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Durante varios meses, Alberto Chimal escribió a través de Twitter una serie de microrrelatos que tomaban como punto de partida el posible viaje que el Viajero del Tiempo, protagonista de La máquina del tiempo, de H. G. Wells, pudo haber emprendido al final de la novela. Estas pequeñas estampas, que representan un homenaje no solo a Wells sino a la ciencia ficción, nos transportan al pasado, presente y futuro donde podemos observar el mundo desde un punto de vista privilegiado y presenciar tanto grandes acontecimientos de la historia falsos y verdaderos, así como sucesos cotidianos casi imperceptibles. Los textos, a manera de instantáneas, asimismo ofrecen al lector retratos muy particulares de todo tipo de personajes —históricos, literarios, reales o ficticios— a quienes el Viajero del Tiempo, y de paso también su gato, encuentran en su camino: escritores como Sor Juana Inés de la Cruz, William Blake, Edgar Allan Poe y Jane Austen; personajes literarios como Helena de Troya, Drácula, el Hombre Invisible; iconos reconocidos y también iconos por conocer. Como si la ficción formara parte de otra dimensión temporal, esta propuesta nos invita a navegar en la máquina del tiempo que es el propio libro, de la mano de uno de los narradores más audaces de la literatura mexicana contemporánea.
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Seitenzahl: 70
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Fotografía de Raquel Castro
Alberto Chimal
(Toluca, 1970) es un escritor que se ha dedicado principalmente al cuento y la novela, así como a la narrativa experimental. También es un destacado profesor y divulgador de la escritura creativa. Uno de sus intereses principales es la imaginación fantástica: un modo peculiarmente latinoamericano, distinto del “género” fantástico como se entiende en los países de habla inglesa, y que él ha utilizado en novelas y cuentos que han recibido diversos reconocimientos (Premio Bellas Artes de Cuento San Luis Potosí por el libro Éstos son los días(2004); el Premio de Literatura Estado de México (2012) por su trayectoria; el Premio Bellas Artes de Narrativa “Colima” para obra publicada por Manda fuego (2013) y el Premio de la Fundación Cuatrogatos, que reconoce lo mejor de la literatura infantil en castellano, por su libro La Distante (2018). Asimismo, el libro álbum La madre y la muerte/La partida, con un cuento de Chimal y otro del argentino Alberto Laiseca, fue seleccionado en 2016 para el catálogo White Ravens. Su segunda novela: La torre y el jardín, fue finalista en 2013 del Premio Internacional de Novela Rómulo Gallegos. Desde 1993, Chimal imparte cursos y talleres literarios. Es maestro en Literatura Comparada por la Universidad Nacional Autónoma de México. Textos suyos se han traducido al inglés, francés, italiano, alemán, húngaro, farsi, hebreo, mixe, zapoteco, mixteco y esperanto.
La sagadel Viajerodel Tiempo
La sagadel Viajerodel Tiempo
Alberto Chimal
Ilustraciones de Sólin Sekkur
Universidad Nacional Autónoma de México
México 2020
Catalogación en la publicación UNAM. Dirección General de Bibliotecas
Nombres: Chimal, Alberto, 1970- , autor.
Título: La saga del Viajero del Tiempo / Alberto Chimal.
Descripción: Primera edición. | México : Universidad Nacional Autónoma de México, 2020. | Serie: Hilo de Aracne
Identificadores: LIBRUNAM 2086582 | ISBN 978-607-30-3560-6.
Clasificación: LCC PQ7298.13.H448.S34 2020 | DDC 862—dc23
Primera edición: 2 de octubre de 20202020 © d.r. universidad nacional autónoma de méxicoCiudad Universitaria, alcaldía Coyoacán, 04510, Ciudad de MéxicoDirección General de Publicaciones y Fomento Editorial
ISBN: 978-607-30-3072-4 (colección)ISBN: 978-607-30-3560-6
Esta edición y sus características son propiedad de la unam.Prohibida la reproducción parcial o total por cualquier medio, sin autorización escrita del titular de los derechos patrimoniales.Hecho en México
a Raquel,mientras caminamos por la eternidad, que es como nuestra casa (incluyendo los gatos y los libros amontonados)
El Viajero del Tiempo (pues tal será el apelativo adecuado para hablar de él) estaba contándonos un asunto especialmente enigmático. Sus ojos grises brillaban y centelleaban, y su rostro, por lo general pálido, estaba encendido y resplandeciente. El fuego de la chimenea ardía con fuerza y la suave luminosidad de las luces incandescentes bajo las tulipas de plata se reflejaba en las burbujas que centelleaban y desaparecían en nuestras copas. Los sillones, que eran invenciones suyas, nos abrazaban y nos acariciaban, en vez de limitarse a servirnos de asiento, y flotaba en el ambiente esa atmósfera gratificante de la sobremesa nocturna, cuando las ideas surgen libre e ingeniosamente, sin poner barreras a la imaginación. Y entonces nos lo contó como diré, haciendo hincapié en los puntos indecisos con su huesudo dedo índice, mientras nosotros seguíamos sentados y admirábamos de manera perezosa la vehemencia con que hablaba de su nueva locura —eso era lo que pensábamos— y su fecunda inventiva.
h. g. wells
La máquina del tiempo (1895)
buenos días, buenas tardes, buenas noches, como dice el Viajero del Tiempo cuando su máquina se pone temperamental y no le pregunta a dónde (o cuándo) quiere irse.
En el lugar y tiempo en que aparece, toda la gente lo mira con desconcierto, parpadea, y cuando oye las palabras tal vez parpadea de nuevo si no le entiende (el Viajero del Tiempo no sabe todos los idiomas de todas las épocas).
Y tal vez el Viajero del Tiempo se arrepiente de haber llegado allí y desaparece, y da la impresión de haberse ido en otro parpadeo, en el instante en que nadie lo veía.
El Viajero del Tiempo extiende la mano y atrapa la primera gota de la lluvia. Todas las demás impiden que el mundo se entere de la hazaña.
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El Viajero del Tiempo soñaba un flashforward: en él se despertaba, viajaba hacia atrás en el tiempo, se dormía y soñaba un flashforward.
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Un pasaporte del Viajero del Tiempo lo acredita como ciudadano de un país que todavía no existe y nadie, nadie recordará cuando desaparezca.
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El Viajero del Tiempo usa una máquina propulsada por horas perdidas, ignoradas, malgastadas. Se alegra: tendrá energía para siempre.
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El Viajero del Tiempo te saluda, se va diez años, decide verte otra vez, regresa segundos antes de la primera. “Déjà vu”, pensarás. O piensas.
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El Viajero del Tiempo, quien puede pasarse un año entero en un solo segundo, tiene el secreto para no envejecer.
No, no lo dice. Ni lo vende.
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El Viajero del Tiempo fue a 1888 y vio la cara de Jack el Destripador.
—Era la de todos a la vez, como dicen que era el rostro de Adán —gritó.
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El Viajero del Tiempo ha visto varias películas (de eras diversas) que tratan de tu vida. Y ahora ansía conocerte para saber toda la verdad.
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Fastidiado, luego de seis horas de ruido en el cuarto contiguo, el Viajero del Tiempo retrocedió seis horas, pasó al otro cuarto, lo halló vacío y entendió lo que había hecho, o más bien lo que ahora tenía que hacer.
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—¿Qué sentido tiene este juego si no se matan entre ellos? —dijo el gladiador al Viajero del Tiempo mientras veían el partido de futbol.
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El Viajero del Tiempo manda decir que sí, recuerda el futuro, pero no es psíquico: no sabe a quién estás por conocer ni cómo te hará feliz.
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El Viajero del Tiempo escribe este texto para que lo lean en el siglo 490156673/498+, en el que cada una de sus palabras significa otra cosa.
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(a)
El Viajero del Tiempo me lleva con un amigo que murió en 2003. Este, al verme, se preocupa:
—Parece que hubieras envejecido de golpe —dice.
(b)
El Viajero del Tiempo viene con un amigo al que vi ayer y ahora parece diez años mayor. Entiendo de inmediato.
—¿Por qué vienes hoy? —pregunto, de todos modos.
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El Viajero del Tiempo retrocede despacio, muy despacio, para ver a Michael Jackson caminar hacia adelante.
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El Viajero del Tiempo detuvo su máquina. Por un largo instante que nadie más percibió no hubo una sola muerte en toda la Tierra.
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El Viajero del Tiempo llega al año 10008000. Le dicen que es el MilOchoMil. Se sorprende. Le dicen que el siguiente será el año Tururú.
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La biblioteca del Viajero del Tiempo guarda libros olvidados, perdidos, para siempre inéditos. Ningún colega escritor ha querido visitarla.
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El Viajero del Tiempo regresó muchas veces al mismo instante. Comprobó que miles de personas pueden tener a la vez la misma idea original.
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Franz Kafka volvió 9753 veces a ver el mismo trámite burocrático.
—Gracias —dijo al Viajero del Tiempo. Poco a poco iba entendiendo qué papeles hacían falta y cómo tratar con el encargado de la ventanilla.
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El Viajero del Tiempo apareció, le dijo a William Blake que no, que no estaba loco, y desapareció.
Sacudido, Blake esperó a que apareciera su Ángel, para contarle la visión que acababa de tener.
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