Las sufragistas de Costa Rica - Macarena Barahona Riera - E-Book

Las sufragistas de Costa Rica E-Book

Macarena Barahona Riera

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En Las sufragistas de Costa Rica, Macarena Barahona Riera recoge detalladamente, con documentos y fotografías ilustrativas, la historia del voto femenino en el país.

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Macarena Barahona Riera

Las sufragistas de Costa Rica

A las ancestros, pioneras feministas, Beneméritas de la Patria, luchadoras por los derechos y la igualdad de las mujeres costarricenses. Al siglo de la fundación de la Liga Feminista.

“Lo decíamos embriagadas,

Y lo tuvimos por verdad,

que seríamos todas reinas

y que llegaríamos al mar”.

Gabriela Mistral

PrólogoLas sufragistas. Luchas políticas en Costa Rica

Yadira Calvo Fajardo

En Las sufragistas de Costa Rica, Macarena Barahona Riera recoge la historia del voto femenino en el país desde que, el 4 de junio de 1890, el presidente José Joaquín Rodríguez, apelando a la igualdad de facultades y sentimientos y a los principios democráticos, habló, ante el Congreso, de la necesaria reforma a la Carta Fundamental para otorgar a las mujeres el voto que él, según dejó claro, no se atrevía a proponer. El futuro demostró que su temor estaba justificado. Debieron pasar casi sesenta años y ocurrir muchos intentos, un terremoto, varios gobiernos, una crisis económica, una crisis política, una reforma electoral, un golpe de estado, un derrocamiento y una guerra civil, para que al cabo se les reconocieran sus derechos de ciudadanía.

En 1917, cuando se discute la Constitución con la que Tinoco pretende legalizar su ilegítimo poder, el diputado Álvaro Quirós intenta en vano incluir el voto para aquellas que poseyeran en bienes un capital no menor de tres mil colones o fueran viudas y madres de cinco hijos ¡por lo menos! Tinoco debe de haber llorado de risa.

El 8 de mayo de 1920, el presidente Julio Acosta, en su discurso presidencial, advierte la conveniencia de concederles el voto en las elecciones municipales. Algunos diputados acogen la idea, pero igual el proyecto se desecha.

Fundada en 1923, la Liga Feminista mantuvo durante años, el dedo en el renglón. Sus solicitudes ante el Congreso, rechazadas una y otra vez, ni siquiera llegaban a plenario. En cambio sí, por la prensa, siempre y sin falta, iban y venían burlas, bromas, sátiras, advertencias y caricaturas sobre el tema, que, por supuesto, no se quedaban sin rebatir.

Meta siempre inalcanzada, la idea siguió allí, de un lado como aspiración, del otro como amenaza, según se abogara por el progreso o el conservacionismo. A partir de 1923, estuvo presente en los discursos de Jorge Volio y de sus diputados. Las integrantes de la Liga presentan nuevas mociones en 1925, en 1929, en 1931, año en que también lo incluyó en su programa el Partido Comunista. Tenaces, ellas vuelven a la carga en 1932, en 1934 y en 1939. Nada de nada. Hasta lo propuso Teodoro Picado en 1947, pero el voto siguió inaccesible.

Las mujeres continuaron metidas en el mismo saco con imbéciles, niños, locos, delincuentes e insolventes, hasta que, tras un período de zozobra y una nueva Constitución, se soltó el nudo del voto femenino con una conjunción y tres palabras mágicas; es decir, definiendo la ciudadanía como el “conjunto de deberes y derechos políticos que corresponden a los costarricenses de uno y otro sexo”. Así de fácil como parece, había llevado muchos años y disputas aceptar para las costarricenses uno de los derechos fundamentales de la democracia. A doscientos años de vida independiente, este es uno de los hechos más trascendentales de nuestra historia.

San José, enero de 2021

PreámbuloLas mujeres de la resistencia

Desde niña crecí llena de preguntas, mis primeros recuerdos se conforman de historias que respondían a mis dudas, la palabra conformaba a la naturaleza, al mundo de lo invisible y de las emociones. Quién soy, quiénes somos, cómo somos, el misterio y la aventura de ser mujer. Crecí en una casa donde mi abuela materna y mi madre determinaron, en mucho, la pasión por la vida, más mis cinco hermanas, y un sabio y amoroso padre que vivía motivando nuestra independencia y libre albedrío.

Las inquietudes fueron creciendo y desde el estudio y la lectura aumentaron, las preguntas.

Desde muy joven me ha acompañado la poesía, los poemas “Hombres necios que juzgáis a la mujer sin razón sin ver que sois la ocasión de lo mismo que juzgáis”, de Sor Juana Inés y “Todas íbamos a ser reinas”1de Gabriela Mistral indicaban el camino de más búsquedas, más preguntas, el lugar de las mujeres, mi lugar, estaba llena de incertidumbres.

Leí con devoción a Alexandra Kolontai, a Simone de Beauvoir, a Flora Tristán y las preguntas donde estamos las mujeres en la sociedad, en la familia, en los partidos políticos: ¿dónde estaban las mujeres guerrilleras cuando los sandinistas tomaron su país?, ¿dónde estaban, las pocas diputadas y las pocas líderes políticas de nuestro país? No representaban la urgencia que me parecía, teníamos algunas jóvenes.

Los años ochenta los viví con la intensidad juvenil, la solidaridad por las luchas populares en Centroamérica, la pasión del amor, los dolores por pérdidas, y la profundidad del estudio. Decidí abordar el tema de las luchas políticas de la mujer costarricense, profundizar en la búsqueda de información en las fuentes documentales de la Biblioteca Nacional, del Banco Nacional, de la Biblioteca de la Asamblea Legislativa y del Archivo Nacional.

El día que murió Ángela Acuna decidí escribir esta historia que silenciada y olvidada, había dado vida política y constitucional a los derechos políticos de las mujeres. La historia de la señora Ángela Acuña Braun y de todas las mujeres que fueron apareciendo lentamente en la investigación, a través de sus firmas, que se custodian en los pliegos de solicitudes.

Abordé con detalle y dedicación el lento proceso de este trabajo. La biografía de Acuña Forjadora de Estrellas, escrita por Yadira Calvo, y su generosidad, fue un gran impulso y compromiso.

De lo que me puedo sentir orgullosa es que la información que recogí fue muchísima, la selección de lo incorporado a esta historia política de la mujer, fue cuidadosamente elegida.

Su primera edición es del año 1994. Posteriormente, se publicó una segunda edición ampliada y corregida gracias al apoyo de la Asociación Nacional de Educadores, la cual fue dedicada a las maestras de Costa Rica. Esta tercera edición se publica en el marco de la conmemoración del Bicentenario de la Independencia de Costa Rica. Aquí les presento para las y los nuevos lectores esta, nuestra historia. Las mujeres del Magisterio que en su mayoría fueron las sufragistas, hace casi un siglo, a las mujeres que hoy en día siguen luchando por nuestros derechos, por nuestro futuro y de las mujeres y los hombres del futuro.

Aquí están las respuestas para saber quiénes lucharon, por qué lucharon y cómo lucharon. Hoy en día también debemos saber quiénes son las mujeres que luchan cada día, por qué luchan y cómo luchan.

Estamos en la época de las resistencias ante la globalización, las mujeres en la historia han sabido crear redes de resistencia para afrontar todos los desafíos, porque además, forma parte de la conciencia de nuestra realidad. Pero tenemos que saberlo, divulgarlo y escribirlo. Este es un aporte.

1 Mistral, G. 2010. Todas íbamos a ser reinas. Gabriela Mistral en verso y prosa. Antología. Real Academia Española. De la Cruz, J. 1978. Hombres necios. Obras Escogidas. Espasa-Calpe.

Introducción general

El desarrollo que ha logrado el pensamiento feminista durante las últimas décadas –a raíz de la importancia social que han tenido las luchas reivindicativas de los movimientos feministas, en la mayoría de los países– ha producido, en algunos sectores de América Latina, la investigación social crítica sobre la historia y los problemas sociales y políticos de la mujer.

En Costa Rica, la inquietud intelectual y social ha repercutido en diversos esfuerzos tanto académicos como institucionales sobre el tema.

La reflexión teórica y metodológica es limitada; es difícil plantearse un tema acerca de la mujer que pueda tener un contrapeso metodológico dentro de una corriente de análisis, por ser esta, un área relativamente nueva de investigación.

El trabajo, en lo posible, retoma las líneas de investigación que predominan en las ciencias sociales actuales, manteniendo un esfuerzo de recuperación de las características específicas de nuestro tópico de análisis.

Entonces, dentro del tema que nos interesa, las luchas sufragistas en Costa Rica (1890-1949), encontramos una abundante producción en el ámbito de las ciencias sociales, que es un esfuerzo por recuperar la historia social y política del país.

Sin embargo, hemos constatado que dentro de estas investigaciones no se da cita sobre la presencia de la mujer en el recuento y análisis de los últimos hechos sociales y políticos que han marcado el desarrollo de nuestra sociedad.

La no existencia o invisibilidad de la mujer como sujeto participante en hechos políticos o económicos, que son analizados por las diferentes disciplinas de las ciencias sociales, nos hace reflexionar sobre una posible tendencia, de omisión o subestima de la participación femenina que caracteriza estas investigaciones.

La división entre lo masculino y lo femenino, o sea, la representación entre el mundo de lo público y el mundo de lo privado, entre el mundo de la producción y el mundo de la reproducción. La Sociología ha tendido a convertir en objeto de estudio el mundo de la producción, sobre todo de los que tienen el poder de esta; el poder masculino y no el de la reproducción, el de la vida privada: el mundo femenino.2 Aunque esto es diferente en la Antropología, por su objeto de estudio, que realiza mayor referencia al mundo de la reproducción.

El ocultamiento o la negación de la categoría mujer no solamente corresponde a la división entre lo masculino y lo femenino y a la no importancia como objeto de estudio del mundo privado –doméstico– reproductor, si no a un importante sesgo de la mayoría de la bibliografía de nuestra historia social, en la cual tenemos un desarrollo de la sociedad ausente de mujeres. Es por esta tendencia, que es clara la necesidad de rescatar el concepto de mujer como sujeto participante (como objeto de estudio) de las ciencias sociales. En esta perspectiva procuraremos desarrollar nuestro trabajo, enfocando una lucha concreta de las mujeres dentro de la vida política, tal como fue la conquista del voto.

Consideramos la lucha en pro del voto femenino como una lucha social importante para la conformación de los conceptos de ciudadanía y democracia, que dentro del pensamiento liberal fueron tomando forma como piezas fundamentales de la vida republicana. Las características de esta lucha tuvo particularidades específicas en el contexto nacional, al igual que otras características semejantes a las luchas sufragistas realizadas en otros países.

Partimos del supuesto de que la lucha social por el voto, que es nuestro objeto de estudio particular, es una estructura dinámica en la cual se conjugan y articulan diversos elementos que la definen, que dan las partes para su eventual desarrollo y culminación.

Esta síntesis, se encuentra vinculada con factores económicos, sociales, políticos o ideológicos; factores que deslindaremos en niveles de análisis que en sí mismos acusan su pertinencia. Siendo estos mismos factores los que nos dan una visión global y de síntesis del objeto de estudio.3

Del conjunto de dimensiones y elementos que conforman interdependientemente nuestro objeto de estudio, priorizaremos lo político y lo ideológico. En lo político, por una parte, la incidencia de la lucha por el voto femenino en las campañas políticas por el poder y en los enfrentamientos políticos e ideológicos que provocaron las discusiones promovidas por la demanda. De esta manera, y en el ámbito de lo ideológico, encontramos la preponderancia de un pensamiento liberal y de una cierta tendencia hacia el igualitarismo social durante las primeras décadas de este siglo, así como el surgimiento de nuevas concepciones en el marco de la ideología liberal. El factor económico, por su parte, actúa como un elemento dialécticamente condicionante en la conformación social que da cuerpo a la lucha.

La Liga Feminista que es la organización que resume la demanda por el voto en los años delimitados en nuestro estudio, constituye el factor que dinamiza a los otros factores. Es el eje central a partir del cual se conforman los otros elementos que participan en nuestro análisis.

Consideramos importante apuntar que nuestro estudio es exploratorio en el sentido de primerizo en este tema de investigación documental que a lo largo de dos años realizamos en la Biblioteca Nacional y en el Archivo Nacional revisando las colecciones de la Gaceta Oficial, de diarios, semanarios, revistas y documentos que se archivan en la Hemeroteca; conjuntamente con la bibliografía general de la época en que delimitamos nuestro estudio.

Nuestro objetivo general es:

Analizar críticamente las situaciones políticas y sociales que condicionan el desarrollo de los movimientos de las mujeres en pro del voto durante los diferentes momentos históricos que hicieron posible el otorgamiento del derecho al sufragio en la Constituyente de 1949.

Nuestros objetivos específicos son:

•Presentar las actitudes de los diferentes grupos políticos con respecto a las iniciativas para otorgar el voto a las mujeres con el fin de determinar las posiciones existentes en cada momento histórico.

•Reconstruir las estrategias y tácticas empleadas tanto por las mujeres y sus aliados como por sus contrincantes, para observar los cambios en los métodos de lucha.

•Explorar los valores presentes en los argumentos esgrimidos por las fuerzas en conflicto, para observar los cambios de mentalidad y las permanencias.

Tomando en cuenta que la reconstrucción histórica de los hechos se nutre, fundamentalmente, de los datos extraídos de la prensa nacional y de información tangencial como entrevistas y conversaciones, además de alguna y más bien poca literatura, y que en nuestros objetivos se haya el análisis político y social, nuestra precisión y exactitud no podrá ni es nunca la deseada, por parte nuestra y de los lectores.

Es difícil y hasta ambiguo los caminos que hemos desarrollado en este trabajo: a saber, el primero, reconstruir cronológicamente la historia y, en segundo lugar, analizar críticamente estos hechos desde el punto de vista social y político, la intención original es la de aclarar esta lucha política bajo la luz de la precisión histórica analizándola y narrándola; esperamos y deseamos que la lectura sea provechosa y logre, al menos, generar inquietud y comprensión.

2 Ver Astelarra, Judith. 1982. “Democracia: Feminismo y Política”. En: Nuevas perspectivas sobre la mujer. Universidad Autónoma de Madrid.

3 Cardoso, Ciro y Pérez Brignoli, Héctor. 1976. Los métodos de la historia. Editorial Crítica.

Capítulo I En torno a los conceptos

I. La mujer y el concepto de libertad en la política

1. La libertad y la igualdad

En setiembre de 1791, Olympe de Gouges publicó una exhortación de la mujer, su “Declaración de los Derechos de la Mujer”, que dice así:

La mujer nace libre y sus derechos son los mismos de los que goza el hombre… La ley debe ser expresión de la voluntad general; todos los ciudadanos, hombres y mujeres por igual deben participar en su realización… debe ser igual para todos. Todos los ciudadanos sean hombres o mujeres, al ser iguales ante la ley, deben ser igualmente elegibles para los cargos públicos, empleos y trabajos, según su capacidad y sin ningún otro criterio que sus virtudes y aptitudes (Miles, 1989, p. 183).4

Después de la celebración de más de dos siglos de historia del año conmemorativo de 1789, es importante reflexionar sobre mujeres francesas como Olympe de Gouges y sus palabras, así como de Théroigne de Méricourt, Madame Ronald, Marie le Jars de Goymay y tantas otras mujeres que defendieron en esos lejanos acontecimientos la igualdad y la libertad (jurídica, económica) de las mujeres y los hombres, y sus trágicos destinos en la despiadada época que les tocó vivir. Están lejos en el tiempo dichos sucesos, pero al presente son aún sustanciales las intricadas e injustas manifestaciones sociales de la desigualdad sexual, de la desigualdad social y económica, en todos los países del mundo.

En este sentido, tanto las sociedades hereditarias de los legados de la cultura occidental: Europa, América, Rusia, como los países en crecimiento social y económico en Asia y África, allí donde observamos, la desigualdad (en la mayoría de los órdenes de lo que se compone la vida) existe. Oculta, invisible, transfigurada o decorada: sucede.

Los temas, ejes o utopías, que hace dos siglos enfrentaron un sistema político, a una sociedad y cuyas repercusiones afectaron a la humanidad: la igualdad, la libertad, la fraternidad, siguen considerándose elementos consustanciales al discurso que une y separa a las sociedades así como la búsqueda de su misterioso destino.

El tema del presente trabajo es la historia política del camino seguido en Costa Rica por la igualdad política de la mujer. Con el buen devenir de los acontecimientos suponemos un mejor futuro que permita el desarrollo de estos y tantos otros temas que hace falta indagar para el mejor dominio del presente. México, Venezuela, Argentina, Perú, Colombia son algunos de los países latinoamericanos que cuentan con importantes investigaciones en las Ciencias Sociales sobre estos aspectos políticos de su historia respectiva.

A dos siglos de las consignas revolucionarias francesas, que tanto eco luminoso traen en estos días, a cuarenta años de la fundación de la Segunda República en Costa Rica y de su Constitución Política, en la que se reconoce la igualdad de la mujer ante los derechos políticos, considero oportuno plantear algunas reflexiones.

Reflexiones sobre la igualdad y la libertad. Sobre la tan discutida e inevitable democracia representativa que cada día va uniendo más a todos los países. Reflexiones sobre la convivencia y la participación de los poderes (políticos, económicos, culturales, sexuales) entre los hombres y las mujeres.

Como bien señala Norberto Bobbio en su libro Las ideologías y el poder en crisis:

En todas partes se han derrumbado los imperios coloniales, en todas partes donde caen gobiernos despóticos, los liberados no sólo piden democracia, sino democracia más socialismo… el socialismo, en todas sus diferentes y contrastantes encarnaciones, significa antes que nada una cosa: ‘Más igualdad’ (Bobbio, 1980, p. 33).5

Sin entrar en la polémica de si el socialismo quiere o no significar más o menos igualdad, sí parece ineludible la necesidad de más igualdad. Igualdad considerada como inseparable del contenido de libertad individual. Con el vínculo fundamental del primero de los principios de 1789: la libertad del individuo como persona moral, la libertad como condición básica, la idea de la libertad en tensión con la igualdad; la igualdad, por tanto, interpretada a partir de la libertad. La combinación de ambas parece ser aún la mejor propuesta para una sociedad mejor.

Porque las sociedades se dividen (como plantea Bobbio) entre los que creen que todas las personas son iguales, hombres y mujeres, y lo que no: los igualitarios y los desigualitarios. Los que creen que los hombres y mujeres a pesar de sus diferencias (sexuales, raciales, económicas, sociales) son iguales y los que creen que a pesar de las semejanzas son desiguales.

Y siguiendo la idea del pensador italiano:

(…) o bien entre los que consideran las desigualdades sociales injustas porque los hombres (y ahora, después de las demandas de los movimientos feministas, también las mujeres respecto de los hombres) son más iguales que desiguales, y los que consideran todo proceso de acortamiento de las distancias entre clases y capas injustificado, porque los hombres (y aún más mujeres respecto de los hombres) son más desiguales que iguales (Bobbio, 1980, p. 34).6

Dentro de la línea que conforma el significado de democracia actual, se encuentra la de garantizar, precisamente (y por parte del Estado la relación indisoluble del pluripoder-representativo), al ciudadano no solo su libertad sino también su igualdad de libertad con respecto a otros (todos o algunos). El problema de esta carencia de libertad-igualdad se da no solamente entre la sociedad misma, sino en comunidades diversas en relación con grupos sociales, clases económicas, sexos, etnias y edades en la igualdad con respecto al acceso al poder.

2. El poder y la libertad

Llegamos al punto en el cual el poder es lo determinante y lo que da sustancia a la igualdad y a la libertad. La desigualdad del poder en el compartir y diferenciar que algunos tienen más poder (económico, político, social, sexual) es la mayor causa de falta de libertad: “Objetivamente, una de las razones por la cual en una sociedad hay libres y no libres, o mejor más libres o menos libres, es la mala distribución del poder” (Bobbio, 1980, p. 36).7

Precisamente, en este punto se centran los conceptos que rodean y conforman la democracia, en que la desigualdad entre hombres y mujeres hace replantearse las más antiguas reflexiones de las pensadoras y luchadoras feministas.

Las mujeres siempre han participado en los grandes acontecimientos: revoluciones, guerras, en las conmociones de las sociedades; han alterado sus “papeles sociales”, han progresado en tiempos de cambios sociales, cuando los bloques de poder se desplazan y permiten de este modo que las mujeres (y otras personas previamente excluidas) puedan penetrar en las estructuras que les habían negado anteriormente. En consecuencia, el progreso de las mujeres, en las esferas públicas o en el mundo laboral, está relacionado con los períodos de agitación.

Sin embargo, esto no ha conducido a una igualdad sexual. Ninguna revolución ha logrado desdibujar la línea que divide de manera desigual con respecto a la mujer del hombre. Como bien escribe en su evocación Rosalind Miles:

Cada revolución supone una revolución de ideas, pero innovar no significa reformar. Las revoluciones del siglo XVIII, tan diferentes unas de otras en algunos de sus aspectos más fundamentales compartían una simple verdad: cada una de ellas había representado una revolución para algunos, pero no para todos. Y sólo algunas ideas habían sido derrocadas en el “bouleversement” (la conmoción) general. De entre las que consiguieron sobrevivir, la más resistente resultó ser la de la superioridad del hombre (Miles, 1989, p. 195).

Sabemos que ningún experimento democrático, ninguna revolución, ninguna demanda de igualdad ha conseguido, en ningún caso, una igualdad de tipo sexual. Las sociedades poseen en sus estructuras de prestigio un catálogo fino y sutil de códigos de dominación que, interrelacionados en cualquiera de las situaciones de la vida, terminan por situar al hombre en una situación de privilegio y superioridad con respecto a la mujer.

En las sociedades no se ha conseguido transformar la antigua división sexual del trabajo y las recompensas que implica de bienes, prestigio y poder.

3. Libertad y democracia

Retomando lo antes expuesto, el problema de la democracia es su relación con la libertad y con las libertades fundamentales. Nos referimos a las libertades individuales y, por tanto, sexuales a su vez.

Nos define un clásico del tema, Hans Kelsen:

La democracia supone la reconducción de la libertad natural, del individuo abstracto, a la libertad social: la libertad es no obedecerse más que a sí mismo, lo que en la relación política significa obedecer a un poder común del que se participa y con el cual el individuo se sabe idéntico.8

Sin embargo, en el método de la democracia política se intenta siempre conciliar estos principios de la representatividad política con una situación social no democrática construida sobre la base de la propiedad privada; es decir, la voluntad mayoritaria con la propiedad privada. Algo irreconciliable.

O como igual nos dice otro gran clásico de estas ideas, J. J. Rousseau:

¿Cómo podría encontrarse una forma de sociedad que defienda y proteja a cada uno de sus miembros y en la cual cada uno aun uniéndose a los demás sólo se obedezcan a sí mismo y mantenga, por consiguiente, su libertad anterior?9

La transformación del concepto de libertad pasa de no significar la sumisión del individuo frente a la autoridad del Estado, a concebirse como una cooperación (creencia-solidaridad) del individuo en esta, es el tránsito del liberalismo a la democracia actual. Esta libertad del individuo pierde importancia ante la libertad de su colectividad social. Sobre todo en épocas de crisis, guerras y momentos en que el Estado se refuerza por distintos motivos, ya sean económicos o de permanencia, en el poder está la libertad “social”. Al final del siglo XX se vivió un reforzamiento de esta libertad individual frente a la social.

La libertad individual exige, pues, ser ampliada y respetada por esta democracia social que constituye. Y como plantea Kelsen:

El hombre nunca pertenece en su totalidad, o sea con todas sus funciones y actividades espirituales y físicas, a la colectividad social, ni siquiera al Estado, que es quien más puede absorberle, y mucho menos en un Estado cuya forma se inspire en el ideal de libertad. Siempre son solamente muy determinadas las manifestaciones del individuo afectadas por la ordenación política, y siempre ha de quedar fuera de ésta una parte más o menos grande de la vida humana, permaneciendo por consiguiente, exenta del Estado una determinada esfera de individuo.10

Siguiendo con el planteamiento kelseniano, la limitación de la libertad natural del individuo a la reducción frente a la autodeterminación política del fallo de la mayoría, que restringe el concepto ideal de pueblo al concepto mucho menos amplio del conjunto de los titulares de derechos políticos, o más bien, de los que ejercen tales derechos.

Por tanto, el principio de libertad individual y libertad social dentro de la democracia actual siempre estará supeditado a la esencia del poder. El poder se defiende y existe dentro de la democracia, la libertad se conforma en el respeto igualitario a la democracia, pero siempre estará expuesta –en situaciones límites (de crisis)– a los reveses del poder en sus manifestaciones de sobrevivencia.

Y nuevamente retomando a Bobbio, pero en otro de sus trabajos, La crisis de la democracia: “A medida que aumenta la capacidad del Estado para controlar a los ciudadanos debería aumentar la capacidad de los ciudadanos para controlar el Estado” (Bobbio, 1985, p. 23).11

4. Lo político

Aquí llegamos al punto de las instancias y posibilidades de participación del ciudadano en defensa de sus libertades y exigencias en cuanto a su igualdad con respecto a los demás y al Estado.

Los partidos políticos –en su articulación– en cuanto a la voluntad colectiva y la conformación de la autodeterminación política del poder, así como las organizaciones civiles que establecen demandas y coaccionan al poder para sus reivindicaciones.

El sufragio universal es la esencia de la democracia, pues en él la democracia funda sus preceptos de para el pueblo y en favor de su voluntad general; también, la representatividad y la defensa de esa libertad.

Y retomando a Norberto Bobbio en sus reflexiones sobre los temas que desarrollamos y nos sustentamos:

(…) la doctrina liberal clásica siempre ha sostenido que la función del Estado es garantizar a cada individuo no sólo la libertad sino la igual libertad, o sea que ha dado a entender que no puede ser consideradojusto un sistema en el cual los individuos sean libes, eso sí, pero no igualmente libres. Segundo: la mayor causa de falta de libertad depende de la desigualdad de poder, o sea del hecho de que hay algunos que tienen más poder que otros. Por tanto la igualdad de poder es una de las condiciones principales para el incremento de la libertad (Bobbio, 1985, p. 34).12

La igualdad del poder o los poderes, no solo la representatividad del ciudadano en ese poder por vía del sufragio o en las distintas instancias en las cuales se materializa dicho poder; sino también la necesidad de una mejor distribución del poder; la igualdad de los ciudadanos ante el disfrute y el bienestar que alcanza el desarrollo de la democracia. Este es el camino en la conformación de una política de igualdad, de una política de lo personal. Así lo plantean los movimientos feministas: recoger lo personal; porque no hay nada más personal e íntimo que la sexualidad, la igualdad sexual formando parte de la dinámica del quehacer político. La política de la igualdad.

Y esta igualdad fue lo que persiguieron las feministas y sufragistas de todos los rincones del planeta en su momento histórico. Creían sinceramente en la total participación de la mujer en el mundo laboral y en una igualdad legal plena, que conducirían a la mujer, automáticamente, a su emancipación social y política; a la igualdad entre los hombres y mujeres. En síntesis, y transcribiendo a Mijail Gorbachov citado en Kelsen: “El nivel de emancipación que tiene la mujer es la medida lógica de la libertad alcanzada por toda la sociedad” (1988, p. 34).

Tenemos por delante una larga lucha de destrucción de los mitos para que las mujeres comprendan que la ambición al poder político es base fundamental en el camino de la amplitud de la igualdad y la libertad de nuestras sociedades.

En nuestra vida política es fácilmente observable el desinterés y apatía de la mayoría de mujeres por luchar y acceder a puestos de responsabilidad política, en este sentido somos las mujeres las que debemos tener una conducta más agresiva y constante hacia los espacios del poder.

En un artículo de Jorge Enrique Romero (1982, p.21) comentan la falta de participación femenina en los partidos políticos y dice: “…se puede indicar que este país gobernado por viejos y por el machismo no parece dar señal de cambio. Los sectores marginados son pasivos, inofensivos, irresponsables”.

Iniciado el siglo XXI, el acceso a la representatividad democrática en la estructura de partidos políticos ha sido un lento proceso encaminado a compartir la representatividad a partir del sistema de cuotas, lo cual ha generado un lógico y natural aumento en la participación de las mujeres en todos los partidos políticos. Sin embargo, no ha sido igualitaria la representatividad en los puestos importantes donde se concentra el verdadero poder.

II. Feminismo y sufragio

El feminismo es un movimiento político. Como tal tiene sus orígenes en el siglo XIX, tanto en Europa Central y Nórdica como en los Estados Unidos de América. El feminismo es un movimiento social económico y cultural; en tanto pretende transformar la sociedad, es un movimiento político.

Diferentes autores, como Richard Evans, Sheila Rowbothaw, Andreé Michel, Antoine Arous y otros, representantes de distintas posiciones, señalan que el feminismo se convierte en un movimiento organizado debido a factores ideológicos, económicos, sociales y políticos, que se conjugan para originar los primeros grupos feministas.

El clima de transformación social y política del siglo diecinueve es el que hace que las revueltas esporádicas, hasta ese momento habían protagonizado las mujeres, se conviertan en una protesta organizada, con una ideología específica que convierte la subordinación de la mujer en el eje central de la reflexión y en su movilización, la forma de superarla. El sufragismo con una orientación liberal en lo ideológico es la primera forma concreta de movimiento femenino.

Esta afirmación puede ser muy tajante, aunque muchos autores coinciden en ella. Es lugar común plantear que desde los inicios de la historia de la humanidad hay oprimidos y allí donde hay opresión, hay sublevación.

A partir de esta razón objetiva la mujer se ha sublevado. Individualmente, en la mayoría de los casos, tal como también nos dicen biografías de mujeres de distintos países, y como innumerables intentos frustrados y realizados de organización femenina con diversos objetivos.

Aún más, siempre que la organización social vive épocas de transformación, de movimiento, las mujeres han participado en la lucha por los intereses colectivos y por sus propios intereses. Es necesario ir un poco atrás en el tiempo para comprender los movimientos del siglo XIX: empezó a cambiar después de la conquista de América. Coincidiendo con esta epopeya el inicio de la formación del capitalismo, abre una época nueva para hombres y mujeres.

En Inglaterra, los movimientos sociales políticos y religiosos, que hacían conmover la organización establecida, empezaron a sentir la participación de mujeres, que en la mayoría de las veces fueron líderes religiosas, en oposición al catolicismo y alternando el calvinismo.

Anne Huchison, procesada por las autoridades civiles y religiosas por su oposición al dogma calvinista, a la superioridad masculina y a la diferenciación política, fue expulsada de la Bahía de Massachusetts por su temeridad y su conocimiento de las escrituras. Creía que todo individuo debía aspirar a una comunión directa con Dios y que Dios habitaba en cada individuo. Los padres de la Iglesia Calvinista de la colonia a mediados del siglo XVII dijeron a Anne Huchison:

Os habéis salido de vuestro lugar, habéis sido esposo en lugar de esposa, predicador en lugar de oyente, magistrado en lugar de súbdito y de ese modo habéis creído conducir los asuntos de la Iglesia y de la Comunidad a vuestro antojo y no se os ha humillado por ello (Rowbothaw, 1980, p. 17).13

Por supuesto, su humillación no tardó. Predicaba y tenía seguidores en su mayoría mujeres, hablaba sobre los textos bíblicos y criticaba a los ministros.

Hubo otras rebeldes que cuestionaron su papel en el mundo y aspiraron a algo mejor. Las ideas de insubordinación caían sobre terreno fértil en el siglo XVII