando se fundó, había veintisiete ciudades, las más grandes eran Miami, con 346 865 habitantes; Hialeah, con unos ciento cincuenta mil habitantes; Miami Beach, con unos cien mil habitantes y Coral Gables, con aproximadamente cincuenta mil habitantes; hoy son treinta y dos municipalidades.

Las otras áreas consideradas no zonificadas forman parte de él. Por su tamaño y población, Dade tiene un Consejo del Condado, integrado por trece miembros. En 1994, el presidente del Consejo Municipal era el afronorteamericano Arthur Teele, y su vicepresidente lo era el cubanoamericano Alex Penelas quien, como resultado de una maniobra política, salió electo alcalde de Dade en las elecciones generales de 1996.

Desde entonces, este es un alcalde ejecutivo, con poder en la toma de decisiones, que hasta entonces no tenía. El alcalde era solo representativo, pero el poder real descansaba en el administrador. El condado Miami-Dade dispone de un presupuesto anual superior a los tres mil novecientos millones de dólares.

La Junta de Comisionados del Condado Metropolitano de Dade funge como organismo gubernamental de tipo municipal para la parte no zonificada, a la cual le presta servicios de policía, bomberos, recogida y eliminación de desperdicios, conservación de parques, etcétera. Los servicios principales se prestan a todo el condado, sea zonificado o no.

El condado Miami-Dade está dividido en trece distritos; por cada uno de estos es electo un comisionado, que desde 1994 desempeña sus funciones por un período de cuatro años. Su elección es por el voto del electorado que reside en el distrito, que es escogido en elecciones no partidistas. Tras la ceremonia de la toma de posesión, los trece comisionados de distrito, seleccionan, entre su grupo, a un presidente y a un vicepresidente, para quienes serán sus dirigentes.

En septiembre de 1998, la economía informal del condado Miami-Dade se estimaba en 354 600 trabajadores, que mueven más de dos mil millones de dólares al margen de la ley, que no tienen seguro, ni pagan impuestos. Se trata de jardineros, limpiadores de autos, mecánicos, vendedores de limones y otros que ejercen sus diversos oficios por tarifas más bajas que los trabajadores legales. En su mayoría, son cubanos inmigrantes de los últimos años.

El Departamento de Aplicación de la Ley de Florida (FDLE) anunció el 8 de abril de 1998 que, no obstante haber disminuido el índice de criminalidad en el estado, la violencia doméstica y los crímenes cometidos por menores de edad, entre asesinatos, abusos sexuales, drogadicción y robos, se habían incrementado. Fueron cometidos en el condado Miami-Dade once mil delitos y 6,9 asesinatos por cada cien mil residentes.6 En 1997, se incrementaron los casos de violación sexual, también el robo de vehículos y en domicilios. La mayor novedad criminal durante 1997, según el comisionado de FDLE, Tim Moore, fue la aparición de una nueva generación de criminales especializados en el fraude económico y la estafa.7

6 Véase “FBI reporta baja significativa del crimen en Miami”, en The Miami Herald, 8. 5. 2000, y “Miami entre las ciudades de mayor criminalidad”, en The Miami Herald, 17. 5. 2000.

7 Véase Horacio Ruiz Pavón: “Aumenta la criminalidad en Miami-Dade”, en Diario de las Américas, Sección B, 8. 4. 98, Miami.

La inestabilidad política y económica en América del Sur —Colombia, Venezuela y Argentina— augura un futuro de más inmigrantes hacia Miami.

1.2 Miami. El enclave

Miami es el llamado “enclave cubanoamericano”, el hábitat de la emigración cubana en los Estados Unidos, denominado también como “la capital del exilio”, y su patrón cultural.

Los primeros pobladores del lugar fueron indios tequesta, calusa y ais, quienes descubrieron la zona hace más de diez mil años. Habitaban aquí hasta que los españoles se apoderaron de esas tierras en el siglo xvi, cuando, en 1567, el navegante español don Pedro Menéndez de Avilés estableció la primera misión europea en la ribera norte del río Miami.

Don Juan Ponce de León, fue el conquistador proveniente de Puerto Rico quién sometió el territorio de Florida y le regaló una leyenda que llega hasta nuestros días: la existencia de una supuesta “Fuente de la Juventud”. Años más tarde, don Hernando de Soto dejó viuda en La Habana a doña Inés de Bobadilla, al perecer junto con su tropa, en su afán de conquistar la región.

Poblada por indios bravíos y con una geografía difícil, Florida se deslizó en el olvido colonial español. Pasó al dominio inglés, en 1763, cuando España la cambió para poder recuperar La Habana, entonces ocupada por los ingleses. Después, en 1781, volvió a ser dominio de España como resultado de la derrota de Inglaterra en la guerra por la independencia de las colonias americanas.

La bandera española fue arriada en 1821 y se izó la de los Estados Unidos cuando ese país se adueñó del territorio; finalmente la sede del futuro condado Dade se trasladó a Miami, en 1844.

Tres décadas después, tras ser admitida como estado de la Unión, Florida, tenía 87 445 habitantes, la cifra más baja de población de todos los estados de la Unión, y un censo realizado en 1850 mostró que solo residían en Miami noventa y seis personas. Por su ubicación geográfica, era muy difícil que la ciudad creciera. En el oeste se encontraban los pantanos de los Everglades, y al este estaban la Bahía Biscayne y el Océano Atlántico.

La Guerra de Secesión (1861-1865) apenas rozó las costas de la península. Después de terminada esta y tras la promulgación de la Ley de Colonización de Tierras, conocida como Homestead Act, poco a poco, los colonos más emprendedores comenzaron a trabajar las tierras, pero Miami no se constituyó en ciudad hasta 1896, año en que contaba con 343 electores. Es la única área subtropical en los Estados Unidos, así como la zona cosmopolita más joven del país.

La nueva emigración que va asentándose en los Estados Unidos y a la que el gobierno norteamericano otorga facilidades nunca antes dadas a ninguna emigración de cubanos, lo hace con la preferencia a instalarse en la región más parecida a Cuba, en cuanto al clima y a los habitantes del lugar, donde hay personas que tienen hábitos y costumbres similares o hablan el mismo idioma.

El lugar escogido es el Estado de Florida, situado en el extremo sureste del territorio continental de los Estados Unidos, bañado por las aguas del Océano Atlántico, y que tiene al norte los estados de Alabama y Georgia; al este el Océano Atlántico; al sur, el Estrecho de Florida, y al oeste, el Golfo de México. Fue miembro de los Estados Confederados de América durante la Guerra de Secesión, y tiene como capital a la ciudad de Tallahassee. Otras de sus ciudades importantes son Jacksonville, Tampa, Hialeah, Saint Petersburg y Miami. El Estado de Florida tiene una superficie de 170 313 kilómetros cuadrados, y en el censo de 1990 contaba con una población de 12 937 926 habitantes y una población relativa de 76 habitantes por kilómetro cuadrado distribuidos entre 73,1 % de blancos, 13,6 % de negros y 12,2 % de hispanos; estos últimos alcanzaban en esa fecha la cifra de 1 600 000 habitantes, la mayoría de ellos formada por cubanos, a los que había que añadir minorías de indios nativos instalados en cinco reservaciones, además de chinos y filipinos.

También algunos habitantes de las Islas Bahamas, en busca de tesoros, se habían aventurado en sus costas a principios del siglo xix, tras los restos de barcos hundidos al sur de Florida y sus cayos. Se convirtieron en los primeros residentes permanentes y fundaron la primera comunidad en esa zona: Coconut Grove.

Miami tiene un clima agradable, es una ciudad hermosa y con grandes contrastes, con sus 44 millas cuadradas de palmeras reales, vistas del mar, con su brisa y sus barrios escondidos, algunos llenos de miseria tercermundista a solo unas cuadras de los rascacielos del centro. A pesar de sus condominios multimillonarios, hoteles y muelles apretados de yates, que se alinean en la Bahía Biscayne, Miami es la cuarta ciudad más pobre de los Estados Unidos.

La ciudad está limitada al este por la Bahía Biscayne; al sur, por la riqueza de Coral Gables; al oeste, por el incontrolado suburbio del condado Miami-Dade, y al norte, por poblaciones pequeñas, como El Portal y Miami Shores, pero su influencia sentimental se extiende más allá de esas fronteras.

Empezó como algo más que la terminal sureña del ferrocarril Florida East Coast, creció junto a las riberas del río Miami y el condado que la rodea lo hizo alrededor de los límites de la ciudad.

Los primeros en llegar a la ciudad fueron negros y blancos del Sur. Muchas descripciones pintan al lugar como un pueblo dormido, con un monumento a los soldados confederados muertos en la guerra civil, al frente del edificio de la Corte de la ciudad. Después de la Segunda Guerra Mundial, llegó gente del Norte, particularmente neoyorquinos, que le dieron un fuerte sabor más definido.

El mayor cambio se experimentó cuando Julia De Forest Tuttle, una viuda con gran visión de futuro, compró, en 1891, un lote de seiscientas cuarenta hectáreas en la orilla norte del río Miami. En tan solo cuatro años Tuttle, conocida como “la madre de Miami”, convenció a Henry Morrison Flagler, fundador de la Standard Oil, a extender su ferrocarril hasta Miami, construir un hotel de lujo y crear un nuevo poblado. Todo se consolidó al fundarse la ciudad, el 28 de julio de 1896.

La primera temporada de turistas se inauguró en enero de 1897, con la apertura del Royal Palm Hotel, de Henry Flagler, y ese mismo año se realizó la primera convención de la Asociación Internacional de Cultivadores de Tabaco.

La llegada del ferrocarril transformó la zona, y a finales del siglo ya los barcos de Flagler navegaban entre Miami, Nassau, Key West y La Habana. De todas partes llegaban visitantes a la ciudad.

El primer alcalde de Miami fue un irlandés católico y los primeros comerciantes que inundaron la floreciente población fueron judíos, aunque ya afroamericanos y bahamenses constituían la tercera parte de los fundadores de la ciudad. En 1913, un grupo de hombres emprendedores cultivó la franja de tierra frente a la bahía, y construyó un puente que la cruzara. Así nació Miami Beach.

En la década de los años veinte, se produjo un gran desarrollo de la ciudad, que cuadrúplicó el número de habitantes en tan solo cuatro años. George Merrick construyó una urbanización al estilo mediterráneo llamada Coral Gables, que aún hoy conserva ese encanto. El aviador Glenn Curtis fundó la ciudad de Opalocka en la misma época.

Durante la depresión de finales de esos años, la línea aérea Pan American inauguró la era de la aviación desde Dinner Key, en Miami, y desde entonces los anuncios promocionaban a la ciudad como “Puerta de Entrada a las Américas”.

En ese mismo período, llegó un grupo de judíos a Miami Beach y construyó decenas de hoteles pequeños a lo largo de la playa. Esta inversión sacó de la depresión a la ciudad y cuarenta años después se convertiría en el famoso Distrito Art Deco, en el cual se incluye la reconocida internacionalmente South Beach.

Durante la Segunda Guerra Mundial arribaron a Miami más de cien mil personas, entre soldados y familiares, quienes permanecieron, después de terminado el conflicto, diseminados por los pueblos y las ciudades. A finales de la década de los años cincuenta, la población de Miami se había duplicado nuevamente.

La ciudad de Miami tiene como símbolo que la identifica la palmera, la que según sus residentes, en ocasiones se dobla pero no se quiebra. Ahora, a más de un siglo de fundada, la ciudad ha sufrido huracanes, incendios y escándalos mafiosos y de intolerancia política, pero siempre parece volver por sus fueros. Con frecuencia los alcaldes de turno, como Joe Carollo, suelen decir: “Somos una ciudad vieja, pero joven de corazón. Nuestros mejores años están por venir”.

Aunque la ciudad tiene solamente 360 000 de los 2,1 millones de habitantes del condado Miami-Dade, define la región a tal grado que su nombre —Miami— fue agregado al original del condado. En una elección municipal, en 1997, los electores cambiaron el nombre del condado Dade por el de Miami-Dade.

Posiblemente, el grupo más influyente fue el de los primeros miles de exiliados cubanos que llegaron a partir de 1959 y quienes, durante las cuatro décadas siguientes, cambiarían la personalidad de la ciudad. Más tarde, llegó gente de Haití y de otras partes del Caribe y de América Latina.

El triunfo de la revolución en Cuba provocó un gran impacto en Miami; se producirían grandes cambios. Siempre ha estado presente el mito de que los emigrados cubanos llevaron consigo al Miami del futuro, pero lo cierto de esto es que llegaron en el momento justo, cuando las grandes inversiones en los Estados Unidos se hacían en el sur de Florida y, en particular, en Miami.

La ciudad de Miami se convirtió pronto en La Pequeña Habana, por ser el asentamiento original de los cubanos emigrados. Es la más grande en Florida y, aunque no es su capital, junto con Disney World son los lugares más conocidos internacionalmente en cuanto al Estado floridano se refiere. Sus límites se extienden entre las 12 y las 15 millas en el eje de Norte a Sur a lo largo de la costa, y de 3 a 5 millas tierra adentro en el del eje de Este a Oeste, para hacer un área total de aproximadamente 35 millas cuadradas.

Miami es hoy una ciudad dominada por los latinos; la mayoría de su población habla español como primer idioma. La comida en restaurantes y cafeterías refleja sus orígenes diversos. Áreas como Flagami y La Pequeña Habana son predominantemente cubanas.

Dominicanos y centroamericanos habitan gran parte de Allapattah, en otro tiempo residencia de granjeros de la campiña del sur del país. Muchos puertorriqueños viven en Wynwood. El Pequeño Haití es el centro de la cultura y el comercio creole del sur de Florida. Coconut Grove, con su vida nocturna de tipo carnavalesco, es el centro de diversión de la ciudad.

Si esta urbe tiene una arteria central, esta es el río Miami. Hace menos de cien años, los indios seminolas y miccosukee remaban sus canoas sobre sus aguas, hacia el este desde su hogar en los pantanos de los Everglades, e iban a comerciar con los colonos en la boca del río. Los rápidos ya no existen; desaparecieron engullidos por la demanda humana, por espacio de las aguas dragadas de los Everglades, aunque el sendero dejado por aquellos primeros comerciantes permanece.

Un folleto oficial de la Alcaldía del Condado Dade, en octubre de 1994, registró así el impacto de la llegada de los emigrados cubanos: “En el año 1960 a raíz de la toma del poder en Cuba por los comunistas, comenzó una emigración en masa hacia el sur de Florida. Dicha emigración hizo que la población del Condado, sobrepasara el millón de habitantes en el año 1962”.

Las décadas de los años sesenta y los años setenta significaron transformaciones grandes con la llegada de más de medio millón de inmigrantes resignados a intentar una nueva vida, sobre todo después de comprender la consolidación y orientación socialista del proceso político en Cuba.

El censo nacional de 1960 ubicaba al Estado de Florida8 en el décimo puesto de los Estados Unidos, con una población estimada en 4 951 560 habitantes donde 4 063 881 eran blancos y 887 679 no blancos. En 1961, llegaron al estado más de cincuenta mil cubanos.

8 Ubicado en el puesto 33 en población dentro de los Estados Unidos en 1900, ya en 1993 el Estado ocupaba el cuarto lugar. En 1900, solo 5 % de la población de Florida habitaba su parte sur, mientras que en 1990 41 % estaba en esta zona y solo 18 % en el norte.

Miami es conocida como un sitio para ir, con una gran población hispana, lo cual contribuye a amortiguar el choque que siempre representa el trasladarse a un nuevo país. Los cubanoamericanos, sin haber perdido aún su expectativa de regreso a una Cuba postrevolucionaria, han alcanzado un nivel alto de participación en la actividad política del condado Miami-Dade. La tasa de inmigración hacia el condado sigue cercana a su punto culminante de cincuenta y cinco mil por año de mediados de los años noventas, mientras que la cantidad de personas que se marcha se acerca al punto más alto de cuarenta y seis mil, registrado en 1993, el año posterior al huracán Andrew.

1.3 Antecedentes de la emigración cubana

Ya desde mediados y finales del siglo xix, un nuevo tipo de inmigrante o de exiliado llegó en busca de refugio a Key West (Cayo Hueso) y a Tampa. Eran españoles y cubanos quienes por razones políticas y económicas, buscaban refugio de la Guerra de los Diez Años que desde 1868 hasta 1878 se desarrollaba en Cuba, particularmente trabajadores tabacaleros.

Durante los primeros años de su creación, tanto el condado Dade como la ciudad de Miami, eran considerados parajes remotos y despoblados, y cuyos habitantes eran principalmente indios, cocodrilos y mosquitos. Un hecho que tributó positivamente al desarrollo del lugar fue la prolongación hasta el sur del ferrocarril Henry Flagler en el mismo año de la fundación de la ciudad.

Los Estados Unidos han sido, a lo largo de su historia, un país de inmigrantes. En el siglo xix 30 % del incremento poblacional se originó por el ingreso de miles de ciudadanos procedentes de todos los confines del mundo, particularmente europeos. La presencia de cubanos en el Estado de Florida se remonta a ese siglo, y sus vínculos históricos son recogidos en textos de los dos países en cuestión, donde emigrantes económicos y políticos dejaron sus huellas en las actividades más diversas de ese estado sureño de los Estados Unidos, incluso antes de fundarse la hoy conocida mundialmente ciudad de Miami, cuando esta solo era refugio de indios, filibusteros y piratas, y había extensiones enormes de pantanos y cayos.

La cercanía geográfica, los nexos históricos y las facilidades que dieron los Estados Unidos a los inmigrantes hicieron que ya en 1820 comenzaran a crearse grupos de cubanos y se registraran unos mil, constituidos por intelectuales y revolucionarios, que tras los acontecimientos políticos en la colonia española que era la Cuba de entonces, se trasladaban a Florida y a otras ciudades, en busca de refugio y de nuevas posibilidades de lucha.

Entre 1875 y 1880 había ya 12 0009 emigrados cubanos que residían en los Estados Unidos, distribuidos de la manera siguiente: 4 500 en Nueva York; 3 000 en Nueva Orleans; 2 000 en Cayo Hueso y 2 500 fundamentalmente entre la ciudad de Boston y los estados de Nueva Jersey y Florida.

9 Otros estudios registran cifras menores. Según el censo de 1870, se estimaba en 5 300 y diez años después, en 7 000. Puede verse más información en la obra La contrarrevolución cubana, de Jesús Arboleya Cervera. Editorial de Ciencias Sociales, segunda edición, 2001, pp. 180-188.

Al concluir la Guerra de los Diez Años, muchos inmigrantes regresaron a Cuba y otros se consolidaron en comunidades que se fueron estructurando de forma muy diferenciada, integradas por trabajadores tabacaleros, actividad próspera en esos tiempos. En 1890, se estimaba en veinte mil el número de emigrados cubanos residentes en los Estados Unidos.

Desde esa fecha, la presencia de José Martí y su obra política se hizo sentir en el sur de Florida, se extendió a los trabajadores cubanos en Cayo Hueso y Tampa y, además, en otras ciudades donde había grupos de exiliados, como Chicago y Nueva York. En 1895, con el reinicio de la lucha independentista en Cuba y la intervención norteamericana tres años después, que terminó con el inicio de la que se ha denominado “república mediatizada” en 1902, el llamado exilio cubano sobrevivió, pero se perdió del horizonte político.

El fin de la guerra, en 1898, cambió las prioridades políticas de los emigrados cubanos y se acentuó la integración a la sociedad norteamericana de los once mil cubanos que permanecieron en el exilio, pero en un proceso lento, después de terminado el conflicto bélico.

Miami, como ciudad recién formada, comenzó a tener vínculos con La Habana. En la década de los años veinte del nuevo siglo se realizaron intercambios de atletas y profesores entre las universidades de La Habana y de Miami.

Estas comunidades se mantuvieron vinculadas estrechamente a la producción tabacalera, lo cual favoreció las tradiciones que condicionaron mantener una conciencia de identidad nacional, que no se debilitó hasta el comienzo de la década de los años treinta, cuando entró en crisis la industria torcedora de tabaco y las comunidades comenzaron a dispersarse en busca de nuevos horizontes. La conformación de estos grupos radicados de forma permanente durante años en ciudades, zonas y barrios, les dio características definidas y diferenciadas de la sociedad norteamericana y de la sociedad cubana de origen, como fue en Miami años después.

En la primera década del siglo xx, emigraron hacia los Estados Unidos cerca de cuarenta mil cubanos, alentados por las facilidades inmigratorias. En la segunda década lo hicieron 27 837, y entre 1921 y 1930, aproximadamente 15 608.10

10 Jesús Arboleya Cervera: Op. cit., p. 188.

Durante la década de los años treinta, como resultado de la depresión económica y el sentimiento antiinmigrante, solo marcharon a los Estados Unidos 4 122 cubanos. Miami siguió con el registro de las convulsiones políticas de la Isla. A finales de la década anterior, los adversarios políticos del dictador Gerardo Machado Morales buscaron refugio en el sur de Florida; después, a los machadistas derrotados los siguieron los enemigos del gobierno de Ramón Grau San Martín y, a continuación, los propios revolucionarios desplazados por el primer golpe de Estado de Fulgencio Batista, y así, sucesivamente, políticos cubanos en dificultades buscaron abrigo en esa ciudad.

La emigración prerrevolucionaria, aunque con motivaciones políticas en ocasiones, se caracterizó por ser esencialmente económica, en la cual miles de trabajadores marcharon a Miami, principalmente en busca de mejorar sus condiciones de vida, y eran recibidos según las necesidades de mano de obra en esa sociedad. Los emigrados constituyeron una minoría que contaba, en primer lugar, con los recursos para emigrar y mantenerse en el exterior; además, la clase media profesional y la burguesía criolla hicieron de Miami un sitio para invertir sus capitales, veranear y enviar a estudiar a sus hijos.

Entre 1935 y 1936, en virtud de la estabilidad política transitoria predominante en Cuba, mientras grupos de emigrados cubanos regresaban a su país, otros quedaron en Miami, se insertaron y aportaron su conocimiento científico al desarrollo de la comunidad, como es el caso del doctor Carlos P. Lamar, quien llegó a ser un profesor y endocrinólogo notable.

Después de la Segunda Guerra Mundial se generaron fuentes de empleos y necesidad de mano de obra en los Estados Unidos. Esto estimuló la salida de 15 415 cubanos hacia ese país, y en los años desde 1950, hasta 1959 se calcula que emigraron unos 40 000 ciudadanos cubanos, particularmente a Miami.11

11Ibidem

En 1952 tuvo lugar el segundo golpe de Estado de Fulgencio Batista. Este hecho dio comienzo a la lucha por alcanzar la independencia verdadera, que se logró siete años más tarde. Durante ese período, cientos de cubanos viajaron por razones políticas y económicas a Florida, y se asentaron en Miami.

No es posible establecer una cifra exacta de la cantidad de cubanos que residía en los Estados Unidos al momento del triunfo de la Revolución Cubana. Inicialmente se produjo la repatriación de miles de ellos. Se estima que quedaron en Miami unos cincuenta mil. El movimiento era muy fluido; muchos no eran residentes ni ciudadanos, solo eran turistas por veintinueve días o indocumentados que se quedaban después de terminado ese tiempo.

Otras fuentes estiman que en 1959 había en Miami unos diez mil cubanos y que solo tres mil eran ciudadanos norteamericanos; además, había cinco mil hispanos de otros países de América Latina. La ciudad pasaba por momentos de caída del turismo, desempleo generalizado y niveles bajos de construcción.

En ese año solo 2 % de la población de Miami era cubano. Una de las primeras medidas que propuso el gobierno republicano de Dwight D. Eisenhower fue la política de promoción y asistencia a la emigración cubana. Esta decisión se insertaba dentro de la estrategia contrarrevolucionaria de utilizar a los emigrados como instrumentos para sus planes de agresión desde el exterior, pero promovía al mismo tiempo la salida de personal calificado de profesionales y técnicos, necesarios en Cuba para la recuperación nacional y viabilizar el proyecto social revolucionario.

1.4 Primero de enero de 1959. Los batistianos llegan primero

En los primeros años del siglo xx y durante todos los gobiernos que se sucedieron en Cuba hasta el triunfo revolucionario del primero de enero de 1959, la mayor parte de la emigración era de carácter económico. esta se iba asentando en núcleos poblacionales de Florida y en la ciudad de Nueva York. A los emigrados se les unieron los políticos, que huían de la represión de dictaduras como la de Gerardo Machado y la del primer gobierno de Fulgencio Batista. Al caer ese tipo de gobiernos, como ocurriera con Machado en agosto de 1933, o con Batista, quien le entregó el poder a Ramón Grau San Martín, elegido en 1944, los perseguidos por esos regímenes regresaban y eran sustituidos por los gobernantes desplazados del poder, como fue el caso de Batista, que se instaló en las playas de Daytona Beach, donde residió fastuosamente con sus familiares y demás funcionarios de su gobierno, entre los que abundaban represores del Ejército y la Policía. Con ellos traían sumas cuantiosas de dinero, malversadas en su mayor parte, que eran invertidas en Florida y que contribuyeron a que ese Estado, y sobre todo la ciudad de Miami, se desarrollaran económicamente en forma vertiginosa.

El instalarse en Florida e invertir sumas fuertes de capital en ese Estado por parte de los gobernantes del resto de los países de América Latina, que terminaban sus mandatos o se veían obligados a huir de la justicia de sus pueblos, ayudó mucho más al desarrollo económico de la región, a lo que habría que añadir el dinero obtenido por el tráfico de drogas y el lavado de ese capital, que se hacía en los bancos de Florida.

Pocos años antes de que el general Fulgencio Batista diera, con la anuencia del gobierno de los Estados Unidos, otro golpe de Estado, el 10 de marzo de 1952, funcionarios del gobierno de Grau, que había terminado su período de gobierno en 1948, se instalaron en Miami y llevaron consigo grandes sumas de dinero, robadas escandalosamente de las arcas del Estado.

Un hecho muy conocido fue el del ex-ministro de Educación, José Manuel Alemán: junto con la “primera dama” de ese gobierno, Paulina Alsina, y el propio presidente de la República, Ramón Grau San Martín, malversaron millones de dólares, que invirtieron en Miami. Alemán llegó con un gran capital esquilmado del tesoro público cubano, que invirtió en esa ciudad en dos proyectos prometedores: la urbanización de Key Biscayne (Cayo Vizcaíno), que hasta entonces era un islote olvidado, y la construcción del Miami Stadium.12 Todo este dinero y mucho más fue producto de la asociación mafiosa del bloque conocido como BAGA, Bloque Alemán-Grau-Alsina.

12 Hay una anécdota sobre la llegada del ex-ministro de Educación, José Manuel Alemán, a Miami. Le preguntaron cómo había podido sacar de Cuba tanto dinero y contestó: “En maletas, en maletas”. José Manuel Alemán era hijo del general mambí José Braulio Alemán. Llegó a ser dueño del central Portugalete, del club de béisbol cubano Marianao, de varios terrenos en La Habana del Este y de numerosos edificios de apartamentos y hoteles en Florida, entre otras muchas propiedades.

A Grau y sus cómplices se les radicó por el juez Federico Justiniani la famosa Causa 82 por la malversación de más de ciento setenta y cuatro millones de pesos. El gobierno auténtico que lo siguió, presidido por Carlos Prío Socarrás, también se caracterizó por el despilfarro escandaloso de los caudales públicos. Fue famoso el robo de cerca de treinta y cinco millones de pesos sustraídos, en el que se utilizó el pretexto de incinerar falsamente billetes ya gastados, y los negocios de Carlos Prío, en unión del norteamericano William D. Pawley13 en la sustitución de los tranvías por autobuses, que el pueblo bautizó con el nombre de “enfermeras”. Pawley fue utilizado, años más tarde, por el presidente Dwight D. Eisenhower en conversaciones con el dictador Batista, con vistas a la sustitución de este por una Junta Militar que le cerrara el paso a un gobierno verdaderamente revolucionario encabezado por Fidel Castro.

13 Para ampliar, véase el artículo publicado en el periódico Tribuna de La Habana, 17 de noviembre de 2002, p. 3, titulado “Un auténtico escándalo de los auténticos”, de Ángel Rodríguez Álvarez.

Al tomar Batista la presidencia, por medio de un golpe de Estado, llevado a cabo para evitar la llegada al poder en las cercanas elecciones generales por el Partido del Pueblo Cubano (Ortodoxo), fundado por Eduardo Chibás Ribas, el presidente derrocado, Carlos Prío Socarrás, familiares y funcionarios de su gobierno, arribaron con carácter de exiliados a Florida. Poco después, fueron llegando muchos otros cubanos, que huían de la persecución de la tiranía. Allí se organizaron en filiales de las distintas organizaciones insurreccionales y prepararon expediciones armadas, que en su mayoría fueron perseguidas por las autoridades norteamericanas. El mismo Carlos Prío fue paseado con sus manos esposadas por las calles de Miami, acusado de comprar armas para derrocar a quien lo había expulsado del cargo para el que había sido electo.

La mayoría de los cubanos que en épocas de la dictadura batistiana residía en los Estados Unidos simpatizaba con el movimiento revolucionario dirigido por el joven Fidel Castro Ruz y contribuía de muchos modos con la causa. Casa de las Américas, radicada en la ciudad de Nueva York, así como otras organizaciones de emigrados, observaron una actitud consecuente con la causa revolucionaria.

Al triunfo revolucionario, los exiliados regresaron a Cuba, acompañados por muchos cubanos que por razones económicas la habían abandonado. Fueron entonces sustituidos por otros que tenían características muy diferentes a la emigración tradicional cubana, que huían de un proceso que había destruido su mundo ideal, en el que podían seguir viviendo de la explotación de la mayoría del pueblo y disfrutando de sus vicios y placeres. Pensaban volver en poco tiempo para la Cuba que creían firmemente que nadie podría transformar, ya que “los americanos” no lo permitirían, y al pasar el tiempo fueron construyendo, junto con nuevos emigrados que huían de las leyes revolucionarias o buscaban mejorar su economía, un Miami lo más parecido a La Habana y a la Cuba de antes del primero de enero de 1959. Calles y negocios fueron bautizados con nombres idénticos a los que había en Cuba. A bares y restaurantes se les puso nombres como La Esquina de Tejas, Centro Vasco, Castillo de Jagua o Mercados Varadero. Miami se llenó de ventas de “buchitos” de café, sandwicheras y cafeterías de batidos y guarapo.

El gobierno norteamericano, mediante su hostilidad hacia la Revolución Cubana, trató de llevarse a la mayor cantidad posible de profesionales y técnicos. Muchos de los dueños de clínicas, y centenares de los médicos que abandonaron el país llevaron su egoísmo y sus vicios a Miami, como fue el caso del doctor Norberto Martínez García, ex-director del antiguo Hospital de Dementes de Mazorra durante el gobierno de Ramón Grau San Martín, convertido en un antro de abusos y maltratos denunciados por la prensa de la época, y que no bien acabado de llegar a los Estados Unidos se convirtió en un agente de la CIA. Algo muy similar a lo que aconteció con los enfermos hospitalizados en Mazorra ocurre actualmente en los asilos para personas de la tercera edad radicados en Miami, donde los pacientes sufren maltratos y vejaciones disímiles, denunciados por la prensa local y nacional del país. Esos lugares, convertidos en verdaderos infiernos, son administrados en 90 % por entidades privadas a las que lo único que les interesa es obtener ganancias, sin importarles la situación que padecen los ancianos, algo similar a lo que ocurría en Mazorra.

Funerarias como Caballero y Rivero, florerías, tintorerías y garajes, se instalaron en Miami con sus mismos dueños. Muchos colegios privados adoptaron nombres idénticos a los que tenían en Cuba, como La Salle, Maristas, Dominicas Americanas y la Universidad de Santo Tomás de Villanueva, entre otros. Las prácticas religiosas que había en la Isla fueron llevadas a un estado que contaba con mayoría judía o protestante. La Iglesia Católica y los cultos sincréticos se desarrollaron ampliamente. La masonería y las otras instituciones fraternales, como Caballeros de la Luz, Odd Fellows y colegios profesionales, y los clubes de Leones y Rotarios llevaron su organización y práctica a Florida y concretamente a Miami. Los partidos políticos, los municipios de Cuba en el llamado exilio y hasta la Confederación de Trabajadores de Cuba y sus federaciones, al frente de las cuales se colocaron los dirigentes mujalistas que las regenteaban en Cuba, se injertaron en el tronco de la nueva “república” que iba surgiendo en Miami. Curas conocidos por su actuación controvertida en la Cuba de antes se hicieron cargo de los distintos templos y un flamante obispo fue puesto al frente de la Ermita de la Virgen de la Caridad, patrona de Cuba y, por supuesto, ahora de Miami.

Periódicos y periodistas casi copiaron sus viejos estilos de periodismo amarillo, como el que practicaban en Cuba antes del triunfo revolucionario y junto a todo este andamiaje surgieron industrias con dueños cubanos que explotaban al trabajador, como ocurre en toda sociedad de clases en que la burguesía instalada en sus nuevos predios disfruta de su poder político, económico y social, y en el seno de estas estructuras emergieron también, como en la Cuba prerrevolucionaria, movimientos de cubanos que rompieron el mito de la homogeneidad del exilio como enemigo de la Revolución. Varios grupos religiosos, católicos, evangélicos y sindicalistas, se manifestaron en contra del bloqueo y en favor de la reunificación familiar. Otros fueron mucho más adelante. Grupos de intelectuales cubanoamericanos fundaron revistas como NuevaGeneración, Areíto y Baraguá, en las que defendían a la Revolución Cubana y a todas las causas justas del mundo.

Fueron creados movimientos de izquierda dentro de la comunidad de cubanos, como la Brigada Antonio Maceo, la Juventud Cubana Socialista, la Alianza de Trabajadores de la Comunidad, y muchos otros grupos que se unieron a Casa de las Américas, radicada desde antes del triunfo revolucionario en la ciudad de Nueva York. Representativos de estos movimientos, venciendo el terror de los que controlan Miami y el Estado floridano, asistieron a dos reuniones, en 1978, con la más alta dirección del gobierno cubano. Al primero de los llamados “diálogos” concurrieron setenta y cinco representativos de todas las corrientes del exilio. A la segunda reunión lo hicieron más de ciento veinte personas. Entre los asistentes se encontraban un dirigente del gobierno de James Carter, Juan Rodríguez; miembros de la Brigada de Asalto 2506, como Napoleón Vilaboa y Roberto Carballo; comerciantes y banqueros, como Bernardo Benes y Orlando Padrón, ex-ministros y diplomáticos del gobierno de Batista, en las personas de Raúl Lorenzo Ruiz y Rosendo Canto Hernández; miembros de los partidos batistianos, como José Suárez Núñez y Raúl Acosta Rubio, este último secretario particular y biógrafo del dictador; sacerdotes católicos, como el padre Andrés Reyes, párroco de la Iglesia de la Santísima Trinidad, en Nueva Jersey, y el reverendo de la Iglesia Bautista, José Reyes, así como el controvertido pastor Manuel Espinosa, y dirigentes e intelectuales de izquierda, como Lourdes Casal, Raúl Alzaga, Carlos Muñiz Varela, Nelson Valdés, Vicente y Lourdes Dopico, María Felicia Pérez-Stable, los hermanos Mauricio y Mariana Gastón, Francisco González Aruca y Andrés Gómez. Estuvieron presentes dirigentes de Casa de las Américas, Alianza de Trabajadores de la Comunidad y Programa Cubano de New Jersey, como Eusebio Valdés, Ventura y Carmen Iturbe, Eulalio José Negrín, Domingo Delgado y Rafael Correa, entre otros, y periodistas y líderes comunitarios, como Max Lesnik Menéndez y Manuel de Dios Unanúe.14

14 Unanúe fue asesinado años después por narcotraficantes colombianos como consecuencia de los artículos periodísticos escritos por él, donde denunciaba las actividades de esos criminales. Había recibido también amenazas de muerte de los terroristas anticubanos de Miami y Nueva York por sus posiciones políticas en defensa de Cuba.

Comenzó, de esta forma, la lucha por hacer cambiar la situación que imperaba en la comunidad, convertida en instrumento del imperialismo contra la libertad y la independencia de la nación cubana.

1.5 Politiqueros, ex-miembros del Ejército,la Marina y la Policía llegan en la primera oleada

Los primeros que llegaron a las costas de Florida y se instalaron mayoritariamente en la ciudad de Miami fueron familiares del dictador Fulgencio Batista, ex-ministros de su gobierno, parlamentarios, testaferros y militares acusados de graves violaciones de los derechos humanos contra el pueblo cubano y del robo y la malversación de los caudales públicos.

Muchos huyeron directamente desde Cuba, en yates y naves aéreas, y otros, poco tiempo después, desde terceros países como la República Dominicana, que era gobernada por otro tirano, Rafael Leónidas Trujillo Molina. Traían todo el dinero que pudieron salvar, aunque gran parte de la riqueza robada estaba depositada en bancos norteamericanos y suizos.

Llegaron jerarcas de la política tradicional, como Anselmo Alliegro Milá; el vicepresidente, Rafael Guas Inclán; el “presidente electo” en últimas “elecciones” celebradas el 3 de noviembre de 1958, Andrés Rivero Agüero: el ex-alcalde de La Habana, Justo Luis Pozo del Puerto, acompañado por sus hijos, Luis y Rolando Pozo Jiménez; el subsecretario de Gobernación, Rafael Díaz-Balart; el ministro de Gobernación, Santiago Rey Pernas; el ex-ministro de Trabajo, José Suárez Rivas, y el gobernador de La Habana y hermano del dictador, Francisco “Panchín” Batista.

Formaban parte importante de este grupo numerosos legisladores corruptos y miembros del Poder Judicial que habían sido cómplices útiles de las fechorías y los crímenes de Batista y que propiciaron que ninguno de los asesinos connotados de ese régimen fuera condenado por tribunal alguno, mediante el sobreseimiento de todas las causas que los incriminaban.

Junto con los jerarcas del régimen derrocado, llegaron numerosos criminales, como el jefe de los tristemente célebres “Tigres’’, Rolando Masferrer Rojas, con un grupo selecto de sus esbirros; el jefe de la Marina de Guerra, José Rodríguez Calderón,15 procedente de la República Dominicana; el jefe del Estado Mayor de ese cuerpo e hijo del anterior, José Rodríguez Hernández, y una cohorte de asesinos encabezados por el jefe del Servicio de Inteligencia Naval (SIN), Julio Laurent;16 el comandante Jesús Blanco, que estaba al mando del torreón de La Chorrera, centro de torturas y crímenes, y otros asesinos de ese cuerpo.

15 El jefe de la Marina de Guerra había acompañado junto con su hijo, el jefe del Estado Mayor de ese cuerpo, José Rodríguez Hernández, al dictador Batista a la República Dominicana. Viajó en el mismo avión en que el tirano escapó, ya que Rodríguez Calderón mantenía contactos con el sátrapa Trujillo para la compra de armamento. Él y su hijo son responsables de numerosos asesinatos y torturas.

16 Julio Laurent era uno de los asesinos más sádicos del régimen; junto con el comandante de la Marina, Jesús Blanco, utilizaban el torreón de La Chorrera para torturar y ultimar a los revolucionarios, quienes eran lanzados al mar para que sus cuerpos no fueran encontrados.

Los jefes de la policía batistiana estaban encabezados por el conocido torturador, coronel Esteban Ventura Novo; el jefe del Buró de Investigaciones, coronel Orlando Piedra Negueruela;17 el jefe del Buró de Represión de Actividades Comunistas (BRAC), teniente coronel Mariano Faget Díaz;18 el que fuera jefe del Servicio de Inteligencia Militar (SIM), coronel Manuel Ugalde Carrillo, y el segundo jefe de ese cuerpo, el asesino teniente coronel Irenaldo García Báez,19 quien arribó junto con su padre, el torturador y también asesino, ex-brigadier Pilar García;20 así como el cuñado de Batista, coronel Roberto Fernández Miranda. Toda esta relación de personajes, reclamados por las leyes cubanas por la comisión de numerosos crímenes y delitos de malversación, no podía dejar de contar con la presencia de los cómplices principales de Batista en el golpe de Estado del 10 de marzo, tan asesinos como los anteriores, a los que también se les dio asilo, por las autoridades norteamericanas, como fueron los casos del mayor general y jefe del Estado Mayor del Ejército, Francisco Tabernilla Dolz y sus hijos, Silito, ayudante personal del tirano, y Marcelo, jefe de la Fuerza Aérea,21 junto con el mayor general Martín Díaz Tamayo y el teniente coronel José María Salas Cañizares,22 quienes eran unos de los tantos que fueron recibidos con los brazos abiertos por el gobierno de los Estados Unidos. Era muy lógico que esto ocurriera, ya que eran sus aliados mejores y más confiables en el control de la república neocolonial, donde la oficialidad de las Fuerzas Armadas era asesorada por la Misión Militar norteamericana.

17 El coronel Orlando Piedra era el hombre de confianza de Batista, quien además de ser jefe del tenebroso Buró de Investigaciones era el supervisor de la Policía Secreta y de la Policía Judicial y, además, era el jefe del Servicio Secreto del Palacio Presidencial y responsable de la seguridad personal del dictador.

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