Las sagradas claves del Tarot - Javier Tapia - E-Book

Las sagradas claves del Tarot E-Book

Javier Tapia

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Beschreibung

Con "Las sagradas claves del Tarot" podrás ver el pasado, el presente y el futuro, gracias a sus símbolos y a la perspectiva de la intuición. No hay nadie negado, todos los seres humanos somos mágicos e intuitivos, esa es la primera clave sagrada de todo conocimiento, Tarot incluido. Este libro es solo un punto de partida, una guía para dar los primeros pasos, y a partir de este punto lo mejor es ir aprendiendo con la práctica, sin temor a acertar demasiado ni a equivocarse, porque el dominio del Tarot, como de cualquier otro arte, se consigue solo con la dedicación, la experiencia y la práctica. Que la intuición, el sentido común y la nobleza de corazón te acompañen como clave sagrada en la lectura del Tarot. Incluye un mazo de 78 cartas del Tarot con los arcanos mayores y menores.

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© Plutón Ediciones X, s. l., 2023

Diseño de cubierta y maquetación: Saul Rojas

Edita: Plutón Ediciones X, s. l.,

E-mail: [email protected]

http://www.plutonediciones.com

Impreso en España / Printed in Spain

Queda rigurosamente prohibida, sin la autorización escrita de los titulares del «Copyright», bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo públicos.

I.S.B.N: 978-84-19651-36-5

A Tito y a Dina,

por los recuerdos,

y a Urania,

la Musa que tanto me inspira.

Prólogo a la actual edición

Han pasado muchos años desde la primera edición de Todas las claves del Tarot (titulado en esta edición Las Sagradas Claves del Tarot), tantos que no recuerdo cuántos, de la misma manera que a menudo no recuerdo los libros que he escrito y publicado desde 1987 a la fecha (2022), unos seiscientos con diversas editoriales y por lo menos cuarenta pseudónimos.

Tampoco sé con seguridad cuántas veces ha sido editado y reeditado, aunque hay registro de por lo menos tres publicaciones, con lo que esta sería la cuarta, lo que habla muy bien de la acogida que ha tenido entre el público que se acerca a estos temas considerados menores, alimentarios, por encargo, o poco serios, como si algunas de las novelas clásicas y actuales fueran superiores, un prejuicio que olvida que La Eneida de Virgilio y La Divina Comedia, de Dante, fueron libros hechos por encargo. Grandes obras de la literatura universal hechas ad hoc para el poder, que siguen siendo grandes a pesar de haber sido obras encargadas por el Estado Romano o por la Iglesia Católica.

El presente libro no fue un libro más de encargo, sino una obra original creada por alguien que se dedicaba a leer las cartas del Tarot profesionalmente, y que en aquel entonces ya tenía veinte años de experiencia en el tema del Tarot, daba cursos, conferencias y había escrito y publicado cerca de cien libros de los más diversos temas.

La amistad que me ligaba con la editorial y el editor de la primera edición, me animó a crear un libro que fuera legible y accesible para toda aquella persona que quisiera dedicarse a leer las cartas del Tarot, ya fuera de manera profesional o simplemente para pasar el rato.

Esto me abrió las puertas al mundo de la publicación, lo que me ha permitido llegar a millones de lectores y sentirme lleno de satisfacciones, aunque eso no se haya reflejado en mis bolsillos. Soy muy famoso sin serlo, y eso también es de agradecer.

Actualmente sigo leyendo las cartas del Tarot a algunos clientes fieles, y de vez en cuando voy teniendo nuevas alumnas y alumnos, pero ya no me dedico plenamente al tema. He ganado en madurez, eso sí, lo que me permite darle una nueva visión al presente libro, ampliando su contenido para darle más herramientas a los lectores interesados en el tema.

Este es uno de los primeros libros que publiqué con mi verdadero nombre, y no bajo pseudónimo, porque entonces todavía no era doctor en Sociología y estaba orgulloso y encantado con mi profesión de tarotista, creyendo de corazón en lo que escribía, como creía en tantas cosas de la vida.

La vida es magia, poesía, locura, amor, experiencia, lo mismo que es dolor y hasta decepción en algunos momentos, y aunque en la balanza vital dura y pesa más la felicidad y el milagro de la existencia que el dolor puntual, se recuerdan más los obstáculos, las dudas y los problemas que la paz y la tranquilidad. Curiosamente las dudas y los mismos problemas puntuales son los que nos hacen acercarnos a temas como el Tarot, porque en él podemos encontrar las respuestas que nos devuelvan al camino de la felicidad donde despejamos las dudas y olvidamos y superamos los problemas.

Bienvenidos, por tanto, a esta nueva edición de Las Sagradas claves del Tarot ampliada y revisada, que sin duda ayudará a muchas personas a reencontrar el camino de la felicidad que se había perdido por el camino de la vida.

Prólogo a la Primera Edición

Este libro, aunque hable de un tema harto difundido como es el Tarot, tiene a su favor ser una obra personal, abierta y directa, sin ninguna pretensión de adoctrinar. Su autor nos dice lo que intuye, siente y piensa a través de las cartas, pero deja siempre una puerta abierta a la intuición, creencia y sentimientos de la persona que lo lea, porque, como se nos dice a lo largo del libro, cada quien tiene su propio nivel de interpretación.

Por supuesto, y vuelvo a referirme al autor, cada quien debe escoger el tipo de cartas que más se adapte a su forma de ver y entender la vida, por lo que las láminas solo sirven en este libro como base y guía para los interesados en el tema: se deja la puerta abierta para que cada quien escoja el camino más adecuado a sus necesidades e intereses.

Personalmente, creo que el Tarot tiene algo de mágico, porque por más que mezclo y remezclo las cartas, estas me contestan con la verdad, con lo que me sucede y lo que me pasa, de forma tal que rebasa las probabilidades del azar y la estadística. Me gustaría referir una anécdota personal: no hace mucho envié por correo un original a una editorial, pero al no recibir respuesta de ninguna clase y no poder ponerme en contacto con las personas indicadas, recurrí a Javier para que me leyera las cartas. Creo que me obsesioné un poco por el tema, porque en menos de una semana fui a verle cuatro o cinco veces, y cada vez que me leía las cartas, aunque yo hiciera la pregunta mentalmente, o aunque preguntara otra cosa para desviar la atención del tema principal, me salía una pérdida, un extravío, un sacrificio y un obstáculo, pero, que a pesar de todo, las cosas terminarían por arreglarse.

Debo confesar que en un primer momento no le creí. Pensé que me tomaba el pelo o me estaba dando falsas esperanzas. Cerré los oídos a todo e hice mi propia interpretación. Él me decía repetidamente que había un extravío, pero yo me obsesionaba con la idea de que mi texto era tan extremadamente malo, que en la editorial lo habían tirado directamente al cubo de la basura.

Unos días después me llamaron y me explicaron que mi original nunca había llegado a su destino, y me solicitaban muy atentamente que les hiciera llegar una copia. Así lo hice, y las cosas empezaron a tomar un mejor cariz, porque además me han solicitado más material y ahora las cosas van sobre ruedas. El Tarot, no sé cómo ni porqué, sabía mucho más que yo mismo lo que había pasado con mi novela.

Corrí a dar las gracias a Javier, y en cuanto me solicitó que prologara esta obra lo hice con todo gusto. Él jamás intentó convencerme de que tenía razón, en ningún momento vio el lado negativo de las cosas, en todo momento me animó, y, sobre todo, en ningún instante dejó de ser sincero, me dijo las cosas tal y como eran, aunque sabía perfectamente que yo me negaba a escucharle. Me dijo que él no era el mejor ni el peor tarotista, y que lo único que había hecho era interpretar las cartas apoyándose en su intuición, nada más, y lo que para mí parecía una panacea mágica, para él solo era una forma de ver las cosas.

Cuando leí este libro, vi que el texto seguía fielmente su forma de actuar y de ser, y que en ningún momento se había dejado atrapar por lo fácil y lo trillado, ya que tanto en el libro como en su consulta, insiste constantemente en hacer uso del sentido común y de proyectar positivamente el pensamiento.

En suma, este es un libro lleno de magia y de sentido común, de intuición y de libertad de pensamiento, donde cada persona podrá enriquecer sus conocimientos sobre el Tarot si ya los tiene, o adquirirlos si carece de ellos. Paso a paso y sin complicaciones, e incluso de forma rápida y directa, o, si se prefiere, a través del camino iniciático y esotérico que nos propone, sin que en ningún momento haya interferencias con su propio pensamiento.

En este libro el lector podrá encontrar las claves del Tarot, pero no solo a través de los símbolos y las analogías que acompañan desde hace siglos a las cartas, sino a través de sí mismo, porque la puerta de la intuición y la interpretación propias queda abierta para todos.

¿Qué son las cartas del Tarot? Las cartas del Tarot son ventanas dimensionales por las que se puede ver el pasado, el presente y el futuro, y en este libro se encuentran las claves para descorrer las cortinas que impiden ver lo que hay más allá de ellas.

Jordi Tárrega

Introducción

La primera vez que tuve un mazo de Tarot entre las manos fue a los catorce años, y llegó hasta de mí de una forma algo extraña. Una compañera de curso, con la que apenas había cruzado palabra durante el año, se acercó hasta mí una mañana.

—Toma —me dijo extendiéndome el mazo—, quiero que me leas las cartas.

Yo, más maquinal que conscientemente, estiré la mano y acepté el mazo, y antes de que me diera cuenta ya estaba barajando las cartas y preparándome para hacer algo que nunca había hecho.

No sé qué pasó en aquel momento ni de dónde saqué lo que le dije, pero le pedí que hiciera tres montones con la mano izquierda y que escogiera uno de ellos. Ella obedeció y escogió el montón del centro. Cogí el montón escogido, aparté los otros y dispuse las cartas en la Cruz de San Andrés. Al ver los símbolos del Tarot sobre el pupitre, le dije lo que había en su cabeza, en su corazón, en su realidad y cómo sería el desarrollo de todo aquello.

Yo todavía no sabía muy bien lo que había hecho, cuando ella me felicitó y me dijo que me podía quedar con las cartas, que me las regalaba, y desde entonces hasta el día de hoy, más de veinte años después, sigo leyendo las cartas.

Este libro es el resultado de todos esos años de experiencia, y en él digo lo que sé, lo que pienso y lo que siento sobre la materia, con todo el respeto de mi parte para otros puntos de vista, pero sin dejar de lado el sentido común, tan necesario en la vida diaria material como en la vida mágica y espiritual.

No busco reconocimiento ni clientela, sobre todo ahora que me dedico más a escribir que a cualquier otra cosa, simplemente quiero compartir con los demás lo que he aprendido a lo largo del camino, y solo quien me conoce desde hace años y de cerca, sabe que es mucho lo recorrido.

Creo sinceramente que todos y cada uno de nosotros lleva la llama de la magia dentro, por lo que todos y cada uno de nosotros puede experimentar personalmente los aciertos y los desaciertos de la práctica del Tarot, y crear con el tiempo su propio libro, su propia forma de ver y de interpretar los símbolos de las cartas, porque todos y cada uno de nosotros somos seres individuales, especiales e irrepetibles, y vemos la vida y sus misterios desde nuestra propia perspectiva.

En fin, que para introducir al lector dentro del mundo del Tarot, no tengo que hacer otra cosa que abrir la puerta de mis experiencias y compartirlas con quien quiera abrir las páginas de este libro. Muchas gracias.

J. T. R.

Advertencia

Más de una vez las cartas del Tarot me han demostrado que son «mágicas», es decir, que no solo son un juego o una distracción, sino una correspondencia con lo que pensamos, sentimos e intuimos.

Cada carta es un símbolo que enlaza con nuestro pasado, presente y futuro, señalando las tendencias a que nos podemos ver sometidos. Pero hay que tener muy presente que no son la revelación de algo que nos tenga que pasar por fuerza, sino una advertencia de lo posible.

Más de una vez he oído a gente que dice que el Tarot le da miedo, o que le tiene «respeto», que no quiere saber nada sobre su futuro y que lo que venga ya vendrá. Por supuesto, nadie está obligado a que le guste el Tarot y mucho menos a que le echen las cartas y le digan más o menos lo que le va a pasar, pero no hay por qué tener miedo, «respeto» o cualquier otro tipo de prejuicio al respecto. Si de alguien requiere verdadero respeto el Tarot, es de la persona que lo utiliza, y no necesariamente de aquellos que sienten curiosidad sobre su futuro.

Hacer algo con respeto es hacerlo bien, no con miedo, temor ni inseguridad, simplemente bien. Sin parcialidades, prejuicios ni tendencias.

El Tarot, como tantas otras cosas de las ciencias ocultas, no es otra cosa que una herramienta que podemos utilizar para bien o para mal, todo depende de nosotros.

En el Tarot no hay nada de diabólico ni de malvado, ni es una máquina de vaticinar desgracias. El Tarot es un conjunto de simples láminas simbólicas que reflejan las conductas humanas y que pueden interpretarse de mil formas.

Hay gente que es amante de la adversidad y las desgracias, y que desea pasarlo mal para sentirse viva o para encontrarle un sentido a su existencia. Este tipo de gente verá en el Tarot lo que ve en cualquier otro campo de la vida: malestar, malos augurios y malas tendencias.

Mientras que la gente que es positiva verá en el Tarot lo mismo que puede ver en otras cosas: buenas señales, ilusión, esperanza y optimismo.

El Tarot no es tendencioso en sí, son las personas las que lo interpretan de una o de otra manera.

El Tarot es una señal en el camino, pero no una panacea ni un abismo. Los responsables de nuestros actos somos nosotros mismos, y de nada sirven las advertencias o los consejos que puedan darnos si nos empeñamos u obsesionamos en algo.

El Tarot debe tomarse como una curiosidad y no como una ley inexorable del destino, porque el futuro lo construimos día a día y una decisión diferente a la tomada puede cambiar el curso de nuestras vidas en uno u otro sentido sin que nada ni nadie, el Tarot incluido, pueda evitarlo o prevenirlo.

No hay nada más mágico que la voluntad humana, porque de ella se desprende el anhelo y la aspiración de la existencia. No hay que dejarnos arrastrar por las circunstancias ni sumergirnos en la negligencia ni en la pereza, sino actuar.

No se puede culpar a la suerte de lo que nos sucede, y si bien es cierto que el Tarot puede servirnos de ayuda o punto de referencia, no es menos cierto que solo nosotros podemos capitalizar sus indicaciones.

No hay que obsesionarse por lo que digan o dejen de decir las cartas del Tarot.

No hay que tomar sus símbolos como verdades absolutas.

Pero tampoco hay que autoengañarse y cerrar los ojos ante la evidencia.

Ni echar por la borda sus consejos y advertencias.

En suma, que hay que buscar el equilibrio y el sentido común incluso dentro de las ciencias ocultas, porque sin equilibrio ni sentido común no se puede ir a ninguna parte.

Las cosas no suceden porque lo digan las cartas del Tarot, sino porque nosotros hacemos posible que sucedan.

I: Historia, mito y leyenda

No hay una historia cotejada ni una documentación fehaciente que nos diga exactamente cuándo y dónde apareció el Tarot. Las echadoras de cartas aparecen relativamente tarde, sobre el siglo XV, casi al mismo tiempo que se popularizan y extienden los juegos de naipes entre las tropas y la población en general.

La imprenta tiene un gran papel en la popularización de todo lo que se hace sobre papel, desde los libros hasta los naipes. Las planchas de grabado, primero, y las de linotipia, después, han permitido que se puedan hacer miles de ejemplares de lo que antes eran piezas artesanales y casi únicas.

Hacer cuarenta o cincuenta y tantas cartas de póquer o de baraja española a mano es mucho trabajo, y si bien es perfectamente posible que entre los monjes de uno que otro claustro se hicieran todo tipo de láminas, ya fuera como sistema de enseñanza o para pasar el rato, también es altamente improbable que la gente común y corriente se fabricara sus propios naipes.

Por tanto, antes de que aparecieran la imprenta y el grabado solo unos cuantos podían gozar de un juego de naipes harto rudimentario. Parece ser que el primer juego de naipes fue la baraja española, aparecida en el siglo XIV, aunque Alfonso X el Sabio no la mencionara en su libro Los Juegos, pero que sí fue prohibida, por considerarla pecaminosa e irreverente, en el 1387. Su prohibición es el primer dato histórico que tenemos de su existencia.

De España viajó a Francia e Italia, donde ya existía el Taroccio, otro juego de naipes que contaba con 22 cartas y que se jugaba entre dos o entre cuatro participantes. Una vez unidos ambos juegos de naipes, nació el Tarot, y pronto dejó de ser un juego de mesa para convertirse en un arte adivinatorio con un cargado simbolismo esotérico. Italia y Francia se disputan desde hace años la paternidad del juego, pero es muy posible que tanto el Taroccio como la baraja española tenga sus verdaderos orígenes en Oriente.

Algunos estudiosos comparan la estructura básica de la baraja española con el ajedrez, por sus reyes, caballos y alfiles, mientras que otros creen ver en los Arcanos Mayores del Taroccio la repetición de antiguas tablas de juego chinas, indias, árabes o egipcias. Incluso hay quien apunta que los Arcanos Mayores eran las tablas de enseñanza y el camino iniciático de los sacerdotes egipcios en los tiempos de los faraones.

Insisto, no hay documentación histórica suficiente como para centrar el origen del Tarot, pero sus dos vertientes básicas son las cartas de la baraja española, por un lado, y las cartas del Taroccio por el otro.

Pronto se pasó de las 48 cartas de la baraja española a las 52 de las baraja francesa (o de póquer, que es como la conocemos), mientras que los 22 Arcanos Mayores permanecían inalterables. Entre los siglos XVI y XVII se incluyó una figura más por palo, dando lugar a 56 Arcanos Menores y manteniendo los 22 Arcanos Mayores, es decir, un total de 78 cartas del Tarot que es como lo conocemos hoy en día.

El Tarot más popular es el de Marsella, pero no el único. Actualmente existen más de 6000 versiones del Tarot, y hay quien ha añadido o suprimido cartas, quien lo ha transformado a otro lenguaje simbólico, e incluso quien ha creado o inventado otros juegos de cartas más o menos adivinatorias a partir de este. La idea es la misma: un consultante, un cartomántico y un método o tirada de adivinación.

Arcanos Mayores del Tarot de Marsella

En el siglo XIX se crearon diversos tipos de Tarot, más o menos esotéricos, y se labró el mito y la leyenda de su origen egipcio, circunscribiéndolo a las diferentes sectas, como la Rosa Cruz y la Masonería, o vinculándolo a grupos humanos como los gitanos. Y aunque el Tarot fue adoptado y utilizado como lenguaje simbólico o tablas de meditación para hacer viajes astrales en nuevos grupos esotéricos como la Golden Dawn o el Templo de Cromlech, su verdadero lugar continuaba siendo el despacho o la consulta de tal o cuál brujo o tal o cuál adivina.

La ingerencia de los distintos grupos esotéricos incidió en los símbolos escritos sobre las cartas, principalmente los Arcanos Mayores, que han intentado denotar de una manera más «clara» el significado de las mismas. Pongo clara entre comillas, porque dichos símbolos eran verdaderos jeroglíficos para el público profano.

Estos nuevos símbolos eran letras hebreas, signos astrológicos y glifos de planetas, con los que se pretendía reforzar el significado de cada una de las cartas, pero como cada nueva añadidura era hecha por un grupo o una persona en particular, muy pronto nos encontramos con cartas completamente disímbolas y hasta extrañas. En nuestros días estas diferencias simbólicas y de interpretación se mantienen, y de la misma manera que nos encontramos un mazo donde El Mago va acompañado del signo de Aries, en otro vemos la figura del Sol o la letra Aleph, o cualquier otro símbolo que intenta remarcar el sentido e interpretación de la carta de El Mago.

Pero El Mago, independientemente de la simbología añadida que se le inscriba por unos o por otros fabricantes de Tarot, sigue significando básicamente lo mismo ahora que hace 500 años.

Las y los tarotistas novatos, cuando ven dos o tres mazos de Tarot diferentes en simbología añadida, se confunden y no entienden por qué una carta está señalada por Venus en un mazo y por Marte o Mercurio en los otros, mareándose con el continente cuando deberían seguir centrados en el contenido, es decir, en la interpretación básica de la carta.

Si La Torre significa ruina, accidente y destrucción, lo seguirá significando tanto si va acompañado de una o de otra letra hebrea, o si se ampara bajo el signo de Aries o bajo la estela de Plutón.

No hay un Tarot mejor que otro, ni Tarots diferentes, lo que hay son diferentes niveles de percepción en su grafismo, diferentes maneras de ver y revestir un mismo símbolo.

Los seres humanos nos movemos bajo los mismos preceptos desde hace por lo menos 10.000 años. Algunos científicos y sociólogos dicen que somos prácticamente los mismos desde la edad de bronce, es decir, desde la época en que descubrimos las riquezas minerales del suelo que pisamos y quisimos hacerlo nuestro, al tiempo que la codicia despertó en nosotros y empezamos a ambicionar el suelo ajeno.

Tarotista en plena sesión

Las mismas inquietudes y las mismas aspiraciones, los mismos miedos y las mismas inseguridades, con una jerarquía social que prácticamente no ha variado nada. Los reyes de la Antigüedad son los gobernantes y jefes de nuestros días, y el deseo de triunfar y ser amados y correspondidos siguen siendo los mismos.

Seguimos temiendo a la muerte y aspirando a la divinidad, asustados ante lo desconocido pero curiosos ante lo ignoto. Los mitos universales calan dentro nuestro, y reaccionamos de maneras muy similares ante determinados estímulos sin importar nuestro origen, sexo, raza o religión, y las láminas del Tarot no son más que un reflejo nuestro, por lo que se puede decir que la historia, el mito y la leyenda del Tarot, son la historia, los mitos y las leyendas cotidianos de la humanidad.

Si nos atenemos a lo que representa, el Tarot puede haberse creado en cualquiera de las primeras civilizaciones humanas, en Ur, en Caldea, en China, en Egipto, en la India o en Persia, pero si observamos los símbolos mitológicos a los que hace referencia (claramente grecorromanos), el Tarot más antiguo debió nacer durante los últimos años del Imperio Romano, o bien en los conventos o monasterio de la Edad Media, y de ahí debió extenderse entre la corte y la gleba, y, por último, ya en pleno Renacimiento, al resto de la población.

II: ¿Cómo y por qué funciona?

Cuando digo que el Tarot es mágico no me estoy refiriendo a que sea milagroso, ni a que lo que digan sus cartas en una tirada sea una obligación ineludible impuesta por el destino, sino a que su operación tanto como sus resultados no siguen una línea lógica de pensamiento, o, en otras palabras, que no es racional, y que pertenece más al mundo de la intuición y lo emocional, que de lo funcional y lo práctico.

El Tarot, como la mayoría de las ciencias ocultas, magias, mancias, brujerías y demás, no es una ciencia, sino un arte. No tiene fórmulas de repetición ni se puede comprobar en el laboratorio. El Tarot es una experiencia empírica, más o menos acertada, y no una suma matemática.

Puede tener sus tintes esotéricos o más o menos espirituales, pero a muy poca gente le preocupa en este sentido; lo que a la gente le preocupa es lo que pueda pasar el día de mañana, si va a pasar el examen del carné de conducir o si conseguirá trabajo, y es aquí donde el Tarot, o cualquier otra mancia o ciencia adivinatoria, señala las tendencias positivas o negativas al respecto.

Sentido común, antes que nada

No se puede racionalizar lo que no pertenece a la razón, pero sí se pueden explicar, de una manera más o menos lógica, los sutiles mecanismos que hacen funcionar al Tarot.

Cuando alguien me pregunta si creo o no creo en el Tarot, es como si me preguntara si creo que dos naranjas más dos naranjas son cuatro naranjas. Por eso respondo invariablemente que no, que no creo en el Tarot, pero que sé que funciona, y que en el mejor de los casos debe tomarse como una curiosidad, como algo interesante y digno de atracción y de estudio, pero no como una vía de fe y mucho menos como una religión, fanatismo o creencia.

Quizá no se pueda racionalizar lo oculto, lo emocional, pero sí se puede y se debe tener sentido común. El sentido común, aunque sea el menos común de los sentidos, debe estar presente en todas las operaciones de la vida, y mucho más en el caso de aquellas que sean poco tangibles y poco mensurables, como es el caso del Tarot. El Tarot funciona, pero debemos tener los pies bien puestos en tierra cuando nos enfrentamos a sus designios.

Antes que nada, insisto, debemos tener sentido común y tomar las cosas en su justa medida, por mágicas o enigmáticas que estas sean.

El cómo

Si tiramos cien veces una moneda al aire, caerá cincuenta y tantas veces de un lado y cuarenta y tantas del otro, dependiendo de factores externos como la forma de tirarla o el mayor peso que haya de uno o de otro lado. Si repetimos diez veces la misma operación, el porcentaje se mantendrá dentro de los mismos límites, aunque durante algunas rachas parezca que la moneda tiene más tendencia a caer de un lado que del otro. A esto se le llama ley de probabilidades, y aunque no dé números exactos, sí establece una guía de comportamiento de los mismos.

Esta ley era impensable hasta hace muy pocos años, porque parecía poco seria, pero es más útil de lo que la gente se imagina.

Por ejemplo, si de una partida de mil piezas mecánicas, elaboradas en una fábrica de alta precisión, tomamos al azar tres de ellas y las tres salen con defectos de fabricación, la partida entera ha de ser rechazada. Pero si las tres piezas escogidas salen perfectas, el control de calidad dará por válida toda la partida.

En un principio puede parecer que la decisión de aceptar o rechazar la partida basándonos en solo tres piezas escogidas al azar es arriesgada, porque puede darse la casualidad (perfectamente posible) de que solo esas tres piezas estén defectuosas o perfectas, pero la probabilidad de que esto suceda es tan pequeña como de que a mí me toque la lotería.

El azar del Tarot

Con el Tarot sucede lo mismo: las cartas que escogemos al azar son la representación de lo que pasa con nuestra vida en ese momento, y si las cartas son malas, la partida de nuestra vida no va por buen camino, y si son buenas, es señal de que las cosas van bien encaminadas, y la probabilidad de error es bien pequeña.

Por eso siempre he dicho que es más difícil no acertar ni una que acertar en algo cuando leemos el Tarot.

Reflejo de nuestra vida

No hay que perder de vista que los significados de las cartas del Tarot no son otra cosa que un reflejo de nuestra vida.

Sí, en las cartas del Tarot se habla de las cosas que más nos importan e interesan a la gran mayoría de los seres humanos:

• Salud.

• Dinero.

• Amor.

Y es que la mayoría de nuestros miedos y aspiraciones están inmersos en estas tres cosas tan sencillas de la vida.

En las cartas, además, se reflejan valores sociales y morales que nos tocan a prácticamente todos:

• Triunfo.

• Estabilidad.

• Fracaso.

• Reconocimiento.

• Aceptación.

• Ambición.

• Vanidad.