La sombra de un jinete desesperado - Juan Mattio - E-Book

La sombra de un jinete desesperado E-Book

Juan Mattio

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Beschreibung

Pienso que un lector no es alguien que acumula lecturas, sino, más bien, alguien que aprende a leer de distintas maneras, guiado por diferentes preguntas, a lo largo de su vida. No creo que nadie aprenda a leer de una vez y para siempre. Todo gran texto —incluso toda gran película y todo gran disco— nos pone en situación de tener que volver a construir modos de indagación y contacto con el objeto. Quisiera pensar que pude escribir no solo sobre textos y películas que me conmovieron, sino también sobre esas pequeñas modulaciones en mi percepción. Las historias no son más que historias. Se cuenta, se leen, a veces se escriben. El problema es comprender su poder para deformar. Comprender la distancia atroz entre la vida y las palabras. Alcanzar, por un momento, la certeza de la incomunicación que anida en el lenguaje.

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Acerca de Juan Mattio

Juan Mattio nació en 1983. Integró la redacción de la revista Sonámbula y fue parte de Synco, observatorio de ciencia ficción, tecnología y futuros. Su novela Tres veces luz obtuvo una mención en el premio Casa de las Américas en 2015 y fue editada por Negro Absoluto en 2016. Su segunda novela, Materiales para una pesadilla, también se publicó por Negro Absoluto y ganó el premio Medifé/Filba a mejor novela argentina publicada en 2021. Coordina el Club de lectura de ficción extraña en Ciudad Ausente y es co-director de la colección Arqueologías del futuro.

Página de legales

Mattio, Juan / La sombra de un jinete desesperado / Juan Mattio. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : EGodot Argentina, 2023. Libro digital, Otros Archivo Digital: descarga y onlineISBN978-631-6532-04-6

1. Literatura Contemporánea. 2. Literatura Argentina. 3. Crítica Literaria. I. Título.

CDD 860.9982

ISBN edición impresa: 978-631-6532-03-9

© Juan Mattio 2023© de la edición Ediciones Godot

Corrección Federico Juega SicardiIlustración de tapa Diego PerrottaDiseño de tapa e interiores Víctor MalumiánIlustración de Juan Mattio Max Amici

© Ediciones Godotwww.edicionesgodot.com.ar [email protected]/EdicionesGodotTwitter.com/EdicionesGodotInstagram.com/EdicionesGodotYouTube.com/EdicionesGodot

Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República Argentina, 2023

La sombra de un jinete desesperado

Juan Mattio

Índice

Prólogo

Una mirada a la oscuridad

29 de agosto de 2019

30 de agosto

31 de agosto

1° de septiembre

4 de septiembre

7 de septiembre

8 de septiembre

10 de septiembre

12 de septiembre

15 de septiembre

Marxismo gótico

I

II

III

IV

V

VI

La guerra continúa

I

II

III

IV

V

VI

VII

Podemos recordarlo por usted

1975

1978

1980

1983

1984

1985

1986

1988

1990

1993

2002

Exiliados de la lengua

Conrad en el espacio exterior

Lem en el espacio interior

Gombrowicz en el espacio exterior

El desierto

Alucinaciones capitalistas

I. Terrores nocturnos

II. Los tres mitos

III. El cyborg

IV. El robot y la conciencia del capital

V. Fantasmas de la Ford

VI. El robot como esclavo

VII. Dentro de la máquina

Mi padre me entregó a la ficción

Realismo y post-apocalipsis

Tiempo colapsado

El post-apocalipsis (no) es un modo del realismo

Hobbes y el sujeto endriago

Agradecimientos

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Hitos

Tapa

Página de copyright

Página de título

Índice de contenido

Epígrafe

Prólogo

Contenido principal

Agradecimientos

Colofón

Notas al pie

Epigraph

“Todo caballo lleva la sombra de un jinete desesperado”. MIGUEL Á. BUSTOS

“La fantasía se duplica a sí misma como la nueva epistemología y como la única forma de vivir en el mundo que la propia fantasía ha creado”. M. JOHN HARRISON

Prólogo

LOS TEXTOS QUE SIGUEN fueron escritos a lo largo de varios años, y me gustaría pensarlos como un mapa de obsesiones y puntos de quiebre en mi modo de leer. Pienso que un lector no es alguien que acumula lecturas, sino, más bien, alguien que aprende a leer de distintas maneras, guiado por diferentes preguntas, a lo largo de su vida. No creo que nadie aprenda a leer de una vez y para siempre. Todo gran texto —incluso toda gran película y todo gran disco— nos pone en situación de tener que volver a construir modos de indagación y contacto con el objeto. Quisiera pensar que pude escribir no solo sobre textos y películas que me conmovieron, sino también sobre esas pequeñas modulaciones en mi percepción.

Por otro lado, el título del libro es una cita de un poema de Miguel Ángel Bustos, que publicó en Visión de los hijos del mal y que dice: “Todo caballo lleva la sombra de un jinete desesperado”. No puedo pensar una imagen mejor para definir la forma ensayo. Trasladando, podríamos decir que toda hipótesis teórica lleva la sombra de un autor desesperado. Mientras escribía, me preocupaba que los ensayos de este libro no se escribieran de un modo impersonal y distante, como si se tratara de un observador científico que mira objetos intercambiables. Me preocupaba porque lo cierto es que estos objetos están ligados a mis estados de ánimo y a mis ansiedades políticas de un modo íntimo y no solo intelectual. Creo que fue Raymond Williams quien dijo en algún lado que en toda idea hay un sentimiento y en todo sentimiento, una idea. Traté, entonces, de no ocultar los sentimientos que estos libros, películas y series me habían despertado.

Muchos de ellos están atravesados por mi interés en los géneros pulp. Hace tiempo que intento pensar la ciencia ficción, el terror y el noir como síntomas políticos de una imaginación social colapsada. Estos textos en particular deben muchísimo a Kike Ferrari y Pedro Perucca, con quienes doy talleres de lectura desde 2015. Sin esos pequeños laboratorios colectivos que fuimos construyendo semana a semana, nunca hubiera podido armar el corpus de imaginaciones desmesuradas y violentas que están presentes en el libro.

Hay otra zona de estos ensayos que se conecta a mi interés por las poéticas del modernismo. Podría parecer una contradicción, pero desde hace algunos años tengo la hipótesis de que estos extremos de nuestra cultura —pulp y modernismo— no deben pensarse como opuestos, sino como materiales que necesitan ser acoplados. Esta tensión, que a veces se traduce en el binomio realismo y literaturas extrañas, me parece que es una zona crítica que necesitamos reorganizar para salir de algunos callejones, estéticos y políticos, que en apariencia no tienen salida. La construcción de híbridos culturales me parece una forma posible de romper tanto con la cultura retro como con eso que se conoce como melancolía de izquierda.

Por último, cuando empecé a ordenar las notas para este libro no me lo había propuesto, pero ahora, al leerlo completo, pienso que la figura de Philip K. Dick se mueve espectral, de una u otra forma, por casi todos los textos. Me parece justo. Yo diría que Dick, más que un autor o una serie de textos, es para mí un paisaje mental. Un tipo de emoción que mezcla la paranoia con cierta melancolía y una lucidez salvaje con momentos oníricos y demenciales. Ojalá que algo de ese clima anímico esté, de alguna manera, entre las páginas de este libro.

Una mirada a la oscuridad

29 DE AGOSTO DE 2019

LA PRIMERA VEZ QUE me acerqué a la obra de Dick, tenía 19 años y estaba pasando por una de las depresiones más feroces de las que tenga memoria. Mamá había muerto a fines de mayo y desde entonces el mundo parecía quebrado, un mundo roto. En los meses anteriores había pasado mis noches cuidándola en la clínica donde estaba internada. De día dormía, comía alguna cosa, deambulaba por la casa en la que había crecido. Me recuerdo en un estado de terrible abandono. Ni antes ni después mi cuerpo llegó a importarme tan poco. Recuerdo, también, el cuerpo de mi madre, un cuerpo pesado y lento, un cuerpo que se estaba apagando. Tenía 47 años. Una edad cercana a la que tienen hoy algunos de mis amigos. Le habían diagnosticado esquizofrenia diez años atrás aunque la enfermedad —así se la llamaba en mi casa— había dado avisos desde que ella era muy chica. Lo cierto es que mi madre había vivido mal y estaba muriendo mal. La habían internado después de una ingesta de pastillas que nunca supe —o tal vez sí supe y quise olvidar— si fue producto del desconcierto o una decisión consciente. Cuando todo terminó para ella, la depresión se instaló en mi cuerpo primero y en mis pensamientos después. Fue como recibir una herencia. En ese entonces, salía con una chica unos años más grande que yo que cursaba la carrera de Letras en Puan. Fue ella la que me acercó a Dick. Me dio a leer Ubik en una fotocopia, y así empezó todo. Estuve todo un año leyendo su obra como un sonámbulo. Sin poder retener los argumentos completos, mezclando los personajes, sin siquiera diferenciar dónde empezaba un libro y terminaba el otro. Sus mundos débiles me llevaban al país de mi madre, con sus delirios persecutorios y tramas secretas de conspiraciones y complots. Entendí que mi madre era un personaje dickeano. La práctica sistemática de sospecha sobre el mundo, sobre su funcionamiento, fue la primera noticia que tuve de esa literatura que leería muchos años después. Por eso leer a Philip Dick fue como volver a mi casa de infancia. Un espacio aterrador y familiar.

30 DE AGOSTO

Lo que me propongo es construir un mapa de las obsesiones de Dick siguiendo el programa que afirma que una lectura de la literatura pulp tiene que concentrarse en las repeticiones. El movimiento interpretativo debe indagar en eso que podemos llamar materias primas. Clasificar los distintos materiales a los que llamamos, cuando los encontramos reunidos, Philip K. Dick. Ese inventario contendría las colonias en Marte, Luna, Próxima, Centauro. Hacer la lista de las conspiraciones políticas de sus novelas y articularlas con las novelas de espionaje. Pensar en cómo Dick usa ese género porque comparte las premisas de la doble identidad y del complot. Reconstruir la serie de los mutantes con poderes psíquicos y reflexionar sobre su posición, siempre al servicio de una corporación o de un gobierno. Tratar de entender la multitud de anomalías temporales que aparecen en sus ficciones y qué tipo de historicidad proponen. Trazar hipótesis sobre la simulación de lo humano en los androides y robots que pueblan su literatura, sin olvidarme de aquellos que ni siquiera saben que son un ente artificial. Comparar las realidades débiles en las que sus personajes viven o intentan vivir.

31 DE AGOSTO

Son las nueve de la mañana de un sábado, y ya estoy arriba. Por la ventana, entra un sol como hace meses que no veía. Úrsula maúlla para que le dé comida y después se baña bajo la luz pálida de agosto. En las calles no hay tanto ruido y hoy no tengo resaca. Podría ponerme a limpiar o a trabajar en las correcciones que tengo atrasadas. Entusiasmarme porque a la tarde vamos a proyectar Blade Runner en La Coop como cierre del taller. Quiero decir que este podría ser un buen día, una de esas pocas mañanas habitables en el fin del mundo. Pero lo cierto es que no logro meterme en la vida. Soy siempre un extranjero de la situación. Esa condición es la que me pone frente a la pantalla, los dedos sobre el teclado, y me arranca de cualquier mañana, sea luminosa o no.

Ayer fue un día difícil, y apenas pude tomar notas y leer unas pocas páginas de Minority Report. Ahí tres mutantes predicen crímenes que el Estado evita encerrando al potencial asesino. La trama central tiene la forma de una conspiración entre facciones del gobierno donde el fundador de Precrimen queda atrapado. Tomé apuntes sueltos sobre los precognitores y sobre la alteración temporal que supone la predicción. Pero me interesó, en especial, el pasaje que describe cómo las máquinas analíticas reorganizan el discurso incoherente de los mutantes en información legible. “A la luz incierta de aquella enorme habitación, los tres idiotas farfullaban palabras ininteligibles. Cada palabra soltada al azar, murmurada sin ton ni son en apariencia, era analizada, comparada, reajustada en forma de símbolos visuales y transcritos en tarjetas perforadas convencionales que se introducían en las ranuras de los ordenadores. A todo lo largo del día, aquellos idiotas balbuceaban entre sí o aisladamente, prisioneros en sus sillas especiales de alto respaldo, sujetados de forma especial en una rígida posición por bandas de metal, grapas y conexiones”. Una vez más, el lugar de la verdad en Dick no está en la ciencia, sino en la colaboración de elementos irracionales con la máquina. Creo que el detalle más importante de la escena es que quien ve el futuro no puede entenderlo, es decir, el oráculo no puede hacer uso de su propio poder. Los tres idiotas, como él los llama, están siendo hablados, son instrumentos del lenguaje, y la pregunta que surge es: ¿quién está ahí? ¿Qué tipo de entidad habla a través de ellos? Esa es, también, la pregunta típica de la locura. Lo que vuelve siniestro a alguien que está dominado por un delirio es que parece no pertenecerse, sino estar siendo poseído por una fuerza exterior. La relación entre locura, verdad y predicción se podría remontar hasta los griegos. Pero hay algo más. La particular empatía de Dick hace que nuestra mirada no pierda de vista el estado brutal en que se encuentran distribuidos esos cuerpos. Los mutantes se describen casi como piezas o engranajes de una gran máquina total. La imposibilidad de administrar su propio discurso los obliga, por igual, a la postración y a entregar sus visiones (que son o están en esos balbuceos) a un aparato que las haga utilizables. Los mutantes solo emiten, como si se tratara de radios dañadas, un conjunto de palabras sueltas que las computadoras reciben como discurso roto y devuelven como predicción. Lo atroz del mecanismo está en esa ruptura entre cuerpo y lenguaje.

1° DE SEPTIEMBRE

Después de acostar a los nenes, abro una cerveza y me pongo a rastrear materiales sobre Dick en YouTube. Fue un día largo. Tal vez debería irme a dormir, pero todavía tengo otra cerveza fría en la heladera y nada de sueño. El insomnio, ya se sabe, es el territorio de la tristeza. Pongo entonces uno de los primeros enlaces que aparecen. Su título es Posible explicación a los glitches en The Matrix. Se trata de una conferencia que dio Dick en 1977. Pienso que su filosofía está siendo hoy recuperada por sectas supersticiosas. Algo de esos saberes marginales y teorías paranoicas sobre la llegada a la Luna, los anunnakis, la tierra plana que circulan en la red. Ya lo hicieron notar los críticos: la espiritualidad new age y otras teologías exóticas son parte del actual aparato crítico en torno a Dick, conectando su giro místico con las actuales modas pseudorreligiosas. Nada de eso me interesa. Pongo play en el navegador. Miro, tomo notas, transcribo algunos textuales que me interesan para este diario. Escucho sus delirios con seriedad, descartando la ironía, porque sé que está hablando en serio, aunque diga vaguedades. No hay nada romántico en la locura. Nada que deba ser reivindicado. La enfermedad mental es una herida en la conciencia. Pienso, sin embargo, que en esos estados alterados hay una capacidad particular para capturar vestigios de verdad (sea esto lo que sea). El lenguaje está interferido, y las personas son habladas por algo que no termina de tomar forma. En esa materia oscura que llamamos lenguaje conviven rastros de la vida social sin que podamos percibirlos con claridad. Y a veces hablan. Es siniestro.

Intuyo también la tristeza y la ansiedad que hay detrás de sus palabras ese día. Escucho, entonces: “La gente afirma recordar vidas pasadas. Yo sostengo recordar una diferente, muy diferente, vida presente”. Pienso que uno de los movimientos centrales de su literatura consiste en demoler el principio de no contradicción. Hay algo en Dick que podríamos llamar “posición cuántica”. Se trata de la posibilidad de ocupar dos ubicaciones distintas en la realidad (que muchas veces son, además, posiciones antagónicas). Esto se ve muy claro en Fluyan mis lágrimas, dijo el policía. Ahí tenemos a Jason Taverner, un artista pop que conduce un programa de televisión con treinta millones de espectadores. Una superstar