La vocación humana del hombre - Juan José F. Milano - E-Book

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Juan José F. Milano

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Beschreibung

Este ensayo intenta ser una aproximación a la difícil cuestión de la auto develación del propio ser y su llamado, en las circunstancias que toque vivir. El misterio del propio ser reclama, al mismo tiempo, descubrir su sentido y lograr su realización. Identidad y misión se encontrarán en los deseos más profundos de cada persona debajo de las múltiples mediaciones y naturales crisis. El ensayo es motivado por experiencias que por años confrontó al autor con dos situaciones lejanas que confluyen, sin embargo, en las mismas interrogantes fundamentales, jóvenes estudiantes universitarios y adultos pacientes oncológicos.

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Juan José F. Milano

La vocación humana del hombre

Asomándonos al abismo de nuestra identidad y misión Ensayo de antropología filosófica y psicológica

Milano, Juan José F. La vocación humana del hombre : asomándonos al abismo de nuestra identidad y misión : ensayo de antropología filosófica y psicológica / Juan José F. Milano. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2024.

Libro digital, EPUB

Archivo Digital: descarga y online

ISBN 978-987-87-4733-0

1. Ensayo. I. Título. CDD 301.01

EDITORIAL AUTORES DE [email protected]

Tabla de contenido

Pensando lo que poco se piensa, pero constituye nuestra existencia

Dos aristas de una misma gran cuestión:

Primer acercamiento a la magna cuestión

1.1 Principio desde su raíz.

1.2 Etimológía.

1.3 Segunda consideración etimológica.

1.4 Rápida aproximación.

1.5 La gran pregunta existencial.

1.6 Dando un paso más.

1.7 Identidad, “sentido y significado”.

Vocación: Aptitudes, talentos y condicionamientos

2.1 Vocación y las razones suficientes.

2.2 “Alegoría del caminante y el camino”.

La vocación y la misión, no son un proyecto

3.1 Principio de diferenciación.

3.2 Encontramos lo que buscamos y buscamos lo que ya de algún modo tenemos.

3.3 La vocación es un encuentro.

3.4 La vocación se va develando desde la identidad.

3.5 Misterio de encuentro y “mutua" elección.

Crisis y conflicto existencial

4.1 Ser o no ser. Vivir no es estar ni tener, es ser y ser lo que se está llamado a ser.

4.2 Sentido, vacío interior y angustia.

4.3 Persona y personaje; autenticidad e inautenticidad.

Crisis del ser que plantea el tener

Consciencia y reconocimiento

6.1 La identidad y su lugar en el inconsciente espiritual.

6.2 “Nos re–conocernos en nuestro existir, si re–conocemos nuestra identidad en ello”.

6.3 Consecuencias e inicio de resolución.

Misión, ante el éxito o el fracaso de un proyecto

7.1 El éxito verdadero, es llegar a ser lo que se está llamado a ser.

7.2 El caso del síndrome de “burnout”

7.3 Autenticidad e inautenticidad.

Libertad y destino hacia la autenticidad

8.1 Una aproximación al binomio

8.2 Consecuencias desde nuestro ser.

8.3 Soy, lo que soy y lo que no soy.

8.4 Hacia la unidad de los términos.

El ideal como motor de toda vocación, cuya fuente de energía, es el amor

9.1 Misión y sentido existencial.

9.2 Ideal, idea e ideología.

9.3 Noodinamia; psicodinamia; biodinamia.

9.4 Amor unitivo. Alteridad y tensión, como motor de sentido por su ideal.

9.5 Valores, que portan sentido en sus entrañas y generan motivaciones.

Identidad y Autenticidad

Ontología dimensional

Persona, Misión y Sistemas

11.2 El sistema como estructura.

11.3 Las ideologías que infectan a los sistemas.

11.4 Apetito de dominio Vs deseo de libertad.

11.5 Sistemas y deseo por saber.

Misión y profetismo de todo hombre

12.1 ¿Por qué esta cuestión?.

12.2 Etimología y uso común.

12.3 Lo que toda a todos desde el llamado a ser.

El sufrimiento humano entre salud y enfermedad por el caminar

13.1 Condición humana y camino sinuoso.

13.2 Sufrimiento y salud integral.

13.3 Sufrimiento como despertador de la consciencia de sí.

13.4 “Salus et salvus”.

13.5 Resiliencia y consistencia psico–espiritual.

13.6 ¿Enfermedad y sufrimiento espiritual?. ¿El espíritu enferma?.

Testimonio ante la muerte:

“Existo, siento, intuyo, luego pienso”

14.1 Reconocimiento existencial y experiencial.

14.2 Una filosofía como inevitable telón de fondo tanto como su antropología.

14.3 Enfoque filosófico y salutogénesis.

Aporte de la experiencia religiosa, como fenómeno humano

15.1 Etimología.

15.2 Su existencialidad.

15.3 Libertad, destino y Providencia.

Paradojas religiosas con lógica filosófica

Palabras finales

Título plurisemántico

Bibliografía referencial

Palabras introductorias
Pensando lo que poco se piensa, pero constituye nuestra existencia

A poco de volver sobre lo que parece ser una de las grandes cuestiones de la existencia del hombre, comprendí que las mutuas relaciones de todos los pequeños cauces o subtemas que contribuyen al caudal que desemboca en ese vasto mar del sentido, vocación y misión del hombre en su vida, debían ser más analizados y desarrollados que en un trabajo de años atrás, el cual aún en su limitadísima publicidad, tuvo gran eco en poblaciones de lectores de lo más variado, pues mientras unos deseaban encontrar algunos “carteles indicadores” para iniciar la marcha del personal camino, otros, querían interpretar el camino ya hecho, en el cual mirando la propia historia, se iba descubriendo un entramado misterioso que los fue acercando significativamente al lugar en que se encontraban.

Por ello y dado mi trabajo con sufrientes oncológicos y podría decirse por el otro extremo en lo académico, con mis estudiantes universitarios, también se presentaba detrás de las cuestiones emergentes y urgentes, una más de fondo, la necesidad de clarificar la raíz de las mismas, que se encuentran en la ineludible cuestión de la propia identidad, o acerca de la “magna” pregunta que asoma dando respuestas a su devenir histórico por variado y multicolor o incluso contradictorio que aparente ser; y todo porque consciente o inconscientemente, se percibe que develando el misterio de lo que realmente somos en un tiempo y espacio accidental que nos toque vivir, guarda el porqué de lo que nos sucede dentro y fuera de nosotros mismos. Consciencia por la que tendremos (o caeremos en cuanta que aún no), una reserva de fortaleza y sentido motivador que nos ayude a transitar este por momentos desértico camino plagado de cosas que no sacian ni calman la sed, como tampoco sanan el dolor interior, pero que al mismo tiempo, es la vida única e irrepetible que debemos experimentar, recrear y devolver a la humanidad con nuestro peculiar aporte que se sumará al proyecto y orientación universal.

De allí, y como si intentara ser una teoría general de la “identidad y la misión” del hombre, es que me vi muy motivado a reelaborar con más detenimiento este material que ahora presento.

En segundo lugar, me motiva desde lo puramente subjetivo, tanto el interés por el bien del hombre individual como el social; me importa el bien o el sufrimiento del sujeto, tanto como el bien o el mal de la comunidad en que vive y lo contiene, pues ¿Cómo ser feliz en medio del dolor de los otros?; ¿Cómo ser indiferente con lo que vivimos, respiramos, vemos y oímos?. Rechazo la especulación de las teorías que se auto producen o construyen al margen de la realidad tal como aparece; la que toma la carne de los otros como objetivados, para experimentar con ideas subjetivas. La realidad como la vida misma, no puede ni debe estar al margen de especulación alguna. Ésta, debe servir a aquella si no quiere terminar construyendo insensatas fantasías.

“Nada hay más universal y sagrado para el hombre, que la consciencia de su propio ser y significación”. Me lanzo por tanto, a este atrevido intento de reflexión, sobre algo que no es ni mera curiosidad, ni especulación de una ciencia particular, sino de algo que late en el corazón de todos los hombres. De ello se comprende que en su desarrollo y pensamiento, nos topemos necesariamente con algo tan sensible, que origina guerras de independencia y luchas por el derecho de optar por el propio sentido y motor, donde necesariamente se afectará el de los otros.

Esta cuestión existencial vital para los hombres, toca todas sus dimensiones y por ello no es de extrañar que se entrecrucen fronterizamente, lo antropológico (filosófico), lo espiritual, lo psicológico y las implicancias de salud o enfermedad en todas sus dimensiones.

La cuestión del propio “Ser lo que soy, o sobre mi identidad”, no es una cuestión accesoria o eludible, es aquello que hará posible comprender el curso de la propia vida, en la cual respondemos a lo que nos adviene de acuerdo a lo que somos y de ese “encuentro” de lo personal subjetivo y lo exterior circunstancial que nos llama nuestra sensible atención y nos interpela, devendrán las consecuencias que nos irán imponiendo nuevas y renovadas opciones cada vez más conscientes. Ser conscientes de lo que somos, nos hace conscientes de lo que estamos llamados a ser y de allí, lo que “debemos” ser y obrar si buscamos ser auténticos. Lo que soy y lo que aún no llego a ser, dependiendo esto, de lo primero.

La potencia recreadora del hombre, dependerá absolutamente de esta consciencia de responsabilidad ante la propia vida y los demás, como quien piensa en qué gastar su vida para no perderla.

Decía más o menos en aquella oportunidad: Si hay algo que explícita o implícitamente, intencionalmente buscado o no buscado, se presenta inexorablemente en algún momento de la vida, es el preguntarse por su validez y sentido, y esto en lo personal, por aquello que se es y lo que se vive reflejado en el día a día.

Es la pregunta más humana, sencilla y profunda a la vez, que una persona se puede hacer; es en definitiva, la pregunta vital: “¿Qué sentido tiene mi existencia?”, porque en lo más hondo, no se trata de una pregunta solo circunstancialmente operativa, sino sobre el propio ser y “razón de ser”, sobre la propia identidad, que por otro lado es lo que más importa en cualquier cuestión, sea de parte de un conocimiento científico, sea espiritual o simplemente práctico por implicar “el para qué”, un para qué, que es definido por su sentido, como el sentido a su vez, es definido por la identidad, pues brota del mismo ser y no del exterior o de algo “ajeno” al ser mismo, lo que en un segundo momento y solo en segundo lugar, se planteará con la típica pregunta: “¿Hacia dónde voy?”.

Así, más importante que el “qué y el cómo” de algo, –cosa creída fácil para las ciencias–; lo que realmente explica cada ser, es su “razón de ser”, su “sentido”, su “para qué” único como su significado, ya que implica lo que es en esencia y hacia dónde va como su destino propio y distinguible del resto; aquello a lo cual debe tender para realizarse en lo que “es y debe ser”; aquello para lo cual existe, y que al mismo tiempo cumple su destino para el bien del conjunto en el que está, identificándolo e incluso dinamizándolo de energía para la consecución de su destino final (propio y personal en el caso del hombre).

Si todo esto se puede ver en los seres inferiores, donde hasta una célula guarda en su interior como información natural, lo que debe evolucionar o desplegar en su vida para realizar su misión en el organismo, cuanto más en el hombre que aun teniendo esa información genético–biológica, se especifica y la supera infinitamente más allá de lo determinado, por la consciencia (que no se puede manipular o reproducir en un laboratorio como lo orgánico) y de ella, la libertad de opción ultima, más allá de todo condicionamiento o imaginado determinismo mecanicista, que negaría responsabilidad sobre la propia vida como valor único y llamado personal.

La peculiar realidad, con especial dignidad llamada “hombre”, constituye una existencia irreductible, es decir, no explicable o justificable o capaz de ser interpretada por sistema o mecanismo alguno por amplio o profundo que pretenda ser.

Ahora bien, la identidad y significado de nuestra vida ante nosotros mismos, la percibimos y llamamos “misión” personal, aquello que experienciamos como un “deber ser” desde el interior, desde la propia conciencia y no como una construcción desde lo exterior, “desde otro o lo otro”; desde un mandato por ético que sea, o una distracción arbitraria y caprichosa por común que también sea.

“Ser o no ser”, si esa cuestión no es lo más importante, entonces ¿que lo es?.

El ser consciente por haber descubierto y aceptado el sentido de la propia vida, da fuerzas para alcanzar los objetivos últimos; la perseverancia ante las dificultades para lograrlo, y la paz en la aceptación frente lo irreversible que no se pueda cambiar.

El fenómeno cada día más frecuente del “desgaste” existencial, desde el de pareja, hasta el “burn out” o quiebre profesional el cual no es un simple cansancio por presiones del medio, sino un caer en la profundidad de la nada por no ver más el sentido de aquello que se hacía con pasión, lleva a caer muchas veces, en una vida inauténtica, habiendo perdido las motivaciones e ideales originales, despersonalizándose en la experiencia de una disociación ya no solo de aquello que se hace, sino de sí mismo al punto de experienciar no ser uno quien hace lo que hace, sin identificarse en ello, perdiendo el eje que proporciona unidad entre lo que se es y obra, llegando al final “a hacerse dos”, uno el robot desafectado que opera y otro el hombre que ya no es. Esa desintegración (división) de la persona que sigue “haciendo y haciendo, pero ausente de sí mismo” sin un sentido unificador, experimentado como ajeno e “impuesto” por las circunstancias, acaba en una “existencia sin consistencia”, es decir, una vida no vivida, lo cual hace que sobre el final, no se tengan fuerzas para seguir adelante, y ya no se tengan “ganas tan siquiera de levantarse para iniciar el día, por acostarse sin saber para qué lo hemos iniciado”.

La gran enfermedad de nuestros tiempos, (como un gran pensador y médico señaló), bien puede enunciarse como la de un gran “vacío existencial”, (Cfr. “a”del Anexo de esta introducción) pues a nivel tanto individual como colectivo, se tiene éxito en muchos campos, pero sin verdadera felicidad y paz interior en ello, lo cual denuncia una falta de consciencia de sí, de identidad y por ende, de autenticidad en el aplicarse al trabajo y a las relaciones sociales. No se ha comenzado desde donde se debe, del autodescubrimiento como sujeto y como sociedad; el “qué” para un “hacia dónde”, que realmente edifique desde y hacia lo más humano que hay en la persona. Solo a partir de ello, se podrá hablar de felicidad como fruto auténtico de una gran motivación central que se alcanza al colmar la propia medida, como la de un vaso único, no dependiente de las dimensiones, coloridos o labrados estéticos que tenga respecto de otros vasos y que se nos quisiera imponer o auto convencer inauténticamente.

Dado que toda exposición teórica, brota y es inspirada por una experiencia concreta que se entrelaza con intuiciones y vivencias, aclaro que en mi caso, están fuertemente grabadas por un perfil existencial muy peculiar como es el del paciente oncológico con el que me relaciono, ya que son una franja humana con una especial y fina percepción de la cuestión que nos ocupa, al punto de poder constatar en casi la totalidad de los casos, la pregunta vital por enfrentar la necesidad de ser honesto consigo mismos, lo cual apela a la consciencia y a su libertad; y pues ellos “en carne viva”, enfrentan las realidades últimas por tomar conciencia de la finitud, serán los primeros en preguntarse como cumpliendo con una deuda consigo mismos, al desnudo, sin disfraces ni ficciones, ni conveniencias acomodaticias al medio, sobre si esa vida se vivió auténticamente o no; si se puede interrumpir algo que se viene transitando, o se termina algo que aún no se había iniciado.

Ellos me han testimoniado con sus vidas y angustias existenciales concretas, que lo que me planteaba en pura teoría, era una realidad vivencial, porque el sufrimiento humano, es el duro y más real tamiz por donde pasa la vida reteniendo lo esencial y significativamente humano y dejando escurrir lo que no construye verdaderamente al hombre. De allí, que más que detenerme en cuestiones psicológicas conflictivas puntuales, iré directamente a la gran cuestión de sanidad poco trabajada pero tan profunda como decisiva en situaciones límites o difíciles, que requieren de la búsqueda de significación y su potencial de valores en lo actitudinal ante la vida con su “perentorio” valor a realizar, todo lo cual, no es de suyo un fenómeno psicológico, sino “filosófico” fundamental, ya que constituye el despertar del hombre distraído, más allá de sus naturales conflictos, límites o mecanismos mentales; comprometiéndolo ante la realidad, para decidir en ello, “ser sí mismo” o no, tal como y con cuanto espiritualmente se es.

Tras su paso por la vida de un hombre, el sufrimiento purifica su alma por revelarle su rostro auténtico como ante un espejo para el espíritu y hacer caer las máscaras que lo encubren u opacan. Ante él estamos desnudos, ante él solo cabe “filosofar (amar saber la realidad) y no negociar” (negar ver –“neg–otium”–) ese apetito natural, pues enfrentamos con ello la vida misma en su magnífica amplitud de posibilidades.

Si se sabe vivir esa prueba, pasando por ese sufrimiento con sentido, puede ser el mayor aliado para ayudarnos a tomar consciencia de todo; a descubrirnos y a vivenciar cada instante y cada valor sin desperdiciarlos en una vida distraída y placenteramente instalada, dejando de lado al mismo tiempo, las puras ideas y delirios en los que hasta en los postulados de las ciencias nos podemos embriagar, poniendo nuestra esperanza en todo ello y cayendo cuando se quiebra tal espejismo o estructura aparentemente sólida y digna de confianza. En lo humano, no hay matemáticas, ni más certezas que su destino incierto por ser libres.

Por último, todas estas observaciones, las hago, iluminado por una filosofía existencial positiva y personalista, plasmada en el desarrollo de la primera parte a modo de “ensayo” como género literario, el que me pareció en esta oportunidad, el más apropiado por ser el de mayor expresión libre, no recurriendo al apoyo de autores y citas, que condicionarían al lector a tomar partido en pro o en contra de ellos por pertenecer a uno u otro enfoque, perdiendo así, libertad ante el texto ahorrándose la elaboración que el lector por sí mismo debe hacer. Lo cual, es el mismo objetivo final de este trabajo de pequeña ayuda que brindo desde mi enfoque, pues parto como ya afirmé, de una praxis concreta de consultorio como orientador y de auditorio universitario como profesor, en los cuales interactúo y me hago receptor y testigo privilegiado de cientos de vidas, esperanzas y búsquedas que necesitan hallar sus respuestas únicas y personales; sea al enfrentar el diagnóstico oncológico, apareciendo junto a sus efectos negativos, uno decididamente positivo, cual es, la toma de consciencia de su existencia ante el imperativo de ser realmente vivida con sentido y significado para sí y para los otros; sea por iniciar un camino de decisiones juveniles pero ya con graves consecuencias, al punto –en ese “despertar de las habituales distracciones” o de “estar ausentes de sí mismos” –, de variar radicalmente la percepción de lo que es valioso y lo que es claro soporte, en un caso, ante la tormenta que se avecina y en el otro, ante la vida que interpela al joven corazón del estudiante que inicia un camino adulto.

—(Será al final de cada capítulo, como “Anexo”, donde agregaré referencias temáticas y citas de autoridad con mis comentarios, a las que remitiré como lo hice párrafos antes con “Cfr. a” o “b”, o “c”; etc., con el fin de proporcionar para quien lo desee, elementos para un estudio más detallado y profundo de estas grandes cuestiones, con los ejes en común de un análisis existencial realista que incluye toda su dramática como su esperanzadora capacidad de visión trascendente)–.

Lo que hasta ahora expresé, nos remite naturalmente aún sin haberlo planteado explícitamente, a la cuestión: “vocación–misión” y ésta, como el llamado que estando en nosotros, no viene de nosotros como aquello que puede ser de nuestra invención, arbitrio u ocurrencia. Gran misterio es ella, la cual al radicar en nuestro interior, se hace “un yo” de identidad única y personal, la que golpeando las puertas de nuestro corazón, espera ser realizada más allá incluso de nuestros intereses, imponiéndose como un imperativo a nuestra consciencia tanto cognitiva como ética, para así ser aceptado y conducirnos a una vida auténtica y desarrollada en todos sus potencialidades.

Hoy, luego de varios años, estoy más que convencido que debajo de las naturales crisis de vida o las provocadas por las situaciones límite, está la disyuntiva de la aceptación o no de la realidad que somos y nos toca vivir en las circunstancias históricas en su mutuo encuentro. Surge así, la clarificación acerca de nuestra misión o destino personalísimo que es un misterio inmanejable, con lo cual resta ser coherente siguiéndolo tal como lo alcanzamos a ver, siendo sinceros con nosotros mismos, evitando inmaduros auto creados espejismos, contemplando por el contrario, agradecidos nuestro distintivo personal, obrando desde ello para bien propio y de los demás con los cuales debemos armar como si se tratara de un juego de rompecabezas, las figuras que cada uno aporta atento al que le falta y el otro haciendo lo propio en uno, hasta completarse una gran imagen que en piezas sueltas o forzadamente puestas, no mostrarían más que fealdad, deformidad y desarmonía.

Esta mirada, va decididamente en contra de las miradas extremas, como la del fatalismo determinista, tanto como la de la irreal pura auto creación desde la nada por una libertad absoluta o como producto final de la circunstancia socio cultural del momento.

Dos aristas de una misma gran cuestión:

Por lo dicho, enfrentamos dos grandes aristas en la temática que desarrollaremos, la personal por un lado y la social por el otro; las posibilidades y carencias para el auto descubrimiento y consciencia del deber para consigo mismo como derecho inalienable de congruencia existencial y por el otro, su circunstancia socio–político–cultural, sumada, la de los paradigmas científico–religiosos que imperen en su particular espacio y tiempo, a lo cual llamamos, “mundo vivenciado” para distinguirlo de un mundo imposible de comprender en sí mismo. Luego de tratar los elementos a nivel personal subjetivo, que es el mayor interés de este trabajo, señalaré el vértice de los sistemas de poder configurados según sus ideas o en algunos casos, de ideologías, que construidas por el mismo hombre, pueden ser tanto el medio adecuado a su realización personal y social, como un instrumento para delimitarlo en sus opciones, con el fin de garantizar su pretendido bien, sin preguntarle acerca de lo que esperan y necesitan. Bastará plantear la cuestión del derecho al propio señorío o gobierno de sí, como básico apetito para desplegar el poder de construir la propia vida y en ello, con su potencial de creatividad, contribuir al bien común; para darnos cuenta, que todo hombre se enfrentará irremediablemente con los intereses y leyes del poder del colectivo social o institucional que necesita muchas veces, sostenerse como un fin en sí mismo, para lo cual el sujeto es considerado “parte de” y no un “en sí junto y unido a otros”; llegando a objetivar un todo social, como si se tratara de una entidad en sí misma, la que sin embargo, se constituye de personas con su peculiar mirada, motivaciones y destino recreador. Será ineludible entonces, señalar en su momento (sobre todo en el cap. 11), todo lo que auxilia o atenta lógica e inevitablemente contra “la vocación humana del hombre”, contra su identidad personal y su misión peculiar, en ocasiones diluida en la masa que generan las ideologías con su primer estrategia resumible en lograr que los ciudadanos, sean dependientes incondicionales de sus “dueños”, como aquellos que disciernen el bien y la verdad para sus súbditos, hasta hacer que éstos paradójicamente, gasten sus vidas en mantener el poder que les impide ser “sí mismos” y por ello, personas libres y responsables de su inalienable destino.

Ni lo uno, ni lo otro absolutizado; individuos y sistemas, no deben confrontarse ni ser lesionados a riesgo de hacer, del bien personal, un títere del poder colectivo de turno, o respecto del social, llegar a la anarquía que imposibilita el bien común. Uno y otro, persona y conjunto social; sujeto y sistema, deberán entender que el bien personal no debe chocar con el común, por el contrario, cuando el personal se garantiza en sus básicos y auténticos (probados) derechos, se da el segundo naturalmente. Cuando el hombre vive humanamente su destino personal, forjará para el común también las condiciones para que los otros hagan lo propio, ya que solo el libre hace libres, tanto como el pacífico genera paz. Ni el sujeto debe entregar por comodidad al poder de turno su responsabilidad de hacer su camino según él “es” (entregando con ello su libertad e identidad, ya que solo haciéndose cargo de sí mismo, será libre y responsable), ni la sociedad con su gobierno, puede sujetarse como cuerpo, al grito de unos pocos o muchos que hacen violencia, sea con su poder ideológico (desde arriba), sea con sus dineros (desde abajo), por los que buscan imponerse solo usando del temor que infringe una ley sin razón. Comunidad de personas, frente al individualismo o la masa.

De esto, se desprende otra arista no menos influyente en nuestro tema de interés, que es: Cómo discernir lo real de lo irreal o ficticio o construido por el hombre y las culturas. La problemática epistemológica, no la trataremos por su complejidad y extensión, tan solo la señalaré como algo por lo cual se debe pasar para el correcto juicio que dependerá a su vez de la cuestión última ontológica, la que nos permite distinguir ese límite entre lo que es y tal como es y lo que decimos o creemos conocer o construimos sobre él, pues tanto así, será en lo particular de nuestro tema, poder distinguir la identidad real, frente a las inventadas, sea por el sujeto, como por las instituciones sociales.

Tanto el bien personal como el bien común, solo pueden fundarse en principio, en una realidad a partir de la cual se puede y debe construir para mejorarla, frente como diría el Dante en la Divina comedia, al resto, como la fama, posiciones, ideas, etc. que están destinadas a la caducidad y ciega dialéctica partidista. Nuestra primer tarea es “humanizar al hombre”. Pero sabemos a la actualidad más que nunca, que pensamientos, acciones y opciones, están muchas veces más regidas en su falta de realismo por el sesgo de las ideas, que por el interés del bien común, el cual se descubre y construye por y en la unidad y no por las facciones socio políticas.

Mi propuesta es entonces, intentar dar los elementales recursos para pensar esta “Magna quaestio” de tal modo que, quien se asoma a su propio abismo interior, pueda animarse a hacer una inmersión de profundidad, la que se logra en etapas y con tiempo.

El descenso no es ni sencillo ni improvisado, hace falta ejercicio de entrenamiento consciente, tomarse el tiempo deteniéndose a cierta profundidad y retomando luego, la marcha hacia el fondo. Allí podremos ver un mundo fascinante, con los colores propios resaltados en medio de la oscuridad del propio ser. Allí veremos lo que jamás sospecharíamos en la superficie, donde las olas y el viento nos ocupan la atención diaria para sobrevivir y así, no ser arrollados por su torbellino, hasta ver y ser conscientes de nosotros mismos y la vida que nos invita a vivirla según somos y de allí consiguiente, solo como debemos. “Ser y deber ser” son una sola realidad existencial cuando llegamos a ver quiénes somos y porqué somos. Ello implicará, tanto las motivaciones para lograr un objetivo que nos provoca felicidad, cuanto al mismo tiempo, la dosis de sufrimiento que puede conllevar esa tarea (Cfr. b del Anexo).

Escucho a un periodista enfatizar casi con entusiasmo que “El mundo actual es competitivo y por globalizarse, exige capacitación para triunfar en él …”, yo pensaba y espero que como muchos, que el mundo era para vivir en él, no para competir; para complementar nuestras capacidades viviendo en comunidad y no para confrontar. Pero la realidad es que ese mundo tecnificado y vigilante, paradójicamente, está desplazando al mismo hombre en lo humano; ya ni siquiera lo explotará, será una variable desechable. Veo a mis jóvenes estudiantes esperanzados y a mis pacientes buscando la sanación. “No puedo permanecer indiferente,… me levanto de mi cansancio y pongo manos a la obra”.

Anexo de la Introducción

(a) Viktor Frankl (S. XX) El fundador de la tercer escuela Vienesa de psicoterapia, (Logoterapia o nooterapia) recorrió el camino desde muy joven por el pensamiento “cordial” con la inquietud del buscador de sentido y significado de cada existencia humana, es el que nos dice proféticamente varias décadas pasadas: “La gran enfermedad de nuestra época, es la falta de rumbo, el hastío y la falta de sentido”, nos deja este eje con dos dimensiones: “Recibimos la identidad como una gracia, si, olvidándonos de nosotros mismos, nos entregamos a una misión. Si perdemos de vista nuestra misión, también perdemos nuestra identidad”. (Voluntad de Sentido: Barcelona: Herder; 1991. Pag.: 21).

De esa identidad, brotará la necesidad de su “expresión”, lo cual es manifestación en la donación, o en otras palabras, “ser, dándonos” y esto, es el designio de cada uno como raíz existencial.

“Toda persona tiene una vocación o misión específica en la Vida. Toda persona debe llevar a cabo un designio concreto que exige su cumplimiento. Por ello es irreemplazable y su vida, irrepetible. De este modo, la tarea de cada persona es única, así como la oportunidad específica de realizarla”.  (El hombre en busca de sentido.– Barcelona: Herder; 2001. Pg.148).

Agustín de Hipona (S IV–V), el campeón de la unidad y del autodescubrimiento del corazón, nos dice lo mismo, más poéticamente: “Somos caminantes, peregrinos en tránsito. Debemos, pues, sentirnos siempre insatisfechos con lo que somos si queremos llegar a lo que aspiramos. Si nos complace lo que somos, dejaremos de avanzar. Si lo creemos suficiente, no volveremos a dar un paso más. Sigamos, pues, marchando, yendo hacia adelante, caminando hacia la meta”. (Sermón 169, 15, 18).

Por último, como trayendo palabras introductorias de los que serán tres pensadores significativos para el tema que nos ocupa, Sören Kierkegaard –Siglo XIX– padre de la filosofía de la existencia y del regreso a la persona humana real, nos dice: “Aventurarse, causa ansiedad, pero no aventurarse es perderse a uno mismo. Y aventurarse en el más alto sentido, es justamente tener conciencia de sí mismo”.

“Arriesgar sin reservas ser uno mismo, un ser humano individual, este específico ser humano individual solo frente a Dios, solo en este enorme esfuerzo y en esta enorme responsabilidad”. (La enfermedad mortal.– Ed. Penguin; 1989, Pg:.35).

En los tres se reconoce como característica de lo propiamente humano, el sentirse “tensionado”, hacia un fin, un sentido o camino a realizar desde lo que se vio y aceptó desde la propia consciencia, más allá de todo lo que se pueda presentar como un imperativo externo; y más allá de la propia motivación que es lo que realmente mueve al corazón del sujeto que “desea, es movido y experimenta la esperanza” en el mismo camino que hacia su meta lo llevará, pues detrás de todo lo que fueron descubriendo de su vocación que reclama una misión por saberse reconocer tal como eran y estaban llamados a ser, estaba el misterio insondable respecto de la propia libertad, complementaria con su destino, como dos caras de la misma realidad.

Llamativamente, también estos pensadores tan distantes en el tiempo y cultura, como cercanos en la mirada interior, comprenden que desde sí mismo se descubre la identidad, pero al mismo tiempo no como una autocreación sino como un develar lo que estando allí, en lo profundo, sin embargo solo se alcanza saliendo de sí para lograr la meta personalísima que explicará la propia existencia como un mundo, o universo en pequeño, único e irreproducible.

“Conociéndose a sí mismo, el individuo no da el asunto por terminado, sino que ese conocimiento es sumamente fructífero, y de ese conocimiento surge el individuo verdadero. […] Solo en sí mismo tiene el individuo la meta a la que debe aspirar, y, sin embargo, tiene esa meta fuera de sí, pues aspira a ella. …..Solo de sí mismo puede el individuo recibir información respecto de sí mismo.” (S. Kierkegaard: “O lo uno o lo otro”.– 3, 246–247).

“Lo que cuenta es comprender a qué estoy destinado, percibir qué es lo que la Divinidad realmente quiere que yo haga”. (Ibid.: “Diario”).

Casi como si se tratara de una percepción interior no pensada, ni razonada, ni “leída” bajo paradigma alguno, surge esa expresión casi como una declamación que completa la inquietud de la que nadie en absoluto puede escapar (ni aún el que la niega, pues al hacerlo, muestra un sentido directriz en lo profundo de su deseo, motivación y dictado de la consciencia). Y esto, que parece que lo formulo a–priori en el inicio recurriendo a tres paradigmáticos pensadores, no es sino el pálido reflejo de algo inherente a todo ser humano en lo existencial y experiencial, que nos acerca a lo profundo de su consciencia, donde no se la puede manejar, ni reducir a lo que es su “soporte” material en el cerebro, las neuronas y hasta las dendritas, en un organismo que es un todo aún misterioso; sino que, aún con todos los avances de las neurociencias, siempre nos quedará la pregunta fundamental respecto del hálito vital que pone en movimiento toda esa materia humana, a lo cual podemos llamar espíritu y por el cual se sobrepasan todos los condicionamientos físicos y espacio–temporales.

Estos tres pensadores, desarrollaron en su acción y compromiso con el ser humano (Pues no son “teóricos de escritorio”), partiendo de sus experiencias y fuertes vivencias existenciales, con lo cual no nos sorprende que converjan claramente en una concepción de la vida humana como “don y tarea” a desplegar con libertad y responsabilidad ante sí mismos y ante los otros (autenticidad o congruencia). Y todo, por conocer profundamente el propio corazón el cual, como comúnmente solemos expresar “es de carne como el de todos”, queremos significar que cuando se llega a un profundo conocimiento de sí, se comienza a comprender a los otros, éste es el caso de ellos y de muchos que abrevan en esta línea humana y realista, los que irán apareciendo en nuestra aproximación a cada temática específica, pudiendo comprobar que más allá de las diferencias de tiempo y saberes (filosófico; teológico, psicológico y de las ciencias empíricas), la motivación fundamental será la búsqueda del bien para la humanidad.

Los pensadores antes referidos, aparecerán frecuentemente, pues representando ámbitos diferentes como sus tiempos y situaciones, nos aportan muchos índices para el rastreo sistemático de estas grandes cuestiones. (Para la noticia sintética sobre Kierkegaard y Frankl, remito al Anexo del capítulo 14; números: 5 de los filósofos y el 10 de los psicólogos).

Dado que aparecerán con frecuencia, –a diferencia de otros muchos pensadores– a continuación asiento las abreviaturas de las obras que citaré de aquí en adelante:

Agustín de Hipona (354–430).

C.A.: Contra Académicos.

C.D.: Ciudad de Dios.

Cf.: Confesiones.

C.M.: Epístola contra maniqueos.

D.C.: De la doctrina cristiana.

D.T.: De la Trinidad.

In Jn.: Sobre el Evangelio de Juan.

G.C.M.: Génesis Contra Maniqueos.

In Ep. Jn.: Sobre laEpístola de Juan.

In Psl.: Comentario a los Salmos.

L.A.: Libre albedrío.

R.: Retractaciones.

S.: Sermones.

Sl.: Soliloquios.

V.R.: De la Verdadera Religión.

L.A.: De libero arbitrio.

Sören Kierkegaard (1813–1855).

O. o O.: O lo uno o lo otro

T.T.: Temor y temblor

M.F.: Migajas filosóficas

D.S.: El diario de un seductor

C.A.: El Concepto de la Angustia

E.M.: La enfermedad mortal / Tratado de la desesperación

I.: El instante

Viktor Frankl (1905–1997)

P.I.D.: La presencia ignorada de Dios.

L. y A. E.: Logoterapia y análisis existencial.

H.P.: Hombre doliente (Homo Patiens).

H.S.: El hombre en busca de sentido.

H.S.U.: El hombre en busca de sentido último.

V.S.: Voluntad de Sentido.

V.E.: Ante el vacío existencial.

P.E.: Psicoterapia y existencialismo.

(b) Para esta cuestión desde el sufriente que desarrollaré en el cap. 13, también me remito a mi última publicación al respecto: “Enfoque integral en el tratamiento de pacientes oncológicos”. (En colaboración con una prestigiosa investigadora bioquímica).– Bs. As.: Lumen; 2017.

Saint–Exupéry en “El principito”, afirmó: “Veo humanos, pero no humanidad”, pero quizás por otro lado, podamos afirmar como alguien también sabiamente lo hizo: “La historia humana aún no fue escrita”, pues se escribieron los hechos de hombres y sociedades en sus luchas, maldades y bajezas, pero no se escribió de todo lo noble y bueno que muchos más hicieron para que este planeta sea vivible humanamente y siga siendo una oportunidad para descubrir el propio destino personal y cumplirlo a conciencia. Estos anexos pretenden más que buscar fundamentos para mi ensayo, rendir tributo a muchos grandes hombres pensadores de bien, que quizás por serlo, no tienen tanta prensa como los que destacaron por su reductivismo antropológico o apocalípticos pronósticos.

“La vocación aparece en el momento en que el individuo reconoce que no puede ser para sí mismo su fin, que solo es el mensajero y el instrumento de una obra con la que coopera y en la que el destino del universo entero se halla interesado”. (L. Lavelle: El error de Narciso). –Esta bella cita, la extraje a su vez del libro de un gran filósofo argentino que tuve la gracia de tratar: H. Mandrioni. (De: La vocación del hombre.– Bs. As. 5 ed. Guadalupe; 1976–).

Estructura y elementos supuestos del presente trabajo

El presente trabajo como ya dije, comprende el siguiente esquema por capítulo:

A: Un ensayo libre, con la idea de liberar al lector para que haga su propio itinerario de reflexión práctica, motivado tan solo por estas limitadas palabras como a la vera del camino en el que está llamado a descubrirse a sí mismo, sin mayores influencias y en ello, el derrotero personal y único de su vida.

B: De cada capítulo, remito a una breve presentación de ciertos pensamientos filosóficos, antropológicos y psicológicos para el aporte de claves que puedan ayudar a un estudio completo que no podré desarrollar acá, sobre la gran cuestión del hombre y su sentido. Esto, de aquí en adelante, lo señalaré de esta manera: “(Cfr. a, b, c, etc…)” remitiendo a la segunda sección o “Anexo”, luego del ensayo central de cada capítulo.

En la sección del ensayo propiamente dicho, la esencia de la cuestión, será “La vocación humana del hombre” o del deseo innato e inmediato a “ser” y “ser sí mismo trascendiendo en sus circunstancias”, por consiguiente, a saberse en su peculiar identidad y en su razón de ser en el mundo o misión personal a realizar en el tiempo de gracia llamado “vida”, frente a los connaturales condicionamientos.

Será el intento de poner palabras a lo inefable que se experimenta. Un principio que rige todo intento de comprensión en la complejidad paradojal de la realidad, es que todo se resuelve en el encuentro bipolar de lo exterior y lo interior; –ser y circunstancias–, como la subjetividad o vivencia interior, de aquella realidad personal y exterior vivenciada y filtrada desde la propia identidad y misión.

En la sección o Anexo que concluye cada capítulo, donde aportaré algunos índices para una lectura de fuentes al respecto, destacaré el enfoque más preciso y precioso para el tema que nos ocupa, el cual no puede ser otro que el enfoque existencial inaugurado por el profético S. Kierkegaard, con un antecedente en Agustín de Hipona y una corriente consecuente posterior en el gran K. Jaspers; M. Scheler; M. Heidegger; V. Frankl; M. Buber; E. Lévinas; G. Marcel y muchos más que retomaron desde diferentes ángulos, remota o cercanamente, al filósofo de la soledad heroica, a aquel que nos devolvió el sentido original del filosofar socrático, pues nos regresa al pensamiento sobre y desde el hombre real; a las experiencias originales; a sus angustias ante la consciencia de su libre elección responsable; a sus incertezas e incertidumbres ante una realidad que siempre lo supera; a sus esperanzas y trascendencia; a su existencia única como su subjetividad y mundo interpretativo, en definitiva, nos vuelve a su corazón. Será el abordaje fenomenológico de E. Husserl, el que le proporcionará a este enfoque o mirada tan realista como integral–integrativa, el medio metodológico y formal que sacará de aquellas intuiciones originales, las mayores consecuencias. (Cfr.“a” del anexo, para la presentación de estos autores).

Ciertamente, es innegable también y por otro lado de la cuestión existencial, las influencias de F. Nietzsche (emparentado con el voluntarismo del vivir de A. Schopenhauer), pero refiriendo al “poder” que guarda todo hombre, dirigido a realizar su máxima, aunque implicó para ello, un porte crítico que puso al descubierto el realismo paradojal, donde según las diferentes miradas, lo que juzgamos por “valor”, varía notablemente según esos parámetros de “poder y cultura”, y así, sin proponérselo, aportó a una crítica epistemológica necesaria que llevaría mucho más tarde in extremis, a M. Foucault a trabajar la cuestión del poder y éste como causa de “constructos” sociales; pero tras el vaciamiento de lo anterior –como siempre ocurre–, deviene el relleno con algo peor aún. Ante esto, “¿qué es una idea y qué una realidad?”, dejando no resuelto el enigma abierto de Nietzsche sobre el nuevo valor luego de la caída de los clásicos, para ordenar, y orientar el poder del hombre. Cierto que mientras Nietzsche resuelve la cuestión del sufrimiento como aporte (según actitud) a la fortaleza de los capaces de ser el “súper hombre”, pues “lo que no mata fortalece”, –cuestión que tiene su correlato en el campo de la psicología con A. Adler, quien afirma que el hombre tiene deseo o voluntad de poder ante todo–; en V. Frankl quien toma reiteradamente una de sus expresiones al respecto, cual es “Quien tiene un hacia dónde, supera cualquier cómo”, por el contrario, no lo resuelve de esa manera, sino aplicándolo para todos los hombres, no destinados de suyo a ejercer poder sin límites, sino en este caso por una situación límite o de sufrimiento extremo, descubrir el sentido de ello, aún en la real debilidad y vulnerabilidad. (Cfr.b).

En todo caso aunque la reducción de Adler es cuestionable, supera como más comprobable y con evidencias, a las literariamente bellas pero más reductivas “lecturas”, que Freud hace del fenómeno humano solo desde la voluntad de placer y el instinto pulsional dictatorial resultante de su mirada biologicista determinista, que no llega a la dimensión espiritual o existencial que las trasciende. (Cfr.c)

El enfoque sobre este gran tema, es como el cimiento de un edificio, no siendo lo primero que se ve, es sin embargo el principio de su resolución final; así, por ej., si la ciencia es la física, su enfoque es desde la dimensión física hacia un objeto entera y únicamente físico y de allí podrán resultar correctas sus hipótesis. Su enfoque y objeto, se corresponden. Como nuestro objeto es el ser humano el que como tal, no es un ser unidimensional (solo físico), sino pluridimensional (tridimensional más precisamente), no podemos limitarnos a los métodos de las ciencias físico naturales, como ocurre con algunos marcos especulativos teóricos economicistas, o los psicologismos biologicistas y mecanicistas, tanto como los sociologismos, los que terminan por construir un sistema de ideas parciales en sus lecturas interpretativas, sin considerar el aporte y las críticas de otras ciencias y paradigmas a la compleja realidad, que exige una interdisciplinariedad para lograr la integración final, resultando por el contrario al finalizar, más en un sistema ideológico que delimita al hombre como un subproducto socio económico, que en uno verdaderamente científico y más complejo por las “ventanas” que van surgiendo de la investigación.

De allí que en principio para abrir el espectro, no podemos afirmar desde el ángulo que sea que se lo mire: El hombre “solo es” esto o aquello, pues ignoraríamos precisamente lo distintivo respecto de otros seres con los que compartimos una de las dimensiones y siendo que es lo propio, aquello que define a algo y no lo que lo iguala o tiene en común con otras especies, y más aún, dado que nuestro interés en este trabajo es incluso de lo más sutil que existe en los hombres, una ley natural de lógica física, nunca explicaría un tal comportamiento o actitud que deriva de la dimensión espiritual o consciencia de sí, la que hace capaz al sujeto, de trascender todo condicionamiento psicofísico o instintivo por extremo que sea. Su consciencia y de ella, su capacidad de opción libre, hace a un todo vivencial, creativo y actitudinal, que se plasma en lo imprevisible y original frente a todo determinismo mecanicista hasta llegar a trascender los límites que va encontrando a su paso. Esto, está ya visto en el decurso de las investigaciones en el campo de las ciencias humanas y en la misma sorprendente historia de la humanidad, como primera inmediata evidencia, donde lo humano siempre emerge y sorprende al hombre.

Hablando de método en lo general, lo señalado antes sobre el no decir jamás “esto es solo” (tal o cual cosa), se aplica a las ciencias por sí mismas y cuales sean, ya que cuando una de ellas afirmó rotundamente llegar a una conclusión sobre algo definitivamente clarificado, incluso en el empírico campo de la física que es el más fácilmente comprobable, con el tiempo y los avances, fue refutada, completada o al menos corregida, lo cual nos indica por pura lógica, que jamás se puede atribuir ciencia alguna, el conocimiento final o “verdad” final de una cosa por insignificante que sea. Caso emblemático es el de Albert Einstein, quien es conocido y recordado por todos, ilustrados y no ilustrados, no por ser un premio nobel como tantos, antes y después (de los que raramente podremos recordar sus nombres), sino precisamente por haber sido un gran intuitivo humanista. Es en este tema, que debemos tener presente su teoría de la relatividad especial, la que hizo caer algunos básicos postulados newtonianos que hasta el momento aparecían como “ley” última; o luego en su teoría de la relatividad general, haciendo caer la geometría euclidiana. Así cuando alguien dice seguro “lo dice la ciencia”, debemos preguntarnos, ¿Cuál? (parcialidad) y sabiendo cual, luego preguntar ¿de qué momento de su historia?, pues ella misma va cambiando en sus afirmaciones, ya que siempre el conocimiento (no la realidad), será relativo y limitado como el hombre que los ejercita. Si esto ocurre en el campo de los objetos materiales, sobre manera lo será en el campo de las ciencias humanas por su infinita complejidad, tanto como la sutileza de su objeto “no objetivable” como en lo anterior; donde todo lo que se afirme, depende de una visión determinada de hombre como de un a–priori, como ocurre en mayor o menor medida con todo quehacer o saber, sin poder escapar de ello.

Por el otro extremo, tampoco podemos caer en creer que al fin y al cabo por ese límite, todos son “constructos” del hombre que no puede alcanzar un conocimiento objetivo total. Que el conocimiento nunca sea completo, no significa que no pueda ser verás en lo parcial, de lo contrario, caería la ciencia misma que se soporta entre otras condiciones para ser tal, sobre lo comprobable y universalmente válido. Así, si “la verdad es ante última” (según lo señalado antes), ahora decimos “es siempre aspectual”.

En una oportunidad discutiendo sobre el tema, alguien afirmó rotulando ante mi preocupación por no desatender ningún área de lo humano sobre todo su espiritualidad, “Su consideración no es científica”, a lo cual pregunté, “¿Y qué es lo científico?”… “Uno de los modos de saber, constituido por conocimientos objetivos y verificables sobre un determinado objeto de estudio, obtenidos a partir de un enfoque y metodología previa para la comprensión (sumada la experimentación, tópico de la ciencia moderna), a partir de sus principios y causas (a lo que se suma la verificación de hipótesis que a partir de ellas se formulen), hacia un resultado sistemático de sus conocimientos”. Desde luego, no le expuse esa definición que ahora en mi escritorio cómodamente puedo pulir según mi experiencia, pero básicamente empecé por allí, para luego hacer comprender que si estamos hablando de un fenómeno verificable en los hombres, más allá del nombre que le queramos poner (cuestión de palabras y lenguaje), es un hecho que trasciende las dimensiones bio–psíquicas deterministas de los animales y que se pone de manifiesto “indirectamente” por su manifestación, que se evidencia por su capacidad de opción de conciencia libre hacia sus valores e ideales, como lo más humano del hombre en sus motivaciones que trascienden sus necesidades biológicas y sus mecanismos psico–instintivos, a lo cual le podemos llamar “motivaciones superiores”, etc., las que denotan una dimensión más allá de lo empíricamente visible o medible, pero siempre indirectamente verificable cualitativa y experiencialmente.

Por otro lado, como veremos más adelante, muchos enfoques y lecturas, fueron ilegítimamente coronados como ciencia sin serlo, y no casualmente, son los que descalifican a otros con más ligereza, sin aceptar someterse a las pruebas que lo desecharían en su pretensión de ser teorías científicas.

Opto por consiguiente, incluso para estas sencillas reflexiones, por contemplar todos aquellos enfoques que buscan comprender al hombre en su integridad y totalidad como realidad irreductible, sin despreciar ningún aporte de ellos, para aproximarnos a una cuestión que siempre sin embargo, nos superará en su infinita riqueza.

He aprendido que hasta en los mayores opuestos, hay parte de verdad en cada uno, eso me enseñó a respetar esa parte más allá de quien provenga el descubrimiento; de allí es que aprendí a ver la realidad pluriforme y pluridimensional y me enseñó a buscar la unidad por la complementariedad, pero sobre todo, me enseñó a darme cuenta de nuestro limitadísimo alcance cognitivo frente al ilimitado alcance cordial.

El enfoque también se puede comparar con un reflector de un espectador sobre un objeto tridimensional por el cual se proyecta una sombra plana, mas cuando se le enfoca con otros múltiples reflectores desde otros ángulos, se descubre que aquella primera visión, no definía a ese objeto, pues hay otras sombras proyectadas muy diferentes acorde al ángulo de este caso, no existe ni ciencia, ni hombre, ni sistema, que abarque o enfoque la realidad en su totalidad. La verdad ante la misteriosa realidad, “siempre será anteúltima y aspectual”, como un viejo dicho afirma contra toda arrogancia de un sistema cerrado.

Así entonces la iluminación hacia el sujeto humano y hacia los fenómenos que produce, deben ser las suficientes como para no descuidar nada de ese todo que será siempre más maravillosamente misterioso que abarcable o “atrapable” en las pobres e ilusorias abstractas conceptualizaciones que los hombres solemos hacer y que muchas veces llamamos pretenciosamente “ciencia”, por sus intrincados vericuetos por dónde nos enredarnos para “leer” una realidad simple.

En todo caso, será más honroso y humilde hablar de “saber” por apuntar a la comprensión siempre abarcativa del todo y en su significación, más que a un análisis que siempre por sí mismo, será reductivo; por ello, posicionado desde una filosofía y antropología existencial que se vale del enfoque fenomenológico, me posibilitará en buena medida, el no trabajar con abstracciones universales y conceptos o ideas a–prioris y parciales, bajo las cuales se busca leer una realidad multidimensional y particular–existencial. (Cfr. d).

Mi aproximación a hombres concretos, como lo son mis pacientes oncológicos por un lado y mis estudiantes universitarios por otro, hacen que compruebe experiencialmente y día a día, esta grandiosa realidad humana que incluye luz y sombra; compresión y misterio, pero que siempre llevan a su apetito de descubrir el sentido y misión de sus existencias a partir de sus críticas preguntas. Aquel que avizora un peligro de final en su camino y aquel que busca principiarlo, no tienen en último término de sus muchas accidentales cuestiones, otra pregunta que el “qué y para qué” que llevarán a un “hacia dónde”.

“No nos llevamos luego de las clases, solo conceptos, sino una inquietud que cuestiona la vida”, como varios de los estudiantes de psicología me manifestaron en la evaluación que les propongo al finalizar el curso anual. Y en oncología, no dejo actualmente de asombrarme, de cómo se encuentran distintas disciplinas (Ej.: la psiconeuroinmunoendocrinología –PNIE–), cuyo centro es el fascinante mundo fronterizo del sistema inmune, donde ciertamente está, no solo la clave como futuro terapéutico del cáncer (potenciando las naturales defensas del organismo sin el ataque devastador de la quimioterapia con sus efectos paradojales), como la Inmunoterapia oncológica, modificando la genética que viene develándose más y más; sino la evidencia “empírica” de la multidimensionalidad del ser humano que aún es inalcanzable para nuestra limitada ciencia biológica. Esta última área que se actualiza día a día, me habla a las claras que “volver al hombre perdido”, nos reconciliará no tan solo con las ideas y marcos teóricos, sino con la “salud integral” misma, concreta y visible. Concepción que se va abriendo camino dolorosa y dificultosamente por las incomprensiones; descalificaciones, cerrazón orgullosa; y el no pensar primero en el bien de las personas, en medio de la concepción atomista y organicista de las viejas escuelas con sus protocolos, que no desean resignar sus espacios de gobierno y poder.

Mi abordaje será contemplando todo lo que hace al ser antes bien que al no ser, esto es: potencialidades antes que carencias; salud antes que zonas patológicas; motivaciones para ser, antes que vacío y sinsentido; valores e ideales antes bien que miserias o prejuicios ideológicos, para trabajar con el mismo corazón y eje espiritual como lo existencial del sujeto mismo que trasciende sus mismas condiciones sociales, ya que es en el corazón donde radica la clave (llave) de todo el resto.

Esta cuestión tan sensible y profunda para todo hombre como es la decisión de “ser en la vida”, o lo que es lo mismo, “vivir” plenamente como persona, es lo que me ocupará la propuesta como si se tratara de un antídoto ante una sociedad intencionadamente masificada o colectivisada por ciertos intereses tanto económicos como políticos, pero todos ellos, alejados de cualquier verdadero humanismo, orientado más bien a la producción y el consumo que desecha al sujeto en sus vivencias y creatividades personales; valores; creencias y todo lo que choca contra las prometeicas ofertas de paraíso terreno, que acaban siendo en la realidad, un verdadero infierno como bien lo demostraron en la historia.

Lo que hace al desarrollo de la persona y de la sociedad, es realizar lo que naturalmente hay de más propio y distintivo en el hombre, su dimensión espiritual y en ella la intelectual, más que la racional solo práctica como de medio utilitario; su capacidad de amar y de ser auténtico por ser “autor” de su vida, todo lo que se resume en su consciencia o en el “saberse” a nivel ontológico como “existente” y no simplemente como “ente” en medio de otros entes. Más allá entonces del epifenómeno psicológico, podemos comprender la libertad profunda ante todos los condicionamientos tanto externos como internos. Comprendemos que si la tarea de un psicoterapeuta es sobre todo hacer consciente lo que está oculto por ciertos mecanismos, para que el sujeto sea más libre, entonces no habrá mayor psicoterapeuta que el filósofo que es colirio también de la consciencia, tanto cognitiva como ética.

Esencia y fenómeno al tiempo de una dimensión noética que regirá nuestra reflexión y la del ser hombre y sus circunstancias. Subjetividad intencional en un medio que es “filtrado” por su consciencia de sentido y buscado como su necesidad última de “encuentro dialógico” con lo trascendente que lo reclama “de profundis”.

Para finalizar, debemos tan solo preguntarnos para posibles respuestas en el decurso de nuestros pensamientos que, si en el conocimiento intervienen innúmeros factores por los cuales nos hacen ver que más llevamos de nosotros a las cosas, que lo que las cosas nos dirían por sí mismas, se deriva de esto, que mucho menos podemos hablar de medidas y reglas uniformes para lo que, ni es un conocimiento igual en cada uno de nosotros, ni en la realidad exterior misma habrán dos cosas iguales. Nuestras percepciones, ya son filtradas por nuestra experiencia o vivencias; emociones y sentimientos; nuestra capacidad intuitiva original; nuestras culturas y creencias por las que se interpreta y relee lo captado, nuestras ideas, lo que se trae por herencia y memoria genética; nuestras valoraciones inmediatas; etc., etc., e infinitos factores “filtro”, naturales o adquiridos, propios o ajenos condicionantes. El hecho que algo sea percibido, vivenciado y comprendido de una personal y única manera, nos habla más allá de todos esos condicionamientos, que todo pasará por el propio “ser” tensionado innata e inconscientemente por un “hacia, o un para qué” también tan personal, como el filtro que retendrá lo que concuerde y desechará lo extraño a su ser y su para qué.

Con esto, solo quiero advertir que este trabajo, no lo propongo con el fin de lograr un “producto” terminado igual para todos, sino el despertar la capacidad de preguntarse por el propio significado de sí y de lo que cada uno está llamado a ser, como algo que no podemos delegar en otro. Identidad y vocación, ante las cuales cada uno deberá responder y responderse a conciencia.

Respecto de la identidad y autenticidad como consecuente, veremos: El eje de esta “magna quaestio”, es sin lugar a dudas como ya afirmé, la “vocación”, pues ella como “vocatio y convocatio”, implica al hombre en todas sus dimensiones, desde las personales interiores, a las circunstanciales sociales, ya que somos llamados a algo en sociedad –convocados–. En su centro, la aceptación de sí mismo para vivir auténticamente. Este supuesto que no debemos “dar por supuesto” en la particularidad de una vida, también ocupará un capítulo aparte.

Si en la introducción refiriéndonos al Ser y su circunstancias, hemos afirmado “Ni lo uno ni lo otro como dialéctica excluyente”, sino ambas aristas de la cuestión; mucho menos el ser del hombre, puede verse solo como un producto constructo de su sociedad, –en todo caso será a la inversa–, ya que como existencial, es resultado de ambas realidades en una indisoluble. Por otro lado, la evidencia experiencial nos muestra que el hombre jamás puede estar determinado como los animales a respuestas mecánicas instintivas, sino que siempre “responde” de un modo personal consciente, –actitudinal– saltando lo previsible, para trascender desde su dimensión incondicionada (la espiritual). Aquí asentamos y tan solo enunciamos al hombre que no es “ni solo esto, ni solo lo otro”, sino un todo como indivisible unidad (psico–somático–noética) y un todo que “es más que la suma de sus dimensiones”, pues es una realidad en sí y por sí, irreductible. De lo compartido con otros seres, hasta lo más propio, definitorio y sutil, su unidad es animada y dinamisada por su eje entre lo inmanente y lo trascendente, el cual le imprime su sentido propio y exclusivo e intencional más que por una esencia estática. Por ello explica que sea una realidad para el encuentro dialógico –existencialidad–.

En cuanto a la enorme dificultad epistemológica en este campo de interés (y por ende, la gnoceológica previa) que guarda el intento de abordaje y comprensión de la existencia humana, se debe sencillamente a que no se puede comprender con ninguna regla lógico formal matemática, como lo hacen las ciencias positivas empíricas y de las ciencias naturales con sus “objetos”, las que tratarían al hombre como un “ente” más, entre otros entes vivos.

En todo acercamiento, involucramos la propia experiencia y vivencias, cotejándolas permanentemente con el resto de las realidades, hasta comprobar, la enorme distancia que existe. Si se quiere ver los pasos formales de un intento de comprensión antropológica, deberemos entonces como antes afirmé, iniciar con la mirada fenomenológica – existencial, para luego intentar una hermenéutica (comprensión y no mera lectura interpretativa) de lo experienciado desde la propia consciencia, para llegar a nuestro punto de mayor interés, donde lo humano puede entenderse como un “ir más allá de sí mismo”, hacia alguien o algo, para llegar a ser quien se siente llamado a ser.